En un delicioso diálogo de Jorge Luis Borges con Ernesto Sábato, que discurre entre la ironía y el escepticismo, éste le dice a su compatriota haber quedado tocado por una afirmación suya: “Recordemos las cosas feroces que se hicieron en nombre del Evangelio y las atrocidades que hizo Stalin en nombre del Manifiesto Comunista”. ¡Qué extraño! –le contesta Borges–, nada de eso ha ocurrido con el budismo”. Entonces Sábato le pregunta: “¿A usted le interesa en serio el budismo como religión o como género literario?”. La respuesta no se hace esperar: “Me parece ligeramente menos imposible que el cristianismo, quizá crea en el karma. Ahora, que haya cielo e infierno, eso no”. “¿Y qué opina de Dios?” Borges la responde con solemnidad irónica: “¡Es la máxima creación de la literatura fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología”.
Casi siempre hay alguien que se adelanta a nuestras ocurrencias. Y en este caso también. Fue a Marx a quien, un siglo antes, se le había ocurrido una idea semejante, que nada tenía de peregrina, al afirmar que la religión es la realización fantástica de la esencia humana. Es la culminación de dos procesos que pone en marcha la Modernidad en su crítica de la religión: la interpretación antropológica de la religión y la desmitificación de los textos del Nuevo Testamento. Quien lleva a cabo la más radical lectura antropológica de los dogmas del cristianismo es el filósofo alemán Ludwig Feuerbach en la más emblemática de las obras del ateísmo humanista del siglo XIX, La esencia del cristianismo, donde asevera que la religión es el sueño del espíritu humano, la esencia divina es la esencia humana, hablar de Dios es hablar del ser humano y el misterio de la teología es la antropología. El libro hizo furor entre los jóvenes hegelianos, hasta el punto de que uno de sus dirigentes, Arnold Ruge, resumió así la nueva situación político-cultural: “Dios, la religión y la inmortalidad quedan depuestos y se proclama la república filosófica, los hombres, los dioses”.
Quienes llevan hasta sus últimas consecuencias el humanismo de Feuerbach son otros dos filósofos alemanes: Marx y Nietzsche. Para Marx, la lucha contra la religión es la lucha contra el otro mundo, del que la religión es el aroma espiritual. Una vez que ha desaparecido el más allá de verdad, la tarea intelectual consiste en averiguar la verdad del más acá. Ahora, la crítica del cielo se convierte en la crítica de la tierra, la crítica de la religión pasa a ser la crítica del derecho y la crítica de la teología se torna crítica de la política.
Nietzsche da un paso más. El concepto mismo de Dios denigra el “más acá” y constituye la más crasa negación de la vida. Una vez que Dios ha muerto y se ha demostrado vana la promesa de salvación en otro mundo después de la muerte, el gran pecado no será la increencia, sino la infidelidad a la tierra; el gran crimen no será el inferido contra Dios, sino el que atenta contra la tierra. La única fidelidad a mantener es a la tierra y la respuesta a la pregunta por el sentido hay que buscarla en la historia: “Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobrenaturales… Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra!” es la exhortación compulsiva de Nietzsche en Así hablaba Zaratustra.
El proceso de desmitificación del Nuevo Testamento tiene lugar en los albores de la Ilustración y llega a su zenit con la conferencia pronunciada por el teólogo y biblista alemán Rudolf Bultmann en 1941 sobre Nuevo Testamento y mitología, en la que propone un ambicioso programa cuya idea central es la existencia de una distancia abismal entre nuestra concepción del mundo, que es científica, y la que ofrece el Nuevo Testamento, que es mítica.
¿Qué entiende por “mito” el teólogo alemán? Aquel modo de representación en el que a) lo que no es de este mundo, lo divino, aparece como si fuera de este mundo, como humano; b) el más allá se presenta como algo de aquí abajo; c) la trascendencia se concibe en forma de alejamiento espacial; d) el culto se concibe como una acción que con medios materiales comunica fuerzas inmateriales; e) en la historia de nuestro mundo actúan el poder del mal a través de Satanás y el poder del bien a través de los ángeles; f) una historia que se dirige hacia la catástrofe y a la que pondrá fin la venida del Juez celestial que aportará la salvación en el cielo y la condenación en el infierno.
