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El programa de Jesús (18)

EL PADRE NUESTRO

(Primera parte: Peticiones para la humanidad)

1. Un Programa condensado, pero con lecturas desacertadas

          Resulta harto difícil encontrar en los evangelios otro escrito tan renombrado y recitado como este de Mateo: el Padre nuestro (Mt 6, 9-13). Con dicho texto, el evangelista dejó constancia de un singular ofrecimiento de Jesús a los adheridos a su Programa: Un patrón con el que podrían expresar al Padre sus más hondos deseos. La desacertada versión oficial ha logrado nublar el sentido del original griego. Para recuperarlo, no cabe otra alternativa que acudir a ese texto, el más antiguo, y analizarlo con minuciosidad.

2. Su contexto es la Lealtad

          Mateo situó el Padre Nuestro en un contexto cuyo tema central trata del grado de lealtad que ha de exhibir el colectivo de adheridos al Programa de Jesús. Esa lealtad resulta condición necesaria para formar parte de la sociedad alternativa del reino de Dios: “porque os digo que, si vuestra fidelidad no se sitúa muy por encima de la de los letrados y fariseos, no entráis en el reino de Dios” (Mt 5,20). Refiriéndose a las tres principales prácticas religiosas propias del judaísmo: La limosna, la oración y el ayuno, y frente a las hipócritas actuaciones de los religiosos realizadas públicamente a bombo y platillo, Jesús propuso a su comunidad una forma de actuar caracterizada por su clandestinidad.

          Respecto a la limosna, su enseñanza apuntaba con el singular a cada uno de los miembros de la comunidad: “Cuando des limosna…” (Mt 6, 2). Pero retoma el plural al referirse al tema de la oración. El Galileo se dirige ahora a todo el colectivo: “pero cuando recéis…” (v. 7). Lo hace abriendo el cauce que desembocará en el Padre Nuestro. Sobre ese lecho, orientará a los suyos a ceñirse únicamente a lo que en realidad precisan evitando la palabrería propia de la insistencia:

“…no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso. No seáis como ellos que vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis” (vv.7-8).

 

3. El otro contexto es la Necesidad humana

          El Programa de Jesús está estrecha y directamente relacionado con la necesidad humana. Sabiendo que el Padre la conoce de antemano con pelos y señales, la comunidad de comprometidos con el Nuevo Pacto evitará ser reiterativa en su petición, consciente de la cercanía de un Padre siempre a la escucha: “en lo escondido”. Jesús les propondrá, por tanto, fórmulas breves. La comunidad pedirá en consonancia con sus deseos y su praxis, poniendo todas las ganas en la solicitud y declarando su receptividad a lo demandado.

 

4. Líneas estructurales del Padre nuestro

          Determinado con brevedad el marco donde Mateo ha colocado el Padre Nuestro, conviene no desviar la atención de las líneas maestras con las que el evangelista ha estructurado las peticiones de esa oración modelo:

a – Un colectivo
b – de lealtad refrendada por una praxis
c – comprometida con el Programa de Jesús
d – expresa sus más sinceros deseos
e – mostrando su alta receptividad
f – a lo solicitado por ellos
g – en su comunicación con el Padre:

          El texto se introduce con brevedad: “Vosotros rezad así”:

          El pronombre de segunda persona en plural señala a los destinatarios. Son los que rodean al Galileo en la cumbre del monte.

 

“9 Padre nuestro del cielo
proclámese ese nombre tuyo,
10 llegue tu reinado,
realícese en la tierra tu designio del cielo;
11 nuestro pan del mañana dánoslo hoy
12 y perdónanos nuestras deudas,
que también nosotros
perdonamos a nuestros deudores;
13 y no nos dejes ceder a la tentación,
sino líbranos del Malo” (Mt 6, 9-13).

 

5. Padre hay uno solo

          La oración descubre de entrada al interlocutor a quien está dirigida. El texto deja suponer que tiene su línea disponible a todas horas. La conexión es inmediata. La conversación con Él se inicia llamándole por su nombre: “Padre” (Πάτερ). Para los comprometidos con el Nuevo Pacto es un nombre exclusivo. Quien acepta ser llamado así: ‘padre’ en el entorno de la comunidad usurpa una identidad que no le corresponde de ninguna de las maneras:

“y no os llamaréis PADRE unos a otros en la tierra, pues vuestro Padre es uno solo, el del cielo” (Mt 23, 9).

 

6. Un poco de historia del pueblo judío

          La liberación de los grupos tribales esclavos en Egipto y su constitución en un pueblo fueron atribuidos por el AT a la exclusiva determinación de Yahvé. Ese recién nacido pueblo se consideró de creación divina y, por consiguiente, como “hijo” suyo. Los autores que escribieron dichos relatos le achacaron también a Yahvé esa doble idea de paternidad y filiación: “Tú le dirás (al faraón egipcio): Así dice el Señor: Israel es mi HIJO primogénito, y yo te ordeno que dejes salir a mi HIJO para que me sirva” (Ex 4,22s). Desde ese concepto, algunos textos pasan a referirse a Yahvé con la denominación de “padre”. Eso sucede, por ejemplo, en el cántico de Moisés: “¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu PADRE y tu creador, el que te hizo y te constituyó?” (Dt 32,6). Una súplica de Isaías le identifica repetidamente como “nuestro padre”:

“No la reprimas que tú eres NUESTRO PADRE:
Abrahán no sabe de nosotros, Israel no nos reconoce;
Tú, Señor eres NUESTRO PADRE,
Tu nombre de siempre es ‘nuestro redentor’” (Is 63,16).

          Las oraciones más importantes de la religión judía utilizaban ya la expresión ‘padre nuestro’ en el período contemporáneo al NT. En la segunda bendición del Sema` se recitaba: “Enseñaste a nuestros antepasados las leyes que dan vida. Ellos confiaron en ti, Padre nuestro y Rey…”. Y en la sexta bendición de las Semoneh `Esreh (‘dieciocho bendiciones’), según la recensión palestinense se reza: “Perdónanos, Padre nuestro, porque hemos pecado contra ti. Borra y aparta de nosotros nuestras malas obras de delante de tus ojos. Porque muchas son tus misericordias. Bendito eres, Señor, rico en perdón”.

