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¿Cómo se bloquea el progreso de la teología?

A partir de la muerte de Josep Ratzinguer, teólogo convertido en papa, se han desarrollado en ATRIO (además de un ataque inusual de trolls que han sido controlados) varios debates de altura y erudición teológica (desbordante en el caso de Valderas) que pueden confundir a visitantes y en los que se ha llegado a decir que el papa Francisco era un ignorante de la buena teología, por no decir que roza la herejía. A veces quisiera uno alzar más la voz como cuando Pablo empezó a declarar sus méritos como apostol ante la autoridad del grupo judaizante. Pero ayer encontré un fino artículo de un teólogo laico, Andrea Grillo, que partiendo de un texto de San Agustín sobre autoridad y razón en la búsqeda de la verdad, descubre el bloqueo al progreso de la teología que se produce desde los años setenta del pasado siglo, por quienes perdIeron el Vaticano II o creyeron después que se podría domesticar fácilmente el avance de la teología allí vencedora. Se trata de un instrumento de bloqueo que explica tanto:

  • Que Pablo VI prefiriese el parecer de Octaviani y su referencia a la opinión del papa Pío XI sobre utilizació de preservativos a la opinión de una comisión de alto nivel encargada de estudiar el asunto de anticonceptivos 
  • Que el mismo papa desoyera el parecer muy estudiado de la Pontificia Comisión de Teología sobre ordenación sacerdotal de viri probati
  • Que Juan Pablo II quisiera declarar como casi-infalible que la Iglesia no está autorizada a ordenar a mujeres
  • Que el papa Francisco, aun deteneiendo el actuar inquisitorial de la CDF, no ser atreva a dar pasos decisivos en reformas
  • Que tantas prsonalidades eclesiásticas (incluyendo al eximio doctor J.M.Valderas) estén condenándonos a tantos de nosotros (incluyendo al prof. Torres Queiruga, que de teología y espíritu cristiano sí que sabe) como sospechos de ignorancia supina o de ideas heréticas.

Por eso, he considerado útil traducir en ATRIO el razonamiento de Andrea Grillo para expresar de qué manera se bloquea la libertad de progresar en entendimiento de la fe personal en una una persona del siglo XXI, obligándole a mantener el velo, digo, las fórmulas exactas de expresiones teológicas antiguas. AD

Autoridad y “dispositivo de bloqueo”: un cierto uso de la teología de J. Ratzinger

por Andrea Grillo

Publicado el 10 de enero de 2023 en el blog: Como si no

“Ad discendum item necessario dupliciter ducimur, auctoritate atque ratione.Tempore auctoritas, re autem ratio prior est” (Aug., De ord., II, IX, 26 [CCL, XXIX, 121, 2-122, 4].

Para aprender, somos necesariamente conducidos de dos maneras, por la autoridad y por la razón. En el tiempo la autoridad es anterior, pero en la realidad la razón precede a la autoridad.

Quisiera volver con alguna precisión sobre un “modelo de argumentación” que se ha extendido en el discurso magisterial católico desde los años setenta y que ha asegurado progresivamente una verdadera “parálisis” de aquella orientación hacia la reforma y los procesos de aggiornamento, que el Concilio Vaticano II había reintroducido providencialmente en la vida de la Iglesia. En otro lugar ya me he ocupado de este fenómeno, identificando una especie de “estilo magistral”, que se basaba en una estrategia paradójica: al negar su propia autoridad, conserva toda su autoridad. (Cf. http://www.cittadellaeditrice.com/munera/esistono-molti-ratzinger-una-teologia-selettiva-della-storia-di-r-saccenti/). Retomaré aquí brevemente el sentido de esa primera línea de razonamiento1 .

 

  1. El problema de la autoridad

En el texto citado observé cómo, en el debate eclesial surgido a raíz de las proféticas palabras del papa Francisco sobre la “Iglesia saliente” y la “superación de la autorreferencialidad”, no se había entendido aún con claridad hasta qué punto esta prioridad, que el papa ha enunciado con acierto desde los primeros días de su ministerio -y que ya estaba claramente presente en su texto presentado a la Congregación de Cardenales en el cónclave-, exigía una profunda revisión del estilo con el que la Iglesia piensa y actúa respecto al tema del “poder” y la “autoridad”. Para poder “salir de la autorreferencialidad” y llegar a ser verdaderamente “heterorreferencial” -es decir, para poner en el centro no al yo, sino al Otro y al otro-, la Iglesia debe, en primer lugar, reconocerse investida de una autoridad real y efectiva. En otras palabras, debe poder confiar en la posibilidad de intervenir autoritariamente sobre su propia doctrina y disciplina -sobre lo que piensa de sí misma y lo que hace consigo misma- sin ceder a la tentación de “impedir que se repiense a sí misma”, tal vez en nombre de la fidelidad a la tradición.

Si la Iglesia piensa que la única manera de ser fiel al Evangelio es continuar en todos los aspectos como antes -tanto doctrinal como disciplinariamente-, se convencerá rápidamente de que debe permanecer absolutamente inmóvil para ser plenamente ella misma. Hará de la inmovilidad su obsesión. A esta tentación Francisco ha querido responder con tres años de palabra profética, que pretende ante todo persuadir a la Iglesia y al mundo de dos cosas:

  • – que la fidelidad está mediada por el movimiento, por la conversión, por salir al camino, no por el inmovilismo, el miedo y el encierro;
  • – que para moverse hay que reconocer la propia autoridad para estar en la historia de la Iglesia y de la salvación de forma participativa y activa, no como espectadores mudos y pasivos o meros “notarios”.

Pero esta consideración encuentra más de una resistencia no sólo en la inevitable inercia del modelo a superar, sino también en ciertos “lugares comunes”, de los que me gustaría considerar lo que podemos expresar como la reducción de la autoridad a la “renuncia a la autoridad”.  Se trata de un lugar común muy fascinante, que a veces adquiere una relevancia considerable en la experiencia de la Iglesia y que el Magisterio puede y debe utilizar en pasajes complejos. Se traduce, formalmente, en una declaración de “non possumus”. Este es uno de los puntos clave del “magisterio negativo”, que la tradición antigua, medieval y moderna ha cultivado cuidadosamente. Se trata, en definitiva, de una “autolimitación del magisterio”. Pero esta autolimitación, que en sí misma es garantía de “alteridad” y que, por tanto, debería frenar y obstaculizar las formas de autorreferencialidad eclesial, ha entrado con fuerza en la experiencia eclesial de las últimas décadas, sobre todo desde finales de los años setenta.

