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Esperanza, nombre de mujer

          No podría ser de otra forma, en la mujer su propia vida es esperanza de vida. Es el único ser humano que puede “estar” íntegramente en cuerpo y alma en estado de buena esperanza. Ella es el testimonio vivo de la fuerza de la vida que se contrapone a la muerte. El relato bíblico de la creación no alcanza su plenitud hasta que ella no es creada, dejando en sus manos la continuación de su función creadora de vida.

          Decía Ortega, posiblemente sin llegar a ser plenamente consciente de lo que se preguntaba: “¿Qué es en el hombre la esperanza? ¿Puede el hombre vivir sin ella?”. Pienso yo que es imposible vivir sin ella y sin quien la regenta en primera persona, la mujer, madre de la vida por delegación del Creador de la Vida. Orta cosa es que, por el uso responsable de su libertad también otorgada, ejerza o no ejerza tal función. Toda mujer es la encarnación viva de la esperanza de vida. ¡Tremenda responsabilidad! …..

          A partir de este punto, mi reflexión se focaliza en la propia esperanza, pero sin perder de vista el fondo de todo lo ya mencionado.

          Cuando Ortega se hacia la pregunta de ¿Qué es en el hombre la esperanza? estaba mucho más cerca que Heidegger al hacerse la suya sobre ¿Qué es el ser? Ortega va más directamente a la esencia, al a priori del ser, no en un principio causal y si en busca de un principio de finalidad, de sentido que englobe de principio a fin la realidad del ser. Por eso no se pregunta por el ser, se pregunta fenomenológicamente por aquello que es su sustento vital, existencial, sin el cual el ser no es. Cuando de la vida de la persona se ausenta la esperanza, su vida también se ausenta.

          Cuando nos hacemos una pregunta, sea del tipo que sea, desde lo más superfluo a lo más transcendente, siempre está precedida, aunque sea inconscientemente por una esperanza. La esperanza es el a priori de toda pregunta, sin ella no nos molestaríamos en hacerla.

          La palabra esperanza ya de entrada nos remite a un futuro, pero introduciendo al tiempo dentro de nosotros, nos hace vivir el tiempo, nos obliga a mirar un futuro no presente, una realidad distinta a la presente, esto es: A un presentir, a un “previvir” el futuro. Para esta condición humana J. Marías inventó el vocablo “futurizo”. La persona es “ser” que se proyecta hacia su futuro, que es a un “más ser”.

          Previamente Zubiri había definido la dimensión “hacia” como dinamismo de todo lo real, concepto mucho más genérico, pero que confiere universalmente un carácter de sentido, de finalidad a toda realidad, a todo el cosmos sin distinción alguna liberándolo de un indeterminismo evolutivamente ciego. Zubiri en su libro “estructura dinámica de la realidad” va describiendo los distintos modos evolutivos de ese radical y constante dinamismo cósmico y que a título de curiosidad cito apoyándome en la interpretación que Pedro Laín Entralgo hace del mismo: Materialización, estructuración, variación, alteración, mismidad y suidad. En relación a este último me remito a lo ya expresado en una reflexión anterior. (Yo sin ti, no soy yo … Pero sin mí, tampoco « ATRIO)

          Ambos introducen en cierto modo una irrealidad en la realidad en un intento de hacer presente lo que aún no es real. Es como si ese tiempo que existe fuera de nosotros fuese un obstáculo no dejándonos ser lo que debemos ser. En este punto hemos de recordar la diferencia entre vida y existencia, entre ser y estar, entre el ser y el tener, para no confundir la esperanza con el deseo. (Persona, entre el dolor y el sufrimiento « ATRIO)

          Con la esperanza, la persona modula y modela el tiempo dotándole de sentido, lo sustancializa, lo incorpora a su propia realidad, se hace cargo de él, le dota de su existencia personal, lo acoge en su singularidad única, concreta e irrepetible quedando a su entera disposición con una finalidad de sentido ya pre-sentido y pre-vivido. La persona esperanzada no vive en el tiento, es a la inversa, el tiempo toma vida en ella.

          Sin esperanza, el tiempo es quien toma posesión de la persona y la esperanza transmuta en deseo, en deseo infinito, sin fin. El tiempo por su propia naturaleza es una realidad encerrada en su mismidad infinita y mono-tona (tic, tac…). La persona que fundamenta su vida en el deseo se enclaustra inconscientemente en el ámbito de la necesidad del tener. El mundo de la ciencia y la técnica viene a ser quien le facilite dicho deseo, pero a su vez le priva de su poder más “ser” que sustituye por el de más “tener”.

          El deseo es el espejismo de la esperanza, que cuanto más te acercas a él más se te aleja. El deseo no se sacia con más deseo, no tiene límite.

          La esperanza en el ser humano es un deseo escatológico que apunta más allá de todo tiempo, es un deseo de plenitud, distinto al que toda ciencia y toda técnica pueden dar cumplimiento, rescatándole de la tiranía del tiempo y de la necesidad insaciable del tener, facultándole para existir en pro de un más ser, de un ser en plenitud. Soy consciente del salto racionalista que estoy exponiendo, en especial para el ser enclaustrado en las coordenadas existenciales del deseo de la pura necesidad, pero la propia razón presiona y demanda el auxilio de algo que esté por encima de ella, que en este caso es Alguien, y que al igual que la propia razón con la ayuda de las ciencias positivas por ella elaboradas es capaz de detectar la presencia de realidades ocultas (por ejemplo: La energía oscura) por sus efectos observables sobre la propia realidad visible; aquí también la razón humana demanda razones no científicas que le faculten para que su voluntad se abra a esa razón que culmine la plenitud de su existencia.