          Tanto en el AT como en las obligadas plegarias de la religión judía, el término ‘padre’ y la expresión ‘padre nuestro’ se emplean distinguidos por ciertas notas características:

    1. Aparecen como acreditaciones o dignidades añadidos a otros títulos tales como ‘Rey’, ‘el Misericordioso’, ‘el Eterno’, ‘Señor’, ‘Redentor’, que giran eludiendo pronunciar el nombre tenido por auténtico: Yahvé.
    2. Aluden a su absoluta jerarquía. Muestran el reconocimiento de su poder y dominio y, por tanto, la sumisión de todo el pueblo a sus leyes, de cuyo cumplimiento Él está a todas horas pendiente para castigar con severidad la más mínima desobediencia.
    3. Hablan de su paternidad considerándola en relación con la entidad nacional de Israel, pero sin vincularla a cada integrante de ese pueblo.
    4. Nunca se emplea en sentido directo como nombre propio para dirigirse a Dios.

 

7. Jesús trae otro modo de llamar a Dios: Padre

          A diferencia de ese uso, en el modelo de comunicación ofrecido por Jesús a los suyos, “Padre” descubre el modo de llamar a Dios de los adheridos a su Proyecto. Y así se dirigen a Él como interlocutor de su conversación y destinatario de su pedido. La palabra ‘Dios’ con su escritura y pronunciación particular en cada lengua ha dejado de ser para los suyos la denominación ajustada a su forma de pensar y vivir. Para ellos, su nombre es “PADRE”. Esa es la manera familiar de llamar y dirigirse a quien se le reconoce, no, por su omnipotencia e impenetrabilidad, sino por la generosidad de un amor que da la vida y por la experiencia de constatarla en fraternidad con quienes han optado con plena libertad por ella. La solemne imagen masculina de Dios, figurada como un anciano de semblante circunspecto, autor de leyes y llevador de cuentas, no es más que una deformación gráfica acuñada para atemorizar y mantener doblegada a la gente con el más profundo de los miedos. Jesús ha liberado a los que le rodean en la cumbre de la falsa idea y del temor religioso. Ahora pueden contar con la experiencia de quien está a todas luces próximo en cualquier circunstancia. Lejos de ser inquietante e imponer, exhibe su condición amable, sonriente y cariñosa, presto a animar a trabajar por la paz como mejor camino para parecerse a Él: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos”. Él es el “Padre”. Ese es su nombre.

 

8. ‘nuestro’ porque lo es de un colectivo fraterno

          La manera de dirigirse al Padre tiene también el sello de única. Ese carácter singular lo aporta el pronombre de primera persona en genitivo plural: ἡμῶν (‘de nosotros’) asociado al término ‘Padre’. Lejos de plantearse como una fórmula teórica, “Padre nuestro” expresa el refrendo inequívoco de la práctica social de la fraternidad. La expresión identifica como sujeto que ora al colectivo de seguidores. El pronombre “nuestro” confirma la línea seguida por Mateo. Todo su texto, desde el Programa fundacional conocido bajo la denominación de: “Bienaventuranzas” hasta aquí, está referido a los adheridos al Proyecto. El modelo de oración propuesto por Jesús a los suyos, el “Padre nuestro”, será la plegaria que los identifique como la sociedad fraterna que ha aceptado el Nuevo Pacto. Sus integrantes podrán pronunciar la oración en forma individual, pero aún así, no perderá la referencia a dicho colectivo. La experiencia de una sociedad fraterna elegida libremente y la entrega conjunta en favor de la paz resultan indispensables para poder decir “Padre nuestro” con coherencia y autenticidad. Padre indica cercanía y estrecha relación. Requiere un reconocimiento personal real. No se llama así a cualquiera. La simple recitación de estas palabras por quienes son reacios a la hermandad y se desentienden de la urgente necesidad humana avisa de un hablar vacío, perdido en el vacío.

 

9. Un Padre nada lejano, sino distinto: Exclusivo

          A este peculiar llamamiento inicial del interlocutor: “Padre nuestro”, Jesús añade una nota precisa sobre su identidad: “del cielo” (ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς; lit.: ‘el entre los cielos’). El detalle “del cielo” no indica lejanía; ni siquiera, posición. Apunta a la exclusividad de aquel a quien se puede denominar de semejante modo. La fórmula “Padre nuestro del cielo” marca su absoluta distinción con cualquier progenitor humano. Los padres representaban en la mentalidad judía la autoridad a la que la totalidad de la familia estaba sometida. Ejercía el mando y se le tenía como espejo adonde mirarse y como horma a la que ajustarse. El padre actuaba de maestro del que aprender y modelo al que los hijos tenían que parecerse. Cada padre estaba obligado a ser garante de la conservación y transmisión a los hijos del ideario socio-religioso recibido también por él como herencia del patrimonio de los antepasados. El padre aparecía como figura indispensable para salvaguardar con fidelidad la antigua tradición legal y religiosa. A los hijos competía comprometerse en el aprendizaje fiel de dicha tradición para asegurar su continuidad.

          Jesús solo reconoció como modelo al “Padre del cielo”. Llamándole de esa manera lo presentó a los suyos como el único a imitar. No hay otro como Él. Y Él no se ajusta ni se debe a ningún esquema arcaico al que los suyos deban seguir. Acababa, así, con la continuidad de la tradición. “El Padre del cielo” se sitúa en el polo opuesto a la figura autoritaria de los padres de la tierra. La denominación “Padre del cielo” refleja su posición contraria a dominios y sometimientos. No es quien se dedica a regular la vida mediante leyes y castigos. Destaca porque abre toda la cancha a la libertad humana. “El cielo” señala de manera figurada su exclusiva categoría, plena de esplendidez, justicia y amor leal. El “Padre del cielo” no se reconoce a través de creencias, sino por la experiencia inigualable de quienes han optado por la fraternidad. Él es garante del carácter definitivo de esa vida. De ahí que los “dichosos” por pertenecer y disfrutar de esa alternativa social puedan iniciar su comunicación con Él diciendo: “Padre nuestro del cielo”.

 

10. La fuente del descubrimiento: la experiencia de la vida

          Jesús concibió de ese modo a Dios desde su experiencia y su relación con el sistema político, social, económico, ideológico y religioso de su tiempo. Se reafirmó en dicha concepción con su Proyecto de una fraternidad vivida en una sociedad alternativa, a la que identificó con el esperado reino de Dios. La fórmula “Padre nuestro del cielo” no es un patrón configurador de dogmas. De su enunciado no puede concluirse que Dios pertenezca al género masculino; ni siquiera que sea un ser individual; o tampoco que ocupe una posición espacial determinada. “Padre nuestro del cielo” expresa una condición siempre entendida en relación con la vida del ser humano y reconocida por los que han optado por el Programa de Jesús. Frente a la estructura social en que la humanidad se halla inmersa, no puede ser sino contrario al orden injusto e incondicional de la libertad, la justicia y la igualdad.

