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Rescatar la democracia ante la amenaza de golpe

        Oímos con frecuencia las amenazas de golpe a la democracia por parte del actual presidente. Él ha realizado aquello que Aristóteles llama kakistocracia: “la democracia de los peores”. Se rodeó de milicianos, colocó en los cargos públicos a algunas decenas de militares de espíritu autoritario, ligados todavía a la revolución empresarial-militar de 1964, hizo alianza con los políticos del grupo Centrão que, en vez de representar los intereses generales del pueblo, viven de privilegios y de sobornos y hacen de la política profesión para el enriquecimiento propio.

        No he visto una mejor descripción realista de nuestra democracia que esta de mi compañero de estudios, inteligencia brillante, Pedro Demo. En su Introducción a la sociología (2002) dice enfáticamente: «Nuestra democracia es una escenificación nacional de hipocresía refinada, repleta de leyes “bonitas”, pero hechas siempre en última instancia por la élite dominante para que le sirva a ella de principio a fin. El político es alguien que se caracteriza por ganar mucho, trabajar poco, hacer negocios sospechosos, emplear a parientes y apaniguados, enriquecerse a costa de los dineros públicos y entrar en el mercado por arriba. Si ligásemos democracia con justicia social, nuestra democracia sería su misma negación» (p.330.333).

        Lógicamente, hay políticos honrados, éticos y orgánicamente articulados con sus bases, con los movimientos sociales y con el pueblo en general. En su mayoría, los políticos siguen el ideal clásico de Max Weber: la política como misión con vistas al bien común y no como profesión en busca del bien individual. Hace decenios que estamos discutiendo y tratando de enriquecer el ideal de la democracia: pasar de la democracia representativa a la participativa y popular, a la democracia económica, a la democracia comunitaria de los andinos (del bien vivir), a la democracia sin fin, a la democracia ecológico-social y finalmente a una democracia planetaria.

        Todo esto se ha esfumado ante los frecuentes ataques del actual presidente. Este pertenece, primeramente, al ámbito de la psiquiatría y, secundariamente, al de la política. Tenemos que vérnosla con alguien que no sabe hacer política, pues trata a los adversarios como enemigos a ser abatidos (recordemos lo que dijo en la campaña: hay que eliminar a 30 mil progresistas). Afirma descaradamente que torturar a las personas fue un error de la revolución de 1964 cuando deberían haberlas matado, defiende a torturadores, admira a Hitler y a Pinochet. En otras palabras, es alguien dominado psíquicamente por la pulsión de muerte, lo cual quedó claro por la forma irresponsable como se ocupó de la Covid-19.

        Por el contrario, la política en un régimen democrático de derecho supone la diversidad de proyectos y de ideas, divergencias que hacen del otro un adversario pero nunca un enemigo. El presidente no conoce nada de esto. Por no mencionar la falta de decoro que la alta dignidad del cargo exige, pues se comporta de manera grosera y avergüenza al país cuando viaja al extranjero.

        Nos vemos obligados a defender la democracia mínima, la representativa. Tenemos que recordar el mínimo del mínimo de toda democracia, que es la igualdad, a la luz de la cual ningún privilegio se justifica. El otro es un ciudadano igual a mí, un semejante con los mismos derechos y deberes. Esta igualdad básica funda la justicia societaria que debe ser efectiva siempre en todas las instituciones y en todas las relaciones sociales o comunitarias.. Este es un reto inmenso, el de la desigualdad, herederos como somos de una sociedad de la Casa-Grande y de la senzala de los esclavizados, caracterizada precisamente por privilegios y negación de todos los derechos a sus subordinados.

        Incluso así, tenemos que garantizar un estado de derecho democrático en contra de las más diferentes motivaciones que el presidente inventa para negar la seguridad de las urnas, para no aceptar una derrota electoral, pronosticada por las encuestas, como Datafolha, a la cual él contrapone la fantasiosa Datapovo.