          El único modo que el creyente puede dar razón de su esperanza es haciéndola veraz, abriéndose a ella como don recibido, don gratuito y no forzado, viviéndolo y dejando su huella en la historia, huella imborrable más fuerte que las razones. Lo que sucede es que la fe en el progreso, la fe que no puede desligarse del tiempo, la fe del tener, del necesitar, la fe del deseo cada vez más supone una notable mengua de la esperanza, esa esperanza que pone la fe en su creador y la confirma con su propio testimonio en la historia. ( El Fieri de la Creación « ATRIO)

          Vuelvo aquí a plantear la antinomia que ya he expresado al hablar del futuro, de ese futuro panificable, predecible e inmanente propio del sentido del progreso en un tiempo de necesidad, progreso sustentado en la ciencia y en la técnica frente al futuro trascendente y abierto a la novedad de la libertad y fuera de la necesidad y de las cadenas del tiempo entrópico en el que todo siempre se pierde en un pasado irrecuperable y en un presente huidizo hacia un futuro sin fin. ( Ahogados en el tiempo. (Vanidad de vanidades) « ATRIO)

          La esperanza no se evade del presente, lo asume, se hace pleno cargo de él dándole sentido de eternidad, a la vez que a todo pasado y a todo futuro. La esperanza opera continuamente sobre todo tiempo transfigurándolo en un tiempo neguentrópico y ectópico. Neguentrópico porque en él nada se pierde ya que éste está a su disposición y ectópico porque se sale fuera de él para entrar en ese nuevo tiempo llamado eternidad. La esperanza da la posesión plena de todo acontecimiento de su existencia, nada pasa en vano, todo queda a su disposición en un modo distinto. Todo pasado es recuperable en una esperanza viva y todo futuro es integrable en un presente con sabor de eternidad.

          Con la esperanza todo dolor, todo sufrimiento, toda pérdida es recuperable, perdiendo su aguijón de muerte pues en ella no cabe la muerte. La esperanza ejerce una función terapéutica en el presente de cada persona. No le liberará de sus sufrimientos de sus dolores y de las ausencias de sus amores que ya partieron, pero estos sufrimientos, dolores y ausencias ya no serán los mismos, estarán plenos de sentido, plenos de vida vivída en el presente y no de desesperación y muerte como los del deseo. El presente mantiene y saborea la tensión de la victoria sobre la derrota. “El ya pero todavía no”, que le impulsa a trabajar con todas sus energías por ese futuro que no le dejará abandonado, como el denominado progreso…..

          He intentado dar unas pinceladas sobre un tema tan trascendente como es este de la esperanza ubicándola en el horizonte escatológico que trasciende el tiempo, para diferenciarlo de las escatologías seculares que no pueden desprenderse de él en una dinámica que denominan progreso y que finaliza cuando el tiempo se acabe en un fin cosmológico. El fin del mundo escatológico nada tiene que ver con la cosmología.

          El hombre, la persona no es solo un yo, ni un ser social, ni un ser mundano; es simultáneamente los tres y su esperanza escatológica es englobadora de toda su realidad. El hombre es el éscaton de toda la realidad creada, el hombre es la esperanza del cosmos entero en espera de que él colme con su sentido y de sentido de toda realidad creada. El universo entero es un grito de esperanza hacia el hombre en espera de que él también le rescate de du indigencia. (La Persona, Realidad Indigente « ATRIO).

          ¿Quién es el éscaton del hombre?

22 comentarios

  • Dirijo este comentario a Rodrigo Olvera que ha contestado al post que he escrito al texto de Mariano Álvarez. No he encontrado la forma de incluir este comentario bajo el texto de Olvera. Pero la pérdida de un amigo que comenta Rodrigo me aboca a expresarle mi sentir.

     

    Estimado Rodrigo Olvera, estas ya no soy horas para mi. Es muy tarde ya en España. Y ya cerraba mi día, tras compartir una Eucaristía con personas que estimo, y me retiraba ya. Pero alguien me ha enviado un correo, relacionado con el post que le he dejado a Mariano Álvarez y antes de contestar, he querido mirar en ATRIO.

    Y ¿qué me encuentro? El regalo de esta canción de Santiago Feliu y tus palabras tan cariñosas. Siento en lo más profundo la pérdida de ese amigo tuyo. Ya se van marchando algunos de nuestros más cercanos. Y sé que recorren el camino al que estamos llamados todos los seres, pero yo no he acabado de aprender cómo se puede transitar por la vida sin dar espacio al dolor de la pérdida. Por más que me digan que vuelven al seno del Padre, yo les seguiré rememorando.

    Te acompaño en tu pesar y seguro que en estos momentos rememorarás a ese amigo. Disfruta vivificando el que fue su existir y sobre todo aquello en que dejó su huella. Eso siempre nos hace bien.

    Ya ves que en el texto que le ponía a Mariano Álvarez escribía que una esperanza sería la de poder ser vecinos y así poder compartir desde la cercanía todas esas cosas, a partir de las que podríamos aprender y construir. Pero he de anotar que a posteriori me causa un poco de pudor, saber que haya removido el interior de una persona. Pero si es para bien, bendita sea la escritura guiada de la sinceridad y la esperanza.

    Añado ahora también los abrazos de estima y acogida.  Recibe mi abrazo cariñoso Rodrigo.

     