 

11 Los siete (7) Deseos

          Tras esa entrada: “Padre nuestro del cielo”, la comunidad saca a la luz sus más hondos deseos. Son aspiraciones coherentes con su vida y con el Programa trazado por el Galileo. Reflejan con sinceridad los objetivos que persiguen, planteamientos fieles al Proyecto en clara oposición a los intereses del orden injusto. Se concentran con sobriedad en siete peticiones. Las tres primeras son de carácter universal; se solicita en beneficio de toda la humanidad. Las otras cuatro están referidas al propio colectivo orante.

 

12. El primer Deseo: sobre su nombre (Padre)

          La primera petición de la comunidad dirigida al “Padre” versa sobre su nombre. Aspira y reclama que sea aceptado a escala global:

“Proclámese ese nombre tuyo”

          En la mentalidad del AT y NT, el nombre revela el mismo ser de la persona nombrada. El conocimiento del nombre de alguien supone tener la llave de su interioridad, conocer su misión en la vida, lo que le mueve a actuar en determinada dirección. El nombre aludido por la oración se especifica con la expresión τὸ ὄνομα σου (“el nombre tuyo”). Se trata de un nombre que da pie a su conocimiento. Se ha mencionado con anterioridad. Esa referencia justifica que el artículo (τό; ‘el’) sea traducido en forma muy determinada: “ESE nombre tuyo”. Ese nombre es “Padre”.

12.1. ¿Qué es santificar?

          Siguiendo a la Vulgata en la que se lee: “sanctificetur nomen tuum”, la mayoría de versiones tradicionales traducen así esta petición: “santificado sea tu nombre”. De tan repetida, no se cae en la cuenta de que, así expresada, esta fórmula carece de lógica. La acción de ‘santificar’ parece reclamar la reparación de una debilidad en el nombre divino. Hacer ‘santo’ dicho nombre supone que no lo es y que corresponde al ser humano declarar esa categoría extraordinaria.

          El adjetivo griego ἅγιος (‘santo’) se usa para describir una condición inconmensurable que diferencia esencialmente a Dios de cualquier otro ser. Todo lo que sale de Él participa de ese atributo. La santidad es una cualidad exclusiva de Dios. El ser humano solo puede serlo por iniciativa divina. Un himno de hace más de quince siglos declara sobre Él: “Sólo tú eres Santo”. Isaías, mediante la imagen figurada de un coro de serafines entonando un triple: ‘santo’, reconoce la completa trascendencia de Dios, ante cuyas órdenes actúan como tropas militares a su servicio los incontables astros celestes y los elementos del clima (“Señor de los ejércitos”):

“Y se gritaban uno a otro diciendo: ¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria! (Is 6,3).

          No es el ser humano quien hace santo a Dios, sino Dios quien puede elevar al ser humano a ese inigualable nivel comunicándole su propia vida, si este, eso sí, la acepta libremente. En el NT se denomina con ese apelativo “santo” (ἅγιος) a los integrantes de las diversas comunidades de adheridos al Programa de Jesús (p,e.: I Cor 1, 2; II Cor 1,1; Ef 1,1; Flp 1,1; Col 1,2.4; 2Tes 1,10…). Demuestran ser “santos” al haber aceptado y disfrutar de la vida ofrecida gratuita y generosamente por el Padre. El verbo griego que inicia la petición: ἁγιάζω (‘santificar’) expresa por lo general un movimiento para conceder elevar a alguien a una condición asociada a la divinidad. Pero cuando Dios no es el sujeto, sino el objeto de la acción, el verbo indica reconocimiento o proclamación de su exclusiva e inmensa diferencia con todo lo existente.

          Isaías emplea este verbo (ἁγιάζω) referido al nombre de Dios para expresar reconocimiento de su exclusiva grandeza:

“Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara;
pues cuando vea mi obra delante de él,
RECONOCERÁ LA EXCELENCIA (ἁγιάσουσιν) de mi nombre,
RECONOCERÁ LA MAGNIFICENCIA (ἁγιάσουσιν) al Santo de Jacob,
y temerá al Dios de Israel” (Is 29,23).

12.2. ¿Qué es Proclamar?

          En nuestro texto de Mateo, usado en imperativo de la voz pasiva (ἁγιασθήτω; ‘reconózcase’) se pide al Padre que su nombre sea universalmente reconocido: “ese nombre tuyo” (τὸ ὄνομα σου). Se reclama una aceptación pública y generalizada para que ese nombre y su significado repercuta de manera sobresaliente en la vida de la humanidad. Ello justifica la traducción: “Proclámese ese nombre tuyo”. El nombre a ser reconocido por el universo humano es el que ya conocen los adheridos al Programa de Jesús: “PADRE”. Ese nombre “Padre” habla de alguien muy cercano y querido, atento y acogedor, el modelo a imitar. Su nombre refiere su manera de ser y actuar. El Dios omnipotente y castigador, a quien se le debe completa obediencia y ante quien el ser humano se carga de temor reverencial ha sido un fraude. El Misterio ha quedado desplazado; su distancia reducida a proximidad. Reconocer al “Padre” es el primer movimiento para construir la fraternidad humana. Los continuos y denodados esfuerzos por saber algo de Dios resultan inútiles. Las creencias actúan como adormidera mitigando el desasosiego ante lo desconocido. La experiencia de la fraternidad permite, en cambio, el reconocimiento del “Padre”.

12.3. El empeño de una comunidad fraterna

          La petición de la comunidad: “Proclámese ese nombre tuyo” no solicita una portentosa acción divina que acabe por imponer a la humanidad su paternidad. El reconocimiento no se logra por intimidación y obligando a aceptarlo. El imperativo ἁγιασθήτω (“proclámese”) no supone instantaneidad; su sentido se acomoda al proceso natural propio del ser humano. Se pide que se vaya reconociendo. En ese proceso se embarca el colectivo que solicita. La petición es fruto de un profundo deseo. Y el deseo se corrobora con el empeño en conseguirlo. Será la comunidad, logrando convencer con su fraternidad, la que vaya consiguiendo el reconocimiento de ese nombre: “Padre”. Y el Padre no abandona en esa tarea.

