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La Felicidad y el Odio

La felicidad y el odio no se llevan nada bien. Donde hay odio no puede haber felicidad  y donde hay felicidad no puede haber odio.

El odio es un sentimiento que crea  una impresión desagradable en el interior de la persona. El odio no nace espontáneamente, sin causa. Algo o alguien desagrada profundamente a un individuo, ya sea porque le ha hecho algún daño, o lo ve como una amenaza muy seria, o como un competidor,  un adversario para los objetivos que uno tenga en la vida, y entonces nace ese sentimiento de odio que crea un fuerte malestar interior.

El que odia puede sentir una gran alegría causando un grave daño a su enemigo. Pero, ¿es eso felicidad? ¿Queda su alma tranquila y serena? Las raíces del odio no desaparecen y el malestar profundo permanece.

Los acontecimientos desagradables y penosos le pueden ocurrir a cualquier persona, que lógicamente procurará defenderse lo mejor posible de esas adversidades. Pero eso se puede hacer sin dejarse llevar por el sentimiento del odio. El que no haya odio no quiere decir que no haya adversarios con los que enfrentarse. Se pueden librar batallas muy gordas pero sin caer en el odio. Incluso pueden ser batallas movidas por el amor. Aquí entraría la lucha por un mundo más justo en el que nadie se vea imposibilitado de llevar una vida humanamente digna.

Vivimos en un tiempo en que la felicidad no es fácil, sobre todo para unas clases sociales amenazadas por la precariedad y el desempleo. Pablo Bustinduy, Ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030,  afirma que vivimos en un tiempo de angustia. Un tiempo marcado por la vulnerabilidad, por la incertidumbre y por el malestar, y eso es lo que explota la extrema derecha. Y lo explota fomentando el odio a unos grupos sociales a los que presenta como culpables de la situación, liberando así al sistema capitalista de su responsabilidad en el malestar de la sociedad. Pero todo lo que sea fomentar el odio nos aleja de la felicidad.

La búsqueda de la felicidad nos obliga a situarnos en el campo opuesto al del odio, en el campo de la solidaridad y el amor. No la encontraremos limitándonos a  vegetar tranquilamente, olvidando la situación miserable en que vive una gran parte de la humanidad. Para vivir felizmente necesitamos una vida con sentido, un sentido que nos eleve por encima de nosotros mismos. Un sentido que nos lleve a luchar por un mundo justo y amable, en que todos y todas tengamos el alimento de cada día y un entorno amistoso y cooperativo, en que la solidaridad y no la competencia sea norma básica del comportamiento humano.

Un socialismo ético creo que sería lo que mejor nos podría acercar a una sociedad feliz.

 

 

 

 

 

2 comentarios

  • Antonio Llaguno

    Aprovecho, Carmen, tu comentario para  contestar el mío y así no obligo al boss a andar editando. ya me pasas la factura cuando quieras 😉

    Siempre me pasa lo mismo con Zugasti

    Comento poco sus artículos, porque siempre rodean el mismo argumento y siempre con la misma conclusión: “Cuidado que viene la ultra derecha”

    La ultra derecha es mala. En eso estoy de acuerdo, como lo estará, con toda seguridad, cualquier persona con un cerebro mínimamente funcional.

    Pero claro, la ley del péndulo no me parece lo mas adecuado y poner de justificación para criticar a la ultra derecha (Muy criticable y por muchas razones) las opiniones de un ministro de Podemos (Es decir de ultra izquierda), no me parece una justificación razonable. Debo ser muy raro pero para abominar de Hitler no me interesa lo que pensara Stalin, sino lo que pensara Churchill. Roosevelt, De Gaulle, Adenauer, Palme, etc… es decir: los moderados.Porque el problema está ahi, en la moderación.

    Si vemos las cosas desde los extremos nunca veremos la realidad de esas mismas cosas. Aunque no existieran los colores, entre el blanco y el negro hay una infinidad de grises. pero es que los colores existen.Nadie es feliz absolutamente, de la misma manera que nadie odia absolutamente. Por eso la reflexión de Zugasti es estéril. El odio y la felicidad, cada uno en su grado, coexisten en nosotros de manera cotidiana. Y la prevalencia de uno u otro es lo que nos hace más o menos felices y nos lleva a odiar más o menos.

