- La campaña del Falcon es uno de los puntales de la estrategia electoral de Casado y, como tantas otras marrullerías, es tramposa, hipócrita y está inventada ya
- Responde a un razonamiento tan clasista como eficaz entre el votante conservador: que los políticos de izquierdas no tienen los mismos derechos que los de la derecha
La campaña del PP contra el presidente del Gobierno por el uso del avión oficial, el famoso ‘Falcon’ de Pedro Sánchez, no es un chascarrillo más. Es uno de los puntales de la estrategia electoral de Pablo Casado y, como tantas otras marrullerías, es eficaz, es tramposa, es hipócrita y está inventada ya.
Fue hace justo diez años, durante las elecciones gallegas de 2009, cuando el entonces aspirante Alberto Núñez Feijóo logró tumbar al gobierno bipartito de PSOE y BNG que presidía el socialista Emilio Pérez Touriño. Feijóo ganó la presidencia por la mínima: solo por un escaño y unos pocos miles de votos. Y gran parte de este apurado éxito se lo debió a una campaña de manipulación política que hoy Casado intenta emular: el famoso Audi de Touriño.
Los datos. El presidente gallego Emilio Pérez Touriño compró en 2008 un nuevo coche oficial. Uno blindado, con un complejo sistema de inhibidores –en aquella época ETA aún mataba– y por tanto muy caro. Un Audi A8 Security de casi medio millón de euros: exactamente el mismo modelo y el mismo precio que en aquellos años usaban casi todos los ministros, presidentes autonómicos y alcaldes de grandes ciudades. Era el mismo A8 que entonces llevaba Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre o Rita Barberá. Un Audi A8, como los otros dos que antes había comprado su predecesor como presidente de la Xunta, Manuel Fraga, y en el que también viajaba Feijóo cuando era su vicepresidente. Exactamente el mismo modelo de coche blindado que salvó la vida a Aznar.
Pero lo que hacía Fraga no era tolerable para Touriño. A cuenta del Audi blindado, el PP inició una campaña de demolición contra el presidente de la Xunta y su gobierno. Se inventaron que su número dos, Anxo Quintana, tenía otro Audi, este sin blindar pero con un minibar de 6.000 euros –en realidad era una nevera portátil de 15 euros que se enchufaba al mechero del coche–. Dirigentes del PP acusaron entonces a Touriño de comprar “un coche fantástico para un nuevo rico”, de tener un Audi “más caro que el de Obama o Sarkozy”, de “lujo asiático”, de “despilfarro”, de montar “un sultanato socialista del siglo XXI”. Feijóo utilizó el Audi en cada mitin, como ahora hace con el Falcon el Partido Popular.
La idea de aquella campaña del Audi fue de un asesor electoral de Feijóo, que detectó que esto funcionaba en las encuestas y ‘focus groups’. Se llama Juan Miguel Madoz y su empresa se llamaba Swat; también trabajó para el PP de Madrid y hoy está imputado en la trama Púnica.
El Audi de Touriño después se convirtió en el Audi de Barreda y María Dolores de Cospedal, recurrió a idéntica operación en la campaña de las autonómicas de en Castilla-La Mancha en 2011. También le funcionó.
Con Pedro Sánchez, la campaña del Audi no coló –aunque lo intentaron– por un detalle nada menor: el presidente del Gobierno utiliza un A8 blindado de medio millón de euros… que compró Mariano Rajoy en 2017. Así que, a falta de coche, el PP se lanzó a por el avión. Y desde hace meses la derecha acusa al líder del PSOE de despilfarro por usar exactamente el mismo Falcon en el que antes volaban Aznar, Zapatero o Rajoy.
Es discutible que ese avión oficial se utilice para viajes no institucionales. Hay quien argumenta que el presidente no tendría que volar en él cuando va a un mitin, a un partido de fútbol o a un concierto. Y también quien defiende que el presidente del Gobierno lo es todos los días del año y no a ratos, y que no es operativo que su enorme dispositivo de seguridad, que le acompaña en todo momento, viaje en vuelo regular.
Ambas posturas son defendibles. Las dos, según convenga, no lo son. Por eso la campaña del PP sobre el Falcon es tan hipócrita como populista: porque es el mismo avión que Mariano Rajoy usaba para ir ver (con “extra de whisky y vino” y buen jamón) el debut de España en la Eurocopa de Polonia o para ir a un mitin de su partido en Galicia(después de criticar a Zapatero por esta misma razón).
De fondo, la campaña del Falcon y la del Audi responden a un razonamiento tan clasista como eficaz entre el votante conservador: que los políticos de izquierdas no tienen los mismos derechos que los de la derecha, que son unos “muertos de hambre” que viven como “nuevos ricos”, que se “aferran al cargo” para disfrutar de una vida de lujo sin merecerla, que esa es la razón por la que están en política. Porque ya se sabe que los líderes de la izquierda están obligados a ir en bici y ser ascetas; no pueden tener chalé, ni irse de vacaciones ni comer en una mesa con mantel.
Enhorabuena por este artículo, que comparto, y que debiera hacernos reflexionar un poco. Porque muchos de los que votan -mos- tal vez nos dejamos llevar más por el poder de las emociones racionalizadas que por datos objetivos y por valores auténticos. En muchos casos ¿este comportamiento será debido a un inconsciente ancestral, casi colectivo, de sometimiento al vasallaje, al patrón? En cualquier caso, ¿dónde y cómo queda el sentido ético, que se debe exigir a los políticos? ¿En política vale todo, no hay ningún mandamiento honesto?
En la cosa pública, sabiendo por experiencia cómo se comportan unos, a veces ¿no es mejor no darles la oportunidad de hacer trampas y engaños, que muchos creen? En esta cuestión parece que todo se mueve entre intereses privados (o de grupo) y ética.
Muchos hablamos de la necesidad de renovar a fondo la Iglesia, que está muy vieja… Algo similar cabe hablar de la política y de los políticos, que apenas traen innovación y modos nuevos, más honestos. (Y cuando traen algo de innovación parece una innovación ingenua, poco realista.) Con esto quiero decir que debemos fijarnos -y exigir- no tanto si uno es de derechas o de izquierdas, sino si tiene o no tiene ética. Ésta es la política que nos hace falta: política con ética y con sentido solidario. Honesta, sin trampas ni mentiras… Lo que no sea esto es insistir y perdurar en lo viejo.