        La elección actual viene a ser un verdadero plebiscito: ¿qué forma de Brasil deseamos? ¿Qué tipo de presidente queremos? Por todo lo que ha desmantelado durante su gestión se trata de un enfrentamiento de la civilización contra la barbarie. Si fuera reelegido conducirá al país a situaciones oscuras del pasado superadas desde hace mucho por la modernidad. Es tan obtuso y enemigo del desarrollo necesario que combate directamente la ciencia, desmonta la educación y desregula la protección de la Amazonia.

        La presente situación supone un desafío para todos los candidatos, sin importar su filiación de partido: hacer una declaración clara y pública en defensa de la democracia. Diría más, sería un gesto de patriotismo, poniendo a la nación por encima de los intereses partidarios y personales, si los candidatos que, según las encuestas, claramente no tienen posibilidad de ganar o de ir a la segunda vuelta, proclamasen su apoyo al mejor situado en términos electorales y que se propone, como ya lo ha hecho, rescatar la democracia y atender a los millones de hambrientos y a muchos otros millones de desheredados.

        Tenemos que demostrarnos a nosotros mismos y al mundo que hay gente de bien que son solidarios con las víctimas de la Covid-19, en particular el MST, que sigue haciendo cultura e investigación. Este será un legado sagrado para que no olvidemos nunca que, incluso en condiciones adversas, existió bondad, inteligencia, cuidado, solidaridad y finura de espíritu.

        Personalmente me es incómodo escribir sobre esa democracia mínima, cuando me he comprometido con una democracia socioecológica. Frente a los peligros que nos tocará enfrentar, especialmente el calentamiento global y sus efectos dañinos, nuestra generación tiene que decidir si todavía quiere continuar sobre este planeta o tolerará destruirse a sí misma y a gran parte de la biosfera. La Tierra, sin embargo, continuará, pero sin nosotros.

*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y ha escrito: Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo, Record 2010. Próximo a salir: En busca de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2022.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

2 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    Me uno a estas reflexiones de L. Boff. Leonardo a veces las reitera, y a mi juicio con razón. La importancia de algunos temas merecen ser recordados y reiterados. Nuestra democracia es demasiado líquida (es predemocracia) Y por eso, bajo la sombra de ese nombre, se siguen  -se siguen- cometiendo tantos abusos e injusticias, que tienden a recaer sobre el más débil, que para algunos (muchos?) es algo así como un ser líquido… En ese tipo de democracia, manejada por el poder, es fácil imponer  y  extiender el darwinismo social…   con consecuencias, éticamente perversas, deshumanizadoras. Cuando el poder, con sus medios y posverdades, troquela y controla las mentes, el ser humano corre el riesgo de volverse líquido y moldeable…  Por eso muchos votan lo que votan, acaso inconscientes (?) de que así se están dañando a sí mismos. En estos casos no rige la razón sino las vísceras, parece.

    ¿Por qué ocurre esto?  (El último ejemplo, Italia, con perdón)  Aunque sea simplificando un poco (o demasiado?), porque somos lentos para aprender de la historia y sus mitos… y quizá demasiado propensos a olvidar…   y a tomar decisiones viscerales más que racionales y críticas, bien fundadas.  Los señores que mandan de verdad trabajan mucho para que se olviden cosas que no deberían olvidarse.  Pues bien, los EGOS de estos señores, en estas circunstancias -que cultivan- inducen a repetir la historia.  Cuando se imponen los mitos y los egos, éstos tratan de escalar hasta el poder, aunque cause sacrificios.  Así se consuma el darwinismo social… y el más débil se convierte en cosa a utilizar. En otras palabras, así se retorna a una moral-ética líquida, sin valores humanos auténticos.   ¿Nuestra democracia  -y nuestra madurez humana y social- son aún demasiado líquidas?

     

  • Carlos alejos

    Construir democracia es un arte de vida, de amor. Tiene que haber un sobreesfuerzo para defender la organización en un país con miras al desarrollo integral del bien común. Mantenerse firme ante estructuras creadas para intereses ajenos al pueblo y a la ecología es un reto cotidiano. Ser tercos en seguir logrando articular las organizaciones en defensa de la vida y de una sociedad para todos. Leonardo estoy contigo y otros tambien. Sigamos firmes hasta el final que venceremos.

    Carlos Alejos