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Temporalidad y futuro del ser humano

(La finitud humana)
(I)

Todo ser dotado de conciencia se precipita en el tiempo, y la finitud es la propiedad intrínseca de la temporalidad y de la que todo ser vivo participa de forma ineludible, pero solamente el ser humano en su singularidad más singular, la persona, es el único ser consciente de ella experimentándola con todo su ser de tal forma que determina su actitud existencial: La forma de afrontar su vida en la temporalidad y la forma de afrontar su muerte en la finitud.

La conciencia de finitud nos obliga a cuestionarnos el para qué vivimos, buscando razones que den sentido al por qué vivimos. No hay otra pregunta más acuciante que ésta para toda persona con independencia del tiempo de su existencia.

El ser humano, la persona, es el ser que se pregunta, pero de todas las preguntas solo hay una que le dará sentido a todas y precisamente esa pregunta debería marcar el devenir de cualquier otra para no caer en el absurdo y en este contexto la pregunta por la que nos preguntamos es: ¿Tiene la vida humana un sentido y el hombre un destino? Esta pregunta nos presenta de golpe al gran protagonista de nuestra vida, el tiempo. Este protagonista será el objeto de análisis de la presente reflexión intentando que no pierda el sentido a lo largo de él para no finalizar en el absurdo.

Es conocida la distinción bergsoniana entre tiempo pensado y tiempo vivido. El primero es el tiempo de las ciencias exactas o tiempo físico, tiempo escurridizo y desintegrado en tres tiempos. Pasado, presente y futuro son la propia evidencia de la finitud del ser en cada uno de sus tres modos. Estos tres modos constituyen un círculo cerrado en una realidad de caducidad cíclica sin fin. No hay nada ni nadie que le sobreviva, por lo que si seguimos por este camino nos precipitaremos en un final sinsentido y esta es precisamente la causa de que muchos se pregunten más por el futuro de la humanidad (de forma impersonal), que por el futuro de la persona singular y concreta de cada tiempo en su tiempo concreto.

Es como si nos contentáramos ilusoriamente en un sobrevivir en otros y en otro tiempo. Realidad absurda allá donde las haya. Realidad carente de fundamento, y aquí es correcto afirmar aquello de que quien huye de todo fundamento, huye sin fundamento.

El tiempo vivido para no terminar en el absurdo de la nada no puede ser este tiempo escindido que la propia ciencia identifica como un tiempo entrópico de contínua pérdida de realidad, anunciando un fin cosmológico vacío de realidad y sin tiempo. Si nos atenemos a este tiempo, no hace falta que sigamos buscando ningún sentido. Ya lo tenemos categóricamente ante nuestros ojos.

El tiempo vivido tampoco puede quedar anulado en un tiempo pasado, pues el presente se quedaría vacío sin consistencia de realidad y se produciría un vacío existencial, sería como un continuo empezar y sin ninguna historia que contar. La realidad de la vida no admite discontinuidades ni entre pasado y presente, ni entre presente y futuro. Toda continuidad en la persona demanda permanencia.

La memoria ejerce la función de continuidad de todo tiempo pasado con el tiempo presente para ser asumido y conservado en el ahora como sustento y como proyecto, como punto de apoyo y como plataforma de lanzamiento hacia el cumplimiento de un proyecto con sentido, al menos de continuidad, porque la vida es proyecto y como tal es realidad inacabada, precisando un nuevo tiempo que le ofrezca la posibilidad de encontrarle el sentido a su vida de principio a fin. Más aún, el ser humano en cuanto al tiempo es ser en devenir, por lo que ha de asumir que el pasado y el presente están en función del futuro, debiendo entonces reconocer el carácter de primacía de este sobre los otros dos, ejerciendo así la comprensión con sentido de cada momento de su vida, de su vida presente como potencialidad, ya que proyectarse es la única forma de seguir experimentando la vida.

La vida humana, tanto en su singularidad concreta, la persona de cada tiempo concreto, como en su universalidad, el ser humano a través de todo tiempo, para no perder el sentido de realidad participa de un mismo proyecto y de un mismo sentido, en caso contrario entraríamos en el absurdo al aniquilar la dimensión nuclear del ser humano, la persona. La propia praxis humana desde sus inicios y mucho más actualmente, dedica todos sus esfuerzos hacia el futuro al que denomina por “nuestro futuro”, aunque a veces lo disfrace en forma impersonal diciendo: “El futuro de la humanidad”.

La humanidad o mantiene su esencia de continuidad de principio a fin- el ser persona-, o se disipa. La persona es la singularidad y la humanidad es la universalidad de dicha singularidad de la que no puede prescindir sin caer en el absurdo. La historia de la humanidad es la historia de todas las singularidades humanas unidas por un mismo sentido. La singularidad humana no queda diluida en la universalidad humana ya que esto también seria un absurdo y en este caso, absoluto.

Todo materialismo y todo espiritualismo que asuman una meta en la que sólo tengan éxito y disfruten de ese final utópico y absurdo solamente aquellos que lleguen a alcanzarlo, es una inconsciente autoproyección de su existir en el existir de otros en otro tiempo, lo que evidencia además de su irracionalidad, su inconsciente negativa a morir. La conciencia de la vida humana no tolera el sinsentido y toda muerte (ausencia), es la personificación del sinsentido de la vida.

De igual forma el tiempo futuro no es sin más lo que todavía no existe, pues el presente se le adelanta en un tiempo presentido, tiempo cargado de intencionalidad y acción que lo modula y lo condiciona. Por otra parte, lo que pasa, no pasa; nos impresiona tomando consistencia de vida presente, reafirmando el presente a la vez que en él proyectamos nuestro futuro. Este tiempo futuro no es algo impersonal que nos venga de fuera, es un tiempo propio, es un tiempo previvido, planificado, previsto y proyectado desde nuestro presente para ser construido, metabolizado y transformado en experiencia de vida presente, al igual que hacemos con todo sustento material previo a su consumo, es decir: Lo prevemos, lo cultivamos, lo preparamos y lo cocinamos para que al digerirlo acto seguido en modo presente no se nos indigeste.

