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El deseo de consuelo

Sí y no a la búsqueda

Necesitaba este artículo que hoy envía Felisa. Estoy desolado. Cada vez son más los que desde el mismo ATRIO me dicen que no hay que dedicarse a buscar  en el interior propio.  Muchos, espirituales e incluso cristianos me dicen que no hay un Tú y que en la no-dualidad solo se puede a aspirar a estados de consciencia. Otros, desde fuera (¡me desconsoló el largo podcast de anche en la SER sobre ¿A quién creeremos dentro de 100 años?, del normalmente sensato Javier del Pino!) preguntan “¿Como se puede seguir cryendo en Dios, cuando la ciencia ha demostrado que no existe?” y concluyen asimilando a los creyentes con los terraplanistas. Menos mal que Felisa nos presenta a un autoproclamado ateo que valora leer hoy textos de hace milenios. AD.

        En un breve intervalo de tiempo he podido constatar que la palabra “consuelo”, de conocida raíz latina, que evoca una deseable ayuda para el alivio o la calma en el sufrir de alguien, suena de modo muy distinto en los oídos de algunos y suscita incluso reacciones contrapuestas. En busca del consuelo fue no hace mucho el título elegido por el canadiense Michael Ignatieff, autor de varios trabajos en el terreno de la ética, que se presenta como una posible ayuda para “vivir con esperanza en tiempos oscuros” según el propio subtítulo. Algo que el autor intenta  a través de un recuento de nombres de relieve que han perseguido esa meta –aunque no la lograran plenamente-  y que merecen ser recordados por ello en un repaso de la historia.

        Sin embargo, una actitud nada concesiva se puede encontrar en nuestro tiempo en la opinión de algunos que zanjan la cuestión por considerarla inútil y hasta insensata. A propósito de un caso reciente, pienso que las energías y el trajín exigidos para lanzar con éxito un libro han podido inducir a una escritora joven a considerar el consuelo como un término “de perdedores”.

        Se puede objetar con razón que el del consuelo es un naturalísimo deseo que cualquiera de nosotros ha sentido nacer en los momentos bajos de su pequeña historia personal. Y que ofrecer alivio sigue siendo un favor siempre agradecido por los otros, cercanos o lejanos. Tampoco deja de ser honroso para el creyente buscar ser consolados por la promesa de bien definitivo, la que viene de parte del Dios en quien cree. Aunque no haya que olvidar la grave advertencia que llega desde autores “espirituales” y que Simone Weil recoge en La gravedad y la gracia: “La religión como fuente de consuelo constituye un obstáculo para la verdadera fe”. Sólo “por añadidura”, podríamos traducir, cabe esperar el consuelo  de Dios.

        Y sigue siendo verdad que  ni las “contraidicaciones” de quienes lo consideran una debilidad, ni esta última advertencia, y ni siquiera la crítica radical de Marx al efecto “opiáceo” de una religión que aliena (que el propio Ignatieff comenta en unas páginas), pueden negar legitimidad al innegable deseo de ser consolados, ni a la búsqueda de alivio que sentimos nacer espontáneamente en nosotros ante el fracaso, el dolor o la tristeza. Basta pensar en lo que nos sucede cuando la pérdida de alguien cercano nos golpea o en los momentos en que sorpresivamente nos sobreviene  un sufrir entre los posibles.

        Que el dolor ronda por el mundo y se sienta por turno a los pies de cada uno, avisaba hace siglos Esquilo en su Prometeo.  Hay desconsuelos terribles y temibles. Y nadie puede negar humanidad –y belleza– al poco de alivio que, con gestos, palabras o silencios, los humanos nos podemos ofrecer mutuamente a la vista de unas lágrimas, o en momentos de decaimiento nada infrecuentes.

 

Un empeño solo parcialmente logrado

        El filósofo Ignatieff confiesa en el prólogo que el suyo es un intento de decir a creyentes o no (él se sitúa entre los segundos) que, en algunos momentos privilegiados, gracias a la belleza de las palabras y la música, ha experimentado lo inexplicable del regalo que llamamos consuelo. A partir de esos momentos personales en que las notas aplicadas a los Salmos han jugado ese papel, reconoce que escribe siguiendo “el impulso de buscar consejo en los grandes hombres y mujeres que vivieron tiempos más desolados que los nuestros y que encontraron consuelo en obras de arte, filosóficas y religiosas que siguen a nuestro alcance…”.

        Leyendo estos capítulos tenemos la impresión de que esa búsqueda equivale a la que, en otros contextos, se presenta como la  pregunta por el sentido de la vida. Otra fórmula para decir la inquietud que nos atraviesa. El repaso, que va desde Cicerón a Vaclav Havel, el activista  checo que ha dejado constancia de su indomable decisión de “vivir en verdad” en sus Cartas a Olga, pasa por unas cuantas vidas marcadas por esa búsqueda, a veces casi fallida, otras errática, y algunas más. testaruda o resignada: “No es difícil responder de nuestros éxitos –es una cita del que llegó  a ser presidente de su país después de pasar años de clandestinidad y cárcel– pero asumir la responsabilidad por los propios errores, asumirlos sin reserva como fallos realmente propios… ¡eso sí que es tremendamente difícil! (…) Solo este es el camino… hacia una renovada confianza en mis propios asuntos, hacia una mirada radicalmente nueva dentro de la gravedad misteriosa de mi existencia en cuanto tarea incierta y dentro de su sentido trascendental”.

        Como en otros casos de buscadores incansables, el de Havel es un logro valioso. Porque halla consuelo en el juicio de su conciencia, nunca distante de la ética. Pero hay otras vidas que sólo conocen un modo de consuelo resignado tras búsquedas, al menos en parte, erráticas o fallidas. Con todo, el empeño incansable en ese buscar que se registra en algunas existencias no deja de impresionarnos, porque parece surgir de lo más secreto. Y advertimos que la muerte resulta el escollo más difícil de eludir, incluso para quienes hubieran querido ignorarla o han  logrado finalmente cierto sosiego en la vida después de vencer amenazas nada leves.

        En el volumen que comentamos –obra de un estudioso no creyente– hay párrafos que se hacen eco del desgarro de Job,  y otros más que describen la conmoción profunda que producen  las súplicas dolientes de los Salmos. También encuentra un espacio el “poderoso lenguaje”  sobre el consuelo-esperanza de las Cartas de Pablo: “Como anciano que se encontraba al final de un largo camino –concluye esta lectura– Pablo sabía que no viviría para ver la Segunda Venida del Mesías. Sabía que había servido hasta el límite de sus fuerzas y sabía que la prueba de lo que había conseguido estaba en el amor de los que iba a dejar atrás. En su amor… había recibido la única señal que los humanos pueden tener de cómo puede ser el amor de Dios”(p 52)

        Y siguen páginas que ayudan a considerar el alto precio que debieron pagar por la renuncia a un consuelo quienes aceptaban el consejo ciceroniano: “Si queremos ser virtuosos, debemos despreciar la muerte y el dolor: la filosofía nos dará la medicina para desdeñarlos” (p. 64). Un consejo de timbre viril que, sin embargo, no llegó a curar la soledad y los temores de Marco Aurelio, el emperador pensativo. Ni, pasados unos siglos, bastó para acallar las interrogaciones filosóficas del cristiano Boecio, resignado al fin ante lo incompresible de los sucesos que marcaron su trayectoria, y sobre todo ante su propia muerte.

