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Ante el humanismo impugnado

Creo que ya todos los atrieros van conociendo y entendiendo a Carlos Díaz. Yo le conozco desde hace muchos decenios. Y nos hemos entendido aunque con mucha frecuencia me ha desconcertado como editor. Y en algunas ocasiones no me he decidido a publicar algún escrito suyo. Hoy he dudado mucho. Al final, creo conveniente publicarlo y provocar esta pregunta: ¿sigue el humanisno siendo un proyecto universal? ¿Sigue la dignidad humana siendo un valor prioritario defendido al menos en teoría por todos? ¿Es la fe en la humanidad lo que nos puede unir por encima de religiones e ideologías? Esa es la cuestión. AD.

          El queso de la filosofía lo han ido devorando poco a poco diversas especies de ratones. Especialmente quienes hoy estudian lo humano son los biólogos, médicos, fisicoquímicos, psicólogos, genetistas y demás familias, pero no los filósofos, que se han quedado sin el humo de las velas. Cualquiera menos ellos parece tener competencia profesional y deóntica sobre cuestiones como felicidad, libertad, amor, corporalidad, sentido de la vida, bueno y malo, más allá, justicia, alma, o antropología. Todo eso ha pasado a ser para los “científicos” mera “metafísica”, es decir, regaños de viejo desdentado descatalogados y recluidos en el arcón del desván. A la vista de ello, los filósofos nos hemos tenido que reciclar trabajando en gasolineras. A lo largo de los siglos son muchas las artes y los oficios  que han corrido la misma suerte o desgracia. Desafortunadamente otros oficios se han mantenido, por ejemplo el de los verdugos, que son mucho más útiles.

          No soy de los que para distraer echan la culpa a los demás, pues el río del saber filosófico se ha quedado sin agua por agotamiento propio de sus fuentes y de sus fontaneros. Si hoy no estamos en Mesopotamia, sino en Anhidros, como dijera Tomás Moro, será porque los encargados del mantenimiento de las redes fluviales no nos hemos dedicado a ello con suficiente entusiasmo en los levantes de nuestras auroras. Pero tampoco somos los únicos responsables. Si ni los filósofos ni los gobernantes tenemos una imago hominis capaz de definir lo humano en general, quizá sea porque no éramos tan humanos como decíamos, o porque fuimos “demasiado humanos”.

          Sin embargo, no todos somos avestruces tratando de evitar los problemas escondiendo la cabeza. En efecto, si no sabemos qué es el amor y lo sustituimos por el “poliamor”; si ignoramos en qué consista nuestro “género” universal y cada individuo agota su especie; si somos ratas y nuestra moralidad no trasciende el egoísmo genético;  si los pobres son más pobres cada día y allá ellos; si niños y niñas de la calle al día siguiente ya no están porque se les han extraído los riñones o los corazones, si no hay compasión, pues entonces no hay problema. No hay problema  para un ser humano que no es un ser humano.

          Está claro que lo que se denomina ser humano ha pasado a ser una plaga para el planeta Tierra, y no es seguro que no termine/exterminándolo vitalmente, pero la solución no es eliminar parte de la población, pues la que aún quedase continuaría con su misma saña destructiva; además, siempre quedarían los peores, los más dotados de capacidad demoledora y fagocitadora. En semejantes circunstancias, lo lógico y natural sería que no diéramos tanto la matraca con el agotamiento del planeta Tierra, o con la capacidad destructiva de los virus: al fin y al cabo la muerte e incluso la desaparición global de los humanos con un estatuto antropológico semejante al de las ratas no pasaría de ser una bonancible consunción cósmica: un puñado de ratas se han quedado sin su queso en un oscuro rincón de una galaxia periférica. En semejantes circunstancias, qué cosa tan patética el entierro del ratántropo rodeado por plañideras en un cementerio civil cantando la Oda a la alegría.

          Se dice: “la vida no debería doler tanto a tantos”. Sin embargo, por el mismo motivo también podríamos preguntarnos: ¿por qué no deberíamos sufrir más?, ¿a quién o a qué agradecer el sufrir menos pudiendo sufrir más?, si la vida es tan mala ¿por qué tanto aferrarse a ella soportando a veces horribles sufrimientos, antes que preferir la muerte? Aunque responder a tales preguntas nos llevaría muy lejos, sería muy necesario pensarlas.

          De todos modos, si las personas viven como ratas porque han aceptado ser ratas, o si las ratas viven como personas, en el supuesto de que no lo fueran, la cuestión –tan metafísica pese a todo- tendría al menos un cierto interés. En efecto, si la identidad personal no existiera como tal, ¿por qué tanto ruido con cualquier peste?, ¿por qué no ver con ojos ecológicos que un nuevo Flautista de Hamelín llevase a las cloacas al ratántropo para desratizar a una especie tan depredadora?, ¿no valdría más un planeta vacío que  otro infectado por la voraz ratonería?, ¿a quién dañaría volver a la mierda de la que dicen hemos surgido, o sea, al homo cagans, al cagántropo?, ¿para qué tanta colonia si buscamos la salvación por medio del olor a rebaño?, ¿constituiría ese brillante regreso al planeta de los simios la culminación de la evolución de las especies?, ¿a la vista de la involución del homo sapiens al mono sapiens hubiera concluido Darwin su obra con un “paren un momento el planeta, que me bajo”?

          Y sin embargo cuantas luces de Navidad-Corruptópolis  cuyas calles están llenas de teclas rotas, descompuestas, con la desesperación en los talones, en las cuales la evolución no pudo ir más lejos. Demasiadas verdades, todas mentira. Honras fúnebres pero mentiras póstumas. Cuánto homunculismo.

          Por mucho que el filósofo le dé vueltas y más vueltas a su desvencijado magín, en semejantes circunstancias tampoco le resulta fácil explicar por qué algunas ratas humanas aman tanto a sus hijos o hijas, a menos que sea por instinto, pues ¿qué valor afectivo tendría la genética del instinto de la ratita presumida?, ¿no estaríamos exagerando, sobreactuando?

 

15 comentarios

  • Isidoro García

    Actualmente el clima general mundial es de plena alienación, con una mentalidad, (organización mental), aún paleolítica-neolítica, y unos conocimientos sobre la Realidad, cada vez mas acertados.

    Pero nuestra mente atávica,  que nos sirvió para sobrevivir, ahora no da la talla en esta nueva situación, zarandeada por las antiguas emociones, y con evidentes carencias en lo referente a su capacidad de discernimiento.

    Y esto produce este caos actual: cuando una especie está ante una fuerte crisis de supervivencia, naturalmente se produce un fuerte malestar generalizado, que da lugar a agresiones de todo tipo, y a una convivencia pésima: cuando no hay harina, (de felicidad, de sentido), todo es mohína.

    No es por casualidad, ni por maldad, ni por ninguna conspiración judeo-masónica, que haya tanto desequilibrio psíquico, tanto trastorno de la personalidad, tantos comportamientos autodestructivos, tanto dolor y tanto sufrimiento.

    Y es porque nos falla la brújula interna, el instinto de tomar decisiones acertadas, y por eso, los escasos triunfadores en sus actividades hoy en día, son las personas con alta capacidad de acertar en sus decisiones personales y profesionales.

