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El genocidio israelí: ¿suprema expresión del paradigma moderno?

Vamos directamente al asunto. La represalia del estado de Israel al acto de terror del 7 de octubre perpetrado por Hamas de la Franja de Gaza está siendo totalmente desproporcionado. Tenían derecho de autodefensa garantizado legalmente, pero con el pretexto de capturar y matar terroristas pusieron en marcha su sofisticado arsenal bélico. Han destruido cientos de edificios, asesinado a miles de niños inocentes, mujeres y un sinnúmero de civiles. No se trata de una guerra sino de un verdadero genocidio y limpieza étnica, como fue denunciado por el secretario de la ONU António Guterres. El afirmó: “la Franja de Gaza se ha transformado en un cementerio de niños”. Hoy esto ya es consenso entre los mejores analistas y notables humanistas.

Ningún organismo internacional y ningún país ha salido en defensa de los desesperados palestinos, revelando una completa insensibilidad, particularmente de la Unión Europea, aliada y acólito de los Estados Unidos. Imbuida del espíritu de poder/dominación, no hace nada, como si fuese propio de la guerra todo tipo de crímenes, inclusive el genocidio, como lo hicieron durante siglos por todo el mundo. El presidente Joe Biden declaró su apoyo incondicional a Israel, lo que equivale a darle carta blanca para que haga una guerra sin restricciones, usando todos los medios. La humanidad está horrorizada ante el cuadro de exterminio y de muerte en la Franja de Gaza.

Estamos ante una total irracionalidad e inhumanidad que da miedo. Por más que nos cueste aceptarlo, debemos sospechar, especialmente nosotros que vivimos en el Gran Sur, otrora colonizado y hoy sometido a una recolonización, que el presente genocidio estaría inscrito en el paradigma occidental moderno y mundializado. Este paradigma perdura desde hace siglos y todavía está vigente. ¿Por qué este cuestionamiento tan duro?

Sigan el siguiente raciocinio: ¿cuál es el sueño mayor y la gran utopía que daba y todavía da sentido al mundo moderno desde hace más de tres siglos? Era y sigue siendo el desarrollo ilimitado, la voluntad de poder como dominación sobre los otros, las clases, las tierras a conquistar, sobre otras naciones, sobre la naturaleza, la materia hasta el último topquark, la propia vida hasta su último gen y sobre toda la naturaleza en sus biomas y en su biodiversidad. La centralidad la ocupa la razón. Sólo se acepta lo que pasa por sus criterios. Más que el “cogito, ergo sum” (pienso, luego existo) de Descartes es el “conquero, ergo sum”(conquisto, luego existo) de Hernán Cortés, conquistador y destructor de México, que expresa la dinámica de la modernidad.

Los Papas de la época, Nicolás V (1447-1455) y Alejandro VI (1492-1503) otorgaron legitimación divina al espíritu de dominación de los europeos. En nombre de Dios, concedieron a las potencias coloniales de la época, a los reyes de España y Portugal “la facultad plena y libre para invadir, conquistar, combatir, vender y someter a los paganos y apropiarse y aplicar para su uso y utilidad, reinos, dominios, posesiones y bienes de ellos descubiertos y por descubrir… pues es obra bien aceptada por la divina Majestad que se abatan las naciones bárbaras y sean reducidas a la fe  cristiana” (P. Sues, A conquista espiritual da América Espanhola, documentos, Petrópolis 1992, p.227).

Francis Bacon y Descartes, entre otros fundadores del paradigma de la modernidad, no pensaban otra cosa distinta a los Papas: el ser humano, debe ser “maestro y señor de la naturaleza” que no posee ningún propósito, pues es solamente una mera cosa extensa (“res extensa” de Descartes) puesta a nuestra disposición. Se debe “meter a la naturaleza en una camisa de fuerza, presionarla para que entregue sus secretos; debemos ponerla a nuestro servicio como una esclava” (Francis Bacon).

¿Para qué todo eso? Para desarrollarnos y que fuéramos felices, pretendían. La ciencia y la técnica, la tecnociencia, fueron y aún siguen siendo los grandes instrumentos del proyecto de dominación. Para someter hasta la dominación, tenían que descalificar a los sometidos y colonizados: están más cerca de los animales que de los humanos, son sub-humanos. Recordemos la famosa discusión del gran Las Casas con Sepúlveda, el educador de los reyes españoles. Este último sostenía que los pueblos originarios de América Latina no eran humanos y dudaba de que tuviesen razón. Algo parecido afirmó el ministro de Defensa israelí, Y. Gallant, sobre los terroristas de Gaza:  son “animales-humanos y deben ser tratados como tales”. Los nazis comparaban a los judíos con ratones a ser erradicados.