        En este listado de buscadores hay menciones extensas que siguen el rastro del buscar en  las biografías de personajes que han entrado en la historia: Condorcet, Lincoln, Marx, Mahler, Weber, Camus… Y notas más breves dedicadas a nombres de nuestro tiempo, reunidos por la hondura de su testimonio. Porque sus gestos acertaron a demostrar que hay resortes en la humanidad que ni el horror ni las mayores desgracias llegan a arruinar. Son nombres de gentes que, si bien hallaron imposible alcanzar el consuelo deseado, dejaron constancia de que hay una grandeza indiscutible en hacerse cargo de lo inconsolable cuando se presenta  en la propia vida o en las de los otros: “Enfrentándole a sus muertes –confiesa Ignatieff– aprendí que el consuelo es al mismo tiempo un proceso consciente, por el que buscamos el sentido de nuestras pérdidas, y una inmersión inconsciente en los recovecos de nuestras almas, en la que recuperamos la esperanza. Es el trabajo más arduo, pero también el más gratificante que hacemos, no podemos evitarlo. No podemos vivir en la esperanza sin tener que contar con la muerte o con la pérdida y el fracaso” (p. 254).

        Ya en las páginas finales, con las palabras de un poeta admirado, el autor asume que el consuelo sigue siendo el trabajo de toda una vida constantemente recomenzado, que vale la pena proseguir aunque sólo pueda gustarse en un momento. Valor, lucidez y determinación para dejar algo que pueda consolarnos es la aportación de algunos hombres y mujeres que en siglos pasados o cerca de nosotros, han experimentado, cada uno a su modo, la zozobra del sinsentido. Más que las doctrinas –viene a concluir- nos consuelan las personas con su presencia cuando necesitamos afrontar nuestro propio desconsuelo o salir de la desolación, que son estadios cercanos.

 

El consuelo de la esperanza

        En el espacio dedicado a su lectura de los Salmos, y desde luego a partir de algunas frases de Pablo, a quien considera nada menos que “creador del consuelo cristiano”, Ignatieff deja abierta una posibilidad de seguir preguntando por la relación que el consuelo guarda con la esperanza, tomada ahora en su sentido y alcance cristianos. Una cuestión bien presente en la espiritualidad y  la teología actuales.  De hecho, para la tradición en la que se inscribe el Apóstol, creer en Dios es hallar la fuente de “una esperanza mayor ”. Una fuente que desborda nuestra hondura humana pero que de ningún modo resta valor al ánimo sereno que, como la historia muestra, algunos han logrado a costa de grandes fatigas.

        Hay que recordar esta conjunción de esperanzas porque, contra malentendidos que se han dado, el ofrecido por la fe no es un consuelo que exima de nuevas búsquedas ya que somos “salvados en esperanza”, como dice  expresamente el texto bíblico. Y porque nuestro esperar es un aguardar confiando, un esperar el cumplimiento con cierto temblor.

        La esperanza cristiana –se  repite con verdad y  realismo- no nos libra de las  lágrimas y no equivale a una tranquilidad que desconoce momentos de desesperanza. Ya Víctor Hugo advertía que el ojo no ve bien a Dios mas que a través de las lágrimas” y que “la esperanza más alta sale del duelo más profundo”. Y en propio lenguaje paulino en el que restalla la esperanza de resurrección, se formulan en secuencia:  sufrimiento-paciencia- virtud probada y esperanza.

        Ahora bien, sabemos que, aunque apenas en penumbra, quien dura en la espera afronta con serenidad la muerte, el escollo que se ha mostrado infranqueable hasta a los más tenaces en la búsqueda.

 

Concluyendo

        La búsqueda confiada de un consuelo definitivo no ha caído en desuso aunque en la maraña de las redes alguien opine en un podcast que “tener esperanza te hace infeliz”  Hay palabras antiguas que conservan su capacidad de sanar. A quienes pueden/podemos estar tentados de desistir en la búsqueda, o ser proclives a pensar, como Macbeth y otros clásicos, que la vida es sólo “una sombra que pasa”,  ayudará recordar que es posible sumar un consuelo que llega desde arriba al intentado con nuestra propia fatiga .

        Hay una grandeza en la búsqueda de consuelo y en el durar en la esperanza que se puede advertir en la existencia de hombres y mujeres fuertes, y geniales, que en ocasiones se han visto gravemente amenazados por la desesperanza. Tienen el mérito de haberse apoyado en la sabiduría y en la fortaleza, que es como decir en  las  posibilidades humanas de vencer las desdichas, aunque tuvieran que aceptar en silencio la certeza de la muerte.

        Pero sabemos también que hay una esperanza que tiene su arranque en la fe y que en verdad cumplirá su atrevida promesa: “la esperanza no defrauda”. La reconocemos como un don que nos asiste en el despliegue de otros dones y que nos ofrece consuelo en nuestras dolencias más secretas. Semejante  esperanza y consuelo son un regalo que ha de pasar de las nuestras a otras manos crispadas o temblorosas: “consolaos mutuamente con las palabras de resurrección”, escribe el Apóstol en su carta a los Tesalonicenses. Aquel  que –como ha percibido con justeza Ignatieff– “empezó a reformular el mensaje de consolación para los que habían esperado bastante, habían perdido a sus seres queridos y no estaban seguros de que la promesa fuera a cumplirse” (p. 47).

        Y no deberíamos olvidar que la esperanza de un consuelo definitivo, el que  anhelamos con el apoyo de la fe, incluye a su vez el deseo de que la esperanza mayor se cumpla también para aquellos que no esperan:

        “Que todos tengan tu cielo” , rezaba Charles de Foucauld.

Felisa Elizondo   

34 comentarios

  • Monica

    Recomiendo un libro: “Psicoterapia de Dios, la fe como resiliencia“,  del neuro psiquiatra Boris Cyrulnik, el que mejor a estudiado la resiliencia, la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para fortalecerse y salir fortalecido de ellas.Hay personas que sometidas a un  estrés traumático transforman el sufrimiento o el dolor en éxtasis. Descubren a Dios, y se produce una reacción neuronal. El consuelo es una de las consecuencias.Os dejo una entrevista a Boris Cyrulnik:https://www.youtube.com/watch?v=eJb9XTQxXW8

  • M. Luisa

     Consolación, LISZT  https://www.youtube.com/watch?v=GGDJZgQPK8E

  • Jose Ramón Jiménez

    Según dicen en el artículo,  en un programa de radio afirman que la ciencia ha demostrado que Dios no existe. Me gustaría ver la demostración porque no la he visto en ningún sitio.

  • carmen

    Gracias, Santiago.Sé que usted en el fondo me aprecia, y no precisamente por lo que pienso de todo este jaleeeeeeo de Dios y sus cosas.Y qué más da?Fíjese. Soy incapaz de rezar, eso que llaman rezar y sin embargo, me encanta que recen por mí. Creo que te llega fuerza para aguantar.Tengo un amigo que al pobre lo llevo frito. Tiene una paciencia conmigo increíble.Y, por el contrario, no creo en ‘ los maleficios’ , ya sabe. No. No me asustan, estoy protegida. Sí me llega la oración de otros por mí. Se lo prometo.Gracias.Estoy muy bien. Fue un lipoma de esos tamaño gordoísimo y el cirujano de repente, zas, ya está bien. Vamos al quirófano. Y allá que me fuí .Nada importante. Pero…el miedo hay que pasarlo.  Y los puntos tienen que cicatrizar. Todo muy bien.Gracias otra vez.

