Otros temas

Autores

Archivo de entradas

Temas

Fechas

Calendario

septiembre 2020
L M X J V S D
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930  
7411 Artículos. - 112730 Comentarios.

Fe, creencias y religión según Joseph Moingt

Joseph Moingt en 2018 (102 años)

Cuando recibí el artículo de Alberto que tanta y tan variada reacción ha suscitado entre ayer y hoy, me llamó la atención que empezara su bitácora con una cita, no concretada, de Joseph Moingt. Como creo que he dicho, estoy leyendo simultáneamente sus dos últimos libros. Uno disponible en español desde 2017: Creer a pesar de todo (2010 en francés). El otro: L’esprit du christianisme, empezado a escribir ex novo en 2016 (al cumplir 100 años) y publicado en 2018, dos años antes de morir. Es una maravilla y hablaremos de todo ello abundantemente en ATRIO. Pero esta mañana, como comentario al vendaval Revuelta y como preparación al artículo de mañana y a la asamblea de ATRIO del martes 6 de octubre que anunciaré esta seman, se me ha ocurrido transcribiros unos párrafos del primero de los dos libros, que consiste todo él en una larga entrevista. AD.

 ¿Qué diferencia establece usted entre fe creencia y religión?

Es una distinción que establezco yo, personalmente, que no introduce una verdadera oposición entre esos tres términos, pero que permite evitar muchas confusiones.

La fe es el asentimiento dado a los puntos fundamentales de la revelación cristiana, a los que se anuncian en el símbolo de los apóstoles, y el compromiso de vivir según el Evangelio; se expresa a buen seguro en unos dogmas, en unas creencias doctrinales y en unas prácticas religiosas, pero, en lo esencial es una, está unificada y estructurada, es el acto de confiarse a Cristo y de seguir la vía de salvación que él ha trazado.

La creencia se compone por el contrario de múltiples dogmas y doctrinas dotadas de una autoridad de una importancia muy variables, así como de todo lo que enseña el catecismo; Compromete menos directamente en la vida de cada día, a menudo viene legada por la familia o entorno sin ser objeto de una convicción firme y refleja, o se deja llevar por opciones subjetivas, irracionales y contradictorias, tal como han mostrado recientes sondeos de opinión: unos eligen la creencia en el diablo en criterio de la fe, otros declaran creer en Cristo pero no es la resurrección de los muertos, o a la inversa.

En cuanto a la religión, que es en principio la vida de fe en una Comunidad de creyentes, impone ante todos leyes, reglas de moral, prácticas culturales, alimentarias, penitenciales, devociones, y en muchos fieles corre el riesgo de reducirse a tales prácticas, a las que se han adherido por costumbre, cuando no por superstición, hasta el punto de que ya no saben muy bien si siguen siendo aún creyentes: así vemos a católicos que ponen la devoción a la Virgen en pie de igualdad con la eucaristía, mientras que otros no ponen los pies en la Iglesia más que para poner una vela a alguna imagen o depositar una limosna en algún cepillo.

Esta es, a grandes líneas, la diferencia que establezco entre esos tres términos: fe, creencia y religión. Permite no subestimar lo que separa a las familias espirituales que hemos considerado, sin sospechas de ninguna de ellas una falta de fe, pero sin prohibirnos tampoco poner en tela de juicio su comprensión de la fe. Desde modo, los “conservadores”, sensibles al principio de autoridad, ponen por delante a la obediencia a Roma; los “tradicionalistas”, la fidelidad a las antiguas prácticas litúrgicas; algunos cristianos críticos, marcados por una corriente de filosofía liberal, tendrá tendencia a relativizar ciertos dogmas recientes en beneficio de una mayor fidelidad a la Escritura; algunos espíritus “progresistas”, a reducir lo esencial del Evangelio a la justicia social; mientras que algunos “carismáticos” se mostrarán más atentos al fervor de la piedad comunitaria que a la disposición rigurosa de las liturgias, y algunos cristianos mejor formados en las orientaciones del Vaticano II se sentirán más inclinados a renovar el estilo de vida en Iglesia y a lanzarse al servicio angélico del mundo.