El tiempo futuro es requerido en nuestro tiempo presente. El presente representa la posteficacia del pasado y la preeficacia del futuro en un dinamismo al que llamamos vida.

Este nuevo tiempo presente es un tiempo trinitario, es un hervidero de vida, late con el latido propio de quien lo vive. El presente es la reverberación del pasado y del futuro sin discontinuidad alguna para no perder el hilo de la vida. No nos debe extrañar esta afirmación ya que es exactamente lo que hace la razón cuando analiza la continuidad de una función matemática en la que si se pierde la continuidad deja de ser integrable, es decir perdemos su sentido de realidad, perdiendo a la función en dicha discontinuidad. Este simple ejemplo de la razón matemática debería ser suficiente para demostrar el absurdo de aquellos que vaticinan un futuro de la humanidad en la que queden excluidos los que no lo alcancen.

El tiempo vivido por el ser humano es un presente continuo, en contínua demanda de sentido. No aplaza a ningún futuro su necesidad de sentido. Este es el motivo y el motor de su existir.

El ser humano como realidad mundana y como realidad que trasciende dicha mundanidad, experimenta la necesidad de sentido en esa doble dimensionalidad y a la vez con la misma imperiosidad en su presente. Lo biológico y lo biográfico se dan la mano en su presente existencial. Lo biológico fundamenta su sentido en un tiempo de necesidad material, de demanda infinita a la que denomina por bienes de consumo. Lo biográfico demanda otro sentido al sentido anterior. Quiere saber para qué quiere vivir, quiere encontrarle un sentido pleno a su existencia. Negar esta cuestión es negar la evidencia.

Todos tenemos constancia de este latido que nos hace percibir nuestro tiempo de forma singular abandonando su carácter sincrónicamente amorfo e impersonal. ¡Qué poco apreciamos esta singularidad de nuestro tiempo por culpa de estar tan apegados al tiempo desintegrado con el que analizamos a toda realidad mundana!, tiempo desintegrado y desintegrador, pero con una necesidad perenne de los llamados bienes de consumo, un tiempo esclavo al más tener y no al ser más, que le dé pleno sentido a su ser.

Este tiempo nuevo lleva la impronta de la propia esencia del ser persona, su carácter ineludible de relacionalidad intrínseca. La persona es ser relacional en todas sus dimensiones existenciales. Sin relación no hay realidad alguna y esta relación es la esencia que configura el sentido de continuidad de la vida, por eso solo un tiempo discontinuo y des-relacionado es un tiempo de muerte o mejor dicho es un tiempo muerto y sin-sentido.

La dimensión histórica del ser humano, es precisamente la huella de esa relacionalidad humana en su integridad biológica y biográfica, que trasciende a toda temporalidad y por eso demanda un fin de sentido. El ser humano tanto en su singularidad como en su universalidad trasciende toda temporalidad, precisa de un tiempo nuevo que le dé sentido de finalidad en términos de plenitud de ser y no de tener más, que le acabará asfixiando en un tiempo infinito de necesidad infinita en cada instante de su utópica e infinita existencia.

Con esta nueva visión antropológica del tiempo que a su vez es personalista, y que al hacernos dueños de nuestro tiempo ya sin fisuras, también nos hace responsables del mismo: ¿Cómo responder entonces a la pregunta de cuál es el futuro de la humanidad, bajo estas premisas aquí expuestas en las que, el ser humano concreto en su tiempo presente toma el protagonismo de todo pasado y todo futuro responsabilizándose en un proyecto de vida con sentido de comunidad (común-unidad) entre lo singular y lo universal, para no finalizar en el absurdo de un tiempo entrópico?

Aunque aún no hayamos desvelado la respuesta, por lo menos ya estamos en disposición de saber cuál no debería ser nuestro futuro, cosa nada trivial por la trascendencia que tendría el dedicar nuestros esfuerzos materiales, económicos y temporales en un futuro sin-sentido.

Al aludir a la finitud humana como catalizador del presente hacia el futuro, estamos sugiriendo otro tipo de futuro, un futuro en plenitud de principio a fin con unidad de sentido es un futuro de novedad radical, futuro del que carecemos de experiencia propia y que si lo imaginamos en un orden de lo pronosticable y referenciado a lo que la ciencia y la técnica nos depare, nos dejaría enclaustrados en nuestra indigente finitud, en nuestro déficit de “ser más” frente a un plus de “tener más” y no habríamos adelantado nada.

22 comentarios

  • M. Luisa

    Agradeciéndote en primer lugar tu interés y tu respuesta, déjame decirte, Mariano, antes de la publicación del segundo artículo, que, evidentemente, lo docto es algo que le es impropio a las reflexiones.  A todas, también a las mías, si es que al leerme te daban esta impresión. Ahora bien, tampoco hay que infravalorar el marco donde estas reflexiones se mueven, porque tanto el concepto temporalidad como el de finitud humana trascienden de lo que con el mero sentido común pudiéramos extraer de ambos.  Lo que intento es argumentar con sencillez lo que de inverso consiste mi posicionamiento respecto al tuyo, pero con todo el rigor que me sea posible. Estaré atenta… un cordial saludo! 

  • mariano alvarez

    Respondo a M. Luisa:Te agradezco como siempre tu comentario. No cae en saco roto, me interpela y me obliga a reconsiderar la forma en que me expreso, pues muchas veces las formas ensombrecen el contenido de fondo y no me molesta que me contradigas.Como acabo de mandar a la redacción de Atrio la segunda parte de esta reflexión, si te parece bien podemos volver sobre el tema del que me hablas con más argumentos una vez lo hayas leído si es publicada  y muy gustosamente contrastaremos nuestras opiniones.

    Mis reflexiones no tienen nada de doctorales, huyo de ellas en la medida que puedo tratando de situarme en un contexto vulgar y cotidiano con un mínimo de lo que llamamos sentido común.Sinceramente tus comentarios como ya he citado no caen en saco roto. Gracias  M. Luisa. 

