Se equivocó la paloma
se equivocaba
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana
Rafael Alberti
Creyó que el mito era cierto
que la muerte era la vida
ESQUEMA
INTRODUCCIÓN
- UNA EQUIVOCACIÓN MILENARIA
Los relatos evangélicos no tienen letra sino alma.
Reducción de la historia, del mito y de la divinidad.
Crisis del Misterio de la Salvación
Quien fue Jesús y porqué él y no otro
- UN AMOR INTERMINABLE
De la divinidad a la sobreabundancia del amor
De un paradigma de redención a un paradigma de innovación
Rasgos del paradigma literal de redención
El paradigma simbólico de innovación.
- REINICIAR EL CRISTIANISMO
RESUMEN
Las iglesias cristianas ponen el centro de su doctrina en el Misterio de la Redención. Jesús es el Hijo de Dios encarnado que nos rescata del pecado y la muerte mediante el sacrificio de su vida. Pero hay otras interpretaciones del cristianismo. Jesús no representa tanto al cordero de Dios expiatorio cuanto el ser enteramente para los demás. La muerte es una consecuencia de ese amor no una condición. Y la resurrección es un símbolo de la evolución creadora que siempre se renueva, no un milagro construido por la mentalidad greco judía de los primeros cristianos. La Gran Historia cósmica y humana es más universal y reemplaza a la historia sagrada de Israel. No se divide en una creación y una redención. Es una evolución continua en la que el amor de gratuidad emerge de forma más ostensible en el tiempo y persona de Jesús. Un nuevo paradigma de recreación continua está sustituyendo al paradigma de la redención.
INTRODUCCIÓN
Es increíble la capacidad del ser humano y de los grupos sociales para perseverar en las ficciones colectivas y en sus consiguientes hábitos recurrentes. No por mala intención sino por la resistencia natural de las ideas, la rutina cerebral y quizás también por la seguridad y el poder que proporcionan. Nos reforzamos unos a otros en aras de las seguridad personal y del grupo y es costoso ser “el pepito grillo” innovador en el seno de una evidencia social. Así pasó en la historia con las teorías del geocentrismo y del fixismo hasta que fueron superados por el heliocentrismo y la teoría de la evolución. Tuvieron que pasar cientos de años de controversia e incluso de oposición violenta a lo nuevo para poder superarlas. Así va a ocurrir también con nuestra cosmovisión actual y no hay que escandalizase porque ocurra otro tanto con las interpretaciones religiosas y en concreto con el cristianismo.
No podemos mirar el pasado con nuestros ojos de hoy pero tampoco seguir en el presente con los ojos de ayer. No podemos erigirnos en censores ni en legitimadores del pasado. Pero sí debemos volver al significado original para traducirlo a nuestro momento.
Vivimos en una encrucijada muy problemática y cambiante. En concreto estamos desmontando una tradición religiosa milenaria con un atrevimiento que puede parecer simple, poco riguroso. No lo niego, pero valga como excusa el inmovilismo de dicha tradición y la incomodidad que se siente en las anteriores expresiones. También la falta de auto revisión por parte de la gran teología. La propuesta que en concreto se hace aquí es el cambio de un paradigma redentor, dualista, literalista y divorciado de la ciencia a un paradigma monista, eco-centrado, de innovación, simbólico y ensamblado con la ciencia.
Y para justificar ese cambio nos remitimos al origen del cristianismo. Éste nace con un mensaje de plenitud y justicia centrado en la persona de Jesús de Nazaret. Pero los relatos evangélicos que lo transmiten no son crónicas objetivas de la “verdad” de Jesús, sino interpretaciones de la fe. Por eso se prestan a lecturas varias, incluso ellos mismos son ya una escritura particular y una realidad aumentada del acontecimiento Jesús. Y la consecuencia de esta libertad de interpretación de los evangelistas greco- judíos nos legitima para hacer ahora nosotros lo mismo que ellos: decir quien fue Jesús y por qué él es nuestra referencia y no otro. Y consecuentemente cómo puede darse hoy el cristianismo.
Estas recreaciones que podemos elaborar libremente sin sujeción a ninguna autoridad magisterial se refieren al encuentro de Jesús como ejemplificación o correlato del universal anhelo de felicidad, infinitud y bondad que hay en nosotros. Un ejercicio de síntesis entre esos anhelos innatos y la figura histórica de Jesús escasamente conocida. Este artículo pone allí la incondicionalidad de Jesús. Es ésta una “divinidad” o preeminencia no caída del cielo sino otorgada desde el interior de bondad inagotable que habita en todas la personas. Quizás valga aquí, salvadas las distancias, los símiles de la superposición de la onda de infinitud y el corpúsculo Jesús y la del entrelazamiento del símbolo Jesús en todas las culturas.1
1 La teoría cuántica distingue dos propiedades importantes de la materia infinitesimal: la simultaneidad de dos estados a la vez, inseparables si no es porque la observación determina uno u otro estado. A nivel mesocósmico, en el que habitamos, son formas o características antagónicas.
Entonces aquí sugiero una visión de Jesús no tanto divino, mesías o redentor sino, comprendido desde la cultura actual, como un ser enteramente para la felicidad de los demás empezando por los más vulnerables. Consecuentemente de ahí se deriva un cristianismo alternativo a lo que se podría llamar una herejía institucional, una ortodoxia equivocada, la del dominio de la teología de la redención sobre otros hilos de la tradición.
