Esperando ver si era capaz de escribir o alguien me enviaba unas líneas sobre la tremenda tragedia de Turquia y Siria, cuyas imágenes se confundían ayer y hoy con las de las guerras de Ucrania y Siria (las mismas ruinas y muertes, sobre todo en Alepo) me decido por publicar hoy el artículo previsto con el que se presenta en ATRIO un autor que espero sea habitual y nos suscite reflexiones y diálogos. Gabriel Otolora es abogado y gestor de empresas y ONG en Bizkaia. También escritor y padre de tres hijas, Bienvenido, Gabi, a esta comunidad de atrieros en busca de una nueva humanidad. Podemos aquí también comentar lo del terremoto y buscar sentido incluso a la tragedia. AD.
No pocos cristianos llevan tiempo preguntándose si tiene futuro la Iglesia actual. Con el modelo que funcionamos, la respuesta a la pregunta anterior es no. Esta es la opinión de muchos católicos, entre los que se incluye el mismo Papa Francisco. Y por eso decidió poner en marcha el movimiento universal (católico) “Hacia una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” para dar voz a los 1.300 millones de bautizados sobre el futuro de la Iglesia y de cómo hacer comunidad de una manera más acorde al Evangelio.
Por problemas estructurales de su tiempo, Juan XXIII puso en marcha el Concilio Vaticano II, pero Francisco ha preferido echar mano del modelo sinodal tradicional -el que se vivió al comienzo de la Iglesia- tan diferente del modelo sinodal exclusivo de obispos y cardenales, para adecuarlo a este tiempo tan heterodoxo también dentro de la Iglesia católica. Es una iniciativa muy ignaciana por su audacia que tiene riesgos evidentes, que pretende abrir puertas intocables que necesitamos traspasar para volver a vivir el Evangelio de verdad. Las tres puertas a las que el Papa se refiere que hay que traspasar, son la comunión (encuentro verdadero), la participación (consensuada y a la escucha) y la misión (evangelizar mejor mediante el discernimiento).
No se trata de crear otra Iglesia, nos dice Francisco, sino de trabajar mejor para actualizar con la actitud adecuada el Mensaje de Jesús. O en otras palabras, pasar de una pastoral de los hechos a otra centrada en las actitudes y con el amor por bandera, con todo lo que esto supone. Por ejemplo, vivir en las estructuras eclesiales como un medio para la misión, y no supeditar la misión a las estructuras, porque absolutizar la estructura eclesial es una idolatría.
Es una revolución lo que plantea Francisco en el sentido transformador, que nos llevará a un escenario diferente a medio y largo plazo, donde el liderazgo de servicio ganará espacio en detrimento del clericalismo legalista. Seamos conscientes de que estamos solo ante el pistoletazo de salida que lleva aparejada varias dificultades y resistencias a las que el Papa no es ajeno, lo cual es todavía más de admirar el sentido profético de Francisco sabiendo que, muy posiblemente, él no verá los frutos del Espíritu que llegarán a base de humildad y compromiso renovador.
Algunas de esas realidades que frenan el proceso desde el principio son obvias para cualquier cristiano de a pie mínimamente interesado en la vida de nuestra Iglesia. Estas son las más evidentes:
- -El desconocimiento de lo que el Papa plantea para todos los bautizados, incluidas las personas que abandonaron la Iglesia hartas y desencantadas.
- -La inercia, tan presente y peligrosa ante cualquier cambio visto con inquietud, aunque sea una actualización de la Buena Noticia.
- -El miedo a cambios de calado, como el papel de la mujer o el celibato vocacional no obligatorio, que dejan al descubierto una fe inmadura, superficial y ritualista.
- -El rechazo directo de quienes ven en esta iniciativa papal un peligro para su estatus eclesial de poder o para una confesionalidad a la carta.
- -El modelo clericalista vertical y poco incluyente, visto por demasiados cristianos como algo de Dios, no una mera estructura humana.
- -El Derecho Canónico actual está desfasado, sigue unos cánones cuasi medievales que poco tienen que ver con el espíritu del Evangelio.
- -La actitud ante la pederastia eclesial, reticente y entorpecedora que estamos viendo demasiadas veces.
Pero Francisco ve oportunidades donde otros ven problemas y amenazas. De hecho, suya es esta frase: “Las resistencias no son un freno, son un empuje”.