 

  1. El “dispositivo de bloqueo

Ahora me gustaría identificar más claramente el núcleo de este argumento en un razonamiento artificial -que en cierto modo parece una especie de “sofisma”- y que no es difícil atribuir a J. Ratzinger, a lo largo de un lapso de tiempo de al menos 35 años, de 1977 a 2012. Se trata de un “dispositivo teórico” que consigue, mediante una indiscutible finura retórica, un resultado preestablecido: bloquear cualquier cambio y hacer prevalecer, afectiva antes que conceptualmente, una primacía de lo antiguo sobre lo moderno. Es un “dispositivo de bloqueo”, que paraliza afectivamente, “por apego”, identificando tradición con afecto, todo proyecto de reforma.

Antes de analizar las principales etapas de este interesante fenómeno, que en aras de la brevedad denominaré “dispositivo de bloqueo”, me gustaría aclarar mejor la peculiaridad de mi planteamiento:

  1. a) La aportación de este “modelo de pensamiento” es muy significativa porque concierne primero al arzobispo Ratzinger, luego al prefecto Ratzinger y finalmente al Papa Ratzinger: es decir, es fruto no del “primer Ratzinger”, libre de compromisos pastorales, sino del “segundo y último Ratzinger”, comprometido con responsabilidades crecientes a nivel diocesano y luego, muy pronto, de la Iglesia universal.
  2. b) El núcleo del argumento es fruto no sólo de una incuestionable competencia teológica, sino también de la abdicación de la razón, de forma bastante marcada, para dar cabida a un “afecto”, o, mejor aún, a un “apego”, un “apego” innegable asumido como una auctoritas incuestionable: la ratio cede ante una auctoritas afectivamente sobredeterminada y, por tanto, incontrolable.
  3. c) Por eso me atrevo a atribuir al razonamiento el calificativo de “artificio”: no explica racionalmente, sino que corrobora retóricamente e impone legalmente una solución que no tiene más base sólida que en el afecto. Esto tiene el efecto de “evaporar” todo caso legítimo de cambio, que transforma inmediatamente, y yo diría casi violentamente, en una contradicción con el afecto y, por tanto, en una negación y una amenaza para la tradición.
  4. d) Funciona, por último o quizá ante todo, como un perfecto soporte teórico, casi como un axioma indiscutible, afirmar una estructura resistente e inamovible de la Iglesia, frente a un mundo amenazador y traicionero, ante el que la Iglesia no debe doblegarse. Recuperando temas y motivos del antimodernismo de un siglo antes, el “dispositivo” funciona perfectamente como “bloqueo” contra un Concilio Vaticano percibido cada vez menos como recurso y cada vez más como “deriva”.

En este post me gustaría mostrar este “dispositivo de bloqueo” en 4 versiones históricamente progresivas, casi como una “puesta a punto” cada vez más refinada y aguda del mismo. La presentación abarcará, por orden, 4 documentos eclesiales totalmente característicos de este enfoque:

  • la “Carta sobre la primera confesión” del arzobispo de Múnich, de 1977,
  • la Carta apostólica Ordinatio sacerdotalis de 1994,
  • la Instrucción Liturgiam authenticam de 2001,
  • el Motu Proprio Summorum Pontificum, de 2007, a los que hay que añadir
  • la “Carta a los obispos alemanes” sobre la cuestión del “pro multis”, de 2012.

En el corazón de cada uno de estos documentos, a lo largo de no menos de 35 años, se encuentra el mismo mecanismo argumentativo, claramente reconocible, fascinante y distractor, límpido y a la vez oscuro, en el que se funden y mezclan el apego y la razón. Una breve investigación podrá sacar a la luz su punto ciego, pero también la deuda que todos tenemos con este modo de razonar y reflexionar sobre la tradición eclesial y del que, si queremos releer con sentido el Concilio Vaticano II, tarde o temprano deberíamos liberarnos.

 

  1. Cuatro ejemplos del “dispositivo

3.1. La conclusión se insinúa en la introducción: Carta sobre la primera confesión

El primer “lugar doctrinal” en el que se pone en funcionamiento el “dispositivo de bloqueo” es la relación entre la Primera Confesión y la Primera Comunión, que el entonces arzobispo de Colonia volvió a imponer “contra” el giro dado por su predecesor, el card. J. Doepfner, que había trasladado la Primera Confesión después de la Primera Comunión. Se pretende oponer un “uso pedagógico” de la tradición, pero la teología que debe guiar la nueva advertencia se identifica simplemente con la “evidencia afectiva” del principio de autoridad. En el texto de la carta pastoral “Primera confesión y primera comunión de los niños” (1977) Ratzinger llega a trastocar el sentido de la tradición, para garantizar la supervivencia de la praxis (para él) más tradicional, afirmando una primacía de un sacramento de curación sobre un sacramento de iniciación, en grave tensión incluso con el Concilio de Trento y con la diferencia “de dignidad” que éste exige que se reconozca entre los sacramentos. Afirma, en efecto: “sólo con la confesión personal se hacen verdaderas las invocaciones al perdón de la liturgia eucarística, y esta liturgia eucarística de la Iglesia conserva su gran profundidad personal, que es además el presupuesto de la verdadera comunión” (9). Llega así a subordinar la comunión eucarística a la confesión personal, como norma del planteamiento original del sentido de la comunión misma, con una evidente y grave distorsión de la tradición. Todo ello, además, argumentado con una motivación realmente sorprendente: el nuevo arzobispo pide a los agentes de pastoral que “dejen sus ideas más queridas por el bien de la comunidad”, pero en realidad, con esta carta, impone sus propias ideas más queridas -las que más le urgen- en detrimento del camino de maduración de la comunidad. Utilizar la Didajé como texto clave para afirmar la primacía de la confesión individual sobre la comunión eucarística es un argumento muy arriesgado, con un uso de la “auctoritas” completamente anacrónico y carente de corroboración histórica. Pero aquí, por primera vez, salvo error, aparece el “dispositivo de bloqueo”: al argumentar sin verdadero rigor, y de manera puramente afectiva, sólo consigue una “conformación autoritaria” del comportamiento, sin motivación teológica coherente.