  • M. Luisa

    Apreciado Mariano,  la reflexión que hago de toda tu exposición es a la  inversa de la tuya: no es, pienso, que hayamos de  buscar  un sentido para nuestra  vida, sino que es la  realidad misma la que en el tiempo la va dotando  y  enriqueciendo  de sentido por lo que, a mi modo de ver, será  desde esta perspectiva que se podrá  hablar, entonces sí,  de novedad radical. ¿Por qué? Porque aquí la premisa no es la pregunta por la finitud humana, sino cómo nos lo hemos de componer, qué es lo que hemos de afrontar para salvar nuestra indigente finitud de la cual también, al parecer, le das importancia y entonces sí que, con ello, una vez salvada esta indigencia hacerse la pregunta  por la finitud humana. Aquella se padece, esta se intuye y, por tanto, ahí se ve el orden de prioridades  y el verdadero catalizador que este sí es  de carácter experimental… Estas reflexiones me llevarían a otras  muchas,  pero lo dejo aquí para no complicar más la cuestión… quizás no se entiende ni lo dicho, si a caso se entendiera proseguiría Agradecida, te saludo cordialmente.  

  • Isidoro García

    Amigo Santiago, dices con razón, “el mundo ha perdido la brújula porque ya los «instintos superiores» hacia la belleza y la bondad no pueden controlar a los «inferiores» desbocados en un repliegue hacia el desenfreno hedonista, populista…”.

    Y eso, que es el diagnóstico exacto del estado de la cuestión humana en el momento actual, se produce por una razón: porque no atendemos, ni escuchamos a nuestro “espíritu” personal, a pesar de la gran sabiduría cósmica que encierra, y de la gran carga energética psicológica que le acompaña.

    Y lo dejamos todo en manos de la “razón”, de la voluntad personal. Y la razón, además de no disponer de la energía psicológica suficiente, no contiene esa sabiduría cósmica de la que hemos sido dotados, sino solo funciona con la sabiduría cultural histórica, que aunque va perfeccionándose poco a poco a lo largo de la historia, contiene aún, muchos errores, imperfecciones y sobre todo nos falta la perspectiva adecuada de comprender la Realidad. Y por ello no nos guía bien. 

    Controlar las emociones inferiores, no basta: hay que hacerlo bien: saber cuando apretar y saber cuando aflojar, que es la clave de todo.

    Hoy, día de san Juan, semifestivo, y santo de Juan Antonio V. le felicito con cariño, y os ofrezco una perla de sabiduría y retranca gallega, que ví ayer, de boca de un “filósofo” inesperado, ¡Mariano Rajoy!. 
    No tiene nada que ver con el tema tratado, aunque si lo piensas bien, quizás sí lo tenga:

    “La gente huye del cenizo, del que pasa toda la vida protestando, del malhumorado, del intransigente, y del plasta. 
    Si se encuentran alguien así, no se peleen nunca con él, limítense a circular en paralelo con él, y yo les garantizo que serán muy felices”.

    Saludos a todos, y perdón por ser tan cansino.

  • Isidoro García

    Amigo Santiago, todos estos temas son muy “complejos” y a mí me da la sensación de que se nos escapan entre los dedos, y nos marean y nos dan la sensación de que perdemos el equilibrio.               Por eso, ante este “mareo”, instintivamente, nos agarramos a algo firme, para sujetarnos y no caer a tierra. Y este asidero “firme”, puede ser o la ideología, o la Ciencia.               En la ideología, aceptamos la autoridad de alguien, (persona o institución), y seguimos su línea explicativa.             En la Ciencia, se adhiere uno voluntariamente a una hipótesis del Universo y del ser humano, que nos aclare un poco el panorama.              Yo, personalmente, me acojo a esta segunda opción. Y de esa manera, pienso que el humano fundamentalmente es emocional, y no racional. Esto define mucho el terreno de juego.               Las emociones son instintos cognitivos y comportamentales, que nos vienen en nuestra naturaleza humana, para facilitarnos nuestra supervivencia evolutiva. Y eso supone un gran nivel de determinismo.              La hipótesis de la plena racionalidad humana, lleva consigo la plena libertad humana, y por ello nos emparenta por semejanza al concepto que tenemos de “Dios”.                Sí, reconoce la existencia de emociones en el humano, (algo evidente), pero lo corrige con el mito de la necesidad de su dominio y control por parte de la razón. Y esto es parcialmente cierto, pero solo en un pequeño nivel.               Hay tal desconfianza en la naturaleza humana, tal y como es, (el llamado “cuerpo”), que considera al humano en una guerra perpetua entre “el cuerpo” y “el alma”, (sinónimo falso de la racionalidad).           Y de ahí viene el concepto de “pecado”, que aunque religiosamente se asocia simplísticamente a desobediencia a Dios, básicamente es la constatación de las grandes contradicciones entre nuestras emociones, (pasiones), y la razón teórica.                Todo esto proviene de que solo contemplamos las emociones mas elementales y animales, e ignoramos en la práctica, las emociones superiores del ser humano, (las que nos hacen humanos), y que simbólicamente radican en el núcleo neuronal del “espíritu” personal.              Porque afortunadamente, el Universo, o “Dios” o quien sea, nos ha preparado suficientemente para nuestros retos de especie.                 «El ser humano posee una naturaleza superior y trascendente, que forma parte de su esencia,  es decir, de su naturaleza biológica», afirma Abraham Maslow elevando la poderosa voz de su conciencia sobre el pesimismo de la mayoría de eruditos y artistas contemporáneos, quienes, presa del desaliento, han acabado convirtiéndose en nihilistas o cínicos”.             Como ves, la Ciencia y la religión, van de la mano, solo que la religión debe “creerse” de verdad lo de la “naturaleza superior y trascendente”, y no refugiarse en mitos como el de la plena racionalidad del ser humano, que debe sujetar duro a las emociones.            No. Son las mismas emociones, (los instintos superiores de nuestra naturaleza = la emoción de la Auto-trascendencia), los que tienen que sujetar a los inferiores, y esa labor de control, debemos facilitarla, escuchando obedientemente las indicaciones del “espíritu”, (o “sí mismo”), que es el núcleo rector de esos instintos superiores, de Verdad, Belleza y Bondad.      Un saludo afectuoso a todos.

