Está siendo discutido entre analistas políticos, en el seno de grupos neopentecostales, en gran parte bolsonaristas, el paso de la teología de la prosperidad a la teología del dominio. Estimo que el actual conflicto entre el Estado sionista de Israel y la Franja de Gaza con características de carnicería e incluso de genocidio de palestinos haya reforzado en Brasil este paso. Se sabe desde hace mucho tiempo que Benjamín Netanyahu es un sionista radical de extrema derecha que expresó su proyecto de restaurar Israel con las dimensiones que tenía, en su auge, en tiempos de David y de Salomón. De ahí su apoyo sin restricciones a la expulsión y a la colonización de los territorios de la Cisjordania, de población árabe musulmana.
La teología del dominio o el dominionismo nació en los USA en los años 70 del siglo pasado, en un contexto de reconstrucción cristiano calvinista. Como es sabido Calvino en el siglo XVI instauró en Ginebra un gobierno religioso extremadamente riguroso y violento hasta con pena de muerte. Sería un modelo para todo el mundo.
El dominionismo agrupa varias tendencias cristianas fundamentalistas, inclusive integristas católicos que postulan una política exclusivamente religiosa, de base bíblica, a ser aplicada en toda la humanidad con exclusión de cualquier otra expresión, considerada como falsa y por eso sin derecho a existir. Es la ideología totalizadora central para la derecha cristiana en el campo de la política y de las costumbres.
Veamos cuál es la base bíblica fundamental que sustenta esta teología. Se basa en el primer capítulo del Génesis. A decir verdad en el Génesis hay dos versiones de la creación, pero se aprovecha solo la primera, que se refiere directamente al dominio. Veamos el texto:
“Dios dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza para que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los animales salvajes y todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra. Dios creó el hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y subyugadla, mandad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo lo que vive y se mueve sobre la tierra” (Génesis 1,26-29).
Este texto así como está legitima todo tipo de dominación y ha servido a los desarrollistas de argumento para su proyecto de crecimiento ilimitado.
Sin embargo, ha sido leído de forma fundamentalista y literalista, sin tener en cuenta que entre nosotros hoy y el relato bíblico distan por lo menos 3-4 mil años. El sentido de las palabras cambia. Esos grupos no consideran lo que ellas significaban en la época en que fueron escritas hace miles de años. Desvelemos su significado en hebreo. Veremos que el texto, interpretado hermenéuticamente como debe ser, muestra la falacia de la teología del dominio. Ella representa un delirio paranóico, irrealizable en la fase del mundo plural y globalizado en el que nos encontramos.
El texto debe ser interpretado en la óptica de la afirmación del ser humano creado “a imagen y semejanza de Dios”. Con esta expresión, no se quiere en hebreo definir lo que es el ser humano (su naturaleza); al contrario, se quiere determinar lo que él, operativamente, debe hacer. Así como Dios sacó todo de la nada, el ser humano, creado creador, debe llevar adelante lo que Dios creó con benevolencia: “Dios vio que todo era bueno” (Génesis1,25). El significado original en hebreo de “imagen y semejanza” (selem y demût) quiere decir que el ser humano es el representante y el lugarteniente del Creador.
Las expresiones “subyugar” y “dominar” deben ser entendidas, simplemente, como “cultivar y cuidar”. Pero vamos a los detalles. Para “dominar” usa la palabra hebrea radash (Génesis 1,26) que significa gobernar bien como el Creador gobierna su creación. Para subyugar emplea en hebreo el término kabash (Génesis 1,28), que significa actuar como un rey bueno, no dominador, que sabiamente mira hacia sus súbditos. Por eso el salmo 8 alaba a Dios por haber creado al ser humano como rey:
“Tú lo hiciste apenas inferior a un ser divino, tú lo coronaste de gloria y honra, le diste el dominio (kabash) sobre las obras de tus manos, sometiste (radash) todo a sus pies; las ovejas y todos los bueyes y hasta los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, todo lo que se abre camino por el mar” (Salmo 8,6-9).
