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Confesión sacramental, en desuso

          “Todos comulgan, pero nadie se confiesa“. Eso es lo que recientemente me decía mi excondiscípulo Maximino. Hace medio siglo se hizo cargo de una pequeña parroquia. Le quedaban demasiadas horas libres. Con el permiso de su obispo, aceptó trabajar en la oficina bancaria del pueblo cercano. Llegó a ser director de la misma. Contemporizaba perfectamente las dos actividades. La hemorragia clerical posconciliar alteró su plácida vida. Tuvo que encargarse de dos parroquias limítrofes vacantes. Años después, fueron cinco. Y ahora, seis. Una demarcación y una demografía superiores a alguna diócesis. Las atiende con la ayuda de un falso diácono de origen africano. Por supuesto, tuvo que despedirse de la banca mucho antes de su jubilación.

          En sus primeros años de párroco, Maximino tenía muchos penitentes que se le acercaban al confesonario antes de las misas. Por Cuaresma y Pascua, se juntaban varios curas para oir confesiones en cada una de las parroquias. Nadie se atrevía a comulgar sin haberse confesado pocos días antes. Eso sí, reconoce la trivialidad de la mayor parte de las confesiones. Aparentemente, una pérdida de tiempo, al menos por parte de los confesores. Más que pecados escuchaban imperfecciones y problemas vitales. Los penitentes, preferentemente ellas, se desahogaban. Una terapia psicológica. En los últimos decenios, le resulta inútil sentarse en el confesonario. Nadie siente la necesiad, mucho menos la obligación, de confesarse. No consideran al cura como alguien con poder sagrado. Tampoco se ven necesitados de perdón. Maximino estima que es un avance cultural y una razonable desacralización de la vida. Por contra, los fieles asistentes a la misa comulgan practicamente todos. Y, sobre la Comunión, añade una oportuna consideración. Los fieles demuestran no sentir ya la tradicional devoción o temor ante la presencia de Cristo en el pan consagrado. Considera que a esta actitud contribuyó la norma eclesiástica posconciliar de poder recibir la forma sagrada en la mano, cuando antes sólo el clérigo podía tocarla.

          No siempre la Confesión fue lo que ahora es dentro de la Iglesia. La actual configuración de la Penitencia data del Concilio de Trento, igual que otros ritos elevados a la categoría de sacramentos. En puridad, la confesión auricular es sólo una parte del sacramento. Más importantes son el acto de contrición y el propósito de la enmienda.

          Pero la Iglesia cristiana no parte de Trento. Desde sus orígenes, las comunidades cristianas tuvieron algo semejante a la confesión. Ese algo no era generalizado ni ritualizado. Se trataba de castigar o de expulsar de la Eucaristía (cenas comunitarias o reuniones de fieles) a los miembros pecadores públicos o escandalosos. Una exigencia de la ética y justicia. Además, se fundaban en textos evangélicos concretos: Jo 20,23, Mt 9,6s, Sant 5,16, 2 Cor 5,18. Los exégetas discrepan sobre el significado y alcance del término pecado en estas citas bíblicas. Lo cierto es que los primeros cristianos no concebían la Penitencia de manera parecida a como la concebiría la Iglesia del segundo milenio.

          Ya en el siglo III la Penitencia estaba organizada en las comunidades. Pero fue en el siglo V cuando la praxis penitenciaria evolucionó hacia la jerarquización. Sólo el obispo podía perdonar los pecados. Se trataba de pecados mortales, algunos calificables de delitos. El penitente que había sido excluido de la Eucaristía debía confesar al obispo su pecado. El obispo perdonaba e imponía una penitencia pública. Después de oraciones, ayunos y limosnas, el penitente era readmitido en la Eucaristía mediante la imposición de manos del propio obispo.

          Escritores eclesiásticos de los primeros siglos y padres de la Iglesia se esfuerzan en destacar la conversión interior muy por encima de los actos externos, como serían la confesión auricular o las penitencias. A los obispos y a la comunidad se puede engañar, decían, pero no a Dios. San Agustín así lo resume: el perdón es fruto de la conversión.

