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La Buena Noticia (12/21)

EL EVANGELIO. PRIMEROS PASOS (6)

       

54. El leproso gritó a los cuatro vientos el mensaje (ὁ λόγος) vivido por él en sus propias carnes

        El relato donde Marcos lo cuenta avanza que el reinado de Dios está abierto a los excluidos. El del paralítico confirma que en la realidad social de ese reinado tiene cabida todo el universo humano. Tanto el leproso como el paralítico intervienen en el texto como personajes figurados. A sus actuaciones les sigue, en cambio, una nueva narración donde un personaje real aparece como coprotagonista. El encuentro de Jesús con él está descrito con una intensa brevedad. La participación de ese hombre en la escena ha sido reducida en el texto a dos verbos activos. Pero tal cortedad será suficiente para corroborar la autenticidad del mensaje lanzado a voz en grito por el leproso y la verdad del resultado obtenido por el paralítico gracias a su indesmayable audacia. El relato se lee así:

“Yendo de paso vio a Leví de Alfeo sentado al mostrador de los impuestos y le dijo:
– Sígueme.
Él se levantó y lo siguió”
.

        El sutil engarce entre la entrada de este relato (“Yendo de paso”) con todo el texto precedente ha sido llevado a cabo mediante dos puntadas. La primera guarda relación con el comienzo del bloque que analizamos (Mc 1,16 – 3,12). Este arrancaba del siguiente modo: “YENDO DE PASO junto al mar” (Καὶ παράγων παρὰ τὴν θάλασσαν) (1,16). La segunda establece una fina línea de continuidad con el final del relato del paralítico donde se indica que: “SALIÓ esta vez…”. Marcos, en ese final, dio noticia precisa del lugar adonde se dirigió “…a la orilla del mar…” (2,13a). Lo hizo usando la misma expresión empleada en el texto inicial de Mc 1,16: παρὰ τὴν θάλασσαν. Con ella alude al espacio simbólico (‘mar’) donde Jesús estrenó su tarea liberadora. Lo sucedido entonces “Yendo de paso” (Καὶ παράγων) está estrechamente entroncado con el acontecimiento que va a tener lugar.

 

55. “Yendo de paso…” habla de andadura

        El Galileo no está fijado a ningún lugar. Transita por los espacios donde bulle la gente. Yendo de camino, fijó su mirada en un personaje particular. Este es un ser humano real. Se le identifica no solo por su nombre, sino por el de su padre: “…vio a Leví de Alfeo…”. Marcos aporta dichos datos, pero no hay indicación respecto a que Jesús tenga conocimiento de ellos ni de que se haya relacionado previamente con esos sujetos. Tales cuestiones caen fuera del interés del evangelista.

        55.1. El nombre Leví (Λευί), siguiendo el criterio popular de la época, significa ‘El que se adhiere’

        En hebreo, Leví (לוי), parece derivar de la raíz לוה (‘unirse’, ‘adherirse’, ‘aliarse’) según se cuenta respecto al tercer hijo de Jacob en Gén 29,34: “Volvió a concebir, dio a luz otro hijo, y dijo: Esta vez mi marido se sentirá LIGADO A MI, pues le he dado tres hijos. Y lo llamó Leví”. Este significado (‘El que se adhiere’) adelanta lo esencial del relato. El patronímico Alfeo corresponde también al padre de otro discípulo, el llamado Santiago el menor, citado entre los Doce (Mc 3,18 y par.).

        55.2. El tal Leví no está ocioso

        Tiene un trabajo remunerado y se hallaba ocupado en su tarea: “…sentado al mostrador de los impuestos”. Pertenece al sector de la cobranza de tasas e impuestos. El hecho de estar sentado en la aduana donde se hacían los pagos de tasas por mercancías importadas es indicador de su categoría de empleado por cuenta ajena. Quienes ejercían su labor de cobro fijados a ese puesto estaban a las órdenes de los jefes de recaudadores de impuestos. Uno de ellos aparece en escena en el texto de Lucas: “Entró en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, QUE ERA JEFE DE RECAUDADORES, y además rico…” (Lc 19,1-2).

