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Ser de derechas, ser de izquierdas

        Constato cada día que la amplitud semántica de los términos verbales “derecha – izquierda” da pie para utilizarlos con una intencionalidad “perversa” que no se corresponde con su auténtico sentido democrático. En democracia son términos o etiquetas verbales para señalizar actitudes, comportamientos y proyectos complementarios, con posibilidades de realización alternativa según lo decidan con sus votos los ciudadanos. Pero nunca para sembrar, en el campo político y convivencial, la confusión, la contradicción, la inconsecuencia, la intolerancia, la ruindad, la zafiedad, con el consecuente desequilibrio de este frágil sistema político y social, en cuya realización, reconstrucción permanente y progreso ininterrumpido, todos estamos comprometidos desde nuestros personales y legítimos posicionamientos ideológicos, a la derecha o a la izquierda del extenso espacio democrático.

        Los términos verbales derecha e izquierda son conceptos y vocablos referenciales de mínimo contenido conceptual, pero cargados subjetivamente de expresividad lingüística, de connotaciones personales tan complejas y variadas que difícilmente llegan a ser trasmisibles en la simple literalidad inmediata y expresiva de la palabra. La herencia, el grupo familiar, la confesionalidad religiosa, la clase social, la ideología cultural, las experiencias singulares de cada persona, etc. constituyen la historia personal que carga de contenidos significativos a esas palabras, que en sí mismas sólo encierran un mínimo de significación, pero que pueden llegar a a convertirse en nido de intolerancias y a ser utilizada como insulto, descalificación y arma arrojadiza en los debates, o como insignia de pertenencia exhibida orgullosamente en la solapa, con una visión maniquea de película de buenos y malos, y disfrazando –con demasiada frecuencia– actitudes y comportamientos que deforman y desenfocan su auténtico significado .

        Situarse en la izquierda, en su acepción ideológico-política (prescindiendo en este artículo de sus referentes y posicionamientos económicos), tipifica una opción a favor del progreso, de la renovación, del dinamismo hacia adelante, de la insatisfacción y la crítica frente a lo inerte, a lo establecido y a lo inmovilista. En contraste, situarse en la derecha, pone el acento semántico en la intención de conservar, retener y valorar lo tradicionalmente recibido, y en regular el paso progresivo que, si se acelera demasiado, corre el riesgo de abandonar, desparramar, olvidar, desperdiciar lo tan trabajosamente logrado y organizado en etapas anteriores. Es por lo que deduzco que Conservación y Progreso (denominarse conservador o progresista), optar por la estabilidad o por el cambio, no implica sostener conceptos ni posturas necesariamente antagónicas, sino benéficamente complementarias, imprescindibles para generar el equilibrio social y político entre los valores logrados, integrados y organizados, y la posibilidad de progresar hacia la conquista ilusionante de nuevas realizaciones y proyectos esperanzadores. Es lo que el filósofo recientemente fallecido, Salvador Pániker, elaboró y defendió dentro del concepto de retro-progresión.

        Sería bueno para quienes alternativamente nos gobiernan no olvidar que el genuino significado de la palabra tradición (que hay quienes consideran erróneamente opuesta a progreso) deriva del verbo latino “tradere” (entregar), y se metaforiza en ese recorrido de las carreras de relevo en las que el corredor, a su llegada a un puesto, entrega el “testigo” (testimonio del recorrido logrado y del terreno conquistado), a otro corredor de renuevo, para que desde ese puesto conseguido progrese hacia el siguiente, en el que él también será relevado. Por lo que sería necesario que quienes se consideran promotores y operadores del “cambio” no se empeñen en desmontar a toda costa y aniquilar todos los edificios construidos durante proceso anterior, aunque estén necesitados, para garantizar la dinámica del progreso, de una revisión y renovación constantes.

        Otra de las características definitorias de quienes se sitúan en posiciones político-sociales “de izquierda” es la consciencia sensibilizada del valor ineludible de la Libertad personal y de las Libertades sociales. Y esto frente a la supervaloración de la Autoridad, más definitoriamente representativa de posiciones a “la derecha”, aunque ineludible también para garantizar el sano ejercicio de las libertades. Autoridad y Libertad son dos valores necesarios –insustituibles los dos– para la convivencia. Nunca deberían representar opciones antagónicas o contrapuestas, ya que en realidad son complementarias, e imprescindibles ambas, para el equilibrio de la vida social y política

        Un tercer punto de confrontación es el del concepto de Justicia frente al concepto de Orden. Nadie podrá pensar tampoco que gobernates responsables situados a “la derecha” se desinteresen de promover la Justicia o los derechos individuales; ni que gobernantes de la “izquierda” infravaloren la necesidad del Orden cívico y social. Lo que sucede es que, en el difícil equilibrio de la balanza, hay una insistencia de acento, de enfoque o de angulación, al interpretar las exigencias prioritarias de la convivencia, y al ejecutar las acciones para su más satisfactorio desarrollo.