3.2. Documentos no infalibles y prácticas infalibles: la explicación de la Ordinatio Sacerdotalis

Muchos años después, en 1994, con la Ordinatio sacerdotalis, de la que Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe fue el gran inspirador, sobre el tema de la “ordenación de mujeres al sacerdocio”, Juan Pablo II retomó con fuerza este estilo, declarando que “la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”. Con una declaración de “no autoridad”, y cuyo carácter “no infalible” aclara más tarde el propio Prefecto, quiere cerrar el asunto, sin excluir que sean posibles “otras ordenaciones”. La negación de la autoridad determina la confirmación de la forma clásica del poder eclesial e incluso pretende reconocer una tradición no infalible. Desplaza la infalibilidad del documento a la tradición, en un salto mortal argumentativo muy arriesgado. Sin asumir ninguna autoridad nueva, sólo reconoce autoridad al pasado, sin tematizar las novedades culturales, antropológicas y eclesiales que ha traído el último siglo, como si la historia no lo fuera. En el centro del documento, y de su posterior explicación, aparece claramente, una vez más, el “dispositivo de bloqueo”: el afecto, el apego y la autoridad sustituyen a la razón teológica. El sentimiento y el poder sustituyen a la razón. En efecto, la razón debería, a posteriori, limitarse a justificar el sentimiento de apego y el principio de autoridad. Ratzinger sabe bien, con Agustín (cf. el exergo inicial de este post), que el principio de autoridad por sí solo no basta, que hay que encontrar también una “ratio”, pero aboga por un trabajo racional sólo “aguas abajo”, no “aguas arriba”.

3.3 Contradecir la experiencia: traducción literal, incluso sin destinatario en “Liturgiam authenticam” y en la carta sobre “pro multis”

Unos años más tarde, en 2001, fue Ratzinger quien inspiró la Quinta Instrucción sobre la reforma litúrgica Liturgiam authenticam, de la que surgió una nueva versión del “dispositivo en bloque”, con la afirmación absoluta de la “primacía del latín” sobre las “lenguas vernáculas”. El efecto de esta teoría históricamente infundada sobre la traducción -que llegó a establecer la irrelevancia de la lengua de los destinatarios y la pretensión de “transliterar figuras retóricas latinas”- fue doble: la paralización de la relación entre periferia y centro en la gestión de las traducciones litúrgicas, y el olvido de que la “vida eclesial” ya no latía en las venas del latín, sino en las de las lenguas nacionales, que desde hacía 50 años no eran lenguas de traducción, sino lenguas de experiencia y de creación. Una reanudación posterior, en la Pascua de 2012, por el Papa Benedicto, de una carta a los obispos alemanes, sobre la cuestión del “pro multis” puso de relieve, una vez más, la fuerza del “dispositivo de bloqueo”: la traducción literal “fuer viele” (para muchos) debía imponerse “afectiva” y “autoritariamente”, mientras que en el plano conceptual debía ser refutada por una cuidadosa catequesis, explicando cómo “para muchos” significa “para todos”. Una imagen singularmente impactante de la contradicción interna del “dispositivo de bloqueo”.

3.4. Paralelismo ritual con efecto anárquico: Summorum Pontificum, monstrum romanae curiae

La última etapa de este eficaz camino del “dispositivo” se encontró en 2007, con el Motu Proprio “Summorum Pontificum”, a través del cual, al tiempo que se creaba un paralelismo de formas rituales del mismo “Rito Romano”, se despojaba a la autoridad de orientar la liturgia de la Iglesia en la línea de la Reforma Litúrgica y se restauraban con toda su fuerza los ritos que la propia Reforma había querido superar, denunciando sus limitaciones y distorsiones. También en este caso, el Magisterio se “autolimita”, pierde poder, ya que no tendría autoridad para orientar la tradición y las opciones de cada uno de los ministros ordenados, pero de este modo devuelve la autoridad a las formas de experiencia preconciliares. El “dispositivo de bloqueo” vuelve a argumentar aquí de forma ahistórica: “lo que una vez fue santo, debe serlo siempre”. Así, la Iglesia no se reconoce a sí misma ningún poder de Reforma. Lo que ha sido en sí mismo se perpetúa sin posibilidad de orientación o conversión. Y un principio argumentativo, en sí mismo negativo y puramente ahistórico, da lugar a efectos históricos muy graves: pérdida de control de los obispos diocesanos sobre la práctica litúrgica, centralización del control en un órgano “afectivamente condicionado” -la Comisión Ecclesia Dei-, difusión de una relevancia “política” -en sentido eclesial y mundano- de la “forma extraordinaria” como “forma reaccionaria”. El “dispositivo de bloqueo” no detuvo las cosas: ciertamente bloqueó el desarrollo de la Reforma y generó un verdadero “monstrum romanae curiae”, con consecuencias lacerantes que eran fácilmente previsibles y hoy finalmente han sido superadas.

 

  1. Francisco y la superación del “dispositivo de bloqueo

Como es evidente, todos estos usos del “dispositivo”, aunque en su diversidad de contextos e intenciones, recurren a un “lugar común” del magisterio. Todos tienen en común una sutil dialéctica entre “pérdida de poder” y “asunción de poder”: en el momento en que el magisterio dice que “no tiene autoridad”, sólo deja al “statu quo” en autoridad absoluta e indiscutible. Tiende a identificar lo que es con lo que debe ser. Y, por tanto, bloquea el debate sobre la relación entre iniciación y curación, el papel ministerial de la mujer, las formas de inculturación litúrgica y la vía orgánica de la reforma litúrgica. No es difícil ver cómo este “no reconocimiento de la autoridad” se identifica con una preservación del poder adquirido, convirtiéndose a menudo en principio y alimento de una arriesgada inclinación a la autorreferencialidad. Y, como hemos visto, en el “dispositivo de bloqueo” este resultado se consigue mediante una síntesis original entre el “apego afectivo” y la “razón teológica reducida al principio de autoridad”.

