Cuando leí RELIGIÓN SIN MAGIA. Testimonio y reflexión de un cristiano libre, me llamó la atención que un hombre profundamente creyente realizara, partiendo de una adhesión incondicional a la doctrina católica, una deconstrucción de lo que llama la carcoma de la religión, la magia, sin perder un ápice de su fe, o mejor, purificándola y basándola en lo esencial. A lo largo de su interesante ensayo entrelaza su testimonio de católico, que llegó a ser sacerdote misionero de los Padres Blancos en África, con un análisis profundo de lo que en el cristianismo hay de mágico, y lo hace desde la misma teología, con la maestría que le otorga su vida dedicada al estudio y a la enseñanza.
Sorprende la evolución de este cristiano comprometido hasta la médula que abandona la “ortodoxia” dogmática católica sin dejar de ser o, mejor dicho, siendo con ello más profundamente cristiano, sin haber abandonado, pese a esa sin duda dolorosa metamorfosis, la “ortopraxis”, la verdadera esencia del cristianismo.
Sólo una sólida confianza en que lo mundano tiene valor en sí mismo soportaría esta auténtica conversión a lo secular que le llevó al punto de comprometer su propia vida a favor de los pobres.
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La secularidad es la existencia consistente de lo Múltiple ante el Uno (aunque desde el Uno)
En este capítulo dedicado a la secularidad puede verse reflejada la evolución de Juan Luis. El desplazamiento de su fe en la doctrina católica a su fe en la razón, es la clave que le permite poner en tela de juicio lo que le ha sido trasmitido como verdad inamovible y juzgarlo a la luz de la razón con la que toda persona está dotada. Renunciar a la razón que cada uno tenemos y depositarla en otro es como permitir que nos aten las manos o nos tapen la boca y otro actúe o hable por nosotros. El problema es que ese otro ha venido siendo la Iglesia, que se ha erigido en representante y depositaria de la voluntad de Dios.
Hay que tener cuidado, en primer lugar, en que el énfasis en lo Absoluto no traiga como consecuencia un desprecio por lo secular, por el mundo, que es considerado, desde ese aspecto, como un valle de lágrimas en el que somos peregrinos de paso, y en todo caso es una forma de desprecio despojarlo de consistencia, de autonomía.
Esto lo que desarrolla Juan Luis en este sexto capítulo de su libro, a lo largo del cual emprende la obra de analizar en qué se ha basado la Iglesia para erigirse en depositaria de la voluntad divina y dónde reside realmente la voluntad de lo mundano. Hoy ATRIO nos invita a leer la primera parte de este Capítulo VI, que se reproduce al final de esta introducción.
La Iglesia a lo largo de los siglos se ha presentado como garante del orden divino de acuerdo con el viejo paradigma según el cual todo dependía directamente de Dios y Dios había delegado en la Iglesia su dominio y gobierno. Sin embargo eso choca frontalmente con el pensamiento moderno de la Ilustración que pugna por hacerse realidad todavía dos siglos después de que fuera formulado, a lo que no es ajeno el interés de la Iglesia por mantener a hombres y mujeres perpetuamente inmaduros, bajo su dominio de representante de Dios, no autónomos.
Este empeño, sin embargo, está causando un vacío que se trasluce en la crisis de vocaciones. La modernidad, le guste o no a la Iglesia, es una realidad, y los jóvenes no están dispuestos a que otros piensen por ellos. La madurez que se trata de arrebatar a cada persona es irrenunciable.
La Iglesia se enfrenta a una modernidad que no acepta, pues no acepta su fundamento básico, la libertad y la autonomía.
Para comprender dónde radica la autonomía de lo que existe es necesario responder antes a una vieja pregunta, ¿cómo existe algo distinto de Dios, si Dios es por definición el Absoluto? J.L. Herrero del Pozo comienza proponiendo que el verdadero dualismo radical no es el de los dos principios del Bien y el Mal, sino el de lo Uno y lo Múltiple. Lo Múltiple existe realmente, aunque sea desde y por lo Uno, “como el agua es desde y por la fuente”, ese origen es la única traba a la autonomía de lo Múltiple, pero no deja lugar a dudas sobre esta autonomía de lo que existe, ni esa dependencia justifica la dilución de lo Múltiple en el Uno, que es, cuando menos, una falta de responsabilidad, y la base del fundamentalismo religioso en el peor de los casos.
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La realidad existe y no es Dios, tiene su densidad autónoma; por mucho que sea ‘recibida’ Dios la hace ser ella misma
Fuera de Dios todo es secular y autónomo. Urge tomar las riendas de nuestro futuro, sólo los seres humanos somos los responsables del mundo que construimos. Dejar en manos de una supuesta providencia el curso de la historia no manifiesta sino nuestra gran falta de responsabilidad, porque sin duda alguien tomará las riendas por nosotros y no precisamente Dios, puesto que, tal como afirma Juan Luis, Dios no es un Dios celoso que devore o haga insignificantes o inanes a sus criaturas; no entra en colisión o competencia con ellas, no es su rival, sino todo lo contrario, las hace ser lo que son, autónomas.
Por mucho que se empeñen algunos recalcitrantes, como pueden ser los creacionistas, no cabe duda sobre el desarrollo evolutivo del universo, la progresión desde los átomos de hidrógeno hasta la gran biodiversidad y la aparición de la conciencia en la especie humana, a lo largo de millones de años. Todo ello a mí me habla de la autonomía de todo cuanto existe, sujeto sólo a la ley de su propia naturaleza (y a sus circunstancias). Dios no juega a las marionetas con el universo, mucho menos con las personas.
Pero os dejo con Juan Luis Herrero del Pozo, con sus propias palabras, con su estilo ágil, vigoroso, incisivo, que proporciona el doble placer de una lectura amena y una lucidez poco común.
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Secularidad versus credulidad (I)
Por Juan Luis Herrero del Pozo
Al cabo de más de dos siglos, la Iglesia permanece, en lo sustancial, impermeable a la Modernidad, entendida ésta en el buen sentido, como reconocimiento de la autonomía de lo intramundano. En este desencuentro, la institución eclesial es la principal perdedora. Más que por la persecución o el cuestionamiento desde el exterior, se está vaciando desde dentro, está implosionando. La sangría de vocaciones religiosas y sacerdotales continúa, salvo en aquellos países o sectores más conservadores donde la modernidad no ha podido establecer la madurez del pensamiento adulto. Por la misma lógica que explica la crisis vocacional, la Iglesia se vacía de fieles: la desaparición de los más ancianos no queda compensada por el aporte joven que, en su mayoría, hace de la confirmación el sacramento de la ‘deserción’[1] La involución conservadora postconciliar, impulsada por un Papa oriundo de un país que se había protegido del ateísmo militante aislándose en una burbuja religiosa medieval, ha pretendido detener la desbandada reproduciendo en todo el mundo el modelo polaco de vieja cristiandad. Éste es el que rechazan los espíritus modernos, no el Evangelio. Si la espantada del mundo joven (y del de las mujeres) fuera resultado de la dificultad de vivir la radicalidad evangélica, no le cabría a la institución eclesial especial responsabilidad. Al contrario, el desencuentro sería efecto de su testimonio demasiado vigoroso. El número no cuenta y es probable que el cristianismo futuro llegue a reducirse al fermento de múltiples pequeñas comunidades dispersas, pero influyentes. Pero no es así. No es precisamente la conversión interior ni comportamientos de vida coherentes con el evangelio lo que la Iglesia exige a la hora de impartir sacramentos con las facilidades de un supermercado barato. Muy al contrario, el afán de lucro, el consumismo, la tiranía política con tal de que sea de derechas conviven sin mayor dificultad con la Iglesia oficial. Parece que sólo en la doctrina sexual es intransigente o más bien de visión antropológica trasnochada. Por fortuna, cada vez es tenida menos en cuenta.