El Misterio de la Salvación es una desviación del mensaje de Jesús de Nazaret que empieza en los mismos relatos evangélicos. La cultura teocrática y mesiánica de los evangelistas se impuso sobre el significado de fondo de Jesús. Ninguno convivió con Él. Lo mismo ocurrió con la impronta neoconversa de Pablo. Se inició así una teología realista escorada hacia la restitución del pecado en lugar de focalizar simbólicamente el mensaje de Jesús en su “andar haciendo el bien” hasta dar la vida.
1. UNA EQUIVOCACIÓN MILENARIA
Los relatos evangélicos no tienen letra sino alma.2
2 En un escrito anterior “La Biblia no tiene razón tiene alma”, ante la inútil pretensión de confirmar la historicidad de la Biblia con los restos arqueológicos decía que la Biblia no tiene tanto razón o verdad histórica cuanto sabiduría de vida, alma. Ahora lo aplico a los Evangelios que son la verdadera raíz cristiana. Como nos parecen más sagrados o intocables, la crítica resulta más desconcertante por no decir escandalosa.
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La adhesión a Jesús de Nazaret considerado Hijo de Dios que nos salva del pecado y de la muerte y que murió y resucitó por nosotros es el fundamento y esencia del cristianismo. Este relato, que ha durado XX siglos, ha sido defendido a veces con sangre y espada y otras, animado por un gran amor, ha producido altísimos logros de libertad y humanización. Jesús de Nazaret es el fundamento y alma de las vidas personales, de sus sentimientos, de su comprensión del mundo y de su entrega a los demás. Es también su Dios y por eso toda su condición natural se reconfigura sobrenaturalmente en torno a él. “Quien no conoce a Jesucristo, ¿qué puede saber?” decía S. Francisco Javier. Y así otros muchos con una actitud que va desde la escucha y la admiración a la adoración.
Sin embargo esta permanente referencia al divino Jesús no es la única perspectiva del “buen cristiano”. Hay también una mirada crítica que lo complementa y lo libera de la subjetividad. La que interpreta con la ayuda de las ciencias los relatos evangélicos y comprende su carácter mitológico. Hoy más obligada que nunca. La cultura actual se asienta en la ciencia y se diversifica en múltiples filosofías, prácticas y formas artísticas, creencias y mitos. No hay una manera única de entender la existencia humana y el mundo. Y por tanto tampoco puede haber una sola voz sobre Jesús de Nazaret. Antes las religiones cohesionaban a los pueblos con un imaginario único común, hoy ya no. Ahora incluso dentro de algunas tradiciones religiosas más carismáticas que doctrinales se admite la disidencia y sobre todo la pertenencia “débil”. Y Jesús ya no es ese Dios exterior y absoluto.
Jesús más allá de su tiempo y mentalidad, con las imágenes y cultura de su pueblo, expreso lo mejor que tiene el alma humana. Y eso a mi entender es el amor enteramente desinteresado, la esperanza para superar la desgracia, la muerte y la pérdida en el pasado. Sin embargo los judíos vieron al Mesías y Pablo al Redentor.
Reducción de la historia, del mito y de la divinidad.
Es sabido que los relatos evangélicos escritos 70 años después del acontecimiento Jesús, contienen numerosas secuencias que no ocurrieron y dichos que provenían de fuentes anteriores a Jesús. Las descripciones del nacimiento y la infancia de Jesús, los milagros y las curaciones, los trágicos acontecimientos de la crucifixión y la insólita resurrección no necesariamente ocurrieron tal como se describe en esos relatos y muy probablemente muchos de ellos no son históricos o están incorporados de manera hiperbólica. No sabemos lo que realmente anunció y pretendió Jesús. Como hemos dicho lo que se relata es ya una primera interpretación y cosmovisión religiosa. Nos queda por tanto una historia de Jesús muy reducida. Sin embargo tanto esos mínimos hechos históricos como lo que podemos intuir a partir de esas exaltaciones de los evangelistas forman un estilo de vida, un trasfondo muy significativo.
Esta reducción a mínimos de la historia de Jesús discurre paralela a la desmitologización. Los significados profundos se expresan mejor con mitos que con explicaciones o descripciones. Pero los mitos han de adecuarse a la cultura de cada época. Unos son más ingenuos e inverosímiles y otros se acercan más a la realidad. Nuestra labor ha de ser liberar los evangelios de la mítica arcaica y elaborarlos desde nuestra capacidad poética y simbólica sin creernos nunca que son la verdad del mundo. De otro modo estaremos en la misma tesitura de racionalizar un mensaje que no es principalmente racional.
