Adelanto la posibilidad de que, terminada la lectura de esta reflexión “eclesiástica”, no les parezca a muchos “impío y blasfemo” y anatematizable de por sí, el titular que la preside.
La Iglesia con su jerarquía al frente y como responsable, se mantiene y es lo que es como institución, gracias en gran parte al sistema económico en el que se fundamenta. La compraventa de milagros y milagrerías resulta ser, y así es propalada a diestro y siniestro, como fórmula, fuente y manadero de ingresos, al expresar su criterio acerca del tema. De siempre se aseveró, con visos de verdad absoluta, que el ”dinero suena en exceso en torno al altar “. Al igual se adoctrinó que a cuanto se relaciona con su fin principal que es la redención, se le denomina “el negocio o economía de la salvación eterna”. “Negocio” y “beneficio económico” han de ir de la mano sempiternamente en la práctica que se dice y profesa en calidad de “religiosa”.
Y es que la historia, por historia y por eclesiástica, así lo confirma. Cruzadas, “guerras santas”, no pocos proyectos de misiones y campañas evangelizadoras en principio, reliquias y relicarios de los ya aposentados –y aposentadas– en el Santoral, que se conquistaron o compraron monasterios, santuarios veneración y culto justificarían después la rentabilidad de tales lugares y objetos sagrados. Las fórmulas habituales habrían de ser, y son, los “Años Santos” y sus indulgencias, peregrinaciones y promesas, con sus respectivas limosnas de agradecimiento por los bienes ya recibidos, o por recibir, materiales o espirituales. (El de las indulgencias, con mención sacrosanta para las llamadas “plenarias”, sería capítulo aparte, imprescindible en la eclesiología y en la economía).
El caso y la ocasión que explican estas consideraciones catequísticas se relacionan con la actualización, posiblemente definitiva, de la culminación del proceso de canonización del ya beato don Álvaro del Portillo, quien substituyera a san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del “Opus Dei”, la “Obra de Dios” por antonomasia. Para ponerle fin felizmente a tan anhelado proceso canonizador falta tan solo la constatación de un milagro o “hecho que no puede ser explicado por las leyes de la ciencia o de la naturaleza y que se considera realizado por intervención divina o sobrenatural”. Según noticias recientes un hecho con tales características acaba de ser registrado, con la firma e intervención directa de don Álvaro del Portillo, cuya intercesión personal, fuera invocada, a falta del “Visto Bueno” –“placet”– del Dicasterio de las Causas de los Santos, y de la fijación de la fecha de evento tan glorioso en Roma.
A nadie se le puede ocultar lo dificultoso que resultará la constatación de que determinado milagro “supera las leyes de la naturaleza, reafirmando la intervención divina “, al igual que el dato de que su única y verdadera explicación se le debe a la intervención personal de don Álvaro, y no se otro intermediario, ante Dios. Pero así lo mandan los cánones y así “se hacen” santos a los santos, que a su vez y por definición, además de “intermediarios ante Dios”, fueron y actuaron de “ejemplos de vida cristiana”, durante su estancia en la vida terrenal.
No cabe duda de que estos procesos les suponen a sus promotores directos –en este caso al “Opus Dei”– gastos cuantiosos. ¿Cuánto cuesta hacer hoy santo a un santo o santa y elevarlos “al honor de los altares”? Es pregunta cuyas respuestas entrañan muchas y misteriosas respuestas y estas, no siempre ejemplares. Solo la concentración masiva que exige y presupone el “festejo” devoto en la Ciudad Eterna y su movilización desde tantos países, tasas, eslóganes, estampas y recuerdos piadosos sobrepasan cifras ostentosas. Por lo que respecta concretamente al Opus, “en horas bajas” en la actualidad eclesiástica, está de más predecir que no se escatimarán medios para que la peregrinación-concentración rebase toda ponderación divina y humana.
Asumido ya casi por todos que, hoy por hoy, la Iglesia no está para estos “festejos” y menos los canonizadores, es elementalmente religioso y de catequesis, proclamar la necesidad urgente que padece el Santoral-Año Cristiano en la liturgia, referente a su revisión y reforma. Sus extravíos e irregularidades son muchas y graves, a los que además y aún en la actualidad todavía se engrosan con “compromisos” ya adquiridos
Esto no obstante, por ahora, y casi siempre con rigor canónico, así “se fabrican” los santos, la mayoría de ellos de espaldas al pueblo y sin directa intervención del mismo, que es –debiera ser– su canonizador infalible.