En comparación, el “retorno al Concilio” del Papa Francisco parece marcado por la necesidad de “restaurar la autoridad” de la acción eclesial. Así que de hecho ha sucedido en los 4 frentes que he intentado presentar: desde 2017, una serie de documentos, que tienen forma de Cartas “motu proprio”, han modificado profundamente tanto la relación entre el latín y las lenguas habladas (Magnum principium), la “reserva masculina de los ministerios instituidos” (Spiritus Domini y Antiquum ministerium) y el paralelismo ritual entre diferentes “ordines” del rito romano (Traditionis custodes), Sólo así se puede salir de la “tentación de la autorreferencialidad”. Pero para ello es necesario un enfoque diferente de la tradición. La Iglesia no se reconoce a sí misma como una “historia cerrada”, como un “museo de verdades que hay que custodiar”, sino como un “jardín que hay que cultivar”. Por eso sería muy útil releer el pontificado de Francisco, casi 10 años después de su inicio, no como una forma incierta y “blanda” de pastoral, sino como un replanteamiento de la forma de tradición con la que la Iglesia no renuncia a ejercer la autoridad y, por tanto, supera el “dispositivo de bloqueo” que tan finamente había afinado J. Ratzinger durante 35 años. Es una visión de la tradición que crea una discontinuidad entre Francisco y sus predecesores. Francisco asume la necesidad de ejercer una autoridad que sus predecesores habían dejado en suspenso, lo que a menudo conducía a resultados caracterizados por la “parálisis”. No es atrevido decir que Francisco ha empezado a desactivar el dispositivo de bloqueo, cambiando tanto el papel de la vinculación afectiva, como el de la razón teológica y el destino eclesial del magisterio. Aquí, me parece, reside un elemento de profunda continuidad con el Concilio Vaticano II y de inevitable discontinuidad respecto al régimen controlado por el “dispositivo de bloqueo”. Cuyo impacto, sin embargo, aún no ha menguado, ni siquiera en ciertos aspectos del propio magisterio de Francisco.

NOTA:

1He desarrollado mi argumento más ampliamente en el folleto A. Grillo, Del museo al jardín. La tradizione della Chiesa oltre il “dispositivo di blocco”, Asís, Cittadella, 2019.

 

14 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Para José  María  Valderas

    Yo te encuentro divertido y francamente  divertido  y entre una cosa  y otra dices cosas de mucha enjundia. Me extraña que después  de tanto tiempo no te hayan cogido  la vuelta. Quizás  no haya visto en ti al hermano.

    Pero yo soy un poco raro

    •  
       
      Muchas gracias Román, pero no tenía por qué molestarse. A lo largo de mi vida me las he tenido que ver con gente de todo pelaje. Fue especialmente duro el enfrentamiento con Carlos Barral, toda una institución en la Barcelona cultural y.¡ política (fue senador por el PSOE. Tuve la suerte de que la persona que gtenía que enjuiciar de qué parte andaba en razón no s dejó guiar por los galones sino por la verdad de los datos.  Tuve siempre claro el comportamiento del teólogo del Vaticano II, al que conocí en Cataluña, Santiago Ramírez, un logroñés que había enseñado muchos años en Friburgo. Gabía escrito éste a instancia de los obispos españoles un tratado sistemático denso, pro muy claro, sobre la filosofía de Ortega y Gasset. Contra él salieron en tromba Pedro Laín, Julián Marías y Jose Luis López Aranguren. Con el primero y el último tuve tratos directos, que no vienen al caso, sólo lo digo para que el vitoriano y la granadina alimenten su memorial de oprobios. No sé si usted conoció el rifirrafe con libros en una y otra dirección (La filosofía de Ortega y Gasset, Un Orteguismo Católico, Zona de Seguridad, escribo de memoria para lucir mi conocimiento enciclopédico). Pero de todo ello me quedó la postura del fraile. No quiso hacer sangre cuando ya tenía escrito una frase que sentenciaba a Laín Entralgo el poderoso Rector de la Universidad de Madrid: Petrus in cunctis nullus in toto. Pero no la imprimió.
       
      Pruebas de ese tipo ha tenido uno varias en su vida. Casi siempre, o siempre, concluían en ataques ad personam.
       
      La experiencia y los palos de esa índole me hicieron reparar en más de una ocasión en la caracteriología de Kretschmer. Démoles alimento al vitoriano y a la granadina. Cuánto sabe uno. No es la caragteriología de Teofrasto, su sucesor en el Liceo ateniense. De esos autores no he hablando nunca. Bueno, pues ya tienen dos más. Y añadan en de Kreschmer hijo, con quien cené en varias ocasiones porque era del consejo editorial de una revista de la que yo entonces era secretario. Lo agrego por las alusiones que acerca de esas cosas aparecen en las biografías. Reconozco que en esa relación me faltó preguntar cuál era el quinto carácter, eso que me atribuyen los biógrafos. Quizá fuera porque del comportamiento humano a imagen del animal a uno le interesaba más “Habla con las bestias”, de Lorentz, discípulo de uno de los maestros de Ortega, y así cerramos el círculo. Cuanto sabe uno.
       
      Gracias Román por la defensa, pero no insista más. No me creo ni siquiera aludido. Me rebelaba cuando se trataba del pan de mis hijos. Pero a estas alturas, con un hijo de catedrático en una de 20 mejores universidades del mundo, en la de Singapur, es decir que ya no necesitan a su padre, los ataques ad hominem me producen el sentimiento anticristiano de desprecio. Tengo que imitar a Ramírez. Por cierto, una de las alegrías mayores en el extranjero fue cuando el directo del Instituto de Estudios Medievales de Toronto me preguntó por el padre Ramírez. Le prometo y le envié sus obras del CSIC. Hay que ver lo que ha viajado uno-

  • Antonio Llaguno

    Que artículo tan interesante y conveniente. Y la introducción del amo del calabozo muy esclarecedora y pertinente. (A mi juicio, of course)

    Pero el debate en los comentarios entre, partidarios de la Tradición, defendiendo el “artificio Ratzinger” y los de la Reforma defendiendo el criterio de Grillo y por lo tanto la “opción reformadora francisquista” (Los entrecomillados son exclusivamente míos y por lo tanto completamente subjetivos), es además de apasionante muy demostrativo de por donde se menea cada “facción” de la Iglesia.