    Y esa brújula ya existe en nuestra mente. Es el llamado por filósofos y religiosos como el “espíritu”, que yo considero que radica en los programas sapienciales del inconsciente colectivo junguiano, que instintivamente nos avisa respecto a la Verdad, la Bondad y la Belleza y alegría de vivir.

    Lo que sucede es que en nuestro estado evolutivo actual, esa brújula está en un nivel semi inaudible. Es como un transistor, perfectamente sintonizado, pero con el nivel de audición muy bajo, que se escucha con mucha dificultad, y más aún cuando hay mucho ruido ambiente.

    Necesita mas nivel de audición. Y eso se conseguirá dotándole de mayor nivel de satisfacción al escucharlo. Como todas las actividades del subconsciente, especialmente el resto de las otras emociones instintivas, vienen acompañadas de un alto nivel de energía psicológica, ya positiva, (placer), o negativa, (rechazo).

    Tienen lo que se llama en psicología, naturaleza psicoide, pues el arquetipo es un factor psicoide, trascendente incluso a lo psíquico, que pertenece, en su esencia, a un extremo invisible, inaprensible desde nuestras facultades cognoscitivas. Se les nota por sus efectos.

    Y tiene efectos no solo psicológicas, (en la mente), sino también en el cuerpo, a través de hormonas y neurotransmisores.

    Si ese nivel de recompensa, de satisfacción, de convencimiento de ir por el buen camino, que actualmente ya se produce, cuando oímos a nuestra guía interior, se hiciera mucho mas poderoso, entonces lo escucharíamos fácilmente y lo seguiríamos, siguiendo nuestra naturaleza.

    Y esto concuerda totalmente con lo que sabemos de las Leyes evolutivas emergentes, que se va realizando de escalón en escalón, siempre con los tres escalones, (anterior, actual y siguiente), relacionados.

    Es lo que Stern denomina como causación ascendente: cada holón o nivel evolutivo, se apoya en lo anterior, e incorpora algún elemento del escalón futuro, que permanecerá inerte y “dormido”, y que será la dirección del siguiente salto.

    Nosotros ya disponemos de la “brújula” del futuro, (el “espíritu” o arquetipos de sabiduría), solo que existe a un nivel operativo bajo. Es lo que decía Wilber en la cita de Luis, de hace unos días, “al carecer de Verdad última que guíe, a modo de Estrella Polar, nuestras acciones globales, no sabemos muy bien hacia dónde nos dirigimos”. 

    Cambiar el eje de rotación de la Tierra, cosa que precisamos urgentemente, no se consigue, poniéndonos todos en un lado del planeta y poniéndonos a saltar todos al mismo tiempo. Hay que esperar a que las Leyes del Universo lo cambien.

    Y vivimos tiempos de cambio, y hay que estar a la espera. Se intuye un próximo gran cambio. Se lo dijo el Jesús “resucitado” a su hermano mellizo Tomás:

              “Cuando hagáis de los dos uno, y hagáis el  interior como el exterior, y el exterior como el interior y lo de arriba como lo de abajo, y cuando establezcáis el varón con la hembra como una sola unidad de tal modo que el hombre no sea masculino ni la mujer femenina, y cuando establezcáis un ojo en el lugar de un ojo, y una mano en el lugar de una mano y un pie en el lugar de un pie y una imagen en el lugar de una imagen, entonces entraréis en el Reino”. (Evangelio de Tomás, 22).

     

  • Isidoro García

    El cambio que precisa el Espíritu de la época o Zeigeist, vemos que por la vía moralista-política, es inviable. Esto lo explica Castoriades.

    Castoriadis llama Imaginario Social, a algo así como la “mentalidad”, “conciencia colectiva” o “ideología comunal”, y como forma de designar las “representaciones sociales” dominantes en la sociedad en cada época.

    Señala que es un “magma de significaciones imaginarias sociales”, encarnadas en las instituciones, obra de un “colectivo anónimo e indivisible”, que trasciende a los individuos y se impone a ellos. 

           El “imaginario social” provee a la psique individual de significaciones y valores, y a los individuos les da los medios para comunicarse, y les dota de las formas de la cooperación. Es así, pero no a la inversa: los individuos no pueden influir directamente en este imaginario social, dinamizado por fuerzas subconscientes incontrolables.

    Todo lo anterior, nos indica que cambiar el Imaginario social de una época, no es algo que los individuos puedan lograr realizar, puesto que es algo muy ligado a causas inconscientes, de difícil modificación directa. Es un magma de múltiples y muchos significados desconocidos por la conciencia individual.

    La vía moralista-política, “solo” consigue concienciar a una minoría, que siendo realistas, se ve aprisionada en una contradicción gigantesca, entre sus ideas de cómo debería ser el ser humano, (la ética de la solidaridad y la empatía general), y el espíritu de la época general, (fruto de un magma incontrolable de ideas, emociones, etc. = los mil hilos del tapiz), consumiendo y viviendo como todo el resto de la humanidad que puede hacerlo.

    Con una gran parte de nuestros congéneres que se esfuerza aún por sobrevivir, y con otra amplia minoría con una vida alienada, (incluidos nosotros, los “concienciados”), sujetos a una vorágine de cambios personales y sociales, este deseado movimiento autoevolutivo deberá ser sostenido por una minoría de vanguardia, que realmente se aproxime a conocer la Realidad.

    Serán la minoría de los humanos en vías de autorrealización, o lo que es lo mismo los que aspiran a “sabios”, maduros, auto-realizados, o los tradicionalmente denominados como “santos”, antes de que la maquinaria eclesial tergiversara y corrompiera esa palabra.

    El teólogo Tillich escribió que lo que hoy llamamos el Renacimiento, fue puesto en marcha por no más de mil personas. Y es que los grandes movimientos sociales los ha encabezado siempre una minoría adelantada a su época. Una vanguardia de “comandos”, una avanzadilla, una élite útil y necesaria en suma.

    Ellos tienen el papel de mantener la llamita encendida, en estos tiempos de vientos y lluvias, para que cuando se produzca, la gran emergencia en nuestra mente, de una nueva organización mental, encontremos rápidamente el camino adecuado.

    (Ese es el papel que deberían realizar las Iglesias, de vírgenes sabias, a la espera del novio, con la vela encendida, para que cuando se produzca su llegada, haya fuego fácil para que los despertados enciendan las suyas).

  • mariano

    Estoy un poco perplejo: Hace un ratito había una respuesta del autor de este artículo y ahora veo que ha desaparecido. Con todos mis respetos creo sería correcto que al menos por cortesía a los que lo hemos leído y preparábamos también nuestra opinión se nos dijese la causa de su desaparición. Esta publicación se caracteriza por la libertad de expresión dentro de los cauces del respeto mutuo. Estoy seguro que así será, en caso contrario sentaría un mal precedente.                                                                                       Gracias.