        La recaudación de las tasas aduaneras por entrada de mercancías en Galilea eran responsabilidad del tetrarca Herodes. Este, sin embargo, traspasaba el cobro a manos privadas por períodos anuales a cambio de una cantidad fija que el arrendatario debía abonar por dicha concesión. Los ingresos por encima de esa cantidad representaban el beneficio del recaudador privado. Unas entradas por debajo significaba un resultado negativo. Las tasas estaban convenientemente estipuladas, pero la granujería de los jefes de recaudadores agrandaba esos pagos con el fin de mejorar la rentabilidad del negocio y dar la máxima amplitud a su bolsillo. El robo consentido saltaba a la vista. Sus proporciones resultaban escandalosamente desmedidas; tanto, que el suculento beneficio daba para pagar a los trabajadores a sueldo, para el lujo, las comilonas y el enriquecimiento de los recaudadores.

        Los recaudadores se caracterizaban sobre todo por su mala fama. Estaban considerados impuros porque el dinero que llegaba a sus manos era fruto del fraude y el pillaje. Ellos y sus ayudantes del mostrador eran transgresores habituales de la Ley y vivían ajenos a sus preceptos. Se les tenía, pues, por descreídos. Siendo personas contaminadas, el solo contacto con ellos, con su dinero o entrar en sus casas contagiaba de impureza. Estaban excluidos de la vida social y religiosa y, en especial, de beneficiarse de la etapa definitiva, el anhelado reinado de Dios.

 

56. Jesús se ha fijado en el agregado a la injusticia del negocio aduanero

        El despreciado por el pueblo ha encontrado en él su medio de vida. Está plantado en el mostrador de la aduana ejerciendo su labor. Y Jesús, saltándose las pautas que dejaban de lado al hombre, se dirige a él: “…y le dijo:”. Contra toda lógica, no le exige arrepentimiento, bajar la cabeza, humillarse, declararse pecador descreído y pedir públicamente perdón. Tampoco le pide creer en Dios o en él como Mesías. Ni siquiera, para conseguir que cambie, le promete tener una vida más allá del tiempo. Marcos reduce las palabras de Jesús a la mínima expresión: “Sígueme”.

 

57. El enunciado: “sígueme” (ἀκολούθει μοι),

        compuesto por el verbo griego ἀκολουθέω (‘seguir’, ‘acompañar’, ‘adherirse’) y pronombre personal (en este caso el de primera persona en dativo: μοι, ‘a mí’), se usa en el NT casi exclusivamente relacionado con Jesús. “Sígueme” es la invitación de Jesús al discípulo. El seguimiento, ¡no la creencia!, marca la identidad del discípulo. Conlleva:

  1. Adherirse a su Proyecto.
  2. Acompañándolo con lealtad en su andadura.
  3. Estando comprometido con él en su misión.

 

58. El contratado aduanero respondió de inmediato a la invitación

        El primero de los evangelistas lo expresó igualmente con extraordinaria concisión para destacar así, esquivando añadidos, el único componente esencial de su invitación y de la respuesta a ella: “Él se levantó y lo siguió” (καὶ ἀναστὰς ἠκολούθησαν αὐτῷ). La frase está construida con simplicidad sobre la base de dos verbos. El primero de ellos, ἀνίσταμαι (‘levantarse’, ‘ponerse en pie’, ‘ponerse en marcha’), usado en participio ἀναστὰς (lit. ‘levantándose’), es sinónimo del empleado en la anterior escena del paralítico (ἐγείρω: ‘levantar’, despertar’, ‘alzar’) y se utiliza como él para asegurar que Jesús se ha levantado de la muerte.

        El trabajador por cuenta ajena, al igual que hizo el paralítico, no abrió el pico. La respuesta a la invitación al Galileo no lo necesita. Requiere, eso sí, movimiento. “Se levantó” alude directamente a la acción del aduanero a jornal fijo. Y de forma indirecta señala al estrecho lugar del que se levantó. Leví lo abandona. Esa maniobra revela su inteligencia. No es lo mismo un salario para subsistir que ser socio de una empresa y estar favorecido por una alta participación en sus inigualables beneficios.