  • Juan A. Vinagre

    Acabo de leer el artículo de Felisa sobre el libro de M. Ignatieff. Es interesante y lo mejor: que hace pensar.En los comentarios -los he leído todos- se percibe la natural e inevitable diversidad de visiones. Diversidad que enriquece, pues nuestras interpretaciones (a mi juicio, desde mi relativa diversidad) tienen un valor relativo y en parte provisional. Lo que -repito- es normal e inevitable. Y si me apuran diría también que en nuestras condiciones es deseable: nos enriquecen.  Mi opinión es que estamos llamados -o invitados- a completar entre todos el puzle de la realidad que da sentido, y aún así, la composición de ese “puzle” será provisional. En este caso, ¿no es mejor, más razonable, que  vayamos todos juntos (o individualmente)  a buscar la “verdad” y después la completemos entre todos, convencidos de que esa “composición” es probablemente revisable? ¿No sería éste el camino mejor para sentir la necesidad de escucharnos más (no me excluyo), para facilitar encuentros y poder convivir mejor dentro de la diversidad?  Donde hay dogmas que vayan más allá de tres o cuatro principios firmes -individuales y/o colectivos; seculares y/o religiosos-, los encuentros son muy difíciles. O en otros términos: Para lograr encuentros humanos, humanos de verdad, ¿no es más fácil partir de valores como la apertura-sintonía (amor?) a los demás, y no a partir de las ideas personales, por muy maduras que nos parezcan? (Hablo de las ideas, no de las emociones, en muchos casos más expuestas al cambio o a la radicalidad.)  La sintonía y el amor son valores más estables que muchas, muchas ideas, que inevitablemente pasan o necesitan revisión.  Por eso, podemos aprender todos unos de otros. Para sobrevivir en paz, ¿no necesitamos escucharnos, relativizar y consensuar…?

    • Isidoro García

      Amigo Juan Antonio, tu llamamiento a la concordia y la búsqueda conjunta de completar el puzzle de la realidad, en principio es bueno, pero quizás es demasiado bueno.
            Aunque muchos no lo acepten, en moral, (el comportamiento adecuado de la humanidad), es malo absolutizar.
             Yo pongo siempre el mismo ejemplo: ¡mira que son buenos dos pastelitos de crema o de nata, pero dos kilos de una sentada, ya no son tan buenos y recomendables!.
             (En la Cábala luriánica, se apunta que el pecado de Lucifer, fue absolutizar la justicia, (se les denomina “la fuerza de la justicia”), cuando el único que puede absolutizar algo, es el “Dios” absoluto).
            Vivimos en una Realidad compleja, y en ella no cabe el pensamiento simple. Aquí de lo que trata, no es de llevar razón, sino de encontrar la verdadera razón, sea originaria de quien sea.
            Aquí, se supone que somos conscientes de los gravísimos problemas a los que se enfrenta la Humanidad, como muy bien exponía Leonardo Boff, y de que no encontramos una solución consensuada.
           Mi tesis, es que el moralismo clásico como único criterio, el considerar que los problemas se resolverán cuando todos seamos “buenos”, es una infantilidad que se demuestra inútil, pues no tiene en cuenta la naturaleza del ser humano, que es la que es, nos guste o no nos guste. 
            (Y encima el moralismo clásico es radicalmente contrario, a toda “mejora tecnológica” de la naturaleza moral humana, en aras del “libre albedrío”).
          El moralismo moderno y religioso, solo dice que debemos cambiar. ¿Cómo?. Rezando a Dios que nos dará fuerzas para el cambio. Y así nos va el pelo, camino directo al precipicio.
           Entonces, en esa tesitura histórica, el hablar de diálogo, consenso y demás, está bien, pero no aporta nada útil.
       
           Hablando de “precipicio”, el filósofo Toby Ord, investigador del Instituto Futuro de la Humanidad de Oxford, publicó el año pasado, ‘The Precipice’, (“El Precipicio”), en el que, pese a su pesimista título, auguraba unos años venideros apasionantes, en caso de que logremos evitar una serie de “riesgos existenciales”, que provoquen un colapso civilizatorio, entre los que destacan el calentamiento global, el uso de armas biológicas, o una mala utilización de herramientas tan decisivas y peligrosas como la inteligencia artificial.
              Ord pertenece a una escuela de intelectuales británicos ya consolidada, el altruismo efectivo o eficaz, (EA, por sus siglas en inglés), que, como su propio nombre indica, aboga por la resolución ética y racional de los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad de ahora en adelante.
           Pero para ello, debemos empezar a hablar de una ética menos convencional y clásica. Todos sabemos lo que es un estado de guerra. En dicha situación, todo se relativiza, en orden al objetivo principalísimo: sobrevivir.
           Pues en esa situación estamos actualmente. Estamos llegando, (si no estamos ya en ella), en la paradoja maldita del famoso tablón de madera, de la película Titanic: para uno sirve, pero para dos, no sirve a ninguno.
           Aquí no valen buenismos, mas que si son heroicos. Pero eso de que ante todo están los principios teóricos, es un error trágico que nos puede llevar al desastre definitivamente.
           Como ves, la situación es muy preocupante, y en eso deberíamos pensar.

      • Juan A. Vinagre

        Amigo Isidoro: Sabes -pienso- que te valoro. Y te leo con interés, como veo que tú me lees a mí. Te doy la razón: Lo “demasiado bueno” puede ser una ingenuidad, una postura demasiado simple. En un mundo tan complejo hay que ser realistas, y no se debe simplificar. Esto me lo digo y lo digo con frecuencia. Por eso mismo tienen sentido los “sueños” y las utopías, no como evasiones sino como esperanzas… La creatividad humana es una lucha de superación permanente.

        Pese a todo, una vida mejor es posible, aunque su gestación siga un proceso lento, tan lento que a veces desespera. Pero aceptar en la práctica esa lentitud también es realismo.  Los cambios se incuban dentro del tiempo y en el tiempo. Los cambios requieren tiempo. Así es y ha sido la historia del Universo y la historia del proceso de maduración humana. Por eso, porque ese proceso va tan lento…, tienen sentido las utopías, que tal vez sean la verdad de mañana, como alguien dijo. Soñar despiertos no siempre es una ingenuidad.  Un abrazo, Isidoro.

  • Isidoro García

    (De cara al próximo Consulta de los posteístas, como dice Duato, quiero aclarar mis ideas).                                                     Dice Antonio Duato, que le dicen muchos, que no hay que dedicarse a buscar en el interior propio. Que con la no-dualidad no hay un Tú, y que solo se puede aspirar a “estados de conciencia”.

    • Isidoro García

      Aquí, me parece, que se descarta una alternativa, solo con la excusa de que puede hacerse mal, y conducir a efectos indeseados. Ese es un argumento falaz, poque sirve para todas y cada una de las alternativas posibles de opción personal.

      La espiritualidad, que no es otra cosa sino simplemente la utilización de nuestro “espíritu” personal, (ese gran tesoro instrumental del que disponemos), si lo utilizas inadecuadamente puede llevar a excesos o defectos, como todo.

