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Pollinos de Ramos

        Hace nueve años en el despacho que la abogacía pro bono tenía entonces en la calle Relator, en plena Alameda, todavía parte de la zona de prostitución, recibí a una mujer marroquí de metro ochenta y cien kilos, embarazada y con dos zagales cogidos de sus manos. Casada con un compatriota del sur de Marruecos, nacionalizado español, peón jardinero. Vivían como ocupas en un pisito de cuarenta metros mal contados en uno de los lugares más siniestramente deprimidos de la ciudad cuyo cielo pintara Velázquez como muestra de belleza.

        Querían lograr un contrato de alquiler del piso pues no les agradaba estar de ocupas ya que podían y querían pagar. Después de un rato de traducción simultánea entre su desapacible castellano y mi oscuro dialecto marroquí (traducción simultánea entre ella y servidor, con auxilio de sevillanía de calle de su chiquillo mayor) quedó claro que no eran ocupas sino que un compatriota suyo que había comprado el piso al banco con hipoteca que nunca pagó, se lo había alquilado a ellos cobrándoles mensualmente como propietario legal. Un pobre, explotador de otros más pobres. Habitual por estos pagos.

        Al cabo de unos meses el banco los denunció al juzgado y comenzó el peregrinaje de procuradores y agentes judiciales, de escritos y contra escritos, de abogados bancarizados contra abogados del común. Y entre medias, anuncios de lanzamientos. Interrupciones del 704. Nuevos anuncios, idas y venidas.

        Y el banco propietario legal de la miserable vivienda vende la hipoteca a un fondo, como la señora Botella, alcaldesa que fue de la Villa y Corte. Y nuevos escarceos, amenazas y sustos de la pareja de origen marroquí nacionalizados españoles sin que ella sepa una papa de castellano inteligible. Cosas de la integración.

        Con el devenir procesal y los laberintos de lanzamientos y sustos de verse con los nenes en la calle a mi amiga musulmana le dio tiempo a parir cinco zagales más. Ahora son ocho y mi traductor adlátere de la entrevista primera tiene dieciséis y novia bufanda española de catorce que entra en casa. Como ya no vive don Francisco no les ha dado don Licinio el premio nacional de natalidad.

        El compañero letrado de nuestra abogacía de desgracias que se hizo cargo hace dos años del caso ha logrado que la entidad propietaria suscriba un contrato de alquiler social por ciento cincuenta euritos que es un chollo.

        Así que hoy fiesta con dulces marroquíes con mucha miel y mucha azúcar, como debe ser. Los niños mal que les pese a intelectuales, sociólogos varios y otros pesimistas cerebrales suelen traer el pan debajo del brazo.

        Así que somos y nos sentimos pollinos letrados que hemos sostenido a Jesús, profeta para el Corán, hijo de María. El manto han sido nuestras togas y el espinazo del asno nosotros mismos. Este Domingo de Ramos, aunque hemos tardado nueve años, hemos entrado en Jerusalén. Es todo cuestión de mujeres hemorroisas que se han gastado la hacienda en terapias de vendedores de viento. Se toca con disimulo el borlón del Galileo y la fe de las migajas de los perritos de la sirofenicia marroquí hace que un banco tenga conciencia moral. Y luego dicen que no hay milagros en el evangelio.

5 comentarios

  • juan antonio vinagre oviedo

    ¡Felicidades, Alberto, también extensibles a la Pascua! Esa labor que haces me parece que pertenece a la esencia del Mensaje de Jesús de Nazaret, que pasó la vida haciendo el bien. En contraste aludes de pasada a la ex alcaldesa de la corte…, que propició tantos desahucios y que, según parece, es “practicante” religiosa. Que el buen Dios nos ayude a ver y discernir y practicar siguiendo el criterio expresado por Jesús en la parábola del Venid, benditos…, que es mucho más que ir a misa… Con tu buen hacer no has llevado sólo un pollino, también has portado una palma de alegría. ¡Hosanna!

  • Carmen

    Me gusta.

    Y si, ya lo creo que hay milagros, pero no los que van contra las leyes naturales, sino lo que nosotros mismos conseguimos de puro milagro.

  • Mª Pilar García Martímez de Aguirre

    ¡Gracias amigo Alberto!

    ¡¡¡Muchas Felicidades por haberlo conseguido con tanta paciencia y buen hacer!!!

    Eso son de verdad los milagros del Galileo… que las manos humanas, estén atentas y se entreguen a levantar a los siempre atacados por los poderes de este mundo.

    ¡Gracias de todo corazón!

    mª pilar

  • ana rodrigo

    Genial, Alberto, como siempre. Con la diferencia de que más que cruzar Jerusalén en un pollino, ha sido un viacrucis que ha terminado bien. Cuántas penas y sufrimientos por el camino.

  • George R Porta

    Gracias, Revuelta, por este artículo, una joyita dolkorosa y alegre, agridulce, pero joyita de todas formas y lo del diminutivo no lo desmerece. Un abrazo cordial.