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¿Cómo habla Dios?

Francis S. Collins. 16.º Director de los Institutos Nacionales de Salud-NIH desde 2009

El artículo de ayer de Jesús Martínez Gordo, que me sorprendió y agradecí, además de evocar la figura de C. S. Lewis que he leído poco, me descubrió la figura de Francis S. Collins, a quien solo conocía por haber continuado la obra de Watson y Cric hasta la lectura completa del genoma humano. Rápidamente me hice en Kindle con su libro ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe. Y no puedo menos de invitar a todos a leer su Introducción, que me anima a leer cuanto antes el resto del libro. ¡Ojalá os pase lo mismo a vosotros! Entretanto, quedaos con esto que dice un representante auténtico de los nuevos paradigmas científicos: “no existe ningún conflicto entre ser un científico riguroso y una persona que cree en un Dios que tiene un interés personal en cada uno de nosotros”. AD.

Introducción

 (1)         Un cálido día de verano, apenas seis meses después de que empezara el nuevo milenio, la humanidad cruzó un puente hacia una nueva era trascendental. Un anuncio transmitido por todo el mundo, destacado en casi todos los periódicos importantes, pregonaba a los cuatro vientos que se había creado el primer borrador del genoma humano, nuestro propio libro de instrucciones.

          El genoma humano consiste en todo el ADN de nuestra especie, el código hereditario de la vida. Este texto recién revelado tenía una longitud de tres mil millones de letras, y estaba escrito en un extraño y criptográfico código de cuatro letras. Tal es la sorprendente complejidad de la información contenida dentro de cada célula del cuerpo humano que la lectura de ese código a una velocidad de una letra por segundo llevaría treinta y un años, aun leyendo de día y de noche. Si se imprimieran todas esas letras a tamaño normal, en papel de carta normal, y se encuadernara todo, resultaría en una torre de la altura del monumento a Washington. Por primera vez en esa mañana de verano, este extraordinario guion, con todas las instrucciones para construir un ser humano, quedó a disposición de todo el mundo.

         Como líder del Proyecto Internacional Genoma Humano, en el que habíamos trabajado arduamente durante más de una década para revelar la secuencia del ADN, yo estaba de pie al lado del presidente Bill Clinton en la Sala Este de la Casa Blanca, junto con Craig Venter, líder de una empresa del sector privado con la que competíamos. El primer ministro Tony Blair estaba conectado a la presentación vio satélite, y se producían celebraciones simultaneas en muchas partes del mundo.

          El discurso de Clinton empezó comparando este mapa de la secuencia humana con el mapa que Meriwether Lewis extendió ante el presidente Thomas Jefferson en esa misma sala casi doscientos arios antes. Clinton dijo: «Sin duda, éste es el mapa más importante, el mapa más maravilloso jamás producido por la humanidad». Pero la parte del discurso que más atrajo la atención del publico saltó de la perspectiva científica a la espiritual. «Hoy –dijo– estamos aprendiendo el lenguaje con el que Dios creó la vida. Estamos llenándonos aún más de asombro por la complejidad, la belleza y la maravilla del más divino y sagra.do regalo de Dios.»

          ¿Me sentí yo, un científico rigurosamente capacitado, desconcertado ante una referencia tan ostensiblemente religiosa hecha por el líder del mundo libre en un momento como éste? ¿Me sentí tentado de fruncir el ceño o de mirar avergonzado hacia el suelo? No, para nada. Yo había trabajado de cerca con el escritor de los discursos del presidente en los frenéticos días anteriores al anuncio, y había refrendado totalmente la inclusión de ese párrafo. Cuando me llegó el momento de agregar algunas palabras, hice eco de ese sentimiento: «Es un día feliz para el mundo. Me llena de humildad, de sobrecogimiento, el darme cuenta de que hemos echado el primer vistazo a nuestro propio libro de instrucciones, que previamente solo Dios conocía».