* * *

De repente se vuelve difícil decir lo que recubre la palabra “creer” para el conjunto de los católicos. ¿Saben claramente todos que la fe es esencialmente relación de persona a persona, confianza puesta en la bondad paternal de Dios, y no sumisión temerosa a un catálogo de definiciones y de preceptos? ¿Son conscientes todos ellos de que la especificidad de la fe cristiana consiste creer en un Dios que se revela en un hombre y que eso introduce una diferencia radical entre el cristianismo y los otros monoteísmos? ¿Han comprendido bien todos ellos que lo esencial de la fe es la inhabilitación del Espíritu Santo de Dios y de Cristo en el creyente, convertido en partícipes de la vida de Dios en plena unión con todos sus hermanos? Y sin embargo la verdadera vida cristiana consiste en “creer” eso, que no puede ser creído más que he “vivido”, vivido con una sed de comprensión y con el goce de una plena libertad a las que el mismo Dios con vida al creyente.

* * *

 

¿Cómo haría usted para que nuestros contemporáneos compartirán esta idea de Dios?

Por mi parte yo no intentaría extender directamente la idea de Dios, sino la idea de una humanidad inspirada por mi fe en el Dios que se revela en el Evangelio, en el Dios amor, en el Dios pobre y también en el Dios carnal, en el Dios encarnado. Mi fe en Dios no es abstracta, no es la simple creencia en la existencia de Dios, es inseparable de mi fe en la humanidad, en su dignidad y en su futuro, puesto que me concede creer en un Dios que llama a todos los hombres a reunirse entre ellos en su amor y, al cabo, con él mismo en su vida eterna. Mi idea de Dios no se puede aislar de su “proyecto” con respecto a los hombres, proyecto revelado por el Evangelio, ni mi amor a Dios se puede separar de mi amor a mis hermanos humanos. Dicho esto, no dudaré en hablar de Jesús y de su padre a quien me parezca dispuesto, pero siempre desde un horizonte de humanismo, y no en términos de teología abstracta; y cuento ante todo con la idea del hombre que desarrolla el Evangelio, primero para reanimar y mantener el sentido y el afán de la trascendencia entre los hombres de hoy y, a continuación, para suscitar en ellos la cuestión de Dios.

Con otras palabras, ¿sería esa idea de Dios más accesible a la sociedad creyentes y no creyentes a través de una narración que a través de los contenidos dogmáticos?

Exactamente, a través de los relatos evangélicos que muestran cómo trataba a Jesús con todo tipo de personas y conversaba con ellas, les hablaba de su vida concreta y de sus afanes cotidianos, a menudo en parábolas, es decir, contándoles historias muy próximas de lo que ellas mismas vivían, en qué términos hablaba de los problemas de la sociedad de su tiempo, qué consejos de vida les daba, cuáles eran sus relaciones con las autoridades políticas y religiosas, con las diferentes clases de la sociedad con los enfermos y los excluidos. Por ejemplo, las comidas de Jesús con los pecadores en su tiempo y eran categorías sociales de personas excluidas de la comunidad religiosa porque no practicaban las leyes y las costumbres, contienen enseñanzas muy fuertes sobre la religión y la sociedad. Por otra parte, en general Jesús no realizaba afirmaciones abstractas sobre Dios, sino que reconducía gustosamente el amor y el servicio de Dios a la ayuda fraterna, al perdón de las ofensas, al don gratuito, al compartir y así es como su enseñanza está cargada de verdadero humanismo.

* * *

Una cuestión muy personal: ¿de qué sirve permanecer en la Iglesia católica cuando se ha optado como en mi caso por ser cristiano en un momento dado, pero nos damos cuenta de que este espacio, esa institución, no se muestra en absoluto propicia la tarea que usted acaba de describir?

Tengo muchos amigos que me plantean la misma pregunta y yo le respondo: “Si podéis, quedaros para hacer que las cosas evolucionen?

Pero ¿cómo?

