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La engañótica, placebo de la ansiedad

          La ansiedad a gran escala es un fenómeno psicológico relativamente nuevo. No se daba entre el campesinado eternamente unido a la misma tierra generación tras generación, unidas por el respeto de los hijos a los padres y temiendo posibles malas cosechas.

Desde perspectiva social, la ansiedad es un fenómeno que surge con la revolución industrial, es decir, con la universalización del trabajo mecanizado y en cadena durante estresantes jornadas fabriles. Esto ha traído ventajas e inconvenientes, pero en cualquier caso ha desarraigado a los individuos y a la sociedad, necesitada de un proceso de acomodación laboral permanente.

          A cambio de no poder tener vida privada ni familiar, dedicamos lo mejor de nosotros mismos a las empresas para las que trabajamos en un proceso de readaptación permanente. Los cambios frecuentes de residencia, las incertidumbres y la volatilidad de un trabajo precario, el escaso tiempo de convivencia intrafamiliar, la entrada en contacto con un mundo abierto al horizonte de los deseos a través de las redes sociales, todo ello ha alterado la vida tranquila y a veces en exceso rutinaria: “Nuestra sociedad vive mejor gracias a la tecnología, pero también está condicionada por los usos tecnológicos abusivos, especialmente en el cuidado salud, que llevan a pedir de los profesionales ejercer la medicina del deseo, alimentada por expectativas tecnológicas exageradas es exigida por pacientes y usuarios, desde un optimismo patológico y forzando prestaciones sanitarias, costosas y poco eficientes. Esa falta de medida, mesura y humildad está enmarcada por la existencia de sociopatías vinculadas al miedo, ansia, ambición o inmadurez, también a estados de ignorancia y mediocridad. Nuestra sociedad, tiene disnea o disfagia: no entran en ella el aire ni el alimento, que determinan a manera de síndrome alteraciones de la percepción del entorno, del pensamiento, la voluntad y la memoria. Nos hemos convertido en ansiosos tecnológicos, cuando lo adecuado sería utilizar la tecnología en un contexto social, político, ético y filosófico, propio de una sociedad que desea ser más culta y más justa” [1].

          Este nuevo tipo de vida psíquica desbordada ha alterado el orden de los afectos, que a su vez se ha traducido en una disminución de la duración en las relaciones de pareja. El desarraigo, la desazón vital, produce sentimientos de abandono e inseguridad, y entonces el camaleonismo tiene la última palabra. Para ser aceptado hay que mentir mucho, volverse social y políticamente correcto, caer de pie como los gatos, no moverse de los ideologemas dominantes porque quien se mueve no sale en la foto. Nos miramos al espejo y no hallamos nuestra verdadera efigie, quién sabe si somos quienes somos, para qué esforzarse en saber si tenemos alguna identidad debajo de las apariencias. Somos, si estamos, no faltando mercenarios de la guerra que se presentan como los señores de la paz.

          Vivimos, pues, dentro de un universo engañótico, en una engañología entre la perplejidad, insinceridad y la mentira no solamente respecto a los demás, sino también el autoengaño, con la subsiguiente carga de frustración y de autodesprecio subyacente en las horas bajas. Si la verdad trae mala suerte, mejor la postverdad lábil, líquida, acomodaticia; el proceso engañótico se desliza como el fuego y la lava de un volcán ansiogénico, cuyas fumarolas son:

  • a) Enormes campañas publicitarias para vender aparatos y sistemas producen consumidores compulsivos en todas las clases sociales, que cada vez necesitan más y más nuevo, última generación y gama elevada.
  • b) Hiperestimulados por esa publicidad que nos promete el paraíso en la tierra, los robots pasan a convertirse en interlocutores amigos: un robot y un perro solucionan muchos problemas relacionales. Ahora los raritos son quienes no tienen ningún robot, ningún perro, o ningún teléfono móvil; nosotros somos el paradigma de la memez de la posmodernez.
  • c) Cuando nos vemos engullidos por la dependencia producida por el uso compulsivo, recurrimos a interminables terapias de mantenimiento, de “vuelta a la normalidad” (normalidad que tal le parece al anormal). Ya que no podemos derrotar a la dependencia, nos aliamos con ella procurando controlarla. Las terapias banales, interminables y rentables para el terapeuta manipulador del paciente-cliente, sirven además de entretenimiento para las agendas vacías.
  • d) Correlativamente, los encargados de la salud mental a niveles estatales y gubernativos se muestran blandos, condescendientes, “comprensivos” con la pandemia, pues también ellos están contaminados y temen perder votos si intervienen de forma seria y correctiva en Sodoma y Gomorra. El mal de muchos pasa a ser consuelo de tontos.
  • e) Ante la imposibilidad de mejorar la situación ya irreversible, y para evitar el pánico, se normaliza el estado de peste: “Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada, pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros: que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”[2]. La red engañótica, fábrica de pensamiento único, ofrece el consuelo de unas pompas fúnebres presididas con Mammona, el becerro de oro.
  • f) Si bien las dependencias generan interacciones estocásticas, nadie se lo cree en el fondo, e incluso quienes se encuentran atrapados en la tela de araña cada vez más densa se supervaloran recurriendo al autoengaño: ellos romperán los hilos de la red cuando así lo deseen con suma facilidad, deportivamente incluso: “A muchos sucede lo que al caminante, que en tiempo de lluvia se encuentra con un arroyo, que pudiera pasar de un salto; y diciendo, adelante lo pasaré, mientras baja más abajo, lo halla mayor y con más agua, y no lo puede pasar. Así al que, al principio, con un salto de dolor pudiera pasar a la otra parte de la buena vida no lo hace, dilatando la penitencia para adelante, crecen con los días las dificultades, con que se va haciendo más inhábil cada día”[3].
  • g) La sumisión necesita inventar a un deus ex machina, que barra el mal del escenario antagónico al modo de las tragedias griegas: el tecnopanteísmo con formato de agatonismo inocente: disfruta de la vida y ayuda a otros a vivir una vida digna de ser disfrutada. Ahora bien, como no se dice cómo deba ser disfrutada, a esta pluripotencia de tecnocaprichos se le denomina finalmente tolerancia, convertida en el segundo mandamiento del tecnopanteísmo El ciborg, ese sistema computacional hombre-máquina, toca ahora el cielo con sus manos.