    Plantear la acción política desde el punto de vista del odio a la ultra derecha (Como el del odio a la ultra izquierda), que es en lo que está Europa hoy en día, solo conduce a países ingobernabes y ciudadanos que no ven satisfechas sus expectativas de ser gobernados.Hace años, un periodista a quien yo admiraba mucho (Andrés Aberasturi) se despedía siempre de en sus programas de radio o televisión diciendo: “Sean moderadamente felices”, y muchos lo veían como una “boutade”, una frase bonita para terminar, al estilo del “Buenas noches y buena suerte” que se hiciera famoso en no se que programa gringo.Pero el mismo declaró que no era así (Sin ocultar que le gustaba además estéticamente terminar así). Que era toda una declaración de intenciones. Que si todos buscáramos nuestra felicidad moderadamente, es decir dispuestos a sacrificar parte de esa felicidad para que los que están a nuestro añrededor también sean moderadamente felices, conseguiremos mucho más y estaremos mucho más satisfechos.Que como la felicidad absoluta es imposible, la búsqueda de la misma, de manera absoluta, solo deriva en la frustración y la ira (Y como diría el maestro jedi Yoda: “La ira conduce al miedo y el miedo es la puerta de entrada al lado oscuro”, es decir al odio).

    Si en vez de adevertirnos los unos a los otros sobre la llegada de la ultra derecha o la ultra izquierda, lo que hicieramos fuera trabajar juntas para construir un mundo mejor otro gallo cantaría.¿Ustedes creen de verdad que en un país próspero, bien gobernado, con libertad para progresar casda uno como sociedad y como indivíduos, con derechos para todos incluidas las minorías, con justicia que no esté trufada de la ingerencia política, con servicios sociales asegurados, pueden prosperar políticamente la ultra derecha o la ultra izquierda? En ningún caso.Lo que pasa es que los extremos, los ultras de cualquier signo, buscan su propio beneficio no el de la sociedad, luchan por ostentar el poder no por transformar el mundo. Porque no nos engañemos, estas advertencias (¡¡¡Que viene la derechaaaa!!! ¡¡¡Que vienen los comunistaaaas!!!! solo muestran la carencia de argumentos objetivos para defeder el criterio propio. Si para que me elijas tengo que avisarte de que llegan los malos, es que no soy capaz de demostrate que soy de los buenos.Añoro los tiempos en que los políticos, superaban sus ideologías y sus miedos (Fundamentalmente sus miedos) y se ponían a trabajar codo con codo, pensando siempre en el bien común. (Cuanto tiene que agradecer este anciano país, antes llamado España, a quienes supieron hacerlo en los 70 y pico. Personas como Carrillo, González, Suárez, Abril, Fraga, Sartorius, Peces Barba, Guerra, Tarradellas)

    Pero claro, yo es que aunque sea hereje, soy cristiano.Será eso, supongo.

  • carmen

    Me gusta el artículo.Discrepo un poquito cuando dice que si haces algo movido por un odio personal o a una causa, de alguna manera produce satisfacción. No lo creo. Es imposible. La venganza y los actos movidos por el odio es imposible que resulten satisfactorios. Si acaso de momento se liberarán una serie de sustancias en nuestro organismo que produzcan una sensación de , de satisfacción, de lo que sea. Pero desaparecen en un ratito. Y te quedas a solas contigo mismo.

    Es imposible que aporte algo bueno a una persona. No sé qué dirán los psicólogos o los psiquiatras. Es asunto suyo.Estoy profundamente convencida y de ahí, nace mi esperanza en que todo puede mejorar. No digo que sea lógico ni nada. Es lo que pienso.

    Cuando digo que las cosas pueden mejorar, no es porque me haya caído de un nido de un árbol, como un pajarico. No exactamente. Aunque algo habrá también de esa idea.En el fondo todos hemos sido pajaricos indefensos alguna vez. Así que, alguna vez entenderemos donde puede haber un camino mejor que el que hemos escogido.Y no pasa ni por ningún Dios. Pasa por nosotros.Supongo que no han entendido. No lo sé explicar mejor  Sorry.
    Buen día.  

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