Del 31 de octubre al 12 de noviembre de este año tendrá lugar la vigésima sexta edición de la COP (Conferencia de las Partes) de la ONU en la ciudad de Glasgow en Escocia. El gran tema a ser tratado por los 191 países participantes es cómo controlar el calentamiento global, resultado de la emisión de gases de efecto invernadero. Según el reciente informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) el panorama mundial se presenta más sombrío que nunca. Tenemos solo una década para reducir por lo menos a la mitad las emisiones de CO2. En caso contrario alcanzaremos un calentamiento de 1,5 grados centígrados. Con esta temperatura ocurriría una grave devastación de la naturaleza, pues la mayoría de los seres vivos no se adaptaría y podría desaparecer; alcanzaría también dramáticamente a la humanidad, con millones de emigrados climáticos, ya que sus regiones se volverían demasiado calientes para vivir y producir; además, podría ocurrir la irrupción de una vasta gama de virus que sacrificarían seguramente un número inimaginable de vidas humanas, mucho mayor que la actual Covid-19.
Debido a lo que se ha acumulado ya en la atmósfera, pues el CO2 permanece en ella de 100 a 120 años, los cambios que hagamos ahora no cambiarán el curso creciente de los eventos extremos causados por esta acumulación; al contrario, tenderán a agravarse como vimos en la inundación de la ciudad de Nueva York por el agua del mar. Ni la geoingeniería, propuesta por la ciencia, detendría el nivel de los cambios climáticos. Razón por la cual muchos estudiosos del clima sustentan que hemos llegado demasiado retrasados y no hay cómo dar marcha atrás. Esta constatación ha hecho que innumerables científicos se hayan vuelto escépticos y tecnofatalistas. Sin embargo, afirman que si ya no podemos cambiar el curso del calentamiento creciente podemos por lo menos utilizar la ciencia y la tecnología disponibles para minimizar sus desastrosos efectos. El clima actual comparado con lo que viene, nos parecerá benigno.
El informe del IPCC es contundente al afirmar que esta situación es una consecuencia absolutamente segura de actividades humanas dañinas para la naturaleza (desarborización, utilización excesiva de energía fósil, erosión de la biodiversidad, desertificación creciente y maltrato de los suelos etc). Es imperioso reconocer que estos trastornos climáticos tienen poco que ver con la gran mayoría de la humanidad empobrecida y víctima del sistema imperante. Este produce lamentablemente una doble injusticia: ecológica, al devastar ecosistemas enteros, y social, haciendo aumentar la pobreza y la miseria a nivel mundial. Los verdaderos causantes son las megacorporaciones industrialistas y extractivistas mundializadas que no respetan los límites de la naturaleza y que parten de la falsa premisa de un crecimiento/desarrollo ilimitado porque los recursos naturales también serían ilimitados. La encíclica Laudato Sí del Papa Francisco declara como mentira esta suposición (n.106).
¿Qué esperar de la COP26 en Glasgow? Muchos ponen en duda si habrá consenso suficiente para mantener el Acuerdo de París, con el compromiso de reducir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero hasta llegar a reducirlos a cero hacia 2050. Sabemos, sin embargo, a partir de las COPs anteriores, que la agenda está controlada por los agentes de las megacorporaciones, particularmente del petróleo y de la alimentación entre otras. Ellas tienden a mantener el statu quo que las beneficia y se oponen a transformaciones de fondo que las obligaría también a cambiar su modo de producción y a disminuir sus ganancias en función del bien general planetario. Así que crean obstáculos al consenso y frenan medidas más drásticas ante el deterioro evidente del equilibrio climático de la Tierra.
Obviando un largo razonamiento, diría simplemente lo que la Carta de la Tierra (2003) y las dos encíclicas ecológicas del Papa Francisco, Laudato Si: sobre el cuidado de la Casa Común (2015) y Fratelli tutti (2020) afirman con toda seriedad: tenemos que operar una “profunda conversión ecológica” pues «estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o no se salva nadie» (Carta de la Tierra, preámbulo y final; Fratelli n.30.34).
Pero sucede que el tema de cómo es nuestra relación con la naturaleza: ¿de rapiña o de cuidado? ¿de protección de su biocapacidad o de agotamiento de sus bienes y servicios necesarios a nuestra vida y a la supervivencia?, no está planteado y por no estar planteado tampoco es considerado ni respondido.
La Tierra y la naturaleza son sin embargo el Gran Player. De que las preservemos dependen todos los demás proyectos de los players y el futuro de nuestra civilización. El análisis de la situación degradada de la Tierra, innegable y desenfrenada, nunca es considerado en las distintas COPs. La centralidad está ocupada por la economía política vigente, el player dominante, el verdadero causante de los desequilibrios climáticos. Este nunca es puesto en cuestión.