    • Isidoro García

      Añadido: Alguno quizás se preguntará, que qué mas da que los instintos humanos inferiores, los controle la razón o los otros instintos superiores, pues lo importante es que se controlen.
                     Pero no es así. Porque todos los instintos vienen dotados en nuestra mente de una alta energía psicológica, de lo que la razón no dispone. Y por eso es mucho más fácil y eficiente el control de los instintos inferiores por los superiores trascendentes.
                     O sea que es así, como se conseguirá llegar a ser unos humanos completos y maduros, sin necesidad de una dura y costosa ascesis, solo apta para actitudes heroicas, solo reservados a una pequeña minoría de elegidos. 

      • Santiago

        Si, es la falta de control en una naturaleza humana que es  imperfecta. Porque tendemos a ser mejores pero nos quedamos siempre atrás…Es este deseo lo que falla de convertirse en acción…Es esta imperfección lo que ha sido y es responsable del desequilibrio moral del mundo, viendo que el mundo del siglo XXI va perdiendo cada vez mas los valores para la paz necesaria en el orden mundial…Es un mundo que ha perdido la brújula porque ya los “instintos superiores” hacia la belleza y la bondad no pueden controlar a los “inferiores” desbocados en un repliegue hacia el desenfreno hedonista, populista, y a la búsqueda y disfrute de los sentidos “a toda costa” y “caiga quien caiga”, aunque el Universo se autodestruya…De esto estamos viendo pruebas diarias todos los medios…Los crímenes en serie, el genocidio, los suicidios infantiles y de adolescentes son una prueba de esta cristis de la carencia de “autocontrol”…

        Pero este control no puede ser exclusivamente subjetivo…El ser humano sólo por su naturaleza per se no podrá nunca llegar a un estado de felicidad total y completa en esta vida…Todas las teorías se han estrellado y se estrellan contra la realidad que hemos vivido en cada siglo….que es la rebelión -tácita o explícita- del orden moral objetivo que Dios nos ha revelado  dándonos este instinto superior interior que nos impulsa hacia lo bueno, lo bello, lo recto y los que El quiso legarnos expresamente en la Ley del amor escrita en piedra en el Sinaí….Sin una ayuda, sin la gracia, nada podemos hacer en orden a nuestra felicidad permanente…Podremos asirnos a lo temporal, pero esos instintos son en realidad dirigidos a la permanencia y a la plenitud total

        Un saludo cordial

        Santiago Hernández

  • Isidoro García

    Amigos Santiago y Antonio LL., permitidme que entre en vuestro diálogo sobre la trascendencia natural del ser humano.

               Leyéndolo despacio, (cosa que muchas veces no soy muy capaz de hacer), me vienen varias reflexiones.
               La primera es respecto a la muerte. Yo creo que la muerte es un concepto que conocemos racionalmente, pero que existe algo misterioso que nos impide interiorizarlo, (o aprehenderlo, como diría Antonio).
               Yo no se nada de filosofía, y se que Heidegger y Sartre hablaron del tema. El ser, constitutivamente, es. Y no puede entender no ser. Por eso nosotros no podemos entender dónde estábamos antes de nacer. (Fijaos que damos por sentado que éramos algo).
           Por eso dudo mucho que los perros sientan la muerte. Lo que pienso que sienten es la extrema debilidad, una muy extraña sensación de que la cosa no funciona bien.
              (Expreso mis sentimientos personales. Los que somos diabéticos, con desequilibrios de la glucosa, muchas veces sentimos como que no tenemos fuerzas de nada, que nos sentimos morir…. Yo ahora estoy ya bastante recuperado, pero hace 7-8 años, después de los efectos de 5-6 años de fuerte diabetes no diagnosticada, no podía andar mas de 100 metros, sin tener que sentarme a respirar).
                 Y justo por ese no ser capaces de comprender auténticamente, (aunque sí cognitivamente), el no ser, es por lo que tenemos tanta querencia inconsciente por la vida futura. Ante el “absurdo” de pasar a no-ser, (algo “impensable” para nosotros), sentimos como que es imposible que esto se acabe y pasemos a “fundido a negro”, sin más aspavientos. Y las muchas ganas, nos nublan la razón.            El futuro, se comprende de manera muy diferente desde el punto de vista del humano-individual, al del humano como integrante de una Gran Comunidad – especie humana.             En este segundo enfoque, el futuro del humano, es su descendencia, los humanos del futuro. Mientras que para el humano-individuo, el futuro, o no existe, o tiene que creer en una vida sobrenatural futura.
                Y estos enfoques y perspectivas distintas, generan curiosidades hermenéuticas o interpretativas. Por ejemplo, con las Bienaventuranzas evangélicas. Si las interpretamos como dirigidas al humano-individuo, podemos entender la atribución de una vida futura en la que serán premiados.
                Pero si las interpretamos en sentido dinámico, de una humanidad en plena evolución, se pueden interpretar como la predicción profética por Jesús, de un futuro en el que nuestros sucesores, serán misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos y buscadores de la justicia y la equidad, y serán beneficiarios de ese mundo perfecto, (el Reino de Dios).
                Y lo mismo con los supuestos castigos. Se puede interpretar como castigos personales a los “impíos”, o se puede interpretar que Jesús profetiza, que los que por desequilibrios personales y existenciales, no sigan esa Ley del Universo de la Bondad general, serán “sanados”, por la Sociedad humana, y por ello desaparecerán, al igual, que la medicina intenta que desaparezcan todas las enfermedades y malformaciones en el futuro. 
            Son especulaciones personales. No me extiendo más. Un saludo a todos.