          ¿Qué es lo que estaba pasando allí? ¿Por qué un presidente y un científico, encargados de anunciar un hito en la biología y la medicina, se sentían impulsados a invocar una conexión con Dios? ¿Acaso no son antitéticas la concepción científica y la espiritual del mundo? ¿O, al menos, no deberían tratar de evitar aparecer juntas en la Sala Este? ¿Cuáles eran las razones para invocar a Dios en estos dos discursos? ¿Se trataba de poesía? ¿De hipocresía? ¿Un cínico intento de obtener el favor de los creyentes, o de desarmar a aquellos que pudieran criticar el estudio del genoma humano por intentar reducir la humanidad a una maquinaria? No, no para mí. Muy al contrario, para mí, la experiencia de secuenciar el genoma humano, y de revelar el más notable de todos los textos, era a la vez un asombroso logro científico y una ocasión para orar.

(2)          Muchos se sentirán desconcertados por estos sentimientos al asumir que un científico riguroso no puede ser a la vez un creyente serio en un Dios trascendente. Este libro intenta disipar ese concepto, argumentando que la creencia en Dios puede ser una elección enteramente racional, y que los principios de la fe son, de hecho, complementarios a los principios de la ciencia.

          Muchas personas en estos tiempos modernos asumen que la síntesis potencial de la concepción científica y la espiritual del mundo es algo imposible, casi como intentar juntar los dos polos de un imán en un mismo sitio. Sin embargo, a pesar de esta impresión, muchos norteamericanos parecen interesados en incorporar la validez de estas dos concepciones en su vida diaria. Encuestas recientes confirman que el 9,3 por ciento de los norteamericanos profesan alguna forma de creencia en Dios; sin embargo, la mayoría de ellos también conduce coches, consume electricidad y presta atención a los informes meteorológicos, dando aparentemente por sentado que, en general, se puede confiar en la ciencia que subyace a estos fenómenos.

(3)          ¿Y qué hay de la creencia espiritual entre los científicos? Esto es mucho más frecuente de lo que muchos imaginan.

          En 1961 se preguntó a biólogos, físicos y matemáticos, en una investigación, si ellos creen en un Dios que se comunicara activamente con la humanidad y a quien uno pudiera rezar con la expectativa de recibir una respuesta. Cerca del 40 por ciento respondió afirmativamente. En 1997, el mismo estudio se repitió exactamente, y para sorpresa de los investigadores, el porcentaje permaneció casi idéntico.

          ¿Significa esto que quizá la «batalla» entre la ciencia y la religión no está tan polarizada como parece? Desafortunadamente, la evidencia de armonía potencial con frecuencia se ve eclipsada por los estruendosos pronunciamientos de aquellos que ocupan los polos del debate. Definitivamente se tiran bombas desde ambos lados. Por ejemplo, desacreditando esencialmente las creencias espirituales del 40 por ciento de sus colegas como pamplinas sentimentales, el prominente evolucionista Richard Dawkins emerge como el portavoz principal del punto de vista de que una creencia en la evolución exige el ateísmo. Ésta es una de sus muchas exorbitantes declaraciones: «La fe es una gran evasión, una gran excusa para evadir la necesidad de pensar y evaluar la evidencia. La fe es creer a pesar de la falta de evidencia, o quizá debido a la falta de ella … La fe, siendo una creencia que no se basa en la evidencia, es el principal vicio de cualquier religión».l Por otro lado, ciertos fundamentalistas religiosos atacan a la ciencia como peligrosa e indigna de confianza, y apuntan hacia una interpretación literal de los textos sagrados como el único medio de confianza para discernir la verdad científica. Entre esta comunidad destacan los comentarios de Henry Morris, un líder del movimiento creacionista: «La mentira de la evolución abarca y domina el pensamiento moderno en todos los campos. Siendo ése el caso, inevitablemente se deduce que el pensamiento evolucionista es básicamente responsable de los letalmente ominosos sucesos políticos, y de la caótica moral y desintegración social que se han estado acelerando en todas partes… Cuando la ciencia y la Biblia difieren, la ciencia, obviamente, ha malinterpretado sus datos»..2.