        Es deplorable que se utilicen estos términos verbales como disfraces o como simples etiquetas de marca que encubren productos alterados, adulterados o caducos, es decir: actitudes, criterios y comportamientos en contradicción flagrante con su auténtico significado y con el significado de Democracia (que sostiene como primer signo de identidad la el valor y la actitud de la Tolerancia). Y es así mismo repugnante que con la insignia de derechas o de izquierdas en la solapa se apacienten –desde un mismo partido– actitudes lo mismo revolucionarias que reaccionarias, con la única finalidad de evitar un recambio electoral de gobierno que ponga en peligro los privilegios repartidos y amasados durante su periodo favorecido por las urnas. La oposición política alternativa no puede concebirse nunca como “la línea enemiga”, sino únicamente como línea de contraste y de confrontación para fundamentar y mantener ese equilibrio de fuerzas, de aspiraciones y de valores que posibiliten construir, entre todos, una convivencia en paz, en justicia y en progreso.

        Tendríamos que convencernos y proclamar que las actitudes que se oponen y se incompatibilizan con el auténtico espíritu democrático, no son las de los ciudadanos y ciudadanas que se posicionan a “la derecha” o a “la izquierda” del continuum político, ni las de políticos, mujeres y hombres, que se sientan, alternativamente, en los bancos azules o en los rojos del Parlamento. Que las únicas actitudes enemigas, las que se incompatibilizan con la auténticidad de la democracia, son las que reflejan, desde cualquiera de los posicionamientos alternantes, la corruptabilidad, el dogmatismo, el autoritarismo (no, por supuesto, el ejercicio de la “necesaria autoridad”) y el fanatismo de las ideas o de los partidos. Este es el inequívoco carácter y posisionamiento reaccionario, bloqueador de los caminos del progreso, de quienes interceptan el desarrollo de la libertad, la alegría, la justicia, el bienestar y la paz en nuestra convivencia.

        Siempre me acuerdo del pensamiento testimonial del escritor W. Faulkner en el que asevera que el auténtico espíritu democrático consiste en que lleguemos a sentirnos avergonzados cuando intentamos imponer nuestras propias ideas a alguien, aunque creamos tener la razón. Es en el fondo un testimonio de fehaciente tolerancia y de confianza en el ser humano, en sus insospechados recursos constructivos y regenerativos; un testimonio de indesmayable respeto a sus valores y a sus derechos, por más que este ser humano se encuentre situado a la izquierda o a la derecha de uno mismo. Este espíritu de profundísimo respeto y reconocimiento del valor intrínseco de la persona, y del derecho a sus propias convicciones –y de la relatividad, por otra parte, de sus personales certezas– queda cada día groseramente pisoteado por esos discurso de algunos políticos que desennoblecen la democracia, donde emergen las actitudes más mezquinas, las posturas más falaces, las acusaciones más impertinentes y groseras, las promesas más arteras, dirigidas únicamente a embaucar a los ciudadanos, desde su ambición por encaramarse y aferrarse a lo que ellos mismos entienden por el Poder, olvidando que el poder, en democracia, es el patrimonio irrebatible del pueblo, y que ellos, los políticos, solamente ostentan nuestra representación, como delegados y administradores.       

        Uno se confirma en lo poco que valen, para la auténtica consistencia social y política, las palabras altisonantes, las etiquetas descalificadoras, los ataques acalorados, los eslóganes prefabricados; y lo urgente que es renunciar de una vez para siempre a malgastar la acción política en ofensas, argumentaciones ad hominem, acusaciones autodefensivas (que son propias de psiquismos débiles) y en ataques despiadados, propios del perdedor moral… Y lo urgente que es también, a la inversa, que nos decidamos todos a testimoniar las actitudes que nos comprometan, desde nuestras propias posiciones –a la derecha o a la izquierda del espacio democrático–, en la promoción de los valores que contribuyan a la tarea común de vivir, convivir, cooperar y progresar en auténtica paz y en generosa hermandad.