Creando comunidades que no sean de simple adhesión, sino también de contestación, recordando que desde el punto de vista lingüístico contestación está ligado a la atestación. Se contesta la autoridad para atestar para dar testimonio del Evangelio. Que haya cristianos que ya no pueden vivir en la institución, es algo que comprendo, pero si están solos, ya no podrán hacer gran cosa. Por mi parte sueño con comunidades cristianas a las que pudieran venir otros creyentes, aunque también gente que no tenga la fe, y que se dijeran: “¿Qué podemos hacer juntos? ¿Hay cosas que nosotros querríamos suprimir o corregir, u otras que desearíamos inventar?”; qué reflexionarían sobre todo eso y decidirían lo que hay que hacer punto. Así es como se podrá difundir el espíritu del Evangelio. Veo con frecuencia amigos a los que digo: “Formad grupos, comunidades; evitad rupturas candentes que no conducen a nada; seguid manteniendo, si es posible, contactos con la institución y haced Iglesia de otro modo;  y, bueno, ya veréis después lo que pasará. Hay evoluciones que se pueden llevar a cabo en el mismo seno de la Iglesia: ayer recibí un fascículo sobre la comunidad San Lucas de Marsella, que sirve vinculada a la institución diocesana y parroquial, con un encuadre tal vez aún demasiado clerical para mi gusto, pero que le ha permitido hacer nuevas cosas a su lado, sin ruptura. Sin convertirla en un modelo, cabe inspirarse en su ejemplo, y hay muchas otras de ese tipo, como los grupos de “cristianos en libertad” de las “Redes del atrio”  [Réseau du Parvis] que usted conoce bien. Es en grupo como se puede hacer cosas importantes, a un cristiano le resulta difícil vivir aislado, sobre todo cuando se piensa que el cristianismo es una religión encarnada y comunitaria, no pura filosofía. No cambiarán ustedes el mundo quedándose cada uno en su rincón, y puesto que ustedes quieren vivir como cristianos, piensen también en cambiar la Iglesia y, por consiguiente, en seguir conectados con ella.

8 comentarios

  • Jorge Felip Fernández

    Destacaría de la fe “como acto de confiarse a Cristo y de seguir la vía de salvación que él ha trazado” … “compromiso de vivir según el Evangelio”. Sin embargo, su “expresión en unos dogmas, unas creencias doctrinales, en unas prácticas religiosas” es más bien creencia que fe. Pertenecen al Credo, que se asumen en la expresión “yo creo”.  La fe para mí es la confianza que tenemos en que algo que tenemos entre manos va a salir bien, cosa que necesitamos para ir viviendo. Y la fe cristiana es la confianza que depositamos en Cristo y en el compromiso con el Evangelio. La creencia es otra cosa, aunque apunte a la confianza al decir creo que …, se trata más bien de ver posibilidades o razonabilidad, que aporten cierta credibilidad a lo que hacen referencia. Por ello, en mi opinión, si las prácticas religiosas carecen de coherencia o si las creencias doctrinales y dogmas carecen de credibilidad con respecto a la fe y al entorno cultural en el que se vive, se hace necesario y urgente el revisarlas. La Teología y el culto tienen que estar abiertas al cambio, para adaptarse al contexto en el que se desenvuelven. Aferrarse a aquello que en el pasado funcionaba y ha dejado de hacerlo, no sirve de nada.

    Comparto con el autor mi fe en un Dios encarnado, inseparable de su proyecto con respecto a los seres humanos, invitándoles a reunirse entre sí por amor y con Dios en la plenitud de su vida eterna. Tanto es esto así que para mí la afirmación de un Dios creador del Universo y de los seres humanos a su imagen y semejanza, es un asunto completamente marginal, que solo me trae conflictos con la Ciencia cosmológica, antropológica, …, y que nada inciden ni influyen en mi fe. Sin embargo, si coloco la creación por Dios del mundo y del ser humano al final del tiempo, cuando todo el proyecto de Dios se haya consumado, en lugar de situar la acción de Dios en el origen, todos estos problemas se disipan. ¿Qué importancia tiene que el mundo, los seres vivos, nuestra especie, cada ser humano, …, tenga su origen en el puro azar, si lo que importa es su destino final en lo Eterno?

  • mª pilar

    Gracias Antonio, por estos retazos para mí interesantes.

    Gracias un abrazo entrañable.