          Esta creciente cacofonía de voces antagonistas deja confundidos y descorazonados a muchos observadores sinceros. Las personas razonables concluyen que se ven forzadas a elegir entre estos dos desagradables extremos, ninguno de los cuales ofrece mucho consuelo. Desilusionados por la estridencia de ambas perspectivas, muchos eligen rechazar tanto la confiabilidad de las conclusiones científicas como el valor de la religión organizada, y se deslizan hacia varias formas de pensamiento anticientífico, espiritualidad superficial o simple apatía. Otros deciden aceptar el valor tanto de la ciencia como del espíritu, pero separan las partes espiritual y material de su existencia para evitar cualquier incomodidad entre los aparentes conflictos. En esta línea, el biólogo Stephen Jay Gould propone que la ciencia y la fe deberían ocupar «magisterios que no se solaparan» y que estuvieran separados. Pero esto también es potencialmente insatisfactorio. Inspira conflicto interno, y priva a la gente de la oportunidad de abrazar ya sea la ciencia o el espíritu de una manera totalmente plena.

(4)          Ésta es la pregunta central de este libro: en esta era moderna, de cosmología, evolución y genoma humano, ¿existe aún la posibilidad de encontrar una armonía ricamente satisfactoria entre las concepciones científica y espiritual del mundo? Yo respondo con un sonoro: ¡si! En mi opinión, no existe ningún conflicto entre ser un científico riguroso y una persona que cree en un Dios que tiene un interés personal en cada uno de nosotros. El dominio de la ciencia es explorar la naturaleza. El dominio de Dios es el mundo espiritual, un reino que no se puede explorar con las herramientas y el lenguaje de la ciencia. Se debe examinar con el corazón, la mente y el alma -y la mente debe encontrar un modo de abrazar ambos reinos.

          Argumentaré que estas perspectivas no solo pueden coexistir dentro de una persona, sino que además pueden hacerlo de modo que enriquezcan e iluminen la experiencia humana. La ciencia es el único modo confiable de entender el mundo natural, y sus herramientas, cuando se usan adecuadamente, pueden generar profundas revelaciones en la existencia material. Pero la ciencia no tiene la capacidad de responder preguntas tales como «¿por qué el universo llegó a existir?», «¿cuál es el significado de la vida humana?», «¿qué sucede después de la muerte?». Una de las motivaciones más fuertes de la humanidad es buscar respuestas a preguntas profundas, y necesitamos reunir el poder de ambas perspectivas, la científica y la espiritual, para fortalecer el entendimiento tanto de lo que se ve como de lo que no se ve. La meta de este libro es explorar un camino hacia una sobria e intelectualmente honesta integración de estas concepciones.

          La consideración de tan importantes asuntos puede ser inquietante. Ya sea que le demos un nombre o no, todos hemos llegado a una cierta concepción del mundo. Nos ayuda a encontrarle sentido al mundo que nos rodea, nos proporciona un marco de trabajo ético, y guía nuestras decisiones sobre el futuro. Cualquier persona que juguetee con su concepción del mundo no debe hacerlo a la ligera. Un libro que proponga desafiar algo tan fundamental puede inspirar más inquietud que consuelo. Pero nosotros los humanos parecemos poseer un arraigado anhelo por encontrar la verdad, a pesar de que ese anhelo quede fácilmente sofocado con los detalles mundanos de la vida diaria. Esas distracciones se combinan con un deseo de evitar considerar nuestra propia mortalidad, de modo que fácilmente pueden pasar días, semanas, meses o incluso años sin que se dé una seria consideración a las preguntas eternas de la existencia humana. Este libro es solo un pequeño antídoto a esa circunstancia, y quizá proporcione una oportunidad para la autorreflexión y un deseo de mirar más a fondo.

