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¿Es posible superar la actual crisis sistémica?

Retomo el tema “Vectores de la crisis sistémica: erosión de la ética y asfixia de la espiritualidad”, que están en la raíz de la actual crisis. Interrumpimos para reflexionar sobre la clara manifestación clara del cambio climático en curso, que ha causado devastadoras inundaciones en Río Grande del Sur. Es una de las señales que Gaia, la Madre Tierra nos está dando de que ya no soporta más el modo capitalista de habitar el planeta. Cerca de dos billones de toneladas de gases de efecto invernadero se mantienen suspendidos en la atmósfera y permanecen en ella cerca de cien años. ¿Cómo va a poder digerir la Tierra toda esta inmundicia?

El modo capitalista de producción se caracteriza fundamentalmente por considerar la Tierra no como algo vivo y sistémico, sino como un baúl lleno de recursos a ser explotados para beneficio humano, en especial para beneficio de aquellos que se adueñan del tener, del saber y del poder sobre tales recursos y sobre el curso de la historia. Ese sistema se impone sin ningún sentido del límite, del respeto y del cuidado hacia los ecosistemas. Encuentra su expresión política en el neoliberalismo, dominante en casi todas las sociedades, pero no entre los pueblos originarios que se sienten naturaleza y la cuidan.

Además del eclipse de la ética y de la asfixia de la espiritualidad en el mundo actual, quisiera añadir algunos otros datos. El primero, en las palabras del Papa Francisco en la Laudato Sì: “Nadie puede ignorar el hecho de que en los últimos años hemos presenciado fenómenos meteorológicos extremos, periodos frecuentes de calor anormal, sequías severas”. Igual que ha ocurrido este mayo en el Sur del país, ocurrieron simultáneamente inundaciones enormes en Alemania, en Francia, en Bélgica y en Afganistán.

Otro punto es la Sobrecarga de la Tierra (Earth Overshoot): necesitamos más de una Tierra y media para atender el consumo, especialmente el de las clases opulentas del Norte Global. Pretenden sacar de la Tierra aquello que ella ya no puede dar. En respuesta, por ser un Superorganismo vivo, reacciona con más calentamiento, con el envío de una gama de virus y con los referidos eventos extremos.

A petición de la ONU, un grupo de científicos definió las nueve fronteras planetarias (planetary boundaries) que deben mantenerse para garantizar la estabilidad y la resiliencia del planeta: cambio climático, integridad de la biosfera, cambio en el uso del suelo, disponibilidad de agua dulce, flujos biogeoquímicos, representados por los ciclos de nitrogéno y fósforo, acidificación de los océanos, carga de aerosoles en la atmósfera, agotamiento de la capa de ozono y las llamadas “nuevas entidades” (partículas que no existían en la naturaleza y han sido introducidas por la acción humana, como microplásticos, transgénicos y residuos nucleares). Se ha comprobado que seis de las nuevas fronteras ya han sido cruzadas. Como están articuladas sistémicamente puede darse el efecto dominó: que todas caigan. Entonces la civilización colapsaría.

Es cierto lo que muchos científicos han atestiguado: la ciencia y la técnica no consiguen detener el cambio climático, solo pueden advertirnos de su llegada y disminuir los efectos dañinos. Así y todo cabe la pregunta: ¿tenemos la oportunidad de salir de la crisis sistémica?

Depende de nosotros, si aceptamos cambiar o continuar en el mismo camino. Como bien señaló Edgar Morin: “La historia ha mostrado varias veces que el surgimiento de lo inesperado y la aparición de lo improbable son plausibles y pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos”. El ser humano puede concientizarse y trazar otro rumbo. Por ser un proyecto infinito y habitado por el principio esperanza, dentro de él hay virtualidades que, desentrañadas, podrán instaurar una salida salvadora. Pero antes debemos decir enfáticamente: tenemos que inviabilizar el proyecto capitalista, ya sea mediante la rebelión de las víctimas o de la naturaleza, pues es un proyecto suicida: en su lógica de acumulación infinita dentro de un planeta finito puede seguir con su locura hasta volver la Tierra inhabitable. Pero si comenzó un día, también puede desaparecer un día. Nada es perpetuo.