  • ana rodrigo

    Es muy importante tener claras las ideas en lo que se refiere a fe, creencias y religión, y Moingt explica muy bien el porqué. Después viene el “cada cual”, sobre todo quienes se quedan  exclusivamente con creencias y con la religión, en perjuicio (teóricamente) de la fe. No obstante, como he dicho muchas veces, afirmo mi respeto por estás últimas personas, porque las creencias y la religión le sirven para llegar a la misma meta que quienes tienen más purificada la idea de la fe, es decir, su vida y sus actos están más próximos a la imitación y seguimiento del mensaje y ejemplo de Jesús, en cuanto a entrega, donación, compromiso solidaridad, etc. Aunque yo pienso que “el saber no ocupa lugar” y que si se tienen las ideas mejores, nunca vienen de más.

    Sobre todo, me gustaría que fuese la Iglesia-Institución, la que fomentara un mejor conocimiento de la fe, poniéndola como prioritaria ante las creencias y la religión, y humanizar lo más posible a Dios en Jesús, el galileo.

  • Román Díaz Ayala

    Si lo esencial de la fe y que lo hace diferir de las creencias es la entrega confiada a Jesús y en actitud de apertura a la salvación que nos ofrece, no estaría completa sin el asentimiento a la revelación, a la trascendencia. (¿A quién vamos a ir si tú tienes palabra de vida eterna?)

    ¿Quién defiende todavía que la salvación, individual o colectiva, es una instancia referida para después de la vida, en las postrimerías?

  • Alberto Revuelta

    La cita que extraña Antonio. Dios que viene al hombre.Ii/2 De la aparición al nacimiento De Dios. EL NACIMIENTO. Sígueme, Salamanca 2011.pag. 37,, y cfr. 69 et alia

    • Antonio Duato

      Gracias por esta concreción de tu cita. No dudé nunca de que fuera exacta. Pero, como estaba leyendo los dos últimos libros que escribió Moingt como creyente de hoy y no como teólogo, quería saber si estaba ese texto en ellos. Tu indicación me ha llevado a descubrir esos tres tomos con el título “Dios que viene al hombre” publicados por Sígueme entre 2005 y 2011. Y el otro de 750 páginas publicado por Desclée en 2015, con el título parecido “CREER EN EL DIOS QUE VIENE: DE LA CREENCIA A LA FE CRISTIANA“. Desgraciadamente ya no tengo tiempo de entrar en esta obra teológica. Pero sé que está ahí como base de esos pensamientos sobre la fe, las creencia y la religión actuales de que hablan los libros de donde he sacado este post.
      Gracias, Alberto, por estar ahí, por tus colaboraciones de siempre, por las “contestaciones y atestaciones” recientes, por tu contribución futura que espero en uno u otro formato.

  • Alberto Revuelta

    Me pido un minuto para aclarar para todos los que han intervenido en la bitácora de ayer y de modo especial ante al comentario de Oscar sobre fanfarria y broma por mi parte. Mi nota 1/ es totalmente seria en su forma y en su fondo. Los debates del último artículo de Salvador me llevaron a reflexionar si no es más exigente para mí decir claramente mi posición y no intervenir en debates que no me provocan, en muchos casos, el adecuado agrado intelectual del buen discurrir. A mi. Y lo que me hizo escribir así, en último lugar fue la nota de Oscar sobre el azar y el sinsentido de la  vida lo que lleva que hemos de proporcionárselo  cada uno de nosotros contando con el Azar bueno y el malo.  Me sonó con todos los respetos a doctrina y preceptos  reunidos en un libro , el Zend-Avesta de Zoroastro  con dos principios contrarios y alternos: el principio de la luz o del bien y el principio de las tinieblas o del mal.  Ormuz y Arriman. Y me puse a escribir lo qué salió. Al leer los comentarios y la aclaración de Oscar sobre lo que sea una  bitacora, retome apuntes de la de las dos ultimas no empleados y he contestado por respeto y deferencia a cada uno. Pero broma ninguna y fanfarronear menos. Agradecido si.

    • Carmen

      Pues ya está.

      Me ha encantado lo de: te esperaba, hermano lobo.

      Y no se le ocurra de momento escribir ninguna bitácora . Deje pasar un tiempito.

      Un abrazo.