 

59. “Y lo siguió” informa escuetamente de una adhesión sin titubeos del colaborador de la injusticia

        El verbo ἀκολουθέω (‘seguir’, ‘acompañar’, ‘adherirse’), el mismo usado por Jesús en su invitación: “sígueme”, se ajusta por completo a ella. El supeditado al ladrón e injusto jefe se suma al Proyecto de Jesús con lealtad a su andadura y comprometido con su misión liberadora.

        Levantarse y seguir al Galileo son dos acciones en sincronía con la respuesta que él reclamaba al anuncio del Evangelio: “Enmendaos y tened fe en esta Buena Noticia” (Mc 1,15). Adherirse a la realidad social del reinado de Dios iniciado con Jesús exige un cambio de actitud marcado por esos dos movimientos. A medida que avanzan los relatos, Marcos va explicando el sentido de tales actuaciones. Enmendarse y tener fe no se identifican con propósitos y creencias religiosas. Conciernen a los pies. Suponen dar un paso que cambia definitivamente la manera de entender la vida y vivirla.

        El asalariado de los ladrones ha entendido el Proyecto a la primera. Su rápida decisión demuestra haber percibido de inmediato los beneficios de dar un cambio radical a su vida. Se ha desenganchado del abusivo y odioso mostrador para embarcarse en la tarea universal del Galileo. Ese paso le ha supuesto abandonar la complicidad con la injusticia y optar por la lealtad fraterna. Ha pasado del desprecio y la soledad a la cordialidad y la alegría.

 

60. Marcos da cuenta de ello en un nuevo relato:

 “Y resulta que, estando él recostado a la mesa en su casa, muchos recaudadores y descreídos se fueron reclinando a la mesa con Jesús y sus discípulos; de hecho, eran muchos y lo seguían.
Los fariseos letrados, al ver que comía con los descreídos y recaudadores, decían a los discípulos:
– ¿Por qué come con los recaudadores y descreídos?
Lo oyó Jesús y les dijo:
– No sienten necesidad de médicos los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. No he venido a invitar a justos, sino a impíos
”.

        El verbo que abre el relato (γίνομαι: ‘suceder’, ‘acontecer’, ‘resultar’), escrito intencionadamente en presente (γίνεται; traducido: “resulta”), actúa como enlace con la narración anterior al tiempo que inyecta energía y concede actualidad a los hechos que se describen a continuación.

       

61. Los acontecimientos se desarrollarán en el entorno de una casa

        Allí está a punto de celebrarse una comida: “… estando él recostado a la mesa en su casa…”. Este comienzo, algo impreciso en referencia al sujeto, ha planteado dudas respecto a quién era el dueño de la casa. No parece lógico pensar en que la casa fuera la de Jesús, cuando ni aquí ni en ninguna otra parte de los evangelios se menciona que Jesús tuviera una casa. Sin contar, además, que fuera una vivienda con capacidad para tantas personas como aparecen en la narración. La unión del comienzo del texto con el final del anterior, cuya acción corresponde a Leví: “Se levantó y lo siguió”, parece indicar que la casa era su domicilio habitual. La alegría del cambio le ha hecho abrir las puertas de su hogar para celebrar una comida a la que ha invitado a un importante número de personas.

 

62. En esa celebración no podía faltar Jesús

        Le acompañan sus discípulos. Conforman un pequeño colectivo. Han sido, por tanto, incluidos en la invitación. Leví forma ya parte del grupo. Junto a ellos, toman asiento nuevos personajes: “…muchos recaudadores y descreídos se fueron reclinando a la mesa con Jesús y sus discípulos; de hecho, eran muchos y lo seguían”. Por su forma de describir el decorado y presentar a los actores que intervendrán en la escena, Marcos parece dejar claro que Leví actuaba como anfitrión, pero a Jesús le corresponde la presidencia de la mesa.