Las grandes narrativas del pasado no nos van a sacar de la crisis. Tenemos que auscultar nuestra propia naturaleza. En ella están los principios y valores que, activados, incluso en grandes dificultades, nos pueden salvar.

En primer lugar, tenemos que definir el punto de partida. Es el territorio, el biorregionalismo. En la región, así como la diseñó la naturaleza, podemos construir sociedades sostenibles y más igualitarias. Enumeremos los valores que hay en nosotros

Como los bioantropólogos han mostrado el amor pertenece al ADN humano. Amar significa establecer una relación de comunión, de reciprocidad, de entrega desinteresada y de sacrificio de sí en función del otro. Amar la Tierra y la naturaleza implica crear un lazo de cariño con ellas: sentirse unido a ellas. Sabemos cada vez más que todos los seres vivos poseen el mismo código genético de base (20 aminoácidos y 4 bases nitrogenadas). Somos de hecho hermanos y hermanas, entre nosotros y con todos los demás seres. Pero no basta saberlo, hay que sentirlo y vivenciar el lazo de comunión. Además, el estudio de la evolución del ser humano (que tiene 7-8 millones de años y como sapiens/demens unos 200 mil años) reveló que fue la solidaridad al buscar y consumir alimentos juntos, creando la comensalidad, lo que permitió el salto de la animalidad a la humanidad. Somos seres naturalmente solidarios, como lo han mostrado los millones de ayudas a los damnificados y afectados por las inundaciones en el Sur del país. Somos también seres de compasión: podemos ponernos en el lugar del otro, llorar con él, compartir sus angustias y no dejarlo nunca solo. Somos también seres de cultura, de creación de lo bello, en las artes, la música, la pintura, la arquitectura. Podemos hacer aquello que la naturaleza por sí misma no haría jamás, como una música de Villalobos o una pintura de Portinari. Como dijo Dostoievski: “la belleza salvará al mundo”. No la belleza como mera estética, sino la belleza como actitud de estar junto a un moribundo dándole la mano y diciéndole palabras de consuelo: “si tu corazón te acusa, sabe que Dios es mayor que tu corazón”. Somos, desde la más remota antigüedad, cuando emergió el cerebro límbico hace 200 millones de años, seres de afecto y de sensibilidad. En el corazón sensible reside la ternura, la ética y el mundo de las excelencias. Ya lo escribí en el artículo anterior: somos, en lo más profundo de nuestra humanidad, seres espirituales. Somos capaces de identificar aquella Energía vigorosa y amorosa que se esconde dentro de cada criatura y en nuestro interior (entusiasmo) y la hace continuamente existir y co-evolucionar. Como seres espirituales vivimos el amor incondicional, el cuidado hacia todo lo que existe y vive y alimentamos la esperanza de una vida que va más allá de esta vida. Nos acompañan también sombras que pueden revertir el amor en indiferencia y la solidaridad en insensibilidad. Pero disponemos de una fuerza interior, no para negarlas sino para mantenerlas bajo control y hacer que sean energías para el bien.

Una biocivilización, fundada sobre tales valores y principios, puede abrir una senda inicial, capaz de transformarse en un largo camino, marcar hitos en el caminar y vislumbrar una luz al final del túnel. Todo eso puede ser conquistado con mucho sudor y lucha contra aquello que fuimos un día (enemigos de la Tierra) y a favor de una nueva forma de habitar amigablemente este pequeño y único planeta que tenemos, nuestra Casa Común, la generosa Madre Tierra.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 

6 comentarios

  • Javiierpelaez

    Estoy de acuerdo con que el capitalismo es un sistema depredador. Incluido el desarrollismo chino que en realidad es un capitalismo de Estado. Desaparecerá el capitalismo entendido como desarrollismo? Si los faraones egipcios que se creían inmortales e incluso dioses desaparecieron,por qué no? Vendrá esto x un colapso climático o xq evolucionemos hace un sistema multipolar (Occidente,los BRICs,etc)? No sé,yo soy muy partidario de un mundo multipolar xq al poder económico,y en general,al poder sòlo se le contrapesa con otros poderes. No es que no crea en la fuerza del individuo( y aunque no creyera algunas cosas hay que hacerlas individualmente x imperativo categórico),es que al poder sòlo se le compensa con otros poderes. Por lo demás la esperanza es lo último que se ha de perder. 