Al final, lo importante de la sinodalidad en marcha es que “el propio encuentro es el mensaje”, las formas de relacionarnos, escucharnos y actuar, frente a lo que tantos continúan añorando directrices y normas de obligado cumplimiento procesal, responder a lo mandado que viene encapsulado y asunto concluido. Pero no, ese “caminar juntos de otra manera” es la esencia a la que el Espíritu nos llama a movilizarnos para recuperar las actitudes evangélicas deterioradas por el consumismo, el individualismo, la superficialidad, el ritualismo…
Claro que muchos católicos y católicas se descolgarán o ni siquiera se enganchen nunca. Lo sabe muy bien Francisco. No esperemos que sea una mayoría, sino una minoría como la que comenzó la evangelización tras Jesús la que se ponga en marcha ilusionada como el fermento de un grano de mostaza que nos llevará a una vida cristiana humilde y más auténtica. Creo que el momento de releer, en oración, las cartas de Pablo para recordar sus dificultades en su fragilidad (Corinto), pero también sus avances donde menos lo esperaba (mujeres y esclavos en Roma) por la acción del Espíritu. Y ya veremos si todo esto acaba en un Concilio Vaticano III.
Sobre la inmensa tragedia de Turquía y Siria, a ver cómo se relaciona esto con la sobrevaloración del dolor humano y su Cristo crucificado para no sé qué historia del pecado original.
Según RD, el P. Fadi Najjar desde Alepo, dice: ” Tras el terremoto, hay mucha gente que se pregunta dónde está Dios, por qué esto también ahora”. No, son las leyes de la Naturaleza…
Desde una concepción de un Dios que actúa desde fuera a su capricho, tiene lógica esta pregunta. Es momento de cambiar conceptos inadecuados de Dios a quien nadie ha visto ni oído.
Empatía y solidaridad con su sufrimiento y sus necesidades; creo que es lo que podemos hacer.
A pesar de mi escepticismo sobre la sinodalidad convocada por Francisco, dados los filtros de las aportaciones populares por párrocos, obispos, y no sé si algún dicasterio, añadiendo quienes no estás adscritos a ningún órgano clerical, como las comunidades de base, algo no podrá evitarse, y es que habrá una inmensa mayoría de participantes que pondrán en evidencia que esta Iglesia no es de este mundo, me refiero al mundo actual, a la sociedad actual.
El clericalismo y el tipo de clero, el Derecho Canónico, los ritos, el boato, las riquezas, la exclusión de las mujeres, el abandono cada vez mayor de católicos, el desinterés de la juventud, la jerarquización, la falta de formación exegética, hermenéutica y teológica o, mejor dicho, la no actualización de la teología, los “fríos” templos y la ausencia del sentido de comunidad entre l@s asistentes, el abuso de devociones populares sin fundamento o que no conducen a nada, el teísmo como un Dios y un Espíritu que están y actúan desde fuera, etc. etc.
Nunca se producen cambios sin resistencia, y si hablamos de cambios incrustados en nuestra mente, en nuestra rutina y en la tradición, sumado a todo lo dicho anteriormente, la resistencia va a desgarrar muchos ánimos, pero con la ventaja, que el viento sopla y se filtra a través de resquicios invisibles.
Así que ánimo en contribuir a desintoxicar el “aire” que este tipo de Iglesia nos quiere hacer respirar.
La esencia del mensaje y la praxis de Jesús, siempre estarán vivos y siempre serán actuales.
Gabriel, sigo tus reflexiones frecuentes sobre la situación de la Iglesia, las admiro y suelo coincidir con ellas. Respecto a lo que planteas hoy de Hacia una nueva estructura eclesial, lo veo harto difícil por varias razones. A pesar de que el papa Francisco ha dicho repetidas veces que la Sinodalidad debe ser la nueva forma de caminar de la Iglesia, de hecho, no todos coinciden en la amplitud y consecuencias de la tan cacareada sinodalidad.