      El espíritu personal es simplemente un instrumento de guía y asesoramiento para la vida, con el que el Universo, mediante la evolución emergente, nos ha dotado, con el fin de que podamos afrontar los múltiples y complejos retos con los que un ser vivo con el nivel de inteligencia a la que hemos llegado, pueda sobrevivir como especie.

      Es una poderosa e incansable fuente de intuiciones sabias, de las que estamos muy necesitados, y sería una temeridad, renunciar a estimularla, por el simple hecho de que podamos utilizarla mal.

      Por eso a pesar de la universalidad de dicho espíritu en la mente humana, se le saca actualmente muy poco provecho, todavía.

      Porque como todo instrumento, para sacarle provecho, se precisa.

      1. Saber que lo tenemos.

      2. Saber cómo funciona.

      3. Atender atentamente su funcionamiento.

      4. Escucharle bien.

      5. Interpretarle correctamente.

      6. Para una correcta interpretación y traslación al lenguaje racional, es preciso contextualizar las intuiciones imaginales, (en forma de imagen), con una cosmovisión lo mas perfecta posible cognitivamente hablando, eliminando errores, y aprendiendo nuevas categorías y perspectivas.

      7. Disponer de un mínimo de equilibrio psicológico y emocional, para que no interfiera en nuestro comportamiento, al seguir sus indicaciones.

      Por todo lo anterior, el uso activo de la espiritualidad, (que es lo que constituye realmente la “mística”), no es garantía de éxito en la labor de vivir una vida buena, y pueden cometerse muchos errores en el camino, al igual que sucede con el uso de cualquier método o instrumento.

      Pero lo que si es claro, es que renunciar a un uso inteligente y sistemático del “espíritu”, es poner nuestra guía, o en una Ética de alguna Institución, (de las mas de 10.000 que hay, religiosas y laicas), a la que hay que adherirse con  un acto de fe, o poner el piloto automático, e ir viviendo al tran-tran de nuestras emociones y manías personales. Lo que tampoco garantiza el éxito.

      En esta vida, no hay garantías, mas que en los electrodomésticos, y por eso tenemos libertad de equivocarnos.

       

      Se ha achacado a “la mirada dentro de uno mismo”, que puede conducir a un apego excesivo a lograr estados de conciencia especiales, (me imagino que se refieren a las experiencias-cumbre de Maslow y Stanislav Grof).

      Pero eso en realidad es solo un fenómeno más de las múltiples posibilidades del “espíritu”,

      y caer en esa gula espiritual, será un problema a superar, como en todos los procedimientos.

      También se le achaca provocar y favorecer el solipsismo y el narcisismo espiritual. Un debido uso e interpretación del espíritu, lo debe evitar, pues justa esa es la función del espíritu: servirnos de guía del comportamiento adecuado del ser humano, según el criterio del Universo.

      Pero el espíritu es universal y todos disponemos de él. Y si lo utiliza, una persona con problemas estructurales de la psique, por ejemplo, con un demasiado elevado nivel de autoestima y tendencia al narcisismo, por heridas abiertas de experiencias biográficas, pues hay muchas posibilidades, que el uso del espíritu, se canalice por vías narcisistas.

      Por eso ese problema, será permanente en muchos de nosotros, usemos el método que usemos. Por ejemplo, en la vía religiosa-moralista, también existe mucho narcisismo moral, con contínuas descalificaciones y cancelaciones morales de los que tienen ideas morales diferentes, y con una excesiva seguridad de que su moral, es la moral verdadera. (Porque se lo ha dicho así personalmente el Espíritu Santo, a mi Iglesia).

      (Como decía un comentarista de Atrio hace poco, “yo también insulto como ellos, pero la diferencia es que yo tengo la verdad”).

      Son los problemas humanos generales, y la vía espiritual no iba a estar ajena a ellos.

      • Isidoro García

        (Perdón por lo pesado que soy. Prometo como Carmen, contenerme un poco, pero como ella, no se si lo conseguiré).

         

        En el fondo lo que me chirría a mí, (como no-teísta), del teísmo, es la flagrante contradicción entre el Dios absoluto inefable y desconocible, con la “familiaridad” de una relación directa del mismo Dios absoluto, con cada uno de nosotros.

        El teísmo, no acerca realmente el humano a Dios, porque es un falso acercamiento propio del delirio del pobre huérfano, alienado por su soledad, que se imagina que habla con su madre muerta. Si no fuera tan trágica nuestra condición, se diría que es un acercamiento de juguete, (como el kit de enfermera de la “Srta. Pepis”).

        Lo que si acerca al humano a Dios es el no-teísmo. Un no-teísmo, en cuya ontología, la relación del Dios absoluto con los humanos, está incardinada dentro de su relación con el Universo, al que antes de crearlo habría emanado una parte de su sustancia inteligente, (lo que llamamos “Espíritu de Dios”), para implementarlo y dirigirlo mediante sus Leyes cósmicas. (Todo esto es “un hablar”).

        Esta concepción del hipotético Dios –Creador, como ausente e incognoscible, elimina la gran dicotomía Trascendencia-inmanencia, que constituye una de las barreras entre modernidad y espiritualidad.

        Porque a los efectos de nuestra corta mente, la Trascendencia absoluta, pasa entonces a ser una trascendencia, (con “t”), relativa, mas cercana a nosotros. (Dios habría bajado un escalón).

        Mientras que la inmanencia del Universo y sus componentes, pasa a ser en el Universo inteligente, una Inmanencia, (con “I”), también relativa, porque nos hace de la “familia divina”, como poseedores de inteligencia = sustancia divina. (La humanidad inteligente, habría subido otro escalón).

        Se argüirá que nos es muy difícil imaginarnos un Ente (el Espíritu Santo), que si no absoluto, es inabarcable para nosotros en su inmensitud, pero justo por eso, se nos ha concedido un interfaz, que facilitaría esa comunicación permanente y automática: el “espíritu personal”.

        Cuando el Universo, se ha permitido tantos miles de millones de años en llegar a crearnos evolutivamente, no iba a escatimar una simple solución técnica, (un asistente personal autónomo, que hoy día ya se nos ocurre hasta a nosotros),  para rematar nuestra viabilidad.

        Como ya he dicho otras veces el “espíritu personal”, es la “torna”, el complemento justo que necesitábamos para dar el peso mínimo necesario para ser considerados en el Cosmos, “humanos divinos”, (también de juguete de la Srta. Pepis).

  • M. Ángeles Elices

    Feliz cumpleaños, P. Leandro. Que el Señor le conceda cumplir muchos más haciéndonos partícipes de su sabiduría. Su aportación al diálogo de Ciencia/Fe siempre me ha parecido muy interesante. Gracias de todo corazón por lo que su pensamiento nos ha enriquecido.
    M. Ángeles Elices

  • carmen

    Gracias, Ana.Me acabo de despertar hace un ratito.Es que hay personas físicamente muy fuertes y otras somos de materia cristalina.Estoy muy bien. En diez días, puntos fuera. .Un abrazo 

    • Antonio Duato

      Me alegro uqe vaya todo bien. Gracias por tu comentario a mi entradila de ayer en lo de Felisa. Estoy peparando varias respuestas. Espero que nos veamos digitalmente el domingo en la Consulta convocada por los posteistas.