  • M. Luisa

    La alternativa que propone Boff,    lleva mi reflexión a tener que recordar de nuevo en  la urgencia de, si como dice él la Tierra es algo vivo y sistémico, hay que abandonar  la idea substancialista que de ella se ha tenido dotándola de “propiedades” con el fin de explorarlas  y explotarlas en  todo su potencial.  Si la Tierra es algo vivo, entonces no cabe pensar en sus propiedades.   Serán sus “notas” estructurantes de su sistema (no estructurales) las que nos notifiquen   lo que de propio a la Tierra le pertenece respecto de lo cual derivará todo el cuidado que requiere por nuestra parte… solo de momento estas pocas pinceladas … porque ahora estoy en medio de un caos que no me deja concentrarme…

  • carmen

    Perdón, señor Sequeiros. Hace tiempo que se lo quiero preguntar y hoy me he decidido.

    Mire, el personaje de Teilhard de Chardin lo descubrí en una película, hace como cuatro o cinco vidas, Las Sandalias del pescador. Siempre me ha gustado mucho el cine. Me impactó el personaje,  al enterarme que era real, pues busqué, leí aquí y allá…

    También me ha gustado desde que en el bachillerato oí por primera vez el nombre de Darwin. Para mí están muy relacionados, pero claro, vaya usted a saber lo que yo entiendo y la realidad.Tengo en mi cabeza la idea de que tuvo muchos problemas el señor Chardin con la iglesia y con su compañía de los jesuitas. Ya sabe, la teoría evolucionista de Darwin pues la iglesia como que no era muy partidaria. De esto estoy más o menos segura, pero de lo que voy a decirle a continuación, creo que me lo he inventado.

    Me gusta, no sé, me gusta Teilhard, pero creo que el final de su teoría, todo eso de la Cristosfera, no sé. Me parece muy Forzado. Es posible que quisiese ponerse a bien con su compañía, con la iglesia? Es que no logro entender cómo y por qué tomó esa deriva final.

    Me puede ayudar? Solamente con que me diga, efectivamente, se lo ha inventado, es suficiente.Gracias.

  • LEANDRO SEQUEIROS SAN ROMÁN

    Escribe Teilhard en “El futuro del Hombre visto por un paleontólogo” (1938):  “Situados por la vida en este punto crucial de la evolución humana, ¿qué debemos hacer? El futuro de la Tierra está en nuestras manos. ¿Qué decidiremos? En mi sentir, el camino que debe seguirse está claramente indicado por la enseñanza del pasado. No avanzaremos, más que unificándonos. Tal es la ley de la Vida. (…) Sólo la unificación por unanimidad es biológica. Sólo ella realiza el prodigio de que surja más “personalidad” de las fuerzas de colectividad. Sólo ella representa la prolongación auténtica de la “psicogénesis” de que hemos salido (…). No es un cara a cara, ni un cuerpo a cuerpo, lo que necesitamos, sino un corazón a corazón. Cuanto más trato de descifrar el problema fundamental del porvenir de la Tierra, más me parece descubrir, que el principio generador de su unificación, no ha de buscarse, ni en la sola contemplación de una misma Verdad, ni en el solo deseo de “algo”, sino en la común atracción ejercida por un mismo “Alguien”. Alguien, capaz de realizar en su plenitud la síntesis del espíritu, en lo que es la única definición posible del progreso, pues a fin de cuentas, solo un amor mutuo común puede realizar el encuentro, centro a centro, de las unidades humanas y sólo existe una manera posible de amor entre los elementos humanos, innumerables por naturaleza: el saber “súper-centrarse” todos juntos sobre un mismo “ultra-centro” común, al que no pueden llegar cada uno, más que reuniéndose”.  Creo que este texto ayuda a entender a Boff.

  • LEANDRO SEQUEIROS SAN ROMÁN

    Dice Boff: A petición de la ONU, un grupo de científicos definió las nueve fronteras planetarias (planetary boundaries) que deben mantenerse para garantizar la estabilidad y la resiliencia del planeta: cambio climático, integridad de la biosfera, cambio en el uso del suelo, disponibilidad de agua dulce, flujos biogeoquímicos, representados por los ciclos de nitrogéno y fósforo, acidificación de los océanos, carga de aerosoles en la atmósfera, agotamiento de la capa de ozono y las llamadas “nuevas entidades” (partículas que no existían en la naturaleza y han sido introducidas por la acción humana, como microplásticos, transgénicos y residuos nucleares). Se ha comprobado que seis de las nuevas fronteras ya han sido cruzadas. Como están articuladas sistémicamente puede darse el efecto dominó: que todas caigan. Entonces la civilización colapsaría  creo que aqui tenemos una hoja de ruta para intentar incidir en la sociedad..