    • Santiago

      Isidoro, gracias por leernos y decidirte a intervenir..Pienso que los perros “sienten” en concreto que algo cambia y es triste, pero no pueden pasar de lo instintivo y concreto..Nosotros humanos SI tenemos la capacidad infundida para poder pensar en la trascendencia..Sin esta “gracia”, “ayuda”, “cualidad” o “capacidad” recibida en un momento dado no podríamos siquiera concebir algo que va más allá de lo simplemente natural como el perro que no tiene esta “cualidad”..inherente a su ser.

      Por otro lado, esta resistencia a la desaparición total o aniquilación no es una mera “imaginación” para no aceptar esa posibilidad puesto que si nuestra naturaleza humana fuera coherente y perfecta aceptaríamos la desaparición total de nuestra persona como lo más natural de una existencia que completó su ciclo biológico desde el nacimiento hasta la muerte y se siente completamente realizada al final ¿Por qué habría de ser de otra manera?….como parece hacen los elefantes yendo a un lugar concreto para su muerte en plena aceptación

      . Sin embargo, en nosotros hay un germen de permanencia y continuidad al que se refiere el artículo de arriba que comentamos que nos impide aceptar nuestra propia aniquilación. 

      Para muchos NO es impensable esta posibilidad al ver el drama diario que es la realidad de la presencia ante un cadáver que va a convertirse en ceniza.

      Nuestro ser es otorgado, nuestra existencia es contingente, no pedimos venir a existir, no poseemos la existencia en “si mismos” sino que nuestra dependencia es total.

      Solamente el Ser ES -no nosotros que pudimos existir o no- y si poseemos ALGO es  porque ha sido “recibido”. No es tan absurdo en los seres “que salieron de la nada” el pensar que van a “volver a la nada” porque sin la gracia divina eso sería una posibilidad real. Y la resistencia a ello va de acuerdo a el estado a la que fué elevada nuestra propia humanidad.

      Un saludo cordial

      Santiago Hernández

       

       

       

       

       

       

       

       

  • mariano alvarez

    Respondo a Antonio Llaguno:Antonio, no se si es un defecto mío, pero tengo por costumbre no escribir sobre lo que se y sí sobre lo que creo y siento. De esta forma evito la rutina de decir lo que otros dicen al hacerme responsable en principio ante mí mismo, y luego compartir lo ya mío con los demás dejando libertad para que otros hagan lo mismo. El saber en la persona siempre se ve desbordado por el creer y creer es dar crédito. Con esto ya empiezo a responder a tu pregunta aunque todavía veladamente.

    Tu me preguntas por una responsabilidad autónoma ligada al tiempo, tanto al tiempo físico como al tiempo vivido anclados a un tiempo intrahistórico y que fuera capaz de encontrar su sentido dentro de él. Esta sería la versión utópica de un mundo feliz. Yo te hablo de una responsabilidad primordial, presente antes de todo futuro y por tanto de todo tiempo, en el origen del ser persona e independiente de cualquier tiempo conocido.

    Como creo que tu formación es la de ingeniero como la mía, permíteme recordarte que ya la razón teórica, la razón matemática, mostró la incapacidad  de todo sistema formal racional de contener dentro de él su pleno sentido  de veracidad. Esto en sí, ya es indicio de lo que quiero acabar de exponer en mi siguiente reflexión, que si es publicada tendremos ocasión de comentar.

    Como siempre tus comentarios me interpelan, lo que es muy de agradecer, pues también observo que antepones tus creencias a tus saberes, aunque no se si de una forma consciente o inconsciente.    

  • Antonio Llaguno

    Hola Mariano, como siempre cuando te leo me quedo con la sensación de que se me quedan lejos de la cabez un monton de cosas interesantes y no consigo absorber todo lo que dices, pero siempre lo que queda, mucho o poco, merece la pena. Yo te hago una pregunta: Si he entendido bien lo que tu planteas en relación con nuestra relación entre nuestro presente y nuestro futuro, somos parte del futuro en tanto en cuanto seremos la historia (El pasado) de ese futuro. Pero claro, eso implica que, si eso es cierto, somos responsables del futuro puesto que somos parte de él, sin embargo asistimos a que, por muy responsables que fueran del futuro los que vivieron nuestro pasado, no hay manera de exigirles responsabilidad sobre sus acciones. Eso  hace que por muy responsables que nos sintamos del futuro, somos conscientes de que nadie nos va a exigir responsabilidad sobre él (Mira por ejemplo en el asunto del Cambio Climático) y que muchos seres humanos vivan (Vivamos) como si ese futuro no fuera con ellos (nosotros) Curioso ¿No?

  • Santiago

    Lo meramente “natural” no explicaría la trascendencia. Si nuestro destino final no fuera trascendente entonces aceptaríamos nuestro fin terrestre como natural y adecuado. No ansiaríamos lo eterno, infinito y permanente  con tanto ahínco. ¿Para qué? Moriríamos en un consenso normal de nuestra mente y sentimientos pues nuestra vida estaría totalmente y plenamente realizada. No existiría el vacío existencial natural. Pero vemos que esto no es así.Existe una dialéctica vital en el ser humano que nos impide hallar la plenitud en la realización de nuestros deseos de “continuidad permanente”

    La inteligibilidad  de nuestra conciencia tácita es ilimitada, infinita. Ella NO puede ser una realidad física pues lo fisico-biológico es finito y limitado. Por tanto, esta realidad del ser humano actual sobre lo infinito, es de naturaleza transfisica y transmaterial.

    Sin esta infinita inteligibilidad solamente podríamos reconocer objetos vitales concretos y situaciones de peligro como  el alimento que nutre, la serpiente que envenena, mi propio nombre, mis afectos y pasiones. Pero no podría formular nociones como “el que, y el por qué, y el como de las cosas y acontecimientos que es lo que nos hace penetrar la naturaleza de la realidad. Sin este don dado o esencia divina infundida en nosotros, mi curiosidad estaría limitada por lo puramente biológico y lo que constituye peligro para mi. No tendríamos el puro deseo de entender, mucho menos de desear lo infinito. No podríamos abstraer y sólo nos limitaríamos a lo concreto. Pero los seres humanos vamos más allá de lo material. Este don, reservado solamente a los seres racionales, nos da la capacidad de descubrir la realidad que trasciende todo lo que es natural.
    Un saludo cordial
    Santiago Hernández

    • Antonio Llaguno

      Creo, Santiago, que la necesidad de la trascendencia puede explicarse simplemente por la reacción del ser humano a la consciencia de su propia finitud.

