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A Belén

            “Vamos a Belén”, se dijeron los pastores, entre animosos y turbados, según el relato del evangelio de Lucas. Es de noche y están a la intemperie, las ovejas que cuidan a turnos no son de su propiedad, el pan de mañana para sus hijos es incierto. De pronto la noche se ilumina, irrumpe la voz de un ángel, el Fondo mejor del corazón de la vida. “No temáis. En Belén os ha nacido el mesías liberador”.  Y allí se encaminan.

           Bellísimo relato, cuya verdad no hemos de buscar en el hecho histórico, sino en la metáfora. Una metáfora poética, profética, política. Inspirada y vigorosa metáfora teológica de Dios o de la Vida que ha de nacer, que hemos de gestar y cuidar.

           “Vamos a Belén”, quiero decirte también yo, amiga, amigo, desde el fondo de mi alma en este día de Nochebuena, a pesar de que la aurora del sol naciente, la Natividad del único Dios verdadero, la Paz y la Liberación de todos los vivientes, parece aún tan lejano, tan incierto.

           Vamos a Belén. ¿Pero a qué Belén? ¿Al antiguo Belén de Judea? ¿O al Belén de las ficciones y de las creencias? Vamos más bien a los Belenes –son tantos– de tierra y de carne que pueblan la Tierra. Son más de ciento treinta ciudades, pueblos, aldeas o lugares que se llaman Belén: de Chile a México, de Argentina a Estados Unidos, de Colombia a Costa Rica, de Venezuela al Salvador, de Uruguay a Guatemala, de Paraguay a Cuba, de Honduras a Perú, de Panamá a Ecuador, Bolivia y Brasil, de Filipinas a Indonesia, de Chequia a Guinea Ecuatorial y de Turquía a Polonia, Grecia, Portugal, España… Lugares sin fin de todos los continentes. Imágenes del verdadero Belén.

           También el Belén histórico, del que hablan los evangelios, el que ha dado nombre a todos los lugares que se llaman así, es una imagen del verdadero Belén que aún no es. Los Evangelios hablan de Belén en términos proféticos, más bien que históricos, y la profecía sigue sin cumplirse: Belén sigue siendo una localidad sometida en la Cisjordania palestina ocupada por Israel. Está a 9 kilómetros de Jerusalén, que significa “ciudad de paz” pero es en realidad ciudad de violencia, de la que no hay un único responsable, pero sí un responsable mayor: el estado de Israel con su poderoso aliado, los Estados Unidos de América. Belén de Palestina con sus 25.000 habitantes, todos extranjeros en su tierra, la mitad cristianos y la otra mitad musulmanes, muchos de ellos refugiados palestinos, doblemente extranjeros. Belén rodeado, aislado más bien, por un muro inhumano erigido por el estado israelí, muro de cemento y de soldados que restringen a capricho la libertad de entrada y de salida de sus habitantes.

           Belén es toda la geografía del planeta en su diversidad y paradojas, con sus dramas más terribles y con sus sueños más bellos. Es figura de todos los Belenes. Imagen de todas las injusticias y grietas del mundo. E imagen de otro mundo que hemos de engendrar, imagen del poder de lo pequeño y lo sencillo, de la bondad más fuerte, de la fe en la vida y en la humanidad a pesar de todo.

           No en balde Belén significa “ciudad del pan”, del pan que falta a tantos, de tanto pan que despilfarramos, de la tristeza de la codicia, de la alegría de la comensalía, de la felicidad de la bondad y del compartir, la única felicidad verdadera. Belén es el nombre de esa ciudad futura de todos los hombres y mujeres, de todos los vivientes.

           Ése es el Belén del que nos hablan los Evangelios. Los evangelios no son crónicas de lo que alguna vez sucedió en el campo de los pastores a las afueras de Belén de Judea. Son más bien profecía de lo que hemos de hacer que suceda: que haya pan, libertad, igualdad para todos. Aunque Jesús no hubiera nacido en Belén, sino en Nazaret, como seguramente nació, y aunque María no fuera físicamente virgen y José fuera, como sin duda fue, el padre de Jesús, eso no restaría nada al mensaje evangélico ni habría de afectar en nada a la fe de los cristianos de hoy. Pues, al igual que los poemas y las profecías, los evangelios se escribieron para mover el corazón y liberar la esperanza, siempre tan amenazada. No se escribieron para contar el pasado, sino para imaginar y suscitar el futuro. Y ahí estamos, ¿o no?

           Vayamos, pues. Delante del Belén de nuestra casa, quiero inclinarme ante el niño Jesús – profecía de la humanidad– como María y José. Y volver a soñar, y que el sueño me impulse a construir el Belén de un futuro mucho mejor para todos.

