Pinceles para el Evangelio, 14
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1. Objetivos dispares de Jesús y los discípulos
La andadura del Galileo con los discípulos estuvo marcada, de principio a fin, por sus continuos desencuentros. La constante destacada desde el recorrido por Galilea, los pasos por la Fenicia y Decápolis y el viaje a la capital, Jerusalén, no fue otra sino el desajuste entre:
- Sus distantes análisis de la realidad.
- Las diferentes respuestas a los problemas de la gente-
- Los alejados objetivos que uno y otros perseguían y
- las desiguales estrategias para alcanzarlos.
Él les expuso sus pretensiones a las claras; ellos dijeron aceptar, pero solo de boquilla, porque un día tras otro disimularon sus propios planes de mil maneras.
Aquel hombre de Nazaret no cedió un milímetro de su propuesta universalista; el colectivo de seguidores se mantuvo en un cerrado nacionalismo religioso y hegemónico. A la firmeza del Galileo, el grupo guardó las apariencias y siguió maquinando bajo cuerda los fines que les movían. A la lealtad extrema que él les exigió, ellos le respondieron con cobardías y traiciones. Él acabó, viéndose solo, entre las garras inmisericordes del imperio dominante movidas a instancias de los dirigentes políticos y religiosos del pueblo. Los discípulos, salvo algunas mujeres, se desperdigaron a las primeras de cambio y salieron en desbandada de la capital con el miedo metido en el cuerpo.
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2. El tríptico de Marcos donde nos cuenta el revuelto mar de fondo
Los últimos momentos del Galileo con sus cerriles y acobardados amigos se significaron por su intento final de reclamarles fidelidad a su proyecto de sociedad alternativa. Marcos resumió en un tríptico esos instantes íntimos cargados de exigencia y deslealtades. Son tres piezas referidas a La Cena que enunciamos del siguiente modo:
- El hombre del cántaro: Mc 14,12-16.
- Traición y deslealtad: Mc 14, 17-21.
- Última invitación al compromiso: Mc 14,22-26.
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3. La pieza central del tríptico donde se anuncia la traición
La pieza central del tríptico (Mc 14,17-21), la que analizamos aquí, se ocupa abierta y exclusivamente del asunto de la traición de Judas en un contexto común a los tres elementos de esta composición literaria: La cena de despedida.
“Caída la tarde, llegó con los Doce.
Mientras estaban recostados, comiendo, dijo Jesús:
–Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar, uno que está comiendo conmigo.
Dejando ver su desasosiego, le preguntaban uno tras otro:
–¿Acaso soy yo?
Les repuso él:
–Es uno de los Doce, uno que está mojando en la misma fuente que yo. Porque el Hijo del hombre se marcha, según está escrito acerca de él, pero ¡pobre del hombre ese que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría al hombre ese no haber nacido”
El apunte temporal con que da comienzo el relato: “Caída la tarde” no indica solo la llegada del momento de la cena que se iniciaba tras la caída del sol, llegado el anochecer, sino que avisa de una situación confusa y ennegrecida en la sociedad alternativa, enunciada bajo la expresión ‘los Doce’: “llegó con los Doce”. Los Doce representan al círculo completo de seguidores, hombres y mujeres, que aseguran prestarle su adhesión. La mayoría de ellos, sin embargo, siguen sin aceptar ese proyecto, apalancados en sus propias ideas de conquista del poder. Marcos ha abierto su relato (“Caída la tarde”) avisando de esos momentos oscuros que han ensombrecido la vida del colectivo.
El texto no hace mención alguna del lugar. Queda fuera del interés del evangelista. Ahora bien, la ausencia de localización señala el enganche entre este cuerpo central y el relato anterior, primer elemento del tríptico. En esa sección lateral que inicia el contexto de la cena con el asunto de los preparativos de esa comida especial, los discípulos, tirando de simulación y argucia, dejaron traslucir sus callados propósitos al tomar la iniciativa respecto a la cena de Pascua:
“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” (Mc 14,12).