El verdadero player salvador es la naturaleza, la Tierra-Gaia, totalmente ausentes en todas las COPs y suponemos que también será así en Glasgow. En la perspectiva de Fratelli tutti: o pasamos del paradigma del dominus, el ser humano desligado de la naturaleza y entendiéndose como su dueño y dominador, al paradigma del frater, el ser humano sintiéndose parte de la naturaleza y hermano y hermana de los humanos y de todos los demás seres de la naturaleza o si no, vamos al encuentro de lo peor. Esta es la quaestio stantis et cadentis, es decir, la cuestión fundamental, sin la cual todas las demás cuestiones se invalidan.
Esta vez el futuro está en nuestras manos. Como afirma al final la Carta de la Tierra: «como nunca antes en la historia, el destino común nos exige buscar un nuevo comienzo». En su sentido más profundo, esta es la lección que la Covid-19 nos quiere dar. ¿Volveremos al antes, aterrador para la mayoría de la humanidad, o tendremos valor para un “un nuevo comienzo”, contrario al Great Reset (el gran reinicio) de los multimillonarios?
¿Deseamos un verdadero “nuevo comienzo” beneficioso para toda la comunidad de vida especialmente para la Casa Común y para nosotros, sus habitantes, incluida la naturaleza? Es la condición para nuestra continuidad sobre este pequeño y esplendoroso planeta Tierra.
*Leonardo Boff es ecoteólogo y ha escrito Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo escapar del fin del mundo, Record, Rio de Janeiro 2010; con J.Moltmann, ¿Hay esperanza para la creación amenazada? Vozes, Petrópolis 2014.
Traducción de Mª José Gavito Milano
“Buscad el Reino de Dios y Su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” dice el Señor.
Sin duda tenemos que cuidar con esmero lo que se nos dio junto con el ser. Hemos abusado de los bienes otorgados incluyendo el suelo que pisamos y no hemos sabido agradecer la belleza que ha sido infundida en el Cosmos.
.Sin embargo nuestro destino final no se queda aquí sino que es trascendente. Nos lo definió Jesús al enseñarnos los verdaderos valores de la existencia que van más allá de la materia pues este mundo pasa y de hecho está pasando. Por eso hemos de poner las cosas en su verdadera perspectiva porque esta vida de la tierra con toda su maravilla y su drama no es permanente y está ordenada a la verdadera vida que es la vida eterna..Ahora solo vemos el espejismo..”entonces veremos cara a cara” que es la verdadera Realidad. Debemos aspirar como dice Pablo a un “camino mejor” que nos conduzca a ese Amor real.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Estos días se reúnen en Glasgow (¡por 26ª vez!) representantes de casi todos los países que integran la ONU, con el fin -en esta ocasión- de analizar y tomar medidas que eviten – reduzcan el calentamiento global de la tierra. Digo de casi todos los países, porque faltan algunos de los que más contaminan. (Por supuesto, tampoco están los megacontaminadores oligarcas, que no aceptan ni siquiera esas reuniones.) Es cierto que estamos cansados de tales “cumbres”, que se quedan en nada o casi nada, pues no bajan a la arena… Cumbres que inspiran mucho escepticismo…, y por ello tal vez demasiada pasividad. Pero, pese a todo, no debemos descuidarlas, por las graves consecuencias que ese “dajar pasar” lleva consigo: Catástrofes climáticas, muertes, hambrunas, emigraciones…, y mayor inestabilidad global para el futuro. “Dejar pasar” genera pandemias más terribles… Por eso es necesario presionar, manifestarse, denunciar errores y abusos sin control…
Como digo, algunos o muchos escepticos pasarán, porque no creen en la eficacia real de esas reuniones – cumbres… Pero el tema es para no pasar, es para plantear y replantearlo en toda ocasión propicia y no propicia, señalando causas (y si es preciso, causantes) de modo insistente, sin desfallecer. Y es que en ello nos va la vida y el futuro… Por otra parte, en muchos casos, más que escépticos lo que hay son “mani-atados” (¿acaso también “menti-atados”?), incapaces de reeaccionar o “modelados” para justificar…, y servir al amo, al mega-poderoso caballero… Mientras no nos liberemos de esas cadenas, nuestra pasividad o nuestra ceguera persistirán, y en este caso “la vida-tierra sigue igual” o irá de mal en peor…
Por eso conviene no pasar de largo e insistir reivindicando persistentemente. Con nuestra insistencia en la denuncia estaremos preparando el camino del cambio, aunque sea lento… Es verdad que la ciencia puede echarnos una mano para corregir nuestros errores y atropellos, pero esa posibilidad de la ciencia no debe tranquilizarnos, porque las soluciuones científicas pueden tardar, y algunos con razón podrían decir: “largo me lo fiais”…
No podemos olvidarnos de que de las entrañas de la tierra hemos salido, y que más que nuestra nodriza es nuestra hermana y madre. Y que si maltratamos la tierra, nos dañamos a nosotros mismos… Si el segundo mandamiento es semejante al primero, en ese segundo mandamiento -amar- creo que hay que incluir la tierra, que, tras una larga y laboriosa gestación, nos parió, nos acoge y sustenta… Por eso, no es solo un sentimiento poético decir “hermana y madre tierra”.