Parece, pues, necesario buscar por otros derroteros el choque entre espíritu moderno -el sano- y aceptación de la Iglesia. Algunos cristianos progresistas buscan la solución del desencuentro mediante la reforma de los elementos antidemocráticos de la institución eclesial: estructura piramidal, última monarquía absoluta de los tiempos modernos, nombramiento de obispos al arbitrio de la autoridad, marginación real del mundo femenino, etc. Sin duda, la Iglesia sería más creíble sin tanta rémora medieval[2]. Cabe pensar, no obstante, que tales reformas serían insuficientes y no harían a la iglesia más sustancialmente aceptable. El choque entre Iglesia y Modernidad es incontestablemente más profundo. Pero el diagnóstico no es fácil de elaborar y menos de formular. Intentémoslo.
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VI 1. Potenciar la lógica de la Ilustración: secularización.
El abismo de incomprensión entre cristianismo y mundo actual se explica por razones de mayor calado. La crisis de la Ilustración purificó al cristianismo de mucho lastre, mas no ha alcanzado las últimas consecuencias.
La Iglesia era, en occidente, heredera única de la cultura y de la civilización. Constituía la instancia suprema de la verdad, de la moral, de la gobernación y del derecho. Las ciencias eran ramas de su teología, coronaba y destituía reyes, repartía territorios de influencia entre estados cristianos, arbitraba conflictos, bendecía invasiones, guerras y conquistas. En una palabra, garantizaba el orden político y social imperante. Nadie lo ponía en tela de juicio, en principio. Porque todo dependía directamente de Dios y Dios había delegado en la Iglesia su dominio y gobierno. El mundo entero occidental era una teocracia. Ninguna realidad intramundana tenía consistencia fuera de la sumisión a Dios. El principio de que Dios es último fundamento de todo, que cualquier creyente admite, con razón, encierra peligrosamente la semilla del peor fundamentalismo. Ahora bien, si se quiere no caer en el fundamentalismo religioso, es preciso descubrir a tiempo su principio corrector, la llamada ‘secularidad’. Este proceso de secularización, tan denostado por la teología conservadora (que más bien desea recuperar el modelo de cristiandad mediante la ‘nueva evangelización’, ¡ojo al dato!) no es una desviación, una moda peligrosa o un accidente lamentable en el desarrollo del pensamiento religioso. Es el principio mismo de su salud.
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VI. 2. ¿Cómo puede existir algo ‘además’ de lo Infinito? Lo ” pro-fanum“
Sin la debida secularización cualquier actitud religiosa está viciada. Toda insistencia es poca. El proceso de secularización arranca del hecho de tomar en serio una de las preguntas metafísicas más básicas y originarias: ¿Cómo, además de Dios, existe algo distinto de Dios? Si existe sin identificarse con Dios, dispone de su propia consistencia, fundada, sin duda, en Dios, pero, al mismo tiempo, autónoma. Existe realmente algo que no es Dios. No es una obviedad. Es el dualismo fontal irreductible del pensamiento humano cuando no se anega en el panteísmo eliminando la dialéctica entre lo Uno y lo Múltiple, por reducción ontológica de lo Múltiple a lo Uno. El dualismo radical no es el de los dos principios, del Bien y del Mal, sino el de lo Uno y lo Múltiple. Quien se detenga a pensar descubrirá que la aporía se impone de forma meridianamente clara. ¿Cómo existe, además de Dios, algo distinto de Él? Porque, efectivamente, existe algo irreductible a Él, con su propia y autónoma densidad[3].
Sin embargo, la respuesta creyente no carece de dificultad. Está afirmando dos cosas: una que ve, la existencia de lo real y otra que induce, en busca de mayor inteligibilidad, al advertir que lo real perceptible no encuentra en sí mismo la explicación radical y el último sentido. El creyente lo induce, pero no lo puede probar, cosa que tampoco le es posible al ateo en su opción contraria. En la doble afirmación de Dios y de lo real visible, el creyente no tiene por menos que preguntarse: ¿cómo se entiende que frente a un Dios que, para serlo, debe encerrar la totalidad de la perfección pueda existir alguna otra perfección que no se identifique con Él? ¿Cómo hay algo además de Dios?[4]. Es la eterna aporía en la historia del pensamiento, la conciliación de lo Uno y lo Múltiple. Sólo la tensión dialéctica entre ambos permite salvaguardar el misterio que, a la postre, es el único misterio, filosófico, realmente tal que existe.
Si lo Múltiple existe y no es humo o ilusión, como hemos creído oír en oriente, todo cuanto existe sólo es inteligible por y desde el UNO. El Uno “es” pura y simplemente, es en sí y por sí. Cualquier otra realidad “es desde y por” el Uno. Como el agua “es por y desde” la fuente. Lo diré con otras palabras. A los seres que llamamos creados el filósofo creyente sólo los comprende, aunque sea con pobres conceptos humanos, como seres que existen y se entienden desde su fuente, el SER de Dios, en cuanto que éste es el fundamento óntico de su existencia y epistemológico de su inteligibilidad profunda. En este sentido, lo cósmico e intramundano no goza de una autonomía absoluta, sólo propia de Dios. Es la intuición básica propia de la experiencia creyente que no vamos a negar nunca, pero sí evitaremos de extrapolar no reconociendo la consistencia y autonomía, aunque relativas, de lo que llamamos creado. Esto es lo que pretende afirmar el creyente al aceptar a Dios: que todo ser “contingente” (es decir, que no encierra en sí mismo la necesidad de existir) solamente es inteligible como existente en la medida en que se funda en el Necesario y de él recibe el ser, ser recibido, pues. Este “ser recibido” lo constituye en una dependencia de fondo, óntica, que todo creyente percibe de un modo no erudito, pero intuitivo -aunque contaminado, como veremos- y a lo que no puede renunciar. La percepción intuida más que pensada de esta dependencia óntica tal que no existe ninguna otra (el agua y la fuente son mera metáfora), explica que el creyente tienda a afirmarla con exclusión de cualquier autonomía, a sumir en ella cualquier otra perspectiva, a reducir a ella todo el ámbito de su relación con lo numinoso y, en definitiva, a desvanecer o diluir lo Múltiple en lo Uno. Es el corazón del fundamentalismo: inconscientemente el pensamiento religioso vigoroso pero descompensado o desequilibrado es refractario a la aceptación de la ‘secularidad’ que la Ilustración posibilitó y que inevitablemente comporta independencia y autonomía. El sentido religioso que entiende todo lo creado como radicalmente dependiente del Ser Supremo corre fácilmente el peligro del fundamentalismo al negar cualquier modo de autonomía de lo que llamamos creado.