Aquí, como en el Génesis 1, no hay nada de violencia ni de dominación: hay que actuar como el Creador, que obra con amor hasta el punto de decir en el libro de la Sabiduría que “creó todos los seres con amor y ninguno con odio, si no, no los habría creado… Él es el apasionado amante de la vida” (Sabiduría 1,24.26). Aquí se desvanece la base para cualquier teología del dominio.
Hay una segunda versión del Génesis (2,4-25) que es distinta de la primera y nunca ha sido referida por los representantes de la teología del dominio. En esta segunda, Dios saca a todos los seres del polvo de la tierra, también al ser humano, estableciendo con eso un lazo de profunda hermandad entre todos. Creó al hombre, que vivía en soledad. Entonces le dio una mujer, no para procrear, sino para ser su compañera (Génesis 2,23). Los puso en el Jardín del Edén, no para dominarlo, sino para “cultivarlo y guardarlo” (2,15), usando las palabras hebrea abad para arar-cultivar y shamar para guardar o cuidar.
Esta comprensión que pone a todos los seres sacados del mismo origen, del polvo de la tierra, y confía a la pareja humana la misión de cultivar y guardar, proporcionaría otro tipo de fundamento para la convivencia de todos los seres humanos con todos los demás seres de la naturaleza. Aquí no existe ninguna base para el dominio, al contrario, lo niega en favor de una convivencia armoniosa entre todos.
Este análisis, basado en el hebreo, es decisivo para dejar de apoyar una interpretación fuera de tiempo, fundamentalista, al servicio de un sentido político, excluyente y totalitario del dominio sobre los pueblos y sobre la Tierra, como si fuera el proyecto de Dios. Nada más distorsionado y falso. Por más que el fundamentalismo y la orientación de extrema derecha en política esté creciendo en el mundo, esta tendencia no ofrece las condiciones objetivas reales para prevalecer y constituir una única forma religiosa de organizar la política de la humanidad, una y diversa.
*Leonardo Boff, profesor de teología sistemática con acento en la teología bíblica. Véanse algunas fuentes entre tantas: Aubrey Rose (org.) Judaism and Ecology., N.York 1992; Ronald A.Simkins, Criador e Criação: a natureza da mundividência do Antigo Israel, Vozes 1994, pp.158-160; James B.Martin-Schramm&Robert L.Stivers, Christian environmental Ethics, N.York 2003 esp, pp. 102-104; von Rad. Das erste Buch Mose, Genesis, Göttingen 1967.
Traducción de MªJosé Gavito Milano
NO, el versículo clave para entender el primer capítulo del Génesis es el 31ya que Dios, sin necesitar nada creó el Universo, y a su máxima expresión que es el ser humano, en Su Amor y por Su Amor…porque Dios infundió en Su Creación Su Amor y por eso vio Dios que “todo fue bueno” porque del Amor procede todo bien y todo don. El dominio que Dios nos concedió, pues, no implica “subyugar” sino ordenarlo todo en el amor que recibimos de parte de El. La Teología bíblica no puede basarse en la dictadura del dominio en sí, sino que es la Teología del Amor de Dios. Porque el Amor de Dios es infinito y es el fundamento de la Creación, y TODO ha de referirse a El..,y sin El todo pierde su sentido. Y así San Juan nos aclara:”Carísimos, amémonos los unos a los otros porque el amor procede de Dios” Un saludo cordialSantiago Hernández
Permitid que este comentario vaya más allá del artículo de L. Boff. Estos días se ha escrito mucho sobre el espectáculo político en el Congreso y en el Senado…, y no quiero pasar de largo ante él, aunque dé pena y asco… No quiero pasar de largo, porque nos refleja y de alguna manera nos define -hablo en general-, pues se trata de personas que votamos y teóricamente nos “representan”.