(5)          Primero debo explicar cómo un científico que estudia genética llegó a creer en un Dios que no está limitado por el tiempo y el espacio, y que tiene un interés personal en los seres humanos. Algunos asumirán que esto se debe a una educación rigurosamente religiosa, profundamente inculcada por la familia y la cultura, y por lo tanto inevitable mas tarde en la vida. Pero ésa no es realmente mi historia.

65 comentarios

  • carmen

    Bueno.

    Sobre Einstein y lo que ahora llaman teoría cuántica y todo eso de que el universo se formó por puro azar, y mil cosas habría mucho que hablar y mucho que saber. Ya le dediqué tiempo hace años y no le voy a dedicar más. No es mi campo. Allá ellos. De todas formas te diré que mi intuición me dice que la física teórica ha tomado un camino demasiado complejo. Va a llegar un momento en que no se van a aclarar ellos mismos. El grado de complejidad que está tomando me parece que está llegando a límites insostenibles, pero ya te digo. Allá ellos. De momento la célebre teoría de cuerdas ya ha caído en desgracia. Demasiados universos entremezclados. Demasiadas  Branas.

    Cuidado con la masa. A velocidades cercanas a la luz , la masa aumenta y el tiempo se contrae. La masa ha dejado de ser constante.

    La relación entre masa y energía la conoce todo el mundo y eso es Einstein puro.

    Y que cada cual piense como pueda y quiera, como no soy experta en física teórica, lo mío es sencillamente una afición.

    Sé quién fue Bhör. Tiene un modelo de átomo precioso, superado también, como todo. Aunque sigue siendo la base. El jaleo vino con el principio de indeterminación de Heisenberg,  y su colega  Srödinger  por lo visto no se puede saber más que el Spin de un electrón en un orbital, el otro es imposible determinarlo. Y ahí estuvo el jaleo. Einstein decía que una cosa es no poderlo saber de momento y otra cosa la imposibilidad de saberlo jamás. Y es que creo que Einstein era como más imaginativo, creía más en la intuición, en el orden que en ese jaleo de probabilidades por el que se ha decantado la física actual. Pero bueno, da un poco igual.

    Tengo la impresión de que hablamos de esto desde dos enfoques diferentes. A mí me gusta pensar que las cosas son como tienen que ser en el universo. No quiero decir que no haya opciones y que no haya intervenido el azar. No es eso exactamente. Creo que todo no se debe al azar. De ahí la célebre frase Dios no juega a los dados.

    Pero bueno, esto es hablar por hablar. Desde luego mi formación en física teórica no va más allá de lo que estudié y he ido leyendo en los artículos de ciencia que he ido encontrando por aquí y por allá. Me gusta el tema. En cuanto a la física cuántica la verdad, no logro entender tanta partícula , antipartícula, elementales…hay un buen lío. Estoy segura de que alguien saldrá alguna vez y pondrá un poco de orden en las partículas. Parece que ya han reducido el número y ahora las agrupan por familias. No sé. Asunto de los teóricos.

    Lo único que quise decir es que si un científico como Einstein cree en el mismo tipo de Dios que mi persona, me alegro un montonazo. Solamente quería decir eso.

    Un abrazo.

  • M. Luisa

    Hola Carmen, lo que dices sobre tu fascinación por la cabeza de Einstein tiene mucho sentido y es digno de respeto. Piensa que los horizontes científicos o los también llamados paradigmas se solapan, no se excluyen, se necesitan unos a otros.

    Naturalmente que la teoría de la relatividad se llevó por delante algunos presupuestos de la física newtoniana,  como el espacio y el tiempo,  que  tu misma señalas, pero en su ecuación no cuestionó el elemento masa  como representación determinista de la naturaleza,  algo que pronto quedó afectado por el desarrollo de la física cuántica.