Pues bien, aquí emerge la afirmación dialécticamente complementaria de la aporía: la realidad existe y no es Dios, tiene su densidad autónoma; por mucho que sea ‘recibida’ Dios la hace ser ella misma, la respeta, no le roba el ser, no es su rival (como, no sin razón, nos reprochaban Feuerbach y Nietzche). Tal es el punto clave de la dialéctica de que hablamos: se trata de conjugar la no-autonomía con la autonomía, la afirmación de una dependencia radical de Dios que da el ser con la autonomía de lo secular. es decir, con la consistencia del funcionamiento de lo existente conforme a sus propias leyes internas sin que Dios haya de estar interfiriendo en esos procesos desde fuera de ellos o como un añadido a sus posibilidades. Lo secular es autónomo en el sentido de que no precisa ser completado desde las afueras de su realidad. Todo lo opuesto a aquella visión tradicional de una naturaleza a la que puede sobrevenir algún ‘sobre-natural’ para corregirla o ampliarla: la conciencia dispone de todos los medios para construir su historia; la sociedad es soberana y no tiene necesidad de la designación de un gobernante ‘por la gracia de Dios’; es obsceno exacerbar el cinismo al extremo de esperar de Dios precisamente lo que está confiado a nuestra responsabilidad: el cuidado de la salud, el éxito profesional o el hambre del tercer mundo. Afirmado Dios en su existencia, fuera de él todo es secular, intramundano, realidad natural a la que no se va a superponer ningún sobrenatural. Nada es sagrado, pero todo tiene la dignidad de lo profano; pro-fanum (lo de delante del santuario) es lo que se alza con consistencia y dignidad ante la realidad del Trascendente. Lo que hemos denominado sobrenatural o sagrado no es un añadido gratuito, sino la profundización de lo humano, desde la dinámica potencialidad inscrita en todo lo creado. Lo natural, pues, es lo autónomo. El intervencionismo divino es remiendo y arbitrariedad indignos de Dios. La secularidad es la existencia consistente de lo Múltiple ante el Uno (aunque desde el Uno). Es la muerte del fundamentalismo desde la misma raíz.
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V. 3. Injustificado recelo ante lo secular.
La autonomía propia y el carácter secular de cuanto existe ‘además’ de Dios es lo que luego intentaremos perfilar echando mano del concepto de ‘creación’, no como dato revelado, sino como razonamiento asequible a la mente. Como se habrá entendido, nuestra reflexión no aborda propiamente el fundamento de la teodicea, la existencia de Dios. Realidad que, por lo demás, no es objeto de demostración. Las páginas anteriores sólo han pretendido balbucear pobremente una forma de entender la aporía de lo Uno y lo Múltiple, lo Infinito y lo contingente, en la que ambos extremos son irreductibles el uno al otro y, salvo que se apueste por la supresión de uno de ambos (ateísmo o panteísmo), sólo su gestión dialéctica permite un planteamiento inteligible de su relación.
No cabe duda que la vida ordinaria no nos prepara para este nivel de abstracción metafísica. Por fortuna, no es algo necesario en la vivencia de la fe que se juega esencialmente de cara al hermano, como veremos en la última parte. No por ello son reflexiones superfluas o bizantinas (es labor de los expertos pastoralistas trasladar a la calle las ideas del nuevo paradigma) sino pertinentes y necesarias a la hora de fundamentar la destrucción del virus mágico que se cuela de rondón y se instala pervirtiéndolo todo en el mismo instante en que el creyente piensa y vive, a su nivel, su relación con Dios. Sin la superación de tal insidioso escollo no por metafísico menos real, la articulación práctica y vivencial de lo Múltiple y lo Uno se convierte en magia y todo en la experiencia religiosa de cada día quedará distorsionado como una foto movida de imagen irreconocible. He juzgado imprescindible abordar con algún detenimiento y relativo énfasis unas reflexiones de especulación abstrusa porque he constatado en muchas ocasiones un fenómeno: cuando clérigos, catequistas, cristianos formados, incluso teólogos, llegan a este punto que, a mi entender, es lo más medular y decisivo del nuevo paradigma fundado en la superación de lo mágico, algunos se desconciertan en este preciso instante y no alcanzan a superar el último umbral[5]. Se acabó entonces, a mi juicio, el alcance trascendental en sus efectos del nuevo paradigma. Ha faltado ese “clic” (el ‘clic’ que expresamos diciendo “¡Ahora caigo!”) sin el cual todo el proceso de aggiornamento del pensamiento religioso queda en suspenso. Por fortuna, el creyente medio llega a percibir, por un acceso más intuitivo que teórico, que el ‘intervencionismo’ sobrenatural en el que ha sido amamantado es pura magia, irreconciliable con el espíritu crítico moderno que intenta abrirse paso en la conciencia de cualquier persona aún no del todo deformada por los viejos patrones.
Aunque lo esencial de estos preámbulos está dicho, no me resisto a un complemento de énfasis. La intuición de la dependencia ontológica radical de Dios por parte de todo ser impregnaba, sin duda, el pensamiento y la vivencia creyentes antes de la Ilustración; pero, mal entendida, conducía a vaciar de consistencia todas las obras de Dios: lo que no era Dios era vanidad, inanidad, ilusión, sin peso ni consistencia, despreciable, incluso peligroso y hasta perverso. El rechazo del placer, el sentimiento negativo y dolorista de la existencia, la fuga mundi como ideal de vida, el sentimiento de miedo y de culpabilidad radican ahí en última instancia. La desviación religiosa, pues, consistía en acabar negando densidad y autonomía (relativa, cierto, frente al Absoluto) a lo intramundano. Con esta convicción toda historia aparecía incierta y escapaba a la responsabilidad humana: nunca se estaba seguro de que Dios no había intervenido o no lo haría en adelante. Todo estaba en el aire pendiente del “si Dios quiere“. ¡Qué rentable le resultaba a nuestra pereza fiarse de la Providencia! Según la Biblia el devenir humano era una ‘historia sagrada’, es decir, trufada de acciones de la divinidad que nadie cuestionaba. Y a esto es a lo que asestó un golpe de muerte la Modernidad ilustrada. La razón y la ciencia descubren que se han colgado indebidamente demasiadas cosas de la divinidad. Dios no es un dios celoso que devore o haga insignificantes o inanes a sus criaturas; no entra en colisión o competencia con ellas, no es su rival, sino todo lo contrario, las hace ser lo que son, autónomas. Las confía a sus leyes internas, a su devenir, a la construcción de su conciencia libre.
El caso más patente de este enigma se percibe, en efecto, en el que representa el punto culminante de la evolución cósmica: la libertad. ¿Cómo se articula el acto libre y la acción divina que lo hace ser? Si ambos elementos entran en colisión, si la acción de uno compite con la del otro, si fijamos algún momento de prioridad del uno sobre el otro, más allá de la dependencia radical señalada, se quiebra la dialéctica entre los extremos del enigma, lo Uno es absorbido por lo Múltiple o éste por lo Uno[6]. Si ante Dios no existe autonomía real, desaparece la libertad. Por eso recurro una y otra vez, en mis textos, por especial atención a los teólogos profesionales, a la vieja controversia de auxiliis que se encasquilló sin resultado, imponiendo Roma silencio al final. He insistido en lo significativo de tal polémica: el problema no tenía solución por estar mal planteado o, mejor dicho, por no haber sido planteado desde el análisis del pensamiento mágico que lo originaba. Es lo que intentan superar las reflexiones presentes.
NOTAS
[1] Ver mi escrito “Jóvenes poscristianos: ¿desertores o pioneros? Hacia una nueva espiritualidad (‘como si Dios no existiese“ en Revista de Pastoral Juvenil nº 407 y Eclesalia/28-04febrero.htm#_Toc68674901.
[2] Que no nos engañe el prestigio de que parece gozar y las consideraciones que con ella tienen los poderes públicos. Los criterios de éstos no son propiamente religiosos, sino la rentabilidad del electorado cristiano de mayoría conservadora.
[3] Es claro que el ateo no ve las cosas de la misma manera: sólo es real lo empíricamente comprobable o especulativamente evidente. Sin embargo, también el ateo es ‘creyente’ en la medida que elige libremente una opción que no es evidente, la de que efectivamente no existe más que lo empíricamente comprobable.