 

13. El segundo Deseo: aceptación universal de Su Soberanía

           La segunda petición expresa su aspiración a que la humanidad renuncie al dios dinero y acepte su soberanía:

“llegue tu reinado”

          La solicitud sigue la pauta de la anterior. La comunidad se dirige al Padre. No pide para sí misma, sino para la humanidad. Su deseo, muestra de su generosidad, es universal. La feliz experiencia que vive resulta tan sorprendente como desconocida. Los integrantes del colectivo manifiestan un gran interés en que su dicha alcance a todo el género humano. Ellos han abandonado la sumisión al poderoso señor, el Metálico, aupado como soberano por el orden establecido. Se han decantado por el reinado del Padre espléndido, tierno y apasionado de la justicia, cuyo reinado garantiza la fraternidad. La comunidad manifiesta su anhelo porque la humanidad al completo conozca la alternativa que procura la felicidad que tanto añora. Lo pide familiarizada con una realidad que ya ha alcanzado ese sueño.

13.1. El agregado de un fraudulento ‘a nosotros’

          El texto oficializado expresa esta petición diciendo: “Venga a nosotros tu reino”. Resulta llamativo este enunciado porque ni en el texto original griego (ἐλθέτω ἡ βασιλεία σου; lit.: “llegue el reinado tuyo”) ni en el de la Vulgata (Adveniat regnuum tuum; “venga tu reino”) aparece ese pronombre: “nosotros”. Ese anómalo añadido desfigura por completo el sentido de la petición enseñada por Jesús. Demuestra que quienes avalan ese postizo desconocen la realidad social del reino. Esa corrección al Maestro lleva a pensar que la comunidad no vive la experiencia vital de haber aceptado la soberanía del Padre. Si pide porque venga su reinado significa que aún no lo disfrutan, lo que contradice el Programa Constitucional donde se asegura ¡CON EL VERBO EN PRESENTE! Que el reino ya lo tienen entre manos y esa es la razón de la dicha de la comunidad:

“Dichosos los que eligen ser pobres,
porque esos TIENEN a Dios por rey”.

13.2. Un fraude religioso para alejar la Soberanía

          El esfuerzo por hacer entrar en razón al Galileo viaja dislocado habiendo perdido todo el líquido de frenos. La presentación en sociedad del reinado de Dios realizada por Jesús se ha puesto en cuarentena. Las instituciones religiosas parecen decididas a encauzar la propuesta del Galileo por el buen camino. Plantean que el reino de Dios está por venir. La comunidad debe pedirlo repetidamente para hacer firme la convicción de que pertenece al más allá y que no se conseguirá hasta el final de los tiempos. Este tiempo de ahora, el de la historia, conviene aceptarlo resignadamente tal como ha sido ordenado, con sus penas y sufrimientos. Este alejamiento del reino de Dios fuera de la historia conlleva otras ideas aparejadas. Su ausencia requiere necesariamente de una soberanía representativa de la del Padre. Es la que impondrán en la historia los dueños de su Soberano.

          Pero la comunidad no pide para sí, sigue haciéndolo para la humanidad. NO SOLICITA “venga a nosotros tu reino”, sino que la soberanía del Padre se extienda a medida que la humanidad vaya reconociendo su nombre. Ahora no se emplea la fórmula “reino de los cielos”, se usa el pronombre personal para referirse al destinatario de la oración: ἐλθέτω ἡ βασιλεία σου: “Llegue TU reinado”. La comunidad ha aceptado el reinado del Padre como alternativa al poderoso rey de papel. Este dominador universal divide, destruye y asesina. El del Padre origina la fraternidad. “Llegue TU reinado” significa: ¡Nadie por encima! ¡Solo el Padre! El que a todas horas muestra su apoyo al ser humano. La comunidad reclama el abandono de un orden criminal, siempre señalando con el dedo, y la aceptación de quien, amoroso, está de continuo con la mano tendida.

 

14. El tercer Deseo

          La tercera petición se lee así:

 “realícese en la tierra tu designio del cielo”

14.1. Nada de imposiciones; no se habla de dos espacios (Cielo y Tierra)

          La comunidad persiste expresando sus anhelos. Y acude insistente al Padre, con quien se identifica plenamente, el único avalista de esa profunda aspiración solicitada. Como en las anteriores peticiones, el rezo oficial se resiste a entrar en la profundidad del texto original y queda trabado en las bisagras del latín de la Vulgata (“fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra”) para traducir: “hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo”. Esta formulación parece referirse a dos espacios (Cielo y Tierra) donde se llevan a cabo diversas actividades. Supone que en los círculos celestiales esas actuaciones se ejecutan siguiendo precisas órdenes divinas. Y se pide que en la Tierra todo se haga de acuerdo a esa misma pauta.

          El término griego θέλημα traducido habitualmente por ‘voluntad’ tiene un significado más amplio: ‘deseo’, ‘anhelo’, ‘pretensión’, ‘designio’. Traducirlo aquí por ‘voluntad’ lo constriñe y hace pensar más que en Padre, en un supervisor que lleva cuentas de todo cuanto se realiza y tiene marcado en su gran libro cualquier acontecer por mínimo que sea.

          Esta tercera petición continúa la línea de las dos anteriores. Se desea que la humanidad vaya reconociendo el auténtico ser de Dios, descrito bajo la figura del Padre tierno, amoroso y espléndido. La comunidad solicita lo que anhela: que se renuncie a la tiranía del padrastro hecho de papel y metal, destructivo criminal, y solo se acepte por encima del ser humano a ese Padre que se desvive por la felicidad humana. Se ambiciona que la actuación humana se ajuste a su plan para la humanidad de una vida dichosa y fraterna.

14.2. Se habla de un designio: expandir

          Un nuevo imperativo plantea en este caso el deseo de que algo consiga que las cosas ocurran en una forma determinada: γενηθήτω: “realícese”, del verbo γίγνομαι: ‘suceder’, ‘acontecer’, ‘hacerse’. El término griego articulado y acompañado de pronombre τὸ θέλημά σου, traducido por “tu designio” precisa ese anhelo: que la historia vaya aconteciendo en una dirección beneficiosa para los seres humanos. “Tu designio” hace alusión a la intención del Padre respecto a la humanidad. Una idea de semejante esplendidez y envergadura no ha podido ser diseñada más que por Él. Su ternura se deja notar en todos sus detalles y en su trascendencia. De ahí que el evangelista afirme que siguiendo el diseño planteado por Él: ὡς ἐν οὐρᾶνῷ (‘como en el Cielo’), sea llevado a efecto de ese modo en la Tierra: ἐπὶ γῆς (‘sobre la Tierra’). Los términos ‘Cielo’ y ‘Tierra’ aparecen escritos sin artículo porque eso es lo normal en las proposiciones preposicionales. De modo que la traducción recoge el sentido de esta petición con la fórmula más abreviada: “Realícese en la Tierra tu designio del Cielo”.