     

  • carlos diaz

    Queridos amigos de Atrio:
    Es para mí un placer leeros, y vuestras posiciones las recojo con la mejor y más agradecida disposición. Como mi punto de vista no parece resultaros grato, agradezco que leáis este texto escrito hoy mismo.  Mil gracias.
    Legido, M: Aproximación a la oración de Jesús. Editorial Mounier, Madrid, 3021, 351 pp. No se sentaron sobre la estera del suelo en una habitación, sino que un buen día varios discípulos de Jesús -no uno, sino en con-moción, en movimiento conjunto- se sintieron conmovidos, empujados, seducidos, y dejándolo todo se echaron a los caminos. Les mueve la fe que Jesús deposita en ellos y que ellos trasladan a otros para que estos otros caminen con otros: es ad-viento, ir de y venir hacia. Quien  no bautiza con esa fe en movimiento tiene poco entusiasmo, poca divinidad en su interior, y se marcha triste. Ante tantas encrucijadas duras, penosas, muchos regresan a sus domicilios tristes al poco de llegar; Jesús mismo les parece ya un problema a quienes se habían convertido en problema para sí mismos.
    Pero Jesús sigue siempre adelante y avanza sin retorno. En realidad, el camino es él caminando. Se siente mirado por Alguien, querido por Alguien, sostenido por Alguien, y hacia él camina orando y levantando los ojos al cielo. Su existencia es un laboratorio, ora laborando y labora orando, sólo se sale del camino para volver al camino: “No sé si ustedes han tenido alguna vez la tentación del poder. Métanse entre una muchedumbre de pobres que estén tirados, muriéndose de hambre, y si no les tienta el odio y el poder es que han llegado ya a la ternura de Jesús, o son ustedes unas muñecas de cartón. Si ves a una multitud así, pisados, achuchados, hundidos, y sientes en las entrañas que esos son los hermanos, y que de esos hay que hacer una familia, y que con esos hay que poner la mesa común, puedes ir a la soledad, que así cobra sentido. La soledad no es una campana de cristal para esconderse, la soledad está llena de aullidos humanos y diabólicos de las terribles fuerzas del mundo, de los dolores poderosos de los hombres,  y también ¿por qué no? de las sonrisas de los niños” (20).
    Jesús camina orando a la búsqueda del Reino: con él, los discípulos van en pos del Reino. Cuando los discípulos le piden “enséñanos a orar”, ya han barruntado que orar es caminar hacia la altura, la profundidad y la anchura del Reino, donde el amor se comunica en oración, y la oración en amor comunicativo. Y Jesús es el lugar del acontecimiento del encuentro de un pueblo que camina.
    Cuando Jesús acontece en sus discípulos, estos comprenden que el amor buscado por ellos ha sido antes un amor recibido por ellos de quien les buscó primero; Jesús les había buscado antes a ellos, los nepioi, los am-ha-hares, los frágiles, los hambrientos, los enfermos, los infirmes: “Me dan compasión, se me conmueven las entrañas cuando veo a las gentes que están despojadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor” (Mt, 9, 36). Cargando con ellos, Jesús camina hacia el Reino, que no es una turris eburnea, sino la morada donde los desamados se transfigurarán en ciudadanos del Reino. Qué incomprensible que los hombres lo rechacen desde el primer momento en el Jardín del Edén, y que el Dios rechazado no sea un Dios rechazador, sino la máxima energía para el encuentro amoroso restaurador. Misteriosamente, el hombre amado rechaza al Amor bueno. Y sin embargo Jesús le sigue amando hasta la extenuación final. Qué forma tan trágica de caminar en el sufrimiento desde la gracia.
    Solamente en la medida en que los apóstoles entran en el “sígueme” de Jesús, solamente entonces entran ellos en la oración: “Orar con Jesús yendo por otro camino es imposible; se puede orar otra cosa, la oración de uno, pero la oración de Jesús no” (36). Es un paso nuevo, fuerte, decidido, en el camino. Ya no tiene sentido orar pidiendo cosas para nosotros, sin entrar en la oración de Jesús, el Padrenuestro: “La oración de Jesús no invalida los distintos accesos y aproximaciones que cada hermano pueda encontrar hacia ella, con tal de que relativice absolutamente todo pasar a sus manos” (47). Nuestra disciplina no será discipulina, sino camino, más camino, hasta el final del camino.
    El camino de Jesús es sin retorno hacia el Reino del Padre, cuyo rostro nadie ha visto jamás, excepto el Hijo, “sólo en el rostro del Hijo, exclusivamente en el rostro del Hijo, totalmente en el rostro del Hijo” (63). Y éste se hace camino en el rostro de los menos amados, en los cuales vivimos, nos movemos, y somos pues quien camina hacia ellos ha visto el rostro del Padre en el rostro del Hijo. Si al Hijo le duelen los pobres como al Padre, y al discípulo no le duelen los pobres, el discípulo no ama al Padre ni al Hijo. Qué triste aquel catecismo Pantocrator del padre Astete, según el cual Dios es “un Señor todo poderoso, principio y fin de todas las cosas,  premiador de buenos y castigador de malos”.
    No sabemos orar, y necesitamos caminar hacia la oración de Getsemaní. Pero Jesús sale a nuestro encuentro cuando estamos ya descorazonados, cuando sentimos la experiencia de la pequeñez, de la pobreza total, y nos sentimos en un callejón sin salida: “Si Él retirara hacia sí su dolor, si recogiera hacia sí su Espíritu,  a una expiraría toda carne y el hombre volvería al polvo”. Nadie sobreviviría al infortunio de Job, que es el de la humanidad y también el de Jesús en el estercolero del sufrimiento. Desde ahí, sin embargo, y yéndonos mirando con  sólo su figura, vestidos nos dejó de su hermosura. Cuando dice una sola palabra, nuestra alma queda libre de la lepra. El estercolero, los lugares más bajos, son parte intrínseca del camino de Jesús, y resucitar sin descender a él no sería humano ni divino, como tampoco lo sería ser humano sin padecer los estrechos límites de su finitud constitutiva ontológica y espiritual. Sin el menor masoquismo, los discípulos a quienes el sufrimiento no enseñó  nada no aprenden nada del propio sufrimiento cuando éste llega de forma insoportable. El Adviento se culmina en la Pascua de la resurrección, no antes, no a medio camino.
    Aunque resulta comprensible que tanto esfuerzo, en lugar de continuar, se traduzca en un “hagamos tres tiendas”, es decir, en la pretensión de descansar antes de morir, Jesús dice a los discípulos: “¿Qué hacéis ahí parados, galileos, mirando al cielo?”. Este sería un camino insoportable para los discípulos, si el amor de Jesús y a Jesús no fuera más grande que el miedo al sufrimiento y la necesidad de quedarse a medio camino. Pero todo sufrimiento integrado en Cristo pierde su desesperación, su misma fealdad. Sólo el amor desde el camino de la cruz es digno de fe, de esperanza, y  de caridad: más fuerte que la muerte.
    Leer esto de forma sadomasoquista sería desviarse del camino, cuyo propio apostolado culmina en el lignum crucis del amor absoluto. Entonces, si hay algún absoluto, es el absoluto de la cruz, el via crucis. También se desvían aquellos discípulos que odian tanto el sufrimiento como aman el nirvana, la nada donde por no haber no hay ni siquiera dolor. El camino de la cruz es trágico, pero no escénico-dramático,  barroco. Si no es por amor a las ovejas sin pastor, los discípulos devienen lobos de la misma manada a la que apacientan. El cordero de Dios quita los pecados del mundo y entonces, regresados a la infancia primera, podemos decir Abbá, papaíto. No es la metamorfosis del león al camello y del camello al niño, sino la metanóesis, el cambio del corazón que regresa como hijo pródigo.
    Y de nuevo Jesús se adelanta, se hace niño en el seno del Padre: “Padre, les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer para que el amor con que Tú me amaste este en ellos y yo en ellos”. Las lanzas convertidas en rejas de arado, el lobo paciendo paciente junto al cordero cordial, misericordia entrañablemente entrañada, transformación de la incompetencia en competencia sin  competición: “Competente no es el listo, ni el que sabe mucho, sino el que se confía como un pobre, como un niño a esa llamada. Nuestra competencia, nuestra capacidad, es la gracia acogida del Señor” (105). “Nosotros no estamos acostumbrados a estas honduras de confianza y de abandono por una razón muy sencilla: porque estamos muy vueltos sobre nosotros mismos, nuestros ojos están vueltos hacia dentro, nuestras manos están engarrotadas, somos autónomos, nos hemos desligado. Para poder entrar en el Reino de los cielos hay que hacerse hijo pequeño, porque por Él tenemos el acceso, la entrada abierta y confiada; por Él podemos hacer experiencia del apoyarse, del refugiarse, del abandonarse en las entrañas del Padre que se nos aparecen en el costado abierto de Jesús” (159).
    El camino: partir, partirse, compartir, compartirse, participar, fracción del pan por quien se rompe en el pan donado, eucaristia, verdadero amor. Los discípulos que esto experimentan ya han vencido a la muerte y han comenzado a vivir apocalípticamente, pues ya han comenzado a llegar el Reino. ¿No es eso la felicidad? Si aún hubiera una felicidad mayor (mayor que la cual nada pueda pensarse), también sería felicidad hacia el Reino, que nunca concluye, que es también Reino en movimiento, pues lo que no adviene en movimiento no es Reino. Incluso allí, estar sentado a la derecha del Padre conlleva seguir caminando con el Padre en el Espíritu con la entera humanidad. A la vez, pues, comienzo y fin del camino del amor extremo, que no conoce límites en su especial extremosidad. El Reino: “la gracia de nuestro señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu santo con todos nosotros”. Vamos, vamos, vamos sin que el duro desgaste de la existencia nos paralice, caminemos confiados: “Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. ¿Por qué te acongojas, alma mía?  “La oración de Jesús no son palabras que se añaden a la vida, sino que es la misma vida que habla.
    Yo creo entender un poco mi pobre aproximación a esta Aproximación a la oración de Jesús  porque junto con otros muchos he tenido la fortuna y la gracia inconmensurable de ver la forma en que vivía lo que enseñaba tan misericordiosamente Marcelino Legido en seguimiento trinitario. No sé si esto podrá ser procesado por alguien que no haya vivido junto al Alguien, y me temo que resultará un rollo fariseo más para quien prefiera filosofar caminando sobre su propia sombra y a martillazos. Ojalá que así no sea, y en ello pongo mi esperanza hoy. Qué miserable mi cerviz no abierta a la infinita confianza de Jesús en nosotros, y consolada por la mediocridad de casi todos: “Nosotros tenemos unos topes, unos límites, hasta aquí sí, más allá no. Unas veces con razones honestas, otras deshonestas, unas veces con razones evangélicas, otras con razones muy humanas, pero guardamos para nosotros la acogida incondicional, absoluta, de la locura de la cruz, el exceso del amor. Sin embargo, para los hermanos no tenemos la total disponibilidad, porque de lo contrario, cuando venga un hermano que llame a nuestra puerta, no le diremos: no puedo, tengo que cumplir con la observancia de la Regla, estoy escribiendo un libro, en este momento me marcho de viaje, ando mal de salud, hace tiempo que no duermo, no es de los míos, y hasta razones más espirituales: estoy haciendo oración… Para llegar a esta disponibilidad de la travesía del madero que es la total entrega a los hermanos  hay que atravesar esta salida dolorosa como un aprendizaje y un combate, una agonía” (164).
    Y, sin embargo, “el Padre se entrega a su Hijo en el aliento de su amor, santifica a su Hijo, consagra a su Hijo como el Santo, el único Santo para que ese brazo de amor, ese fuego de amor llegue a nosotros y para que a través de nosotros alcance a la humanidad, al universo, y a la historia entera. Es un abrazo de amor, una santificación, una gloria que se extiende más allá de nosotros convirtiéndonos a nosotros en resplandor de la gloria, en camino de fuego y de santificación, de ser envuelto en la gloria de la gracia de los pobres, la humanidad, el universo y la tierra. En la plenitud de los tiempos, el rostro del Padre se ha desvelado en el rostro pascual de su Hijo crucificado, resucitado y entronizado. Cuando ha aparecido la santidad y la gloria en el rostro del Hijo, hemos sido envueltos en el fuego, hemos sido santos, santificados, consagrados para pasar el fuego a la humanidad y a la creación” (229). Que así es.
     