El hombre occidental europeo, hijo del paradigma del poder/dominación, tiene una inmensa dificultad para convivir con el diferente. La estrategia habitual es marginalizarlo o incorporarlo o eventualmente, eliminarlo. En esa visión de mundo se debe definir siempre quién es amigo y quién es enemigo. A este se le puede difamar, combatir y liquidar (el jurista de Hitler, Carl Schmitt). No nos admira que los europeos cristianizados provocasen las principales guerras en el continente o en las colonias, causando más de 200 millones de muertos. Su cristianismo fue solo un adorno cultural, nunca una inspiración del Nazareno para una relación fraterna y para una ética humanitaria.

Todos, con razón, nos horrorizamos con el Holocausto que llevó 6 millones de judíos a las cámaras de gas de los nazis. Pero veamos el pavoroso Holocausto ocurrido en América Latina (Abya-Yala como la llaman los pueblos  centroamericanos). En nombre de la objetividad de la visión de la razón, eliminó la emoción y el corazón. Esto deslegitimó nuestra dimensión de sensibilidad, nuestra capacidad de afecto.

Es el corazón el que siente, ama y establece lazos de cuidado con los otros y con la naturaleza. No se oye el latir del corazón que identifica valores y funda una ética cordial y humanitaria.

Bien decía el Papa Francisco en su primer viaje a Lampedusa donde llegaban los fugitivos de la guerra de Oriente Medio o de África: “el hombre moderno ha perdido la capacidad de llorar y de sentir al otro como su semejante”. Como Netanyahu y su gobierno no reconocen la humanidad de los terroristas de Hamás, han decidido prácticamente exterminarlos con los medios letales más modernos. ¿No hemos llegado al extremo del paradigma de la modernidad? Es susceptible de desencadenar una guerra global en la que la humanidad podría desaparecer, junto con gran parte de la naturaleza.

¿Cómo salir de este impasse? En primer lugar, tenemos que rescatar los derechos del corazón. No basta el logos, necesitamos también el pathos. Debemos llenarnos de veneración ante la grandeza del universo y de respeto ante el misterio de cada ser humano, hecho hermano o hermana y compañero/a de aventura terrenal. No negamos la razón necesaria para explicar la complejidad de las sociedades contemporáneas. Pero rechazamos el despotismo de la razón. Esta debe ser enriquecida por la razón sensible y cordial. Mente y corazón unidos, pueden equilibrarse mutuamente y evitar las tragedias de las guerras y los genocidios de nuestra sangrienta historia, particularmente este que, horrorizados, estamos vivenciando en Tierra Santa y, en especial, el que se está cometiendo en la Franja de Gaza. Que el cielo oiga el llanto de los niños que han perdido padre, madre, hermanos y hermanas bajo los escombros. Son supervivientes de la gran tribulación (cf.Apoc 7,14) y nos llenan de compasión.

*Leonardo Boff escribió Direitos do coração, Paulus, São Paulo 2015.

Traducción: María José

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  APORTACIONES

6 comentarios

      • Antonio Duato

        OK.
        También está el testimonio de la fundación y orquesta Said-Baremboi. So cosas que dan esperanza. Pero mientras no se cumplan las resoluciones de la ONU y los pactos de dos estados, aceptados por los dos lados, el odio seguirá creciendo. Y más que nunca como fruto de esta guerra…

  • Edmé

    En 1947 no existía ni Palestina ni Israel, pero los judíos sionistas consiguieron independencia de los Británicos y formaron Israel. La idea de una nación Palestina no salió a la luz hasta 1964, con la creación de la PLO. Todo lo que está pasando son horrores y errores, que alguien imponga la Paz.

  • Antonio Duato

    Verdaderamente el grado de violencia a que está llegando el estado de Israel en su reacción contra Hamás y contra el pueblo palestino en respuesta a un acto de terrorismo lanzado contra militares y civiles (verdaderamente condenable) el pasado 7 de octubre, supera todo lo que podríamos imaginar. 