Ellos pensaban que la cena pascual sería el momento idóneo para que el Galileo asumiera el liderazgo de una rebelión de las multitudes contra las fuerzas invasoras del imperio dominante. Buscaban dar cauce a sus fines de conquistar la independencia y el poder. Así que le darían al Galileo todo el protagonismo. Sería la cena de Jesús (“a prepararTE”). Él, en cambio, les exigirá salir de sus categorías y cambiar por completo el rumbo. Y les dio instrucciones precisas en orden a realizar ese giro total. Deberán entrar en la ciudad para encontrarse con un extraño individuo, figura del cambio a realizar. Deberán seguirlo hasta el lugar donde celebrar la cena (ver artículo en ATRIO: El hombre del cántaro).
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4. Ni rastro de Cena Pascual. Es momento de tomar decisiones
No hay en el texto ni rastro respecto a los detalles significativos de la cena pascual. Marcos ha eliminado toda referencia alusiva a tal fiesta conmemorativa. No le interesó. En cambio sí se preocupó por destacar la comida. El relato está centrado en ella: “Mientras estaban recostados, comiendo”. Compartir mesa, signo en aquella cultura de amistad y compromiso, agrandaba la deslealtad del grupo. Comen como personas libres: “recostados”. Los esclavos no podían comer recostados; lo hacían de pie o en cuclillas. Como personas libres tienen capacidad de decisión. Y es el momento, parece decir Marcos. El evangelista subraya con estos dos apuntes (“comiendo” y “recostados”) la infidelidad del grupo al planteamiento del Galileo. Son instantes graves. El engaño asoma. Está a las puertas su maldad. El Galileo eleva la tensión dando una noticia desconocida por el plantel de comensales: Uno de ellos querrá salvar su vida entregándole. Participando en la cena, simula serle fiel. Guarda las apariencias tras una amistad disimulada. Lleva al límite su traición:
“Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar, uno que está comiendo conmigo”.
El dato inesperado cayó como una bomba y sembró el desconcierto en el colectivo. No era para menos. El peligro estaba al acecho oculto entre los mismos que compartían la comida. No saber del traidor generaba sospechas generalizadas. Los recelos dieron paso a un baile de miradas lanzadas de reojo: “Dejando ver su desasosiego…”.
Todos quisieron quitarse de encima las dudas que sobre cada uno podían tener los demás. Le importaban las sospechas y el juicio de los otros; no, la propia infidelidad al amigo de Nazaret. Y acuden al Galileo para que sea él quien les descarte como traidor:
“…le preguntaban uno tras otro:
–¿Seré acaso yo?”.
Marcos atribuye el gesto y la pregunta a todos. Se ve que ninguno de ellos las tenía todas consigo. El engaño había hecho nido en el colectivo al completo. A pesar de la exigencia del Galileo a los suyos de seguir al hombre del cántaro, esto es, de invertir su posicionamiento para adherirse con sinceridad y hasta el final a su proyecto como la mujer del perfume (Mc 14,3-9), ellos mantenían ocultas sus pretensiones de lograr el poder. Se las daban de comprometidos con el proyecto participando de la cena codo a codo con él, pero escondían dentro de ellos el engaño y la traición.
Según Marcos, Jesús se limitó a señalar la grave deslealtad de mostrarse como amigo y adherido al proyecto de sociedad alternativa mientras se trama la maldad convenida con los representantes del sistema injusto:
“Es uno de los Doce, uno que está mojando en la misma fuente que yo”.
El evangelista da fin a la pieza central del tríptico con el Galileo subrayando la traición a su proyecto humano y calificándola como el gran disparate que desbarata la propia vida:
“Porque el Hijo del hombre se marcha, según está escrito acerca de él, pero ¡ay del hombre ese que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría al hombre ese no haber nacido”.