     
     

  • Isidoro:

    No hay que complicarse mucho. Si silenciamos el parloteo de la mente “el mono loco, del Zen” automáticamente nuestra verdadera naturaleza se manifiesta, y sin angustia alguna, naturalmente nos alineamos con las coordenadas del Kosmos (con K). Y la autentica naturaleza humana es divina, seremos “buenos” sin caer en un buenismo miope y estúpido.

    Nos han inculcado la culpa, nos juzgamos cruelmente. Pero Dios o el nombre que se le quiera dar, no nos juzga. Nos lanza al mundo y nos dice. “Tu mismo,” ahora… si la haces la pagas… Pero con una particularidad, si rectificas, ya esta… (el hijo prodigo) únicamente tendrás que responder de los desaguisados que hayas cometido “apechugando” con lo que te venga en el transcurrir de tu vida, de eso nadie se libra. Aunque hay métodos para aligerar el karma acumulado y hasta para librarte de este.

    No somos “pecadores” por naturaleza. Somos libres y con nuestro actuar nos labramos el infierno o la gloria en este mundo. La religión que ya sabemos, nos señala con el dedo y furibundo el clero nos lanza el estigma. Pecador… con eso nos debilita nuestra propia estimación. Y ya está ellos para “salvarnos…”
        “No toleramos en nosotros mismos, un defecto, un fallo, una debilidad moral o psicológica, y nos empeñamos en corregirla con verdadero auto-desprecio y velada violencia”. 
           “Muchas de nuestras emociones negativas y muchos problemas como la insatisfacción, la culpabilidad, el desasosiego, la sensación de inutilidad, etc, se deben a que nuestro componente ‘moralista’ nos incita constantemente a ‘mejorar’ y a lograr resultados. 
         Y esa violencia que nos hacemos interiormente alimenta la violencia que manifestamos hacia fuera. En gran parte, el morir a uno mismo, vital para el crecimiento espiritual, se identifica, equivocadamente, con el matarse a uno mismo.
         La religión que pretende “hacernos buenos”, acaba haciéndonos malos, (resentidos, vengativos, justicieros –mío).  Mientras que la religión, entendida como libertad, nos hace buenos, porque no crea ese conflicto interior.”

    ¿Qué religión?. Porque todas no son iguales…

    Hay religiones que te dan pautas para autotrabajarte y llegar a ser justo. Equilibrio entre el bien y el mal relativos. Esa es la religión que no es una locura opiácea, un placebo sucedáneo que nos idiotiza.

