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Los bienes de la Iglesia, ¿de quién son?

¡Ojo! Este  artículo estuvo colgado varios días con un falsa atribución a Antonio Zugasti. ¡Rectificado! AD.

      En la primera guerra campesina, envuelta en una cuestión dinástica, que asoló nuestra vieja piel de toro, durante el siglo XIX, el gobierno liberal necesitaba urgentemente dinero para aplastar la rebelión. Para ello dictó unas leyes desamortizadoras, expropiando los bienes de los señoríos, de la Iglesia y los comunales de los pueblos. Los sacó a pública subasta, con lo que una minoría con posibles económicos se enriqueció bruscamente y su suerte quedó ligada a la dinastía isabelina.

      La codificación del Derecho Canónico centralizó los bienes eclesiales que quedaron sujetos a la férula episcopal. Antes pertenecían a los pueblos o expresándolo mejor al Pueblo de Dios de cada una de las parroquias. ¿Cómo se habían adquirido? Unas veces por el pago de diezmos exigidos coactivamente, otras por donaciones voluntarias o herencias por voluntad del testador.

      En el siglo XX, ya en la actual democracia, bajo el gobierno Aznar, una reforma de la ley hipotecaria, convirtió a los obispos en fedatarios públicos. Bastaba una mera certificación suya para poder inscribir en el Registro de la Propiedad cualquier bien como de su propiedad. Con ello se produjeron miles de inmatriculaciones (re-amortizaciones las llama Pikaza). No se sabía su número exacto, ni qué bienes eran.

      Ahora se han hecho públicos. Un portavoz eclesial se ha adelantado a proclamar que están dispuestos a reconocer aquellas inmatriculaciones mal hechas. En el mismo sentido, se ha manifestado una ministra del gobierno. Con ello, la vía es la judicial: litigios para conseguir la restitución a quienes acrediten ser sus dueños.

      Se habla de la mezquita de Córdoba y de la Giralda de Sevilla como los casos más notorios. Antiguos edificios musulmanes antes de la llamada Reconquista. ¿No se edificarían sobre templos cristianos antes de la llegada del Islam? ¿Habría que devolverlos a las comunidades islámicas? ¿Al Estado o a las ciudades donde se encuentran? Como siempre, lo que se discute ¿no es cuestión económica, los ingresos que aportan los visitantes?

      La pregunta queda en pie: ¿de quién son los bienes de la Iglesia? La única respuesta evangélica es ésta: de los pobres. ¿No debe venderlos y entregar lo que se obtenga a sus legítimos propietarios?

3 comentarios

  • La realidad que se vive hoy en día es que la Iglesia católica ha acumulado una riqueza inmobiliaria incontable, inmensas catedrales, iglesias, casas parroquiales palacios de los obispos o arzobispos grandes conventos, etc, etc….y esto contra todo lo que Jesús enseñó y recomendó una iglesia o comunidad de cristianos pobres, como fue las primeras Iglesias cristianas…Ahora se preguntan a quien pertenece toda esta riqueza inmobiliaria en la Iglesia católica…pues pertenece al pueblo que los ha donado o ha construido esos edificios y no a la jerarquía de la Iglesia que los han inmatriculado todos esos bienen como propiedad suya….por tanto la propiedad de esos bienes debe volver al pueblo, vale decir a las municipalidades que representan al pueblo.

  • Juan A. Vinagre Oviedo

    Ante la pregunta que formulas, Pedro, y la historia que recuerdas, solo me viene en este momento a la mente esta otra pregunta: ¿Es que la Iglesia-Fraternidad de Jesús debe tener bienes, que no sean necesarios para vivir con moderación, sin lujo alguno?

    El testimonio de moderación de vida, sin propiedades ¿no fue una condición necesaria que impuso Jesús cuando mandó a discípulos, como ensallo, a anunciar el Reino? No llevéis oro ni plata ni dos túnicas…  Solo testimonio, sin alforjas…

    Los bienes tradicionales de la Iglesia sobran y le quitan fuerza de convicción… ¿Los bienes excesivos no son un modo de compaginar Dios y dinero?  ¿No son puro antievangelio? ¿No sobran alforjas…?

  • ELOY

    Un punto de interesante reflexión.