    No soy persona con autoridad (En español. Luego usaré este “palabro” en latín) para sentar catedra sobre estas cosas, por lo que me limitaré a lo que, como todo fiel de a pie o humilde ser humano tengo innegable derecho, es decir a esperar que mi relación con Dios sea sencilla de entender y de sobrellevar y, dado que Dios es, supuestamente, más omnisciente, listo, generoso y pertinente que un servidor, es a él a quien debería corresponder facilitar ese camino poniéndome (Poniéndonos) las cosas fáciles (Aunque no revelo ningún secreto si afirmo que no soy neutral ante esta polémica y que estoy de hoz y de coz con quien defiende la “evolución” de la reflexión teológica y por lo tanto de la doctrina, siguiendo el signo de los tiempos)

    Dado que el autor (Y esto lo hace con perfecta consciencia de lo que escribe y como lo escribe) emplea el latín al usar la palabra “auctoritas” me voy a la definición de la misma que es: “Poder moral, basado en  el reconocimiento o prestigio de una persona”; es decir es un poder no vinculante pero socialmente reconocido.

    Entonces… ¿Cuándo la “auctoritas” devino en “autoridad”, es decir en  Facultad o derecho de mandar o gobernar a personas que están subordinadas?  ¿Cuándo el “ministerio” dejó de ser un servicio para convertirse en un mando? ¿Cuál es el momento de la Historia en que se estableció la línea roja que divide la teología propia de la “tradición” y la que es resultado de la “reforma”? ¿Quién ha decidido que esa “auctoritas” ha pasado a ser “autoridad”?

    En el fondo María Luisa  y Ana se preguntan lo mismo (Y seguramente lo escriben mejor que yo); pero es que me parece que es una pregunta tremendamente importante hoy en día, porque los defensores de esa mal llamada “tradición”, zanjan el debate con dos “argumentos” bastante manidos y habituales:
    En primer lugar se ofenden. Piensan que nuestro derecho indiscutible a dudar concluye en que la duda es respecto a ellos (Es evidente en alguna de las respuestas) y no es así. Yo no dudo de la honestidad intelectual del Sr. Valderas, por ejemplo. De hecho estoy convencido de que es, intelectualmente (Y económicamente probablemente también) mucho más solvente que yo.

    Es sólo que lo que ellos proponen no me (nos) convence y por lo tanto, si pretenden que aceptemos su “autoridad” y la convirtamos en “auctoritas” (Porque es quien reconoce la “auctoritas” quien la concede y no quien la ostenta), tienen que currárselo más y no recurrir simplemente al “Así ha sido siempre” o “Eso ya lo resolvió Trento”.

    Y soy yo (O nosotros, o el conjunto de los fieles) quien (quienes) decidimos lo que nos convence o no nos convence.

    Pero es que además, y este punto es muy importante para mi, como complemento y al igual que el resto de las tiranías del mundo, detrás de la imposición de la “autoridad”, viene el empleo del miedo y ya decía el maestro Yoda (Que no es una autoridad en teología católica, pero la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero) el miedo es la puerta de entrada al lado oscuro.

    Y ese lado oscuro es el de la represión, el maltrato (Es famoso el de Ratzinger a determinados “discrepantes” de su teología, no de la predicación de Cristo y ya Boff lo trató brillante y recientemente en otro artículo) y acaba en la tiranía.

    Ese será, en mi modesta opinión, el legado de Juan Pablo II (Especialmente) y de Ratzinger a la Historia de la Iglesia y es una lástima porque ambos han dejado escritas algunas perlas de mucho mérito (Sollicitudo Rei Socialis o Centesimus Annus, Juan Pablo y Deus Caritas Est, Benedicto; sin ir más lejos) y que podrían haberles puesto en un lugar preminente, si no en la Historia, sí en mi corazón.

    Pero pesan más sus “tiranías” que sus “misericordias”, quedan más como “autoridad” que como “auctoritas” y como decía mi abuelo: “No hemos pasado unos cuantos años en la cárcel para comulgar, a mi edad, con ruedas de molino”. Cámbiese “unos cuantos años en la cárcel” por “los años negros de represión de Wojtila y Ratzinger” y yo subscribiría totalmente la frase de mi abuelo.

    A ver si Francisco, aprovecha que algunos lo consideran un desastre doctrinal para convertir el “desastre” en “crisis” (Que significa cambio) y cambiar de una vez por todas… para hacer que la Iglesia Católica no se mueva… No se mueva del camino donde Cristo la dejó (Si es que la dejó en algún camino), saliendo del camino donde la hemos llevado los hombres y las mujeres.

  • ana rodrigo

    José María Valderas, dices; “ya les he cansado bastante”lo dices tú, y está bien que seas tú el que lo dice.. Lo que yo personalmente, te digo que es cierto, aburres bastante con tu exhibición constante de intelectualidad, de tu erudición, de tus contactos con personalidades, de la universidades donde has estado, de tu nivel de conocimientos, de tus méritos personales, en fin, un largo rótulo de tu curriculum vitae, con la sensación, (esta es mi percepción subjetiva), que lo haces desde un escalón de superioridad  y un aire despectivo hacia la ignorancia de est@s “pobres”  participantes en atrio. Con estas palabras lo que hago es corroborar tu confesión y aclararte que es cierto. Lo demás, es cosa tuya, me refiero a tus ideas y tu ideología.

    Yo sólo entré en colisión explícita y fuerte contigo (bueno, con Leovigildo) en una ocasión porque me adjudicaste el adjetivo goebbeliana y monté en cólera, diciéndote cosas por las que  te pedí disculpas.

    Hasta aquí debo llegar….