Pues hace unos años me entró una de esas que me entran fuerte, de esas típica de los murcianos, que decimos: por aquí meto la cabeza y…
Veía injusto que mi monja fundadora fuera santa y la monja que removió Roma con Santiago en Murcia para construir un colegio donde estudiasen niñas sin recursos, pues nada. Una historia larga, pero como sé que hay gente que me recomienda que escriba un libro porque esas cosas aquí no interesan, pues no la voy a contar.
Solamente diré que asistí a su entierro junto con mis padres. Impresionante. Toda Murcia. Toda. Gente guay y muchiiiiisima gente de Huerta. A mantas.
Bueno, pues se celebraban los cincuenta años de la fundación del colegio y…Y le escribo a mi amigo el Segre. Y le pregunto. Qué tengo que hacer para empezar el proceso para que hagan santa a una persona?Todavía tiene que reírse cuando se acuerde. Con ese trato exquisito que tenía hacia mi personica porque estoy convencida de que pensaba que mi cabeza, en fin, ya saben. Pues me dijo, riéndose entre líneas, que eso fácil no era. Lo primero que hay grados. Algo así como sierva de Dios, beata, o venerable, y luego Santa.Que ese proceso era largo y que normalmente lo presentaba la congregación. Porque fácil, pues no.
Y pregunté y hablé y hablé y…nada. Lo único que se consiguió fue que en el salón de actos del colegio haya una foto grande, grande de la fundadora y otra de igual tamaño de la madre Marcelina. Veneración absoluta por parte de todo el mundo que la conoció. Absoluto. Aunque tenía un pelín de mal genio.De tema económico no me dijo nada el Segre. Lo deduje solica, como soy de ciencias…
Y luego están los santos súbitos. Hace poco tuvimos uno. Pero da igual. Hay personas que son hijas de Dios, en el sentido judío de la palabra. Tengan o no tengan el título de Santas.Fin.
De acuerdo con Carlos en la futilidad de estas críticas que carecen de interés y no construyen algo mejor…
Sobre las canonizaciones, el milagro es realizado por Dios por intercesión de la fe de la Iglesia como señala Juan V… Desde los tiempos apostólicos existe la oración intercesora en la Iglesia por medio de los mártires y confesores de la fe, los más próximos a la santidad de Cristo…
Es por eso -que así como nuestros amigos de la tierra nos hacen favores- también los bienaventurados de la gloria- en su oración perpetua pueden orar a la Misericordia divina por nosotros y nuestras necesidades siempre en nombre de Jesús, Mediador Universal de todo y de todos.
Hasta pasado el año mil, la declaración de “modelos de santidad” en la Iglesia, era por “voz popular”, por fama o consenso general. Esto es lo que equivale a una “canonización” . Como empezaron los abusos, los obispos primero y después el Papa establecieron el discernimiento oficial de candidatos idóneos para los altares en un elaborado proceso canónico.
No se trata de una “definición” directa a pesar de las palabras de la fórmula del Papa. No se define una “verdad de fe”. Es una declaración formal de que aquella persona “es santa” según los testigos de sus “dichos y hechos”. La declaración de “santo es para “esta vida” ya que su veneración se puede considerar un objeto de “culto” como oración intercesora ante Dios. Siempre existe la presencia de Cristo cuando pedimos por intercesión de un santo. Y es El, el que responde nuestra oración intercesora. Santo Tomás de Aquino considera la canonización dentro de la pràctica piadosa de la Iglesia
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Con eso de que lo que dice Antonio Aradillas son críticas futiles que carecen de importancia, estoy plenamente en desacuerdo.
Y conste que declaro este desacuerdo que voy a explicar como una persona más interviniente en Atrio, no como moderador y menos como “dueño del balón” como a veces dice Valderas, Que parece ignorar, aún sabiendo tanto de ciencia y teología, el sentido de Atrio y el animus de esta personilla, que se siente amigo y sintonizado para siempre con quien algún día fue su venerado director espiritual: el humilde dominico moralista, venerado por mi como santo sin canonización, Antonio Sanchis Quevedo. (Por cierto, recomiendo un artículo y debate de 2012 en ATRIO, donde Valderas -“Ludovico” entonces- y yo hablamos de Sanchis, en un interesante dialogo entre otros que os gustará releer: https://www.atrio.org/2012/02/nueva-censura-a-un-teologo-por-temas-de-moral-sexual/ ¡Qué importante es mantener estos diálogos vivos, razón de ser de la nueva fundación!)