[4] No es que hayamos invertido el sentido de la prueba, haciendo de Dios el dato indudable y de la realidad cósmica el cuestionable. No. Sólo pretendemos, una vez hecha la apuesta a favor de Dios (con razón o sin ella), poner el dedo en la tensión dialéctica que surge entre los dos extremos de la aporía, el Uno y lo Múltiple, sin subordinar por ello a lo desconocido el conocimiento de lo conocido.
[5] No deja de ser significativo que muchos creyentes sencillos, incluso avanzados en edad, disponen de una capacidad intuitiva de percepción superior a la de algunos clérigos o laicos teológicamente eruditos. Éstos tienen la mente como endurecida por viejos patrones de pensamiento y se mantienen más impermeables ¿Será por temor a afrontar una revisión general de sus ideas y vida pasada? ¿Será por quedarse sin hierba bajo los pies, quiero decir, sin el corpus teológico del que eran precisamente especialistas? ¿Será, sobre todo en la jerarquía, por miedo a perder su identidad de “poder sagrado”?
[6] En última instancia se trata de la alternativa entre ateísmo o panteísmo. Merece la pena repasar a la luz de esta idea algunos de los grandes pensadores, desde Tomás de Aquino a Feuerbach o Nietzsche.
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La fe que según los teólogos nos viene dada por ‘dios’ directamente y selectivamente está hoy muy desvalorizada. La recibe el niño en el momento del bautismo a través de sus padres y padrinos pero no les sirve para nada a los millones y millones que están fuera de la iglesia.
Por otra parte esa fe no cuesta ningún esfuerzo: basta con rezar el credo y jurar que lo creemos todo. Yo respeto a todos los que profesan esa fe pertenezcan a la religión que pertenezcan. Fue alimento de mi vida durante muchos años y me dediqué a compartirla con otros. He convivido con muchos creyentes y sé que esa es su manera de encontrarse con Dios tal como ellos lo entienden.
La fe que nos viene describiendo Juan Luis es otra cosa. Es mi Fe, es la fe que voy construyendo penosamente a lo largo de mi vida, no me viene envuelta en ritos mágicos, ni imágenes. Tal como dijo Asun: “En este nuevo idioma se percibe y entiende la Encarnación como que toda carne está pletórica de Dios. A todo abraza, nada ni nadie queda fuera”.
Unas y otros habéis ido completando una fe que nace ya de lo secular, lo múltiple, que se relaciona con el Uno pero no de forma consecutiva sino constitutiva, como dice María Luisa.
Gracias MAR por tu precioso trabajo y por seguir alentando nuestro creer sintiénd0nno todos en un continuo en el seno de Dios. Entones podremos decir: “adiós a la magia “.
Un abrazo Héctor
Una cosita más…Por qué, para el tema que nos ocupa de lo Uno y lo Múltiple, creo que es mejor hacer referencia a la “respectividad” que a la “relación” porque la relación supone los relatos cuyos actos se inscriben en el ser de cada cual, y puede ser esta relación, buena, no tan buena e incluso mala, hasta tal punto que nos pueda dar mal vivir. En cambio la respectividad es aquel momento de obertura a nuestra propia realidad (profundidad) con respecto a la de los demás y nos deja en suspenso… Este esquema enfocado a la Realidad Absoluta, respectivamente nos abre a la nuestra absoluta relativa …
… Pues yo digo, ahora y con fuerza ¡buenos días! Por fin se me arregló el teclado. Gracias, Mar por tu apreciación positiva, veo que os acostáis tarde yo en cambio me levanto muy temprano y aunque no se todavía cuando colocaré mi comentario la verdad es que a las cuatro y media de la madrugada ya le estaba dando vueltas a la cabeza pensando cómo podría expresar de forma resumida la idea que solté en estos días pasados.
En la nueva física, la idea de campo, planteo problemas filosóficos que provocaron cambios en la concepción misma de naturaleza. Estos problemas consisten fundamentalmente en que los desarrollos de la física cuántica han obligado a pasar de una concepción determinista causal y lineal, como ya adelantaba, a otra concepción indeterminista, funcional y compleja. Lo que está en juego, pues, como dice Juan Luis es este cambio de paradigma. Y en el tiempo que llevo en abordar de raíz esta cuestión y digo de raíz , para, precisamente alcanzar, de alguna manera, a comprender y evitar así toda confrontación con quienes evidencian cierto fundamentalismo por estancamiento, me han venido muy bien las categorías zubirianas siendo una de ellas la ya mencionada respectividad.
Ahora bien el indeterminismo no consiste tan sólo en pensar que es nuestra mente la que no da para más, no viene dado por nuestra ignorancia sino que se trata de una indeterminación fundada en la realidad misma por ser ésta precisamente inalcanzable, sin embargo hay que decir que aun así por ser abierta la realidad es respectiva y por serlo, por tanto, nos abre a ella.
La verdad es que en este nuevo paradigma las cosas ya no volverán a verse como antes, es decir, como entidades aisladas que establecen entre ellas relaciones de tipo causal sino como momentos de un campo del que forman parte constitutiva y funcionalmente unitaria entre todas ellas. Esta visión nos sitúa frente a otro concepto filosófico distinto del de sustancia que es el de sustantividad…pero esto ya es otra historia.
Gracias a todos y en especial a Juan Luis y a Mar
Por cierto Asun, querida tocaya, repaso ahora tu comentario del 7 de abril. La metáfora del océano y la ola, que también empleó Simone Weil, es una imagen perfecta de la Realidad de la que formamos parte. Ese lenguaje me es familiar, como no es desconocido -aunque menos familiar por el uso continuado de neologismos- el de Raimon Pannikar, a quien citas, y al mirar esto mismo desde la perspectiva de otro lenguaje y conceptos menos conocidos para mí, como es el de M. Luisa, me ha parecido que me ayudaba a aprehender mejor algo que resulta tan escurridizo de explicar.
Cada vez me parece más valioso este lugar de Atrio, que permite compartir puntos de vista enriquecedores.
Ahora sí que buenas noches. Un abrazo
Creo que la idea de campo que menciona Luisa pone palabras bastante precisas a la intuición de la verdadera interrelación entre lo Uno y los Múltiple. Aplicando su frase, bien puede decirse que, según este concepto de campo, lo Uno y lo Múltiple no es que estén entre sí interrelacionados, es que están funcionalmente articuladas entre sí: la relación no es consecutiva, sino constitutiva.
Cuesta mucho imaginar y entender un principio de lo que existe, ese momento puntual en el que el universo sale de las manos de Dios, ese momento increíble sin límites de espacio-tiempo entre el Absoluto y el instante anterior al Big-Bang
Recuerdo una de esas tardes de conversación con Juan Luis, quizá de paseo a orillas del Ebro, o de regreso a su casa, hablando precisamente de esto, y concluimos que no quizá no es correcto hablar de principio, ¿dónde situarlo? ¿En qué momento y en qué lugar hace Dios un hueco en su absolutidad para el universo? Concluimos que quizá no hay ni hubo tal momento, que no hay principio, sin que es todo un continuum en el seno de Dios.
Yo sí creo que podemos librarnos de la magia en la religión, Antonia. Bien mirado, hay suficiente dosis de magia en la misma naturaleza de las cosas como para inventar patrañas ajenas a la misma. Ya hay bastantes misterios que desentrañar y contemplar, y ante los que maravillarse, como para entretenerse con artificios.