    • José María Valderas

      Otra biógrafa. Muchas gracias por facilitarme el examen de conciencia para la propia confesión. A veces uno cae en la rutina y esos anatemas refrescan la memoria. Por lo que dice que un tal Leovigildo le llamó goebeliana, sólo le aclaro que jamás he firmado con eso pseudónimo.

      • ana rodrigo

        Perdón, si no me equivoco otra vez, eras Ludovico. Ay, los reyes godos…

  • M. Luisa

    ¿Dónde queda la inteligencia humana sometida al ejercicio de este sistema obstruccionista? Al leer este artículo es inevitable  hacerse la pregunta  de si no tendrán razones, buenas razones,  quienes  en el verdadero uso de la inteligencia bucean nuevos horizontes?

     

    Un horizonte en el que, para decirlo de alguna manera, la inteligencia se encuentre en su propia salsa. Dicho técnicamente, se actualice en “experiencia”. El único modo de sentirla (la inteligencia) propia y efectivamente. De hecho, en “efecto” y no en “afección” finalista propia de ese dispositivo maligno que impide todo progreso.

     

    Volver, tras una lectura pausada de todo el artículo, al parágrafo de presentación, obtendríamos en forma compendiada todo lo leído argumentativamente.

     

    Para aprender, somos necesariamente conducidos de dos maneras, por la autoridad y por la razón. En el tiempo la autoridad es anterior, pero en la realidad la razón precede a la autoridad”. 

     

    Aquí es importante destacar de la segunda proposición la última parte de ella “pero en “la” realidad la razón precede a la autoridad” y de esta parte subrayar el artículo “la” realidad.  ¿Por qué? Porque el carácter pensante de la razón  se mueve en el ámbito de la realidad y cuando se topa con ella    es cuando  formalmente,  por efecto y no por afección, es cuando aquel aprendizaje se pone en cuestión.

     

    El dispositivo de bloqueo  no cumple función alguna   en  la estructura del conocimiento humano. Tal vez sea efectivo   dentro de una concepción causal de él, pero nunca  en cuanto el conocimiento  se halla ya configurado  por la  realidad experiencial.  Aquí el efecto no es el propio de una causa producida por un objeto intencional  en la cabeza de una autoridad educacional,  sino producido por aquello que nos afecta intíma y  estructuralmente dado.

     

    Es cuando se nos impone cuestionarnos  si en las cosas  aprendidas anteriormente  iba ímplicito en ellas “lo real” …

     

  • Santiago

    Jose M Valderas, se lo que hablas porque yo también trabajé mientras hacía la carrera de medicina en Barcelona..y se lo que cuesta aunque después se cosechan los beneficios…

    Es verdad todos debemos ser portadores del Smo. Sacramento. Este es el mejor distintivo del que sigue a Cristo y a Su Evangelio ya que llevamos el sello de El en nosotros mismos y este distintivo es lo que despierta esta cierta rebeldía al dar testimonio de la Verdad que es Cristo.

    La Iglesia inmemorial ha sido siempre la Iglesia de los testigos mártires porque el mundo se resiste ante la exposición de la verdad que el Evangelio contiene punto por punto, esencialmente y sin condescendencia de ninguna clase. Por eso así cuenta los Hechos de Los Apóstoles, Lucas Evangelista:

    Y los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Y seguían apedreando a Esteban que rogaba y decía: Señor Jesús recibe mi espíritu. E hincando las rodillas, clamó con gran voz: Señor, no le demandes este pecado. Y esto dicho, descansó en paz” (Hechos 7:59-60)

    Pero dice Cristo que en el mundo “tendréis tribulaciones, pero, tened buen ánimo: Yo he vencido al mundo” El triunfo está en la verdad de Cristo y en Su Iglesia verdadera

     

  • “Ya les he cansado bastante”, escribe Valderas en Atrio. Sí, gracias, un detalle de sincera humildad por una vez y cierto donde los haya. No durará.

    (Llevamos cuatro días que en Atrio caen teólogos de primera categoría, despachados alegremente con un “bueno, uf, si yo contara todo, si supierais lo que yo, si leyerais mis libros, uf, uf, si los entendierais, si quisierais verlo como yo que soy científico…”, y así, humilde e impunemente, por supuesto, al cesto de los papeles una docena docena de leyendas en teología.

     

    A continuación, otra vez, “uf, uf, qué maravilla, qué grandeza, qué evidencia, que ignorancia al que no los ensalce como yo, si hubieseis leído, si hubieseis leído y entendido, oh, Dios mío, de dónde salen estos pobres ignorantes perdidos en la vulgar teología latina o en esas patrañas liberadoras y samaritanas”.

     

    Y nosotros, lo modestos y sufridos lectores, esperando, “ahora, ahora dirá las razones para probar la fe contra aquellos ignorantes y herejes en teología, y de las bondades “críticas” de los que nos han de iluminar con su razonamiento informado y veraz “, pero nada, ni una palabra del científico de formación metodológica exquisita; el científico hace historia y teología de la fe y la cultura como un hincha de un equipo puntero.

     

    Cinco días, o un año, es igual, llevo diciendo “ahora dará todas las razones, críticamente, de los aciertos teológico, exegético y filosófico de los grandes en la iglesia y la cultura cristiana,” pero nada, otra vez, el científico “uf, oh, ah, oh, .. y yo estuve, yo tengo, yo conocí, yo le oí, yo leo, yo me horrorizo, yo me asombro, yo me enojo, “yo soy un hombre en un mundo de mujerzuelas”; por fin, ya está, se cierra la teología necesaria para despachar estos debates y el científico de profesión no se ha molestado en dar una argumentación crítica de sus posiciones teológicas, culturales y sociales. Es suficiente citar y citar autores y obras que se da por supuesto que prueban con evidencia lo que dice, niegan lo que rechaza o desnudan al personaje eclesial que le es insoportable; a veces no las conocemos a fondo (perdón) o sí conocemos (y honestamente no creemos que digan eso ni que lo hagan definitivamente). Pero “he dicho”, y va a misa. Capacidad de diálogo argumentado, “suspendido”. Fin.