- 5. Noche de traición y deslealtad
Jesús, modelo de ser humano, está a punto de ausentarse del escenario donde se exige tomar decisiones. Su marcha no se debe a un suceso imprevisible. Marcos la justifica de pasada aludiendo a la Escritura (“según está escrito acerca de él”), aunque sin ofrecer ninguna cita explícita. El interés del evangelista se centra en destacar la oposición radical entre quien se ha posicionado por la deslealtad y la traición y el amigo de Nazaret, el hombre que proclamó la vida auténtica y al que presenta como patrón por el que guiarse. Al primero, al traidor, le denomina por dos veces en forma despectiva: “el hombre ese”. Esa forma de designarlo contrasta con la usada para Jesús: “el Hijo del hombre”. Esta última alude al proyecto de ser humano que el Galileo representa. La anterior, “el hombre ese”, habla de ese proyecto abortado, ido completamente al traste. La entrega del proyecto alternativo al sistema para que este lo desarticule conlleva la ruptura con el futuro de la humanidad. Al rechazar de plano el proyecto, “el hombre ese” ha malogrado de manera irreparable su propia vida poniendo en extremo peligro de hundimiento el reinado de Dios. Es la consecuencia de la deslealtad y la traición.
El colectivo de los Doce, también de modo oculto, sigue esa vía que pone en riesgo el proyecto de sociedad alternativa. Al pretender tener en su mano idéntica maquinaria y los mismos mecanismos usados por el sistema, se ha plantado igualmente en la deslealtad y a las puertas de la traición.
Esta es otra línea del texto evangélico que comenta Salvador que me detiene: «Es uno de los Doce, uno que está mojando en la misma fuente que yo.» (Énfasis añadido). Y al detenerme en ella o con ella no puedo evitar sentir con más fuerza lo que afirmé en mi última entrada. La deslealtad al Galileo cuando se hace patente a quien la comete es una experiencia traumática como cuando una persona se descubre como vulnerable después de haberse sentido fuerte. Para mí encaja con los sentimientos que parece que tuvieran estos Doce la tarde de la muerte y el enterramiento.
En mis pacientes he visto muchas veces lo devastador que es recaer cuando uno se cree recuperado. Es doloroso aceptar que las recaídas sean parte de la sanación: Rompen la coraza del orgullo y del amor propio. Quien sale de una depresión clínica generalmente demasiado a menudo lo hace entreteniendo la fantasía de que se ha sanado para siempre: Una especie de «fervor de novicio». Desafortunadamente, una vez que el cerebro aprende la alternativa de la depresión nunca más la olvida. Son las marcas químicas correspondientes que hacen esa memoria imborrable.
La remisión de las depresiones vendrá mucho después cuando a base de tratarla de cerca no se la mire más con miedo o con embarazo. Es el camino más corto que se pudo tomar de inicio pero que rara vez se toma.
Volviendo al tema de la deslealtad al Galileo, conforme sus compañeros cercanos se hicieron ilusiones de todo tipo, comparablemente al enfermo de depresión que la supera por primera vez, Pedro, porque Judas no parece haber podido superar el bajón que se pegó ―pero imagino que el Galileo le mirara con compasión y no sé interpretar que le animara a que consumara su deslealtad― «lloró amargamente» cuando se sintió tocando el fondo del tonel, cuando no pudo evadir la realidad de su deslealtad.
Comprendo que no se trata de lo mismo, pero la deslealtad me parece que ande de la mano del estar centrado en sí, el egoísmo, el pensar según uno desea y como le convenga más que dejarse guiar por la realidad. Cuando las fantasías se deshacen «como pompas de jabón» (Machado/Serrat) cada vez que una estalla se vuelve como una punzada de clavo.
En otro plano, es esta vulnerabilidad la que me hizo añadir a ínfimos, efímeros y necesarios, la cuartas «nota» de rotos. Sobre todo, porque el texto señala expresamente que quien sea ya es desleal cuando ha estado mojando y aún moja de la misma fuente que el Galileo, cuando aún le sigue o le acompaña, o permanece junto a él, aunque ya no esté «por» él. Y en esto quien esté limpio de pecado, ya sabe, que lance la primera piedra.
Leo: «El evangelista da fin a la pieza central del tríptico con el Galileo subrayando la traición a su proyecto humano y calificándola como el gran disparate que desbarata la propia vida: “Porque el Hijo del hombre se marcha, según está escrito acerca de él, pero ¡ay del hombre ese que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría al hombre ese no haber nacido”.»