Saludos cordiales
cuando me funcione el teclado me alargarë mäs ahora sölo para que se endienda pensad en los dialogos entre Javier y Santiago pues bien a mi modo de ver Javier asume la respectividad que a traido la nueva fïsica mientras que Santiago se mantiene en la relacion lineal de tipo causal:
Precisamente pienso que la magia en la religiön se ha debido por el hecho de concebir no en respectividad campal (modernida) lo uno y lo multiples
sino de concebirlo todavia de forma relacional o lineal siendo esta la razön por la cual luegp para acceder a lo que las religiones llaman lo trascendental se acude a los ritos y ceremonias cuando precisamente la trascendencia estä dada ya en la realidad de las cosas con las que nos relacionamos:
Me quedo con lo que dice MAR el 7-4: El Uno Y lo Múltiple en continua interrelación, pero, a propósito del libro de Juan Luís, ¿Es posible una religión sin magia? ¿Una religión que desee relacionarse con Dios sin intentar manipularlo con oraciones, ritos, celebraciones…? No sé, me parece que ese deseo mágico es muy difícil que desaparezca.
Desarrollando un poco a mi manera; a pesar de que todavîa no me funciona el teclado (no os asusteis no es cuestion de virus;ya lo he mirado) lo expresado en estos ültimos comentarios quiero aprovechar lo que dice Asun para de algûn modo ver cômo distintas interpretaciones van en una misma direccion:
La conexion de lo real con lo real (respectivida) de la que yo aveces hablo inspirada en el pensamiento zubiriano; abre un modo nuevo de concebir la naturaleza; es decir la realidad fîsica;la naturaleza ya no es conjunto de manzanas que actûan interrelacionalmente por vîa causal sino que; en el nuevo paradigma cientîfico y filosofico hay que acudir a la idea de campo: es un campo en que todas las cosas no es que esten entre si interrelacionadas; es que todas ellas estan funcionalmente articuladas entre sî: la relacion no es consecutiva sino constitutiva: entonces el campo es un campo que une estas formas en unidad; unas respecto a las otras no aislando el caracter trascendental que las envuelve::: un poco resumido por las circunstanciad::::
saludos a todos
Recojo parte de lo que dice Mª Asun, apoyándome en que en la célula como parte de un todo ya está en ella estructuralmente todo. Lo Uno en lo múltiple, expresión del teólogo Javier Melloni, es intuido, vislumbrado como una interrelación no separada, en la que Lo Uno “una Realidad (podemos denominarla Dios) de la que todo nace continuamente y en la que todo Es” (Mª Asun= MAR) está presente en la diversidad de manera ausente, porque la mente aquí calla, no puede atraparlo. La unicidad es cualidad de lo diverso que comparte a la vez un fondo común de fundamento y sustento que entrelaza todo, su ser y mismidad en un fluir inagotable de vida y de expansión de Conciencia.
La metáfora del océano y las olas puede ayudar a aprehender Lo Uno en lo múltiple. Es decir creemos ser como olas en el océano, pero no somos únicamente olas en el océano, identidad que se siente separada, inconexa, sino la misma agua, tanto las olas como el océano. En el agua la Verdad que Es y somos se hace una con la Realidad. El agua constituye todas las olas y el océano. El agua es el Yo Universal que se expresa en cada una de las olas. Esto no se puede pensar en ningún modo, en cualquier caso, sólo ser. Aquí la intuición y la experiencia van de la mano, cuando ser es conocer y conocer es ser.
R. Panikkar habla de trinidad cosmo-te-ándrica, en la que nada está separado de nada, sino en interrelación continua, lo cósmico en lo divino y humano, lo divino en lo cósmico y humano, lo humano en lo cósmico y divino, pues lo que une está en todo ello.
Llevado a la vida práctica de manera personal y colectiva, la unidad y paz de fondo que somos, tomaría prioridad en nuestro modo de convivir la humanidad haciendo un mundo digno, justo y solidario, en interrelación respetuosa con todos los seres vivos y el universo.
Claro está que sin haber previamente desmontado creencias cerradas en sí mismas es, más que difícil, imposible dar un salto en la percepción de lo que aquí se apunta, porque no se trata de buenas intenciones, ni actos voluntariosos que se siguen por prescripción de lo bueno y santo, sino acceder a un nuevo modo de conocer, no-dual.
A una nueva comprensión de quienes somos y de lo que somos, de-construyendo el yo con el que seguimos identificándonos y al que tratamos de preservar y defender, a toda costa, desde el modelo mental o racional.
Gracias a todos. Buenas noches.
Querida MAR Medina, Gracias infinitas por recoger ese testigo de J.Luis, hay un refrán que dice que me quedo a lo mejor para atrás…
Y como no eres tú, amiga…
Creo que con tu sencilles, bien puedes ser quien ponga luz a mucho de los pensares de J.Luis.
Tk
Carmen
Es difícil definir exactamente cómo es la relación con Dios cuando podemos decir tan poco, cuanto menos mejor, sobre Dios: nos falta la mitad de la premisa ¡¡a la vez que nos sostiene y nos contiene!!
Por eso, si alguien dice que la autonomía de lo creado es real, goza de total libertad, lo suscribo.
Pero cuando alguien se expresa a favor de la no dualidad de lo que existe también lo suscribo.
Aparentemente ambos conceptos serían contradictorios, o al menos difíciles de conciliar.
Juan Luis se expresa mucho mejor que yo (pese a la afirmación de Honorio) y habla por sí mismo en su libro. Lo que sigue es un intento de explicar mi percepción y pensamiento al respecto.
Ya ha quedado claro que llevada la concepción de Absoluto hasta sus últimas consecuencias no podría existir nada más que Dios, de modo que todo lo que existe sería parte de Dios. Se trataría de Monismo.
Si centramos la atención en lo que existe y atendemos a los sentidos, todo tiene su propia autonomía, hay una relación causa efecto en el devenir de los acontecimientos que no se sale de los márgenes de lo real; parece que lo existente es consistente y, si hay Dios, no interfiere ni interviene. Se trataría de Dualismo.
Pero hay una tercera manera de considerar la cuestión que alude justo al ordinal empleado. Ni Monismo ni Dualismo, ni sólo el Absoluto ni el Absoluto y lo Múltiple separados. La Realidad se explica con lo UNO Y lo Múltiple; subrayo la conjunción porque es fundamental. No hay solo un Dios que todo lo absorba y todo lo contenga ni hay un Dios y una realidad independientes, sino una Realidad (podemos denominarla Dios) de la que todo nace continuamente y en la que todo Es. La conjunción Y es esencial como lo que nos relaciona. Lo Uno Y lo Múltiple. La realidad es trinitaria, en continua relación, inseparable.
La trinidad no es un invento católico. Veo una trinidad en el signo del TAO (el Vacío y todo lo que existe, blanco y negro con dos puntitos en su interior del otro color que lo representa porque también lo contiene, separados por una línea ondulada que hay que interpretar en movimiento que representa la interrelación entre ambos), como hay una trinidad en el budismo: El Vacío Y lo Múltiple, como lo hay en el hinduismo. Quizá haya una vieja concepción trinitaria de la realidad que subyace como arquetipo en la especie humana.
Apuntar por último que la razón es un instrumento, un modo válido de entender el mundo, como verlo oírlo, olerlo, tocarlo o gustarlo, pero no supone una negación de la poesía, o la belleza, o lo inexplicable porque no pertenece a su ámbito. A Dios no podemos explicarlo con la razón (Juan Luis propone la razón para entender la realidad, no para entender a Dios, tal como lo interpreto), pero mucho menos con la magia y lo extraordinario. Hay que emplear todos nuestros recursos para percibir la realidad y comprenderla.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y vuestra cordialidad. Un abrazo. Mª Asun Razquin Medina
Empiezo diciendo que cada vez creo menos en todo, y cada vez creo más que todo lo que a la vez creemos es fruto de aquello que nos interesa creer, por infinitos motivos que subyace desde lo antropológicos, lo social y sobre todo que muchas de las cosas que no somos capaz de cortar solo es fruto al miedo que tenemos de quedarnos colgad*s de la simple humanidad.