          Es a partir del siglo VI cuando la confesión auricular y consiguiente penitencia se vuelven menos públicas y más privadas. Los obispos dejan de tener la exclusiva en la confesión de los pecados. Todos los presbíteros (a veces también los diáconos) asumen esa competencia. Los concilios son muy severos con los pecadores sexuales, sobre todo con los adúlteros. Por respeto al orden sagrado, las penitencias no se imponen a los clérigos, salvo la deposición del oficio. Por influencia de la vida monástica, las penitencias se privatizan y se aplican también a pecados ocultos. Si se trata de pecado público, la penitencia será pública. Será penitencia privada si el pecado es oculto. La absolución se impartirá después de que el penitente haya cumplido su penitencia. Existe la “penitencia tarifaria” consistente en conmutar penas por dinero. Una multa, o indulgencia. “Afortunado negocio” lo llamará luego Bonifacio VIII. También era admisible la penitencia susbsidiaria. Un sustituto cumplía la penitencia en vez del pecador, previo justo pago..

          Hacia el siglo X, la Confesión penitencial se unificó en un solo acto. Los presbíteros oían al penitente y en el mismo acto imponian la penitencia. Pero los fieles apenas practicaban la confesión privada. Es por eso que el Concilio IV de Letran (a. 1215) impuso la confesión anual. Una práctica fomentada por las órdenes mendicantes.

          Éstos eran algunos de los principales pecados y sus respectivas penitencias:

  • Homicidio o sodomía – 10 años de ayuno.
  • Fornicación o robo – 7 años de ayuno
  • Masturbación – un año de ayuno.

          En el siglo XI surge una teoría innovadora sobre la Penitencia. En caso de no encontrar un clérigo para confesarse, el fiel podía confesar sus pecados a un hombre honesto. El mero deseo de hacer la confesión a un clérigo le bastaría para obtener el perdón de Dios. También es de esa época la teoría del secreto de confesión y la afectación jurídica del pecado a la institución eclesiástica. El pecador daña a la Iglesia con sus malas acciones. Es una razón para la judicialización de la confesión. Este aspecto judicial está en la base de reservar al obispo o al papa la absolución de ciertos pecados, tales como la sodomía o el maltrato a clérigos.

          Los concilios del Renacimiento, particularmente el Concilio Tridentino, están en esta línea. En Trento se repiten los fundamentos bíblicos del sacramento y se impone la obligación de la confesión auricular anual. “Si alguno negare que la confesión sacramental es de derecho divino, o dijere que el modo de confesar en secreto con el sacerdote es ajeno de la institución y que es invención de los hombres, sea anatema”.

          Desde entonces, casi cinco siglos, nada ha cambiado sobre la Confesión sacramental, salvo que los fieles, en los últimos tiempos, han desistido de su cumplimiento. Lo hacen no sólo respecto de este sacramento. Las prácticas religiosas son relativizadas incluso por aquellos que todavía siguen considerándose fieles católicos. Una mayor culturización de los fieles lleva a una mayor secularización y a una percepción de lo sagrado no contaminado por estructuras caducas. La comarca en la que Maximino desarrolla su ministerio no es una excepción.

          En el Vaticano existen dos dicasterios que se ocupan del sacramento de la Penitencia. La Congregación para la Doctrina de la Fe (Santo Oficio) es competente en los pecados o delitos que saltan al foro externo. Se trata, y no sólo, de violación del sigilo de confesión, absolución de cómplice y solicitación en confesión. Es el organismo sucesor del antiguo Tribunal de la Inquisición con origen en el siglo XII. El otro dicasterio, con origen en el siglo XIII, es la Penitenciaría Apostólica, competente en Indulgencias y en pecados de foro interno reservados al Sumo Pontífice. Ambos actúan en nombre y con poder papal. En el ya lejano período de funcionario del Santo Oficio, pude constatar que la denominada Sección Disciplinaria tenía mucho trabajo con los “delicta graviora”..

Celso Alcaina. Dr. Teología y Bíblia

12 comentarios

  • Santiago

    Estará el sacramento de la penitencia en desuso en algunas áreas geográficas del mundo como en Europa Occidental donde la descristianización está ya avanzada.

    Pero sin embargo la Iglesia es Universal y  en muchas partes de América del Norte y del Sur, Africa, y en los católicos fervientes de Asia y Oceanía, el sacramento se practica regularmente.

    Por otro lado en su magnífico libro La Penitencia el P Pierre Adnés SJ desbarata los mitos falsos y analiza detalladamente el sacramento la penitencia en la Historia de la Iglesia.

