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Ante la violencia religiosa y la islamofobia

          La violencia terrorista avanza con paso firme sin circunscribirse a un único país o a una sola religión: en los últimos meses se ha atentado en diferentes países y en nombre de las diversas confesiones religiosas. Sin embargo, se ha despertado una ola de odio dirigida principalmente contra la población musulmana, dejando a su paso un gran sufrimiento en gente sencilla fiel al Islam.

          Ninguna razón legitima el recurso al terrorismo, pero nuestra racionalidad exige una explicación. Desactivar el componente religioso de la violencia es hoy un imperativo fundamental para cualquier sistema cultural y todas las religiones y sabidurías mundiales, que obliga a discernir qué discursos y qué prácticas confesionales de nuestro ámbito representan un caldo de cultivo para la acción violenta. No obstante, tan necesario es advertir las complicidades como justo reconocer el papel de las religiones en la promoción de la paz: sin paz religiosa no hay paz civil. No podremos construir un futuro de paz en contra o al margen de los millones de creyentes del Islam, una importante fuerza religiosa, política y cultural. Vincular terrorismo e Islam es irracional, inmoral e injusto.

► Es irracional

          Las causas de los atentados terroristas son múltiples y complejas: la personalidad de quien los comete, los contextos sociales e históricos, la situación política, las estructuras económicas, las convicciones religiosas… Desactivar la violencia religiosa requiere, pues, abordar simultáneamente las desigualdades económicas, las fracturas sociales, el rechazo a las minorías, el miedo a quien es diferente, los etnocidios, las guerras que matan y el capitalismo que destruye.

          No se puede juzgar los atentados terroristas al margen de las largas y vergonzosas historias de dominación y ocupación colonial: el ver o escuchar cómo muchos miembros del propio pueblo son asesinados por gente llamada “civilizada” lleva a la persona que los comete a considerar que el sufrimiento que produce no es comparable con el experimentado por su pueblo. Silenciar sistemáticamente los crímenes y las atrocidades de Occidente sobre países musulmanes no ayuda a comprender la respuesta terrorista.

          Asimismo resulta insuficiente explicar los atentados terroristas como cuestión cultural efecto del conflicto de civilizaciones. Tal enfoque ignora la imposibilidad de concebir las civilizaciones como magnitudes unitarias y homogéneas, su diversidad interna y las interacciones e influencias mutuas. No hay un conflicto inevitable entre Islam y Occidente sino una confrontación permanente entre lo peor de las religiones y civilizaciones.

          En cada civilización las religiones se han hermanado con la violencia a través de su predisposición al fundamentalismo, que ofrece una legitimación absoluta, certezas simples y principios innegociables que exigen guerras innegociables (contra la ideología de género, la escuela laica, el divorcio y, en general, los estilos de vida de la modernidad). La certeza más simple es considerar que la verdad está escrita en un libro que, por ser dictado por Dios mismo, merece una interpretación literal. Grave error es pretender convertir las representaciones teológicas (que incorporan imaginación, poética, alusión) en prácticas sociales, tesis morales o mandatos políticos. Algunos textos de la Biblia y del Corán serían delictivos en su literalidad. El problema es cómo se concibe las afirmaciones religiosas.

          Y la certeza simple más peligrosa es estimar que sin Dios no hay orden ni cohesión social, convirtiéndolo en elemento del engranaje institucional que aspira a someter el orden político, social y cultural a las leyes religiosas (como en el Estado Islámico o el régimen de cristiandad). Si Dios es necesario para vivir en armonía, no tardarán en aparecer las milicias confesionales y los adoctrinamientos que anulen las conciencias impidiendo a la gente pensar por sí misma. Se niega, así, una intuición fundamental del Vaticano II: la autonomía de la realidad, que se regiría por leyes propias aunque Dios no existiera.

► Es inmoral

          Abordar el Islam desde el desconocimiento y con informaciones sesgadas es inmoral. Afirmar que la comunidad islámica no podrá ser nunca pacifica ni democrática niega la historia; atribuir al Islam lo que corresponde al Estado Islámico es tan impropio como achacar al cristianismo lo que corresponde al nacionalcatolicismo. Justificar el terrorismo apelando a la instancia religiosa evita la responsabilidad moral de quien atenta y soslaya la culpa colectiva.

          Francisco advierte de que no se trata de una guerra de religión o un choque de culturas sino de una guerra de interés económico, orientada a acaparar recursos naturales y dominar a los pueblos con otro orden mundial. Para desactivar la violencia terrorista hay que transformar las condiciones históricas, económicas, políticas, sociales, culturales y religiosas de nuestro mundo. Es inmoral y engañoso desligar el terrorismo islámico de otras acciones igualmente destructivas y no identificadas como terrorismo. La violencia presenta distintos epicentros de comportamientos individuales y prácticas colectivas e institucionales.