    Lo más llamativo de todo ello fue   descubrir que el comportamiento  de los componentes  elementales de los que, en definitiva, está formado todo lo que en nuestra vida normal  afecta nuestros sentidos,  no muestran las mismas propiedades que en los cuerpos macroscópicos.  Algo que había funcionado  como un dogma en la física clásica.

    La física cuántica abre la puerta  a una perspectiva nueva más amplia y compleja en las relaciones  entre inteligencia humana y la realidad.

    Ya me disculparás, ayer no pude  dedicarle tiempo  a tu segundo comentario aunque  sí te diré  que para todas estas cuestiones  que entrelazan filosofía y ciencia es importante la precisión conceptual  y en este sentido no debe confundirse el hecho de que nosotros compliquemos las cosas, con el hecho de que estas,  de facto,  nos muestren su complejidad.

    Volviendo en lo de antes, en 1926 ya Einstein explicitaba una cierta aversión por las consecuencias de la mecánica cuántica, postura que junto con Planck mantuvo hasta el final de sus días. Y es aquí donde sin basar su por qué  en argumentarlo se valió de aquella frase tan conocida y que a ti te gusta tanto, ya sabes, la de los dados y el ateísmo, algo que sorprendió a muchos de su entorno . Uno de ellos fue Bohr que habiendo trabajado junto a él no pudo soportar  ver que el gran revolucionario  del siglo XX se cerrara ahora  a toda argumentación, pero aun a pesar de ello los defensores de la nueva física eran fieles a los caminos marcados por este gran físico que fue Einstein.

    Bien, Carmen  lo dejo aquí para no cansar demasiado a la concurrencia  aunque lo escrito queda ahí por si se decidieran  a ir un poco más allá de lo simple, pero es que además tampoco me queda más tiempo.

    Un abrazo

     

  • carmen

    Respecto al no teismo me quedé muerta el otro día al descubrir que no es algo nuevo. Tantísimo revuelo y resulta que hace siglos ya se planteó. Y es que nada hay nuevo bajo el sol en el tema del pensamiento humano. Nada. Damos vueltas una y otra vez alrededor de las mismas preguntas porque no encontraremos nunca certezas. Lo que sí encontramos siempre es manipulaciones sobre ideas.

    Creo que la finalidad de este nuevo paradigma es poner sobre la mesa y a grito limpio que si Dios no es una persona es imposible que se haya hecho humano. Luego habrá que enfocar el cristianismo de otra forma. Respetando todo tipo de mitos y manifestaciones religiosas que se quieran, pero sabiendo que lo son. Y reorganizar toda la estructura de la institución de la iglesia. Una evolución de la institución partiendo de las nuevas concepciones del universo, que por cierto no son tan nuevas para otras culturas. Hay cosas que ya son imposibles de aceptar como ciertas  Y la gente abandona.

    Eso creo que es lo que pretenden estos autores con este nuevo paradigma. Y también sé que a día de hoy es escribir sobre el agua. Pero las generaciones serán sustituidas por otras. Y el futuro nadie lo sabe.

    A mí me gusta lo que plantean. Dices que es complejo, diría que no lo es tanto.. claro, depende el nivel de complejidad que se quiera dar. Todo es susceptible de complicarse hasta el infinito y más allá. Y también es posible en vez de tejer hilos alrededor de una idea, tratar de ir al interior de ella, dejando atrás todo lo tejido por mil opiniones diferentes, con millones de matices …

    Mi cabeza es sencilla. Intento ir al fondo porque si me voy a los hilos, me pierdo. Supongo que va en tipos de cabezas. Llámalo conexiones neuronales, o psinasis o lo que quieras. Cada persona desarrolla las conexiones que elige desarrollar. Parece ser que no cesan de producirse nuevas y eso es estupendo

    Saludos cordiales.

     

     

     

     

     

  • carmen

    Pues todo bien. Dentro de que no hemos podido hacer nada de lo organizado. Ya sabes. Positivos en COVID. Murcia está llenita . Así que únicamente pude cenar con uno de mis hermanos y su familia, cortita. Cada hijo por un lado y uno de ellos bajo llave con su mujer y sus hijos. Gracias a Dios todos bien.

