Con el deshielo de los cascos polares y del permafrost, el metano liberado ha agravado fuertemente los trastornos climáticos al sumarse a los otros gases de efecto invernadero: el CO2, el ozono (O3) y el óxido nitroso (N2O). Por tanto, no estamos yendo al encuentro del calentamiento climático. Estamos inmersos en él. El Acuerdo de París de 2015 sobre la reducción de los gases de efecto invernadero que daba alguna esperanza, no fue cumplido. Al contrario, la emisión creció un 60%. China es el mayor emisor con un 30,3%, seguida de Estados Unidos con 14,4, y los europeos con un 6,8%. El deterioro fue generalizado.
Científicos y estudiosos del clima ya han declarado una emergencia climática. En las duras palabras de Patricia Espinosa, Secretaria Ejecutiva de la ONU sobre Cambio Climático en la apertura de la COP26: “Estamos camino de un aumento de la temperatura global de 2,7 grados centígrados cuando deberíamos alcanzar la meta de 1,5 grados. Sabemos que, con este nivel de calentamiento, gran parte de las especies no conseguirán adaptarse y desparecerán. Millones de seres humanos pobres y vulnerables estarán en grave peligro.
¿Cuál es la causa? Datos de la comunidad científica enviados a la COP26 para ayudar en las decisiones acertadas, dan una respuesta: “el cambio climático está causado por el carácter del desarrollo social y económico, producido por la naturaleza de la sociedad capitalista, que se muestra insostenible”. Por tanto, el problema no es el clima sino el capitalismo que no reconoce una ecología ambiental ni político-social.
Ante la gravedad de la alarma ecológica, los resultados de la COP26 han sido desalentadores y frustrantes. Sólo se han hecho recomendaciones en el sentido de reducir los gases hasta 2030. Debería ser a la mitad, pero nadie asumió esa meta. Muchos, vagamente, presionados por las críticas en sus países, como Brasil, hicieron promesas, pero sin ninguna vinculación. China y la India, decisivos para la mitigación y adaptación, guardaron silencio. Podemos entenderlo: en las Conferencias de las Partes (COP) están los representantes de gobiernos, prácticamente todos de régimen capitalista. Este, por su dinámica interna, no está nada interesado en los cambios, pues sería contradictorio. Ellos están apoyados por las megacorporaciones del carbón, del petróleo, del gas, que se han opuesto siempre a los cambios para no perder sus ganancias. Han estado presentes siempre en todas las COPs presionando fuertemente a los participantes en un sentido negacionista. Se ha discutido ampliamente sobre el carbón y el paso a una energía limpia, pero solamente trece países pequeños asumieron un compromiso, no China ni Estados Unidos, los que más lo utilizan.
Otro escenario es la COP26 paralela que se realiza en la calle con miles de representantes de todos los pueblos del mundo. Allí se dice la verdad que los gobernantes no quieren oír: tenemos poco tiempo, tenemos que cambiar de rumbo si queremos salvar la vida y nuestra civilización. Muchos carteles decían: “nos están robando el futuro, queremos una Tierra viva”. De ahí se entienden las palabras del Papa Francisco, y otros religiosos, en un mensaje enviado a la COP26: “Hemos recibido un jardín y no podemos dejar a nuestros hijos un desierto”.
En este contexto, fue importante el quinto Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza y de la Amazonia. Estaban presentes los representantes de los nueve países que componen la Amazonia, entre otros defensores. Se reafirmó el hecho de que la naturaleza y la Tierra son sujetos de derechos, como aparece ya en las constituciones de Ecuador y de Bolivia y es cada vez más un nuevo dato de la conciencia colectiva.
La Amazonia con cerca de 6 millones de km cuadrados y habitada por cerca de 500 pueblos diferentes recibió una atención especial. El lema básico era: “La Amazonia: una entidad viva amenazada”. Vinieron indígenas con sus distintas organizaciones, dando testimonio de su resistencia, de los asesinatos de sus líderes, de la invasión de sus territorios, trajeron vídeos de sus culturas, danzas, expresiones de su remota ancestralidad.