14.3. Se reitera: Nada de imposiciones divinas

          Resulta equivocado pensar que la petición solicita la irrupción instantánea en el mundo del poder divino para instaurar una manera de vivir definitiva de acuerdo a lo previsto desde arriba. El Padre no se caracteriza por intervenir coartando la libertad humana. Ha sido precisamente la opción libre de la comunidad la que, por experiencia, le ha permitido reconocer su designio. Ese planteamiento existencial va progresando al ser asumido por otros colectivos. La comunidad solicita que ese curso prospere sin interrupción. Pide por aquello en que emplea todas sus energías: Trabajar en cualquier entorno y circunstancia para ir generando en la humanidad un cambio de posicionamiento: el abandono definitivo del programa establecido por los cortesanos del rey de papel y la aceptación sin reservas del designio del Padre.

17 comentarios

  • carmen

    Hola Salvador.

    Estoy leyendo artículos de aquí. Y comentarios a diversos artículos.

    Solamente quiero repetir una vez más que me quedo en cuanto a Jesús con tu exégesis. Confío en ti. Sé de tu trabajo. He visto con mis ojos tus libros y copias de manuscritos escritos en idiomas extrañisimos para mí. Sé de tu trabajo con Juan Mateos. Me ha encantado el libro.

    Sigo pensando que Dios es lo que dicen que es desde siempre y varias religiones, no hay quien sepa lo que es. Por eso para mí la metáfora de es como un padre no me vale, porque tengo otra idea de padre. Respeto muchísimo a quienes así sienten a Dios.

    No sé si has leído algún artículo de Atrio con todos los jaleos que llevas, pero yo sí. Me llama poderosamente la atención que ahora se quiera explicar a Dios mediante la teoría cuántica. Mi amigo Santiago ya hizo un amago y después ha salido todo un artículo en la misma línea.

    No entiendo la segunda revolución cuántica. Pero nada. No entiendo como una partícula puede estar en dos sitios a la vez. Ya he quedado con un antiguo alumno, físico teórico para que intente contestarme a un par de preguntas o tres. No entiendo nada.

    Pero por el hecho de no entender nada no quiere decir que ahí esté Dios. Tendría mil dioses diferentes en mi cabeza. Además no creo que la ciencia pueda explicar o demostrar su existencia o no existencia. Lo intenta siempre, pero siempre cae en el mismo error. Porque todo cambia y la ciencia, gracias a Dios, mucho más. Eso nos permite avanzar.

    Pero ahí tenemos a Jesús de Nazaret. Y lo escrito, escrito está, por eso admiro tu trabajo porque vas a los primeros manuscritos. Tienes unos conocimientos increíbles del antiguo testamento. Sabes muchas cosas. Lo veo. Y, además me fío de ti. Creo que eres honesto.

    Para mí es suficiente conocer mejor a la figura de Jesús de donde sea. Y luego que cada uno crea en el Dios que desee. Tengo la intuición de que la teología ahora va a apoyarse en todo esto de la teoría cuántica. Pero claro, en mi modesta opinión, primero deberían de entenderla. Y no es sencilla. No sé.

    Es una reflexión. No espero respuesta, si es que llegas a leerla. Sé lo que digo.

    Un abrazo.

    • salvador santos

      Hola Carmen
       
      Siempre te leo. No puedo seguir otros artículos por falta de tiempo.
       
      La desorientación es una constante que viene de lejos. Lo grave es que se alimenta. Un ejemplo: ¿Por qué se repite con tanta frecuencia la palabra ‘misterio’? ¡Si Jesús sólo la usó una vez!  El término ‘padre’ (ὁ πατήρ en griego), en cambio, se puso en boca de Jesús en casi ciento cincuenta ocasiones. ¿No convendrá saber cuál fue la razón?
       
      Pero se piensa, y por ahí anda la confusión, que se trata de creer. Y los evangelios no hablan de creencia, sino de experiencia. Los evangelios -no me cansaré de repetirlo- describen en un formato pedagógico la praxis de unas personas adheridas al Proyecto de Jesús. A esa adhesión leal a dicho Proyecto (ANDADURA) se le llama FE en esos escritos. La fe es andadura, no creencia. 
       
      Pensaré en añadir a los artículos previstos uno adicional con unas notas tratando este tema.
       
      Recuerda que el bastón no es para cojos, sino para quien abre caminos.
       
      Te mando un beso  

  • Santiago

    Es exacto lo que dices Juan V sobre la oración dominical. En ella se resume toda oración, empezando por el significado de Abbá, que denota un “papá” cercano que nos oye, se preocupa, nos atiende y nos corrige constantemente.

    Como dices es “nuestro” puesto que es de “todos”,  tanto de los justos como los injustos, de los creyentes o no creyentes, de los Zaqueos como de los más vulnerables y pobres como el ciego Bartimeo y Simón el leproso, ya que Jesús nos llama a todos diariamente a “la santidad de la vida”, a la justicia evangélica.

    Es por eso que Tomás de Aquino afirma que en el Padre Nuestro tenemos todo lo que necesitamos pedir, y no sólo nos relacionamos con la Misericordia de Dios directamente, sino nos anticipamos  activamente a la caridad con el prójimo.

    Muy bueno  tu “ insight” sobre este comienzo de “la oración” que es la primera forma evangélica de la verdadera adoración al Padre celestial del Universo.

    • Juan A. Vinagre

      Gracias, Santiago, por tu nota. Me alegra que a veces coincidamos. En otras ocasiones me resulta más difícil la coincidencia, porque -a mi modo de ver- hablamos, comentamos y servimos ideas del Reino en-con odres distintos.

      Y ya que hablamos del Padre “nuestro”, te envío un saludo cordial de hermano. En esto coincidimos.

      • Santiago

        Creo que si  podemos coincidir en lo básico y esencial de la fe y discrepar en lo accidental.

        Sería una verdadera imposibilidad la uniformidad de opinión en todo,  porque poseemos el don de la libertad por el cual  decidimos nuestras opiniones y consentimos en lo que nos parece lo verdadero y real, y también lo que no lo es.

        Y celebro con todos vosotros que podamos estar abiertos a un diálogo sincero sobre la fe, sin ofender ni ser ofendidos por la discrepancia. ¿Por qué habría de serlo así?

        No se trata de odres sino de perspectiva y visión que son diferentes en cada ser humano y dependen de muchos factores, naturales y sobrenaturales.