Esta misma sensación fue la que sintió Jesús al verse desnudo y a punto de expirar en soledad y rodeados de sicarios en aquella cruz de malhechores.
Desde mi desarbolado equipaje cultural, he ido comprobando que las necesidades personales de cada mujer ha pasado por la necesidad de tener LIBERTAD, ante todo cuanto la sociedad nos ha vendido como algo establecido, como algo NATURAL, dado por ese dios androcéntrico y misógino del arquetipo que el hombre ha ido construyéndose para afianzarse cada vez en ese estatus colonial de cielo y la tierra, y que no es otra cosa que la libre elección de decir que está bien y que está mal, según ellos.
Y digo de esta necesidad de Libertad ante ese salto cualitativo que pasa hasta sabernos que somos personas LIBRES, antes aquellos deseos de otros de darnos esos papeles de madres amantísimas, esposas fidedignas, hijas hasta el lecho de muerte de nuestros padres-madres y suegr*s, hermanas y ese largo etc.
No es que quiera dar la vuelta al texto de J.L Herrero… ¡No! porque ese libro y sobre todo las charlas que por suerte hemos mantenido con él, ha dado firmeza a cuanto personalmente desde mi interior sentía. Y de ahí fuese un Gozo escucharle hablar porque daba esa herramienta a corta todo aquella culpa que a pesar de todo sentía y aún con todo lo que digo, pienso y siento morirá conmigo, al haber elegido ser LIBRE ante muchas de las ataduras que me pusieron al nacer sin yo pedirlas.
Religión sin Magia no solo habla de D*s, sino de la persona que se enfrenta a la cultura que ha ido revistiendo de chamanería a toda relación de la persona con todo lo no razonable.
Creo que J.L Herrero aún nos podría decir mucho más de toda su experiencia personal de deconstrucción, que es muy paralela a cuanto muchas personas hemos vivido o seguimos viviendo, y sobre todo como él ha sabido cortar con aquellas amarras que no le dejaban SER.
Quizás lo único que a J.L Herrero se le puede señalar, desde mi punto de vista, ¡Claro! es que su vocabulario ha quedado un poco secuestrado por todo esas vivencia o estudios… Pero ¿Quién no lleva ese u otro lastre de por vida?
Gracia J.L Herrero por cuantas ramas pusiste a aquellos pájaros que volaban libres y muchas veces sin poder ponerles ramas, y que en mi interior nacían tan libres como atadas me he sientido infinidad de años, y porque fueron decisivas para que esa, mi LIBERTAD, sea más cercana ante todo, incluso ante ese yo que muchas veces es quien más nos impide volar, y que nos hace partícipe de la carcoma que tambien nos viene para seguir disfrutando de ese chamanismo teatrero de las religiones sin humanidad y sin D*s.
Gracias Antonio y Equipo Atrio, porque este PORTAL necesita a much*s J.L Herrero entre otr*as personas
Al tener ayer que viajar a Barcelona; directamente me llevê el libro de Juan Luis para releerlo en el tren y sacar algûn apunte que me hiciera ver; si la hubiere; (como veis todavîa tengo el teclado dislocado) la diferencia entre su punto de vista y el mïo a la hora de tratar el tema de la trascendencia pues a ella me referï hace bien poco:
Me fijê; para ello; en el ûltimo capîtulo entre los apartados “eL yo se trasciende en el otro (alter ego) y ” La persona es tejido de relaciôn”
Esta afirmaciôn ûltima; la persona es tejido de relaciôn viene derivada a partir del cambio conceptual propio de la filosofîa personalista de la relaciôn: De tal manera que deja en claro la insuficiencia de haber entendido la persona como sustancia rationalis tota in se” es decir un ser enteramente en sî:
Siendo esto cierto; no lo del “en sî” puesto que este “en sî” tiene un significado semejante al de la mismidad o al del expresivo “sî mismo” que indican algo a lo cual se llega y no a algo como punto de partida: Si esto es asî; entonces la radicalidad de la insuficiencia habrâ que buscarla como fundamento en un estadio anterior al de las relaciones personales y es ahî donde yo ubico lo real; es decir; es nuestra realidad en respectividad con la de los demâs la que determina las relaciones personales:
El en sî que es un llegar no es propio de la realidad definida esta como sustancia sino definida como estructura: No es un llegar a base de sumar adherencias sino que es un llegar a la unidad mediante momentos fîsicos de nuestra realidad estructuralmente considerada:
He tenido mucha dificultad para escribir estos pocos apuntes;;;espero que el prôximo fin de semana se me arregle el teclado:: he aprovechado estos dias para leeros y releeros saboreamdo vuestros esplendidos comentarios::::
saludos cordiales
Me congratulo al ver que ayer coincidió mi reivindicación de la poesía y los mitos con el espléndido “Al pequeño Nicolás” en que José Arregui prodigaba su habitual sentido poético e interpretaba determinados mitos. Un ejemplo de la importancia de la primera y el interés de los segundos.
Mar Medina: Tu “lectura” de Juan Luis es más que una lectura, es como si reescribieses su libro y saliese de tus manos mejorado, o al menos con otro tono más de andar por casa, más alejado de cualquier cátedra de aquellas en que Juan Luis hizo un gran trabajo, pero no sé si a él le ayudó o le trajo a mal traer.
Asun Poudereux y los demás…me gustaría que nos aclaraseis y profundizaseis esa aparente discordancia o descrepancia en vuestra manera de ensanblar lo Uno y lo Múltiple.
Yo en estos temas tan altos me pierdo, prefiero escucharos y leeros. Pero he mandado a Antonio un temita sobre la gestión de un encuentro que están teniendo en Bilbao Jesús y Mohamed, y que está siendo arbitrado por entidades civiles y laicas, en el más puro estilo de secularidad que creo que proclamó la Ilustración y proclama Juan Luis.
Sois estupendos/as! Cuando sea mayor me gustaría profundizar como v osotros…
En una reflexión sobre la religión sin magia, parece que Oscar Varela incluye en un mismo saco al azar y a las supersticiones junto con la poesía y los mitos. Conviene reivindicar que esta primera exalta la belleza, atributo divino, de la misma forma que los mitos casi siempre ejercen una función ejemplificadora. Creo recordar que es Wittgenstein quien señala que mientras es la ciencia quien dice, aquellos muestran. Se puede añadir que, igualmente, ayudan a satisfacer el ansia de soñar que embarga al hombre, en especial hoy.
Hola!
Haikai:
– “¿qué tienes en la palma de la mano?
– una mariposa
– ¡aplástala!
– ¡ya está.!
– ahora: ¡vuelve a armarla!”-
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Extendida la vista a toda experiencia, sobresale la FRAGILIDAD de las COSAS.
Comparativamente mayor, cuando de VIDA BIOLÓGICA se trata.
Superlativa si la referimos a la VIDA HUMANA.
Presentimos que en cualquier momento la Realidad se nos puede escurrir de las manos:
rota, des-armada, des-hecha, des-struida, en fin: FRACTURADA.
El “Afán de Vida” en que se afana el ser humano lo rodea de CUIDADOS.
Son las ORTOPEDIAS:
TÉCNICAS imprescindibles ante peligros amenazantes.