 

[1] Bandrés, F: Tecnología y humanización de la asistencia sanitaria. Editorial Mounier, Madrid, 2022, pp. 42-43

[2] Camus, A: La peste.

[3] Mañara, M: Discurso de la verdad, parágrafo VIII.

9 comentarios

  • Javiierpelaez

    Sin embargo,aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid ,voy a hablar de esos 20 puntos que ya comenta Leonardo Boff de El Mundo que nos espera que habla The Economist y voy a hablar del teletrabajo y de la inteligencia artificial…Atisbándose el fin de la pandemia ya salen a sermonearnos los grandes empresarios(el Papa tb,en otro sentido claro).Parece como una oportunidad,incluso aquel que dijo que viviríamos unos nuevos años veinte de desenfreno sexual(y por ahora lo que vemos es botellones de jóvenes con unos ciertos grados de violencia…Tanto predicar la libertad que aquí nadie se acuerda de que en Madrid hay una ley autonómica que sanciona beber en la vía pública,imposible de cumplir cuando botellonan 25.000 personas en la Complutense ..).A lo que iba los empresarios se las prometen muy felices en The Economist : deslocalización de la contratación de personal por el teletrabajo(se contratará aquí o acuña),jornadas leoninas de teletrabajo,impago de impuestos por la deslocalización,conversión de las casas en el lugar de trabajo(a nuestra costa),turismo de élite para unos pocos,incluso servicios religiosos online en  que vas a comulgar por Skype, telemedicina…Donde yo trabajo se ha impuesto el teletrabajo incluso para los que no podemos teletrabajar porque tenemos que ir tres y cuatro días por semana a juicio…Es cierto que hay juicios zoom….Yo ,como tengo la suerte de vivir a 30 minutos del trabajo en metro,me he negado a acogerme a la estupidez…Me gusta ir al tbjo a ver a mis compañeros con mascarilla,me gusta ir a juicios presenciales a ver a los seres humanos,me gusta ir en metro viendo seres humanos,me gusta andar por la calle viendo seres humanos con mascarilla…Me niego en redondo a trasladar el trabajo a mi casa fuera de mi jornada laboral y si tengo que buscar sentencias en casa(cosa no infrecuente,este finde he trabajado algo cuando me recuperé del cabreo del artículo de González Faus porque no me dió tiempo el viernes),lo hago por el móvil con que escribo…Entiendo que existan personas que por razones de movilidad les interese el teletrabajo…Ya en cuanto a los servicios médicos por telellamada que proponen los ricos de The Economist,no quisiera extenderme sobre la profunda indignación que me provoca la atención primaria telefónica en Madrid  porque no quiero ofender a los médicos y a las autoridades sanitarias…El ojo clínico no puede ser telemático,ni oído clínico….En la Administración estamos llegando a tales níveles de desvergüenza que alguien quería poner una demanda para que le indemnizaran por volver a trabajar presencial….Todo el mundo sabe que usando mascarilla en lugares cerrados y rehuyendo las aglomeraciones,el trabajo presencial que no reúne la característica de aglomeración no supone ningún peligro…Peligro tiene conducir un autobús,trabajar en un supermercado,ser camarero ….tb las aglomeraciones en los hospitales (en la atención primaria y en los centros de especialidades es mucho más dudoso si se separa la zona Covid).Por lo demás estos grandes ricos de The Economist omiten que cuidar  el ganado,recogida de alimentos,el pescar lo que comemos,no se puede hacer telemáticamente….En fin,que estos ricos de The Economist  están pensando volver a forrarse a nuestra costa….En cuanto a la presencia de los robots ya hablaremos cuando lleguen….Si llegan a sustituir a la mano de obra en masa, convendría tb que sustituyeran a los ricos….Los ricos son una panda de descerebrados…

  • carlos diaz

    Queridos amigos de Atrio:

    Que estamos en otra era, ciertísimo. Que nos guste o no, ciertísimo.