     

    Yo respeto, ahora hablo como Ignacio, y tengo el gusto de leer a un hombre de memoria, cultura y experiencias de vida enciclopédica, desde muy arriba, generalmente -hablo de Valderas-, pero no termino de ver dónde queda el método crítico del científico en relación a sus intervenciones y razonamientos de estos “discursos”; no lo veo, sinceramente; y por tanto, valoro los datos (muy seleccionados a su favor) pero estoy por ver un cuadro creativo donde el razonamiento se plantee alguna duda de sí mismo, algún supuesto poco atendido, algún razonamiento más creído que esclarecido. Nada, no hay nada que cuestionar de lo propio. Es un dibujo calcado una y otra vez sobre la misma plantilla de autores, citas y supuestos. Literatura muy ideologizada; para un hombre de mente científica, lo más duro de aceptar, lo sé.

    Siempre, con un saludo cordial y buen año.

    • José María Valderas

      Otro que me conoce muy bien, pues entrecomilla frases que se suponen son mias, pero yo jamás, he escrito. Debe leer en mi subconsciente, porque no llega a la conciencia. Por cierto, señor Calleja le respondí a propósito de la falacia epistemológica que usted me atribuía y no me ha respondido.

      No voy a entrar en el terreno de qué es usted, por una razón, porque no lo sé ni me parece digno de un hombre. El esto vir de mi infancia. Esas biografías se las dejo a usted. Por cierto, no he tenido tiempo a lo largo de mi vida en escribir más que un libro, “La conciencia”. Lo podrá leer en francés y en italiano, también. Y allí no se habla de teología. ¿De dónde saca usted lo que afirma mendazmente. Porque es una mentira de patas cortas. Sí he escrito en revistas del ramo artículos más o menos extensos. Y ahora tengo entre manos mi segundo libro, sobre CRISPR, es decir, sobre historia, ciencia y filosofía moral de la edición genómica. Si usted conoce una editorial interesada, se lo agradecería.

      Siga, siga con esa máxima norteña de leña al mono, que es de goma. Mientras no use la goma 2, como algunos de los escondidos de sus cofrades… Pero no hace falta que envíe saludos cordiales. Como diría el embajador inglés al ministro franquista, no hace falta que me envíe policías, sería mejor que no me envíe falangistas.

  • Román Díaz Ayala

    No es por la teología tal como se ha cultivado, una ciencia o disciplina de escuela, ligada a la filosofía y cada vez más alejada de las escrituras reveladas ( canónicas ) la que  puede encontrar esa intensidad que se reclama en un comentario más arriba.

    Una teología que casi prescinde del depósito y que se cultiva de espaldas a la pastoral, o peor aún, instrumentaliza la pastoral no puede llegar al fondo  del sensus fidelium. (Habida cuenta de el Espíritu del Resucitado habita en la comunidad)

    Un ejemplo a título individual de un responsable de una comunidad: Pablo contesta dando respuesta a los problemas planteados y el caítulo 7 (1ª Corintios) es siginficativo:

    Versículo10: “En cuanto a los casados, les ordeno -no yo, sino el Señor- ……

    Versículo 12: “En cuanto a los demás, digo y – no el Señor –

    Otro ejemplo, éste que afectaba a toda la Iglesia del Señor, y que llevó al Concilio de Jerusalén (Capítulo 15 de Hechos)

    Discurso de Pedro: “¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros antepasados ni nosotros pudimos sobrellevar?” Hechos 15,10

    v.11 “Nosotros creemos más bien  que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.”

    Otra vez lo pastoral, mirando por la salvación de los fieles y no tanto por su ilustración intelectual. Así se libraron los gentiles del ropaje judío. (La Ley sin la gracia salvadora de Jesús es mero ropaje cultural)

    Pablo desarrolló esa afirmación de Pedro en una de los pasajes más vibrante de Romanos ¿Dónde está, entonces el derecho a gloriarse? queda eliminado. ¿Por qué Ley? ¿Por la de las obras? No. Por la ley de la fe.

    Queda así explicado el “Ad discendum  que abre este trabajo.

     

  • ana rodrigo

    ¿En qué momento se cerró la “auténtica” ¿? Tradición Católica? ¿En una fecha concreta del calendario? ¿Acaso la época actual no es una etapa más de la historia? ¿no puede generar también Tradición, como las épocas pasadas?
    ¿Ahora, que las ciencias sociales han avanzado más que en toda la historia de
    la Humanidad, ¿acaso, por no ser de otra época, imposibilita una renovada reflexión teológica?
     
    El referente es Jesús y lo que de él escribieron los evangelistas, y, siempre que se desvíe este origen, se debería corregir. El mensaje de Jesús no es estático y manejable al gusto.  
     
    El ejemplo del tema de la mujer en la vida de Jesús, es de lo más moderno y revolucionario de la sociedad de su época. Ya sabemos el caso que se hizo de este principio social y de derechos humanos elementales en los dos mil años siguientes. Da la casualidad que el momento actual conecta con el Evangelio.
     Dice Castillo hoy en RD: “La Religión pretende ‘divinizar’ lo ‘humano’, mientras que lo que hace el Evangelio es ‘humanizar’ lo ‘divino'”. Yo añadiría, la religión ha querido “atrapar” la TRASCENDENCIA, crear un nuevo Dios Todopoderoso, a imagen y semejanza de los hombres que lo crearon.
     No se trata de listos y torpes,  Jesús habló y vivió en sociedad en su mayoría analfabetos y analfabetas, y ahí está su mensaje. Si tomamos como garantía del seguimiento de Jesús, como cosa de “sólo para doctores”, estaríamos tomando el camino de acceso equivocado. No es cuestión de tontos y listos, es la aproximación experiencial y vital al origen del Cristianismo, Jesús. Eso no excluye, todo lo contrario, el estudio y conocimiento del origen del Cristianismo en todos sus aspectos exegéticos, hermenéuticos, antropológicos, etc.
     