        Solo la entrada en esa casa suponía quedar contaminado. Sentarse junto a los sujetos nombrados agravaba considerablemente la impureza. Y meter la mano con ellos en la misma fuente compartiendo la comida significaba alcanzar el nivel de desprecio del que eran merecedores los integrantes de ambos gremios. Serán nombrados en tres ocasiones, aunque intercambiando el orden. Los citados ahora en primer lugar son denominados en el texto original griego con el sustantivo: τελώνης (‘aduanero’; traducido: ‘recaudador’). Eran, como Leví, los contratados para cobrar las tasas por mercancías importadas. A cada uno de los miembros de la otra camarilla reclinada a la mesa se le definía como ‘pecador’ (ἀμαρτωλός; traducido: ‘descreído’). El significado de ese vocablo griego está lejos de lo que hoy suele entenderse por ‘pecador’. En la cultura judía contemporánea a Jesús, se usaba ἀμαρτωλός atribuyéndolo a paganos ajenos a la religión judía o a judíos que no aceptaban la Ley divina y se portaban, por tanto, como gente irreligiosa. De ahí que la traducción más adecuada al sentido del término sea: “descreído”. Tanto los aduaneros como los descreídos tenían similar fama y se consideraban dignos de la más alta desconsideración y desprecio.

       

63. ¿Cuántos invitados había?

        Para completar el cuadro, Marcos aporta un apunte que insiste en el dato de la amplitud de seguidores de Jesús llenando el convite: “de hecho eran muchos y lo seguían”. El dato subrayando la abundancia (πολλοί: ‘muchos’) de comensales que seguían a Jesús puede parecer ambiguo. Pero su indefinición desaparece al observar que la cantidad (πολλοί) guarda relación con los “muchos (πολλοί) recaudadores y descreídos” que “se fueron reclinando a la mesa”. Marcos quiere hacer entender que la sala donde se celebraba el festejo estaba atestada de gente de mala fama. Y allí se encontraba Jesús, presidiendo la mesa y rodeado de impuros infractores de la Ley divina y sujetos irreligiosos alejados de Dios. Al parecer para sentarse a la mesa con Jesús no se necesita la religiosidad. El espacio característico donde Jesús afirma la vida no será el templo y el altar, sino la casa y la mesa.

       

64. Otra vez los Letrados inquisidores

        Una vez concluida la presentación de convidados a la celebración, Marcos descubre a unos personajes que contemplan, curiosos y extrañados, el cuadro de una sala abarrotada de indeseables. Son de nuevo los renombrados maestros de la teología: “Los fariseos letrados…”. En esta ocasión se indica al partido al que pertenecen. Se trata del grupo de los religiosos más afines a la tradición: “los fariseos”. El nombre ‘fariseo’ (φαρισαῖος) procede del arameo פרישיא (‘separado’). Eran los separados de la chusma y de las multitudes impuras. Se caracterizaban por su cumplimiento estricto de la Ley y ser defensores a ultranza de la tradición. Acérrimos garantes de la sagrada providencia y de los premios y castigos divinos, sostenían con extremo ardor la creencia en una vida futura. De la de aquí se encargaban ellos de organizarla, determinando quiénes merecían esa vida por venir y quiénes estaban excluidos del disfrute eterno. Como consecuencia, una de sus tareas fundamentales consistía en una incesante vigilancia para la corrección de los desvíos. Ellos juegan ese papel en esta narración. No participan de la fiesta, observan desde fuera: “…al ver que comía con los descreídos y recaudadores…”. Jesús es la pieza codiciada por esos tipos ‘separados’, distinguidos por la pureza y la ortodoxia. Los intransigentes religiosos están al acecho. Lo tienen en el punto de mira. El texto no lo dice explícitamente, pero lo plantea la lógica del relato. La preparación y la fina inteligencia del Lector no tendrá problemas para identificar la pretensión de cazar a Jesús en algún grave renuncio.

        Contemplan a los discípulos a inferior nivel. Buscan desprestigiarle ante ellos usando de su acostumbrada suavidad. Recurren, pues, con disimulo a un interrogante enmascarado de inocencia. Lo plantean para que los discípulos califiquen al Galileo. Ellos, los afamados teólogos, tras enjuiciar la situación, ya han elaborado sus conclusiones. Con su pregunta pretenden que los discípulos sigan su mismo análisis: Jesús está equivocándose gravemente. No es normal lo que hace. ¿Qué explicación puede ofrecer al actuar de semejante y tan pecaminoso modo?: “¿Por qué come con los recaudadores y descreídos?”.