A esta imagen responde una representación mítica del acontecimiento salvador que consiste en la encarnación del Hijo de Dios, preexistente, que muere para expiar los pecados de la humanidad, luego es resucitado por Dios, elevado al cielo y colocado a la diestra del Padre –siempre el lenguaje patriarcal y androcéntrico–. Es precisamente esa imagen la que hay que desmitificar, cree Bultmann, para que emerja el mensaje central del Evangelio, que es palabra viva de salvación para la humanidad.
Este programa, asumido por buena parte de las teólogas y los teólogos cristianos en diálogo con la modernidad, toca de lleno y de manera especial la línea de flotación de los dogmas del cielo, el infierno y, por supuesto, el purgatorio, cuya existencia fue negada por Lutero por carecer de base bíblica y no consta como artículo de fe en la dogmática protestante.
En 1993 escribí Para comprender la escatología cristiana (Verbo Divino, Estella, Navarra), que ha fungido como libro de referencia –e incluso de texto– en los estudios sobre la concepción cristiana de la esperanza y del futuro del mundo y de la humanidad en seminarios, facultades de teología, de filosofía y centros de ciencias de las religiones durante casi dos décadas y que ha conocido varias ediciones, la última en 2008. Nunca hubiera esperado una acogida tan generosa ni hubiera imaginado una influencia tan decisiva en el cambio ideológico producido dentro y fuera del cristianismo y en los diferentes sectores de éste y de la sociedad.
De entonces para acá los papas y algunos de mis colegas han ofrecido sus interpretaciones sobre el cielo, el infierno y el purgatorio. Ya casi nadie considera los “novísimos” como lugares físicos perfectamente identificados en las cartografías terrestre, infraterrestre y celeste. Se entienden, más bien, como estados en relación con Dios: el cielo como plenitud de intimidad con Dios, el infierno como rechazo definitivo de Dios, el purgatorio como purificación necesaria para el encuentro con Dios, o como procesos espirituales internos intuidos a la luz de experiencias reales. Benedicto XVI sigue defendiendo la existencia y la eternidad del infierno y acaba de dar una nueva vuelta de tuerca, ajena a los problemas y preocupaciones de la gente, al interpretar el purgatorio como fuego interno. Tampoco estoy de acuerdo con esas interpretaciones.
Para concluir, avanzo algo que ya apuntaba en mi libro hace más de tres lustros y que he profundizado y radicalizado estos días. No pocas de las interpretaciones de los papas y de mis colegas, aun reconociendo que son avance sobre “la física de las postrimerías” –como calificaba Congar la presentación tradicional de los “Novísimos”–, son insuficientes y siguen moviéndose dentro del mundo mítico para salvar lo insalvable. Pienso que cielo, infierno y purgatorio son símbolos que traen a la mente experiencias macabras –que tantos traumas han provocado– o placenteras –que han prolongado la infancia de generaciones enteras– que han perdido su significado. Por eso hay que eliminarlas tanto del imaginario colectivo creyente como del mundo teológico, porque lo que único que hacen es confundir o, peor aún, ofrecer una imagen distorsionada de la esperanza cristiana, al tiempo que son un obstáculo para hacer creíble el mensaje liberador del Evangelio. ¡Y alejan de la lucha por la justicia y por otro mundo posible en este mundo!
Ya no sirve la interpretación, cualquiera sea la clave en que se haga. Deben ser desterrados del vocabulario teológico, ya de por sí bastante desacreditado. Siguiendo la aguda observación borgiana, quizá su destino sea, convertirse en “la máxima creación de la literatura fantástica”. Que no es poco. Ah, y negarles todo carácter dogmático por la credibilidad del cristianismo.
- Para profundizar en estas ideas, remito a mi libro Para comprender la escatología cristiana (Verbo Divino, Estella, Navarra, 2008, 3ª ed.)
[Este artículo ha sido enviado por el autor para su publicación y debate en ATRIO. Una versión reducida del mismo aparece hoy en el periódico El PAÍS]
Respecto a la fe, creo que existe una fe “modulada” por la creencia mítica, y una fe en Dios libre. Con esto quiero decir que para tener fe en Dios, no es necesario creerse que Jesús resucitó.