       

      El animal, en especial el animal no superior, no sabe que va a morir. Sabe que puede morir y se pasa toda su larga o corta vida tratando de evitar la muerte. Sólo en algunos casos: Los elefantes por ejemplo, o los perros domésticos que intuyen su propia muerte y se despiden amorosamente de sus amos (Yo lo he visto en algún perrete y es sencillamente descorazonador ver como en su pobre capacidad de comunicación te trasmiten su cariño, su vulnerabilidad y su despedida. Reconozco que no estoy preparado para cuando eso pase con los míos).

       

      El ser humano lo sabe, no lo intuye. Tiene la certeza de que va a morir y de que, por lo tanto es finito, y se revela contra esa finitud y unos dirán que crea el concepto de trascendencia y yo prefiero pensar que se abre a él, que es capaz de reconocerlo porque conoce su propia finitud.

       

      Esa es una discusión perenne con el ateísmo. Yo creo que también subyace una actitud una reacción distinta ante la experiencia de finitud. Hay quien necesita certezas tangibles  y como no las va a encontrar reacciona con las dos únicas vías que pueda que son la resignación o la desesperación y hay quien se rebela, quien dice “Esto no puede ser así. No tiene sentido” y ante ese sinsentido aparente abre los sentidos (Que no son solo 5) para poder percibir esa trascendencia con otros “elementos de toma de datos”.

       

      Se parece un poco a la labor creativa del ingeniero cuando analiza un proceso complejo. Si es complejo pero es conocido, simplemente busca entre lo que ya se ha hecho y encuentra los elementos que necesita para realizarlo sin más. Cuando no existen esos elementos, o cuando es un proceso completamente nuevo o innovador, debe salir de su zona de confort, de sus certezas, de sus seguridades y crear. Este proceso se lleva a cabo por muy pocos ingenieros, entre otras cosas porque muy pocos tienen no ya el talento (Que se puede aprender) sino el talante que exige la voluntad de hacer propio lo que se aprende y hacerlo parte de uno mismo (Yo lo llamo “aprendeher”, por seguir con el juego de palabras, aunque se que la RAE me llamaría la atención).

       

      Esa “apertura” a la trascendencia es lo que los cristianos llaman o llamamos fe y es lo que a muchos de nosotros, cuando nos preguntan: “¿Crees en la existencia de Dios?”, lo primero que nos pide el cuerpo contestar es: “No. Yo se que Dios existe”, lo que pasa es que sabes que te van a tomar por supersticioso o pretencioso y tratas de emplear el eufemismo pertinente; pero esa y no otra es la respuesta que se queda pendiente en el corazón y en la punta de la lengua.

       

      Otros acaban llamándote “místico” (Sí con ese retintín que se tiene hoy en día con lo místico y lo sobrenatural). Yo, entonces, callo, sonrío interiormente (No se vaya a ofender el interlocutor) y pienso para mi: “¡Ojala!”

      • Santiago

        Muchas gracias Antonio Ll por tu comentario. Coincido con lo que dices empezando por los perros. Hemos tenido 5 y hemos pasado mucho dolor, a su partida de cada uno de ellos, y sabemos lo que dices puesto que ellos intuyen y aceptan su ida con mucha tristeza.

        Yo también veo la fe como una “apertura” hacia un conocimiento superior que va más allá de mi propia subjetividad donde no me repliego en mi ego sino que estoy asequible y dispuesto a la entrega de mi mismo. La fe es como una puerta al final de la escalera que desde abajo está cerrada pero sabemos que se abrirá cuando con esperanza lleguemos ahí.

        Pero como “acto humano” dentro de nuestra naturaleza participa de nuestro intelecto y voluntad puesto tenemos que asentir a lo que se nos presenta en el entendimiento como “verdad” posible aunque en penumbra todavía.

        Porque la razón natural no puede entender completamente lo sobrenatural es necesario la iluminación gratuita de la fe, gracia que Dios concede a todos los que no la rechazan y que recibimos inicialmente en el bautismo ya sea “de agua, de deseo o de sangre”.

        Pablo se refiere a ella cuando dice que Dios actúa en nosotros “no sólo en la acción” sino en “el deseo” puesto que Dios nos llama libremente a “querer creer” . La fe requiere un trabajo, no es mágica, y por eso es meritoria. Y es también está sujeta a los avatares humanos como el crecimiento, disminución, oscilación, pérdida etc si no nos mantenemos en ella.

        No importa que nos llamen “misticos” Tampoco que nos ridiculicen. Al final siempre queda en pie la fidelidad a una postura, a una ideología. En nuestro caso el ejemplo de los confesores y los mártires es súper-abundante.

        Un saludo cordial

        Santiago Hernandez

         

         

