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Paqui

Quem mostra’ bo esse caminho longe?

          El viento del Atlántico corre desde las Cíes hacia Santiago para abrazar al Apóstol cuando le deje pasar la abierta puerta que da a la Casa del Deán. Así estamos con temporal agua mansa desde mediados de septiembre y no tiene trazas de acabar.

          La rectoral fue labrada en 1634 y desde entonces se yergue con dos plantas, su patio delantero semiamurallado, con cancel alzado hasta el arco que cierra la finca, dándole prestancia y poder. Una balaustrada amansa el sombrío estar de ventanas enrejadas.

          La sala grande del piso alto, con un hogar de casi dos metros de ancho, tiene salida acristalada con postigos de grosor guerrero y a cada lado del dintel un largo tubo abierto de dentro afuera que permitía a los clérigos de la parroquia meter las espignardas y disparar contra los asaltantes que pretendían acceder a la rectoral. Absueltos antes de apretar el gatillo. Si es capax.

Sodade, sodade dessa minha terra.

          Suena el aldabón de la poterna que da al camino que sube a las aldeas de la sierra media que llega a Sobreira. Son las cuatro de la tarde más ya anochecido. Es el señor Pereira, un paisano patriarca de larga familia que viven en varias casas del sitio de Curra, ya anciano, cara rosada, rostro enjuto, ojos azules, alegres, con vida y coraje. El rucio está atado a la argolla ad hoc del muro exterior de la rectoral. Viene calado, pese al paraguas y al medio impermeable.

          Paqui está mal. Viven, ella y Germán su marido, a un kilómetro largo, por encima de las casas de la familia Pereira y solo José, ciego, cuya casa está un poco por encima, con su mujer, podrían saber algo de ella. La mujer de Pereira está asustada. Ha tenido nueve hijos, le viven todos, sabe que el embarazo de Paqui va torcido y que ella perece. Por eso ha cogido el caballo y ha bajado para hacer lo que deba hacerse.

Quem mostra’ bo esse caminho longe?

          La abuela Pereira dice que hay que llevarla a Pontevedra al Hospital civil. Hay que avisar para que venga la ambulancia al cruce de Vilaboa, pues a Paqui hay que bajarla en carreta por Curra a Santadran. No hay camino, solo corredoira. Subo con el señor Pereira a Armeans, otra aldea hacia Sobreira para que Lino de Armeans, uno ochenta que aquí es mucho, cinco hijos todos de negro pelo ensortijado, altos y fuertes, recoja a Paqui en su carreta de bueyes y la baje al cruce a la ambulancia. Me llego a casa de Paqui. Blanca la tez como el sudario del Descendimiento de Boiro, los labios cuarteados de la sequedad de la boca, el pelo negro recogido de mal modo, sudado, y la abuela Pereira y una de sus nueras le ponen un algodón húmedo en los labios y le limpian el sudor.

         Teño medo. Vou morrer.

          Le cojo la mano y Germán vuelve la cara para que no le vea llorar. Lino vendrá a la seis y media de la mañana con la carreta y dos de sus hijos para poder estar a las diez en el cruce. La ambulancia avisada. Don Manoliño, el médico estará en el cruce a esa hora.

Sodade, sodade dessa minha terra.

          A las 9 pasan por la rectoral y voy con ellos al cruce, desayunamos en Santadran en la tienda de Rosendo y a las diez y algo está la ambulancia y Paqui y Germán marchan en ella. Un abrazo a Lino que trae atratagantada el alma y monto en el coche de Manolo hacia Pontevedra al Hospital. Tres plantas, acristalado, enorme. Tardamos, pese a ir con un médico, en dar con el cuarto donde han llevado a Paqui. Sus padres murieron hace tres años y no tiene otra gente qué Germán, su novio desde primaria en la escuela de doña Gaudiosa, maestra nacional de la graduada de Curra. Hay un silencio en el cuarto que deja oír el corazón de Paqui, preciosa, sedada y alejado de momento el miedo.

          Una septicemia. No hay salvación en este año de 1966. Cesárea para sacar al feto y tratar de salvar al niño. Llora Germán sobre mi sotana, con el desconsuelo de la impotencia y el saber que se le va la vida que ha tenido hasta ahora y sin saber por qué.

