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¿La agroenergía sirve a la vida o al capital?

En un artículo anterior abordábamos la energía como uno de los mayores enigmas del universo, especialmente la Energía de Fondo que sustenta el cosmos y cada ser. Ahora vamos a concentrarnos en la agroenergía, la más ansiada en los días actuales a causa del agotamiento creciente de la matriz energética fósil. Es como una especie de Arca de Noé salvadora del sistema actual.

Naturalmente, la energía, poco importa su tipo, es imprescindible para todo, particularmente es el motor de la economía de mercado, y para todas las civilizaciones.

Quien quiera tener un resumen bien fundamentado del tema en una perspectiva global, pasando por los países productores y analizando los principales agrocombustibles y la bioenergía en general, debe leer el libro de François Houtart, La agroenergía: solución para el clima o salida de la crisis para el capital (Ed. Ruth, 2009). El autor, sociólogo belga, es muy conocido en todo el tercer mundo por haber creado en Lovaina un Centro Tricontinental donde forma cuadros del más alto nivel, venidos del Gran Sur, entre ellos muchos brasileros, para actuar de forma transformadora en sus respectivos países. Es uno de los fundadores y animadores del Foro Social Mundial.

La utilización de energías renovables obedece a dos imperativos: el primero, la corta longevidad, cerca de 40 años, del petróleo; del gas, 60 y 200 para el carbón. El segundo, es la protección del medio ambiente y el control del calentamiento global que, si se descuida, pondrá en peligro toda la civilización.

Así y todo, un sustituto de la energía fósil no es alcanzable aún a medio plazo. En 2012 la agroenergía representará solamente el 2% del consumo global y podrá llegar en 2030 al 7%, suponiendo que se utilice el conjunto de las tierras cultivables de Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur. Si se utilizaran todas las superficies productivas de la Tierra alcanzaría el equivalente a la producción de petróleo, que es de mil cuatrocientos millones de barriles/ día. Las demandas actuales se elevan a tres mil quinientos millones, tendiendo a subir. Aquí surge un impasse sistémico, que debería de obligar a pensar en otro modo de producción y de consumo, menos energívoro.

Si hubiese sentido de futuro colectivo, compasión para con la humanidad sufriente, gran parte de ella sometida al hambre, la escasez de agua potable y todo tipo de enfermedades, y si predominase el cuidado de la Madre Tierra contra la cual estamos llevando a cabo una guerra total, en el suelo, en el subsuelo, en los aires, en los ríos y en los océanos, pensaríamos seriamente en cómo encontrar un modo de habitar el planeta con más sinergia con los ritmos de la naturaleza, con responsabilidad colectiva para la inclusión de todos y con benevolencia hacia la comunidad de vida. Ahora sería la gran ocasión. Pero nos falta sabiduría y todavía creemos en las posibilidades ilusorias del desastroso sistema capitalista que nos ha llevado al impasse actual.

El drama que envuelve a las energías alternativas reside en el hecho de que han sido secuestradas por la lógica del capital. Éste tiene como objetivo el lucro creciente y nunca toma en consideración las «externalidades», que no entran en el cálculo económico (como la degradación de la naturaleza, la polución del aire, el calentamiento global, el crecimiento de la pobreza). Solamente se toman en serio cuando son tan negativas que perjudican el sistema del capital. Por eso, no nos engañemos con las empresas que alardean del carácter «verde» de su producción. Lo «verde» vale, siempre que no afecte los lucros ni disminuya la capacidad de competencia.

Hay que decirlo con todas las palabras: la búsqueda de energías alternativas limpias no pretende forjar formas de salvar al género humano y sus capacidades vitales, sino que busca preservar la suerte del sistema del capital con su lógica del gana-pierde.

Ahora, este sistema, con flexibilidad y adaptación estremecedoras, es capaz de producir ilimitados bienes y servicios, pero siempre a costa de la dominación de la naturaleza y de la creación de perversas desigualdades sociales. Hoy se está apoyando en los límites de la Tierra cuyos recursos está extenuando. Se está realizando la profecía de Marx según la cual el capital destruiría sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y el trabajo. Estamos presenciando exactamente el cumplimiento de esta siniestra profecía.

La agroenergía no puede estar al servicio de la reanimación de un moribundo, debe reforzar la vida, que demanda otro tipo de producción y de relación no destructiva con la naturaleza. El tiempo para conseguir esto, para que no lleguemos tarde, urge.

[Traducción de MJG]

2 comentarios

  • Carmen (Almendralejo)

    Realmente ahí está la ecobiodiversidad, y la vida
    http://www.google.com/url?
    sa=X&q=http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/60519&ct=ga&cad=CAEQAhgAIAAoATACOAJAysbz5gRIAVCMAVgAYgVlcy1FUw&cd=_YCAqAsZQJg&usg=AFQjCNHwnfaelreNvIav0kD_V7zW46fhQA

  • Gabriel Sánchez

     Sustancialmente de acuerdo con el planteo de Leonardo en este post…incluso, me voy a permitir pegar un fragmento del comunicado que a propósito hizo la organización gremial internacional que núclea a todos los campesinos del mundo, totalmente coincidente con lo planteado con Leonardo, justamente voy a pegar el vinculo tras el breve fragmento de un largo comunicado que es también un asertivo análisis…recomendamos ir al vinculo y leerlo todo…
    -”
     