  • Cuánto me gusta leer los textos de Mariano Álvarez y los diálogos en letra que suscita. Esta vez, como tantas otras anteriores, llegué al texto un poco tardíamente. Le pasé una mirada y lo dejé hasta ver si se me disolvía la primera impresión. Cuando de nuevo lo volví a mirar, esa primera sensación que me causaron las primeras líneas volvieron de nuevo. La expresión de “estado de buena esperanza” me devolvió a mi infancia, en que escuchaba aquello a mi madre o sus amigas, cuando se referían a mujeres gestantes. Parecía que la expresión embarazo quedaba relegada a los espacios clínicos. Ese “estado de buena esperanza” era además ocultado con ropajes que mostraban a muchas mujeres, cual si fueran una mesa camilla de la que cuelgan unos faldones fruncidos. Y hoy, he vuelto a repensar cómo el lenguaje configura el pensamiento. He rememorado a las amigas que no celebraron tal esperanza, a pesar de estar embarazadas y a las que, como yo, no tuvieron la oportunidad porque no pudieron concebir y algunas encontraron consuelo leyeron el texto de la oración de Ana, la madre de Samuel (1 Sm 2, 1-10).
    Puede que el relato bíblico alcance su plenitud en el momento en que la mujer es creada como escribe Álvarez, o puede que esa plenitud del texto llegue siguiendo la continuidad del relato, cuando aparecen los personajes de Caín y Abel y descubramos la verdadera posibilidad que lo seres humanos tenemos de tomar un camino: el de la esperanza de que podemos ser mejores o el de seguir adelante con la señal en la frente, que a todos advertirá que no podrán matarnos, mientras sigamos caminado con el amparo de Dios, pero con el temor de los otros por compañía y hasta el fin de ese camino.
    Lo más parecido que he sentido a la maternidad ha sido sentirme la madre de mil o escuchar a mi madre anciana que, tras despertar de su siesta, me llamaba desde su habitación, y subiendo una octava, decía: ¡mamáaaa la meriendaaaa! Cuando iba a su habitación le preguntaba: ¿por qué me llamas mamá? si yo soy y seré tu hija hasta el último de tus instantes. Ella me miraba un poco desconcertada; luego se ubicaba en sí misma y me respondía: no sé, es que me gusta llamarte así. Bueno, pues ahora mismo te preparo la merienda, y cerraba así ese breve diálogo sobre quien era la madre de quien. Esa es la oportunidad que parece que tenemos las personas, ser dos veces hijos y ser mil veces madres o padres. No es mala esperanza.
    Apunta Álvarez que:
    El único modo que el creyente puede dar razón de su esperanza es haciéndola veraz, abriéndose a ella como don recibido, don gratuito y no forzado, viviéndolo y dejando su huella en la historia, huella imborrable más fuerte que las razones. Lo que sucede es que la fe en el progreso, la fe que no puede desligarse del tiempo, la fe del tener, del necesitar, la fe del deseo cada vez más supone una notable mengua de la esperanza, esa esperanza que pone la fe en su creador y la confirma con su propio testimonio en la historia.
    Sin embargo, no sé cómo hacer veraz mi propia esperanza, salvo que mire cómo les fue a los seguidores de Jesús, en los relatos de los Hechos de los Apóstoles, por arrancar desde un punto, aunque los hay muy variados. Y en esta mirada, esta semana me he tropezado con el relato de la Ascensión que, como tantos otros, está narrado con un lenguaje mítico. La Ascensión o la propia venida del Espíritu, son hechos que no acontecieron en el tiempo de aquellos, sino que acontecen en la eternidad. La ascensión, la resurrección, la venida del Espíritu están acontecimiento permanentemente. O ¿acaso no oramos “Ven Espíritu Santo…luz que penetra las almas…” Cada año, espero percibir cómo resuena en mi la frase: “-Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?, volverá como le habéis visto marcharse” (Hch. 1,11). Pues bien, esa es también para mí, una opción de entender la esperanza, como la invitación a seguir caminando, bien sea de regreso Galilea o por los caminos que estén abiertos para mí. Pero no una esperanza de cómo podrá ser mi mañana, sino como el posibilismo de ahora mismo. En cuanto me levante de escribir estas notas, podré generar esperanza para mí y para otros, pues la esperanza puede ser también sembrar vida con una sonrisa.
    Apunta Mariano Álvarez hacia muchos frentes reflexivos, todos ellos valiosos para mí:
    -Sin esperanza, el tiempo es quien toma posesión de la persona y la esperanza transmuta en deseo, en deseo infinito, sin fin.
    -Con la esperanza todo dolor, todo sufrimiento, toda pérdida es recuperable, perdiendo su aguijón de muerte pues en ella no cabe la muerte.
    -El hombre, la persona no es solo un yo, ni un ser social, ni un ser mundano; es simultáneamente los tres y su esperanza escatológica es englobadora de toda su realidad.
    Todas estas afirmaciones y otras más me generan la apertura hacia un diálogo que se convertiría en “un nunca acabar”. Y además cuando voy a insertar lo que acabo de escribir vuelvo a encontrar alguna nueva aportación. Quizá esa sea la cuestión: dialogar para compartir, para mejorar y para construir la esperanza que no sólo nos habita, sino que se renueva con la que nos transmiten los que la testimonian.
    Como siempre, gracias Mariano y gracias también a las personas que le escriben estos post como María Luisa, A. Llagunes, Santiago, Ana Rodrigo y Rodrigo Olvera. Todo lo que he leído es muy valioso para mí.
    Y si pudiera mantener la esperanza en algo puntual, sería la de esperar que este grupo de personas fueran todas ellas vecinas mías. La cercanía física seguro que facilitaba conversaciones más que esperanzadoras.
    Un saludo cariñoso.

    • Rodrigo Olvera

      Ana; queridísima Ana.

      Gracias, gracias, GRACIAS!!!!

      Tu comentario es una joya hermosísima.

      Las he imaginado a tu madre y a tí en la escena que nos compartes. Ella llamándote, tu respondiendo a su llamado. Colocándote tú en tu papel de hija. Ella mostrándote que le resulta bueno para ella llamarte mamá. Me he emocionado y conmovido profundamente.

      Me ha encantado el que extiendas el texto hasta Caín y Abel, y que centres tu mirada (una mirada que percibo compasiva) en la esperanza de que podemos seguir caminando y ser mejores. No sé si éso estaría en el horizonte de significado de quienes escribieron ese texto, pero sin duda me anoto a esta interpretación que nos compartes.

      Leo esto que escribes “En cuanto me levante de escribir estas notas, podré generar esperanza para mí y para otros, pues la esperanza puede ser también sembrar vida con una sonrisa” y me he puesto a llorar suavecito. Y te puedo decir que con sólo haberlo escrito, ya me has generado esperanza.

      Te comparto: Unos minutos antes de leer tu comentario, recibí la noticia de un compañero defensor de derechos humanos más muerto en mi país. Ha sido muy triste saber de esta muerte. Así que entré a ATRIO con tristeza, frustración y pesadez.  Y lo que leí fue éste tu comentario. La ternura, delicadeza, sensibilidad, apertura, lucidez, bondad que percibí detrás de tus palabras ha sido como lluvia de mayo para este mi corazón.

      ¡Cómo me encantaría verte en persona, y agradecerte la merced que has tenido conmigo con un abrazo, y compartir el pan y la palabra, para seguir contribuyendo a hacer este mundo un buen hogar para toda la humanidad! Mientras tanto, me conformo con compartirte esta canción que me hiciste volver a cantar con tu comentario, y con lo que me he identificado desde mi primera juventud: que haya esperanza para todas las personas!!!

       

       

      Abrazos y esperanzas

      Rodrigo

  • mariano alvarez

    Respondo a Ana Rodrigo y a M. Luisa:

    Al igual que a  Rodrigo Olvera, os manifiesto mi agradecimiento a vuestra sinceridad, que como ya he dicho es una virtud y no un defecto, con independencia de que coincidáis o no con lo que escribo.