De lo profundo de la selva se oyó un grito de otra forma de vivir y de confraternizar con la naturaleza, probando que se puede vivir bien sin destruir. Los pueblos originarios son nuestros maestros, pues sienten la naturaleza como prolongación de su cuerpo, razón por la que la cuidan y la aman como a sí mismos.
Después de una minuciosa fundamentación científica que sirvió de sustrato para las discusiones, bien presenciales o virtuales, se llegó a este veredicto:
“El Tribunal condena por los crímenes de ecocodio, etnocidio y genocidio de la Amazonia y de sus pueblos, a los directamente responsables, a saber: bancos, financiadores de los megaproyectos; empresas internacionales: empresas mineras y privadas, empresas de agronegocios. Y finalmente, a los Estados por permitir las acciones criminales contra la Amazonia… por la violencia estructural, avalando las acciones de organizaciones criminales que invaden los territorios de los pueblos tradicionales y son actores impunes de asesinatos, secuestros de líderes indígenas, y de defensores de los derechos humanos y de los derechos de la naturaleza”.
El veredicto detalla varias medidas a tomar principalmente en favor de los pueblos indígenas, como defensores naturales de la Amazonia, el reconocimiento de la Amazonia como sujeto de derechos, la reparación y restauración de su integridad y la desmercantilización de la naturaleza. Se creó la expresión: tenemos que amazonizarnos para regular los climas y garantizar el futuro de la biodiversidad.
Se decidió hacer en julio de 2022 un Foro Social Panamazónico, en Belém do Pará, en la Amazonia brasilera. Tratará sobre las alianzas entre todos los pueblos originarios, en la convicción de que la floresta panamazónica es fundamental para regular los climas de la Tierra y para garantizar la perpetuidad de la vida en el planeta. La vida humana podrá eventualmente desaparecer y la Tierra seguirá girando alrededor del Sol, pero sin nosotros. Esto puede ser evitado si hay una alianza global de los humanos en favor de la vida en toda su diversidad. Tenemos medios, ciencia y técnica. Nos falta solo la voluntad política y el lazo afectivo con la naturaleza y con la grande y generosa Madre Tierra.
*Leonardo Boff es miembro de la Iniciativa Internacional de la Carta de la Tierra y ha sido participante del Quinto Tribunal Internacional del Derecho de la Naturaleza y de la Amazonia, realizado híbridamente, presencial y virtual, en Glasgow durante la COP26.
Traducción de Mª José Gavito Milano
Sí, la naturaleza también se contamina a sí misma -y a los que vivimos en ella-, y esto por necesidad no evitable. Pero como la containación tiene un límite tolerable, lo razonable es que nosotros no echemos más leña al fuego, porque podemos pasarnos el límite tolerable. Y, de pasarnos, convertiríamos el planeta habitable y bello en desierto… Y dejaríamos como herencia a nuestros siguientes un planeta pobre, desértico, lo que sería una grave irresponsabilidad, que solo definiría el nivel de desarrollo emocional y mental de los responsables de hoy… Hay que trabajar para que el pre-sapiens sea más sapiens y deje una buena herencia, no un desfalco… Y esto es cuestión de todos, empezando por los que ostentan el poder, y que dominan y mandan también en las reuniones “de alto nivel”… Digo de todos, porque ahí están los plásticos del mar mundial…, que matan, y los vertidos a nuestro Mar Menor, por acabar con este ejemplito, tan cercano…
¿La escuela es la respuesta? Una anténtica educación en valores (que ayude a liberar también de ídolos y de adiciones) parece esa respuesta, pero solo si la escuela no está invadida por el poder que ciega… y manda con programas de interés particular… Por eso, hay que agradecer y apoyar el trabajo de esa minoría que mira por la tierra que nos acoge y nos mantiene.
El volcán de La Palma ha liberado a la atmósfera en dos meses de actividad la cantidad equivalente de dióxido de azufre como la que emitió la actividad humana en los 28 países de la Unión Europea durante todo 2019. Conviene reflexionar sobre la sabiduría de la Naturaleza a la que numerosas personas con avales de su propio coleto atribuyen equilibrios de todo tipo en ecologías varias, en protección de sistemas y especies y en toda suerte de divinas decisiones acertadas. El papanatismo no lo poseen solo los que creen en los poderes mágicos de Xavi Hernández para hacer vudu futbolístico.