Esta nota me parece también extraordinaria: Lo que me parece que he de aprender de ella no es lo que históricamente «quizás» el Galileo pensó o dijo, sino lo que ocurre a la vida de quien traiciona su compromiso con la sociedad alternativa después de haberlo hecho: Su vida se desorganiza.
Tratando de imaginar esto que me parece interpretar se me ocurren un par de comparaciones aproximadas, representativas.
No se trata de un castigo, ni de una consecuencia fatal, sino algo que experimentamos en la existencia continuamente: El efecto caótico de incurrir en contradicciones, usualmente llamado trauma.
Por ejemplo, quien nunca ha ejercido su autonomía y no conoce la experiencia de dirigir consciente, intencionalmente sus esfuerzos en un sentido porque su existencia ha sido la de quien navega a la deriva, una vez que logra conocer una existencia ordenada al bien y al bien común, si regresa al desorden previo solo puede experimentar la desolación. Es como estar en un espacio debidamente iluminado y de repente quedar a oscuras, incapaz de reconocer en qué sentido o dirección avanza o retrocede, o dónde se encuentra.
En efecto la vida a oscuras, aunque uno se adapte, es intolerable una vez que se ha recuperado la visión, o la adquisición de la audición, por ejemplo, por el implante coclear, si de repente se pierde los pacientes solo experimentan desolación.
El problema del mal no es la experiencia del mal, porque el endurecimiento interior y la pérdida de sensibilidad también se puede volver habitual y la persona adaptarse a ella, cuando no ha conocido nada más.
Los adictos que se recuperan muy a menudo se acercar al filo mismo del suicidio cuando incurren en la recidiva. Siguen siendo pacientes, no se trata de que teman al castigo de parte de su terapeuta, es que han logrado ver-se a la luz de la esperanza y de repente esa visión de sí se les pierde desaparece.
Leo: «Se las daban de comprometidos con el proyecto participando de la cena codo a codo con él, pero escondían dentro de ellos el engaño y la traición.»
Este punto de la pincelada del autor me parece extraordinario. Cuando visité en 2004 el fresco de Da Vinci en Santa María de las Gracias, Milán, la impresión que me quedó era la de estos momentos del relato marcano. Incluyendo a Juan que en lugar de descansar como a menudo le representan más cerca o sobre el hombro del Galileo, está representado cuchicheando con su vecino Pedro mientras el Galileo permanece más bien absorto.
No muy lejos de esta actitud del Galileo, que me parece de confianza en que lo inevitable no causará un final fallido, me parece que pueda estar la de Francisco que quizás acepta que lo promisorio de su elección solo ha servido para alborotar el patio, pero que a largo plazo, ha invertido el orden, dejando mucho más espacio que el que nunca hubo para que se acabe de resquebrajar la mitológicamente opresora figura del Papa como infalible, escogido de la divinidad, etc., sobre todo a la luz de la tendencia que él mismo no ha saboteado de subir a la peana a los papas.
Quizás en Francisco se esconda unas pasotas, alguien que sabe que el río determina su curso según que el terreno no sea capaz de imponérselo, pero que, cuando las aguas se salen de madre, nadie puede devolver la violenta riada al cauce.
Sin cuestionar la autorizada interpretación de salvador, me pregunto si el Galileo no era un pelín, al menos un pelín, existencialista y comprendió, estando ya tan cercano a su asesinato que las únicas cosas que puedan ocurrir son aquellas que de hecho ocurran, rindiendo todod los subjuntivos al sinsentido.
Si esta especulación mía fuese acertada, la falta de reacción de Francisco frente a los conspiradores vaticanos ―a quienes sabe desleales y hasta traidores como el Galileo supo que fuesen sus más cercanos seguidores― representa en realidad una paradójica y atrevida esperanza de que nada puede alterar el acontecer ni siquiera desde el presente, sin que sea la propia realidad la que bajo las más extrañas circunstancias, va autodeterminando (quizás dialécticamente) su propio curso.