    Ana, como se que eres asidua lectora de mis reflexiones sabes que para mi, el hombre y la mujer tienen la misma dignidad, al ser personas, así como también tienen los mismos derechos incluso alguno mas que los hombres, como es el de dar cobijo en su ser biológico a la vida que viene a la existencia. La persona unifica la integridad del ser, pero no nos iguala, precisamente porque no hay dos personas iguales, sean hombres o sean mujeres, aspecto muy reiterado en muchos de mis artículos, pues lo considero como elemento central de la realidad persona. El utilizar el adjetivo de iguales en términos genéricos y en este contexto, para mi es un reduccionismo simplista. Otra cosa es cuando hablamos de los roles y conductas en las relaciones humanas, en donde dicha praxis diferencia lo que no se debe diferenciar, estableciendo conductas e instituciones que marca la diferencia donde no la hay, discriminando, incluso marginando los derechos de unos frente a otros y ya no solo entre hombres y mujeres….

    En esta reflexión sobre la esperanza lo hago en ese contexto que le respondo a Rodrigo Olvera, lo hago en un sentido trascendente y plenificador de sentido de la persona que en su vida se siente y se sabe indigente ante el sinsentido de su fracaso existencia en una muerte absurda. Hablo de la esperanza de toda persona incluso de la desesperada que cita Rodrigo, porque la desesperación es el sentimiento más profundo y mas intenso de una demanda de esperanza. Si salimos de este contexto que remarco en los últimos párrafos de mi relato nada tiene sentido.

    M. Luisa, como también eres asidua lectora de mis artículos sobre los que dialogamos con frecuencia, sabes perfectamente que simplemente no comparto contigo este enunciado que escribes en tu respuesta: “Es el problema que surge  de anteponer el ser a la realidad. El tema de la esperanza lo enfoqué no ontológicamente, sino   partiendo de la realidad  misma, por eso me era indiferente  si la esperanza tiene o no nombre de mujer”.

    Mi planteamiento es radicalmente opuesto y explicitado en varios de mis artículos en lo que antepongo el ser a la realidad. La persona es creadora de realidad y no a la inversa. Pero no lo tomes como dogma obligado a asumir. Respeto tu libertad interpretativa de la que tanto tu como yo somos “respondientes”.

    Por último si no os gusta que la esperanza tenga nombre de mujer por lo menos no me neguéis que  tiene nombre femenino.

    Con cariño os agradezco vuestros comentarios.

     

     

    • M. Luisa

      …Pero es creadora de realidad porque ya está en ella… la enriquece creativamente, la va haciendo cada vez más patente,  por esto realidad y conocimiento son congéneres… en fin, de momento lo dejo aquí. Muchas gracias por tus respuestas Un abrazo!

  • mariano alvarez

    Respondo a Rodrigo Olvera:

    Antes que nada agradezco tu comentario, que por encima de todo lo considero muy sincero y ya eso tiene mucho valor. Quizá tu duda a publicarlo responde a esa nobleza interior que no desea herir sensibilidades de quienes hayan opinado lo contrario.

    En ese mismo contexto de sinceridad quiero expresarme: Comparto contigo tu primera expresión de que cuando dices que: El inicio del hilo disuena con mi experiencia, y para mí las más elaboradas especulaciones abstractas no encuentran resonancia cuando contradicen la experiencia“. A mi me pasa lo mismo, pero a lo mejor nuestras experiencia no coinciden, pues toda experiencia lleva el sello de la persona que la vive. Lo abstracto es lo contrario a la experiencia, o mejor dicho a lo sumo sería una abstracción experiencial. Cuando hablamos de experiencias involucramos todas nuestras facultades existenciales integradas, que tienen el vigor no solo de los acontecimientos en sí, también interviene el sentido final de los mismos en esa cosmovisión existencial en el que se proyecta toda persona. En resumen lo que quiero decir es que todo texto, nos sólamente tiene un contexto y un pretexto, también contiene un supertexto, y muchas veces es mejor un lenguaje figurado que no uno objetivo y cerrado. En este leguaje figurado muchas veces es más lo que no se dice que lo que se dice. 

    No planteo mi texto en un contexto ontológico-racional. Lo planteo desde un contexto “personalista” y desde mi experiencia existencial, con todo mi contexto, pretexto y supertexto. De ahí que que cada uno sea libre de expresarse sinceramente al respecto.

    Por otra parte me ha llamado la atención tu último párrafo: “Tengo yo sí la esperanza de que esa asignación de roles estereotipados de lo que es ser mujer, y la responsabilidad que se le impone en consecuencia, siga cambiando como ya lo va haciendo poco a poco”.

    Me gustaría conocer si, te apetece, explicitases en qué sentido debería seguir cambiando.

    Te reitero mi sincero agradecimiento a tu comentario.

     

     

  • Rodrigo Olvera

    He dudado mucho de publicar este comentario o no, que va a contracorriente de por donde ha ido la conversación sobre este hilo. Al final, me decido a hacerlo.

     

    El inicio del hilo disuena con mi experiencia, y para mí las más elaboradas especulaciones abstractas no encuentran resonancia cuando contradicen la experiencia.

    No resuena con mi experiencia que sólo las mujeres puedan estar íntegramente en cuerpo y alma en estado de buena esperanza (además, ¿hay un estado de mala esperanza?)

    No resuena con mi experiencia que la mujer sea ontológicamente madre, independientemente de si decide ejercer o no tal función. Eso decir que las mujeres que elijen no ejercer esa función estarían eligiendo no ser quienes ontológicamente son; por mucho que se reconozca la libertad para elegir tal, es a fin de cuentas decir que eligen no ser lo que están “llamadas” a ser. Mi experiencia me muestra que es más acertado que las mujeres son personas completas en sí mismas, eligiendo si incorporar o no a su experiencia la vivencia de la maternidad. Y que es elección muchas veces no es libre, por toda la presión social incluyendo en esa presión social la falsa idea de que la mujer ontológicamente es madre.

     

    Tampoco resuena con mi experiencia que toda mujer es la encarnación vida de la esperanza de vida. Justo hace tres semanas empecé a colaborar terapéuticamente con una joven muy desalentada, con pensamientos intrusivos de muerte (no de matarse, pero sí de que estaría mejor muerta, que sería más fácil morir que lo que está viviendo). ¿Tendría yo que, además de lo que está viviendo y sufriendo, cargarle encima la “tremenda responsabilidad” de encarnar la esperanza de vida, lo que sólo añadiría más sufrimiento por “falla” a esa responsabilidad? Definitivamente no lo veo yo así.