El hilo de este comentario parte del título del art. de Leonardo: “Refutando una falacia”, que da pie para una reflexión sobre nuestras discrepancias en ATRIO y sobre la crispación inadmisible en el Congreso y en el Senado. (Y al exponer no me excluyo, que conste.) Con tales comportamientos manifestamos que no sabemos hacer una crítica constructiva y honesta. Manifestamos que somos más viscerales que racionales. Que somos más expertos en engañar, en mentir, en descalificar, en desacreditar y destruir… que en respetar, que en reconocer y admitir fallos propios, que en construir -en lo posible- juntos. (Repito que hablo en general, porque hay -tiene que haber-, muchas excepciones que no ocupan primeros planos…) Por otra parte, eso de que se recurra -o se tenga que recurrir al “y tú más” para no dar la sensación de perder -de perder-, también nos define a muchos como electores. Los electores a veces también somos más viscerales que racionales. O más servidores que libres. En este sentido no hemos avanzado mucho respecto a lo que sucedía en los Parlamentos -y en la calle-del siglo XIX. Así vamos de inmaduros y torpes por la vida política. Por eso me permito el “nuestro” (insisto en que yo no me excluyo.) Probablemente en las discrepancias entre una y otra parte cada una tenga su partecita de razón, pero ésta no se contempla. El contraste crítico, honesto y abierto no se cultiva. Solo vale -al menos en demasiadas ocasiones- lo que parece puro matonismo. Cuando las discrepancias se transforman en enfrentamientos verbales -muchas veces revestidos de mentiras o medias verdades-, en faltas descaradas de respeto, en agresiones verbales, en amenazas o en difamaciones que generan crispación y divisiones… Cuando nuestras palabras parecen balas que tratan de herir, de eliminar o liquidar al “adversario”, el Parlamento deja de ser lo que debería ser: lugar de encuentro, donde se buscan consensos en favor del Pueblo, de todos, no solo de unos pocos. Cuando el Parlamento se convierte en un lugar de crispación y de lucha para derribar… lo convertimos en un lodazal o algo peor. Lo convertimos en un espejo que refleja nuestra inmadurez humana… y en cuáles son nuestros ídolos, a los que damos culto.De esto parece que somos poco conscientes: la guerra verbal -a veces para encubrir intereses- nos degrada como humanos (a hombres y a mujeres). ¡Lo que es lamentable! La política debe ser un lugar de encuentro, de consensos -aunque no siempre lleguen a ser los mejores-, y también un ejemplo de convivencia en paz y respeto. El Parlamento debe ser una escuela positiva para todos, también para el Pueblo que observa. El Parlamento debe ser una referencia de humanización. Ya sé que esto es hoy una utopía, pero mientras siga siendo lo que es… no maduraremos como humanos que saben convivir y respetarse. No crearemos una sociedad mejor, más humanizada.
El que las religiones hayan sacralizado todo lo escrito en sus inicios miles o cientos años), en un estadio de determinado la sociedades donde surgieron en cuanto pensamiento, cultura, contexto social, etc., ha llevado a que, mientras la sociedad evoluciona y cambia en todos los aspectos del vivir -creencias, investigación, ciencia, costumbres, derechos humanos, relaciones de igualdad, de tolerancia, cultura, y un sin fin de etcéteras-, las religiones y sus allegados, siguen utilizando al Dios de cada cual, como autor directo de toda la sabiduría en un momento determinado para el resto de la historia y, por consiguiente, como no hay dios que haya vuelto a dejase ver y, además, se mantiene mudo, aparecen sus portavoces, los clérigos y teólogos para hablar de él siempre que les sirva para justificar todo aquello que quieran hacer, decir o pensar. Un Dios todopoderoso que avala el dominio del hombre sobre todo, es decir, sí, TODO.