    No, la penitencia fue instituida por Cristo para el perdón de los pecados. “Recibid el Espíritu Santo…A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados. A los que los retuviereis, quedarán retenidos”

    Lo que varió fue LA FORMA, no la esencia del sacramento. Y el orden de los actos propios del sacramento en  el orden de la penitencia primero, y luego la confesión de boca y por último la absolución, propio de la forma sacramental de la antigüedad.

    Ya San Ireneo que escribe entre 180-200 habla de la exomologesthai o exomologésis o confesión de los pecados que comprende la penitencia como expiación de las faltas graves. Y Clemente de Alejandría en el Didascalion en la misma época dice que existe una segunda penitencia por la cual se obtiene el perdón de los pecados. Lo mismo habla Tertuliano, en De paenitentiae y Orígenes en Didascalia de los Apóstoles y también el obispo San Paciano de Barcelona que tiene un extenso tratado sobre La Penitencia. Por tanto, la confesión de los pecados no comenzó en el siglo VI etc sino ya en la época apostólica y en la Iglesia primitiva.

    El pecador en  la antigüedad confiesa sus pecados por los que desea hacer penitencia en confesión secreta al Obispo. San Leon Magno dice que la confesión debe ser hecha a sacerdotes delegados por el Obispo en confesión secreta”. La PENITENCIA puede ser pública aún para los pecados secretos. Si el pecado es público el Obispo puede imponer la penitencia aunque el pecador no la solicite el mismo. Los penitentes entran el el Ordo De La Penitencia y están excluidos de la Eucaristía hasta su reconciliación pública el Jueves o Viernes Santo que es una verdadera Absolución.
    Siempre hubo una confesión secreta, y penitencia que precede a la Absolución o Reconciliación. Varió la FORMA no la ESENCIA.

    Un saludo cordial

    Santiago Hernández

    • Santiago

      Nota: SAN Paciano se considera el primer Obispo de Barcelona. Vivió entre 310 AD y 391 AD) Su monumento funerario se encuentra actualmente en una de las criptas la Catedral de la Ciudad Condal. Vale. SH

       

       

      • José María Valderas

        Ese es el problema, Santiago, que los teólogos no conocen la teología ni su historia. Ni u historia bíblica, ni su historia patrística (muy en particular Agustín contra los Donatistas), ni conciliar, ni nada. En el tema de los sacramentos, agentes causales de la santificación, como recoge la historia de la teología, se ha caído en el protestantismo rastrero desde que a Rahner y a Chauvet se les ocurrió, en su animosidad antitridentina, reducirlos a meros signos o símbolos. El daño que esa forma de entender los sacramentos ha hecho a la Iglesia es enorme. Y, lo peor, sigue haciéndolo.

        • Santiago

          Muy de acuerdo contigo José María Valderas. Tenemos la obligación de estudiar a fondo nuestra religión y su riqueza espiritual y moral. Es un regalo para todos.

          No podemos quedarnos en la superficie,  y en este sentido admiro tus comentarios y tu erudición que nos hace reflexionar a profundidad y aprender un poco más cada vez.

          Como dices hemos reducido los sacramentos a lo puramente simbólico pero Cristo creó “el signo” para darnos gratis, y con facilidad, Su plenísima gracia para nuestra conversión a El, que es “la fuente de toda santidad”.

          Creo que es hora que dejemos atrás los “errores humanos” de los clérigos y nos dediquemos a encontrar la la luz sacramental intrínseca conque Jesús nos quiere iluminar en esta “tiniebla” de fe y moral en el que el mundo parece oscilar. Es lo único que nos puede salvar de la hecatombe total.

          Un saludo cordial

          Santiago Hernández

    • Antonio Llaguno

      Nada de lo que dices , Santiafo, contradice lo escrito por Celso.

      El problem reside en el concepto de pecado y el propio celso afirma que los exégetas no se ponen de acuredo en que el concepto de pecado en las diferentes citas bíblicas y lo cierto es que acabó siendo más que un acto de reconciliacuiñon con Dios, un acto de expiación.

      La doctrina de la expiación (Y lo que se deduce de ella en cuanto al comportamiento del hombre frente a su propio pecado), que soy consiente que ya está en Pablo y de su interpretación de Isaías, ha hecho mucho más daño a la Iglesia y al Cristianismo que Rahner, Chauvet y cualquier otro hereje juntos.

