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Manipular al pueblo

La gran enfermedad de nuestra democracia es que está siendo sustituida por la demagogia

        Como aún está cerca la semana santa podemos comenzar recordando cómo muchos de los que el domingo de ramos gritaban “hosanna al hijo de David”, solo cinco días después, convenientemente trabajados por los poderes religioso-políticos del momento, pasaron a gritar: “Crucifícale”.

        Este episodio no es único, sino que muestra una dura ley de nuestra historia: el pueblo que es el sujeto del poder, puede ser engañado y conducido por poderes fácticos (económicos, mediáticos o religiosos) que lo llevan a donde ellos quieren. Porque, aunque “no hay cosa más bonita que mirar a un pueblo reunido” (como cantaba la misa nicaragüense), ese pueblo necesita alguien que lo una.

        Por eso otra vez, hablando de la conducta de los independentistas catalanes, hablé de “masturbar al pueblo”. Me llovieron dos bofetadas y reconozco que la expresión podía molestar cuando lo que pretendía era interpelar: se puede provocar esa sensación momentánea de un éxtasis colectivo y placentero, pero que después acaba siendo algo así como un orgasmo infecundo. Lo cual puede acabar generando la consiguiente irritación del pueblo y una falta constante de estabilidad (sirvan ahora los chalecos amarillos como expresión para simbolizarla).

        Hoy quisiera aplicar aquella reflexión de antaño, con ánimo no hostil sino fraterno, a lo ocurrido con Vox y el PP tras las elecciones. Casado se había dedicado a esa misma política manipuladora durante toda la campaña, tras arrinconar sin ningún miramiento a la línea más moderada de Rajoy-Soraya. Luego se ha puesto de relieve la esterilidad de aquella política y hasta ha hecho añorar a los que él barrió. Pienso que una elemental dignidad debería llevarle a dimitir aunque el partido tenga la nobleza de no pedírselo (o precisamente por eso).

        Por otro lado, el discurso de Vox el domingo 28, a eso de las 22 horas, en la plaza Margaret Thatcher era un ejemplo aún más grande de esa manipulación: grandes palabras vacías, grandes promesas estériles, grandes truenos muy sonoros, pero de tormenta seca, muchos adjetivos, muchos gritos y pocas razones.

        Típico de todos estos procesos manipuladores es el eslogan aquel de Luis XIV: “el estado soy yo”. Y solo yo. Cataluña somos solo nosotros. España somos solo nosotros, o “los verdaderos vascos” de Arzalluz…

         Y si España somos “solo nosotros”, desde este punto de partida tan equivocado se sigue que hay que expulsar a todos los millones de seres humanos que podrán estar en este territorio pero “no son España”. De ahí la propuesta final de aquel discurso: “vamos a pasar de la resistencia a la reconquista”. Me pregunto asombrado cómo hoy, en el siglo XXI, se puede hablar de esa manera, como si sus 24 diputados fueran exactamente la victoria de Don Pelayo en Asturias hace doce siglos.

        Y más aún cuando lo que está diciendo el pueblo es simplemente esto otro: España somos todos (o Cataluña somos todos) y por tanto mandamos que os entendáis dialogando entre todos. La postura de “con este NI HABLAR” (no ya que “hemos hablado y no hemos podido entendernos”, sino que ni quiera hemos intentado hablar), y eso de los “cordones sanitarios”…, esa postura solo denota unos niveles mínimos de humanidad.

        Pero como ya enseñaba Pablo de Tarso, el género humano solo tiene un único mandamiento moral que no es ser más grande, ni ser más guapo ni ser más patriota: es, simplemente, convivir. Y convivir todos. Eso hace que la igualdad sea, a la vez, la palabra más y más humana. Y para poder cumplir ese mandamiento necesitamos dos manos: la político-económica y la de la espiritualidad interior.