          Por otra parte, introducir la crisis migratoria en un contexto de discurso sobre el terrorismo desplaza el foco de atención hacia una imagen engañosa y falsa. En este sentido, la cumbre europea post-atentado mantuvo la política de vincular terrorismo y migración. Ya pueden haber nacido en Paris, Bruselas o Barcelona quienes cometen atentados, que seguirán siendo marroquíes de por vida. Aun teniendo nacionalidad española o francesa no dejarán de ser “inmigrantes de segunda o tercera generación”.

          El mito del chivo expiatorio (consistente en gestionar los conflictos del propio pueblo canalizándolos hacia un enemigo común a batir) quedó desactivado “de una vez por todas” por Jesús de Nazaret para que nadie derramara sangre nunca más. Sin embargo su resurgimiento en pleno siglo XXI explica el rechazo, tan arraigado entre la población, a las minorías inmigrantes, a las personas refugiadas, gitanas o musulmanas.

► Es injusto

          No hay que ignorar que uno de los objetivos del terrorismo islámico es la eliminación de la población musulmana moderada (el 86% de las víctimas son musulmanas). No están a un lado las víctimas occidentales y al otro los verdugos musulmanes. En ambos lados hay personas musulmanas, y sobre ellas recaen las mayores obsesiones de este terrorismo. Por eso hay un mayor número de víctimas entre esta población.

          Es injusto concebir el atentado terrorista como resultado de un odio y una envidia cruel hacia los valores de Occidente: en su base no se encuentra tanto la envidia como la impotencia de comprobar cómo, en muchas ocasiones, el desarrollo de Occidente se ha alimentado injustamente del retraso de los pueblos de Oriente y de sus contradicciones internas. Quien afirma que los atentados terroristas no podrán con nuestros estilos de vida se incapacita para descubrir y afrontar los componentes alienantes de nuestra vida social.

          Es también injusto convertir la seguridad de la población occidental en centro de las agendas políticas desplazando al desván del olvido colectivo muchas tragedias escondidas, como si no tuvieran el mismo valor los miedos y las víctimas mortales en cualquier otro lugar. La violencia terrorista no se combate recortando libertades, multiplicando medidas represivas y agentes del orden ni ampliando el código penal. Sólo trabajando por unas sociedades abiertas, plurales, inclusivas y laicas, capaces de asumir como propios los valores de otros colectivos, podremos favorecer una humanidad más pacífica y de hermandad universal.

          València, abril de 2018

3 comentarios

  • Juan García Caselles

    Perdón. Puse inasistencia, pero la intención era poner insistencia.

  • Juan García Caselles

    Muy bien.

    Únicamente lamento que no se haya hecho suficiente inasistencia sobre el terrible efecto de los bombardeos en la población civil de los países musulmanes: Somalia, Afganistán, Irak, Sudán, Libia, Yemen, Siria.  Es la más cruda barbarie.

  • Carmen

    Es que las religiones, de verdad que ,uf.

    No conozco muchas, en realidad las derivadas del judaísmo. No llego a entender, a veces creo que nada tienen que ver con eso que llaman Dios. Y tienen todo que ver con el Poder.

    Y es que me indigno, porque juegan de manera inmisericorde con una de las inquietudes humanas más profundas. La moneda de cambio son nuestras ‘ almas’.

    Y claro, con este panorama religioso que tenemos, intenta hablar a la gente joven de Dios. Te miran como a una especie de dinosaurio próximo a la extinción. Eso sí. Para fiestas se apuntan a todo: bodas, bautizos, confirmaciones, primeras comuniones…

    Y luego están los fundamentalistas, que no únicamente los hay en el islam. Nosotros tenemos a los nuestros. Esos que miran con desprecio a los musulmanes a ver qué son si no.

    Menudo desastre. Por eso hay montonazo de personas que buscan por ahi respuestas en sitios extraños. Conozco a muchas personas que me dejan boquiabierta cuando les escucho.

    Menudo fracaso de las religiones. Sobre todo de esas que en el mundo occidental llamamos mayoritarias. Actualmente parece que incitan a la guerra y no a la paz. Es increíble. Cómo en la Edad Media.

    Y es que si te paras a pensar un poco, el pueblo judío, como no lo tuvo fácil, pues muy Pacífico diría que no es. Y claro. De ahí venimos casi todo el mundo occidental. Da igual que salgan profetas y personas de ese tipo que digan que la violencia no es el camino. Lo apuntan en sus libros, leen palabras suyas en los lugares de culto, pero a la hora de la verdad, ni caso. Porque violencia hay de muchos tipos, no solo existe la violencia física.

    A lo mejor está comenzando la edad del fin de las grandes religiones, vaya usted a saber. Pero visto lo visto , tampoco me importaría.

    Y aquí tienen mi herejía de hoy.

    Un saludo cordial.