        De la misma manera te envío un abrazo fraternal

        Santiago Hernández

         

         

         

         

         

  • Juan A. Vinagre

    Desde antiguo, al menos desde el s. III, se han escrito comentarios al Padre Nuestro, por considerarlo como la mejor forma de orar (verbalmente) al Dios Padre de Jesús y nuestro. Teresa de Avila, en  “Camino de perfección”, también hace un sabroso comentario, que no tiene desperdicio. Últimamente son bastantes los autores que vuelven al tema: Sabugal (que hace referencia a veces con cierto detalle a los comentarios antiguos), González Carvajal, Pagola, Grün, D. Montero (éste en sus comentarios, relativamente breves -uno al “¡ABBÁ! Padre nuestro”,   y otro a las Bienaventuranzas, “Bienventurados”, resume y profundiza muy bien en el espíritu del Padre nuestro.) Hoy y en ATRIO Salvador Santos nos ofrece un nuevo comentario que es de agradecer.

    ¿Por qué se escriben tantos comentarios al Padre Nuestro?  Porque además de ser un gran resumen del Mensaje del Reino, el Padre Nuestro ofrece mucha profundidad. Cada día se pueden ver campos casi inexplorados o menos advertidos, que ayudan a comprender mejor ese gran Mensaje.  El hecho de que comience con estas palabras “Padre Nuestro del Cielo” nos está sugiriendo que el Padre que tenemos es más, mucho más, que un padre de la tierra. Que las comparaciones antropomórficas que hacemos de Él son-reflejan una imagen muy pobre de Dios Padre-Madre, (los padres de la tierra son muy limitados y sexuados)   Él es el verdaderamente Padre-Madre, y -permítase añadir- que nadie en la Iglesia debe llamarse padre. (Eso de que muchos sacerdotes se quieran llamar “padre”…)      Y aunque digamos “del cielo” (que, a mi juicio, quiere decir que nos trasciende), Dios Padre-Madre también es inmanente, tanto que habita en nosotros, y a veces deja sentir su presencia en nuestro “intimior”, si lo buscamos humildes, como un niño-niña.  Este Padre Abbá que habita en y con nosotros es el Padre-Madre del hijo pródigo. Porque pródigos, de una u otra manera, somos todos los que vivimos aquí en la tierra.

    La otra palabra inicial, después de Padre (¿por qué?) es “NUESTRO”. Este “nuestro” expresa el Amor del Padre-Madre-Abbá, que da sentido profundo al misterio de nuestra existencia -regalo de amor, aunque no siempre lo parezca- aquí en la tierra.   Pues bien, ese “nuestro” nos define como creyentes seguidores de Jesús, nuestro Hermano mayor.                  Si comprendiésemos bien y por entero lo que significa ese “nuestro”, desaparecerían las etnias y fronteras y exclusiones y mitos-creencias de superioridad o de patrias excluyentes… y abusos… etc., etc.            Más: si ese sentimiento de “nuestro” nos “poseyera” de verdad,  no habría sometidos ni tantos acaparadores y estafadores ni vampiros ni guerras…, y seríamos mucho más humanos, pues haríamos familia bienavenida en la tierra, como en el cielo.

    Así pues, tras una primera y segunda y tercera etc. reflexión sobre el  “Padre-Madre-Abbá nuestro” uno se queda con estas tres-cuatro palabras, que resumen y contienen todo lo que sigue. Pues lo que sigue son añadiduras -o consecuencias- de esas tres primeras palabras: “Padre Abbá Nuestro”. Por eso, cabe reiterar y reiterar la súplica: Venga a nosotros tu Reino, que tanta falta nos hace en la tierra -a fin de hacernos más humanos-, PADRE ABBÄ NUESTRO.

  • Santiago

    Para responder a nuestras preguntas y apartarnos de la mera “especulación”  debemos acercarnos a los íntimos amigos de Jesús que era los más calificados para hablar de los hechos que relatan en sus memorias…….de la misma manera que son nuestros familiares y amigos íntimos los que se encuentran más cerca de la verdad sobre nuestras vidas y pueden hablar verazmente sobre ella.

    Los que predicaban y escribían la enseñanza de Jesús eran sus discípulos más cercanos, incluyendo el núcleo de los Doce, en una vida que era pública, puesto que  Jesus fue conocido por gran cantidad  de personas que en “muchedumbre” le veían y le oían, y accedían a lo que El enseñaba.

    Fueron estas Memorias Apóstolicas las que se llamaron Evangelios por el testimonio fidedigno y autorizado de “los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra” con el intento de que conozcamos la “firmeza de la la enseñanza recibida” (Lucas 1:2-4).

    La Iglesia del siglo I es la Iglesia de los testigos de la Vida, Muerte  y Resurrección de Jesús de los cuales,muchos, vivieron hasta el siglo II. Ellos fueron los posedores y transmisores de la única Verdad que es Cristo.

    Y así como en un juicio creemos más en  la opinión narrativa e interpretativa de los hechos que, en esencia,  relatan con unanimidad los testigos, ….así la profusión de la prueba testifical de relato y de interpretación -en relación a los Evangelios y al NT, – está en favor de su veracidad y genuinidad, a pesar de los intentos repetidos de borrarlos del mapa. Ellos han resistido los ataques despiadados de sus enemigos y los tenemos actualmente en profusas ediciones, copias de los originales del siglo I. Y esto no lo puede exhibir ningún documento de la antigüedad. Es esta Iglesia testifical del siglo I la que le da autoridad, validez y veracidad al NT como base histórico-doctrinal.

    Saludos cordiales

    Santiago Hernández

  • oscar varela

    Hola!
     
    Andaba, Salvador, diciendo por ahí, que hay
    – “dos campos diferentes: teología y exégesis
    Estos artículos
    – no se ocupan de hacer reflexiones teológicas,
    – sino de analizar los textos de unas comunidades que optaron por vivir de acuerdo al Proyecto de Jesús.
     
    Ok! De acuerdo; a lo cual yo agregaría OTRO CAMPO.
    que no es cualquier ‘otro’,
    sino el INCLUSIVO de esos ‘otros’.
     
    Se trata del CAMPO INCLUSIVO insoslayable: el MÍO; e.d. MI VIDA.
     
    Es un CAMPO A-CIENTÍFICO, ‘des-cubierto’ (en-focado) no hace tanto tiempo.
    CAMPO, que es el “SUPUESTO” de todo otro Campo;
    que, al dárselo ‘¡por supuesto!’ no se lo ha atendido ni se lo atiende,
    pasa des-apercibido; siendo el que más nos ha de importar;
    a tal punto que suele aparecer cuando preguntas nos presionan
    p.e.:
    “Ese es mi trabajo, hecho a tu servicio.
    – A TI TE CORRESPONDE VALORAR ESOS DATOS Y PRUEBAS, Y DECIDIR.
    – TÚ ERES PARTE DE ESE JURADO.
    – Tus preguntas tendrán un valor importante para llegar a tener certidumbre respecto a los hechos.”-
    ……………………….
     