Así ocurre con la atribución de divinidad a Jesús. La afirmación de que Jesús es Hijo de Dios sólo cabe entenderla de manera simbólica. En aquellos tiempos era una atribución para muchas personalidades y gente importante. Utilizada por los evangelistas no es sino la manera de transmitir el profundo impacto y llamada a un seguimiento incondicional que les suscitó el testimonio de las generaciones anteriores que vivieron con Jesús
Siguiendo la narración greco-judía y sobre todo a partir de Pablo la mitología evangélica se racionalizó en una teología, en concreto en la teología de la Redención. Había que dar un valor absoluto a Jesús y fortalecer su irradiación con elementos más allá de lo ordinario. Había que dar salida a la desgracia y a la ignorancia, al modo de pensar primario, mágico, rígido, a la angustia ante el mal y la presencia de la muerte. Y así se creó ese mundo sobrenatural mesiánico (judíos) y dualista (griegos) que resolvía en otro mundo las impotencias de este y que ha tergiversado el mensaje de Jesús. Dicho mensaje original fue algo más sencillo y natural que una salvación metafísica o sobrenatural. Algo menos despectivo que una naturaleza empecatada y necesitada de un súper poder externo.
Crisis del Misterio de la Salvación.
Observemos estas dos sentencias.
- SI el grano de trigo no muere no da fruto
- Si el grano de trigo no tiene poder germinativo, no da fruto
¿Lo importante para fructificar es que una semilla muera o que tenga poder germinativo? En los vegetales la semilla es un embrión que muere cuando aparecen la radícula y la plúmula. En la especie humana sin embargo, la madre al dar a luz sigue viviendo. Tiene “dolores de parto”, es decir muere un poco pero no del todo ni siempre.
El sentido común de la buena y bella razón interpreta la sentencia de otra manera: la vida conlleva muerte pero no viene por la muerte. ¿Hay que seguir afirmando la salvación por la muerte, “escándalo para los judíos y locura para los gentiles? ¿O poner el acento en la vida, en la simbólica resurrección como una reiterada restauración en un proceso de creación continua?
La tradición cristiana ha insistido sin embargo en la primera acepción, la vida viene de la muerte. Y ha estado dominada por el sacrificio, la negación de sí mismo, el “dejar padre y madre”, y no tanto, en el marco de la creatividad, por la promoción de la felicidad, de la compasión, del bienestar, de la colaboración con la ciencia y otras perspectivas de progreso y humanización. Si bien es verdad que esto ha cambiado y los mensajes posconciliares y de Francisco son otros aunque muchos de sus obispos digan lo contrario. El evangelio de la escucha sin moralismos, de la sinceridad y de la buena, bella y crítica razón va por otro camino. Los evangelistas y Pablo se equivocaron como todo el mundo. Y ya la historia transmitió este error, difícilmente corregible al atribuírsele la categoría de Palabra de Dios, absoluta y revelada.
La muerte es sobrevenida, no es la fuente de la vida. No todo lo que muere vive. Lo importante es la creación continua. La kénosis3 es griega y el mesianismo, judío. Si las juntamos resulta la Salvación. Pero el mensaje evangélico es un poder germinativo de justicia, felicidad y transcendencia.
3 Kénosis: Anonadamiento de Dios. Dios renuncia a algunos atributos divinos para ser plenamente hombre y así asumir el sufrimiento y la muerte y redimirnos del pecado original. Dios se vacía a sí mismo (ekénosen) y toma forma de siervo muriendo en la Cruz.
Llegados a ese punto, si consideramos que la afirmación fuerte de la divinidad de Jesús es un añadido no tendríamos por qué investigar más allá de lo que hacemos con cualquier otro maestro o profeta. Jesús sería, casi casi, una creación de la bondad humana según cada época a partir de una historia mínimamente conocida. La expresión Hijo de Dios se quedaría como una exclamación simbólica de una profunda veneración. Pero ocurre al revés que se ha valorado por encima de todo, con un exclusivismo del que ha bebido luego toda la tradición. Y ante él se ha pedido una respuesta absoluta como corresponde al mismo Dios.
Esta desmitificación tan seria me lleva a preguntarme con más intensidad quien fue y que hizo Jesús de Nazaret. Si es único. De dónde le viene esa preeminencia y donde se funda la incondicionalidad de su llamada.
Quien fue Jesús y porqué él y no otro
Hemos reducido los datos históricos confiables del acontecimiento Jesús, la suma de añadidos en su tradición; hemos eliminado la mitología arcaica de su época, quizás estamos añadiendo una mitología moderna; hemos interpretado simbólicamente la divinidad de Jesús, presentándola más nacida de nuestro interior que bajada del cielo y finalmente hemos advertido la desviación redentorista del significado Jesús de Nazaret
Entonces qué queda de Jesús de Nazaret, ¿Es una persona como los demás y el cristianismo una religión más? ¿Qué hacer de la adoración de Jesús de Nazaret? Desde luego dejar de proyectar actitudes mágicas y aceptar los avances de los procedimientos histórico-críticos sobre su historia. Y además si realmente queremos un nuevo modo de relacionarnos con él porque aun vemos en ello un valor importante, lo que nos conviene es entrar en esa síntesis de nuestra buena voluntad incondicional y la belleza de su relato. Muchas personas y colectivos han descubierto lo mejor de sí en la contemplación de esos rasgos tan universales y elevados de la escasa vida conocida de Jesús. Esa historia mínima y primicias que son sus dichos, parábolas, gestos y anécdotas. Los primeros discípulos, personas rudas y sin especiales conocimientos supieron entrar en esa simbiosis contemplativa entre el proceder de Jesús y el alma infinita, el anhelo inagotable de felicidad y plenitud. Y construyeron una gran metáfora con secuencias de entrañable cariño y fructífera admiración.