Por supuesto Cadalso, la realidad puede verse desde muchos ángulos, y nuestras opiniones siempre son limitadas. Eso pienso desde mi limitada forma de ver.
Si saco a Pablo a colación, es porque considero que fue el primero que comenzó a mitificar a Jesús. “Si Jesús no hubiese resucitado, vana seria nuestra fe”, y un hombre no puede volver de entre los muertos, a no ser que vuelva de una muerte aparente, pero nunca de entre los muertos. Si el creyente se traga que Jesús resucito, entonces se traga “lo que le echen”.
Hasta los cuatro evangelios están escritos miticamente. Habría que leer entre líneas en los 76 evangelios escritos en los primeros tiempos tras la muerte de Jesús, no solo en los que “al pito pito” eligió la Iglesia como verdaderos y los interpreta literalmente. Con todos mis respetos, interpretar literalmente los evangelios canónicos, es…, una inexactitud… (no quiero poner la palabra que se me acude…)
Troyano: Tu segunda respuesta va directa a lo que yo te decía; la primera, la de Pablo, del cual yo no había dicho nada, amplia el problema y el debate.
A mí me choca la diferencia abismal entre el lenguaje de Pablo y de los evangelistas. El de Pablo es de un doctor de la ley, de un intelectual judío y helénico de altos vuelos. Y me pregunto cómo podían entenderle los seguidores de Jesús de Roma, Corinto y las demás ciudades, muchos de ellos analfabetos, y cuántos le entendían…El Jesús “hijo del hombre” de los evangelios, en los escritos de Pablo, se convierte de repente en la figura central de la historia de la salvación, el alfa y omega, desplaza a Abraham y Moisés y David del protagonismo en el universocultural israelí…
Respeto el lenguaje de Pablo, intento comprenderlo e integrarlo,, explicarme el por qué de ese cambio de registro y de chip entre los evangelistas y el doctor de la ley que es Pablo. Y cuenta que también hay distintos registros entre los cuatro evangelistas…
A mi entender, ocurre aquí algo muy elemental: dice un adagio latino que “todo lo que se recibe, se recibe a la manera del que lo recibe”. Tus ojos no ven el arco iris tal como lo ven mis ojos, y tu cerebro no lo interpreta como lo interpreta el mío. Tú interpretas la figura del Padre de la que habla Jesús de una manera, yo de otra…Cuenta tu forma de ser, tu historia personal, todo tu ser y el mío en esta lectura diferente.
No pasa nada, Troyano, importa que los dos seamos honestos y consecuentes en nuestras respectivas lecturas. ¿O no?
He mirado el diccionario…, no es antropocentrica. Es antropomorfica.
H. Cadarso:
Coincido contigo en lo referente a el Padre, si por Padre entendemos la Energia Universal que nos sustenta y hasta nos tiene contados los cabellos, pero carente de toda connotación antropocentrica-patriarcal.
Jesús, quizá…, pudo referirse al Padre, pero era un hombre de hace 2000 años.
H. Cadarso:
Podras no compartir mi interpretación de la figura de Jesús, pero no me digas que es dificil de entender.
Jesús: un maestro iluminado, que dió la mayor lección de amor por la humanidad. Punto.
Despues viene la Iglesia, con Pablo de Tarso a la cabeza, y monta una historia mitica en torno a Jesús.
Mi difunto y querido padre, decia, “hay que comerse el pan, y cagarse en el morral”.( Pan igual a Jesús, morral…, los cuentos miticos). Cuantos “doctores” tiene la Iglesia, que no dicen mas que tonterias…
No sirve “la tradición”, sirve Jesús, como referente para todos los humanos, no solo los cristianos.
A Dios no le ha visto nadie, dice Juan. Si nos amamos entre nosotros, Dios se nos hace presente, creo yo, porque Dios es amor, y el amor es Dios.