    No se nos puede calumniar de pecadores, per se, y cerrarnos la puerta de nuestra propia transformación. Una religión sin método transformativo. Es un fraude.

    Así caímos en el materialismo. Y así nos va… Aunque no temáis… “El transhumanismo nos hará dioses…”

  • Isidoro García

    La mente humana es un magma, un campo de batallas, entre múltiples y muchas emociones y significados desconocidos por la conciencia individual.

    En resumen, ¿qué necesitamos cambiar en la organización neurológica del ser humano?. Pues simplemente, realiza un rebalanceo de fuerza psíquica de las emociones.

    Necesitamos rebajar la fuerza psicológica adscrita a las emociones primarias, que tan útiles nos han sido en la época dura inicial del humano, y aumentar la fuerza psicológica de la emoción de la empatía y solidaridad humanas.

    Los instintos, iluminados por la inteligencia, se convierten en sentimientos. Y los valores se sienten, instintivamente.

    La inteligencia necesita conocer bien la realidad, para iluminar a los instintos. La calidad de tus pensamientos determina la calidad de tus emociones, y tu calidad de vida depende de la calidad de tus emociones, (Javier Iriondo).

    La calidad y cantidad de las emociones, determina nuestro comportamiento. Eso es un arma de doble filo.

    Dice E.O. Wilson, que “el verdadero problema de la humanidad es que tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología divina”. Y es ahí donde está el quid de la cuestión.

    Y como cambiar ese estado mental actual. Lo mejor que podemos hacer es reconocer cuanto antes podamos, que eso es imposible, a excepción de las futuras tecnologías neurológicas. Es caer en el síndrome del barón de Münchhausen.

    Decía el jesuita Tony de Mello: “Antes os decía: “¡Cambiad! ¡Cambiad!”. Pues bien, ahora os digo lo contrario: Cambiar no es ni posible, ni deseable. Dejadlo estar. Quedaos como estáis. Amaos a vosotros mismos tal como sois. Y el cambio, si es que a fin de cuentas es posible, ya tendrá lugar por sí mismo, cuando lo quiera y si lo quiere. Dejaos en paz”.

         “No toleramos en nosotros mismos, un defecto, un fallo, una debilidad moral o psicológica, y nos empeñamos en corregirla con verdadero auto-desprecio y velada violencia”. 

           “Muchas de nuestras emociones negativas y muchos problemas como la insatisfacción, la culpabilidad, el desasosiego, la sensación de inutilidad, etc, se deben a que nuestro componente ‘moralista’ nos incita constantemente a ‘mejorar’ y a lograr resultados. 

         Y esa violencia que nos hacemos interiormente alimenta la violencia que manifestamos hacia fuera. En gran parte, el morir a uno mismo, vital para el crecimiento espiritual, se identifica, equivocadamente, con el matarse a uno mismo.

         La religión que pretende “hacernos buenos”, acaba haciéndonos malos, (resentidos, vengativos, justicieros –mío).  Mientras que la religión, entendida como libertad, nos hace buenos, porque no crea ese conflicto interior.”

     

  • A propósito de que nos cuenta en su comentario Carlos Diaz a bote pronto se me acude lo siguiente:

    Toda obra humana comienza con un pensamiento, y toda idea innovadora comienza con una idea relámpago o intuición.

    Nuestra realidad social no hay por donde cogerla, y eso es fruto de nuestros pensamientos que se plasman en el mundo de un modo caótico como vemos en un mundo caótico.

    Donde hay que aplicar el bisturí y prestarle toda la atención es a la parte subjetiva del ser humano. Si… sobre todo la parte espiritual. Con gente equilibrada y bien orientada, fácilmente hallaremos el modo de autogobernarnos equilibradamente. Todo lo demás será dar palos de ciego.

    Por ejemplo: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, está muy bien. Pero mayoritariamente solo está en el papel,,,

    No se trata de buscar sistemas a los que adecuarnos. Se trata de primero ser libres y éticos individualmente y colectivamente, y entonces si pariremos unas leyes orientadoras de nuestras vidas.

    Hemos visto el fracaso de los lideres revolucionarios pugnando por instaurar una sociedad mas hospitalaria. Los nuevos lideres han de ser lideres en el campo subjetivo humano. Luego lideres espirituales. Eso es empezar la casa por los cimientos. cualquier ideología por buena que sea, sin esta premisa de la espiritualidad. Está condenada al fracaso. Las sociedades humanas no mejoran si no mejora el individuo.

    La ética no es una cuadricula donde meternos. La ética es una consecuencia de la espiritualidad y esta espiritualidad es o debería serlo cimientos de nuestra vida.

    Os pongo un ejemplo de líder “revolucionario” de hoy. SADHGURU. Buscarlo en Internet y veréis que es un hombre sabio sembrando sabiduría.

  • carlos diaz

    Queridos amigos y amigas:

    Agradezco siempre mucho vuestros comentarios. Creo que parezco un poco el tío calambres,  pero os aseguro que no lo soy. Quiero añadiros algo más.  José Ángel Moreno es un economista competente y una persona honesta, y por eso mismo un sufridor inevitable, pues desafortunadamente cabe preguntar si hoy una persona ética puede ser al mismo tiempo economista ética sin un espíritu trágico, el de un pesimista muy bien informado en una época de magna incertidumbre, el de un desencantado militante, para quien sufrir es la madre del conocer. No es un ingenuo en lo referente al neoliberalismo, ni es un defensor de la TINA (there is no alternative), para quienes decir ética y añadir empresarial constituyen una contradicción performativa, ni un jeremiaco conformista, sino un testigo posibilista entre el fragor y el desconcierto, un reforvolucionario, un gradualista, un partidario de la razón dialógica en economía para quien ni la ética empresarial ni sus códigos de ética deben buscar la mera maximización del beneficio económico. José Ángel Moreno boga corriente arriba en favor de las responsabilidades sociales compartidas, a fin de que quienes extraen las vetas de oro no sean los meros convidados de piedra. A tal efecto propone una democracia económica inclusiva y participativa en cuyos consejos de administración participen los distintos grupos de interés que aportan distintas formas de capital. Esta fórmula resultó eterna perdedora con el sindicalismo revolucionario y autogestionario derivado de la carta de Amiens. Echo de menos en estas páginas la reflexión sobre historia de lucha del movimiento obrero, aunque hoy este último se haya integrado en el capitalismo y en sus industrias de ocio estupefaciente, que han embrutecido la democracia, es decir, el verdadero poder popular.
    El problema del gradualismo reformista partidario de un progreso lento pero seguro es que no pone plazos, sus metas son difusas y sin fechas debajo de sus propuestas, pero los maltratados y exterminados por la economía necesitan urgentemente el ya del todavía no, aunque ni siquiera parezcan interesados en hacerlo desde su abatimiento. Pero los lentos con el bien ya están comprometidos con el mal. Hablar de urgencias soin cambiar de marcha nos hace cómplices retardatarios de las malas políticas, que no por ser lentas son menos eficaces.
    Las políticas del empoderamiento unilateral retórico y esteticista terminan en las garras de los buitres y en las fauces de los lobos, pero quien baila con lobos no genera democracias sociales participativas: cuando ellos oyen la palabra “bien común”, afilan sus colmillos y sus garras. Proponer en este ecosistema una compasión desempoderadora y solidaria es pedir peras al olmo.  El poder corporativo, empresarial y económico no saldrá del pozo tirándose de las propias orejas a modo de economía autoprofiláctica, su iatrogenia agranda la herida. Hay que hacer una enmienda a la totalidad, o desangrarse más o menos lentamente. Ante las heridas máximas no caben éticas mínimas, cada vez más mínimas, donde no todos ganan sin que pierda nadie. Por lo demás, cuanto más habla de ética, tanto más arruina el oikós y su ethos correspondiente, pues sus equívocas y vagas propuestas axiológicas quedan anuladas por su propia negatividad dialéctica, circularidad cuya inepcia genera tanto sufrimiento para la mayoría de la población mundial, pese a lo cual y en su defensa se oye el peregrino argumento de que peor se estaba en la Edad Media.
    La propuesta del mejor legislar para ser mejores en economía parece olvidar que no todo lo legal es racional, ni todo lo legal moral cuando el enmarañamiento jurídico inmoviliza a legisladores y a legislados. ¿La Unión Europea legislando para favorecer las vacunas para el Tercer Mundo? Los Derechos humanos entendidos como derechos divinos por el Derecho Internacional soberano tiene el perfil de un fondo buitres. Husserl pretendía gremialmente para la filosofía la condición de ciencia rigurosa, aunque es una ciencia desastrosa, y algo similar le pasa a la economía rigurosa por su rigor mortis. Pues existen dos tipos de evidencia según se mire desde la platea dorada, o desde el gallinero: la evidencia de los economistas, y la evidencia de las clases maltratadas. Pero ¿y si se propusiera una  economía del decrecer cocreciendo desde la cesta de la compra de la minusvalía, y no desde la plusvalía bochornosa?,  ¿acaso nunca será posible una educación en valores raciocordiales sin presunción de inocencia de nadie contra los hábitos consumistas comunes? En suma, ¿tiene capacidad de autocorrección la especie humana, o intentarlo será un anarquismo desquiciado, una indeseable enmienda a la totalidad?
    A la fe verdadera le ha sustituido el subrogado de la fe en la economía disimétrica con culto hiperdúlico a Mammona y letanía de “no dramaticemos”. El retorno a esta ética teológica remeda el retorno de los brujos al desorden establecido y al que trata de establecerse. Yo para eso no estoy.

  • Gonzalo Haya

     
    Comprendo la desazón de Carlos ante esta época de complejidad por la pérdida del sentido de la vida, desde su origen hasta su destino final, del alfa y la omega de su existencia.
    Para mí la verdad más sólida en que apoyarme es la injusticia de que niños mueran de hambre y niñas sean vendidas como esclavas sexuales; mientras que muchos de nosotros tenemos de sobra, y algunos tienen yates con grifos de oro.
    Esta verdad es una evidencia de mi conciencia, aunque sé que la conciencia es manipulable. ¡Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.
    Para un cristiano, el canon de referencia para corregir esas manipulaciones, es la vida concreta de Jesús de Nazaret y las parábolas que explican su vida.
    Podría decir que la base sólida es Dios creador, amor, providente…; pero esa base, además de manipulable, es menos experimentable y menos persuasiva que la conciencia.
    Creo que la conciencia es la Presencia de Dios en los humanos; presencia en la conciencia personal y presencia en la conciencia de la sociedad, que unos llamarán tendencia evolutiva y otroslos signos de los tiempos”. Otra cosa es que el ruido de nuestros egoísmos sofoque o tergiverse la voz de la conciencia.
    El Dios de la conciencia es más “auténtico” que el de Aristóteles, el de la Biblia y el de las religiones. Ese Dios de la conciencia emergió una vez más en la conciencia de la Revolución Francesa con el lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad, aunque, como todo, también fue manipulado. De ese pueblo insurrecto podríamos decir como Jesús que Dios se ha revelado a los sencillos y ha quedado oculto para los intelectuales,
     

  • Hola Isidoro.

    De rollo nada, he leído con mucho interés lo que cuentas. A mis ojos cada vez creces mas.

    Sabes lo de los holones:

    Los holones emergen holoárquicamente.
    Cada holón que emerge trasciende e incluye a sus predecesores.

    Estamos indudablemente en una encrucijada. Sabes que crisis es igual a oportunidad. Hemos llegado al limite de la razón y el amenazante desastre de la humanidad nos impelerá a dar un salto evolutivo. (Algo así como que el hambre espabila). El holón razón-ego dará un salto evolutivo y alcanzará otro estadio y este binomio razón-ego quedará integrado en algo mayor.

    Pero hay poderosas fuerzas involutivas. Yo invierto tu cita y digo: “donde aparece la solución, también aparece el peligro”.

    Hace una “eternidad” en mi juventud leía un discurso de Fidel Castro. Utilizaba la metáfora de que la revolución era un parto y aleatoriamente quizá fuese necesario utilizar fórceps.
    Hoy ya no seria santo de mi devoción Fidel Castro pero la metáfora me sirve: El holón se establece en el nuevo estadio. tras una lucha.

    En estos nuestros tiempos están haciéndonos los poderes diabólicos una guerra que pugna por involucionarnos. Estamos en guerra… pretenden una dictadura que tras reducir nuestra individualidad pensante a casi nada, nos metan con embudo todo lo que los 4 o 5 medios de difusión que dominan en mercado muy muy ampliamente, quieran. Que no es nada bueno para nosotros.
    Frente a esta nueva modalidad de imposición tiránica, que no necesita del uso de armas. Nosotros tampoco necesitamos armas. Simplemente nos basta estar en paz con nosotros mismos y pugnar por informarnos a partir de que sabemos que los medios generales de información, lo que buscan siguiendo la voz de su amo, es “modular” nuestra mente según intereses perversos. Y quizá quizá busquen “Reducir la población” pero de mala manera.

    Estamos entre la espada y la pared, y aquí cabe aquello de “obligado te veas”. No se lo que ganará pero sigo expectante el juego. “Se admiten apuestas…”

  • Isidoro García

    Amigo Luis: Yo quiero ser optimista, y además lo soy con ciertos fundamentos científicos.

    Hay un principio de la sabiduría perenne que dice que donde crece el peligro, crece también la solución.

    Esto se produce porque en épocas de crisis de superviencia, (cambios en el medio, falta de alimentación, etc.), se activa la creatividad y la actividad de la mente subconsciente, y es cuando más fácilmente aparecen nuevas soluciones.

    Esto científicamente tiene su correlato, en el emergentismo. El emergentismo es una fuerza imparable de la naturaleza, por la cual, se van sucediendo cambios en la estructura de los sistemas vivos, aparentemente sin causa, pero motivados por la “explosión” de múltiples pequeños cambios que se van produciendo, sin efecto aparente algunos, hasta que “explotan”, en un gran cambio estructural, generando un ser nuevo, o una cualidad nueva inesperada, que se necesita en casos de crisis.

    C.D. Broad, filósofo británico, dice: “Las «propiedades emergentes» son propiedades que surgen [emergen] a un cierto nivel de «complejidad organizada» pero que no se dan en niveles inferiores de complejidad [o se dan otras, pero distintas]”.  