De entre los peligros amenazantes sobresale el problemático futuro con su PODER:
* Poder máximo y terrible.
* Poder impersonal, irracional y trágicamente insensible que rige nuestros destinos personales.
Este poder suprema es el AZAR.
Todo en nuestra vida (individual y nuestra) depende del Azar.
Los Primitivos, que no estaban distraídos y cegados para lo decisivo en sus vidas,
vieron en el Azar el primer Dios –un Dios atroz sin alma, ciego, un Dios sin figura-
al que no tenía sentido dirigirse con la plegaria ni intentar sobornarlo con el sacrificio.
Frente a ese pavoroso e irracional Dios, sólo cabía emplear otro Poder irracional, automático, que lo subyugara –creían los Primitivos-: LA MAGIA.
La Magia es la única forma posible de trato con el Azar; el dios tremendo que no tiene cara.
Todos conservamos por ello, muy justificadamente, residuos de aquella concepción mágica de la vida con la cual últimamente se afrontaba el Por-venir.
Son las SUPERSTICIONES. Todos las tenemos.
En nosotros perduran en forma residual.
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La TIERRA. ¿Qué es el Planeta Tierra sino un acumulado de Capas tectónicas flotando en el magma líquido de su núcleo incandescente?
Así también las PRAXIS humana para sostenerse viva en la Tierra ha ido acumulando capas sobre capas de experiencia vital (sabiduría), inventando –unas sobre otras y solapadamente- un cúmulo sucesivo de Técnicas.
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He repasado la Técnica más primitiva: LA MAGIA
A ella han sucedido La POESÍA, el MITO y la RELIGIÓN;
Todas las cuales vemos hoy desde nuestra altura vital: LA FILOSOFÍA o RAZÓN CIENTÍFICA.
Las cuales también habrán de dejar el lugar a otra Perspectiva, que de razón histórica de las anteriores.
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¡Vamos todavía! – Oscar.
Donde dice falas, debe decir falsa.
Voy a retomar el título del libro de Juan Luis, “Religión sin Magia”. Y parto de la tesis, supongo que poco discutible, de que es la religión la generadora de la magia en todas las manifestaciones de la fe, y por tanto de la credulidad que afecta tanto a la existencia de Dios como a su intervención en lo humano. Cuando se parte de premisas falsas, las conclusiones no pueden ser verdaderas. Otra cosa son las reflexiones de la pura razón humana cuyas afirmaciones pueden ser más o menos creíbles por su razonabilidad.
La primera premisa falas es concebir a Dios de forma antropomórfica. Dios nunca “ha hablado” como lo hacemos los humanos, a Dios nadie lo ha visto, Dios nunca “ ha confirmado” cuál es la auténtica doctrina o filosofía sobre su existencia. También es cierto que si bien nadie puede demostrar la existencia de Dios, ha sido esa necesidad ancestral de los seres humanos de que Dios exista, lo que ha llevado a dar todo tipo de explicaciones, unas más creíbles que otras, más ajustadas a lo razonable que otras, más humanizadoras que otras.
De estas cuestiones se han encargado las religiones, autoras de la magia que ha acompañado y acompaña todo tipo de creencias y de prácticas religiosas. Los ritos mágicos son innumerables y, algunos bastante absurdos, pero con mucha, muchísima aceptación por parte de los fieles creyentes.
Lo que en este post se afronta es la invasión divina en el ser humano hasta anularlo, y de esto no se libra la interpretación que las religiones hacen de la relación con Dios. Las expresiones populares y comunes de “Dios lo ha querido, estamos en sus manos, le pido a Dios, Dios lo ha castigado”, etc. etc. no hacen otra cosa que demostrar la falta de autonomía personal.
“Renunciar a la razón que cada uno tenemos y depositarla en otro es como permitir que nos aten las manos o nos tapen la boca y otro actúe o hable por nosotros”, dice Susi en su introducción. A esto nos lleva la adhesión a una religión y sus doctrinas. No olvidemos que este tipo de fe ciega es muy cómoda, dejar en manos de otro nuestra capacidad para razonar nos da seguridad, no nos vamos a equivocar, y tampoco nos importa si ese otro se equivoca, aunque, cuando te hablan en nombre de Dios, caben pocas dudas en el interlocutor.
Y aquí entra en juego la religión asentada sobre una organización compuesta por personas, siempre por hombres en todas las religiones y desde el comienzo de los tiempos. Ellos, únicamente ellos, se han convertido en portavoces de Dios, lo cual ya les hace sospechosos aunque solamente fuese porque han prescindido del 50 por ciento de la población en todas la épocas. Son ellos los que han definido a Dios, nos dicen cuáles son sus atributos, cuál es su voluntad, qué es lo que debemos hacer para agradarle, nos piden sumisión a su voluntad (sea la que sea), proponen normas, dogmas y ritos, etc. etc.
Así que no debemos pasarnos de un nivel al otro de cualquier forma: Dios, el ser humano, la religión. El que el ser humano, a título individual, se deje absorber ya sea por dios, ya sea por la religión, es lo que le hace un pelele en manos ajenas, y por tanto anulado en diferente medida en sus capacidades. No debemos bajar la guardia ante el entregrismo (palabro!) total.
Perdonad si me salido de la reflexión filosófica que habíais iniciado.
I- Héctor
“La creación de una sociedad alternativa era posible y estaba a la mano. Pero ese proyecto sólo era posible apoyándose en su propia razón. La fe está en las manos y en los pies.”
El APOYO:
* sería la razón,
* que sería la fe,
* que serían manos y pies.
Pareciera ser la PRAXIS ¿no?
[filosofía] la “razón práctica” (Kant); la “razón vital” (Ortega)
NOTA: no parece ser el caso de Juan Luis, para quien la “razón” es la entretenida con el SER en sus dos versiones: a) el SER “en sí y por sí” (absoluto); b) el Ser “desde y por otro” (en una extraña -¿mágica?- autónoma/dependencia).
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II- Inmaculada Sans Tache
“ un Dios que ha puesto en marcha lo creado y lo ha dejado, sí, que funcione autonónomamente.”
¡Claro! Porque si lo roza nomás, ¡chau autonomía!
III- Asun
“ la experiencia religiosa personal nos dice que:
* estamos en un punto de la evolución,
* de múltiples niveles que conviven conjuntamente
* y que nada excluye de sus procesos integrantes.
* los paradigmas, todos ellos también, se solapan,
* ninguno se queda fuera en nuestra vida diaria”.
¿No será esto un haber pasado solapadamente:
* de la Magia a la Religión;
* de la Religión a la Religión-sin-Magia (Juan Luis);
Y ahora
* de la Religión-sin-Magia a la Vida humana-sin-Religión?
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NOTA para No-dualistas:
(Tal vez no llegue a entenderlos bien)
A mí me aparece como un holismo de la CONCIENCIA;
Conciencia en la que todos caben … y el TODO también.
¿para qué SALIR, entonces?
Sin embargo la vida humana es un Quehacer-nos “a la INTEMPERIE”, ¿no?
¿Para qué y a dónde ¡IR todavía! si ya TODO ES? – Oscar.
Asún:
Recuerdo que Juan Luis, en alguna de sus intervenciones en Atrio, vislumbró y apreció el valor de tus consideraciones en vlave de Ser
Gracias, Atrio, por tener de nuevo a Juan Luis entre nosotros y especialmente a Mª Asunción. Respetando el abanico de sensibilidades en las que puedo reconocerme sin dificultad, voy a intentar dar mi opinión, sabiendo que como la de todos está condicionada y situada en un contexto que me ha llevado a decirlo así.