       

65. Pero el Galileo está al tanto

        Se ha dado cuenta de la ruta seguida por los maestros de la religión, y les sale al encuentro: “Lo oyó Jesús y les dijo”. Al contrario de la forma de proceder de los fanáticos teólogos, Jesús va de frente. Ante el juicio escondido tras el interrogante a los discípulos, les presenta la razón de su manera de actuar. Lo hace utilizando un símil fácil de entender: “No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal”. Los teólogos yerran en su análisis. La clave de lectura de su comportamiento no radica en el cumplimiento, sino en la necesidad. La figura del médico sirve solo para dar fundamento a su propio menester cara a quienes precisan encontrar una salida a su soledad y su condena social como despreciados y excluidos. De hecho, el texto no habla ni de enfermos ni de sanos. El texto hace referencia a posiciones de prepotencia y dominio: “los que son fuertes” y, como contraposición a ellas, de inferioridad y sometimiento: “los que se encuentran mal”. La necesidad la tienen y la demandan estos últimos. El ejemplo expuesto permite a los teólogos deducir que ellos se hallan en el polo opuesto, emplazados en la esfera de los poderosos.

       

66. Jesús agrega al ejemplo un rotundo aserto aclarando el sentido de su misión:

        “No he venido a invitar a justos, sino a impíos”. El verbo griego ἔρχομαι (‘ir’, ‘llegar’, ‘venir’), utilizado para dar cuenta de la razón de su puesta en movimiento (“No he venido…”; οὐκ ἦλθον), es el mismo verbo empleado en Mc 1,14 para dar noticia del comienzo de la actividad de Jesús al llegar a Galilea decidido a recorrer la región anunciando el Evangelio: “Cuando entregaron a Juan llegó (ἦλθεν) Jesús a Galilea…”. Él ha llegado a aquella casa a proclamar la Buena Noticia del inicio del reinado de Dios e invitar a adherirse a esa realidad social a quienes la necesitan con urgencia. No es que Jesús no quiera invitar a los justos. Son ellos lo que no aceptan el reinado de Dios como lo ha planteado Jesús. No se mueven de la tradición. ¡Ellos no entran a la casa ni participan de la fiesta, se quedan fuera! Están por el templo, no por la casa; por el altar, no por la mesa. Critican la postura de Jesús al comer con descreídos. Con su afirmación, los denomina “justos” y los identifica con “los que son fuertes”; a los “impíos”, en cambio, los equipara a “los que se encuentran mal”.

        El Galileo había trastocado los principios religiosos tenidos por verdades inmutables. Los maestros de la teología, máximos responsables de la institución religiosa, están a bien con Dios. No reconocen el reinado de Dios propuesto e iniciado por Jesús. Lo rechazan. Consideran que Dios está de su parte. Ellos cumplen rigurosamente la Ley, expresión inconfundible de la voluntad divina. Tienen el dominio e imponen esa Ley divina. De modo que conocen con pelos y señales lo que Dios quiere. Y de ninguna manera coincide con unas actuaciones de Jesús opuestas a la Ley y, por consiguiente, a la voluntad de Dios. Ellos, por el contrario, cumplidores a rajatabla de todos sus preceptos, conservan punto por punto la Tradición y mantienen la sacralidad de la Ley. ¡Y se autoexcluyen del reinado de Dios presentado por Jesús!

        Para Jesús, sin embargo, la sagrada e injusta Ley, que margina a impuros, paganos y descreídos, está en contra del reinado de Dios, una realidad social, minúscula, aunque ya en marcha, que no discrimina a desobedientes, irreligiosos y separados de esa caricatura de Dios controlada por los maestros de la teología.

       

67. El Evangelio que proclamó el perturbador y rebelde Galileo no encajaba con los criterios tradicionales de la religión

       

Los ideólogos trataban de ponerlo en evidencia ante el pueblo. Pero a la multitud le resultaba atrayente su mensaje y su personalidad. La inquietante presentación en sociedad del Evangelio intranquilizaba a los líderes institucionales. No era para menos; la puesta en marcha del reinado de Dios demostraba la ineficacia de la teología e invalidaba la Ley. Algunos descreídos dieron su adhesión al Proyecto. A otra mucha gente, aquella praxis de Jesús le dio que pensar.