Mientras que los que estamos en las bases deseamos mucha más igualdad a la hora tanto de reflexionar, como de responsabilizarnos en todos los escalones de dirección de la Iglesia, para el conjunto del clero, incluidos obispos y cardenales, la sinodalidad significa solo aportar opiniones de todo tipo, aconsejar, pero las decisiones solo corresponden a la jerarquía. Y esta jerarquía, que tiene la sartén por el mango y el mango también, no está dispuesta a ceder un ápice de ordenar y mandar. Creen que solo el estamento jerárquico tiene la exclusiva del Espíritu Santo para saber lo que es verdadero y lo que conviene hacer o decir. Por eso se han originado las grandes crisis eclesiales tanto doctrinales como pastorales. Ejemplos hay muchos: la de los antiguos curas obreros en Francia, la de la A.C. en España en la que estuve implicado, la de los Teólogos de la Liberación en AL, etc. y la que se avecina con los laicos de la Alemania en reflexión y consecuencias de la sinodalidad. Los obispos actuales, y hablo por experiencia, no admiten de hecho la igualdad básica que todos los cristianos tenemos en razón de nuestra fe y nuestro bautismo. Por eso no admiten la igualdad hombre-mujer, el sacerdocio de hombres casados, la cualidad decisoria de los Consejos pastorales, etc. En definitiva, son diversos conceptos o visiones teológicas de la Iglesia. Por eso, igualmente, retocan y dulcifican todo lo que pueden las opiniones más renovadoras que vienen de las bases.
Creo que la solución está en un Iglesia verdaderamente sinodal, en la que todos los que se consideren seguidores de Jesús de Nazaret, quieran unirse en grupos o comunidades eclesiales, en igualdad de condiciones, para hacer presente el Proyecto del Galileo en una sociedad de más justicia y fraternidad (Mt 25). Haría falta un nuevo Concilio que asumiera los retos del mundo de hoy y buscara caminos para que toda la comunidad eclesial, no sola la jerarquía, tuviera capacidad de decisión en la marcha de la misma. Pero en cuanto a los obispos españoles hoy también estarían con el pié cambiado, porque tenemos Un episcopado español mayoritariamente involutivo y restauracionista, según Martínez Gordo (IglesIa VIVa Nº 291-92 julio-diciembre 2022) y la marcha del conjunto de la Iglesia española lo justifica.
Es fundamental reformar la Iglesia Católica. En eso creo que no hay muchas duda, aunque pienso que la propia Iglesia está dividida en varias sensibilidades pero sobre todo en 2, una que prima una Tradición, en mi opinión sobrevalorada, y otra que busca un “retorno al origen” muchas veces infantil y poco riguroso (Tambiñen en mi opinión). Del punto medio suele salir generalmente la virtud.
Pero hay muchos cristianos que hemos salido “por patas” del manto protector de la Iglesia, no sólo por su estructura u organización y ni siquiera por el mal ejemplo que da con el tratamiento de detrmninados asuntos como el de la pederastia clerical; sino por la incoherencia doctrinal católica con el conocimeinto del mundo que existe hoy en día.
Los fieles ya no somos analfabetos y ahora, para poder defender el trato recibido por las mujeres o los homosexuales, tienen que justificarlo de forma aceptable.
Es curioso como para algunos asuntos (El aborto, por ejemplo, o más bien a lucha contra el aborto) hay justificaciones de sobra, a cual más profunda (Luego se pueden aceptar o no, pero existen, son coherentes y solo pueden ser rebatidas, en mi opinión, desde una postura puramente ideológica y en cualquier caso siempre son matizables) y sin embargo sobre la homosexualidad o el lugar de la mujer en la jerarquía eclesial, nos despachan con las mismas gilipolleces de siempre que no son aceptables ni para una mente inútil.
Ni que decir tiene que existen otros dogmas (La virginidad de la Sra. María, su Inmaculada Concepción, el Pecado Original, la Trinidad…) que son aún más confusos y como mínimo, muy deficientemebnte explicados cuando no despachados con un “Siempre ha sido así y punto”.
Mientras esto no se aborde (Ni siquiera creo necesario que se resuelva. Basta con que se aborde y debata), muchos no volveremos.
A fin de cuentas la palabra “Hereje” proviene del griego, de la palabra “Hairetikós”, es decir “libre de elegir” y yo, particularmente, prefiero elegir libre y responsablemente, de acuerdo a ese regalo tan maravillosos recibido de Dios que es la combinación del libre albedrío y la inteligencia racional, no pasar por el aro.
Aunque algún clérigo o friki tradi crea que me insulta llamándome hereje, que pasa a menudo.
Gracias, Antonio, por tu bienvenida, a pesar del terrible suceso en Turquía y Siria.