     

    Toda esa ontologización de la mujer como madre portadora y responsable de la vida me parece que no sólo no corresponde a la experiencia concreta de la diversidad de mujeres: invisibiliza  y – aún sin ser esa su intención- descalifica a las millones de mujeres no que “encarnan” ese ideal patriarcal.  Aún cuando es un rol estereotípico “positivo” o “valorado” de la mujer, sigue siendo un rol patriarcal.

     

    Tengo yo sí la esperanza de que esa asignación de roles estereotipados de lo que es ser mujer, y la responsabilidad que se le impone en consecuencia, siga cambiando como ya lo va haciendo poco a poco.

     

    Abrazos y esperanzas

    • ana rodrigo

      Rodrigo, gracias, por tu comentario, con el que estoy totalmente de acuerdo.

      Las mujeres nos conformamos con ser consideradas seres humanos, en igualdad con los hombres, no menos pero tampoco más. La idealización de determinados aspectos de las mujeres, no nos hace ningún favor ni a nosotras ni a los hombres

    • M. Luisa

      De acuerdo Rodrigo, es el problema que surge  de anteponer el ser a la realidad. El tema de la esperanza lo enfoqué no ontológicamente, sino   partiendo de la realidad  misma, por eso me era indiferente  si la esperanza tiene o no nombre de mujer.

       

      Abrazos!

  • M. Luisa

    Aunque parece darse el diálogo por terminado, me gustaría hacer una pequeña aclaración sobre un malentendido  filosófico  en el pensamiento zubiriano que me parece muy importante y que no desmiente para nada  esa sensación que se tiene desde la Fundación según la cual la incomprensión es lo que prevalece en la   mayoría de sus estudiosos.

     

    No así, como ya señalé hace unos días por un grupo de jóvenes filósofos que apoyándose en sus hombros dan una gran extensión  al legado de su herencia.

     

    El punto crucial en el que no estoy de acuerdo, ya me disculparás Mariano, es que se diga que en su teoría sobre la cognición humana, Zubiri pretendía introducir ese momento de irrealidad en el conocimiento intentando con ello hacer presente al mismo lo que aún no le fuera  real todavía aprehender (percibir). No hay nada de irreal en su concepto   “Aprehensión primordial de realidad” como tampoco  la de un  conocimiento que  empezara   de  cero.  Son  imagines   ilusorias en la historia del pensamiento.

     

    En la actualidad hay dos autores,  Dreyfus y Taylor  que invocan a una recuperación del realismo partiendo siempre de un “trasfondo de comprensión” Eso sí! Un trasfondo de comprensión profundo  que opera en nuestro conocimiento de forma “primordial” y es fruto de nuestro afrontamiento cotidiano con las cosas.

     

    Es curioso que en este sentido tanto los citados autores Dreyfus y Taylor   como Diego Gracia a quien he consultado en su libro “El poder de lo real” para validar sus tesis  evocan a Wittgenstein en sus    Investigaciones lógicas. Por un lado, estaría lo paradoxal del lenguaje y por otro  “Lo Místico”que tanto apasionaba al propio Wittgenstein.

     

    Pues bien, lo que sucede es que la teoría de las paradojas del lenguaje le llevó a pensar que el decir algo sobre lo que no se puede decir era ya una paradoja más.  Sin darse cuenta de que el logos, el lenguaje descriptivo,  podrá ser siempre  imperfecto sí, y en este sentido contener paradojas, pero  reconocerlo así no es lo mismo que creer que  la propia descripción es ya en sí una paradoja más, la cual cosa remitiría  en consecuencia a tener que  abstenerse de hablar. Bien, gracias por permitirme esta última reflexión

     

  • mariano alvarez

    Respondo a M. Luisa, a Santiago y a A. Llaguno:

    M. Luisa ahora entiendo y encajo bien tu afirmación sobre lo simbólico de tus agradecimientos “simbólicos”, que nada tiene que ver con lo que yo había interpretado el ubicarlos en un contexto distinto al que tú ahora me recuerdas con el sentido de mi frase sobre la realidad y que veo que la has acogido como yo quería. Me salió del alma esa expresión de que ¡La realidad eres tú! a semejanza de la de G.A. Bécquer en respuesta a la pregunta de “qué es poesía” y que aprovecho para añadir que la realidad en la persona es su poesía de vida…. lo dejo en puntos suspensivos para no coartar la libertad interpretativa…

    Ahora paso a responder a los tres también dentro de un contexto de puntos suspensivos, sobre la relación entre fe y esperanza. Lo hago con una breve exposición reflexiva también poética y en este caso en el ámbito de la pintura:

    Hay un cuadro de un pintor renacentista bajo el título de “las tres virtudes”, cuyo nombre no recuerdo y me gustaría me lo facilitaseis, en las que éstas vienen representadas por tres mujeres, una detrás de otra: La primera encorvada y vestida de negro y con un gesto también oscuro, que simboliza a la fe. La segunda ya enderezada y vestida de verde, con un gesto más expectativo, que simboliza a la esperanza y la tercera ya ensalzada con vestiduras oro purpura y un rostro resplandeciente que simboliza el Amor.

    La primera muy apegada a la razón que busca sin cesar la razón de su incipiente fe con todas las dudas que le acechan cotidianamente. La segunda ya más segura y confiada deja entrar en su razón una fuerza por encima de su razón, su voluntad, que no le garantiza racionalmente el final de su esperanza pero que opta voluntaria y libremente por confiar en ella y la tercera es la que le moviliza a vivir, a trabajar sin escatimar medios por el cumplimiento de dicha esperanza ya en este presente, incluso arriesgando todo su ser como un acto de victoria sobre la muerte. Esta sí que será una muerte digna…….

    Aquí lo dejo para que cada uno acabe su foto….

    Gracias a todos por incitar estas participaciones cruzadas….

     

     

    • Santiago

      Muchas gracias Mariano por tus acertadas e interesantes intervenciones..Me gustó mucho las certeras imágenes que transcribiste en relación a la 3 virtudes teologales..Como dices del amor, que es lo que mueve todo, porque,sin el, la vida misma pierde su sentido y  e l  paso a la otra, sin amor, es pérdida total y eterna.