  • carmen

    Porque si una persona quiere mantenerse dentro de la ortodoxia católica, tiene que pagar el precio. Lo demás, son cantos de sirena. No es cierto. O dentro. O fuera. A día de hoy, claro. Mañana, no sé.Y lo dejo. No es mi mejor día. Es la octava vez que paso por un quirófano. Y no culpo a Dios por ello. Son mis telómeros, cortitos.Y sigo viva gracias a la ciencia.Y no entiendo tampoco esa pregunta de si la vida tiene o no sentido. Te aseguro que a las cuarta vez que entras, bendices a la vida que de momento conservas.

    Qué pregunta tan extraña. No sería mejor formularla de otra forma? Por ejemplo. Tiene sentido MI Vida?
    No es lo mismo. No lo es. La vida es un puro milagro andante. Y no me refiero a la de los seres humanos únicamente. La Vida no es exclusiva de nuestra especie. Qué va. No lo es. No.

    • ana rodrigo

      Carmen, espero que sea la última vez que entras en el quirófano porque lo necesites, al mismo tiempo, te deseo que te recuperes pronto. Un abrazo

    • Santiago

      Aquí van también Carmen mis oraciones y mis mejores deseos por su rápida y total recuperación y porque sea su última intervención quirúrgica.

      Y enhorabuena por su actual y exitoso post-operatorio.

      Un saludo afectuoso

      Santiago Hernández

       

       

       

       

  • carmen

    Antonio Duato.

    No logro entenderte. Nunca lo he logrado. ¿Qué te importa lo que piensen los demás?
    ¿Es posible que confundas un poco lo que es una creencia personal con lo que es una religión reglada?
    De verdad, ¿crees que si un montón de personas cuestionan la creencia de un Dios personal, esa creencia de otro montón de personas hay que cuestionarla? ¿Por qué?

    La idea o el sentimiento o como le quieras llamar de esa palabra aglutinante de mil cosas que pueda tener la palabra Dios, es personal e intransferible. La religión no. La religión es lo que es, aunque se me haya negado aquí. Es una serie de conceptos muy concretos, por lo menos la nuestra, aunque se parta de la premisa de que no se sabe qué es dios, para a continuación enumerar sus mandamientos. Eso es una religión.

    Supongo que habrás leído las aportaciones a esa especie de cuestionario que aquí publicaste, la quinta reunión de algo que va a tener lugar el 28 de abril. Una gozada. Cada persona dice lo que siente, lo que piensa. Dónde está el problema? Lo he encontrado absolutamente liberador. Porque no somos extraños. Sencillamente somos personas diferentes.

    Por qué, después de la trayectoria personal que tienes te produce incertidumbre lo que crean o piensen Otras personas?No logro entender.
    Por qué?Si lo que tú sientes, únicamente lo sientes tú….
    No sé…Y luego están los que pertenecen a un grupo de Poder Organizado dentro de la Iglesia. Y en su derecho están de defender lo que crean oportuno. Pero claro, hay otros que no tienen esa obligación. Y dicen cosas diferentes. Y, al final de todo, en la profundidad de cada uno, de cada una, está lo él o ella piense, sienta. Posiblemente sea lo que de verdad importa.
    No sé. 

  • oscar varela

    Para no “estar desolado”

    • oscar varela

      “Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es,
      precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad,
      el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo.

      No detenernos perpetuamente en éxtasis ante los valores hieráticos,
      sino conquistar a nuestra vida individual el puesto oportuno entre ellos.

      En suma:
      LA REABSORCIÓN DE LA CIRCUNSTANCIA
      ES EL DESTINO CONCRETO DEL HOMBRE.”

      José Ortega y Gasset “Meditaciones del Quijote” OCT1, 322

  • M. Luisa

     No hay mejor consuelo que asumir la responsabilidad de nuestros propios errores. En esto estoy completamente de acuerdo con Vaclav Havel citado por la   propia autora.   Ante el desconsuelo preguntarnos no por el sentido de la vida, sino por el sentido que a la vida le hemos dado nosotros. Asumir esta responsabilidad es, en efecto, un trabajo penoso y largo, pero mucho más fiable que buscarlo fuera de nosotros mismos.   Es en esta mismidad en que  el ego ha trascendido – vivir en verdad –  donde se deja traslucir la confianza y la esperanza en esta realidad que somos.      El sentido de búsqueda, que no tiene ningún  parecido  con el tan erróneamente arraigado  ir en busca de sentido, viene instado por un acto de apropiación de realidad, la nuestra, lo cual es en ella,  en esta mismidad, donde  radica la verdad, la verdad en el vivir.       

  • Antonio Llaguno

    No voy a despreciar (En el sentido de “no apreciar”) el estupendo artículo de felisa a quien no tengo el gusto de conocer personalmente…

    • Antonio Llaguno

      … pero “prójimo” significa “próximo” y lo que me preocupa (Y yo no soy de los que se preocupan, sino más bien de los que se ocupan) es el deasosiego y desconsuelo que percibo últimamente en Antonio, el boss.

      Y el hecho cierto es que antes o después  uno se tiene que enfrentar a ese “sentido de la vida” que es un pensamiento que solo la especie humana es capaz de tener.

      “¿Y todo esto pa qué?”

      Yo no soy persona tan leída (O más bien lectora) como la mayoría de vosotros y me faltan palabras de cosuelo que ofrecer, pero no porque no existan, que seguro que hay una manera adecuada para expresarlas bien, sino porque yo no las conozco.

      Esa frase que nos trae Antonio en su introducción:  “¿Como se puede seguir creyendo en Dios, cuando la ciencia ha demostrado que no existe?” y concluyen asimilando a los creyentes con los terraplanistas.” en el fondo nos la tenemos merecida los cristianos.

      Hemos tenido y mantenido una Iglesia que nos alimenta con una doctrina tan tramposa como el que acuñó esa frase que Antonio escuchó ayer en la SER.

      Para muchas de las respuestas que la Iglesia nos ha impuesto, tenía las mismas evidencias que el que afirmó esa estupidez (Puesto que además de estupidez, es mentira. La ciencia no ha demostrado que Dios no existe, porque es algo que no puede demostrarse) es decir ninguna.

      Pero nos las hemos tragado sin mirar y cuando nos hacemos la “Gran Pregunta” y tratamos de ser honestos con nosotros mismos (Y más aún cuando, como en el caso evidente de Antonio, se trata de una persona intelectualmente brillante) nos damos cuenta de que muchos de esos argumentos que la religión que supuestamente profesamos nos ha ofrecido tienen los pies de barro, por no decir de otro material del mismo color y un olor mucho más desagradable.

      A veces, escuchando los argumentos que nos dan los católicos tradicionales sobre las preguntas basicas, no me extraña que nos comparen con terraplanistas.

      Porque, además, la Iglesia Clerical, nos ha sabido grabar a fuego fuerte esa advertencia tan utilizada (Y que a mi se me achaca constantemente). “Cuídate de construir un Dios a tu medida”.

      Si embargo, mi experiencia personal, y como yo no tengo estudios sobre el tema sólo puedo hablar de mi experiencia, sufrió un cambio profundo a raiz de seguir un consejo de alguien muy sabio que cononcí no hace mucho.

      Se trataba de un ex sacerdote valenciano, ya mayor, que tiene una página web en internet muy recomendable para cualquier persona que quiera construirse a si mismo de una forma sólida y congruente, llamado Antonio Duato.

      Antonio un dia, descubriendo en mi persona valores o condiciones que ni yo mismo sabía que tenía, me recomendó la lectura de ciertos “pensadores”, importantes para él,  que podrían serme interesantes. Obviamente me refiero a Légaut y Grothendieck (Siempre me cuesta escribir correctamente el nombre de este tío).

