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 Un relator de antaño.

La palabra “relator” parece ser que ha causado una conmoción política en algunos ciudadanos y partidos políticos de España. El diccionario de la Real Academia dice que “relator” es, en un primer significado, la persona ” que relata o refiere una cosa“, también, entre otros, “persona que en un congreso o asamblea hace relación de los asuntos tratados, así como de las deliberaciones y acuerdos correspondientes“. Estos días al hablar de la figura del relator, se la ha equiparado a la de intermediario y “facilitador” del diálogo.

 I

A mediados del Junio del 1873, el republicanismo federalista parecía envolverlo y tensionarlo todo El diario liberal “El Imparcial” del martes 17 de Junio de 1873, en un comentario en primera página, expresaba significativamente la atmosfera federalista que llegaba a todos los ámbitos de la sociedad, diciendo:

«Hemos llegado a un tiempo en que para que se pueda poner un clavo en un buque han de ser federales el buque, el martillo, el clavo y el obrero».

En este ambiente, el día 13 de Junio de 1873 se procedió a la elección de presidente de las Cortes, resultando elegido Nicolás Salmerón (por 167 votos) una de cuyas primeras manifestaciones fue proclamar su condición de “intermediario“, es decir de un relator “pro activo” para el buen hacer de la Asamblea. (NOTA 1)

Situados en nuestra realidad política actual, cabe preguntarse hasta qué punto hoy la presidencia del Congreso y del Senado lo mismo que las de los parlamentos autonómicos debieran reforzar, en beneficio de todos, su esencial función de “relatores” e intermediarios, de forma activa y, además, evitando siempre, con equidad y justicia, tomar opción exclusivamente partidaria con su voto o gestión institucional.

 II

Veamos en qué términos quiso ser Nicolás Salmerón “facilitador” o “relator” de los diversos grupos en la Asamblea e incluso de los que, por haberse retraído en las elecciones, estaban fuera de ella , pero formaban parte de la realidad ciudadana.

1) Comenzó Salmerón alentando la necesaria unidad de la Asamblea ante los problemas de la patria. Definió su papel en la presidencia como el de “facilitador” de la obra de la Asamblea, y esta obra habrá de mostrar que los principios republicanos “afirman el derecho y garantizan la paz de todos los españoles“. Y, para terminar con la perturbación de los ánimos y las revoluciones, propone el establecimiento de “una legalidad común“:

“(…) yo habré de contribuir a que juntos todos, sin divisiones, porque no debe haberlas cuando se trata de la salud de la patria y de la salvación y aun del honor de la República, contribuiré, repito, con la autoridad que me habéis conferido a facilitar vuestra obra, para que pronto podamos mostrar al mundo que los principios republicanos afirman el derecho y garantizan la paz de todos los españoles, y para que lleguemos a establecer una legalidad común que acabe para siempre con esta serie de reacciones y de revoluciones que trae perturbados los ánimos, y que tan hondamente ha quebrantado todos los intereses del país. (Bien, bien.)”

 III

2) Afirmó seguidamente que, con plenitud de derecho, son los miembros de la Asamblea los legítimos representantes de la Nación española, lo cual no obsta a reconocer que, por una serie de circunstancias que se deben deplorar, las actuales Cortes (de 1873) “se componen en su casi totalidad de republicanos federales, y que faltan los representantes de otros intereses, de otras aspiraciones y parcialidades políticas”. Por ello hace un importante ruego a los diputados que interesa destacar, porque representa, lo que Salmerón considera el verdadero espíritu no partidista y de plena representatividad que debieran significar la Cortes:

« (…) Mas es lo cierto que por una serie de circunstancias que todos debemos deplorar, y en que todas las parcialidades políticas tienen alguna parte, incluso nosotros (que es bueno decir toda la verdad, por más que la verdad amargue); es lo cierto, repito, que estas Cortes se componen en su casi totalidad de republicanos federales, y que faltan los representantes de otros intereses, de otras aspiraciones, parcialidades políticas enteras de las que han venido disputándose el imperio de España, y a quienes tanto debe la causa de la libertad y del progreso.