Pero todo esto puede sonar como músicas celestiales al que sigue erre que erre con la primera afirmación: a Dios no le ha visto nadie. Difícil para mí entender tu visión de la figura de Jesús, Troyano; difícil entender su espiritualidad, la de Jesús, si borramos su relación con el Padre. Ese tipo de espiritualidad sin interlocutor, a mí no me sirve; pero al mismo tiempo, una relación fraternal con el “otro” la interpreto como una afirmación implícita y evidente del Padre…Afirmar al otro, sentirse hermano con el otro, es decir sí al Padre. Por mucho que nos empeñemos en negarlo.
No tengo ningún inconveniente en prescindir del más allá de la muerte; y digo prescindir, omitir, dejarlo fuera de mis horizontes, no digo negarlo. Porque lo que verdaderamente interesa y sirve, como testimonio religioso, como afirmación de la trascendencia, es esa relación fraternal con el otro, esa fe en el otro y en la circunstancia en que nos movemos todos, que es este planeta en el que vivimos. Que no se me enfade Leonardo Boff.. Y desde esta perspectiva puedo admitir que la fe en un Dios ajeno a este mundo, ajeno al hombre, un Dios privado de su condición de Padre, la que le atribuye Jesús, es quizá una negación de Dios. Puede que Marx, Mietzsche, Feuerbach, y otros, sean desde este ángulo de visión más teístas y cristianos que muchos que nos confesamos seguidores del evangelio. Porque no todo el que me dice Señor Señor entrtará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. Y uno diría que ellos de alguna manera afirman al hombre…
No, no necesito para sentirme unido al Padre ni del cielo ni del resto de los novísimos. Yo he titulado un tema que metí en este blog “Al cielo con los rojos”: es una forma de hablar, el cielo sigue siendo un lugar en el lenguaje poético, una manera de explicarnos, sin más.
Cada cosa a su tiempo. Mi cielo, mi infierno, mi purgatorio, mejor dicho los de todos, están aquí. Y siguen abiertos en esperanza y en confianza en el que es Padre de todos a todo lo que pueda venir. Quizá justamente en eso, en esa esperanza “a ciegas” en esa “corazonada” que inspira la fe hecha vida de servicio al otro en el Padre de todos, quizá en esa esperanza está lo propio del evangelio.
A lo mejor no h e dicho nada que valga la pena. Pero por lo menos he intentado decir algo, explicar mi visión del problema. Por si sirve…
Mientras la trascendencia no ofrezca contenido absurdo y, por su misma entidad de ser trascendencia, no puede ofrecerlo como evidencia más allá del límite de nuestra experiencia racional, podrá ser admitido con plena libertad un horizonte sobre el que proyectar la esperanza humana sin reducirla a la simplicidad de mito como tarea u objetivo.
Cierto que donde se ofrece como tarea humana la salvación de la Humanidad, individual y universalmente considerada en la concreción real de tiempo y espacio en la que se halla situada la persona.
Esto aparece claro en lo más nuclear de la presencia de Jesús como testimonio humano y de su mensaje orientador o crítico para la realización y actitudes del ser humano.
Para mí que esa tarea es la reflejada en el llenar de agua las tinajas en las Bodas de Caná como precedente de que de ellas se pueda sacar vino del mejor y para el final de las fiestas de la Boda.
¿Por qué el empeño, unas veces desde las religiones y otras desde las posturas arreligiosas en plantear exigencias de afirmación o negación donde sólo cabe opción libre y responsable personal?
Procuremos ser ineludible y racionalmente científicos, en el campo de la inmanencia, como noble tarea humana, hasta llegar donde esté situado el límite de nuestra contingencia, y respetémonos la libertad de optar positiva o negativamente por la no absurda posibilidad de la realidad trascendente o absoluto del que, científicamente ni podemos afirmar, ni negar nada.
¿O se nos puede privar de enlazar nuestra esperanza inmanente con su objeto Trascendente?
¿Por qué no intensificar nuestro compromiso práctico en racionalizar la realidad en desmontar niveles de error, engaño o mentira sobre la PERSONA y sus RELACIONES a nivel de HUMANIDAD, para que, del acercamiento responsable a la Verdad, recibamos vivencias individuales y colectivas de LIBERTAD, JUSTICIA, AMOR y PAZ?
Para Yves Congar el purgatorio es un proceso de liberación.