    Existen en todo sistema, (como el sistema humano), unos llamados “puntos de apalancamiento”, donde con el mínimo esfuerzo se puede lograr una mejora significativa y duradera en el sistema.

    Y existe una pista para encontrar dichos puntos e apalancamiento, como nos recuerda Donella H. Meadows: los mejores puntos de apalancamiento se encuentra en el cambio de los modelos mentales, es decir, cambios en el cómo nos representamos a nosotros mismos el sistema, esto es, el paradigma o filtro con el que observamos la realidad. 

     

    Stuart Kauffman, para comprender el proceso,  propone la imagen de una serie de clavos, dispuestos en una tabla, que van siendo unidos entre sí “aleatoriamente” por unas cuerdas.

    Inicialmente no surge nada, pero con el paso del tiempo, según va aumentando el número de conexiones, (nuevos conocimientos y tecnologías), se va produciendo un tapiz, o un entramado con un significado nuevo.

    Todas las tecnologías tienden a crear un nuevo ambiente humano… Cuando una sociedad inventa o adopta una tecnología que da predominio, o nueva importancia a sus sentidos, la relación entre los sentidos se transforma. El hombre se transforma…”. (Marshall Mc Luhan)

    Hemos alcanzado la suprema categoría emergente en el Universo, la de la Inteligencia. Tan suprema que muchos la consideran la característica fundamental de la divinidad. Como el Maestro Eckart que señalaba que “Dios”, no sabe, porque es Dios, sino que es Dios, justo porque sabe.

    En nuestra mano está el utilizar esa categoría, a la que las fuerzas de la evolución han conducido a nuestra especie, utilizando nuestra inteligencia, en lugar de ser unos meros primates animales.

    Y de esta forma continuar nuestra evolución, hacia un escalón superior más inteligente aún, mediante un autoperfeccionamiento individual y colectivo.

    Ahora bien, es un proceso que alberga enormes posibilidades, pero al tiempo grandes incertidumbres sobre la dirección que seguirá dicho proceso.

    La cada vez más omnipotente tecnología, ¿podría ponerse al servicio de intereses obscuros o egoístas de unos pocos, conduciéndonos hacia una sociedad hostil y peligrosa?.

    Nuestra penúltima gran autoevolución psicológica, la que dio como resultado la potenciación de la conciencia individual autoreflexiva, y la introspección, se desencadenó por los efectos directos e indirectos, de la adquisición de una serie de nuevos conocimientos, y de sus correspondientes  tecnologías, que determinaron en gran medida una nueva organización social y una nueva estructura psicológica en los humanos.

    En el Neolítico, la generalización de la agricultura y la ganadería, con una alta productividad alimenticia, propició la sedentarización, con un fuerte incremento de la población, y el establecimiento de asentamientos defensivos grandes.

    Desaparece la horda o tribu pequeña, estrictamente familiar, con una fuerte psicología grupal y comunal, y se pasa a asentamientos grandes, donde ya no se conocen tan estrechamente sus miembros.

    El filósofo Daniel Dennett, especula que el hombre del neolítico, después de llevar miles de años pidiendo ayuda verbal a sus compañeros de tribu, se va encontrando cada vez más aislado e independiente, y tiene que empezar a contestarse a sí mismos, iniciando así la era psicológica de la introspección y el  individualismo.

    Y ese proceso nos ha traído hasta aquí. El nuevo proceso de evolución psicológica, al igual que el anterior, no se producirá por voluntarismo o ideales éticos, sino que tiene que venir propiciada por un nuevo avance en el nivel de conocimientos, que producirá unos grandes efectos y transformaciones individuales y sociales, algunos de los cuales ya se están empezando a notar, y lo harán más aún en el futuro.

    Estos cambios sociales, potenciarán unas actividades mentales nuevas en los individuos, hasta ahora no desarrolladas del todo, (aunque ya intuidas e iniciadas en algunos pioneros, que como siempre están adelantados a su tiempo).

    Las nuevas actividades “tecnológicas”, desarrollan en nuestra mente nuevos circuitos neuronales, que se incorporan a nuestra antigua “naturaleza humana”, y unas nuevas actitudes y conductas personales y sociales.

    De forma muchas veces inconsciente, el ser humano intuye sus necesidades y deseos profundos, e innova constantemente buscando su satisfacción.

    Ese es el caso del fuerte desarrollo de toda la tecnología ultramoderna de intercomunicación personal y del conocimiento.

    Cuando una innovación tiene un éxito excepcional, suele ser porque está tocando unos resortes inconscientes y muy poderosos,  innatos y constitutivos de la naturaleza del ser humano, que casi siempre permanecen ocultos a nuestra conciencia.

    Todos los escalones evolutivos de la Naturaleza, desde el momento uno, y siguiendo las Leyes generales del Universo, disponen de unos elementos potenciales no desarrollados en ese escalón, que más pronto o más tarde acaban aflorando y emergiendo y dando lugar a un escalón evolutivo superior.

    En el hombre sucede algo similar, (como no podía ser de otra forma). La psicología humanística y transpersonal, señala que el hombre tiene una naturaleza potencial, que está en proceso de desarrollar.

    Y el proceso de maduración psicológica, auto-realización, individuación, etc., consiste en ese alcanzar esas potencialidades inscritas en nuestra “naturaleza” proteica y evolutiva.

    Como la evolución es probabilística, esos saltos evolutivos con emergencia de nuevas capacidades, puede tardar en producirse. Pero cuando se producen, el cambio es irreversible, y constituyen un nuevo escalón.

    Por eso la evolución hacia unas mayores capacidades cognitivas, y una mayor capacidad de conocimiento de la realidad, es un futuro probabilísticamente seguro, determinada por la dirección de las Leyes generales del Universo, que siempre están ahí.

    Además, esa mayor capacidad cognitiva, vendrá facilitada por el avance imparable de la tecnología, fruto de nuestros avances culturales y científicos, sobre todo en genética, cibernética, robótica y tecnología psicotrónica.

    Estos avances, que ya están asomando en esta nueva época, vendrán en nuestro auxilio, en el desarrollo de nuestras potencialidades mentales.

    Es trascendental acelerar el proceso de investigación e innovación, para el  mejoramiento y extensión del nivel de nuestros conocimientos, para poder resolver los graves problemas que nos acechan, reduciendo los dolores y tragedias a la humanidad.

    La humanidad tiene que tomar una serie de decisiones importantes, y tomarlas acertadamente. Y más aún cuando la actual superpoblación de la humanidad, nos están abocando a afrontar graves problemas que hay que resolver adecuadamente.

    Lo que no ayuda a este proceso, son las actitudes anticientíficas y retrógradas, por mucha envoltura de progresismo y ecologismo, con las que se disfracen, de tanto bienintencionado, pero obnubilado por el miedo al futuro y a lo desconocido.

    Todo proceso histórico entraña peligros e inseguridades. Pero nuestro optimismo final no es gratuito. Está basado en la creencia en un determinismo cósmico positivo, que impulsa a la formación en el Universo de organismos cada vez más complejos, y en este caso cada vez más inteligentes.

    Justo en los momentos mas críticos, es cuando se activan los arquetipos del espíritu subconsciente. Por eso se dice que “de noche sale el sol”.