Por esto, si firmes y seguros con la representación que de derecho nos corresponde, tenemos que cumplir una misión más alta que la de servir y favorecer los intereses y las aspiraciones del partido republicano, es necesario que por nuestra conducta, por nuestras obras, por el bien que a nuestros adversarios mismos deparemos, lleguemos a ser de hecho, en la realidad, la representación genuina de la Nación. Haced que las Cortes, que hasta ahora parecen la representación exclusiva del partido republicano federal, lleguen a ser las Cortes de la Nación española, y que las clases conservadoras tengan que agradecernos el haber amparado sus propios intereses tan bien como si aquí hubieran tenido una fuerte y poderosa representación».

 IV

3) Entre otras varias consideraciones, recomienda Salmerón a las Cortes, mayoritariamente republicanas, que aún cuando pudiera pensarse, por su composición, que solo representan a un partido, el republicano, no pueda decirse que bajo su bandera no se acojan otros intereses y segmentos de la ciudadanía.

Para ello recomienda una gran prudencia, una gran serenidad de ánimo y un gran dominio sobre uno mismo, de manera que nunca presten los diputados republicanos oído a la pasión, al interés de partido, sobreponiéndose al mal que acabó con la monarquía: el egoísmo. El planteamiento de Nicolás Salmerón supone un “desiderátum”, un ideal, del que no pocas veces habrá de desviarse la realidad cotidiana del devenir parlamentario. Y la misión que propone como “facilitador” o “relator”, habrá de cumplirse aún en las difíciles circunstancias que va desgranado:

«(…) aun cuando por el retraimiento aparezca que somos sólo Cortes que representan un partido político, podemos decir que bajo nuestra bandera, bajo nuestro principio, que es el derecho, no hay intereses, no hay elementos, no hay clases sociales que no tengan su legítima, su genuina representación; representación más alta, más ilustre que la que pudieran alcanzar aquí por el órgano de los mismos interesados en mantener sus seculares privilegios. Sres. Diputados, sí esta misión habéis de cumplir, dadas las críticas circunstancias por que atravesamos; en el aislamiento de los demás partidos, hasta del mismo que proclamó con nosotros la República; con la insurrección en numerosas provincias a nombre de principios que la justicia condena y que el progreso de los tiempos hace imposible; con la administración desquiciada; con el Tesoro exhausto de recursos; con la relajación de la disciplina en el ejército y aun de todo vínculo de la Autoridad, porque descoyuntada de todo punto ha encontrado a la sociedad española la República el día de su advenimiento, necesitáis armaros de una gran prudencia, de una gran serenidad de ánimo y de un gran dominio sobre vosotros mismos, de tal suerte que no lleguéis jamás a dar oído a la pasión ni al interés de partido, y que podáis sobreponeros a lo que ha perdido aquí a todas las situaciones anteriores, a lo que ha acabado con la monarquía, y a lo que de seguro si prevaleciera acabaría con la República; al egoísmo».

 V

No es posible extendernos ahora en otras consideraciones, que dejamos al lector. El discurso de Salmerón constituye no sólo una lección política, sino, sobre todo, una lección de ética ciudadana, que debería ser objeto de reflexión y estudio, en todos los niveles de enseñanza. Puede ser consultado, en su integridad y circunstancias, por Internet, en el extracto de la sesión de las Cortes del día 13 de Junio de 1873 (Gaceta del 14)

NOTA 1. Extraños resultaron ser los votos a favor de Estanislao Figueras (74 votos), “ausente de la Cámara y de España“, como dice Morayta; votos que suponían, ciertamente una manifestación de protesta y rechazo en el seno de la Asamblea y un agravio para el mismo acto de elección y para el elegido, cuya ausencia, tras su huída a Francia pocos días antes, el día 10 de Junio, quedaba así más de relieve en su agravio. Fueron los diputados votantes 244, necesitándose, para elegir al Presidente de la Asamblea, al menos, la mitad más uno, es decir 123 votos, cifra que Salmerón sobrepasó holgadamente

NOTA FINAL: El subrayado y negrita en los textos reproducidos son míos

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7 comentarios

  • Román Díaz Ayala

    Eloy Isorna se hace eco de la polémica político mediática en torno a la figura del relator para darnos una lección magistral sobre la  verdadera naturaleza del espíritu de una democracia auténtica, y desde la propia historia de nuestra patria española.

