La incorruptibilidad de un cadáver es un hecho natural, que no tiene nada que ver, para una religiosidad sana, con la santidad. Una mínima decencia exige que, cuando no se trate de un estudio científico que pueda ayudar a los vivos, se respete la paz de los muertos, lejos de someterlos a la morbosa curiosidad de algunos que prefiero no calificar.
La impúdica e interesada exhibición que se piensa hacer en Madrid [ver Alfa y Omega, con Año Santo añadido] la actual jerarquía católica del cuerpo de san Isidro no hace sino retratar hasta qué punto ha llegado la inmoralidad de quienes no dudan en exhibir bajo precio incluso la entrada en los templos y sus anticristianos tesoros, en vez de echar a latigazos, como Jesús, a los que trafican con lo sagrado.
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