      Un saludo cordial

      Santiago Hernández

  • M. Luisa

    Querido Mariano, mi agradecimiento como modo de empezar mi anterior comentario  era plenamente sincero y se refería a tal expresión tuya “Si tú me preguntas qué es la realidad te diré: ¡La realidad eres tú!, (espero te guste la metáfora)” expresada en tu último hilo. Allí no quise volver a entrar para evitar acumular demasiado espacio, con lo cual pensé, en efecto, mostrarte  mi agrado en la primera ocasión.

     

    Dicho esto, ahora mi entrada aquí de nuevo me supone una cierta fatiga, pero ojo!, no precisamente por el contenido de tu respuesta  que la encontré lógica y adecuada al marco de tu exposición. Mi fatiga está relacionada  con ese cinturón de seguridad que a cierto nivel de la discusión   aparece siempre en los diferentes hilos como resolutivo y, por tanto, dando cierre o intentándolo  dar en los respectivos  debates, al menos en algunos, otros por suerte van quedando abiertos.

    Lo tiene difícil Mariano, ¿cómo  vas a disuadir al amigo Santiago de que no estáis diciendo lo mismo?

    La paciencia también es un don y tú tienes mucha.

    Un abrazo!

     

  • Santiago

    La esperanza se relaciona íntimamente con la fe  ya que esta iluminación nos permite esperar lo que es trascendente, puesto que nuestros deseos -por ser infinitos- nos inclinan  a esperar lo eterno ya que la vida eterna, es en realidad, el fin último del ser humano. Y así, no sólo es correcto y laudable esperar, sino que es necesario..para nuestra salud espiritual..

    Por eso, la desesperación se opone diametralmente a este don “recibido” y “gratuito” como escribe Mariano, y también es opuesta la presunción de que podremos entrar en la felicidad eterna sin arrepentimiento de nuestras graves faltas persistiendo en el mal y sin cooperación a la gracia.

    El crecimiento de la esperanza es posible, al igual que el de la fe…Porque podemos pedir el aumento de nuestra fe y de nuestra esperanza, como  lo hacían los discípulos durante la vida pública de Cristo, ya que la Misericordia divina es incansable y eterna.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

    • Antonio Llaguno

      No estoy de acuerdo, Santiago.

      Yo tengo la esperanza, generalmente vana, de que el Atleti gane la liga pero no tengo ninguna fe en ello, al menos este año.

      Es solo un ejemplo chusco.

      Hay muchas esperanzas en la vida que están fundamentadas en datos, creencias, supersticiones, o intuiciones y que no tiene nada que ver con la fe.

      De hecho mi esperanza religiosa no tiene demasiado que ver con la fe. Es algo mucho más “intelectual”, intuido que todo junto provoca la fe. En mi caso, es previa a la fe; puesto que mi fe es una fe llena de dudas y sin embargo mi esperanza está limpia de ellas precisamente por eso, porque es esperanza, que viene de “esperar”.

      La fe, en mi opinión implica “conocer”; aunque ese “conocimiento” no sea científico ni racional, pero implica una relación con el objeto de la fe, implica conocerlo. En el caso de una fe religiosa implica conocer a Dios. Ese conocimiento de Dios que un ateo nunca entenderá (Precisamente porque no le conoce) pero que es imprescindible para la fe, puesto que la fe no es más que la adhesión al objeto de ese conocimiento.

      Y no me sirve la cita bíblica de “dichosos los que creyeron sin ver” porque sin ver, sin pruebas, es posible tener fe pero no se puede tener fe en algo o alguien a quien no conoces.

      Y acabamos hablando de una de las más antiguas discusiones cristianas. ¿Es la fe un regalo de Dios o forma parte de la voluntad de los hombres?

      No responderé con una cita bíblica porque no estoy seguro de que haya alguna que responda a esto y porque en cualquier caso es mi intuición (Mía porque de mi fe y sólo de mi fe puedo hablar) quien manda y para hacer comprensible este concepto de fe, tengo que definirla como hice antes, la adhesión al objeto fruto del conocimiento de eso que algunos llamamos Dios.

      • Santiago

        Claro Antonio Ll yo me refería, no a la fe en las cosas humanas, sino a la fe que va más allá de lo natural y se nos presenta existencialmente como trascendente.
        Pero la fe es confianza y de alguna manera se asemeja a la misma confianza que yo tengo con mi médico, mi abogado o un buen amigo. Mi confianza se basa en el amor.

        La fe pues ha de ser una virtud de iluminación puesto que las verdades trascendentes escapan a la “razón natural” que sólo puede llegar a cierta noción de lo sibrenatural.

        La FE como don y gracia divina hace posible nuestro asentimiento y es otorgada a todos, pero en nuestra libertad podemos rechazarla total o parcialmente porque es un regalo y todo regalo puede devolverse.
        Dios no “fuerza” a creer sino que nos invita a creer disponiendo nuestra voluntad al asentimiento de la Verdad…

        La fe es meritoria puesto que necesita de nuestra disposición y trabajo, y cooperación ..Es un don que se pide como “aumento” ya que por el bautismo se nos infundió gratuitamente como el primer don aunque podemos perderla si nos empeñamos en ello.
        Es oscura por nuestra limitada capacidad pero la gracia supera nuestra debilidad y oscuridad que produjo la entrada del mal en el mundo que frustró el plan salvífico divino..Pero la misericordia de Dios siempre puede rescatarnos si aceptamos Su ayuda..Sin la gracia de El nada podemos hacer..La vida es una gracia continua..

        Un abrazo

        Santiago Hernández

         

  • mariano alvarez

    Respondo a Antonio Llaguno:

    Querido Antonio te entiendo perfectamente pues mi mentalidad ingenieril que comparto contigo me lo pone fácil.

    Me gusta el símil que sacas de de la relación dual en cierto modo contrapuesta entre esperanza/deseo con la de satisfacción/felicidad. Para mí están bien traídas aunque en dos niveles de realidad distintos pues ambos operan en dos realidades distintas, en dos mundos distintos. El primero en la realidad adimensional del sentido teleológico de la existencia, del mundo del espíritu. El segundo en la realidad fisiológica del mundo de los sentidos. Ambos sentidos son diferentes aunque todos participemos de los dos.

    Espero que esto que te acabo de decir quede más explicito en otra reflexión que pienso preparar para un futuro próximo. De momento te ruego esperes esperanzadamente, aunque por otra parte te veo capacitado para poder adelantarte a mi explicitación.