          Manolo anda trasteando con sus colegas para ver si podemos hacer algo, dar sangre, pagar médicos o medicinas… No, nada, Paqui se va. El niño está vivo y está bien.

Até día que bô valha, rodado.

A las cuatro de la tarde, anochecido, Paqui ya está en el mortuorio. Han venido las nueras del señor Pereira y la mujer de Lino de Armeans y unas cuantas amigas de ella, de Santadran, de Santa Cristina de Cobres, de Domayo. Llantos en silencio. Rezo el rosario con la mano en el bolsillo de la sotana y en silencio también. Germán anda de papeles. Vuelve. Cómo se va a llamar el niño? Francisco, claro. Pero, don Albertiño, usted me entiende y disculpe. No voy a bautizar al niño. Le pago a Dios como El a mí.

Sodade, sodade dessa minha terra.
Quem mostra’ bo esse caminho longe?
Até día que bô valha, rodado.
Sodade, sodade dessa minha terra.

Alberto Revuelta

(Los versos pertenecen a Cesaria Evora, que los desgarra al cantarlos en Sodade).

8 comentarios

  • Asun Poudereux

    Muchas gracias, Alberto, por este recuerdo a Paqui, tras más de cincuenta años. Ponerse en el dolor de la vida de una joven mujer que la abandona y en el de sus entrañas trayendo consigo vida.

    Las incongruencias humanas perduran, aunque en atención sanitaria hayamos avanzado.

  • olga larrazabal saitua

    Don Albertiño: usted tiene el don de tocar todas las teclas de los dolores humanos. Todavía me acuerdo que estuve 2 días pariendo sin dilatación, hasta que al final me hicieron una cesárea.  Yo estaba en la clínica y no me morí como esa pobre chica.  Pero le cuento que los dolores de parto no son broma y menos que te trasladen a una carreta en noche fría, y que agarres una septicemia.  A mi me llenaron de antibióticos y estuve 1 semana en la clínica, ya que el doctor decía que los microbios están cada vez más furiosos. Pero me puedo imaginar su sufrimiento con una infección en esas condiciones.

    La vida de las mujeres no es leve, en general, Don Albertiño. Parimos con dolor y todavía somos una clase inferior.Uds hacen las guerras y nosotros producimos hijos para que otros los maten.  Y aún y así vivimos más años.

     

  • Mª Pilar

    La frase tan llena de dolor del padre, es la consecuencia de las enseñanzas grabadas a fuego en nuestra mente y corazón, de que todo es:

    ¡Voluntad de “dios”!

    ¿Qué clase de “dios” va repartiendo dolor, enfermedad, hambre, pobreza extrema de muchas personas… y riqueza extrema en una pocas?

    Solo así, se puede explicar, como funciona el mundo; diciendo, que al final de nuestra vida, si hemos acogido bien todo cuanto nos sucede… en el cielo… se resarcirán todos nuestros pesares.

    ¿Quien puede creer en “dioses” así, tan humanos y tan frágiles, a la hora de inclinar nuestros hechos hacia un lado u otro?

    mª pilar

     

  • ana rodrigo

    “Le pago a Dios como El a mí.” Qué pena que se nos haya hecho creer en un Dios omnipotente, todopoderoso y, a la vez, misericordioso ad infinitum.

    Como dice Carmen, una frase demoledora y unas consecuencias aún más demoledoras.

  • Carmen

    La frase del padre del bebé que cierra la historia es absolutamente demoledora. Demoledora.

  • Mª Pilar

    Uffff… ¡Cuanto dolor!

    Cuantas vidas han pasado por la suya Alberto, un bagaje que le va haciendo más plenamente humano… y sabio, con la sabiduría que enseña:

    ¡La vida misma!

    Gracias una vez más, por compartirlo con las personas que caminamos en este Atrio acogedor, por su gran humanidad.

    mª pilar

  • oscar varela

    Hola!

    Trastabillando el texto,

    porque la urgencia es de corrida,

    ahí nos pinta nuestro “Alberto”

    el fiasco final de su Ministerio:

    – ” … don Albertiño, usted me entiende y disculpe”- 

  • Alejandro José Romero Cabrera

    Me he sentido a tu lado y siglos atrás. El eterno y contradictorio enigma  de la vida y la muerte. He disfrutado el paisaje de las islas Cíes, y el paisaje de los lugareños