    Vaya por delante que es Eloy una de las personalidades que más enriquecen a Atrio, nuestro foro, pues, no se si además por una trayectoria profesional, que yo desconozco, pero sí por una vital traslucida en todo lo que escribe que tiene un inmenso espíritu democrático, de lo que es son sus principios y valores filosóficos y sus fundamentos legales e históricos y que aquí en España hunden sus raíces en el siglo XIX.

    La figura y las funciones del  relator viene de los lejanos tiempos de nuestra Edad Media, en las Cortes de Castilla, y que con el correr de los tiempos, la complejidad creciente de las administraciones y el nacimiento de nuevas instituciones estatales se ha ido diluyendo en cargos públicos y demás.

    Con razón el período histórico del Sexenio que se inició con La Gloriosa fue el momento más fulgurante de la historia de nuestra democracia que iluminó el siglo XX cristalizando en la II República. Estamos corriendo el peligro, señalado por Eloy en términos comparativos, de que el enanismo que estamos padeciendo en la política, el egoísmo ascentral revestido de particularismos y exclusiones, rebajen los logros indudables de nuestro actual ordenamiento democrático nacido en el 78

    Nos embarga una profunda tristeza.

  • Lola Cabezudo

    Mil gracias, Eloy: Siempre te leo con gusto porque das una información que muchos no tenemos a primera vista, y la “demuestras” con base. Aburren todos los que sacan punta a los lápices con motivo o sin motivo. No obstante ¿cuantos se habrán quedado con la idea de que eso del relator (etc…) es algo improcedente, peligroso y tramposo?.

    Gracias, de nuevo. Me parece que tenemos que empezar a perseguir asuntos sin fundamento, o con poco fundamento, porque distraen.

  • Alberto Revuelta

    Hoy festividad de santa Eulalia de Barcelona que en el mandato imperial de Daciano murió degollada después de sufrir tormento. La delicadeza de los servicios de secretaria de la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha hecho coincidir el inicio del plenario contra los políticos catalanes responsables de la preparación y declaración unilateral de independencia estatal y proclamación de la republica en el territorio del Principado.
    Lamentarse ahora de lo que pudo hacerse y no se hizo por los políticos presentes en el Parlamento y controladores de los partidos políticos allí representados carece de lógica y sentido. Ni siquiera los políticos presos y los procesados que gozan de libertad pueden asombrarse de lo ocurrido, salvo que su ingorancia e inconsciencia fuera supina. La capacidad de prever va en el sueldo y en el cargo.
    El Tribunal Supremo ha extremado las medidas tendentes a que todo ciudadano español, independentistas inclusive, y todos los extranjeros que deseen observar lo que ocurre en la sala donde se celebra el juicio pueda hacerlo. La señal televisiva la mantiene y facilita el propio TS. Eso no es posible hacerlo en la mayoría de los países europeos.
    El desarrollo de las sesiones, las declaraciones de testigos y documentos, las pruebas de convicción que se hayan presentado o puedan presentarse, harán vivir el adagio latino forense que reza “MINIMA CIRCUMSTANCIA VARIAT IUS”. La más insignificante de las circunstancias, puede hacer cambiar la situación jurídica.
    Ojo pues a la larga mano de la realidad, del azar, de la necesidad o de la intervención de santa Eulalia.
    Apollinaire exploró en sus relatos el sentido de lo fabuloso, de lo mágico y de lo maravilloso encontrándolo entre lo cotidiano. Quizá encontremos lugar para su crónica al salir de una de las sesiones del Supremo.
    Y los energúmenos comunicadores, políticos, y gentes del común alteradas , deberán tomar eunatrol que es un ácido de soda empleado en medicina para combatir los cálculos biliares.