    Es un veradero genocidio, como el que sigue atribuyendo a Turquiía hace cien años contra el pueblo armenio. Aún hoy lo sigue negando en gobierno turco, porque aquellos dos o tres millones fueron expulsados de sus tierra y exterminados de frío y hambre cuando no fusilados en tierras muy lejanas. Hoy se está haciendo lo mismo frente a las cámaras y las pantallas de los móviles, pues essa población lleva ya sobreviviendo gracias a instituciones humanitarias (como Medicos o Periodistas sin fronteras cuyos miembros asombran por sus testimonios y víctimas) y a organizaciones de la misma ONU, presente entre los palestinos.

    Pero se equivoca quien piense que esto es por odio. Es por ambición y voluntad de poder. Para expulsar a esas molestas ratas de Gaza de unas tierras y costas que se están mostrándose como la mayor promesa de reservas de gas. 

    Lo que pasa es es que la gran supremacía militar de Israel se está mostrando más ineficaz para ganar esta guerra contra Hamás, como lo fue el gran poderío americano para derrotar al Vietcong. Precisamente con las tácticas de lucha subterránea y urbana con que habían expulsado a los franceses, los vietnamitas hicieron perder la guerra a los enormes Estados Unidos. 

    Y hoy, a esas tácticas de resistencia se une la vulnerabilidad de las modernas técnicas de información e información preventiva con la que Israel estaba tranquilo y seguro sin esperar que los palestinos pudieran saltárselos tan inesperadamente ese 7 de octubre. Y hoy, por mucho que intenten descubrir las defensas subterráneas o pidan con octavillas información al pueblo, parace que no pueden hacer un alto el fuego sino seguir limpiando de civiles le territorio, destruyendo todo con bombar y excavadoras en busca de las madrigueras de Hamas.

    No, no puden parar el fuego hasta no alcanzar la imposible victoria. Solo la presión mudial o la rebelión interior de los jóvenes israelíes, como paso en USA, podrán conseguir que Israel acepte la derrota, como hiciron los estadounidenses en Vietnam.

  • Juan A. Vinagre

    Hago esta reflexión no solo como comentario al artículo de L. Boff, que denuncia la barbarie que se está cometiendo en Gaza…  Estas barbaries-crímenes tienen su historia, que debería ser maestra para aprender-asumir que debido a errores bárbaros anteriores -siempre “justificados”, pero que deben repensarse-, volvemos a repitir estos crímenes, tan graves como los de hace siglos y milenios…  ¡Qué poco hemos avanzado como seres humanos!  Hemos avanzado en tecnologías, pero apenas en humanidad. Las estructuras de nuestras sociedades -políticas, económicas y religiosas- en el fondo siguen siendo “poderosas”; es decir, dominadoras, selectivas, discriminadoras, deshumanizadoras… Por eso estas guerras, que deberían avergonzarnos, definen el nivel de nuestro desarrollo humano; señalan el nivel de nuestro razonamiento cognitivo y axiológico-moral. De ahí que dediquemos más esfuerzo -y dinero- a investigar en armas y en tecnología (ahí está la IA) -que incrementa el poder y el dominio- que en desarrollo humano. Invertimos y crecemos más en tecnologías que en Humanización; gastamos más en consumismo -un nuevo ídolo- que en cultivar-madurar un corazón nuevo, que permita una convivencia más lúcida y armónica. El Poder, las patrias, la etnias, las lenguas, los mitos… tienen sometidas nuestras mentes, nos tienen secuestrados en una caverna. Con esos mitos, muchos tratan de controlar mentes y adhesiones…  El hombre, el ser humano (¿en general?) parece que aún no se ha encontrado a sí mismo, lo que no le permite tomar conciencia de lo que realmente es…   Y sin encontrarse a sí mismo y no tomar conciencia de lo que realmente es -o está llamado a ser- no es posible un progreso auténtico humanizador, que nos haga más sapiens y maduros.

    NOTA: Los sucesos que están ocurriendo estos días en España -y fuera de España-, los enfrentamientos y las razones que se dan para justificarlos, ¿son propios de homo sapiens o más bien de presapiens, o “insipiens” como dice L. Margulis?   Muchas veces más que sapiens somos homines viscerales”. ¡Pura estulticia! Sin embargo, pese a todo, ¡yo creo en la esperanza! El hombre y la vida tienen sentido más profundo…