      • Santiago

        Antonio Ll.., no fue mi intención  contradecir a Ceslso, sino ampliar su exposición…Estoy de acuerdo que se ha perdido mucho del concepto del pecado….Pero todos sabemos -no hace falta mucho examen-para darnos cuenta de nuestras faltas graves cuando mentimos calumniando, cuando odiamos sin arrepentirnos, cuando defraudamos a nuestro empleado, cuando nos dejamos llevar por la lujuria desenfrenada, cuando contristamos gravemente a nuestros padres, porque nuestra conciencia nos señala con nitidez nuestra culpa. El problema actual es que se quiere anular la culpa…oye, nadie es culpable en la actualidad…Eso es ir de un extremo a otro…Pero el sacramento, con buena preparación,  borra la culpa y la pena, y produce una conversión, un “volver a nacer”, cosa que le es imposible hacer a un psiquiatra…aunque también debemos visitarle…para ayudar a nuestra psique que está afectada ante tanta represión y doblez…Preguntémoles a ellos, los psiquiatras, y a los que tratan las tribulaciones y penas de esta vida, y veremos que la culpa reprimida nos llega a deformar y enfermar…porque necesitamos del perdón, y solo Dios nos puede perdonar realmente. Solamente El conoce cada corazón y cada recoveco de nuestra doliente humanidad…¡Cuantas lágrimas han visto los confesonarios! Cuantas vidas se han salvadoy cuantas almas se han convertido a la vida eterna detrás de las rejillas o delante e rodillas ante el cura del pueblo…¡Cuantos milagros allí han ocurrido, milagros espirituales, milagros de la fe, que el mundo ahora desprecia!

        Sin embargo, Jesús inició el perdón de los pecados para todos los que accedieran al bien, a querer convertirse al bien, ya que lo contrario es la conversión “al mal”…Esto es el pecado y está claro, aunque el mundo quiera confundirnos….Y es que humillarse ante otro “hombre” no es fácil para nadie, y se supera por la FE en las palabras de Cristo

        El hecho que el mundo quiera prescindir de este regalo sacramental no indica que Cristo no lo quisiera pero de hecho lo instituyó…Pero no con todos los detalles….El dejó a los Apóstoles la misión de la disciplina de los sacramentos que por supuesto ha variado a través de los siglos…de diferentes maneras…Pero la Iglesia recibió de Cristo el poder de perdonar los pecados puesto que el ministro actúa in persona Christi…Esto es lo que desean suprimir los que pertenecen a este movimiento de los últimos siglos…que ha perdido la fe

        Un abrazo

        Santiago Hernández

         

         

  • Antonio Llaguno

    ¡Cuántas cosas interesantes escritas en tan pocas líneas!

    Independentemente de la evolución del sacramento de la reconciliacipon (No me gusta llamarlo de la penitencia), pienso que la situación actual de la confesión es un ejemplo de la inevitable deriva de la Iglesia católica si no modifica sus planteamientos.

    Los católicos actuales no se confiesan y la mayoría comulgan sin ningún remordimiento por ello y creo que es fruto de la combinación de las dos posibles causas que apunta Celso: Nadie cree en la transubstanciación, y es que es muy difícil que nadie crea que lo que uno ve azul es rojo o viceversa, y por tanto pierde el temor reverencial a la hostia consagrada y nadie cree en la mediación obligatoria entre un clérigo y Dios para el perdon del pecado.

    Pienso que esto nos lleva a la necesidad de una reformulación, no solo de la doctrina de la Iglesia, sino de la propuesta de medicaión de la iglesia entre el ser humano y Dios. Cristo no necesita ningún clérigo para perdonar ni para pedir perdón. Ni para sentir el vacío de Dios ni para sentir su presencia ante la oración.

    De hecho, es el mismo concepto de “pecado” lo que está en entredicho. Ana, con buen criterio, acuide a la RAE para sebar que pugnetas es pecado y la definición que del mismo nos da la Real Academia es altamente insatisfactoria. Reducir la doctrina de la Iglesia a una ristra de pecados a “no cometer” es como entender el Código de Circulación en una lista de sanciones para multarnos en vez de unas normas de convivencia que a todos nos conviene seguir para no matarnos con el coche.

    Desproveer a cualquier mandato del fundamento que lo provoca (En este caso del Amor de Dios y el Amor al prójimo, que es la única forma de amar a Dios) es lo que lleva a que, cuando el conocimeinto del mundo hace temblar alguno de los preceptos morales, los fieles simplemente prescinden de ellos.