15 comentarios

  • Javier Pelaez

    En mi modesta opinión otra de las diferencias entre derecha e izda que no figura en el artículo es que a la izda le preocupa más la igualdad que las identidades colectivas,la agenda social que la territorial.La izda debe ser internacionalista,no preocuparle las fronteras.Ya vemos en Cataluña que 6 meses de relativa desinflamación de la custión catalana,hacen aflorar las protestas sociales.Algunos-elperiódico de Cataluña-ya advierten que si estor proyectos de presupuestos nonnatos son relativamente expansivos y contienen 2200 millones de euros para Cataluña alguien debería pensar si valen más los presupuestos que un millón de lazos amarillos.De ser cierto lo que dicen del proyecto de presupuestos alguien debería pensar si  son más importantes los pobres(principales beneficiarios de los servicios públicos tan destruidos en Cataluña,por lo menos la sanidad pública)que los presos.Ser preso es duro,ser pobre es más jodido,ser preso y pobre,la gran mayoría, doblemente jodido.De los presos de los lazos podemos exclamar “pobres presos”,pero nunca decir que son presos pobres…La cara del Eduard Pujol,del PdeCat,antológica:”lo importante es decidir el futuro”.

    • Javier Pelaez

      Entramos en la fase de la huelga de hambre.La performance independentista pierde protagonismo e intenta recuperarlo.Dios nos pille confesados!

  • óscar varela

     

    • Mª Pilar

      Oscar: ¡Muy interesante!

      ¿Tendrá solución este avasallamiento de los gobiernos de este sello, que están subiendo al poder?
      pili

  • Javier Pelaez

    En términos generales,para un cristiano,es cierto que es bastante indiferente como se postule una persona de “derechas” o “izquierdas” porque al fin y al cabo Jesús dijo “por sus frutos los conoceréis”.Esto lo comparten personas de izdas no religiosas que yo les oigo constantemente afirmar que ser de izdas en una cosa de praxis y no de boquilla.Por ejemplo,p  robablemente y simplificando le importen más los pobres a lo que en EEUU llaman “conservador compasivo” que a lo que aquí llamamos un “progresista o revolucionario de salón”.Lo que pasa que hoy la política(ver a Manuel Cruz en elconfidencial)es un espectáculo,una performance,y luce mucho más la descalificación que el fondo.Basta ir a Twitter y comprobar sus limitaciones.Dice Manuel Cruz que en la comunicación política se piense que sólo se puede mantener la atención del ciudadano dos minutos y medio-y ya es mucho!-.Twitter es la expresión acabada de este axioma-180 ó 240 caracteres que no me acuerdo,aunque estoy en Twitter que se me queda corto-.Dicho esto para los que somos cristianos del montón como el que escribe y “que no somos dignos de….” Y que,por tanto,poco podemos aportar en el terreno de la praxis,sin embargo,si me interesa hacer unas reflexiones generales.Primero,todo individuo que le toca vivir una época y le importe la política como ciudadano o el pensamiento político se tiene que enfrentar a las concepciones del pensamiento que rigen en su época.Pensemos en el ámbito cristiano a Erasmo que le tocó la confrontación catolicismo/reforma o menos conocida Concepción Arenal catolicismo/ilustración.¿Cuál es la dicotomía actual?.Ahora,como han señalado Anguita,nos quieren vender la moto que la dicotomía europea es democracia/fascismo o populismo de derechas y de izdas.En el primer bando habría que hacer una gran coalición,como dice Anguita,que iría desde Macron hasta….Bien este es el primer problema político identificar donde está el conflicto real y no la agenda pública que quieren imponer determinados intereses .En mi opinión el conflicto europeo es neoliberalismo versus Europa no neoliberal.El segundo problema es cómo se sitúa cada uno en un conflicto.Yo,tomando nota de Erasmo o de Arenal,soy partidario de que cada uno partiendo de sus raíces,de su cultura y de su educación recibida(nadie es tan heterodoxo que renuncie a sus raíces),sea transversal,es decir,se haga cargo de la complejidad de las cosas.A veces muchas cosas contradictorias son ciertas a la vez.Cuánto bien se seguiría de este axioma si lo aplicáramos en Cataluña en vez de insultarse de ” fachas” y “golpistas” sistemática y estérilmente.Yo a este respecto soy escéptico aunque pienso que el teatro y la performance son sólo teatro y performance.Concluyo por esta razón no tengo seguidores en twitter lo cual sinceramente no me importa lo más mínimo…

    • Javier Pelaez

      Este final un poco chusco(el de los seguidores en twitter)es porque estaba perorando y ya era un texto muy extenso ajeno a la actual comunicación política y a mi natural pereza comunicativa…

  • La entrevista a Alvaro García Linera, es la expresión REAL, de una izquierda latino americana y una derecha.Gracias Oscar Varela. Y a la vez me pregunto: ¿El FMI, el Banco Central Europeo, y el Banco Mundial son de derechas o de izquierdas?.

