Un antiguo presidente del Barça, el señor Rossell, ha sido absuelto por falta de pruebas de la acusación de blanqueo de capitales, y puesto en libertad tras pasar veintiún meses en prisión, bajo medida cautelar provisional de privación de su libertad deambulatoria. El instituto penal de la privación provisional de libertad está regulado en el ordenamiento legal español. No voy a dar noticia de ello en esta columna.
Hube de acusar como letrado, por encargo de los padres, al asesino de la pequeña Mari Luz Cortés. Fue un juicio en la Audiencia provincial de Huelva, de cuyo ilustre colegio de abogados soy miembro, de largas sesiones celebradas mañana y tarde, durante interminables jornadas. Tuvimos que ver y oír las declaraciones de acusados y testigos, de peritos y las completas autopsias grabadas en video y las minuciosas y técnicas explicaciones de las dos patólogas forenses. Penosos momentos, inolvidables y que se le quedan a uno grabados a fuego en la sentina del alma. En mi informe pedí 26 años de prisión para el acusado. La ilustrísima sala lo condenó a 22, que continúa cumpliendo.
Terminado el juicio y tras un reportaje televisivo en uno de los programas matinales de una emisora de televisión privada de gran audiencia la policía detuvo y condujo desde Madrid a Huelva a la esposa del ya convicto y condenado asesino. Esta mujer que había declarado como testigo en el juicio oral, estaba en libertad. Tras las entrevistas de las reporteras del canal de TV la policía la puso a disposición de la magistrada de instrucción que había llevado todo el proceso del asesinato de Mari Luz.
A las diez de la maña en el despacho de su señoría estábamos reunidos el fiscal, el letrado del turno de justicia gratuita de la detenida y un servidor como acusación particular de la familia del señor Cortés, que tras el juicio me había vuelto a designar su letrado para acusar a dicha persona. La subieron de los calabozos y comenzó la diligencia procesal. A lo largo de la declaración de la detenida, de sus respuestas a las preguntas de su señoría, del fiscal de su letrado y de las mías, llegué a la convicción de que no era susceptible de solicitar para ella otra medida cautelar que la de fijar un domicilio donde pudiera ser localizada en cualquier momento por el juzgado. Ni el fiscal, ni su letrado, ni la acusación particular solicitamos la medida cautelar de prisión provisional por lo cual fue puesta en libertad por la magistrada.
Al salir del edificio de la Audiencia, que tiene una escalinata franquista de piedra berroqueña de los tiempos del ministro de Justicia señor Iturmendi, fuimos rodeados los letrados por unas decenas de comunicadores de televisiones, emisoras de radio y de periodistas de blok y boli que nos asaetearon a preguntas sobre lo ocurrido. El morbo era que un servidor no había pedido prisión provisional. Expliqué que la deontología del abogado impide sortear las leyes en función de intereses familiares o periodísticos cuando se trata de la libertad personal de alguien que no reúne los requisitos legales para ser objeto de la medida de la que estábamos hablando.
En medio de la barahúnda que se había formado, suena mi teléfono y una identificada periodista sedicente jefa de prensa del señor Cortés me comunicó que éste había decidido prescindir de mis servicios profesionales al haberle defraudado no solicitando la prisión provisional para la esposa del asesino. Aproveché para recordarle que me había hecho cargo de la petición de don Juan José Cortés cuando fue a nuestro despacho el año anterior con la condición de no cobrar ni un solo céntimo por llevar a buen fin su encargo.
Mientras tanto en la emisora televisiva madrileña se había organizado un festejo a costa mía en el cual uno de los tertulianos a sueldo del programa llegó a acusarme de sentires pederastias y otras lindezas de semejante jaez. Ya murió el tal tertuliano. Y de los muertos es mas educado no hablar. Solicitaron del señor decano del colegio de abogados que se me abriera expediente, cosa que hizo conforme al reglamento y que se resolvió haciendo saber a la emisora denunciante que había obrado conforme me obligada el Estatuto de la Abogacía.