La fe no es aceptar un paradigma u otro, aunque conviene buscar el que mejor armoniza los saberes y las prácticas en cada época, sino sentirse afectado por esa libérrima manera de ser para los demás, el clásico “sentir y gustar internamente” esa gran metáfora. Pero también independientemente de que Jesús hiciera o dijera lo que exaltaron los discípulos lo cierto es que en ese momento histórico se dio una como una irrupción, una manifestación de ese modelo de gratuidad, cercanía, compasión y defensa de la justicia. Y así como el siglo 5 a.e.c. se considera un tiempo eje donde la historia mutó gracias a filósofos, sabios y reformadores morales como Confucio, Platón o Isaías, así también en torno al siglo 1 e.c. se condensa una nueva actitud en las relaciones humanas. La convivencia trasciende las formas anteriores y eclosiona en un amor enteramente desinteresado. Primero fue la lucha a muerte por la supervivencia, luego y sucesivamente la venganza desproporcionada, la Ley del Talión, el ojo por ojo, y la reciprocidad, doy para que me des, y en Jesús se formula como una gratuidad desbordante, amaos aun en el caso de que seáis enemigos.
Mirando desde el sentir interior Jesús es “alguien”, leído históricamente es uno más. Más allá de las obligaciones sociales, del respeto profundo a los otros y al planeta sentimos con él que merece la pena vivir y darse de un modo especialmente gratuito. Porque notamos algo más que la felicidad o mejor dicho apreciamos que esa felicidad se nos cambia de orbita como el electrón al recibir energía cambia de posición dando lugar a un elemento distinto.
Cada vez más el cristianismo como religión va retrocediendo y de lo poco que queda, unos se encierran en el fundamentalismo y otros se asimilan a las nueva tendencias de una espiritualidad laica o un humanismo agnóstico. En estas posiciones cabe también esta mirada bajo el nuevo paradigma de creatividad. Se puede interpretar el mensaje cristiano más como una poética y una supra-ética del amor de gratuidad que como una descripción de un divino misterio de salvación redentora.
II. UN AMOR INTERMINABLE
Por eso es justo reconocer que en la enorme y bien trabada construcción del misterio de la salvación, del credo, del catecismo y de la sesuda teología, la amalgama de dichos, anécdotas, parábolas y gestos de Jesús, su camino de curación y liberación han provocado ecos de un gran amor. La historia y la actualidad del cristianismo están llenas de singularidades de compasión, valentía y más que respeto, veneración de la dignidad humana tantas veces masacrada. Es el gran amor en el seno del gran error.
Como “La historia interminable” 4 la vida humana necesita una narrativa en la que entrar para que su logro imaginado alimente el desarrollo de la prosaica realidad. La narrativa mágica teje la historia con el hilo de la creatividad o del amor. Y eso me lleva a pensar que no es tan importante una u otra gran metáfora cuanto esa como emoción que se siente al leer con gusto una y otra vez el relato de Jesús, sea más o menos verídico o ficticio. En esas lecturas y meditaciones el sentimiento y la reflexión pausada marcan surcos neuronales en el devenir de la conciencia y se convierten en sendas de actuación. Poco a poco mediante sucesivos ejercicios de escucha y donación, de apropiación gustosa del relato y figura de Jesús muchas personas crearon y crean una vida llena de sentido y belleza.
4“La historia interminable” es una novela de Michael Ende y posterior película en la que el joven Bastián debe entrar en la narración de un libro para salvar de la Nada el Reino de la Fantasía. Pero luego no sabe cómo salir del relato para abordar la realidad y enmendar un mundo que se aboca a la nada por falta de creatividad. La salvación de Fantasía en el libro coincide con el fin de la narración y la vuelta a la realidad donde le espera la misma tarea interminable
En la tradición religiosa de Occidente siempre hubo un hilo de compasión y de oración junto al de la doctrina y el ritual. Otro de libertad y gratuidad opuesto al legalismo y la dominación. También de reflexión crítica. Estos hilos generaron una cultura de libertad y un nuevo ser que alivió la pesadez de la cultura de redención. Y esos hilos dimanaban del Jesús mejor interpretado. El que se nombra o trasluce en esos flases de la oveja perdida, del hijo malcriado y su hermano mayor, del óbolo de la viuda, del sincero publicano, de la derrochadora Magdalena, de la divertida boda donde hasta el agua fue vino y los comensales se achisparon. Hoy podríamos decir igual de la enfermera del corona virus, del aplauso en los balcones, de la rodilla en tierra, o de la madre soltera acunando en el frio al bebe todavía caliente y nacido para tener hambre. Allí hemos tocado fondo en las raíces de la vida por gracia o por desgracia. Unas veces nos saldrá un nombre para la esperanza, otras no. Pero sí saldrá siempre el amor una y otra vez re-suscitado, porque “ Eso nace y sale” y no necesita más explicación.
De la divinidad a la sobreabundancia del amor
He comentado arriba que los relatos evangélicos no responden del todo a los hechos reales de la vida de Jesús. Están tan preñados de ficciones para enaltecer su figura y tan impregnados de la mentalidad judía y de la filosofía griega que cuesta descubrir quien fue realmente y que quería decir Jesús de Nazaret, más allá de cuatro o cinco rasgos básicos. Todo lo demás es proyección teológica y poética como expongo a continuación.