(Publicado en DEIA y en los Diarios del Grupo NOTICIAS el 24 de diciembre de 2017)

3 comentarios

  • Asun Poudereux

    Belén,  cualquier lugar  donde la vida surge, se renueva y transforma a pesar de los obstáculos y miserias.
     
    Belén, el lugar que no cuenta para el poder que mata esperanzas  y retuerce de mil modos la confianza.
     
    Belén,  aquel  lejano  lugar donde se ubican intereses ocultos que comercian con ídolos y creencias.
     
    Belén,  lugar donde la vida se estremece de injusticias,  es desterrada enterrando  y desenterrada violando.
     
    Belén,  ese lugar  que nada escapa a la luz del que observa soledades en tinieblas,  fronteras y realidades endulzadas  en los mitos y leyendas.
     
    Belén,  el no-lugar de  Aquello  que Es, un Todo que  abraza conmoviéndose en sus partes-entrañas.
     
    Belén,  donde te sitúes,  allí estaré atravesando tierras, océanos y mares. Y si no te inventaré.
     

  • carmen

    A mí me encanta este señor. Y las deja caer como el que no quiere la cosa. zas.

    Ha dado totalmente la vuelta. En el nacimiento de Jesús no se cumple una profecía. La historia del nacimiento es en sí mismo una profecía. Genial.

    Da por supuesto que el padre de Jesús fue José, y me gusta porque se oyen otras cosas que dan miedo y no me gustan. Pues ahí va una opinión muy personal mía, al menos no he leído nada de esto en ningún sitio, porque ni soy teóloga ni sé historia ni nada de nada. Pero como soy una  irresponsable, ahí va.

    Y si eso de la vida eterna fuese una herencia de los egipcios? Porque algo me dice que el cristianismo que se construyó tenía mucho que ver con otras culturas, al menos esa impresión tengo. ¿ Por que no entonces lo de la resurrección y la vida eterna no puede estar inspirado en la cultura egipcia? Porque creo que los judíos en la época de jesús no tenían muy claro eso de la resurrección. Creo que ni se les pasaba por la cabeza. He leído algo como de una temporadica en algún sitio, tipo infierno, para que las personas que no habían sido buenas del todo, pues, no sé. Los judíos creen mucho en eso del ojo por ojo diente por diente. El que la hace , la paga. La novedad de Jesús quizá fue decir que no necesariamente Dios te hace pagar nada, porque la vida ya te hace pagar tus errores. Que hay que construir un mundo más justo, que no se acumulen riquezas , que compartamos y que intentemos ser felices. Que no temamos a Dios, porque Dios es bueno, como un padre. No predicó el sufrimiento como algo buenísimo, todo lo contrario, trataba de combatirlo. Es una filosofía superpreciosa.

    Luego vino el cristianismo, pero a él que no le pidan responsabilidades en esa construcción. Bastante caro pagó su manera de ver la vida. Pobrecico.

    Es que todo eso del fuego eterno , a mi me parece que no cuadra con el personaje de Jesús, es que no cuadra. Así que quité el infierno de mi cabeza hace mucho tiempo. Pero es que el cielo también. Me suena a cultura egipcia totalmente.

    Y si el pecado original ese que dicen que el hombre quería ser como Dios y el árbol del bien y del mal… ¿ y si eso de querer ser como Dios no se refiere al conocimiento sino a vivir eternamente? Alguien tendría entonces que inventar la vida eterna.Porque claro, eso de resucitar y decir que viene de entre los muertos, es una afirmación que implica que después de la muerte hay vida. ¿ Cómo alcanzarla? Haciendo lo que dice la nueva religión. Una jugada maestra. Te doy la vida eterna si cumples las leyes que nosotros sabemos  que hay que cumplir porque nos las dice el espíritu santo. Y es que según como se entienda la muerte, horroriza. Y es algo que infinidad de gente desearía. Personalmente lo que me da terror es vivir eternamente. El tiempo dirá. La muerte dirá. O mejor, después de la muerte veremos. O no.

    Y otro punto más para que me pongan en la lista de herejes, pero tengo la enorrrrrrrrrrrrrrrrrme ventaja de que no existo.

    Un saludo cordial.

  • Honorio Cadarso

    Muy bonito, José. Sabe a mazapán…En Belén andan muchos vascos defendiendo y protegiendo a los refugiados, o manifestándose en el puerto de Bilbao para denunciar el comercio de armas que se está haciendo desde Euskadi a los países en guerra…Ese es nuestro Belén. Ayer en El Correo nuestro obispo no ha dicho ni una palabra sobre lo que hacen esos conciudadanos nuestros. Ese es nuestro Belén. Y no sabe precisamente a mazapán…