    El campesinado produce alimentos, los agrocombustibles generan hambre y pobreza
     
    La actual ola masiva de inversión en la producción de energía basada en el cultivo y procesamiento industrial de materias vegetales como el maíz, la soja, la palma aceitera, la caña de azúcar, etc., no resolverá ni la crisis climática ni la energética. Asimismo, traerá desastrosas consecuencias sociales y medioambientales. Crea una nueva y muy seria amenaza sobre la producción de alimentos por los pequeños campesinos y el logro de la soberanía alimentaria de la población mundial.
    Durante los últimos veinte años, las políticas neoliberales adoptadas globalmente han fallado al responder a las necesidades básicas de las personas. Las promesas de la FAO en la Cumbre Mundial sobre Alimentación de 1996 y en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU de sacar a las personas de la pobreza no se han cumplido. Muchas más personas están sufriendo hambre. 
    Se afirma que los agrocombustibles ayudarán a a combatir el cambio climático. En realidad sucede lo contrario. Las nuevas plantaciones de monocultivos necesarias para producir agrocombustibles están incrementando las emisiones de gases de efecto invernadero, por la masiva deforestación, por la fragmentación de las tierras comunales y por el drenaje de las zonas húmedas que implican. Si tenemos en cuenta el propio ciclo de producción, transformación y distribución de agrocombustibles, no se producen menos gases de efecto invernadero que con los combustibles fósiles, excepto en algunos casos. Además, los agrocombustibles nunca podrán reemplazar a los combustibles fósiles. De acuerdo a las últimas estimaciones, únicamente cubrirán el futuro incremento del consumo desde ahora hasta 2020. Simplemente no hay suficiente tierra en el mundo para generar todo el combustible necesario para una sociedad industrial cuyas necesidades para transportar personas y mercancías están continuamente incrementándose. La promesa de los agrocombustibles crea la ilusión de que podemos continuar consumiendo energía e incluso creciendo a un ritmo cada vez mayor. La única respuesta a la amenaza del cambio climático es reducir el uso de la energía en todo el mundo y redirigir el mercado internacional hacia los mercados locales… 
    Posicionamiento de Vía Campesina
    Mientras tanto, los impactos sociales y ecológicos de los agrocombustibles serán devastadores. El monocultivo y la agricultura industrial, ya sea para agrocombustibles o para cualquier otra producción, están destruyendo la tierra, los bosques, el agua y la biodiversidad. Expulsan de su tierra a las familias campesinas, hombres y mujeres. Se estima que cinco millones de campesinos han sido expulsados de su tierra para crear espacio para monocultivos en Indonesia; cinco millones en Brasil, cuatro en Colombia… La agricultura industrial genera mucho menos empleo que la agricultura campesina sostenible; es una agricultura sin agricultores. 
    La actual expansión de la producción de agrocombustibles contribuye a la concentración masiva de capital por los terratenientes, grandes empresas y transnacionales, provocando una verdadera contrarreforma agraria en todo el mundo. Además contribuye a incrementar la especulación en los productos alimenticios y en el precio de la tierra. En lugar de dedicar la tierra y el agua a la producción de alimentos, estos recursos están dedicándose a producir energía en forma de gasóleo o etanol. Hoy, los pequeños campesinos, los indígenas, hombres y mujeres, producen la inmensa mayoría de la comida consumida en todo el mundo. Si no lo prevenimos ahora, los agrocombustibles ocuparán nuestras tierras y la comida será aún más escasa y cara…
     
    Vía Campesina denuncia: 
    El modelo neoliberal, las instituciones financieras internacionales y el capital transnacional, responsables directos del las crisis climática y alimenticia. 
    ·     La irresponsable presentación de los agrocombustibles como una respuesta a las crisis climática y energética.
    ·     La inmoralidad de producir agrocombustibles en un mundo asolado por el hambre.
    ·     La pasividad de la mayoría de las instituciones enfrentadas con el serio riesgo planteado por la llegada de los agrocombustibles, lo que implica que las poblaciones urbanas y rurales no puedan ni producir ni consumir alimentos.
    ·     El que estas mismas instituciones están en realidad colocando los intereses económicos de las grandes empresas transnacionales por encima de la alimentación y las necesidades nutricionales de las mismas personas que tienen confiado representar y defender.
    ·     El insulto de continuar promoviendo los agrocombustibles a pesar del balance energético negativo en su producción, procesamiento y transporte.
    ·     El modelo neoliberal, las instituciones financieras internacionales y el capital trasnacional, responsables directos de las crisis alimentaria y climática.
     
    Vía Campesina exige:
    ·     El final de las empresas impulsadas por el monocultivo basado en la producción de agrocombustibles. Como primer paso, ha de ser declarada  inmediatamente una moratoria internacional de cinco años en la producción, comercio y consumo de agrocombustibles industriales.
    ·     Debe efectuarse una evaluación en profundidad del coste social y medioambiental del boom de los agrocombustibles y de los beneficios conseguidos por las grandes empresas transnacionales en el procesamiento y comercio de las materias primas.
    ·     La promoción y el desarrollo de la agricultura campesina y los modelos de consumo locales y el rechazo del consumismo.
    ·     El apoyo explícito de los gobiernos y de las instituciones al modelo de producción y distribución de alimentos basado en la agricultura campesina sostenible, con su mínimo uso de energía, su capacidad para crear empleos, de respetar la diversidad cultural y biológica y su efecto positivo contra el calentamiento global (los suelos fértiles son el mejor camino para capturar CO2).
    ·     La reorientación de las políticas agrícolas hacia las comunidades rurales sostenibles y los modos de vida basados en la soberanía alimentaria y la auténtica reforma agraria.
    ·     La promoción y el desarrollo de modelos de consumo responsable.
     
    ¡Apaguemos el fuego de los agrocombustibles y encendamos la llama de la soberanía alimentaría!”
     
    http://www.viacampesina.org/sp/index.php?option=com_content&task=view&id=538&Itemid=37