        Hace poco apareció esa palabra vacía: “populismos”, que no acaba de tener contenido pero lleva una envoltura negativa que la hace muy útil para desautorizar sin necesidad de argumentos. Creo que no era necesaria: ya antes de ella nuestro lenguaje había distinguido entre democracia (poder del pueblo) y demagogia (manipulación o conducción del pueblo: eso de “llevárselo al río” como en el romance de García Lorca). La gran enfermedad de nuestra democracia es que está siendo sustituida por la demagogia. Y estas líneas quisieran ser una apelación, una súplica A TODOS, para que intentemos dialogar entre todos sin condiciones previas y sin adjetivos descalificativos, pero con hechos y con razones.

        Si eso fuera adelante (o quizá para que pueda ir adelante) veo urgentes dos cosas: un cambio en nuestra ley electoral que la haga más justa. Que no resulte que a unos les basta con cinco mil votos para obtener un escaño, mientras otros necesitan cincuenta mil, como antaño le ocurrió tantas veces a Izquierda Unida.

        Y, en segundo lugar: una ley de educación, fruto de un acuerdo donde todos habrán de ceder, y que se convierta luego en un pacto de estado. Porque nuestra educación está padeciendo mucho con eso de cambiarla según cambian los gobiernos. Esa falta de auténtica educación es lo que hace al pueblo tan manejable. Ya lo escribí otra vez: “democracia sin educación es dictadura de algún bribón”.

9 comentarios

  • juan antonio vinagre oviedo

    Coincido con el comentario que Gonzalo hace a propósito del artículo de Glez. Faus. La poca democracia real que tenemos -y que merezca ese nombre- es más bien el inicio de la democracia que soñamos, que aspiramos y reclamamos. Nuestra democracia real -que no nos ofusque el nombre, pues es más bien sólo nombre- se halla a nivel de educación primaria,  y  sólo en algunos países. Nuestra democracia es un intento de liberación y de crecimiento social tan controlado por el poder real que, como digo, aún no ha pasado del nivel de primaria.

    Las demagogias, que se advierten, a mi entender, contribuyen a debilitarla. En este sentido, el poder real debe alegarse, pues esas demagogias le están echando una mano…  Resumo: La democracia, además de liberación, es dar cabida y desarrollo a la capacidad de convivir con dignidad y respeto, sin mitos deformadores o excluyentes ni privilegios de unos pocos…

    Para terminar sólo una pregunta: ¿El mensaje de Jesús de Nazaret no es pura democracia, democracia que aún está por venir (tanto en la sociedad como en la Iglesia)?

     

  • M.Luisa

    En una segunda lectura detecto una cierta desconfianza  hacia la persona  del ser humano.

    A menos que se confunda el poder  con la fuerza,  no veo la razón de por  qué  pensar siempre que  el pueblo  puede ser engañado.

    La “fuerza del poder” es un desencadenante de posibilidades abierto a los  cambios que, al cubrir esa función, es por lo que puede decirse  que el pueblo es el sujeto del poder, al menos en democracia!

    En cambio el “poder de la fuerza” siempre desencadena violencia, una violencia  que el Estado Nación monopoliza poniendo así  en cuestión  la propia democracia.

    Pensemos que igual que la persona puede optar  por ser  sólo   agente de sus actos u optar por  llegar a ser autora plenamente de ellos,  igual sucede  en el proceso de soberanía de los pueblos. En ella, en esa autoria, se encontrarán!

  • M.Luisa

    Se me olvidó poner el titulo del artículo pero tal vez interese que lo introduzca  para quienes aún conservamos en la memoria  lo que un día no muy lejano dijo el ministro de educación –no recuerdo ahora mismo su nombre- ante el Parlamento  español “Hemos de castellanizar a los catalanes” pues bien  “CATALANIZAR ESPAÑA” es  el titulo del articulo que he presentado

  • M.Luisa

    Muy buenos días a to@s!!