    Pues sí, mi fascinación por la cabeza de Einstein viene desde antes de los veinte años. Cuando entendí que entre  la energía y la masa hay una equivalencia, cuando entendí que Newton está genial, pero para trocitos pequeños , como puede ser la Tierra. Cuando entendí que el tiempo depende de la velocidad, puede contraerse, pero es que la masa puede aumentar. Cuando me di cuenta de que la gravedad en realidad no es una fuerza de atracción, sino una deformación de la dimensión del espacio tiempo , que en realidad es  una única magnitud y  no dos como había aprendido en las clases de física, y eso deformación hace que caiga la mssa como por una especie de colchón elástico cuando alguien de una masa grande se deja caer sobre él y arrastra a los de su alrededor.

    Cuando entendí que unos pocos gramos de masa tienen dentro de sí una energía enorme, porque la masa en realidad es energía…en fin. Me quedé totalmente atrapada por esa cabeza. Y sólo pensando e imaginando. Se quejaba de que no dominaba suficientemente el lenguaje matemático para demostrar lo que pensaba.

    Bueno. Mi líder científico sin duda

    Y va y dice que Si, que cree que hay algo que se puede apreciar en el orden del universo. Algo cree que debe de haber, pero no sabe decir más.

    Otras. No sé cómo decir. Mi líder a tope y por muchas cosas. Desde luego no por cómo se portó con su primera mujer. Hablo de su cabeza.

    Mantuvo una disputa con los que defienden el indeterminismo, creía en que todo tiene un porqué , otra cosa es que se conozca. En realidad de los primeros, si no el primero de hablar de cuántos de luz. Esa dualidad de la luz creo recordar que le valió el Nobel.

    Ahora la física va por el camino de la indeterminación, de la incertidumbre. Aún así  no paran de comprobar predicciones de Einstein mismo o de los que están enredados con su teoría de la relatividad general.

    No sé quiénes podrán o no tener razón. Me faltan conocimientos de física por un tubo, pero también sé que es un mundo muy selectivo, con mucha lucha interna por descubrir los secretos del universo y pasar a la historia como el físico o científica más grande de la historia. No se dan cuenta de que ya tuvimos al dios Newton, al dios Dalton y a otros muchos que serán superados por otros, como sin duda le pasará a mí Alberto, porque avanzamos.

    Para mí, su grandeza es innegable. Para mí. Y su idea de Dios, me encanta. No quiero saber qué es Dios, solamente me gusta de vez en cuando intuir por dónde está.

    Y eso es todo.

    Un abrazo y Cuidate mucho.

  • M. Luisa

    Hola Carmen, buenos días, ¿Qué tal como van las fiestas? Espero y deseo que muy bien.
    Como ves, al leerte  el otro día y conociendo tu gran admiración por Einstein, me entró de repente un enorme interés en comentarte la influencia  que pudiera tener  su física  en torno al artículo  y también a lo que hasta el momento he comentado de él. Y lo digo porque ni en un caso ni en el otro no influye para nada su teoría de la Relatividad.
    Habrá que ir más allá de su teoría si queremos entender lo que estos autores nos dicen últimamente sobre el no-teísmo.  La teoría de la relatividad no tiene en cuenta  las condiciones de la física cuántica y, por tanto, no cubre las expectativas del actual paradigma  de la complejidad en el que nos encontramos.
    Esta observación resulta coherente con lo que con respecto al conocimiento,  y ,haciendo de mi lectura sobre él algo cansino,  repito siempre  que, sobre el mismo, no nos sirve ya aquella relación lineal causa-efecto (relación, relatividad) entre las cosas, sino que habrá de hacer entrar lo físico funcional de  ellas.
    En esto consiste  la novedad de este nuevo paradigma en que  no es  la experiencia la que se subordina a la teoría, sino a la inversa, la teoría se subordina ahora a la experiencia. Esto es lo novedoso que nos posibilita  ese  tránsito que estudiamos.
    Sin duda no es facial entender semejante  y a la vez tan breve exposición del problema, sin embargo, si no se pone esfuerzo en ello tampoco entonces osemos en el  hablar  de según que temas referirnos al concepto de  complejidad.
    Un cordial saludo