  • Isidoro García

            El ser humano se debate, entre ser una especie más de la evolución del Universo, en este planeta, o ser algo “especial” y excepcional, fuera de orden.          Entre una visión dinámica evolutiva del ser humano, y una visión estática del surgimiento del humano, como acontecimiento excepcional en el Universo.
             Contemplarnos a nosotros mismos, nos deja una perspectiva muy deficiente. Es como intentar verse directamente la punta de la nariz: la vemos muy sesgada y deficientemente. Y cuando lo hacemos, vemos cosas muy raras.
              Porque cuando tenemos pocos elementos de referencia claros, entran en la palestra la imaginación y la fantasía, que aportan mucho, pero malo.            Y esta diferencia abismal de perspectiva se nota mucho cuando hablamos de la naturaleza humana.
              Muchos, como Ortega, dudan de que tengamos naturaleza, sino “historia”. Sobre todo los de “letras”, y los muy ideologizados.
             Lo que pasa, es que nosotros, por nuestras nuevas aptitudes, de las que hemos sido dotados, ahora podemos y debemos actuar en el mejoramiento y perfeccionamiento de nuestra naturaleza.
               El gran dilema entre naturaleza biológica o cultura, parecía que se estaba ya decantado, hacia la síntesis de que tenemos los dos componentes, sin que uno excluya al otro.
               Pero muchos desconfían mucho de la naturaleza biológica del ser humano, pues están obsesionados por el control de las emociones y pasiones.
               Nos debatimos como los niños pequeños, que se debaten entre ser bombero o ser probador de chuches. Nosotros nos debatimos entre ser ángeles o ser monos.   
             Y no somos ni lo uno, ni lo otro. Somos monos angélicos.            El problema, solo se puede solucionar, en el contexto. Las cosas cuando las estudiamos aisladamente, en una placa de Petri, pueden parecer una cosa, pero para conocerlas bien, hay que verlas en su hábitat, en su contexto.
               En la escalera de la evolución, según se van subiendo escalones, nos tenemos que enfrentar a nuevo retos, ausentes en los anteriores.               La forma en que todos los seres vivos se enfrentan a sus respectivos retos, es mediante la guía de los instintos, con que nos provee la Naturaleza = el Universo del que formamos parte.
              Por eso según vamos subiendo escalones, se nos provee de nuevos instintos. Es un mecanismo general.
               Y este punto es fundamental. Es muy importante concebir un nuevo enfoque del “espíritu” personal, como receptáculo y suministrador de los nuevos instintos “superiores”, que necesita el ser humano, para afrontar sus específicos retos de supervivencia.
                Esa es la gran diferencia entre los dos puntos diferentes de perspectiva respecto a la naturaleza del ser humano. Si no tenemos en cuenta la presencia del “espíritu”, nos encontramos un ser humano, “abandonado por sus instintos”, (Gehlen), por lo que precisa de las institucione sociales y culturales, para sostenerse.
                Unos instintos inferiores, (provenientes de nuestros escalones evolutivos anteriores), que no son ni útiles, ni oportunos y convenientes, en la nueva situación evolutiva del humano, por lo que muchos desconfían de ellos, y hasta los pretenden ignorar.
                Si no aceptamos que disponemos de unos nuevos instintos superiores, (Maslow, y demás), que nos sirven de guía ante los nuevos retos, entonces, nos encontramos desnortados, exigiendo a la razón una guía, para la que no tiene elementos de juicio suficientes.
              Por eso, el dilema entre naturaleza biológica y cultura, es falso y está superado. En realidad, en el fondo, todo es naturaleza biológica, pues la cultura, es el resultado de la acción humana, en la dirección marcada por los instintos superiores, (radicados en el “espíritu”), que como todo en el humano, tienen un sustrato biológico-neuronal, y se transmiten genéticamente.
               Tenemos que tener confianza en nuestros instintos, provistos por la Naturaleza y el Universo, (y para el que lo quiera o pueda ver así, por “Dios” detrás de él). Unos instintos “superiores”, (“espirituales”), que reordenan y dirigen a los instintos inferiores, biológicos y emocionales.
                No existe contradicción entre “Dios” y los instintos humanos. Todo, todo, todo, proviene del mismo sitio: del Universo y de su Creador y Director.

  • Santiago

    “Toda continuidad en la persona demanda permanencia” escribe certeramente Mariano…Porque la vida misma es un “continuum” no podemos retroceder, ni anticiparnos al futuro, sino que vivimos una continua realidad que es singularmente nuestra…Por eso en este devenir continuo nos encaminamos necesariamente a nuestra propia felicidad permanente que rebasa y trasciende nuestra libertad..La felicidad meramente natural es imperfecta, caduca y perecedera ya que se refiere a la temporalidad de la vida y que es imposible de alcanzarcon plenitud, y a lo sumo solamente podemos poseerla parcial y relativamente..Pero el ser humano desea siempre trascender, se sabe trascendente y quiere lo trascendente y permanente.

    Nosotros edificamos para siempre, no deseamos ni lo parcial, ni lo que acaba con nuestra felicidad. Por eso el fin último del ser humano no puede ser puramente natural. O alcanza su plena felicidad que es trascendente y extra-natural o pierde también su mera felicidad natural.Un saludo cordialSantiago Hernández