Sin quitar nada de valor y sentido al salto racional que nos lleva la religión sin magia de Juan Luis, estoy más en la línea que apunta Inmaculada: la No-Dualidad, el Uno en lo múltiple, porque el cambio de paradigma sigue su curso, la diosa Razón ha dado de sí todo lo que ha estado favoreciendo el despliegue de la conciencia. Quiero decir que ha favorecido a adentrarse en un ámbito que deja atrás la religiosidad no experimentada por uno mismo, no autónoma.
En la posmodernidad está emergiendo un nuevo modo de percibir y conocer, el modo de cognición no-dual, en que el yo, la identificación de quien somos y de lo que creemos que somos, es de-construido como conjunto de pensamientos y sentimientos que se alimentan por la memoria. Se abre paso a un holismo integrador, al percibir la realidad como una Red o Unidad de interrelaciones de todo con todos y al revés, en estudios de conciencia transmental, en la física cuántica y en la mística e incluso en algunos teolólogos. Así como en la célula como parte ya está contenido todo, nada queda fuera. Por lo que la no separación implícita apunta a que Dios, el Misterio que Es, y nosotros intersomos, interactuamos.
Las religiones tienen que sufrir transformaciones, porque como son, cada una tiene su propia coherencia, no pueden unirse en dialogo de respeto y tolerancia interna y externa, cerradas en sí mismas, en sus creencias, tiene mucho que transformarse en ellas.
En este nuevo idioma, por ejemplo, se percibe y entiende la Encarnación como que toda carne está pletórica de Dios. A todo abraza, nada ni nadie queda fuera. En este sentido, entonces, la religión, sin miedos, tal y como nos ha llegado puede quedar integrada, pero a la vez que integrada, trascendida por la espiritualidad que une y libera, y donde no hay lugar para las creencias y delimitaciones.
Dicho todo lo anterior, creo que la experiencia religiosa personal nos dice que estamos en un punto de la evolución, siempre constante, de múltiples niveles que conviven conjuntamente y que nada excluye de sus procesos integrantes. Por eso los paradigmas, todos ellos también, se solapan, ninguno se queda fuera en nuestra vida diaria, aunque racionalmente intentemos negarlo. Lo podemos experimentar y comprobar, si ponemos atención en nosotros mismos a lo largo de una jornada, en que indiferentemente bebemos e impregnamos nuestras actitudes y acciones, sin darnos cuenta, de magia, de lo mítico, de lo absolutamente racional de un ego individualista al 100% o más o menos comunitario, y hasta de lo transpersonal, donde no ponemos separación alguna, sintiéndonos unidos a todo y a todos.
Gracias por vuestra paciencia. Un abrazo.
Con el máximo respeto por todos y todas…con el maximo respeto por la forma de pensar-sentir-creer, voy hacer mias…las palabras de un hombre muchisimo más santo y sabio que este inutil servidor, que resumen perfectamente mi sitesis de Fe…
“Es así como entiendo la siguiente profesión de mi fe en Jesús:
Creo que Jesús es el ungido del Padre (el Cristo), el enviado (Mesías).
Creo que Jesús es el redentor de los hombres, en quien está la salvación del mundo.
Creo que Jesús murió y resucitó. Su muerte (asumida en plenitud de amor al Padre y a los hombres) y su resurrección son una victoria sobre nuestro pecado y sobre la muerte. El «cómo», el «cuándo» (o proceso de «cuándos») y el «por qué» de esta victoria son inconmensurablemente misteriosos. Como misteriosa es la realidad de que la muerte y la resurrección de Cristo son una «reconciliación» de los hombres con los hombres y con el Padre.
Creo que Jesús es el Hijo de Dios. Y creo que eso es realidad con una propiedad tal, que constituye un misterio insondable. No se puede analizar conceptualmente. Se pueden sólo vislumbrar profundidades incomprensibles de preexistencia, de glorificación, de prospectiva final de plenitud, pero sin poder llegar (casi) ni al balbuceo de proposiciones que puedan de veras retener un «sentido». ”
Con cariño para todos un abrazo fraternal desde Montevideo.- Gabriel
Las reflexones de Juan Luis me parecen muy profundas, trabajadas y, yo diría, que experimentadas pero me dejan todavía con la sensación de un Dios que ha puesto en marcha lo creado y lo ha dejado, sí, que funcione autonónomamente. Un Dios que sigue estando ” allá arriba” o ” allá afuera”, incluso diría que lejano, ausente, ajeno, oculto e indiferente. Con esta idea de Dios es mejor prescindir de toda lucubración y quedarse con la realidad de que no podemos afirmar nada de Él, ni siquiera si existe o no. Particularmente tengo la intuición, todavía no la experiencia personal, de que la no dualidad puede hablar más del misterio que es y somos.
El ejemplo de Juan Luis nos pone a todos en camino. Comprometer su propia vida a favor de los pobres supone no dejar la propuesta de cambio en manos de Dios. La creación de una sociedad alternativa era posible y estaba a la mano. Pero ese proyecto sólo era posible apoyándose en su propia razón. La fe está en las manos y en los pies.
No se puede dejar la razón al cuidado de otros ni aunque nos digan que lo hacen en nombre de Dios. Si nos rendimos “nos atan las manos y nos tapan la boca” usando la precisa expresión de MAR. Lo secular, la situación del mundo, se nos presenta como una fuente de peligros: es un valle de lágrimas, terremotos, tsunamis, degradación radioactiva, crímenes, corrupción, hambre, revoluciones sin parar. Gritamos: ¡Esto no tiene solución! ¡ Solo Dios nos puede salvar!
Era el clásico dualismo entre el bien y el mal. Como afirma MAR Medina: “dejar en manos de una supuesta providencia el curso de la historia no manifiesta sino nuestra gran falta de responsabilidad, porque sin duda alguien tomará las riendas por nosotros y no precisamente Dios”.
Pero antes hay que empezar por resolver el otro gran dualismo. Juan Luis nos advierte que lo peor empieza cuando fraccionamos la realidad misma separando al Uno de lo múltiple. La realidad tiene su densidad autónoma por mucho que sea ‘recibida’, Dios la hace ser ella misma, sin interferir en su marcha. Tenemos que buscar nuestro sitio en la realidad.
A lo largo de la historia reaparecen los mecanismos de miedo a ser uno mismo, desconfianza en nuestras propias fuerzas. Cuando nos parece demasiado cursi creer en un Dios que ha sido ya suplantado por la ciencia, buscamos otros ‘dioses’ omnipotentes que nos den la fuerza que nos falta. En el fondo seguimos sintiendo miedo. Nada funciona. Desesperación: todo está patas arribas y hay que hacer algo. Buscamos ‘dioses’ más cercanos y disimulados, entregamos nuestra seguridad a las leyes, a los gobiernos, a los políticos, a la sociedad, a los mercados, al dinero y volvemos a perder nuestra autonomía. El ejemplo de Juan Luis es elocuente por sí mismo.
Cuanto bien nos hacen así mismo esas fotografías que nos viene reparando la lectura de Marcos: rechazamos los ‘dioses’ que nos ofrece nuestro siglo XXI y buscamos un Dios que nos dé esa fuerza. “El miedo al fracaso de la sociedad alternativa señala la falta de aceptación de la misma. Sin adhesión, los seguidores revelan no serlo. Se vuelven paralíticos. Lo contrario a la fe no es, por lo tanto, el ateísmo, sino la falta de compromiso provocada por el miedo que abate y condena a la inmovilidad”, como dice Salvador Santos.