    (Perdón por el rollo).

     

  • (Creo que aquí viene bien el texto que traigo, entresacado de la obra de Ken Wilber.)
    “Contamos con críticas al capitalismo, el consumismo, el sexismo, el racismo, el patriarcado, los negocios impulsados por la codicia, la energía derivada de los combustibles fósiles, la economía global, la explotación del medio ambiente, el calentamiento global, el militarismo, la pobreza mundial, la brecha entre ricos y pobres, el tráfico de seres humanos, la epidemia del uso y tráfico de drogas, el hambre, la sequía, las epidemias globales, la escasez de alimentos, etcétera. Casi todas estas críticas me parecen muy adecuadas, pero hay una que, aunque nunca se mencione, probablemente sea la más importante de todas: que la cultura occidental ha perdido el acceso a las fuentes del despertar. Pues, al carecer de Verdad última que guíe, a modo de Estrella Polar, nuestras acciones globales, no sabemos muy bien hacia dónde nos dirigimos. Por ello nuestra cultura suele tirar la toalla y espera a que los avances tecnológicos resuelvan todos los problemas que nos aquejan. ¿No es ese acaso el objetivo al que apunta nuestra tecnología? Confiamos en que la tecnología solucione nuestros problemas, incluidos aquellos problemas tan difíciles que ignoramos que tenemos, pero que confiamos que los ordenadores acaben desmenuzando, identificando y resolviendo, acercándonos a un cielo transhumano en la tierra. ¡Aleluya!
    Con ello no quiero decir que esté en desacuerdo con esas visiones, lo único que pasa es que son verdades relativas, realidades relativas y soluciones relativas. Todavía carecemos de una Verdad última, un despertar a una Realidad última que, como Fundamento sin fundamento del Ser, ancle y dé sentido a todas nuestras tareas relativas. Estamos lanzándonos de cabeza a la parte honda de la piscina y alentando a todo el mundo a hacer lo mismo en una especie de suicidio colectivo. ¡Y, para empeorar las cosas, estamos orgullosos de ello! Orgullosos de estar perdidos entre verdades relativas e insistiendo en la inexistencia de toda Verdad última.”
    Hay culpables, de porque hemos llegado a mirar con lupa lo material y nos hemos olvidado de la parte subjetiva del ser humano. No me extenderé pues no deseo hacerme reiterativo en este Portal. Solo decir que abandonamos al Dios que nos perfilaba la religión de Occidente, la cristiana. Y caímos en manos de la ciencia, que sacralizamos. Pero la ciencia solo sabe medir y pesar. Lo subjetivo del humano, como el amor, el odio, la compasión, la envidia etc. queda relegada a un tipo de ciencia sin alma. Caímos de hor y coz en un materialismo “chato”, (con palabras de Wilber).

    La tecnología vía robótica e inteligencia artificial, nos podría ayudar y mucho, pero en manos sabias que buscaran nuestro bien. Creo que ese no es el caso actualmente y lamentablemente.

    Deliberadamente nos están idiotizando. Somos los viejos principalmente los que aún ejercemos ese noble ejercicio de pensar porque por nuestra mano hemos pasado paginas de libros.

    ¿No a la tecnología? NO. A la tecnología y todo poder como por ejemplo los medios de difusión, en manos diabólicas.

    “Los problemas no se pueden solucionar al mismo nivel de conocimientos que los creó” (Albert Einstein).

    Resumiendo: hay solución pero hay que trabajarla. Convertirnos de pollos de granja en águilas. La filosofía nunca morirá. Pero si la filosofía “chata” como el materialismo “chato”. Le falta darle la dimensión espiritual que tuvieran los sabios griegos. Lo que dijeran y escribieran eran virutas desprendidas de su ser espiritual. Los ilustrados se quedaron con el dedo que señalaba la Luna. No vieron mas allá.

    Yo diría una “sentencia…” Primero SE y luego cuenta algo si acaso. Necesitamos un nivel mas elevado de conocimiento. Einstein tenia razón. Entonces destilaremos la Verdad ultima Universal valida para todos.

  • Antonio Duato

    Hola, Román!

    Por mi parte, nada de “soportar” sino que te agradezco que comentes e insistas en la idea clave, por la que he publicado este artículo “cabreado” de Carlos Díaz.

    Coincide con el tema de la próxima Asamblea convocada para el 10 de diez de diciembre. El tema será precisamente FE y apuesta por los DERECHOS HUMANOS. O por el lema que inició en la revolución francesa y acogió después como propio la ilustración moderna; Libertad – Igualdad – Fraternidad. ¿Está superados esos valores? ¿Cómo se entiende y conjugan en la moderna sociedad global? ¿Cómo se fundamenran? ¿Basta ciencia, tecnología y razón uyilitaria para fundamentarlos y defenderlos?

    Me gustaría que fueran muchas y muchos quienes pensarán estos días sobre estos interrogantes y prepararan una intervención de cinco minutos como máximo, que acabase con unos objetivos para este portalico de ATRIO en esta década de los veinte. Por favor, sentiros todas y todos invitados a ello. Al principio  pensaba elegir algún ponente de categoría. Pero al final he decidido que seré yo quien presnte, una vez más, el tema y que intervenga el mayor número de atrieros.

    Y más en concreto, sobre la pinión que avanzas en tu segundo comentario, yo no diría que la “creencia en Dios Creador y sustentador” sea el único sustento  posible de esa dignidad humana en un mundo global. Pero sí que hace falta para ello una FE aunque se exprese de forma no religiosa, incluso con menalidad atea o agnóstica. El humanismo marxista o anarquista la ha tenido. Pero ¿ha sido capaz de resistir las impugnaciones a las que se refiere Carlos Díaz, tan presentes hoy da per tutto?

  • Román Díaz Ayala

    Perdonen que insista, abusando de vuestros límites de tolerancia:

    La creencia en un Dios Creador y sustentador de todas las cosas, forma parte de los Derechos Humanos y es anterior a cualquiera otro fundamento de la dignidad de la persona. Sin ello la civilización europea occidental es incapaz de apelar a otra categoría de carácter universal para sustentar tales derechos humanos.

    gracias, por lo mucho que podáis soportar.

  • Román Díaz Ayala

    El buen pensar hasta razonar con categorías filosóficas, que siempre es un más allá en torno a  los datos de primera mano y que hoy se priorizan a favor de la técnica para no escapar de lo tangible. La técnica ha alcanzado tal categoría competitiva con la filosofía que se la llama tecnología y que ya no es, o podría haber sido, una filosofía de la técnica, sino que tienen un campo y un dominio propio absolutizante ( el transhumismo, el humano cibernético…)

    Carlos parte de unos datos de principio: el filosofar se ha quedado extremadamente menguado, arrinconado a una forma obsoleta de pensar. Pero no puede reaccionar porque nos han quitado la base que nos sustenta. ¿ qué es el ser humano? ¿sobre qué o cuáles categorías universales fundamentar los derechos humanos? – Ya no tenemos ningún derecho  a apelar a un Creador apoyados en la teología, que es el regalo divino, como el fuego lo fue para los hombres – aunque arrebatado según la mitología griega – y así hasta la Teodicea, una a modo de teología racionalista, o sea, filosofía pura y dura, ya no tiene cabida.