    • Isidoro García

            Todos, en cada momento, tenemos en la mente, una concepción del mundo, con unos conocimientos y con unas creencias, mejor o peor integrados en un conjunto-sistema, que es lo que llamamos nuestra cosmovisión.
           Pero si estamos vivos intelectualmente, vamos encontrando nuevas ideas, (conocimiento o creencias), que a veces nos parecen muy importantes, y que hay que integrar a nuestra cosmovisión.
              Y se produce entonces un proceso continuo de “conversión”, más o menos fuerte, pues hay que reestructurar constantemente todo el sistema de ideas interno.
           Y ese proceso es algo traumático. Simone de Beauvoir dijo al volverse atea, que era como si el mundo de repente se hubiera quedado en silencio. Y eso genera un vacío atronador, que nos deja perplejos y desconcertados. De ahí la fuerte resistencia al cambio.
          Dice la humorista americana Ellen DeGeneres: “Cuando alguien está tratando de atraparte por detrás, no es suficiente con inclinarse hacia adelante en tu silla. También tienes que mover la silla”.
           Ante la constatación de unos graves problemas sistémicos, que amenazan nuestra supervivencia, no basta con quedarse paralizados, perplejos, o como el avestruz, con la cabeza metida en la arena, sino que tenemos que reelaborar nuestra cosmovisión, con los nuevos elementos surgidos en la situación.
          Tenemos que fijarnos en la nueva situación, y como dice Ortega, y nos recuerda Oscar Varela:
             “No basta que algo se halle ante nosotros para que lo percibamos; es menester, además, que el órgano receptor lo busque y se acomode a él.
      – Pero, a su vez, esta acomodación muscular de los ojos es consecuencia de la acomodación atencional de nuestra conciencia entera”.
              “Cada época es un régimen atencional determinado, un sistema de preferencias y de posposiciones, de clarividencias y de cegueras.
      – Esa peregrinación del atender, constituye la historia humana. De modo que si dibujamos el perfil de su atención habremos definido la época”.
           O sea, tenemos que empezar a prestar atención a las cosas nuevas, y desapegarse de las ideas antiguas, que aunque nos proporcionan nostalgia, ya no son de ninguna utilidad en la nueva y grave situación.
          Hay que empezar a dejar de buscar respuestas a las preguntas habituales, y empezar a hacerse nuevas preguntas. Ahí está el quid de la salvación. Es en los momentos cruciales, cuando nuestra creatividad se potencia extraordinariamente, y podemos pasar de “pantalla” a una nueva época.
           Y la clave de todos los cambios de época, consiste en encontrar un cambio en la situación cósmica del hombre.
             En 2022, Hartmut Rosa dio una conferencia sobre “Por qué la democracia necesita la religión”. Dijo: “La resonancia propuesta por la religión es vertical, porque crea un sentido, una promesa, religando nuestro ser a un universo que responde”.
          Según Rosa, el mundo se halla en una tan enorme aceleración, que se traduce en una “inmovilidad frenética”, o una “parálisis dinámica”.
            Aceleración que nos conduce a una situación generalizada de agresividad, que se ejerce contra la naturaleza, los demás o incluso contra nosotros mismos; que nos genera una insatisfacción general.
           El diagnóstico ya lo dio Jung. Para él, la humanidad ha pasado históricamente de una condición en la que proyectaba los contenidos de su inconsciente, al mundo y al cielo, a otra en la que, como resultado de una identificación total con los poderes racionales del ego, no solo ha retirado sus proyecciones del mundo, sino que no reconoce en absoluto, los arquetipos de la mente inconsciente.
              Estos arquetipos, sin embargo, reaparecen en forma de síntomas neuróticos que producen curiosos especímenes para el consultorio del médico, o desordena el cerebro de políticos y periodistas que, sin saberlo, desatan epidemias psíquicas en el mundo”.