    NOTA para ‘científicos’:
     
    Mi Vida’ –la de cada cual- es el SUPUESTO de todo otro ‘supuesto’ (axioma, premisa, etc)
    Es ‘PRINCIPIO’,
    – no porque del cual ob-tenemos ‘lógicamente’ otros,
    – sino porque no tiene ´lógicamente’ ‘otro anterior’
    (al ser ellos los que nos-tienen e.d.nos sos-tienen)

  • ELOY

    Aunque no suelo intervenir en documentados  textos de Salvador Santos – pues no me siento capacitado para ello – suelo leerlos siempre con interés.

    Y este texto relativo al “Padre Nuestro” lo he leído con mucho interés y provecho.

    Y quiero agradecer a Salvador Santos este y los restantes textos suyos que he podido leer publicados en ATRIO.

    También, desde las reflexiones que ha dejado aquí para los lectores, de las que destaco, dos ideas:

    1 ) ” Ese es mi trabajo, hecho a tu servicio. A ti te corresponde valorar esos datos y pruebas, y decidir. Tú eres parte de ese jurado. Tus preguntas tendrán un valor importante para llegar a tener certidumbre respecto a los hechos.” 

    2) “En estos análisis de los evangelios (pedagogías de una praxis) no explicamos creencias, sino la experiencia que nos dejaron por escrito unas comunidades de adheridos al Proyecto de Jesús. Cerciorarse de la libertad que esas comunidades disfrutaron requiere necesariamente entrar a jugar dentro de la plaza. Fuera predomina la incertidumbre y la desconfianza. ”

    Gracias.

     

  • Antonio Llaguno

    Salvador.

    Me ha encantado leer tu articulo y ardo en deseos de leer la segunda parte del análisis del Padrenuestro.

    Un cura amigo mío, defiende que bastaría con rezar el Padrenuestro tratando de entender lo que se dice en él y de ser consecuente con dicho rezo, para ser un cristiano perfecto.

    Y algunas de tus conclusiones, las encuentro muy sutiles, muy finas; pero tremendamente significativas. Nos muestras no solo lo que pudo ser de verdad esta oración en boca de Jesús sino como los hombres la hemos ido “deformando” con el paso de los tiempos.

    Es una tarea encomiable.

    Ahora bien, me gustaría hacer una pregunta. Siempre me he preguntado si todas estas reflexiones exegéticas que se hacen los teólogos y que los aficionados leemos con interés, corresponden a la realidad.

    ¿No sería más adecuado decir: “Esto es lo que me sugiere a mi el Padrenuestro”? ¿No crees que somos un tanto presuntuosos cuando, con 2000 años de distancia y con nuestra mejor intención, expresamos cuales serían las intenciones de Jesús al decir esto o aquello? Y eso que el análisis exegético y lingüístico es espléndido.

    Siempre me queda esa duda y la que se deduce de ella. ¿No estaremos interpretando lo que queremos interpretar?

    Lo siento, yo siempre soy una duda constante.

    A veces pienso que Jesús cuando hablaba no se hacía tantas historias y hablaba más desde “las tripas” o “el corazón” que desde profundas estructuras teológicas.

    Pero te aseguro que leerte me ha hecho mucho bien.

    Hace años que tengo yo una práctica y es que cuando quiero, en mi intimidad personal, rezar el Padrenuestro, como es una oración cuyo texto ya me se (nos lo sabemos todos) me pongo un “vidrio” con el recitado en arameo (No me gusta cantado, la música me distrae), como si de esa manera me acercara más a las palabras de Jesús.

    Tu artículo ha tenido un efecto parecido.

    Os pongo aquí un enlace de youtube, por si alguien quisiera tener esa experiencia de rezarlo mientras escucha el texto arameo. Obviamente no entiendo nada de arameo, pero (será una auto convicción pero bueno) a mi me agrega paz a la oración cotidiana.

    Muchas gracias Salvador.

    https://www.youtube.com/watch?v=j1GXtvuYWJ8

     

     

    • salvador santos

      Hola Antonio
       
      Voy a tu pregunta: “Siempre me he preguntado si todas estas reflexiones exegéticas que se hacen los teólogos y que los aficionados leemos con interés, corresponden a la realidad”.
       
      Hablas de dos campos diferentes: teología y exégesis. Estos artículos no se ocupan de hacer reflexiones teológicas, sino de analizar los textos de unas comunidades que optaron por vivir de acuerdo al Proyecto de Jesús. Lo hacen desde la metodología y las disciplinas adecuadas a esta tarea: geografía, historia, arqueología, filología… Esos textos, escritos aproximadamente entre los años 41 y 100, no relatan una historia, son textos pedagógicos que enseñan una forma de vivir alternativa a la habitual. Y hay diferencias sobresalientes entre ellos, importantes de explicar. Un ejemplo: ¿Por qué no hay coincidencia entre los cuatro evangelios al hablar de las apariciones de Jesús tras su ejecución?
       
      La exégesis tiene cierta similitud con el análisis de pruebas documentales en un juicio para llegar a la verdad de los hechos. El jurado (cuando hay jurado) tendrá que evaluar los datos y las pruebas. El trabajo de la exégesis es aportar esos datos y pruebas. Ese es mi trabajo, hecho a tu servicio. A ti te corresponde valorar esos datos y pruebas, y decidir. Tú eres parte de ese jurado. Tus preguntas tendrán un valor importante para llegar a tener certidumbre respecto a los hechos.
       
      Te mando un abrazo, Antonio 

      • Antonio Llaguno

        Oído Cocina, Salvador.

        Muy interesante tanto el artículo como tu respuesta (y lo que aprendo con ellos)

        No sabes como envidio tu erudición al respecto.

        Un abrazo

  • carmen

    Es que el Padre era en aquel tiempo, recuerdo como empezaban todos los evangelios en latín…era lo único que entendía , de pequeña, claro. Luego ya hablaban en castellano, en mi tierra se habla castellano.

    Pues el Padre era el referente. Al que los hijos varones , porque la mujer no existía, tenían que parecerse para ser buenos hijos. Y los padres se las traían. Por eso Jesús, creo, que trató de meter en las cabezas la idea de Padre, al que te tienes que parecer, pero no al tuyo, a un dictador, no. A tu padre del cielo. Es decir. Al Dios que Jesús tenía en su cabeza. Y tenía discípulas, están en los evangelios, luego no podía ser machista. De hecho, si es verdad lo que leo por ahí, María de Magdala no tenía nada que envidiar a un varón entre los seguidores de Jesús. Lo que se hiciese después, después se hizo.