    Muy agradecido por tus comentarios. A mí las reflexiones me las suscitan personas como tú que se molestan en compartir sus experiencias y si es sin prejuicios , más todavía.

     

  • mariano alvarez

    Respondo a M. Luisa:

    Tengo por costumbre responder a quien lee mis reflexiones de forma correcta y amable con independencia de que asientan o disientan sobre lo que yo diga, pues yo aprendo de sus respuestas en un doble orden, el de corregir mi forma de expresarme para que se entienda mejor lo que quiero expresar y porque agradezco las aportaciones que se suelen hacer, también con independencia que las comparta o no. Mi amabilidad hacia tí no es simbólica es el reflejo de ese agradecimiento al prestarme tu atención y que nuevamente te reitero a la vez que paso a responderte.

    Dentro de este orden y en relación a la indigencia del ser humano la ubico en ese ámbito en el que éste (la persona) existiendo en un mundo finito no puede reprimir sus ánsias de infinitud. No hay para mí, mayor indigencia que ésta, ya que no le basta sentir la muerte además sabe de antemano sobre su muerte segura sin poder evitarlo, otra cosa es que al ignorarla en el transcurso de su existencia muchos no sientan la indigencia….

    También dices que : ” La esperanza se ha de situar en el tiempo, no en el más allá, sino en el aquí y ahora.” y yo te respondo en el propio artículo hacia el final del mismo:  “”La esperanza no se evade del presente, lo asume, se hace pleno cargo de él dándole sentido de eternidad, a la vez que a todo pasado y a todo futuro. La esperanza opera continuamente sobre todo tiempo transfigurándolo en un tiempo neguentrópico y ectópico. Neguentrópico porque en él nada se pierde ya que éste está a su disposición y ectópico porque se sale fuera de él para entrar en ese nuevo tiempo llamado eternidad. La esperanza da la posesión plena de todo acontecimiento de su existencia, nada pasa en vano, todo queda a su disposición en un modo distinto. Todo pasado es recuperable en una esperanza viva y todo futuro es integrable en un presente con sabor de eternidad”. El presente de la esperanza es un presente activo y no pasivo…..

    En cuanto a Zubiri, solo utilizo su expresión “hacia” para darle a la esperanza de la persona un carácter englobador a toda su realidad relacional incluso más allá y más acá del presente lo que que constituye su verdadera singularidad…

    Ya en anteriores respuestas te he explicitado que me gustaría departir contigo al respecto de tus disentimientos ya que estoy seguro que la conversación estaría repleta de preguntas y contrapreguntas, de argumentos y de contraargumentos, puesto que los temas que tocamos sobrepasan el ámbito de la pura objetividad, y así te puedo decirte que desde mi personal punto de vista existencial y por encima de toda racionalidad que: La llamada realidad queda marcada por la propia realidad de quien habla sobre ella….

    Nuevamente quedo agradecido a tus comentarios.

     

     

  • Antonio Llaguno

    Mariano,

    ¡Que buena reflexión!

    Tu perspectiva sobre la dupla esperanza/deseo me resulta muy interesante.

    Sólo te diría que hay una frase que tu escribes: “Sin esperanza, el tiempo es quien toma posesión de la persona y la esperanza transmuta en deseo, en deseo infinito, sin fin.” y que sin embargo, yo veo así “Cuando renunciamos a la esperanza abrazando el deseo, el tiempo pasa a poseer a la persona y lo introduce en un bucle sin fin que destruye su libertad” (Esta referencia a la libertad la pongo yo)

    Puede parecer insignificante el matiz, pero creo que dicho de esta manera, plantea claramente que abrazar el deseo o la esperanza es decisión unilateral de cada ser humano, libre y supuestamente responsable, porque somos nosotros los únicos que podemos hacernos responsables de como enfocamos nuestras vidas.

    El concepto de auto responsabilidad, en este camino, es muy importante para mi porque establece quien es la causa de la desesperanza (Que no es el deseo sino la persona que abraza el deseo) y donde está la posible solución (Obviamente en esa persona y no en Dios, la sociedad o el maestro armero, que no sobn la causa de la desesperanza).

    Esto, lógicamente, es algo que yo aplico a mi mismo y que no pretendo hacer extensible a nadie más que a mi; pero que a mi me funciona.

    Por otra parte, me ha recordado tu artículo a otro que leí hace poco (No recuerdo donde, no recuerdo de quién, quizás fuera tuyo  aquí en ATRIO, quizás no. Hay cosas que a veces escapan a mi memoria).

    En él, el  autor (Que me perdone por no hacer la correspondiente y merecida referencia) distingue entre felicidad y satisfacción (Una dupla parecida a la tuya Esperanza/Deseo) pero la plantea desde un punto de vista de neurotransmisores y por ser mucho más mecánico y menos filosófico, a un ingeniero cuadriculado como yo, le resulta mucho más fácil de entender.

    Viene a decir que normalmente confundimos felicidad con satisfacción y que eso es un error, puesto que la felicidad es mucho más global y genérica y la satisfacción más temporal y concreta. Y que en nuestro cerebro, ambas vienen reguladas por procesos y por hormonas diferentes.

    El neurotransmisor de la satisfacción es la Dopamina que es una hormona estimulante y que cada vez que actúa sobre unas células, estas reaccionan contra la excitación y tienden a crear elementos (Yo los veo como unos “bracitos que le salen a las células”, en esta caso neuronas) que tratan de eliminar esa interacción hormonal y hace que el cerebro, que desea seguir sintiendo esa excitación, como las primeras neuronas tienden a no ser estimuladas por la dopamina, pone más neuronas a disposición de esa hormona de manera que cada vez más células se ven implicadas en el proceso.

    Sólo que el número de neuronas es limitado y cuando el cerebro empieza a perder esa batalla entre el colectivo cerebral y cada neurona en particular, y no tiene más neuronas que poner a disposición de la dopamina, comienza el “síndrome de abstinencia”.

    La “satisfacción” es, por lo tanto, un proceso de adicción y termina, como todos los procesos de adicción en el consiguiente “mono”

    La “felicidad”, sin embargo, más global y más abstracta, menos egoísta y más relacional, viene regulada por la Serotonina.

    Es decir por otro  neurotransmisor que no es excitante sino relajante, no crea adicción porque las neuronas pueden asimilar toda la serotonina que queramos, puesto que las relaja (Podríamos decir que las calma) y no reaccionan contra ella. Inhibe, en vez de excitar.