  • Cuando voy leyendo fragmento a fragmento el texto de Álvarez, entre subrayados, interrogantes y notas al margen, llego al final y me encuentro casi con la respuesta que venía intuyendo. Y efectivamente, imaginarme para la humanidad un futuro pronosticable y referenciado a lo que la ciencia y la técnica nos depare, nos dejaría-como anota Mariano Álvarez- “enclaustrados en nuestra indigente finitud, en nuestro déficit de “ser más” frente a un plus de “tener más”. Pero hasta llegar a este punto, recorría el texto y me iba deteniendo en pequeños detalles que yo percibo de otro modo. No mejor o más claro, pero si ligado a una experiencia vívida de la que he sido testigo. Es el caso de la memoria y su papel en la construcción de un futuro como informante de lo que ha sido, como si el devenir de todo presente, encaminado hacia un futuro, guardara relación consecuente con ese pasado. Y, sin embargo, me parece que cabe alguna explicación más. En este punto Álvarez anota que: ”La memoria ejerce la función de continuidad de todo tiempo pasado con el tiempo presente para ser asumido y conservado en el ahora como sustento y como proyecto, como punto de apoyo y como plataforma de lanzamiento hacia el cumplimiento de un proyecto con sentido”.Pero ¿no sucede que la memoria no se nutre exclusivamente de lo acontecido en un tiempo vivido, sino que le puede caber la interpretación de eso que se ha experimentado con una carga de valor interpretativo, tal que ésta se puede configurar como una realidad recreada o tal vez imaginada? Y eso, sin duda, afectaría al proyecto vital de la persona, al estar éste informado, en su base experiencial, por una realidad ilusoria.  Pero sigo adelante la lectura del texto. Y me cuadra más que esa pregunta sobre el futuro apuntado, cuyo pronóstico toma en consideración las claves de entendimiento aportadas por la ciencia y la técnica, es una formulación que, a cada tanto, nos es ofrecida por unos gurús a los que parece acompañarles un séquito de entendidos que, ante nuestro asombro, nos anuncian unos escenarios donde la persona se vería envuelta en desesperanzas, bien por no poder absorber esos cambios, bien por ser absorbidos por éstos. Me resulta más cercano pensarme inmersa en un proceso personal de plenificación. Esa plenitud que tiene que dar sentido a mi vida y también comprensión del mundo de la vida que yo habito. El ser humano ha creado grandes cosas. Algunas maravillosas y otras que, pretendiendo ser grandes avances, contribuyeron a que las guerras fueran aún más terribles. Pero, hasta en este panorama, cabe una mirada de esperanza.  Dejo aquí una larga cita que, entre otras muchas de Marcel Légaut, me permite ver una luz en este mundo de avances tecnológicos: La persona que reflexiona sobre su actividad creadora entra en el conocimiento de lo que le mueve en su vida propiamente humana y personal. …/.. la persona necesita ser creadora para avanzar en el camino de su humanidad. La actividad de creación alimenta su vida espiritual más que la obra que realiza en tales condiciones que, por otra parte, pierde a menudo, incluso a sus ojos, si no la marca, sí, al menos, el aura de su origen. La actividad de creación es el maná efímero pero substancial que le cae del cielo y que, fielmente, en su día, si no cada día, puede, si sabe recogerlo, darle la fuerza de avanzar en el desierto que tiene que atravesar para alcanzar, paso a paso, la tierra que paulatinamente se promete en ella.” NOTA: En esta cita procede del libro “Llegar a ser uno mismo” de Marcel Légaut. Editado en 2012, por la Asociación Marcel Légaut, me he tomado la libertad de sustituir el término hombre por el de persona, por hacer un ejercicio inclusivo, aunque sé que no sería de obligada modificación.  Las reflexiones que nos ofrece Mariano Álvarez dan para mucho más. He incorporado una nueva rutina para leer mejor los textos. Sé que la centralidad de su texto es el tiempo y la finitud. Él acaba siempre por aclararlo. Pero casi cada uno de los párrafos me sugieren un comentario de ampliación, asombro, aceptación o duda y, a pie de cada uno, voy escribiendo con otra tipografía lo que me sugieren, como si fuera una conversación a vuelta de hoja. Es divertido y una forma de aprender. Pero se hace muy largo y me devuelve a la necesidad del diálogo real con voz y rostro.  Y he preferido pues, limitar este post al papel de esa memoria que tiene tantas caras y, sobre todo, compartir lo que para mí es una certeza:que al ser humano siempre le queda la opción de reflexionar sobre su actividad creadora por más que el tiempo la limite, porque esta capacidad va pareja a la finitud de la persona.  Gracias, Mariano Álvarez, por ofrecer estas reflexiones abiertas, que siempre me posibilidad puntos de partida para conectar con todo lo que casi siempre cabe en estos textos compartidos.

    • La unión automática de los párrafos siguen traicionando la imagen del texto, hasta dificultarlo. Esta vez había dado dos espacios tras cada punto y aparte, pero se han unido igualmente, tal cual el punto y seguido.

       

      Saludos afectuosos,

       

       

  • mariano alvarez

    de la lectura de mi anterior respuesta, observo que el programa que lo edita ha omitido todos los puntos y aparte del mismo. Supongo que igualmente se entenderá. Otra cosa será que se comparta o no lo que expongo.

  • mariano alvarez

    Mi querido e ilustre amigo Leandro, siempre aprecio tus comentarios en gran medida, enriqueces mi corto saber y eso me produce placer.Habrás observado en mi balbuceante reflexión que toda ella la focalizo sobre una singularidad, la persona, no en el ser humano. Esto ya de entrada es un sesgo, un rasgo que me lleva a un análisis distinto. Es como centrarme en lo nuclear del ser humano con independencia de cualquier contexto temporal y cultural pero asumiendo plenamente que la persona como ser realidad relacional en su propio ser más primordial es el germen del dinamismo que da lugar al ser humano a través de todo tiempo en el que con su praxis dará carácter de realidad a lo que llamamos cultura, en contraposición a lo que denominamos por naturaleza.En mi balbuceo, cada persona es una radical novedad, imposible de reducirla a otra, como también deducirla de cualquier otra. Entre estos parámetros ubico mi reflexión en los que el tiempo toma el protagonismo material como sustento de oportunidad de encontrar el sentido a su existencia.Pero como bien dices en el enlace que me remites :” los comportamientos culturales del hombre no se reducen y no se explican solamente acudiendo a la biología, sino que la cultura tiene una función biológica” y que en mi reflexión amplío bajo el término “biográfica” al aludir a la historia como la huella del ser persona que en cada instante de su existencia singular única concreta e irrepetible, precisa encontrar el sentido a la misma. ¿Cómo podría tener un sentido la humanidad sin que su singularidad, la persona, no lo pudiese ya ejercitar en su presente, en su praxis existencial de su vivir cotidiano?. Perderíamos la continuidad del sentido de la vida esperando que emergiese en un futuro inscrito en una praxis cultural llena de discontinuidades de sentidos absurdos que caduca con cada finitud personal.En este punto es donde he dejado mi reflexión inconclusa parcialmente, al mostrar lo que a mi entender y al entender de muchos es por dónde no debemos esperar el cumplimiento del sentido pleno de nuestras vidas. Cumplimiento que ya en otros artículos he intentado mostrar que no será alcanzado por recursos propios sino como adhesión libre y voluntaria a quien verdaderamente es el creador de la vida.No olvidemos que la persona es novedad radical y como tal reclama para no caer en el absurdo un acontecimiento radicalmente nuevo. No contenido en la propia realidad……Y con todo esto aquí estamos en Atrio para que más que razones demos testimonio de nuestras razones y no a la inversa, ya que sin testimonio no hay encuentro y Atrio creo debe ser lugar de encuentro. 

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