    Que por estar en otra era hay que remar con la corriente o no remar contracorriente, falsísimo. Yo noche nacido para camarón que se duerme, siempre he luchado contra lo que he estimado indefendible. Otra era era aquella anterior a esta en que todo el mundo era franquista. Y yo a luchar contra ella. Y así siempre. El ser que no es lo que debe ser, no debe ser. No he cambiado el paso, ni lo he acompasado. Aunque pese a todo siempre he querido ser compasivo.

    Gracias por vuestros comentarios.

    Y un gran abrazo

    • Isabel

      Muy de acuerdo.
      Dice Errejón, cómo no legalizar el cannabis, si está aceptado socialmente.. argumento para asumir que no hay más que dejarse llevar por la corriente.

    • Carmen

      Remar o no a favor de la corriente es una opción personal. Le aseguro que lo sé.
      Pero no todas las corrientes son iguales, contra las las dos que modifican el clima de nuestro planeta, la del Golfo y la del Atlántico Norte, creo que son, diría que contra esas tienes la guerra perdida. Podrás tratar de preveer las consecuencias, pero nada más. Porque El clima se modificará.
      Un saludo cordial.

    • Javiierpelaez

      Ir contracorriente está bien.Pero hay que convenir que el “mundo digital”(por llamarlo de alguna manera),no el consumo del “mundo digital”(que es una forma más del consumo),el “mundo digital” es un fenómeno ambivalente tiene infinitas posibilidades y no menos peligrosos….En nuestras manos está relativizar sus logros,mejorar las cosas buenas que trae y criticar implacablemente sus abusos…Piensa Carlos que los que no disponen de una buena conexión digital(por ejemplo en zonas de la España vaciada) lo están reivindicando para asentar a la población joven que ya hace cosas en las redes impresionantes(me refiero a la juventud rural).Es el mundo de los jóvenes…Yo soy migrante digital en el trabajo y de tecnologías sé más bien poco(incluso por la presbicia y la inutilicia escribo más bien lento),pero creo que nosotros tenemos que intentar comprender a los que vienen detrás…

  • Javiierpelaez

    Ja,ja…Xacto

  • Javiierpelaez

    Carlos estoy de acuerdo con esta reflexión para los adultos porque nosotros conocimos un mundo pretecnológico y sabemos que se puede prescindir de todo esto…De hecho cuando el otro día cayó WhatsApp (según sugería Soledad Gallego Díaz porque le estaban haciendo una encuesta pública a Facebook en el Congreso de EEUU, qué mejor amenaza del sinvergüenza de Zuckeberg que causar un daño de millones de dólares a las empresas),se me desinstaló todo el móvil porque monté un lío con este móvil chino(perdí todas las fotos y por eso aparezco como Javiier…).Sin embargo,pensé qué bien viviría sin móvil….Yo viví el mundo pretecnológico,pero mi hija y otros jóvenes,no…Debemos comprender a los que nacieron en el mundo tecnológico y ayudarles…Nosotros(los babymoomers de los 60) debemos ayudarles porque ,aparte de ser nuestros hijos,nos van a pagar las pensiones…A no ser que mañana se pongan impuestos a los robots…Por lo demás está comprobado  que el exceso de tecnología produce ansiedad….Por no hablar de cosas superdañinas como la superexposición pública de determinadas personas en las redes….Incluso de personas que no viven de su imagen….Carlos tenemos que ayudar a los jóvenes…

    • Carmen

      Tienes razón, javiier.
      Cuando empezó todo esto de la tecnología, el padre de mis hijos, profesor de literatura y su madre, maestra irredenta, mantuvimos una lucha a muerte contra ese mundo que veíamos peligroso para nuestros hijos, especialmente contra los videojuegos que se volvieron muy violentos. Lucha a muerte, que perdimos, claro.

      Pues hace un par de años o tres, mi hijo pequeño que estudió una ingeniería me dijo: mamá,este mundo ha venido para quedarse, como la electricidad. Tengo 30 y algún años y me cuesta y eso que trabajo sin moverme del ordenador. Todos los diseños, todo, todo se hace por ordenador. Y noto que la gente que ha nacido después, se mueve en este mundo con una soltura envidiable. Y que sepas que me defiendo porque de pequeño ni caso os hacia y jugaba todo lo que podía y manejaba el ordenador.
      Por eso me salvo.
      Me quedé mueeeerta.

      Y es que estamos en otra era. Nos guste o no. Es lo que hay. Mi abuela murió sin entender qué hacía ese señor hablando tanto metido en una caja con una ventana dentro del salón de su hija, mi madre. Y sobre todo como cabía ahí dentro.
      Pues eso.