      Resulta que estos señores, no eran clérigos, ni teólogos, sino matemáticos (¡Ostras! Yo me llevo muy bien con las matemáticas. Saqué matrícula en Algebra en la carrera. La única matrícula de mi torpe vida estudiantil) y leyéndo lo que Antonio me había recomendado leer, descubrí una cosa muy importante para mi.

      Vaya por delante que probablemente no sea lo más importante del pensamiento de estos dos grandes pensadores, pero sí es lo más importante para mi, que extraigo de lo que leí de ellos.

      Y es que ambos tenían (Tuvieron) una certeza interior que es hacía “conocer a Dios” y son muy llamativos los esfuerzos de, al menos uno de ellos, por enfrentarse a esa certeza tratando de escrutarla, analizarla e incluso combatirla y buscando como refrendarla como haría cualquiera que le escuchara y no quisiera llamarle loco.

      Enseguida me vinieron a la cabeza las voces que oía en su interior la Doncella de Orleans, la santa patrona de Francia, y me dio mucho que pensar.

      Y es que resulta que segun estos señores tan inteligentes, esa certeza existe, la tenemos todos y es la forma en que Dios se nos presenta a cada uno.

      ¡Wao! ¡Qué fuerte! A ver si va a ser que cada uno de nosotros tiene en su interior un pequeño “wasap” mediante el cual Dios nos dice: “Estoy aquí, contigo. Te amo. Todo tendrá sentido al final. No te preocupes”

      Ya se que ese señor que nos llama terraplanistas a los creyentes, a estas alturas del comentario, se estaría descojonando de mi y pensando: “Otro friki que oye voces”.

      Pero me da igual. En primer lugar porque yo no oigo voces. No es tan sencillo. Lo que me pasa es que no se por que razón (Y en el fondo no me importa. Me trae sin cuidado), sí tengo certezas. Certezas que son mías y que no trato de “exportar” a nadie porque no sabría como fundamentarlas.

      Pero sé, Antonio, que Dios está ahí, que nos ama, que te ama, y que el sentido de nuestra vida, al menos la de quienes como es tu caso y el mío, siguen (Seguimos) enamorados del “Proyecto de Dios” (El verbo) que se hizo carne en la persona del hijo de un carpintero y una señora muy valiente del pueblito de Nazareth, es la de hacer el trabajo que Dios no puede hacer, porque decidió hacernos libres y para ello tenía que ocultarse a nosotros pues si no lo hiciera, no sería libertad de verdad.

      Y que si esa voz interior que “escuchamos” es cierta, y le hacemos caso, nuestra vida habrá sido completa, habrá sido una gozada, nos habremos convertido ¡¡Ni mas, ni menos!! que en vehículos de transmisión del amor de Dios a nuestro próximo.

      Y si estamos locos, o esa voz interior es producto de la mala calidad de los alimentos que consumimos (O la buena calidad de las drogas que nos metemos. Y, ojo, no todas son químicas)… ¿Que más da? La mera posibilidad de que sea cierta ya merece el esfuerzo.

      Que sepas, Antonio, que uno de tus próximos (Es decir yo mismo) que como es del Atleti ya sabe que no vale mucho, pero que para si mismo tiene un valor insustituible e irreparable, está muy contento de haberte conocido y de poder seguir disfrutando y aprendiendo de tu sabiduría y que estoy absolutamente convencido de que si miras atrás, seguro que somos legión (Que diría el de los cuernos y el rabo) los que pensamos lo mismo.

      Rezo, cada día, para que Dios me de la oportunidad, la sabiduría y la confianza de poder mirar hacia atrás y ver esa misma visión.

      Gracias

      • Isidoro García

             Antonio Ll., has puesto el dedo en la llaga del “desconsuelo” que acontece al otro Antonio, (Duato), y nos explicas la clara experiencia que sientes en su interior: un instinto muy fuerte de la existencia de Algo, a lo que llama Dios.
            Y hasta aquí, me parece magnífico, porque concuerda con mi hipótesis del “espíritu personal” que todos llevamos dentro, que no es un pequeño teléfono sobrenatural mediante el cual Dios nos habla, (como a veces se dice para simplificar un fenómeno complejo), sino que probablemente es algo muy natural, un sistema neurológico, que hemos adquirido en nuestra última mutación evolutiva, con capacidades de asistente personal, y que genera fuertes intuiciones, siguiendo una colección de plantillas-patrones sapienciales, transcritas en nuestros genes, y después en nuestras neuronas,  en forma de imágenes primordiales, que hay que traducir e interpretar.
               Hasta aquí, tu experiencia, Llaguno es como la de todo el mundo: todos disponemos de ese sistema neurológico, con los mismos efectos. (Por eso Jung lo descubrió, porque en su clínica, encontró sueños y surgimiento de imágenes similares surgidas inconscientemente entre personas sin relación alguna entre ellos. Es un fenómeno universal).
              Pero esa experiencia universal, al tratar de explicárnosla, ya lo hacemos con nuestra cultura personal. Unos, como yo, utilizarán la Ciencia, (más o menos consensuada), otros, las explicaciones de su Iglesia, y la mayoría, si no encuentran explicación, ignoran el fenómeno, y consideran que es un pensamiento loco más, como muchos que todos tenemos.
            Tú mismo, Antonio Ll. explicando la experiencia, la achacas a un Dios personal, que te habla como en un Whatssapp, y aseguras que Dios en persona te dice: “Estoy aquí, contigo. Te amo. Todo tendrá sentido al final. No te preocupes”. Pero Llaguno, reconocerás que ese “diálogo que crees oír”, no se te ha ocurrido a ti, es lo que te han dicho en la Catequesis de tu Iglesia, como a los islámicos les dicen que les habla Mahoma, y los mormones, José Smith.
         
             Ese es el problema, que yo vengo denunciando, que las Iglesias, adoctrinan a sus fieles, que TODO lo que enseñan es palabra textual de Dios. Y todo a pesar de las mil y una veces, que han tenido que dar marcha atrás, sobre todo en sus enfrentamientos con la Ciencia.
             El fenómeno religioso, es real y auténtico, pero nuestra explicación y significado del fenómeno es plural, individual y muchas veces equivocado. Y luego claro vienen las contradicciones con la Ciencia que conocemos, y las dudas de personas de buena voluntad, como parece el caso de Javier del Pino, y su postcast, que tanto desconciertan a Duato.
             El problema es la interpretación de la voz del “espíritu personal”, que las Iglesias, y más si su doctrina tiene mas de 1.500 años ya, la realizan con una cosmovisión evidentemente obsoleta. Y no se atreven a modernizarla, porque están prisioneros de su falaz argumento de que todo provenía textualmente del Espíritu Santo, cuando lo que proviene del Espíritu, es el mecanismo mental originario, y su asistencia, pero no su interpretación, que es personal de cada uno, o del líder de una Iglesia.
             Pablo, oyó al Espíritu, y estoy convencido de que además vió y oyó “apariciones” de Jesús, pero lo que cuenta es lo que el interpretó con su cultura personal de judío fariseo, de hace 2.000 años. Y tal como lo entendió, nos lo contó a nosotros.
            Si Pablo viviera hoy, y hubiera tenido las mismas experiencias espirituales, contaría algo totalmente diferente.