    Es decir, que si no hay cambios el futuro será la irrelevancia. Le pasará lo mismo que le pasaba a las amigas de mi Tía Vicenta, que ya teniendo ella más de 80 años y no mirándose al espejo, cada vez que se encontraba con una amiga le estptaba; “Hay que ver, hija mía, con lo que tú has sido”. La miraban diciendo : “Pues anda que tú”, pero cuando llegaban a casa y se miraban al espejo no podían ocultar la verdad en las palabras de mi tía, aunque ella tampoco estuviera como una rosa.

    ¿Será la Iglesia capaz de mirarse al espejo y ver algo más que su ombligo?

    Lo que sí se es que seremos los hombres y mujeres libres, como los que escriben hoy aquí, en Atrio, quienes, al estilo de mi Tía Vicenta y aunque nosotros mismos ya no estemos “Pa muchos trotes” y a pesar de llevar (algunos, yo entre ellos)  a nuestras espaldas una vida llena de incoherencias (Como todo ser humano), quienes seguiremos diciéndole a nuestra amiga Iglesia: “Hay que ver, con lo que tú podrías haber llegado a ser”

     

  • Carmen Pereira

    Lo mejor que he podido hacer en mi vida fue abandonar la confesión sacramental. Opinión extensible a varias amigas con las que intercambio confidencias. Sentir que no soy mala, que  no soy culpable, que no merezco castigo. Eso fue lo que gané después de una etapa demasiado larga en la que me consideraba obligada a rendir cuentas de mis pensamientos, deseos, imaginaciones, tocamientos y acciones. Gracias a mi alejamiento del confesonario, descubrí que nada de lo que había confesado era reprochable, mucho menos pecaminoso. Siempre fui honesta conmigo y con los demás. Hoy sólo lamento los años lúgubres de mi niñez y adolescencia. En vez de disfrutar del maravilloso mundo de niña/joven, veía trampas morales que incidieron en lo síquico. Por eso, desde mi sensibilidad y experiencia, sin que valga para todos/as, exclamo: maldita la confesión sacramental.

  • Celso Alcaina

    Sólo alguna observación de las muchas que se me ocurren.

    Ana Rodrigo acierta cuando apunta al milenario machismo eclesiástico.

    La Inquisición fue la más profunda degradación del Sacramento de la Penitencia.

    Son muy atinentes las preguntas y consideraciones de Vinagre. ¿Pecado? ¿Culpa? ¿Sometimiento?

    Comulgar sin confesarse se bebe también a la increencia de la presencia de Jesús en la Hostia. El pan bendito no es transustanciación.

  • Juan A. Vinagre

    Merece la pena leer y reflexionar este artículo de Celso… Ahí está presente la historia de una evolución religiosa y sacramental, aunque a muchos les cueste reconocerlo. No siempre se vieron las cosas de la misma manera. Y diría más: en el siglo XIII, hubo una época en que los fieles debían confesarse con el propio párroco, “porque el pastor debía conocer a sus ovejas”. -¿La confesión privada auricular y específica, cuantificada con detalle, en muchos casos no ha sido un auténtico allanamiento de conciencia y un modo “sutil” de someter?   La insistencia obsesiva -o casi- en pecados del sexo, y la frecuente omisión  -o casi-  en el señalamiento de pecados -evangélicamente mucho más graves-, como el abuso y explotación del pobre por parte del poder etc.,  ¿no indican una jerarquía de valores morales falsificada, no evangélica?  El ejemplo de san Ambrosio o de Juan Crisóstomo…, señalando esos pecados, no cundió… ¿Por qué…?

    -¿Por qué los “fieles” se confiesan cada vez menos y en cambio comulgan cada vez más?  Algunos sacerdotes etc. lo explican como pérdida del sentimiento de pecado…  Pero ¿no habrá que buscar la explicación como liberación del sentimiento de culpa que durante siglos tanto se fomentó en las iglesias…?  Hoy la gente está más formada y se siente más madura y capaz de discernir mejor… La liberación de ese sentimiento, que tanto daño ha hecho a muchos-as, ¿no estará dirigida por el Espíritu, que actúa y sopla -en las mentes y conciencias- dónde y cómo quiere?  ¿Alguien se atreverá a negar esta posible -yo diría probable- intervención?