Estos días en que las derechas políticas trifásicas se han desatado cual fuerzas del Hades para meter gentes en cárceles de toda condición, aumentar penas y armar a los ciudadanos, sobre todo a quienes les voten, me ha parecido conveniente contar esta pequeña historia totalmente cierta en todos sus detalles.
La presunción de inocencia, derecho constitucional a garantizar por abogados, fiscales y magistrados, corre gravísimos peligros. Todos podemos ser el señor Rosell en cualquier momento.
Me uno a la felicitaciones que te hacen los comentaristas anteriores, Alberto. Con personas así se podría creer en la justicia, sin más dudas que las limitaciones que en un momento dado pueda tener cada uno, siempre de buena fe. El problema es cuando uno se encuentra -o eso parece- con una justicia politizada, que ajusta con argucias y somete algunos principios legales y la ética profesional a ciertos intereses de grupo y de poder o cuando un cliente reclama revancha más que justicia, porque ya condenó de antemano… Un abrazo
Muy interesante tu historia, amigo Alberto, que desconocía.
Te felicito por contarlo y por el fondo de lo que cuentas.
Un abrazo.
Gracias, Alberto por retomar el tema. No sé cómo la divulgación mediática juega con estos temas, porque los escoge según no los méritos que tenga sino su poder de influencia sobre los ratings que cada uno logre a base de presentar sensacionalmente lo que sea.
Imagino que no hay modo de regular el ejercicio de la libertad de prensa. Acá en circunstancias parecidas pero no iguales, sostuve un argumento con un amigo que creía que la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense garantiza el derecho a decir lo que a uno plazca pero no es así, solo prohibe al Congreso Federal el poner en práctica leyez que disminuyan ese derecho y para nada autoriza la desinformación.
Si no te resulta enojoso por exceso de responsabilidades, me gustaría saber cómo garantiza la constitución española el derecho a la libertad de prensa sin menoscabar el deber de solo divulgar lo que sea verdadero. Comprenderé que no lo hagas si no puedes o que prefieras escribir algo para Atrio en un hilo aparte. Un abrazo y ¡enhorabuena! por tu conducta.
Fue una actuación que te honra y de las que debes contar a tus nietos para que se sientan orgullosos de su abuelo. Eso sí, que no piensen que van a heredar gran cosa porque por ese camino no te harás rico. Un abrazo.
Muchas gracias, Alberto. Increible, pero cierto. Si la Justicia se quiebra, estamos todos perdidos. Empecemos por no ser fanáticos y entre otras cosas, respetemos la presunción de inocencia. Modernicémonos también.
¡Felicitaciones por su integridad como miembro de la justicia!
Si esto fuera lo normal en toda justicia, no sucederían las cosas que nos están envolviendo.
Gracias Alberto, de corazón.
mª pilar
Qué bien que la derecha se haya dividido en tres, para colocar en su sitio a los que obran en conciencia y a los que miran la justicia en su justa medida. Felicitaciones Alberto. No a las condenas a muerte, no a las venganzas enmascaradas de justicia, no las prisiones provisionales aplicables al ¿enemigo?, o tenido por tal.Nadie tiene la seguridad absoluta, ni la certeza absoluta de un juicio, aunque humanamente se tienda a ello. Si es verdad eso de SED LEX, DURA LEX, pero tambien existe la EPIQUEYA, la interpretación benigna de a ley. Un abrazo cordial.
Gracias Alberto.
Me uno a la observación de Gonzalo Haya de que es muy importante mantener los pies en el suelo, y asentarlos correctamente sobre el terreno que se pisa.
No vaya a ser que por fijar la vista exclusivamente en un horizonte teórico e idealizado, nos llevemos un revolcón aquí y ahora. Y lo provoquemos en el prójimo.
Gracias por compartir tu experiencia y vida personal. Es muy importante mantener los pies sobre el terreno de la vida concreta. Es peligroso mirar siempre al horizonte si no cuida uno el terreno que pisa.
Fantástica pequeña historia.