    A estas alturas estoy entendiendo esa manía del Padre . Me ha costado casi 70 años. No soy muy rápida.

    Yo tengo otra idea de Dios, bueno, no tengo ninguna, pero cada vez me siento más cristiana. Se siente. Solamente quiero que me ayude a hacer lo que creo que tengo que hacer. A veces me encuentro sin fuerza y tiro la toalla…y la vuelvo a recoger. Se siente también.

    Por eso digo que entre el señor Arregi y Salvador Santos, me han aclarado un montón de cosas. Escriben para mí. Para personas con mi manera de pensar, que hay muuuuichas. Al menos sé que no soy rara.

    Y quien quiera pensar que Dios es un varón, que está pendiente de él o ella como si fuera un padre del siglo XXI, pues genial. Desde luego no cambio a mi padre por ninguno, porque yo sí tuve un padre bueno. Ni a mi madre por, bueno, por favor. Mi madre es sagrada.

    Y esto se escribió hace dos mil años. La grandeza es que su mensaje siempre será actual. Porque siempre existirán los mismos problemas. Así somos. Pero mejoramos poquito a poco. Fue a la raíz del problema. Pero luego, pues…pues eso.

    Eso creo. No sé.

     

  • ana rodrigo

    Es verdad, y así venimos repitiéndolo continuamente, me refiero al contexto religioso y social en el que Jesús vivió y, aunque fue un transgresor en tantísimas cosas, en otras, Jesús es hijo de la sociedad y de la religión en la que vivió. Y, el gran problema que siempre ha tenido la Iglesia como continuadora de su mensaje es que, no sólo olvidó este aspecto, sino que ella misma ha ido adaptando su (el de Jesús y el de la Iglesia) mensaje, lo que llamamos teología, a cada tiempo, menos en estos tiempos donde la Santa Tradición, la ha convertido en palabra de Dios con todas las formas de pensar de cada época y no hay quien cuestione nada. Que se lo digan a Francisco.

    Salvador tú dices refiriéndote a la denominación de Dios como Padre: De su enunciado no puede concluirse que Dios pertenezca al género masculino; ni siquiera que sea un ser individual”. Pues se agradece el deseo de que las cosas fuesen así, pero, desgraciadamente, las cosas no son así: Dios o Padre, son nombres masculinos y así nos dirigimos a Él, en masculino. También dices “En la mentalidad del AT y NT, el nombre revela el mismo ser de la persona nombrada.” Más de lo mismo, por si no lo teníamos claro.

    También hablas (hablamos) de la soberanía del Padre, de su reinado, es decir el que tiene el poder, aunque digamos que respeta nuestra libertad. ¿Cómo la sabemos? ¿No será nuestra conciencia?

    Vale, yo esto lo entiendo en su contexto, pero en estos tiempos, en que las mujeres reivindicamos nuestra existencia como seres humanos femeninos, el que todos los dioses sean masculinos, los fundadores de las religiones, todos han sido hombres, la interpretación de sus fundadores han sido y siguen siendo hombres. Demasiado patriarcado, demasiado masculinismo, demasiada injusticia con el cincuenta por ciento de los seres humanos que somos las mujeres. Y ahí seguimos en el siglo XXI, como si la marginación de la mujer fuese ley natural, las mujeres, como decía Pablo de Tarso, calladitas, que para lo demás están los hombres, por incapacidad de las mujeres para pensar como cualquier ser humano, incapacidad para la interpretación, la exégesis, la teología, la capacidad de decisión, etc. etc. Claro esto ocurre en las religiones, no así en la sociedad civil. Y ahí sigue la Iglesia sin cumplir lo DDH de igualdad, sin suscribir pactos, convenios, convecciones o protocolos, ni el Vaticano es un estado de derecho (Castillo dixit en Religión y Democracia, págs. 75-87)

    Y, por mucho que se ensalce a la virgen del puente, a la virgen del árbol, a la virgen de las angustias, de los dolores, y hasta la de mi pueblo, quienes tienen el báculo o el bastón o el martillo para decir qué es lo Dios quiere, lo que le ofende, lo que le agrada, de qué manera nos salva o nos condena, y un sin fin de etcéteras, son los hombres.

    Conclusión, que a mí me agota estar haciendo exégesis continua cuando me dirijo a Dios Padre, a Dios hijos Y a Dios Espíritu santo. Dios no debería ser tan complicado y tan inasequible, como ya dijo San Juan “A Dios nadie lo ha visto”

     

    • salvador santos

      Hola Ana
       
      Ahora he podido leer tu comentario. Planteas una cuestión importante al hablar de la Soberanía del Padre que respeta la libertad: “¿Cómo lo sabemos?”. La pregunta deja ver dos estratos: el de la creencia y el de la experiencia. ¿Desde cuál de ellos constatarlo?
       
      Para aclararnos, quizás nos sirva este ejemplo:
       
      Una madre está sentada en el borde de una plaza donde juegan sus hijos e hijas con otras chicas y chicos. Tienen todo el espacio para hacerlo. Nadie les ordena a qué y cómo jugar. Ellos eligen sus juegos; actúan como desean, hablan de lo que quieren, corren y saltan a su aire… Y se sienten seguros, convencidos de que su madre anda por allí y está pendiente de sus movimientos, aunque ellos ni siquiera se preocupen por saber dónde está ni la vean.
       
      En estos análisis de los evangelios (pedagogías de una praxis) no explicamos creencias, sino la experiencia que nos dejaron por escrito unas comunidades de adheridos al Proyecto de Jesús. Cerciorarse de la libertad que esas comunidades disfrutaron requiere necesariamente entrar a jugar dentro de la plaza. Fuera predomina la incertidumbre y la desconfianza. 
       
      Un cariñoso abrazo

      • ana rodrigo

        Muchísimas gracias por tu respuesta tan interesante, querido Salvador.

        Un gran abrazo

  • carmen

    Hola Salvador.

    Me ha gustado tanto este texto que, por primera vez he mandado un artículo de Atrio a mi grupo de profesoras-compañeras-amigas , casi todas jubiladas ya, y que estamos juntas desde hace casi cincuenta años. Ya te dije que en mi colegio de vez en cuando nos traían a profesores de teología, en concreto a una profesora de la universidad de Granada y que a todas nos gustaba un montonazo. Las discusiones eran geniales. Y ella tenía un encaje estupendo.

    Seguro que les gusta. Porque es una oración que rezamos tantísimo…

    Gracias.