 

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  APORTACIONES

4 comentarios

  • carmen

    Haaala.
    Me he vuelto a equivocar.Y por qué sale en negrita?Pues nada. Sorry. Esto es para José Miguel, pero en el artículo siguiente de Salvador Santos.

    Acabo de leer el comentario de Ramón Ayala ., lo que nos faltaba ya. Meter a Marx en esto. A la iglesia católica y no sé qué más.  Uuuuuufffffff. Pues no habíamos quedado que esto va de estudio de Jesús y sus cosas? Pues por aquel entonces ni existía la iglesia ni Marx. De verdad que, no entro más, hasta el próximo. Y, calladica que estoy más bonica que ná.
    Pero, es una exégesis.

  • carmen

    Pues Juan Miguel. Hace treinta o cuarenta comentarios que me perdí.

    A ver si lo puedo explicar. Voy y leo que a Cristina no le parece un texto , a ver, ni histórico ni nada. Y le digo, porque es una exégesis? A partir de ahí empezó a liarse. Ella que no, yo que sí. El resto como si no conociera el trabajo de Salvador Santos. Para poner paz, en su papel de moderador va Antonio Duato y dice, muy interesante el diálogo, y dice también, carmen defiende a su amigo. Bueno y bueno. No lo defiendo. Digo qué tipo de texto es el que he leído.

    Y ya, o sea. Las neuronas se me enredaron y volví a mí teoría del manojo de neuronas, consiste en que llega un momento en que las neuronas se me enteran por los axones y no entiendo nada. Pero que ni sé de qué hablamos. Todo se mezcla, lo bueno que es salvador, con la exégesis, el texto histórico, el griego, el antiguo testamento griego, la eiségesis…uf.

    Resumiendo. Me quedo con la exégesis de Salvador Santos. Porque es una exégesis.
    Ha sido divertido
    No intentes entender demasiado, tus neuronas pasarán a modo ramillete.
    Buen día.

  • Juan A. Vinagre

    Aporto esta reflexión hecha a raíz de la lectura del artículo de S. Santos.

    -El “Sígueme” de Jesús al recaudador Leví -un “mandado” del Poder del Dinero incompatible con el Reino que anuncia-, hace pensar que lo peor no son los recaudadores, sino el gran poder que los utiliza, que impone servidumbres y abusa incluso del que no tiene. El Reino de Dios es especialmente incompatible con el Poder que utiliza recaudadores. Estos son más capaces de reconocerse pecadores… y de cambiar que los detectores del Poder.

    -La otra reflexión es que el “seguimiento” implica más una forma de vida solidaria -obras- que de ideas o prácticas religiosas. En suma, que el orden de prioridades es de tipo práctico, no  teórico, de doctrinas o creencias. Éstas no deben prevalecer sobre las obras. 

    -Sin embargo, la iglesia clerical-docente a lo largo de la historia ha ido transformando, revisando ese orden de prioridades y de valores, de modo que en la práctica -en la práctica- las doctrinas han prevalecido sobre las obras, incluso hasta convertir a muchos letrados en inquisidores…

    -Lo que lleva a pensar en la necesidad de revisar y enmendar ese tipo de seguimiento, a fin de que la  Fraternidad-Iglesia, creada por Jesús, vuelva a su cauce…  La Navidad nos invita a renacer, y a hacer más auténtico el seguimiento evangélico. La Iglesia -liberada del lodo, de mucho lodo- tiene que responder con obras a ese si tú me dices ven…

  • carmen

    Madre mía, Salvador.Esto está escrito para personas como yo. Leprosos, recaudadores de impuestos, mujeres y…gente de mal vivir, como los murcianos.Me encanta. El bálsamo de fierabrás se queda a su lado en una simple crema antiinflamatoria de efecto local y pasajero.

    Gracias. Una gozada leer lo que escribes.