    Con afecto y cordialidad…

    He hallado este recorte periodístico del diario ABC …http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1978/02/03/011.html,  por José María Carrascal  del año 1978 que tal vez pueda contribuir a ofrecer una imagen más real para comprender  la realidad catalana que se discute en estos momentos a partir de tanta desinformación.

    Hoy mismo, por ejemplo, dudo de que en las portadas de prensa madrileña salga la noticia  de que el Supremo a dictaminado lo contrario de la JEC respecto a la candidatura del presidente Puigdemont al Parlamento Europeo. Bien ya se verá …vayemos ahora a la hemeroteca. Pero antes quiero  unirme y agradecerle  a Antonio  ese sentido del humor que ante cualquier circunstancia no debe faltar. Allá va el artículo!!

    ——————-

    No se asusten. No se trata de abogar por el dominio catalán sobre el resto de los españoles; no se trata de sustituir la hegemonía madrileña por la barcelonesa. Además dudo que a los catalanes les Intere-sase. Los catalanes perdieron no hace mucho tiempo sus ambiciones iiegemonistas —al menos desde aquel episodio fulgurante de los almogávares, y desde entonces se han dedicado a su propio florecimiento en vez•de malgastar energías en subyugar a los de-más. Tal vez porque fueron de los primeros pueblos de Europa que comprendieron que imperialismo es contrario a -democracia. Hay que temer muy pocas cosas de los catalanes, y la que menos, afanes de señorío. Lo que aquí sugerimos es cosa muy dis-tinta y más profunda: que la catatanicidad pase a ser parte operante del alma española, hasta ahora no fecundada por ella; que el hecho catalán no se reduzca a aquella es-quina, sino que influya en el resto de la na-ción no para aplastar lo que es genuino de cada tierra, sino para ensancharlo, poten-ciarlo y enriquecerlo, haciéndolo más apto para la nueva situación que España inicia. Una de las mayores desgracias que ha sufrido nuestro país es que lo que ha venido presentándose como «espíritu español» apenas está impregnado de catalanismo, cuando debería  haber sido uno de sus ingredientes principales. Bien distinto nos hubiese ido, muchas desventuras nos hubiésemos ahorra-do, de haber ocurrido así. Pues pudo haber tiempos en que para ser algo en el mundo lo mejor era saber descabezar moros, cruzar cordilleras o conquistar imperios con una docena de hombres: Pero esos tiempos han pasado hace muchos siglos, y al empeñarnos en sujetar el alma española a tales características la hemos empequeñecido, mutilado y hecho poco apta para las nuevas circunstancias. No recuerdo quién dijo que la única forma de hacer una nación moderna de España era llenar el país de suizos o Ingleses. ¡Y eso teniendo al lado a los catalanes! (Qué ce-guera! (Qué desatino! Cataluña ha sido la gran desconocida para el resto de España; desde luego mas desconocida que Francia, Italia, Inglaterra o la misma Alemania. Se conoce más la literatura rusa que la catalana, y nuestro conocimiento de Cataluña está hecho a base de cuatro lugares comunes, todos ellos erróneos cuando no agraviantes. Sólo los que por azares de la vida hemos tenido la suerte de que nuestras familias fueran a residir allí pudimos darnos cuenta de las enormes diferencias que hay entre lo que se cree en et resto de España que son los catalanes y lo que son en realidad. España  tiene que ir fuera de sus fronteras para buscar virtudes cívicas modernas: las tiene dentro de ella misma, en Cataluña. Y no me refiero soto a la laboriosidad, al sentido organizador y de empresa, a la iniciativa. Me refiero a algo más valioso y raro: a la mezcla de tradición y modernidad que hace a todos los países a la vez estables y dinámicos; al espíritu de cooperación, sin el que una nación no pasa de reino de taifas; a la obediencia a la ley, sin la que no hay otra alternativa que la dictadura o la anarquía; al  respeto a la intimidad ajena, algo prácticamente desconocido en el resto de España, y que tal vez sea la cualidad mas preciosa del espíritu catalán. Todo esto lo necesita España hoy más que nunca, pues es con esos mimbres con los que se teje la auténtica democracia. Sin ellos de poco sirven Constituciones, partidos, urnas. Cataluña  viene adelantándose durante los últimos siglos al resto de España, y la gran tragedia de ésta ha sido no seguir la dirección que le marcaba, pero nunca  trató de imponer lo que a fin de cuentas era su avanzadilla europea. ¿Ocurrirá otra vez algo parecido? ¿Se construirá la nueva democracia española con la colaboración de tos políticos catalanes o seguirá ignorándoles? Y cuando hablo de políticos catalanes no me refiero a los allí nacidos para pasar luego por filtro de Madrid: me refiero a los catalanes cien por cien; gentes que nos digan las cosas un poco bruscamente, sin rodeos; que nos trans-mitan su sentido común, o instinto practico, su conciencia de responsabilidad individual y colectiva. Algo que estamos necesitando cada vez más angustiosamente. Cuando oigo decir a personas sensibles, inteligentes, que Cataluña no puede separarse «porque el Ejército «no lo permitiría»siento como un puñetazo en plena cara.¿Pero todavía estamos en ésas? ¿Todavía hay que tener sujeta a Cataluña? ¿Todavía no hemos aprendido? No. Cataluña no puede separarse porque la necesitamos hoy más que nunca, y hay que decírselo cuanto antes, bien alto, sin rubores, sin vergüenzas. Necesitamos no solo su industria, su arte, su organización, su modernidad, sino también su espíritu, su ejemplo, sus líderes, su «seny».Y espero que ella también nos necesite a nosotros para ser algo más que un rincón delicioso, cultivado y pintoresco en «EI Mediterráneo, y proyectar continentalmente, a través de España, el espíritu catalán, que todavía tiene mucho que decir en, esa Europa por hacer.