        • Antonio Llaguno

          No Isidoro, no se me ha ocurrido a mi.

          Pero tampoco es lo que me han enseñado en la Iglesia en la que cultural, familiar o coyunturalmente me he ido encontrando.

          Porque mi historia es la de andar constantemente a tortas con esas “iglesias” que han ido apareciendo en mi vida.

          Y es que, al final del camino, y yo ya voy siendo consciente de estar mas cerca del final que del principio, uno va teniendo experiencia de salirse de su “mismidad” y ver ls cosas desde fuera y poder, con un poco de objetividad, discernir lo que proviene de influencias externas y lo que no y yo tengo muy claro que el Dios en el que creo no es el que me enseñó la Iglesia.

          y eso es, además, porque el Dios personal en el que creo, lo que sí es es la resultante de amalgamar un monton de estimulos externos e internos. Obviamente lo recibido, lo aprendido, tiene que ver (Pero en tu caso también aunque el aprendizaje venga de otras fuentes. La ciencia en la que tú te apoyas tampoco es objetiva y en su aspecto más elemental es tan poco objetiba y fiable como cualquier religión. De hecho funciona como tal) y tembién otras cosas que no son “enseñadas”.

          Ahí es donde reside eso que siento como una revelación personal y que a veces, tiene forma de intuición, de emoción pero también de reflexión.

          ¿Qué quiero decir? Pues que uno recibe o “siente” esa revelación interior, pero luego en primer lugar la contrasta con lo aprendido y si coincidiera con ello se quedaría ahí pero como no suelre coincidir un tiene que pasar a reflexionar, a discernir y en mucho casoa a crear, a elaborar una conclusión nueva que no suele ser comun y que suele tener dificultades para ser compartida.

          Para no divagar (Que yo en lan teórico tiendo a ser un ladrillo) te lo explicocon un ejemplo: Si yo digo que Dios es amor (Y de ahisaco la conclusión de que Dios “me dice que me ama”, me revela íntimamente su amor), no es solo producto de esa “intuición” personal sino de la conclusión razonada  y espero que razonable, de que una vez tratado de ver racionalmente esa intuicuión, Dios, en el caso de existir, no es posible que sea otra cosa que amor.

          Y a esta conclusión llego yo solito, en este caso no soy yo quien coincuide con la enseñanza de Jesús de Nazaret sino Él quien coincide conmigo o como ocurriera con los dos genios llamados Leibinz y Newton, hemos descubierto el cálculo infinitesimal de forma paralela.

          Y tal y como odurrió en el asunto de estos dos matemáticos, es evidente que ha habido una influencia, en mi pensamiento, proviniente del registro evangélico de la predicación de Cristo (No soy tan ingénuo como para pretender que es solo cosecha mía) pero ha sido reflexionada con la más alta pretensión de imparcialidad.

          En mi caso, y no pretendo que le pase a nadie más, la convicción de fe está trufada de una profusa actuvidad reflexiva. No creo cualquier cosa, sino que más bien, dudo de prácticamente todo.

          Lo que me pasa contigo, isidoro, es que tú sólo admites un tipo de adqusiciciñon de conocimiento, el científico y tratas de que todo se pueda explicar por ese camino y yo estoy convencido de que existen otros caminos, muchos de los cuales ni siquiera los conozco.

          Por eso es tan importante para mi el diálogo, el contraste de esa información con la que tienen otros Porque  me hará crecer y hará que mi reflexión sea más personal.

          uo de los libros que me arió la mente hace mchos años fue “Lo Santo” de Rudolf Otto y en él venía a decir que la religión es un constructo humano a partir de una experiencia extra humana, o más bien de una experiencia CON lo extra humano y que al estar fuera de nuestro ámbito de realidad, necesitamos racionalizarla para primero poder comprenderla y después aprehenderla. Esa racionalización es lo que llamamos religión.

          Pero es una racionalizacion en el sentido de “hacer razonable algo que no lo es” es decir, hacerlo evaluable por el raciocinio humano, no en hacerlo evaluable por la ciencia.

          En este sentido, muchos de los argumentos que yo considero totelmente fiables, no serán considerados como tales por un científico o por un agnóstico porque parten de mi experiencia religiosa y por desgracia, parq que esa pueda resultarte váliosa es imprescindible un acto de voluntad por tu parte.

          Nunca será un razonamiento universal e inevitablemente valido para cualquier ser humano.

          Pero es que somos sujetos y no objetos, por eso somos subjetivos.

           

  • ana rodrigo

    Primeramente, feliz cumpleaños a Leandro, con mis mejores deseos para tu persona y tu vida (puestos a matizar, desde tus circunstancias

    • ana rodrigo

      Si algo agradezco, y mucho, a ATRIO, es que me haya dado la ocasión, a lo largo de bastantes años, de reflexionar, con método y con autonomía personal, sobre temas que sustentan mi vida cotidiana, y, desde mis reflexiones y desde mis circunstancias, y me haya ayudado a ser consciente qué y cómo hago mi camino vital, siempre dispuesta a completarlo por diversos senderos. Gracias, también, en este caso a Felisa, por los mismos motivos.
       
      Tengo la impresión de que, si bien el libro, según se dice, está escrito por un no creyente confeso, la lectura que ha hecho la autora del mismo, lo ha he hecho desde una persona creyente, y por tanto yo, como no he leído el libro, no veo demasiada imparcialidad en el artículo
       
      En realidad, la pregunta que recorre la reflexión de Felisa, desde el consuelo, puede hacerse desde el sentido de la vida y de la muerte, desde el dolor, sobre la felicidad (como dice Isidoro), sobre el porqué y el para qué del sufrimiento, etc. son preguntas que solemos hacernos tod@s, cuando nos preguntamos…. Hay quien necesita que le den las respuestas hechas (caso de las religiones y sectas). Desconozco si ante estas preguntas todas las repuestas se resuelven desde el consuelo, que no deja de ser una emoción, o desde la razón de forma aséptica. Difícil disociar ambas actitudes, porque hasta la emoción parte de tener unas
       
      Seríamos el colmo de la insensatez despreciar aquellas reflexiones que otr@s se hayan hecho al respecto de vivir una vida con sentido, dentro de la perplejidad, en ocasiones, indescifrable, de la misma. Como dice Isidoro, con lo que estoy de acuerdo: No se trata de despreciar a los demás, sino de valorar las opiniones de los demás en su oportuna importancia. La vida personal es lo único íntimo y absolutamente propio que tenemos, (tanto para bien, como para mal), y por ello, no podemos escondernos detrás de  las faldas de las opiniones de los demás.” Sin negar que, mayoritaria y colectivamente, desde los tiempos más remotos, la religión ha sido y sigue siendo la mejor tabla de salvación ante el sentido del dolor y de la muerte.
       