     

  • M. Luisa

    ¡Esa Feliz Noche! Isabel, también te la deseé para ti anoche  a pesar  de que no me fue posible entrar.

    Ahora iré directamente a lo que considero más importante   y es recoger  lo que dejaste escrito el pasado día 23.

    Creo que te entiendo M. L. y me parece que esa realidad en la que confiamos por ser real en la experiencia es lo que otorga racionalidad a la fe, al menos en parte”

    ¡Fantástico, Isabel! Pero aún diría más porque a mí no solo me lo parece en parte sino al completo.

    Voy a explicarme, pues para entenderlo así hay que conceptuar adecuadamente  el término experiencia pues generalmente se ha pensado de ella que solamente  le abarca lo sensible y por consiguiente lo que ha pervivido de ella ha sido esa identificación entre experiencia y sentir, lo cual ha conducido inevitablemente a falsas interpretaciones.

    Ciertamente, sin sentir no hay experiencia, esto ya se ve con tan solo atenernos a tu frase de referencia. Partimos de esa confianza que nos da la realidad sentida, pero  ya decía el otro día, que al ser solo sentida habrá que afianzarla, darle firmeza, no acomodarla   precipitadamente en una afirmación lógica dada (es el momento de la precaución a la que me referí el otro día) porque la experiencia nunca está dada en el sentir, no es algo dado sino logrado.

    Me explico: el momento experiencial no lo constituye solo la mismidad empírica sino su cualidad de real, como tú muy bien has distinguido en la frase de referencia porque de no ser real la cualidad sentida (la confianza nos la da por ser real) tampoco se nos daría en la intelección misma ese carácter del “hacia” del cual  di  en días anteriores  una breve explicación. Resumiendo es lo que lanza (proyecta) la intelección hacia lo profundo.

    También valdría la pena detenerme un poco  en lo que debe entenderse por real pues como mi intención  es  solo moverme dentro de tu  frase de referencia  me interesa  conceptuar bien los términos que entran en ella.

    ¿Qué se entiende por real?

    Lo real como concepto no es solo lo que existe  sino que cave en él también lo posible. La filosofía tradicional ha reducido lo real al mero existir, es decir a lo existente, de ahí la tan conocida expresión “ser real” sin embargo lo real en su dinamismo va más allá de lo meramente existente, es decir,  se abre a todo tipo de posibilidades se trata de un continuo estar siendo.   Esta descripción  fundamenta el  logro en el que se apoya la experiencia…

    Me he entretenido en responderte porque  ya daba por hecho que esta Navidad la pasaría también sola como la del año pasado, pero hace bien poco que mi hija  tras hacerse la prueba de antígenos  que le ha dado negativa me ha llamado para decirme que viene a pasar la Navidad conmigo,  así es que lo dejo aquí. También más adelante diré algo a Carmen sobre Einstein. Muchas gracias Isabel  y  a tod@s ¡Feliz Navidad!

     

  • Isabel

    Siempre hay puntos en que nos aproximamos, M. Luisa. Pero avanzar, no sé. Ni siquiera hay acuerdo (no me refiero entre tú y yo) en qué es avanzar como humanidad.

    Todo lo que has escrito aquí me deja dándole muchas vueltas. Gracias por insistir.

    Feliz noche.

  • carmen

    A los no dualistas, a los que quieran relacionar la ciencia con la religión. A los que les apetezca leer .