    Por eso no es un proceso adictivo sino que genera una sensación de saciedad y de “completitud” (Perdón por el palabro) que todos agradecemos y añoramos, pero que no nos produce síndrome de abstinencia.

    Es una lástima que no recuerde el autor ni el medio donde lo leí porque, obviamente, lo explicaba mucho mejor que yo y con más rigor científico.

    Pienso que algo parecido pasa con la dupla esperanza/deseo. El deseo es adictivo, cortoplacista y excitante y la esperanza es completadora, largoplacista y relajante.

    Y por eso uno es habitualmente malo y la otra no.

    Y digo habitualmente porque el deseo y la satisfacción, en pequeñas “diócesis” (Que diría mi padre) cumplen su función; como la de esa taza de café que en la cantidad adecuada nos despierta y nos ayuda a empezar la mañana, pero que si la necesitamos para aguantar todo el día se convierte en una carcel en vez de una ayuda.

    Y eso es todo, Mariano. Gracias como siempre

  • M. Luisa

    Querido Mariano, ante todo agradecerte las amabilidades que, aunque simbólicas, tienes conmigo a pesar de mis disensiones, como también hoy las habrá en lo que expondré.

     

    Al leerte  he recurrido a algunos de los enlaces   incluyentes referidos a escritos tuyos anteriormente  y me ha extrañado, pues tenía el borrador en el Word, no ver un comentario mío en el titulado “ la Persona, Realidad Indigente”. En cualquier caso  venía a decirte que no podía compartir la idea de indigente,  pues indigentes seríamos si   como tu mismo dices en este artículo,  los deseos tuvieran la última palabra, pero no es así.

     

    ¿Qué sería de nosotros sin deseos? El amor a los sentidos, como decía Aristóteles desencadenan  las ansias de saber, de conocer. No se daría una cosa sin la otra, pero por este orden, el cual  da por supuesto que la persona como realidad es un sistema de notas (estructura) no un sujeto sustancial compuesto de elementos.

     

    La esperanza se ha de situar en el tiempo, no en el más allá, sino en el aquí y ahora. Es la realidad misma la que dota de sentido esperanzador  a nuestra vida, no a la inversa, como al parecer entiendo  nos dices.  Zubiri lejos de hacer escatología  habla de la Realidad como actualidad, su filosofía es intramundana y factual. No habla de “lo trascendente” sino de la trascendencia en las cosas y en consecuencia son ellas  las  portadoras de esperanza y la de tantos y tantos otros valores…

  • Mariano Alvarez

    Respondo a José María Valderas:

    J. María, agradezco tu comentario por varios motivos: Primero, por tu premura en hacerlo, lo que me evidencia que he captado tu interés por el mismo, finalidad por la que escribo y comparto mis reflexiones. Segundo, por tu fino olfato sobre pensadores que tocan este mismo tema y a algunos de ellos cito de pasada, y finalmente por tu conclusión, ubicando la esperanza en ese horizonte teleológico cuyo fin es encontrado en mi reflexión en una realidad escatológica, en un tiempo escatológico, único de pleno sentido, en el que para mí tanto racionalmente como vivencialmente es el único que se sale del absurdo racional en el que muchos prefieren quedarse anclados, con un sincretismo sin pies ni cabeza. También soy consciente de que con esta afirmación serán muchos los que discrepen. Aquí tienen la oportunidad de manifestarse.

    Por último permíteme que comparta contigo una breve reflexión que me aplico a mí mismo y que creo que es pertinente a raíz de tu itinerario racional con el filósofo vasco y con lo que acabo de exponer: El saber y el vino si no se metabolizan bien suelen producir los mismos efectos en la persona al subírseles a la cabeza, deforman la realidad. Pero por otra parte, qué seria del saber sin sabor y qué mejor sabor para la razón que el del vino y por supuesto del buen vino….

    Gracias por tu aportación José María.

     

     

     

  • José María Valderas

    Con el tiempo se ha ido enfriando mi entusiasmo juvenil por Zubiri, que empezó con la lectura de Naturaleza, Historia, Dios, siguió con Sobre la Esencia y Cinco Lecciones de Filosofía para rematar en los volúmenes sobre realidad, inteligencia sentiente y ensayos de Realitas. Era tal mi entusiasmo por el filósofo vasco que me sumergía en la interpretación de Ellacuría. Incluso preparé un trabajo de grado que me obligó a consultar su extensa bibliografía que iba desde artículos sobre filosofía oriental, aparecidos en la Enciclopedia Durwan, o sobre antropogénesis en Revista de Occidente, amén de algún trabajo sobre la verdad (Gregorianum, texto de una lección impartida en la Gregoriana), más recopilaciones de su trato con teólogos orientales mientras estuvo exiliado (de la República) en París. En el breve tiempo que estuvo en Barcelona al término de la guerra dejó un discípulo que me dio varias asignaturas en la la Universidad y, lógicamente, exponía su pensamiento. Los famosos cursos en la Fundación Urquijo, resumidos en ABC por Gonzalo Fernández de la Mora (spbre el tiempo, el espacio) eran sumamente sugerentes para un joven aprendiz. Pasados los años, el trabajo de su legatario Diego Gracia me dejó frío. ¿Por qué? Porque la oposición que tuvo Zubiri en los filósofos jóvenes, hoy algunos ya fallecidos como Javier Muguerza o Jesús Mosterín, quienes lo consideraban “escolástico”, hizo mella. No querían decir tomista, sino manejador de logomaquias, de puro metabolismo del lenguaje.

    En ciencia, Zubiri, pese a la aureola que le rodeaba con el famoso artículo sobre partículas virtuales y su presentación en la Magdalena de Schrödinger, no pudo aportar nada.Tampoco tenía que hacerlo, salvo que como Popper, ofreciera algún principio metodológico, de metaciencia, como el de falsación. Sin embargo, a propósito de la esperanza, el libro de Pedro Laín “La espera y la esperanza” quiso insertarlo en esa línea. Claro que uno prefiere la Teología de la Esperanza, menos ambiguo, de Santiago Ramírez.

    La esperanza tiene que ver con la causa final, con la teleología, un concepto denostado por la filosofía analítica que prefiere hablar de teleonomía. Un concepto que se pretende científico, al menos metodológicamente hablando. Lo demás uno se inclina a considerarlo escolástico, no tomista.

    Y hasta ahí puedo decir.