    José María CARRASCAL1

    • Equipo Atrio

      Genial los de Polonia. Hace años que los sigo y me divierto mucho. Desde los guiñoles de Canal + no ha habido programa de humor con tanto ingenio.

  • M.Luisa

    Que en la historia haya habido situaciones en las que el pueblo haya sido engañado es algo indudable pero…

    ¿Es aplicable esta circunstancia   a la realidad que hoy se vive en Cataluña cuando los autores de estos supuestos engaños  están  dispuestos a asumir el agravio vengativo de la prisión que se cobran los defensores de la indivisibilidad de España? …

    ¿Así mismo es aplicable esta  interpretación demagógica a estos líderes revolucionarios que  permaneciendo en prisión, privados de libertad,  aún dicen mantener  sus principios con más fuerza que nunca para cuando salgan de la cárcel darles continuidad?

    Con todos mis respetos  pero para mí este análisis  se aviene  a un relato  hecho a  medida, roza sólo lo superficial,  creía que  el Sr. González Faus, a quien saludo  desde aquí, vivía en Barcelona y que por ello tenía la suficiente información.

  • Juan García Caselles

    Muy bien.

    Solamente añadir que en un sistema como es el capitalista en el que vivimos, donde con dinero se puede comprar todo y, sobre todo, se puede comprar a las personas (y eso no es moralmente reprobable), el valor de los individuos es solo el del salario que se les paga, y el del pueblo, lo mismo. No hace falta solo educación para que el pueblo no se deje manipular, hace falta también el respeto a todos y cada uno de los individuos, de modo que el intentar comprarlos o manejarlos sea un mal gravísimo y así debe ser en un futuro donde ya no seamos todos disminuidos mentales, que es como ahora nos considera el sistema.

  • Gonzalo Haya Prats

    Creo que González Faus ha expresado con acierto la situación actual  (y parece que no solo actual) al decir que la democracia está siendo sustituida por la demagogia. Afortunadamente en España no ha logrado todavía sustituirla, porque las urnas han llamado al entendimiento entre los diversos partidos que la representan, y esta vez con predominio de un programa de mayor justicia social.