Este otro párrafo apunta, a mi vista, en la misma dirección que he comentado antes: «A la firmeza del Galileo, el grupo guardó las apariencias y siguió maquinando bajo cuerda los fines que les movían. A la lealtad extrema que él les exigió, ellos le respondieron con cobardías y traiciones. Él acabó, viéndose solo, entre las garras inmisericordes del imperio dominante movidas a instancias de los dirigentes políticos y religiosos del pueblo.»
Me puedo imaginar que a espaldas del Galileo se comentara entre los discípulos cuán despistado estaba y cuán iluso era hablando de una «alternativa» que ellos no apoyaban. En este mismo contexto, me imagino a quienes llegaron a expresarle sus ambiciones (la mujer de Zebedeo en favor de sus hijos y ellos mismos) o sus métodos (Pedro desenvainando su espada y desorejando a Malco) que por un tiempo estarían pensándolas (aquellos maquinando qué posiciones deseaban ocupar y Pedro qué hacía falta llevar al huerto “por si acaso”) y en medio de todo esto otro que extrañamente anda durmiendo desnudo sobre una sábana y sale huyendo porque no se detiene a recoger sus ropas.
Y en todo este desbarre conspirativo, también me imagino al Galileo que prosigue creando su proyecto a sabiendas de que las apariencias no eran muy prometedoras. Por esta misma vía me imagino a Francisco en el nido de víboras vaticanas que sigue haciendo lo que cree a sabiendas de que el escenario en el que se encuentra parece dispuesto para otra comedia completamente diferente. Y ocurren cosas contradictorias como, por ejemplo, de última hora: El documento condenando la ideología de género, el de la entrevista con Numa Molina. Ocurren esas cosas y Francisco parece dormido en una barca a punto de naufragar, o no, depende de donde se mire.
Esta especie de incongruencia caracterizada por los desencuentros ciertamente parece que ponen en claro la cada vez menor probabilidad de éxito del proyecto del Galileo y la cada vez mayor de un sonado fracaso. Una cosa es cierta, con angustias o sin ellas, el Galileo no abandonó su derrotero que apuntaba a la boca de una tumba, la cual según Xavier Pikaza en Atrio (1 de abril de 2010), muy probablemente fuera la fosa común de los criminales asesinados y no la tumba de un poderoso, porque el Galileo permanecería afincado en su solidaridad con los demás crucificados. A dos mil años vista, parece que las historias no hayan cambiado. La del Galileo sigue correspondiendo a una situación muy precaria mientras que las de sus seguidores, sean estos meros acompañantes o auténticos seguidores, son las de un montón de carreristas en busca del éxito aquí y ahora.
La escena sigue exactamente igual en el siglo XXI: uno de vosotros me va a entregar.
Y seguimos preguntando hipócritamente “soy yo acaso”.
A Jesús, el galileo lo seguimos traicionando todos los días, desgraciadamente.
No debemos escondernos detrás de Judas.
Debemos reflexionar y convertirnos.