  • José María Valderas

    Don Antonio Duato, respecto al elenco de puntos que subraya, permítame: ad primum dicendum est… que uno tenía entendido que el que influyó en Pablo VI no fue tanto Ottaviani cuanto el jesuita Marcelino Zalba, que publicó además sobre la teología moral y el control de la natalidad. A esas alturas de la película, el cardenal Ottaviani estaba muy cansado ya. No era el Ottaviani del libro sobre derecho eclesiástico escrito con Parente, ni el que objetaba el movimiento de los curas obreros de Francia, ni mucho menos el que presidiera la Comisión Teológica Central.

    ad secundum… Pablo VI sufría con la sangría de hombres de iglesia que abandonaba el sacerdocio. En Estados Unidos, en particular, se asocia al rigor de esa encíclica, y se menciona el caso, entre otros, de  Daniel Callahn, presidente del Hastings Center, uno de los puntales de la bioética. No lo sé, pero no es difícil suponer que temiera que la aprobación de los viri probati acelerara ese fenómeno.

    ad tertium… Resulta duro, para nuestra mentalidad, que pueda discriminarse a nadie de ninguna función por razón del sexo. Decir que las mujeres no están capacitadas para los avances matemáticos lo costó el puesto al Rector de la Universidad de Harvard. Al nobel James Watson le quitaron la presidencia del organismo central de investigación estadounidense por cuestionar la capacidad de los negros. No sé cómo acabará el asunto, qué nuevas interpretaciones se darán a los textos escriturísticos y a la praxis secular de la Iglesia. Pero el pondus traditionis es muy fuerte. La réplica deberá ser de la misma intensidad.

    ad quartum… no parece intelectualmente honrado que Francisco quiera poner al frente de ese organismo al sujeto que ha corrido por las quinielas. Como me parece improcedente que mantenga en el dicasterio de la Vida y de la Ciencia a personas de incompetencia comprobada y resbalones sonoros como el de cooptar a partidarios del aborto como medida de control de natalidad o manipulación de embriones. Es lisa y llanamente un disparate. Eso no es reforma ni renovación, es sencillamente un acto de autoritarismo irresponsable. Le han acompañado procedimientos repulsivos, como enviar fragmentada la documentación de textos para su revisión. Luego se vio que a los peritos no les había llega el texto completo, justamente en lo relativo a los pasajes más ¿controvertidos? No son cuestiones menores. En el caso del norteamericano partidario del aborto para limitar los nacimientos es famoso ya por su Ecology. La bioquímica sueca partidaria de sacrificar embriones con fines experimentales fue “contestada” ya en su país. Una lástima doctrinal. En un acto de cinismo, cuando sentaron doctrina desde santa Marta y ante el escándalo de muchos, no se le ocurrió al Vaticano de Francisco que excusarse diciendo que “hablaban en nombre propio, no de la Iglesia”. ¿Y si las quejas no hubieran llovido?

     

  • José María Valderas

    No creía uno que fuera a merecer tanta distinción en el preámbulo de un artículo que, para el prologuista es poco menos que un retrato fiel de la trayectoria intelectual de Ratzinger. Una trayectoria que parece lineal y, sin embargo, resulta errática con fallos garrafales como la omisión del auténtico quicio de la doctrina en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto. Me cogió en Munich el tiempo del cardenal Doephner, cuyo escritos estaban en las principales librerías. Lo que uno leyó del prelado y lo que Grillo le atribuye es pura coincidencia, Como juicio extraño es el que formula de la Didajé. Y, por supuesto, no descubro ninguna novedad si veo en Francisco un peligro para la Iglesia en lo doctrinal. Con errores dogmáticos garrafales. Atribuirle auctoritas para un cambio de foco es de una postura beatífica. Pero no voy a detenerme en nada de ello, ni siquiera en mostrar mi enmienda a la totalidad. No tengo ni humor, ni tiempo.

    Veo que la sorna es un recurso literario al que se suma el señor Duato. Suyo es el blog y puede usarla cuando le venga en gana. Otros tenemos que hilar más fino, sino queremos ver denuestos, consejos y demás palabrería inane contra uno. Desde que entré en la rueda laboral, allá por el año 69, he procurado mantener en todo momento mi independencia y libertad. Comunistas y socialistas, ni se por qué, o sí lo sé, me pusieron en aquellos años de universidad la proa. O con ellos o fuera. Y quedé fuera. Y eso valió tanto para estudiar (saqué dos carreras en la Universidad de Barcelona, una de filosofía y otra de ciencias) trabajando porque no tenía dinero ni me dieron beca. Me la negaron incluso para el doctorado. Pero eso me hizo más libre. Tener menos miedo. En la mili, que hice en el Campamento de Marines, cerca de Liria, le dí con la correa a un imbécil que me insultó porque era un universitario que no me unía a los otros como casta aparte. No fui a pavera””. Un cabo primero dio la cara por mí y se plantó ante el alférez, “si usted manda a pavera a Valderas, ahora mismo lo sabe el capitán”. Se jugó el tipo, porque era un reenganchado y yo me iría en cuanto terminase el cuartel. Por no ocultar mi condición de católico militante me llamaban los de la Vall de Uxó y de otras comarcas levantinas. “masó”; Eran lo que entendían ellos por opusdeísta, que no era. La vida me ha ofrecido muchas oportunidades de rebelarme. Y mentiría si ocultase que llegué a cogerle gusto. H escrito aquí que a mí me hubiera gustado ser sacerdote. Pero me lo impidieron: “no tiene vocación”. Sólo me llega la vocación ahora aY leer la epístola en la misa dominical de mi parroquia.  No es la única vez que me ponían vetos. Para preparar el doctorado le pedi al directos del Colegio Universitario de Tarragona (hoy Universidad de Tarragona) que me dejase unas clases y así poder subvenir a mis necesidades. Fue tajante: “Valderas no tiene vocación universitaria”. Hay gente que, por lo visto, conoce mejor que tú mismo tu interior.

    Y ya les he cansado bastante. De niño me impactó una frase, Esto vir! Sé un hombre, en un mundo de mujerzuelas. Sin connotación machista ni historias baratas. Andando el tiempo, una amiga de la Obra me explicó que la frase en Camino se refería al virial, a ser portador de la Hostia. Pero ya era muy tarde para reeducarme.