Esta nueva visión ha marcado la reforma de la liturgia postvaticana de los difuntos. Se acentúa el carácter pascual de la muerte, retrocede el carácter castigador del juicio y se pone en el centro la bondad de Dios… (Wolfgang Beinert)
No he tenido lamentablemente la oportunidad de leer el libro de JJ…que seguro me encantaría, pero me atrevo con el permiso de él y de ustedes proponerles la lectura del libro Más allá de la Muerte de Leonardo Boff, que me parece refleja la visión de muchísimos cristianos hoy…sobre el tema
Tal vez para contestarnos que es la vida eterna, debamos a la vez profundizar que es el Reino de Dios, que es el Hombre Nuevo- que Son un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva…y que significa consagrar el mundo a Dios…¿Es decir responder cuál es nuestra Esperanza Cristiana?…y como el nacimiento de Jesús…nos hizo obreros…constructores en Él de esa Esperanza…Me parece que el libro de Boff, tiene…unos buenas linternas para iluminar el camino…hacia la respuesta de estas preguntas…Con cariño desde un Montevideo que de un calor agobiante, ahora con lluvia, nos llega un alivio…hayyyyyy…Gabriel
Soy un hombre interesado por las cosas del espíritu, pero del cristianismo poco me vale.
El cristianismo sirve para apuntalar el ego frente a su miedo a la muerte, le da una esperanza quimérica de perpetuarse como ego en un mas allá. Esta este cristianismo basado en las palabras, en el rollo estomagante y estéril. Pero lo que de verdad nos posibilita alejarnos del sufrimiento, es la espiritualidad que nos transforme. Sirve la oración contemplativa cristiana, SI, pero esta tecnología transformativa ocupa un muy reducido tanto por ciento del impresionante edificio religioso cristiano, hoy en peligro inminente de derrumbe.
Me sirve Jesús como referente de hasta donde puede llegar en principio cualquier ser humano, pues su amor por la humanidad no hubiese sido posible de no haber tenido una realización espiritual máxima. Y si Jesús fue un hombre, cualquier ser humano puede llegar como llegó el a esas mas altas metas del espíritu.
Creo que fue Kant, el que aniquiló la metafísica, y toda la teología es metafísica…
O sea, no nos vale la teología, mientras que esta teología no se convierta en el “dedo que señala la Luna”. Me refiero con esta expresión a que seria útil para el humano, una teología que apuntase y sugiriese la práctica espiritual transformativa, pero tenemos unos teólogos discutiendo estérilmente sobre “el sexo de los ángeles”.
“ A esta imagen responde una representación mítica del acontecimiento salvador que consiste en la encarnación del Hijo de Dios, preexistente, que muere para expiar los pecados de la humanidad, luego es resucitado por Dios, elevado al cielo y colocado a la diestra del Padre –siempre el lenguaje patriarcal y androcéntrico–. Es precisamente esa imagen la que hay que desmitificar, cree Bultmann, para que emerja el mensaje central del Evangelio, que es palabra viva de salvación para la humanidad.”
Está muy bien, pero que muy bien, desmitificar el nada mas (y nada menos…) que maestro iluminado Jesús. Es necesario.
Y me pregunto, “palabra viva de salvación para la humanidad.”. Las palabras pueden muy poco si no se acompañan de las obras (por ejemplo, practicas meditativas), y en segundo lugar ¿de que se ha de salvar la humanidad?. No se ha de salvar nada mas que del sufrimiento y el dolor.
En definitiva, considero que: podemos desechar por obsoleta e inservible teología y religión, y quedarnos como referente espiritual Universal de verdad…, con la figura de Jesús.
El éxito de la religión obedece a que cubre una necesidad psicológica de determinado tipo de humano. A pesar de tener malos administradores ha continuado a lo largo de los siglos. Pero estamos en la era de la postmetafísica, y por ende de la post religión dogmática, y de la post teología especulativa. Leed a Ken Wilber, y os convenceréis.
Totalmente de acuerdo con lo dxpuesto Por J.J. Tamayo. La escatología cristiana es un invento escolástico. Hay que revisar el concepto de salvación como acertadamente afirma Hans Küng en su libro SER CRISTIANO, págs. 447 y ss. editado por Trotta.