Se busca un motivo de incondicionalidad en el relato de Jesús. Un diferenciante para preferir a Jesús por encima de todo. Y aquí sostengo que su trascendencia tal como se ve en los pocos rasgos de su vida, no es tanto algo específico, exclusivo, una redención sobrenatural y condición divina, sino una cualidad común en las personas elevada a su máxima expresión, el amor enteramente desinteresado. El que se trasluce en su vida de pueblo en pueblo, escuchando, consolando, curando y dando esperanza. Y ese amor concreto sincero e inagotable, contrario al legalismo, al autoritarismo, a la hipocresía y a la dominación le llevó a la cruz. Esa es La sabiduría del evangelio y la esencia de Jesús, la unicidad que se dice, no la que literalmente le dio la tradición con la expresión figurada de Hijo de Dios.
La tradición puso su incondicionalidad en su naturaleza divina y en su bondad histórica. En las dos naturalezas, la divina ocultándose y dejando hacer a la humana. Aquí se opta más bien por otra hermenéutica: Jesús es único por ser universal; lo mejor que se dice de Jesús se puede decir de cualquier persona. Es el singular que vale para todos porque su relato-vida representa algo que está en todas las personas, la posibilidad de un amor a fondo perdido. Lo específico de Jesús no es tanto algo religioso o político sino la radicalidad y sinceridad de su cariño y donación.
El seguimiento de plena donación (“el que quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo coja su cruz y sígame…”) no proviene solo de la persona de Jesús. Es fruto de la disposición inagotable de amar de la conciencia humana, un regalo de la naturaleza semejante al de la inteligencia. En el encuentro con Jesús se da la concurrencia de su relato y vida con el “alma” o conciencia humana y su anhelo de infinitud y bondad. De la misma manera que en el conocer concurren un fenómeno empírico y unas aportaciones de nuestras estructuras mentales. Hay como un “a priori”, ¿divino?, (“entendimiento agente”, mejor amante) de posible generosidad ilimitada en nuestros afectos que encuentra en Jesús el referente empírico para reconocerse. Hay como una adecuación innata entre nuestro inagotable deseo de amar y los amores reales como Jesús. Y eso da confianza para un seguimiento hasta donde se quiera.
Jesús encarna nuestra predisposición a un amor incondicional y expresa lo que la buena y bella razón descubre en la condición humana como mejor y más profundo rasgo o cualidad, El amor gratuito. Nos acercamos así a una experiencia cristiana laica, ya no basada en los mitos religiosos, aunque se sirva también de ellos, cuanto en la grandeza y dignidad de la propia conciencia y su potencial de gratuidad.
Esta manera de ser de Jesús diluye la teoría de la Salvación y el teísmo dualista. El Dios Padre, ya no Yahvé, es más una experiencia interior que una afirmación fuerte de un ser Superior. La teoría teológica de la Salvación es hoy problemática. Acaba en el fideísmo a no ser que nos reinventemos. A no ser que reconstruyamos otro relato del amor incondicional que no pide nada a cambio y está anclado en la misma naturaleza.
Pero ¿Por qué esta reconstrucción en torno a Jesús, una vez desprovisto de todos esos elementos mitológicos que lo definen como Dios? Si ya no es Dios y su vida apenas la conocemos, ¿Qué interés tiene? ¿Solo porque hemos nacido en esa referencia? Si quitamos esa mitología Jesús se queda en un ser como los demás con la duda sobre muchos detalles de su amor incondicional pues también están contados bajo la hipérbole o la subjetividad de los seducidos por él. Y respondo como hipótesis, porque fue la manifestación más explícita del amor en el curso de la evolución cultural.
De un paradigma de redención a un paradigma de innovación
La aparición de la conciencia es un salto cualitativo en el ectrópico5 avance de la evolución. Los evangelistas y Pablo no conocían la evolución, dependían de una cosmología ingenua y de una antropología mágica. Y elaboraron su experiencia de Jesús desde esa mentalidad y en segundo grado, por lo que les habían contado. Hoy las explicaciones ya no se basan en mitos ni en motivos extraterrestres. Los mitos bíblicos ya no nos sirven y su significado empieza a ser otro. Ya no pueden basarse en esa exageración del pecado para justificar la Encarnación, Redención y filiación divina de Jesús. Los mitos de la creación y de la resurrección resultan también muy dispares de nuestra comprensión del mundo y de la vida, del misterioso origen del mundo y de la resiliencia y restauración de los fracasos evolutivos. Tan enigmático es el barro primigenio como el Big-bang, pero el segundo nos es más cercano. Lo importante es la creatividad continua de la realidad, una pre-comprensión que llamo el paradigma de innovación.
5 El término “ectropía” expresa la tendencia natural de la realidad, contraria a la entropía o degradación, a regenerarse y suscitar formas de la realidad de mayor complejidad y organización. Por tanto capacidad de producir singularidades o novedades como la que comentamos del amor gratuito que se dio en Jesús de Nazaret.