Esto referido son los que se apoyan en la religión, pero los no creyentes, piensan lo y hacen mismo. Así, que plásticos, fertilizantes, sobreexplotación de recursos, contaminación por tierra, mar y aire, el homo dejó de ser sapiens. Y, como lo que rige es la ley del más fuerte y de quienes tienen el poder, pues no nos queda otra que, cuales hormiguitas, animarnos pensando que nuestro granito de sensatez, puede hacer granero.
Mientras la ultraderecha social (votantes) y política y negacionista, va ganando terreno en demasiados países del mundo.
Yo creo que la teología del dominio no es privativa ni de la ultraderecha ni de la ultraizquierda, ni del centro, y además para ser más exactos el nombre más correcto de la misma, sería el de teología del demonio. Ya sabemos que el príncipe de la mentira se disfraza con mil ropajes, haciendo pasar lo blanco por negro y lo negro por blanco, infiltrándose en lo más profundo del ser humano y manifestándose allá, donde dicho ser le permita manifestarse. Así que nadie puede excusarse de dicho poder y cuando lo ubicamos en algún sitio fuera de nosotros lo que estamos haciendo es un acto de exculpación propia, de auto-ensalzamiento por encima de aquel al que se lo atribuimos.
Cuando esto no lo tenemos claro, aplicamos el principio de: “Y tú más”, a la vez que demandamos un principio de proporcionalidad ante la respuesta al mal ocasionado, como si éste fuese capaz de compensarse con otro mal de igual intensidad, pero olvidando que es del mismo sentido, se suman y todos entramos en la dinámica del mal, con lo que ya hemos sido engañados.
La dimensión del mal por encima de su cantidad es la de su cualidad. Ya en su día la ley del Talión tuvo su aplicación y que posteriormente fue abolida por considerarse inhumana, pero que subrepticiamente se niega a desaparecer y se camufla con el mal llamado principio de proporcionalidad, eufemismo que viene a asumir el mal en sus diferentes facetas (el dominio es una de ellas) institucionalizándolo, con lo que ya caemos en las redes del mismo, intentando acotar su intensidad pero no su sentido. ¿Quién hace de árbitro en dicha ley de proporcionalidad? ¿Quién hace de juez?. Creo que pasaría lo mismo que con el árbitro de un partido de futbol. Tendremos que acudir nuevamente a la IA para que elabore un artefacto de Video Arbitraje Artificial, entre la contienda del mal contra el mal, un VAA. Con el tiempo llegará, aunque en este caso lo dudo. El mal siempre tiene mal perder…..
Efectivamente Mariano, ni es privativa de la religión cristiana.
Esta visión d ela relación del ser humano con su entorno en su condición de “Lugarteniente de Dios” es muy peligrosa, pero es la que siempre ha acompañado a cualquier religión cuando se acuesta con el poder político.
Es la misma de las cruzadas, de la inquisición y de los actuales talibanes islámicos ya sean sunnitas o chiitas.
Por eso es tan poco creible el ejemplo de Nethanyahu que Boff emplea.
Nethanyahu no tiene una visión distinta de la de sus enemigos radicales de Hamas.
Los dos pretenden dominar el mundo como resultado de pertenencia a la “Verdad de Dios”.
Y los dos en su intento por dominar masacrean al inocente que es el pueblo palestino.
Por eso es tan importante frenar la “Teología de la Prosperidad” (Que en España está representada en la parte de VOX más ultra católica) porque pasarán sin solución de continuidad de la prosperidad a la dominación.
Debemos alzar la voz afirmando “No es eso. No es eso” y mostrando a quien quiera oirnos que ser seguidor de Cristo no tiene que ver sino con la bondad, la misericordia, el respeto y en definitiva el amor al próximo y así seremos nosotros, como verdaderos (En este caso sí verdaderos) embajadores de Dios quienes cambiemos dominación por libertad, prosperidad por justicia social y poder por servicio.
un abrazo