Un saludo
Pedro, muchas gracias por tu comentario….. no cabe duda que has tocado un punto importante..Han cambiado las épocas, las perspectivas, el enfoque, los accidentes externos del ser humano, pero fundamentalmente no ha cambiado nuestra naturaleza íntima y podemos decidirnos por la traición o por la lealtad, por la hipocresía o por la sinceridad, por la mentira o por la honestidad, por la fe o contra la ella, por el bien o por el compromiso con el mal…Tenemos en si el poder de decidir…Y hoy como ayer…
La conversión es la transformación del ser hacia la Verdad…Frente a la traición de Judas…tenemos que contraponer la conversión por la gracia de los Once restantes el día de Pentecostés…El mas fuerte testimonio de la veracidad y de la fuerza expansiva del cristianismo reside en el martirio unánime y voluntario de los testigos apóstoles y discípulos más cercanos a Jesús el Galileo por defender la Verdad, y que consta por la historia en la Iglesia primitiva…El eco de su predicación, el fuego de sus palabras y de sus gestos, y el color rojo de su sangre nos ha llegado hasta el siglo XXI, siglo de escepticismo, violencia, materialismo y falta de valores, en general…Este eco del Jesús trascendental, el de la Nueva Alianza en su sangre, nos persigue todavía a los que vivimos en este siglo de nuestra existencia humana…
Jesus de Nazaret. pues, sigue siendo punto central de controversia con respecto a su lugar en la historia y en nuestra propia fe….Por tanto, no solamente sigue vivo en su Iglesia, sino en el mundo…Veladamente o no, hipócritamente o sinceramente siempre lo tenemos presente…Cuando toda la cristiandad parece tambalearse ante tanto “crimen” interno y externo,… el Señor de Nazaret nos sigue diciendo lo mismo, que no tengamos “miedo”… para que “en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis tribulaciones. Pero confiad, YO he vencido al mundo” (Jn. 16: 33)
Con esa y en esa esperanza, nuestra fe se hace mas fuerte y más válida ante el dolor del mundo actual…
Con un saludo afectuoso de
Santiago Hernández
Es decir, podemos ver el texto no como una descripción de lo que pasó, sino como la reinterpretación de lo que pasó, para proporcionar una justificación desde un argumento de autoridad a una de diversas partes en conflicto sobre como seguir adelante.
El conflicto que aparece en el texto sería la proyección del conflicto entre distintas comunidades (formas de entender como actuar, al momento en que se escribió), en donde quien escribe presente su propia postura – y así, la justifica- como la postura de Jesús; y donde la postura de su contraparte – proyectada como la postura de los discípulos- es descalificada por el propio Jesús.
Amigo Rodrigo
Como se desprende de tus reflexiones, el relato objeto de este artículo no es una crónica; la aplicación pedagógica del texto destaca. Se sostiene, sin embargo, sobre una fuerte base histórica recogida por los cuatro evangelistas. Todos mantienen el mismo entorno (la cena) y coinciden en el tema (última llamada al compromiso a unos amigos desleales).
Marcos otorgó carácter a dicho tema situando el relato como elemento central de un tríptico. Mateo mantuvo esa figura literaria, siguió con fidelidad el texto de Marcos y añadió al final una breve intervención de Judas (Mt 26,20-25). Lucas prescinde del tríptico, pero resalta la gravedad de la traición insertándola en el momento culminante de la cena (Lc 22,21-23).
Juan trató la traición de modo especial. Mantiene el escenario (“Mientras cenaban”) (13,2a). Y alude acto seguido a la fuente de la felonía (“el Enemigo había ya inducido a Judas de Simón Iscariote a entregarlo”) (13,2b). El breve apunte introduce una acción inesperada del Galileo. La traición contrasta con lo que el prólogo resume con dos términos: “Amor y lealtad” (1,14). La narración describe a Jesús levantándose de la mesa, quitándose el manto, atándose un paño a la cintura y poniéndose a lavar los pies a los discípulos, cosa solo permitida a mujeres y esclavos no judíos(13, 4ss.). Esa lección de servicio dirigida a los suyos tiene validez perenne. Casi al final, el relato justifica con el AT una traición que por mucho tiempo resultó difícil de asimilar: (“…pero así se cumple aquel pasaje: ‘El que come el pan conmigo me ha puesto la zancadilla’ “) (Jn 13,18 citando el Salmo 41,10).
Con ese antecedente. Juan escribe a continuación un relato dedicado al tratamiento de la traición durante la cena. Introduce una serie de acciones de algunos discípulos y de Judas. Lo hace para subrayar como los otros evangelistas la gravedad del hecho y para ofrecer nuevos mensajes a las comunidades a las que dirige su texto (Jn 13,21-31).
Un discurso posterior comienza marcando cuál habrá de ser la característica fundamental que identifique a la nueva sociedad: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros”.
Frente al “mundo este”, el Sistema injusto caracterizado por el poder, el engaño, el sometimiento, la traición y la muerte, la sociedad alternativa se identifica por la forma de vivir y relacionarse de sus integrantes. Estos vínculos no se reducen a unos sentimientos ni se describen en abstracto. Hay un modelo a seguir El amor se valida con la lealtad sin límites. Esa fue la demostración del Galileo y el patrón por el que guiarse.