Cuesta entender que un Dios de bondadosa omnipotencia crease un mundo donde la vida tiene que pasar por la muerte, la felicidad por el sufrimiento, el sentido por el absurdo y el bien por el mal. La evolución es una suma de mutaciones favorables y frustrantes, la realidad se comporta muchas veces catastróficamente, la vida subordina la duración individual a la continuidad de la especie, la libertad está entretejida con los hilos del desorden y el mal es excesivo aunque estemos en el mejor de los mundos posibles. Debería ser la posibilidad de la bondad continua. Como no es así, esta incomprensión encuentra salida en la ficción religiosa. La ficción no es una verdad, tampoco una mentira sin más sino “una mentira que encubre una profunda verdad” (Vagas Llosa). Ahora bien, caben ficciones más naturales y con menos dosis de “ilusión” para un mismo misterio.
Me parece que nos equivocamos, la Iglesia y los cristianos, aunque sea con buena intención, al dar por verdaderamente real y propio de Jesús el Misterio de la Salvación sostenido por la tradición de las iglesias cristianas. Un calendario ético de confesiones de culpabilidad y de macro milagros. Reducen el mensaje universal de Jesús a una religión particular y arcaica basada en el fatalismo, en los rituales para aplacar a los dioses, en el desdén por la naturaleza y en la suposición de una maldad congénita en el ser humano. Desde el absolutismo de una Revelación particular se deriva un mensaje universal. Y esta falacia conduce al exclusivismo y al dogmatismo. Así se muestra en muchas de nuestras expresiones creyentes y sobre todo en las voces públicas. Es el origen del desencuentro con el mundo actual y de la desafección de las mentes más abiertas
Ahora bien el abandono de la interpretación salvífica y sobrenatural no puede ser total. Hay trasfondos muy existenciales en la vida humana que requieren integrar respuestas anteriores. Tal ocurre por ejemplo con la misma experiencia del mal, la restitución de los daños originados por la naturaleza indómita, por las limitaciones de todo tipo y sobre todo por los daños infringidos voluntariamente. Se sitúan en el curso del proceso de recreación continuo pero no son su determinante. La muerte, la tragedia y el daño ocurren en la vida pero no originan la vida. Felizmente la perspectiva sacrificial ya está muy superada; aunque no del todo; basta observar como el “El séptimo sello”6 se prolonga en otras tantas películas actuales como “Camino” de Javier Fesser y “La pasión de Cristo” de Mel Gibson. Contrariamente la comprensión del perdón puede servir de ejemplo.
6 El séptimo sello, película sueca de 1957 escrita y dirigida por Ingmar Bergman que explora la posibilidad de la fe en la era post-Holocausto, la era nuclear” (Wikipedia). Muy distinta de la bellísima El festín de Babette, 1987: La austeridad y el rechazo a todo lo mundano, el pesimismo y la desconfianza con respecto al ser humano, al gozo y al placer, de una comunidad luterana sofocada por el pecado y la redención, contrasta fuertemente con la mentalidad alegre y positiva de Babette, que le lleva a dar a esa comunidad todo lo que sabe y tiene. (Wikipedia)
En el perdón no se trata de abundar en la culpa, de celebrar las crucifixiones como si fuera bendito el pecado por la sobreabundancia de amor que viene luego. No se trata de separar la exigencia o la magnanimidad del ofendido de la humillación del ofensor, de marcar diferencias entre justos y pecadores pues todos somos las dos cosas, sino de celebrar un amor que se crea entre ambos desbordándolos e igualándolos en una condición común de realización y fracaso.
El perdón no solo olvida el daño sino que restablece y optimiza la relación anterior. La humildad del hijo prodigo, del publicano, del centurión, el reconocimiento de la viga en el ojo propio, no atreverse a tirar la primera piedra por reconocerse igual o peor que la apedreada, las lágrimas de Pedro y el derroche de perfume en los pies de Jesús, conforman un talante y un significado de amor recrecido a la par que aminora de modo importante los estragos de la desesperanza.
Lo mismo ocurre con las experiencias de esperanza, con la mítica promesa del paraíso o de la bienaventuranza, nunca segura o bien fundada pero de gran poder creativo. También con los deseos de perpetuidad y de que la vida no quede en nada incluso a pesar de haber hecho mucho. A eso se dirigen las parábolas, los milagros, las curaciones y en síntesis el mito de la resurrección. Cumplen el papel de expresar un gran amor restaurador y de dar un sentido cabal a la desgracia. Pero el clima cultural en que nacieron y la expresión concreta no es el mismo que el de la mentalidad actual en la que estas alusiones al ámbito sobrenatural resultan un flaco servicio o fuego amigo. La amenaza de ilusión pende sobre ellas. Las nuevas perspectivas leen esos símbolos evangélicos de otra manera: desde la aceptación de la incomprensión en una vida cada vez menos trágica en general, desde el consuelo recíproco, desde el avance de la justicia, de la democracia y de la solidaridad que elevan la dimensión moral aunque no lleguen al cielo. Muy insuficientes para darnos sentido en estas paradojas irresolubles de la coexistencia del bien y el mal, del ser y la nada, de la vida y la muerte.
