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Ni Mao, ni Marx, China ayer y hoy

China y su gobierno a la cabeza festejaron el 1 de octubre el 70º Aniversario de su República Popular en 1949, de la mano de Mao Tse Toung. Emergiendo de la pobreza, las guerras y el hambre, de entonces a hoy ha pasado a segunda potencia económica mundial, tras una experiencia comunista de corte sovietico, y una revolución cultural, seguida de unos gobernantes revolucionarios que hoy son artífices de esta prosperidad conquistada, está marcando un camino radicalmente diferente y un ritmo de crecimiento vertiginoso que ningún otro país ha conseguido alcanzar en la historia…

        Para Occidente, embarcado en la vía neoliberal y teóricamente democrática, con sus pequeñas deficiencias, resulta difícilmente comprensible. Ha pasado de un siglo XVIII en el que Voltaire  vió en el pensamiento de  Confucio “la racionalización de la divinidad” y consideró su sistema político como el más avanzado del orbe a críticas de otros ilustrados como contraria a la ley del progreso natural, (Diderot), como carente de filosofía (Kant) o de una crítica radical del mismo Karl Marx como un estadio al margen del progreso, al rechazo de los herederos de la revolución francesa y todos los profetas del progreso que mamaron de los pechos de la misma la revolución industrial y las democracias europeas y americanas.

        Tras la guerra de 1940, los mismos profetas de Occidente profetizaron que había llegado para China el momento de finiquitar su sistema de partido único y aterrizar en la vía democrática de corte occidental. Pero no, acertó Voltaire en definir la política china como “despotismo ilustrado”; mientras Occidente avanza hacia el futuro en un movimiento lineal, China se mueve en otro de signo circular, en el que a momentos de corrupción de un régimen sucedía una revolución campesina que restablecía el orden, terminaba por imponer el sistema republicano sobre el imperial, y en 1949 despedía la experiencia de Mao calcada del sistema soviético por otra que incorporó el sistema de mercado a un gobierno fuerte  que impulsaba al país entero a la conquista del bienestar material y a la categoría de segunda potencia económica y a la búsqueda entusiasta de su propia identidad., el gran renacimiento de la nación china.

        Hoy, muchos occidentales se preguntan si existe una complementariedad entre ese movimiento lineal de las democracias de aquí con la otra dinámica circular de la mentalidad y la política china, si las idiosincrasias europeas pueden superarse a sí mismas y encontrar junto con la dinámica china una salida verdaderamente universal.

2 comentarios

  • Manuel

     
    Al valorar la situación de China estoy muy desconcertado y también desinformado.
     
    Me encantan los adelantos tecnológicos que compro y la veo en muy primera línea. Admiro a China.
     
    Por otra parte las informaciones que me llegan son que hay una férrea censura en los medios de comunicación hasta el punto de no permitir buscadores de internet libres. Por supuesto tampoco disidencia política.
     
    Entiendo que es esencial en una sociedad libre y madura que tenga acceso a toda información, que la valore y que tenga capacidad de decidir.
     
    Entiendo que hay democracia real donde tras la información y la decisión hay posibilidad real de que la oposición pueda ser elegida para gobernar.
     
    ¿Actualmente qué hay en China? ¿Un capitalismo férreo? ¿Un comunismo en el que cada uno aporta según sus capacidades y recibe según sus necesidades? ¿Un despotismo ilustrado de todo para el pueblo pero sin el pueblo?
     
    ¿Como viven, cómo piensan los chinos? ¿Están viviendo la revolución industrial de hace siglos dejando campos y superpoblando ciudades de la mano de grandes multinacionales? ¿El capitalismo les está sacando de la pobreza y con el tiempo llegará la información, la elección, los sindicatos y los partidos?
     
    Admiro a China, pero estoy desconcertado.
     

     

    • Manuel

      Amigo Honorio, no hay más aportaciones sobre China.
      No interesan nuestras reflexiones.
      Pienso que la irrupción de China en la Era de Internet, en la que vivimos después de la Era llamada Contemporánea, es crucial y de primerísima magnitud.
      Más importante que hablar de la Iglesia o del algún conflicto local.