En mi opinión, estimado amigo Rodrigo, los cuatro evangelios basaron estos relatos en unos hechos reales y los adaptaron con fines pedagógicos a su tiempo y a sus interlocutores. Entre Marcos y Juan habían pasado seis decenios y, aunque con formatos diferentes, el tema central se mantiene en su contexto y en esencia.
Te mando un abrazo
Coincido completamente contigo, estimado Salvador, en que el texto presenta un constante conflicto entre Jesús y los discípulos; y no sólo entre Jesús y otros grupos con los que interactuaba (fariseos, saduceos, etc.)
Coincido también que el texto presenta como parte central de ese conflicto entre Jesús y sus discípulos el mesianismo nacionalista de los discípulos frente a una propuesta universalista de Jesús.
Pero hay una posibilidad de que el texto refleje más los intereses de la época/autor/audiencia en que se escribió (donde ya había ocurrido la apertura universalista de los grupos cristianos, en parte forzada por el rechazo del judaísmo y la diáspora entre las comunidades del imperio romano fuera de Israel, y justo se lidiaba de manera conflictiva con expresiones que conservaban un cristianismo judaizante), que la experiencia y propuesta real del Jesús histórico. Creo que es una distinción importante.
Abrazos y esperanzas
Leo: «La andadura del Galileo con los discípulos estuvo marcada, de principio a fin, por sus continuos desencuentros. La constante destacada desde el recorrido por Galilea, los pasos por la Fenicia y Decápolis y el viaje a la capital, Jerusalén, no fue otra sino el desajuste entre: Sus distantes análisis de la realidad; 2. Las diferentes respuestas a los problemas de la gente; 3. Los alejados objetivos que uno y otros perseguían y, 4. Las desiguales estrategias para alcanzarlos.» (Énfasis añadido).
Al leer este primer párrafo de esta otra jugosa pincelada no he podido sustraerme a la tentación de recordar la expresión falsamente atribuida a Einstein, de que, si al mismo problema repetidamente se aplicase la misma solución, el resultado continuaría siendo fallido.
Me parece que puedo tomar al Galileo por persona inteligente y sagaz, cualquiera que sea la definición de inteligencia que se prefiera. Resalta que se haya mantenido firme en continuar su proyecto sin reemplazar a sus «elegidos» para llevarlo a cabo.
Si lo entiendo correctamente, en otro lugar, Salvador ha establecido una solución al problema del número constitutivo de los seguidores que «estaban» con el Galileo y el lenguaje utilizado para designarlos. «Doce», textualmente hablando no siempre y necesariamente representa el número de los seguidores que «están» con Jesús porque también puede ser, por ejemplo, un número representativo del Israel escatológico.
Así pues, en realidad Jesús no eligió, sino que ofreció la oportunidad de que aceptaran su mensaje y algunos optaron por él comprometiéndose.
Si esta interpretación es correcta, es comprensible también que la aceptación exigiera tiempo de persuasión y que ésta fuese más o menos profunda y transformante en unos que en otros. En Hechos aparece Pedro en el llamado Concilio de Jerusalén argumentando en favor de la percepción judía tradicional y rindiéndose a los argumentos de Pablo, el ex perseguidor y ex asesino de seguidores y acompañantes que demanda ser creído al afirmar que fue elegido, el único elegido, porque lo dice él.
De cualquier modo, algunos fueron definitivamente menos persuadidos por él, por ejemplo, Judas Iscariote quien evidentemente al denunciarle y facilitar su asesinato llegó a rechazarle, aunque si, como se afirma, se suicidara después arrepentido de ello. Otros fueron persuadidos solo después de verle destrozado en la cruz, por el ejemplo el centurión y los soldados mencionados en Mateo 27, 54 a quienes se atribuye haber dicho: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios» aunque nada se diga de qué ocurrió con ellos o a ellos después de ese momento.