    Hay un artículo de un científico, Battaner, en El país de abril de este Año absolutamente interesante. Se titula yo no encontré a Dios en el Universo, pero Einstein si. Ese es mi chico. Einstein.

    Lo teclean en Google y lo tienen.

    Si lo desean, claro.

    Buena noche. Lo cierto es que Jesús nació. Fuese o no hijo de Dios. Sea o no Dios. Eso es lo que importa.

  • M. Luisa

    Alentada por Isabel y disponiendo  entre guiso y guiso de  breves intervalos de   tiempo seguiré  un poco más sobre lo que pienso de este comentario tan desalentador  de Isidoro al hablar de la mente humana.

    Sin embargo,  primero me dirijo a ti Isabel porque supongo que   cuando leíste mi último comentario  tu misma te debiste dar cuenta de nuestra aproximación en el tema al menos en este punto,  cosa que me agradó mucho,  pero en el buen sentido y es que cuando hay coincidencia   hay indicios de que se avanza.

    Bien Isidoro esta lectura, como digo,  tan desalentadora creo que se debe  a la gran variedad de literatura que afloró en el pasado siglo  sobre el estudio del cerebro humano  en el que autores como R.Llinás, A.Damasio y F.Rubia, por nombrar algunos, con sus correspondientes obras: “El cerebro y el mito del yo” “El error de Descartes” y “El cerebro nos engaña”  cuestión  sobre la cual  se habló aquí largamente ya en tiempos pasados, todo ello me hace pensar que nos cuesta salirnos de este permanente bucle sin fin que provocan los debates en este Foro.

    Todos estos autores  que he nombrado  abordan  el tema desde el dualismo con lo cual propicia pensar en ese “salto” que ayer   rehusé de mi análisis.   No obstante,  paralelamente a  este escenario dualista  y sobre todo al hilo del libro  que apareció en el año 1977 conjuntamente escrito entre el neurofisiólogo J. C. Eccles y el filósofo K. R. Popper,  por las dudas generadas posteriormente por este último se siguió investigando y  hoy es de dominio común entre filósofos y científicos algo que me habrás leído cantidad de veces aquí y es  que lo dominante en la actualidad no es el pensamiento  dualista  sino el formalmente emergente.

    Este apareció por la  ciencia y consiste en la creencia  de que en la naturaleza se dan además de la propiedades que tienen las distintas realidades materiales otras que surgen de la interacción entre ellas y que no cabe  atribuir a ninguna en concreto, son las propiedades que cabe llamar estructurales o emergentes.

    Esta es, por tanto,  la teoría más frecuente en la actualidad entre filósofos y científicos. Ahora,  con esto así  explicado si se quiere seguir insistiendo con lo del famoso “salto”   este se percibe como    producido  mediante esa interacción  interna ya estructurada de nuestro cerebro  y en consecuencia se tratará de saltos cualitativos, de cualidades nuevas que no tienen porque estar en el mismo nivel que las precedentes. Este es el caso de la vida espiritual  o de los valores denominados “espirituales”.

    Ya ves no todo está perdido Isidoro.

     

  • M. Luisa

    He leído tu comentario, Isabel una vez he pulsado el mío, por lo tanto, a quien me dirijo es a Isidoro. Aprovecho para agradecerte lo que dices en él

  • M. Luisa

    Tu alternativa, esta de buscar a ciegas,    es  con respecto a la estructura cognitiva totalmente errónea. En primer lugar no me parece válida  porque donde precisamente  quedamos tanteando   es en esta primigenia confianza meramente sentida a la cual le hemos de dar firmeza ultimándola precisamente con la razón   pensante que nos la descubra, no sea que alguien, una institución por ejemplo  o un superficial esquema nos la piense… Ahí es precisamente en donde hemos de ser precavidos …

  • Isabel

    Sí, M. Luisa, intenta seguir.
    Creo que te entiendo y me parece que esa realidad en la que confiamos por ser real en la experiencia es lo que otorga racionalidad a la fe, al menos en parte.