Se requiere pues una nueva mitología, otra fe o convicción so pena de que la incomodidad causada por la orfandad del Padre Omnipotente termine en desolación o huida a la banalidad. ¿Por qué perdonarnos, por qué vivir aun cuando la vida resulta una enfermedad crónica e incurable, donde encontrar lo perdido? ¿Sólo en la resignación o en la satisfacción de los deseos o en la pasión por la liberación o el descanso en la iluminación? ¿Acaso son suficientes?
Rasgos del paradigma literal de redención
El paradigma Redentor expresa una historia sagrada, narrada en un libro sagrado de un pueblo sagrado o elegido y particular. Una mitología de cohesión nacional reelaborada por Pablo. El pecado humano, la ruptura con Dios y el destierro del paraíso originario arrastran al ser humano a una situación de muerte y sufrimiento que solo una expiación tan infinita como ese pecado puede restablecer. La víctima expiatoria, Jesucristo, tiene un valor infinito pues solo un Dios puede satisfacer al mismo Dios.
La realidad y su historia se estructuran en dos grandes eras, antes de Cristo y después de –Cristo y en dos mundos el natural y el sobrenatural. Es creada por Dios de la nada y está regida por su providencia.
El ser humano nace pecador y libre a semejanza de Dios pero siempre supeditado a su voluntad expresada en la Biblia por revelación e interpretado por un cuerpo sacerdotal masculino.
Tras el sacrificio correspondiente todo se renueva por la resurrección de la carne y la restitución del paraíso donde termina la historia para dar paso a la eternidad.
Este paradigma se encuadra en la concepción fixista, patriarcal, dualista, teísta, antropomórfica, mágica y de arriba a abajo de épocas arcaicas. Sostiene una concepción realista y dogmática del conocimiento siempre subordinado a la revelación bíblica.
El paradigma simbólico de innovación.
Hay que buscar alternativas. Hay que exponer la dificultad del tránsito de la creencia en otro mundo a la incomprensión del don que se nos ha dado pues no sabemos de dónde viene, si va durar de otra manera y quien lo ha dado. Esta incomprensión común a toda la humanidad también puede ser una religión pero mejor que sea una religiosidad de incertidumbre y esperanza, no de certezas y dogma.
La conversión al nuevo cristianismo incluye una conversión moral pero es más que eso. Es un cambio en la manera de ver y amar, la mudanza de la ropa interior del alma, de las convicciones y cosmovisiones más pegadas a la piel de la mente. El paso de un paradigma literal y redentor, peyorativo de la condición natural del ser humano, exclusivista y discontinuo al paradigma de innovación permanente, de continuidad en el impulso creacional, donde la presencia y remisión del mal está dentro de una totalidad que se desarrolla en ensayo y error y no es únicamente achacable a la voluntad humana. Que sigue la descripción científica de la evolución cósmica y simbólicamente proyecta en ella los grandes aciertos de una poética del amor. Y esa si que incluye, un ética de máximos en libertad, una hermosa elaboración del perdón y la reconciliación con todos y con todo. Hay que contar el Génesis de otra manera. Gracias al árbol de la ciencia y a los frutos de la liberación del instinto el ser humano empezó a andar. No hubo paraíso inicial ni final. Vivimos en las afueras (J.M.Esquirol) sin división en dos eras, la del antiguo y nuevo testamento. El génesis podría haber sido así,
“Nació el ser humano del barro y la luz, sin saber cómo ni por qué. Amaneció primero Eva y vio que todo era día y noche pues siempre van juntos el amor y el dolor. Buscó el árbol de la ciencia y del amor para distinguir el bien del mal y, mordiendo sus frutos, la dulzura le llenó el corazón.
Corrió donde Adán, que todavía soñaba que Dios le creaba, sembró sus labios de bello placer. Su eco alcanzó los desiertos y los mares generación tras generación
Entonces Dios los miró con amor y dijo: desde hoy estaréis siempre conmigo en el paraíso. Con amor y dolor”
El paradigma simbólico de innovación se inicia en la explicación científica de la Gran Historia evolutiva y emergentista desde el Big-bang hasta la aparición de la conciencia. Es una evolución continua, regida por el azar y la necesidad no exenta de fracasos y de maldad y animada por una dinámica latente y enigmática.
La mente humana es hoy por hoy el último peldaño de esta generatividad sistémica de la realidad. Siendo una explicación empírica no deja de ofrecer rasgos imaginativos o míticos. Su enigma nos conduce a una posición de incertidumbre y agnosticismo común en todas las personas que unos resuelven con la opción de creer en un Dios y otros no. Somos una unidad bifronte, como toda la realidad, una materia informada de razón y una razón plural de base material. Un gran enigma donde la conciencia simbólica elabora sentidos y relatos, para responder a una necesidad de trascendencia cuya veracidad nunca puede ni pretende demostrar. Esta mentalidad no separa en dos mundos, el celestial y sobrenatural de arriba y el de abajo material y defectuoso. Ni divide la historia en un estadio de pecado y otro de salvación
El ser humano nace predispuesto a construir su libertad, orientado a la bondad y sujeto a la posibilidad del mal. No tiene certeza de un destino final benéfico pero puede confiarse a la bondad mediante el sentimiento de amor y de gratuidad despertado por sus relatos. Uno de esos relatos que encarnan el anhelo de infinitud y sitúan la felicidad en la bondad es el de Jesús de Nazaret. Desde él cabe reinterpretar poéticamente la realidad como expresión del amor incondicional.