  • Asun Poudereux

    Me ha alegrado esta iniciativa de contrastar por parte de Eloy. También su artículo anterior.

    Lo agradezco mucho y los comentarios que siguen. Siento no poder decir más. Ando escasísima de tiempo.

    Animo a los atrieros a seguir adelante,  siempre alertas y sin engaños de poder que no busque  el bien  de todos los ciudadanos. Sin exclusiones y olvidos.

  • Mª Pilar

    Ufff… Un hermoso sueño…

    Hoy, difícil de llegar a ese entendimiento.

    Ahora parecemos perros rabiosos, dispuestos a dentelladas de mentiras y calumnias, salir adelante cada cual con su “bandera”.

    Que triste es ver una manifestación repleta de banderas… todas ellas envenenadas con sus propios deseos, sin respeto alguno por el resto.

    Por encima de todo..:

    “Soy ¡yo! y mi manera de ver las cosas”

    ¿Donde entra, el resto de habitantes que piensan todo lo contrario, o no están de acuerdo en algunas de sus manifestaciones?

    Y eso… ¿No parece importarle a nadie?

    Es tan complicado ahora,  que haya entre nuestros políticos, alguna persona que tenga la capacidad, fuerza, honestidad de Nicolás Salmenrón.

    Me encantaría enviarles personalmente este art. a cada uno de ellos; quizá puedan “aprender” algo tan sustancial para la buena política  como hoy estamos necesitando.

    Gracias Eloy,de corazón,

    mª pilar

  • ana rodrigo

     
    Muchísimas gracias, querido Eloy, por esta reflexión tan necesaria en todos los tiempos, incluido, por supuesto, en el momento actual.
     
    Una conclusión que saco es que este pueblo no tiene arreglo, el dogmatismo de algunos, la ambición de poder de otros, las murallas que se crean entre unos y otros, hacen imposible el ejercicio de la política.
     
    Dice Salmerón: “Para ello recomienda una gran prudencia, una gran serenidad de ánimo y un gran dominio sobre uno mismo, de manera que nunca presten los diputados republicanos oído a la pasión, al interés de partido”,
     

     
     “…necesitáis armaros de una gran prudencia, de una gran serenidad de ánimo y de un gran dominio sobre vosotros mismos, de tal suerte que no lleguéis jamás a dar oído a la pasión ni al interés de partido, y que podáis sobreponeros a lo que ha perdido aquí a todas las situaciones anteriores,”
     
    Qué bien nos iría un poquito de estos consejos del almeriense Salmerón. La agresividad, las mentiras que repetidas mil veces llegan a parecer que son verdad, la derecha que solamente ansía llegar al poder sin miramientos, los independentistas que no piensan renunciar a su objetivo ni con negociación ni sin ella, o dándoles lo que piden, hace imposible gobernar un país.
     
    Tengo la impresión, quizá excesivamente subjetiva, que las ministras y los ministros actuales siguen haciendo su tarea al margen del griterío de la calle. Ya digo que quizá sea subjetiva esta impresión.
     
    Lo que me sigue preocupando es que las y los votantes lleguen a las urnas cargados de griteríos y de mentiras, o que gran parte de votantes se queden en su casa derrotados o hartos de la política. Los que no se quedan en su casa son los de derechas que creen firmemente en sus ideas y siguen fanáticamente a sus líderes.
    Cuando la política tiene su origen en la emoción y no en la razón, el diálogo es imposible-

     
    La izquierda, como siempre, tirando piedras sobre su propio tejado.
     

  • Gonzalo Haya

    El error de la izquierda en varios países ha sido dar la prioridad a los intereses de partido en vez de dársela a los intereses de todos los ciudadanos; han premiado la fidelidad de algunos correligionarios poco competentes y han excluido a funcionarios competentes de otros partidos. La ética política educa al pueblo y termina ganándose su confianza. La prioridad no debería ser mantenerse en el poder sino gestinar el poder en beneficio de todos.