  • Mª Pilar

    Este serio y rico art. nos expone toda la realidad que estamos padeciendo en este País… con una larga historia de:

    ¡Sin sentidos! 

    Tanto en quienes dirigen la política, como en la ciudadanía.

    ¿De verdad podemos decir, que se ha consolidado en este país la Democracia?

    Personalmente creo… que estamos yendo hacia atrás… en lo político y en lo humano; y este acaecer… ¡ha todas las personas nos concierne!

    Es, como si la historia… con sus luces y sus… tantísimas sombras… nada nos hubiese enseñado, y eso es:

    ¡Un grave y serio problema!

    Una sana Democracia, nos impulsa ha mirar en rededor nuestro, a discernir, donde está creciendo la injusticia, toda clase de menoscabo a los DD.HH., la corrupción… toda clase de ella… pues campa a sus anchas en todos los estratos posibles.

    Es, como si ha este mundo, le fuera imposible:

    ¡Aprender y comprender… para avanzar, en todo lo bueno que a lo largo de la historia ha sucedido; y viendo con claridad, todo el daño causado!

    Así lo siento en mi interior… y me llena de tristeza y desaliento.

    mª pilar

  • ana rodrigo

    Pienso que Fernando lo ha dicho todo y, además, como él suele hacerlo, lo ha dicho muy bien. El ideal de una sociedad democrática es corregir esos excesos que el autor expone y que toda la ciudadanía constamos su existencia cada día.

    La ambición de poder, tan bien rebozada de promesas de salvación universal, creo que es la clave de esta agresividad y mala educación en quienes deberían ser el espejo de valores ciudadanos. Nunca he podido entender qué debe suponer el poder para una personas que se salta todas las reglas de la convivencia con tal de obtener votos.

    Y aquí es donde debemos incidir especialmente, en los y las votantes, así como en quienes se abstienen por diversos motivos, pues pienso que es absolutamente necesario y urgente la educación, desde las escuelas, en aprender a discernir, en función de valores universalmente aceptados como es el respeto, la tolerancia, los derechos humanos, la libertad, la justicia, la igualdad, y un sin fin de valores que, los defienda quien los defienda, seguirán siendo valores que contribuyen al bienestar social. Es necesario insistir en la importancia de la autonomía personal, basada en valores objetivos, de se que tenga la capacidad de no dejarse manipular sospechando qué puede haber detrás o qué hay ante nuestros ojos, en esas personas que luchan contra viento y marea por el poder. Ojalá existiesen unas “gafas” que pudiera ayudarnos a ver la catadura moral de los y las aspirantes.  Porque, cuando constatamos la vuelta del fascismo al poder ya instalado en diversos países, o cuando se nos dice que Trump tuvo sesentaytantos millones de votantes, una piensa que el problema no viene de los votados sino de los votantes.

    • oscar varela

      Dedicado a Ana y los que la siguen …

      • ana rodrigo

        Muchas gracias, querido Oscar por un video tan ilustrativo especialmente para los hombres (y para alguna mujer despitailla) que aún no acaban de comprender lo que las mujeres desechamos, rechazamos y condenamos, y lo que los hombres machistas deben abandonar, eliminar de sus cabecitas y empezar a ver a la mujer como una persona autónoma e igual, que no necesita de sus c…ones. para demostrar que son hombres. Muy útil esta caja de herramientas, queda un larguísimo camino por recorrer y hay que darle uso a estas estupendas herramientas.

  • Gonzalo Haya

    Me sumo al carácter complementario de tradición-progreso, justicia-orden… que deberían llevarnos a un compromiso serio con nuestras creencias pero compatible con el respeto a las ajenas, e incluso con la justa valoración de su parte de verdad. Sin embargo la realidad de cada día muestra la dificultad de mantener ese difícil equilibrio, sobre todo en ambientes masivos, y lleva a destruir al adversario para defender mi parte de verdad. El instinto de predominio anula el de colaboración, que es la verdadera base del progreso.