La permanencia de esa práctica de la Iglesia -la veneración de santos como intercesores y probar su santidad por milagros atribuidos a su intercesión-, no tiene verdadera teología que la sustente. Sino solo creencias adheridas posteriormente que sirven solo a alejar a la gente que piensa y contituyen un muro para que las personas de hoy acepten la verdadera y depurada fe. Hasta el mismo papa que se esfuerza tanto en hablar de Dios como de “todos, todos, todos”, siempre amoroso y sabedor de lo que nos hace falta, haría bien en conocer y acoger en la práctica la teología sobre la oración de petición de Torres Queiruga. ¿Qué tema puede haber memos futil y más interesante que este?
Comparto lo que dices, Antonio D. No hay base teológica para afirmar que un milagro es obra de Dios para confirmar la santidad de alguien. El milagro, en palabras de Jesús, es obra de la fe del suplicante, no para confirmar los méritos de ningún “siervo de Dios”. Por eso, reitero que tanto antiguamente como hoy, han intervenido factores demasiado humanos en el rechazo o retraso o en los adelantos de canonizaciones de santidad… En varios casos recientes, algunas canonizaciones parecen más canonizaciones “políticas”… Parecen canonizaciones que pretenden sostener que Dios está con el “partido” del poder religioso que canoniza. ¿En este caso no se trataría de una manipulación de Dios -del nombre de Dios- para afirmar que Él está con ese “partido” -y con sus posicionamientos religiosos-, y así reforzarlos más? Por eso me pregunto si, en algunos círculos religiosos, no se estará manipulando el nombre de Dios con el fin de promocionar obras e intereses, no precisamente evangélicos. Uno-a puede ser buena persona -relativamente: nadie es bueno sino solo Dios- y entregada al servicio del Reino de Dios -que es prioritariamente atención a los seres humanos-, y no siempre ser un modelo o ejemplo a imitar, como para canonizarlo. En estos casos debemos pensarlo bien, antes de declararlos como modelos evangélicos. No rebajemos tanto el modelo, para realzar una obra o modelo de vida que parece menos evangélico. Como en su día dijo el card. Martini: hay hombres de Dios que no merecen el honor de declararlos santos, porque no siempre son -han sido- modelos evangélicos; porque han ocupado demasiados primeros puestos y protagonismos… o porque su palabra era la ley.
Muchas veces tocados, analizados, denunciados y…todo sigue igual .
Un abrazo, señor Aradillas.
Llevo ya mucho tiempo, pensando que esos artículos de Aradillas de denuncias de temas eclesiales ya tantas veces tocados tienen muy poco interés y son bastante aburridas
-Solo un comentario -aunque en este caso sea desfavorable-, hecho no por el placer de criticar sino con la intención de repensar ciertas enseñanzas y ciertas prácticas “pías”, realizadas por decisiones de la iglesia jerárquica clerical, pues tratan de compaginar lo incompatible: Dios y dinero.
-Dinero-poder que se reviste de cristiano con indulgencias, incluso ¡plenarias! (el cielo se compra con dinero), de peregrinaciones, de años santos, de canonizaciones ostentosas…, que al menos en algunos casos parecen lejos del Evangelio. (¿Éstas no son canonizaciones políticas?) Pensar que ciertas basílicas se construyeron y pagaron con el dinero de indulgencias -y alguna es la sede de Pedro-, ¿no es un tema para repensar, incluso algunas enseñanzas y ciertas decisiones prácticas?
-Y más aún: ¿Ciertas canonizaciones no ofrecen un tufo parecido a las indulgencias? Si es así, como parece a muchos -las canonizaciones cuestan un pastón, y al parecer en algunas cuelan más que mosquitos-, los pecados nefandos de bastantes obispos, cardenales y papas, son más graves y están más lejos del Evangelio que ese tipo de “indulgencias” que tanto “santifican”?
-Los milagros: Jesús enseñó que es la fe del suplicante la que produce los milagros, no los “méritos” del-de la venerable… ¿Atribuir al venerable ese milagro tiene claro respaldo evangélico?
-Quizá sea ya hora de volver a revisar el santoral y dejar en él solo a quienes han sido un verdadero modelo de vida evangélica, sencilla, fraterna, solidaria, humilde, no ostentosa… ni adinerada… ni amiga del poder… Quizá -y sin quizá- sea la hora de repensarnos como cristianos, seguidores del Jesús del Evangelio. Repensarnos todos, comenzando por la iglesia-poder, que no sirve o sirve poco.