      Siguen los “refugios” de siempre en el momento actual, a pesar de encontrarnos en la época de la ciencia y de la técnica; estoy pensando en los testigos de Jehová, en la Cienciología, en Hazte oír y otros muchos movimientos, en muchas iglesias evangelistas situadas en el fundamentalismo y seguridad que da cualquier religión tradicional. Sin olvidar múltiples vías, no de refugio o sentido, pero sí de escape que ocupan al individuo y le apartan de preocupaciones transcendentes, van por libre hasta donde puedan llegar. Quiero decir que la respuesta al sentido de la vida, no es un “bloque”, sino una suma. para que haya respuesta para todos y cada uno de los seres humanos que se las formule o no. Por ejemplo, si el eje es teísmo o ateísmo, quedan excluidos el resto de seres humanos que encuentran “consuelo” en otras cuestiones, en muchos casos compatibles y consecuencia de otras; la fe es compatible con compromisos humanos, si bien no todos los compromisos humanos parten de la fe. El amor al prójimo, el compromiso social, la lucha contra el sufrimiento de excluid@s, vulnerables, rechazad@s, víctimas de tantas cosas, personas enfermas, mayores en soledad, y un sinfín de personas que existen entre nosotr@s. Cierto es que nuestras conductas hacia el bien de los demás, debe ser eso hacia los demás, no para nuestro propio consuelo porque como acabo de decir, nuestro estar en la vida es consecuencia de nuestro ser.

  • Isidoro García

    Un artículo extraordinario, el de Felisa Elizondo, y que por “casualidad”, o por “sincronicidad”, se publica justo cuando salió el que comenté ayer sobre el sentido de la vida.                              Si sustituimos la búsqueda de la felicidad auténtica, consiguiendo encontrar el hilo de Ariadna que conduce al sentido de la vida, con el “consuelo” de Ignatieff y Felisa, vemos que estamos hablando de exactamente lo mismo.

    • Isidoro García

      Quiero señalar las dos maneras de afrontar el juicio de los demás como confirmación de nuestra trayectoria personal ante el asunto. Felisa señala las actitudes discrepantes de Pablo, y de Cicerón.

      Pablo, se acoge al espíritu tribal, y utiliza el consuelo de “la prueba de lo que había conseguido estaba en el amor de los que iba a dejar atrás. 

              En su amor… había recibido la única señal que los humanos pueden tener de cómo puede ser el amor de Dios”.

      Mientras que Cicerón, mas “moderno”, mas autónomo, mas “católico-universal”, renuncia a esa muleta tribal, y afronta su vida de frente, sin capotes protectores: “Debemos despreciar la muerte y el dolor”. 

      Y buscar nuestra confianza, no en el juicio de los demás, sino en el de nuestro Testigo, el de nuestro “espíritu”, que debería ser, (si está bien interpretado, ayudados por la razón y nuestros conocimientos – la Filosofía, dice Cicerón), un trasunto fractal del “Espíritu” del Universo, al que debemos seguir, (queramos o no queramos), si deseamos ser medianamente felices.

      (El “Universo”, es un gran Padre cariñoso, que nos provee de todo lo esencial que necesitamos, pero es determinante y determinista: se hace lo que dice Él).

      Francisco Traver, en este tema, es de Cicerón, y dice:

      “Hay que abandonar toda idea de trascendencia, de agradecimiento o de gratitud por parte de los otros. 

              Hay que vivir en el mundo sin estar en él, como dice Junger, pues el mundo es una trama de reglas consensuadas que son casi siempre falsas, y muchas otras arbitrarias.

             No hay que esforzarse por pertenecer a nada, (mas allá de los íntimos), para que te reconozcan, por formar parte de algo”.

      No se trata de despreciar a los demás, sino de valorar las opiniones de los demás en su oportuna importancia. La vida personal es lo único íntimo y absolutamente propio que tenemos, (tanto para bien, como para mal), y por ello, no podemos escondernos detrás de  las faldas de las opiniones de los demás.

      Son dos formas distintas de afrontar la vida, ambas igual de válidas, y que varían en función del grado de madurez e independencia y autonomía de cada persona, (variable de la que casi nunca tenemos nosotros el control, y por lo que somos esclavos de las “circunstancias”).

       

      Para acabar, Felisa nos dice que “la esperanza no defrauda”. 

      Yo, personalmente, pensando lo mismo, lo matizaría con un “la confianza en el “espíritu”, no defrauda”, pues la fuente de nuestra esperanza, no puede provenir de un Dios teísta, dudable científicamente, y confuso y dudoso por sus múltiples “revelaciones” parciales a sendos grupitos de la humanidad, a lo largo de la historia. Es el Dios de las tribus o de las sectas modernas.

      Es más digno de confianza el “espíritu” personal, (fenómeno “universal”, -todo lo referente a lo humano que no sea universal, es muy dudoso por principio), que es una realidad biológica y mental, y que está en consonancia con un “Universo”.

      Un Universo, que es la auténtica y tangible revelación de “Dios”, y que está presente en nuestras vida cada segundo de ella. Y cuya Inteligencia directora, que denominamos el “Espíritu” santo, es conocido, no por casualidad, como el gran Consolador de las almas. 

       

      En resumen, magnífico el artículo, y Felisa debería prodigarse más por aquí, porque la necesitamos.

       

      P.S.

      Por eso Antonio, hay que escuchar a nuestro espíritu, porque si no miras hacia dentro, caerás en la banalidad que supone la “diversión”, del exceso de mirada al exterior. (“Diversión” = “acción y efecto de entretener, alejar o dirigir la atención a otro lado”).

      Antonio, piensa, que lo que sobran en Internet, son foros y lugares de política y geopolítica, mucho mas concurrido y plurales que este, por personas del “mundo”.

      (Además de las banalidades de los grupos de Wahtsapp, y las redes sociales de griterío y ruido), y lo que faltan son sitios de reflexión sobre la realidad profunda de la vida de cada uno.

      Deja que los muertos entierren a sus muertos.

       

  • LEANDRO SEQUEIROS SAN ROMÁN

    Me he levantado muy temprano. Hoy cumplo 82 años (que no se entere nuestro amigo de la Cigoña). Y este comentario de Antonio y de Felisa (a la que conozco y aprecio desde hace 50 años, de las primeras reuniones de ASINJA en Miraflores de la Sierra) me han ayudado a mi rato “denso” de sentir la PRESENCIA yo-tu de lo inefable (no hay palabras). Como jesuita-científico-interdisciplinar https://www.bubok.es/libros/269483/MI-MUNDO-A-LOS-80-ANOS-Cosmovision-interdisciplinar he encontrado el sentido de mi vida DESDE mi compromiso por la construcción de otro mundo posible desde las fronteras de la realidad

    • Isidoro García

      Muchas felicidades Leandro, por cumplir años, y por tu cabeza privilegiada, y que tan bien utilizas incansablemente.

    • Santiago

      Muchas felicidades a Leandro en su cumpleaños,  al que leo asiduamente. Gracias por tu interés en hacernos reflexionar sobre el sentido de nuestras vidas y hacernos persistir en la búsqueda de lo que es fundamental..

      Y siguiendo la línea ignaciana, los que queremos seguir  a Cristo, “tanto en la pena” como después “en la gloria”, debemos prepararnos para aceptar tanto “la consolación” como “la desolación” pensando que tanto una como la otra “son puros medios” y lo que debemos mirar es “el fin” para lo que fuimos originalmente “criados”  y lo  que nos conduzca a “ese fin”;

      por tanto, cuando estemos en la consolación pensemos que llegará el momento de la desolación y viceversa, porque la que importa -a la postre- es nuestra voluntad, que, a su vez, debe estar “anclada” en la “mayor gloria de Dios” a lo que ha de referirse y supeditarse todo y que será nuestro último galardón porque todo se ha realizado en el Amor de Dios y en atención a los “méritos infinitos” de Cristo mediante  los cuales todos podemos salvarnos..y solamente por El y en El.

      Un saludo cordial

      Santiago Hernández