Jesús de Nazaret no aparece como una encarnación de la divinidad sino como la condensación en un momento histórico de la evolución de la moralidad o humanización. Una singularidad que muestra de manera universal la lenta aparición del amor enteramente desinteresado y de la protección de los más vulnerables
En dicha evolución todos adquirimos la condición de libres e iguales en dignidad y como tales integramos colectivos y sociedades.
La verdad es más camino y fruto del consenso crítico que reconocimiento de una verdad objetiva allende las mentes humanas. Y menos si se la tilda de revelada
Este paradigma se encuadra pues en una concepción de la realidad evolutiva, monista, simbólica, de abajo a arriba y es resultado del avance del conocimiento, de la interrelación cultural y del refresco del relato del gran amor de Jesús de Nazaret. Parte de una concepción del conocimiento incierto y relativo, obtenido por consenso crítico y sucesiva falsación7 y ensamblado con la comprensión, la hermenéutica y la interpretación de las vivencias.
7 Las teorías epistemológicas más actuales consideran que el conocimiento no es tanto un logro definitivo, la afirmación de una verdad inmutable, sino el resultado de sucesivas refutaciones. Un camino de negación o deconstrucción de las afirmaciones anteriores hasta un logro cognitivo que se va difiriendo o postergando porque nunca se acaba de alcanzar el significado completo o la prueba definitiva.
III REINICIAR EL CRISTIANISMO
¿Qué nos queda del cristianismo después de estas reducciones de su valor histórico, de su mitología, de su sobrenaturalismo y divinidad y de su interpretación redentora? ¿Acaso una institución mundial parapolítica, acaso un movimiento social y crítico, una Internacional de la Justicia? ¿O un talante universal diseminado sin especial estructura? Pues un poco de todo esto, pero sobre todo una espiritualidad universal y diferenciada, sin exclusivismos, una introducción en la ciencia, una comprensión de la realidad social y su praxis correspondiente, una esperanza trabajada. Todo esto comporta reiniciar el cristianismo.
En las celebraciones dominicales, en la prensa, en las declaraciones públicas, cartas y encíclicas podemos hablar de otra cosa mejor que de convicciones ciertas basadas en milagros, resurrecciones y caminos de redención. Hay que deshacer el entuerto. No enrocarse en una moral particular pretendida para todos de modo exigente, en excesivos posicionamientos políticos cercanos al poder y a la cultura del elitista hermano mayor. Mostrar más bien la maravilla de nuestra Gran Historia que no se rompió en dos, una creación buena y una reparación de averías atribuibles al ser humano sino en una constante innovación capaz de superar en sí misma sus obsolescencias. Asombrarse de las incontables estrellas, partículas y neuronas, de la buena voluntad interior en tantas y tantas personas que no demuestran nada pero postulan la infinitud y la perfección. Reconocer al menos un valor incondicional que “se sale” que dicen los jóvenes
Vamos a ir explicando la naturaleza y génesis de ese error multisecular, científico, social y religioso, y centrar los esfuerzos “teológicos y pastorales”, mejor educativos, en elaborar, desde el fondo evangélico o fondo de la humanidad, un nuevo sentido más universal a la vida, sus logros y sus muertes. Un sentido centrado en los grandes y pequeños amores. Y ampliar el conocimiento con la formación. Explicar con la ciencia la maravilla del mundo, su complejidad y sus emergencias. Comprender nuestra psicología y relaciones sociales, animar a la justicia, al cuidado del planeta, a la acogida de los vulnerables, a la sobreabundancia del amor que transmiten los relatos de Jesús. Construyendo comunidades humanitarias de utopía y resistencia, de esperanza. Podemos ser agnósticos o teístas, cristianos o budistas pero en todo caso siempre sobreabundando en el amor que ejemplifican esos flases citados del evangelio.
Y vamos a recuperar de otro modo los grandes valores y hallazgos de esa tradición religiosa de salvación aplicándolos a la laicidad del momento y a las permanentes aspiraciones de la libertad creadora. El cuidado emocional e intelectual de la infancia, los relatos mágicos que propedéuticamente inician al valor de los símbolos y a la acción comunicativa; la práctica de la meditación y la reflexividad, la identificación con modelos de sabiduría y generosidad, la conversación profunda, la sintonía con la naturaleza y la compasión con los necesitados, el cultivo del arte y la búsqueda de conocimiento, la complementariedad del esfuerzo y la creatividad, el valor del perdón, del consuelo, el sentimiento de pertenencia y de confianza, el valor de la civilidad y la acción por la justicia, … actitudes y ejercicios todos ellos hasta ahora cultivados por las religiones y propios también de una espiritualidad laica. Y que muchas veces parece que da pudor expresarlos por connotaciones de “mea pilas”
Muchas de estas actitudes se aprenden muy bien en esos pocos gestos, parábolas y dichos de Jesús de Nazaret que más allá de su veracidad histórica y sacralidad constituyen sin embargo un relato de gran belleza, atractivo y bondad en el que uno puede cumplir su humanidad y ser feliz en una órbita de un valor desbordante.
Santi Villamayor, Zaragoza 1/11/2020
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