En definitiva, quien «da el paso» y se sitúa con Jesús pasa el resto de su existencia efectuando ese paso y, mientras tanto, se acerca y se aleja del Galileo muchas veces, aunque no sea necesario ser premio Nóbel de Física para reconocer cuán inconstantes somos los/las persona siempre, ínfimos, efímero, necesario y rotos.
Sin duda que Marcos empatizó con el “shock” de la traición y el destrozo humano del corazón de Cristo. Judas era miembro del colegio de los Doce llamado a la misión de la Iglesia por el mismo Jesús..Sin embargo, lo que se realizó esa noche fue algo central para la cristiandad…Marcos y Pablo junto con Mateo y Lucas reproducen exactamente las palabras de Cristo cuando instituyó el sacramento eucarístico…
Por eso Marcos empieza esta parte de su Evangelio con “el día primero de los ázimos” como preparación de la Cena y en el transcurso de la mismo como Jesús anuncia que ésta es la última vez que comparte el “fruto de la vid hasta el día aquél en que lo beba de nuevo en el reino de Dios” (Mc 14,25)….
Marcos narra sencillamente que “estando con ellos comiendo, tomando pan y habiendo pronunciado la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos y dijo: TOMAD, ÉSTO ES MI CUERPO” y habiendo tomado un cáliz y dando gracias, se los dio y bebieron de él todos. Y les dijo: ESTA ES MI SANGRE DE LA ALIANZA QUE ES DERRAMADA POR MUCHOS….(Marcos 14, 22-24)…El cuerpo es el que iba a ser entregado y la sangre la que iba a ser derramada “para la remisión de los pecados” (Mateo 26,26-28)
Sin duda Jesús nos dejó su legado en la Eucaristía…nos mandó a celebrar el sacramento vivo de su Pasión y Muerte que precedía al triunfo de su Resurrección…Es por eso que este sacramento es Sacrificio y Acción de Gracias al mismo tiempo…Jesús consiguió quedarse con nosotros y redimirnos del pecado con la aceptación de su Pasión y Muerte dolorosísima…Ejemplo vivo que nos dejó ahí para siempre y para lo que lo deseen..
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Este triplico , es muy especial para mí.
Esta primera parte, esta llena de sentido ante lo que el Galileo les presenta, ahora con más unción y fuerza que nunca… porque se mastica lo que va a suceder... y su lectura me causa un gran dolor interior.
Él, se esfuerza, se reafirma, les repite una y otra vez cual es el camino a seguir… pero están “en otra onda”… la suya; de momento no pueden comprender, lo que está sucediendo, y siguen en sus trece.
Y aún así… confió en ellos, nos los despachó con cajas destempladas…
Conque dolor… tuvo que denunciar al “amigo”… el ya se había salido por completo del grupo, no era capaz de asumir el cambio.
Solo estaba allí, por que tenía que cumplir lo pactado… entregarlo por unas monedas… ¿cómo podría seguir adelante… sabía que era bueno… y terminó desesperado.
Y a pesar de esa denuncia… seguían sin comprender lo que les ofrecía.
Quizá, esta realidad nos ayude, a mirar y comprender el Proyecto que el Galileo proclama. Solo tiene un camino; y no está en el templo, en los ritos, en las piedades.
Está, en la aceptación de su propuesta; y la llevaremos adelante cada cual, con aquellos mimbres que nos conforman, pero asumiendo la manera de proceder en todo momento.
¡Gracias Salvador!
No sabes como recibo a estas alturas de mi camino, estos:
¡Pinceles para el Evangelio!
Me dan Vida, me llenan de gozo, me reafirman… que mi caminar va por buenas veredas… aunque no siempre esté… al cien por cien.
Un abrazo entrañable hermano.
pili
He leído y me di cuenta que todo sigue igual en el mundo de los poderes y ambiciones humanas. El proyecto del Galileo, una vez que uno lo entiende, no va por ese camino. Gracias para aclarar esas cosas que no vemos a la primera lectura de los evangelios. Usted nos sirve de guía fiable.
Genial