    -La conversión interior: Ésta es la verdadera conversión, el auténtico bautismo del Espíritu, si ese “bautismo” no se reduce a solo cumplir por Pascua florida…    Por otra parte, la inefable experiencia mística de Simone Weil, (en la capilla de S. Damián de Asís), y que no vio necesario el bautismo del agua para sentirse cristiana (bautismo que sacramentalmente borra los pecados), ¿no sugiere nada? ¿Para llegar a Dios solo hay una vía -la clerical- y nada más?  (Permitan que recuerde de nuevo el “Venid, benditos”…)

    -Como nota final: el cura de mi pueblo -un buen amigo- atiende seis parroquias (pueblos muchos más) y este buen hombre cristiano -de unos cuarenta y pico de años-, que quiere dar de sí cuanto puede, ya ha sufrido un aviso: un relativamente leve ictus…, que lo ha retirado unos meses…       ¿En esta falta de sacerdotes varones no andará también el Espíritu para la revisión de tal “varonía”?

  • ana rodrigo

    Qué duda cabe que los confesionarios son ya un punto muerto en los templos. La gente no es tonta y se hace preguntas obvias, al estilo de Maximino.

    Por ejemplo: ¿realmente ofendemos a Dios como si fuese una persona con enojos equivalentes a los nuestros? ¿En este caso, ¿por qué unos hombres, nunca mujeres, ocupan el lugar de Dios para perdonar “pecados” ? Qué es un pecado: según la RAE en sentido religioso, que es lo que aquí tratamos: 1.Tarnsgresión consciente de un precepto religioso.

    El punto clave del cristianismo es que Dios envió a su Hijo Único a que lo mataran cruelmente para salvarnos del pecado, según Pablo, el pecado original. Ahí queda eso…., y todo lo que ha venido……….

    La confesión pasó de un acto público con castigo de echar a una persona de la comunidad, a un acto privado, y de privado pasó a ser una visita al sicólogo…. ¡Lo que habrán aprendido de sexo los curas en estas confesiones, sobre todo las femeninas.

    Porque antes, sobre todo, sólo se confesaban las mujeres una vez a la semana o antes de ir a comulgar, los hombres lo hacían en Pascua florida porque, creo que había un mandamiento de la iglesia a respecto.

    Yo, de pequeña, hice la primera comunión a los siete años, ya me contaréis qué pecados podía cometer una niña tan pequeña, lo pasaba falta, Al final, el cura preguntaba por cada uno de los mandamientos, especialmente se regodeaban en el sexto,. Cuando yo tenía 14 años, uno me pregunto si tenía poluciones nocturnas, no es un chiste, es cierto, aunque nos partamos de risa ahora….

    No sé qué efecto tenían las confesiones, pero en mi pueblo la gente siempre se ponía en la iglesia por grupos amigos, a su vez enemigos de otros, por una linte, porque el burro le había comido una lechuga en la huerta y cosas así., y, además por clases sociales

    En fin, este es uno más de los cuentos, tipo Cenicienta, o Caperucita que nadie se cree.

    En los libros de historia ¿se habla de condenar a uno que emprende una guerra de las miles de guerras que en el mundo ha habido, incluso guerras de religión como la Reconquista en España, las de católicos y protestantes, y las actuales en varios países (Israel, contra los rohiyás en Birmania, etc,? ¿Se habla de condenar a lo ejércitos de los soldados que iban violando a todas las mujeres allí por donde pasaban?

    Ahí queda eso y toda la deformación de lo que supone la superación de las miserias humanas a nivel individual y colectivo, en una ridiculez gravísima. Ahora, sin conciencia de pecado, la gente va a un profesional de la sicología o la siquiatría.

    ¡Las indulgencias….! Lutero, la construcción de la basílica de San Pedro. uffffff

  • José María Valderas

    No firmaría yo la expresión de rito elevado a la categoría de sacramento, aunque el rito sea indisociable del sacramento. He disfrutado con este escrito sobre la penitencia. Todos los fieles deberían conocer la evolución homogénea del sacramento desde su original institución divina. Se refleja en ello la propia evolución histórica del hombre y sus circunstancias. Porque lo mollar siempre aparece: no es un mero acto, es toda una conducta la que se somete a metanoia, a conversión. Y con toda la conducta, la persona entera. Por eso el sacramento transforma al fiel en su plenitud. A la hora de explicar la sanción en canon de Trento, quizá no hubiera sobrado el contexto luterano del “anathema sit”, porque si no da la impresión de que es una declaración negativa, inquisidora. Un artículo que merece la pena leerse.