Hemos dejado por ahora el tema de Venezuela. Los sucesos de Barcelona y las reflexiones de George sobre la vida y la muerte, continuando las de Blas han mantenido activo ATRIO. Pero a esta redacción le interesa mucho volver sobre el tema de la manipulación sistemática de los grandes medios hasta conseguir un pensamiento único. Sobre si lo mejor para Venezuela y Latinoamérica es la revolución chavista, defendida ahora como puede por Maduro, se ha podido discutir aquí. No es esta una opción en la que ATRIO imponga una única opinión. Pero contra el uso de la mentira programada para conseguir el triunfo de una política —y de eso trata este artículo con seriedad— sí que nos queremos definir en ATRIO. Y seguiremos haciéndolo mientras no se nos convenza, por ejemplo, de que no votaron la ANC los ocho millones y pico que declaró la oficina del censo. AD.
Los comisarios del pensamiento Único.
Carlos Fazio, La Jornada. México. 15-8-2017.
Hoy, cuando la canalla ca está desatada en el mundo occidental, no está de más recordar que como otros términos del discurso político, la palabra “democracia” tiene un significado técnico orwelliano cuando se usa en exaltaciones retóricas o en el “periodismo” habitual, para referirse a los esfuerzos de Estados Unidos y de sus aliados para imponer la democracia liberal representativa a Estados considerados “forajidos” como la Venezuela actual.
En ese contexto, se ha convertido en un lugar común que cuando más democracia y libertades se dice reconocer y defender, más se reprime la facultad de pensar; sobre todo, la actividad de pensar a contracorriente. Con la novedad de que en la persecución del pensamiento crítico ya no hay fronteras. Pero sucede, además, que en el nuevo panóptico planetario y en el marco de la guerra de espectro completo en curso, quienes cuestionan el orden hegemónico o no se ajustan al marco del dogma establecido por los amos del universo, pueden convertirse en un objetivo político-militar.
Pensar entraña riesgos y trae consecuencias. Ello ocurre en las ciencias sociales y las humanidades, pero también en el periodismo. En la actual coyuntura, bien lo saben, entre otros, Atilio Borón (Página 12, Rebelión.org,) y Luis Hernández (coordinador de Opinión de La Jornada), quienes por practicar el ejercicio crítico de pensar con cabeza propia, son objeto de mofa, presiones y campañas de estigmatización y criminalización por un puñado de diletantes vigilantes del pensamiento único neoliberal que responden a un mismo y nauseabundo guión de Washington.
“Nicolás Maduro dictador” emite la voz del amo desde las usinas del poder mundial, y el eco es amplificado urbi et orbi por una cohorte de amanuenses subvencionados y tarifados. El esquema es simple: para el periodismo mercenario, el “Maduro dictador” sustituye hoy a “las armas de destrucción masivas” de Sadam Hussein, en 2003. El saldo de la mentira del Pentágono como arma de guerra costó más de un millón de muertos; pero eran iraquíes.
El modelo “comunicacional” está bien engrasado. Permite debates, críticas y discrepancias, en tanto se permanezca fielmente dentro del sistema de presupuestos y principios que constituyen el consenso de la elite. Es un sistema tan poderoso que puede ser interiorizado en su mayor parte, sin tener conciencia de ello. En general, quien tiene ideas equivocadas o intenta romper el molde es apartado o ignorado; pero en ocasiones puede ser satanizado por los llamados intelectuales públicos, los pensadores políticamente correctos, la gente que escribe editoriales y cosas así, y es colocado frente al paredón de la “prensa libre”.
Recuerda Marcos Roitman que los ideólogos del actual sistema de dominación han reinterpretado los saberes y el conocimiento bajo una única racionalidad: la del capital. El capital niega su carácter totalitario. En su dimensión política, el capitalismo socializa la violencia y deslastra la historia que le resulta incómoda. Bajo los criterios de la “colonialidad del saber”, es capaz de eliminar al nazismo y al fascismo −también al franquismo, al somocismo, al duvalierismo y el pinochetismo− como fenómenos inherentes a su racionalidad.
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Lippmann y la ingeniería del consenso
Hace más de un cuarto de siglo, en Los guardianes de la libertad (Grijalbo Mondadori, 1990), Noam Chomsky y Edward S. Herman develaron el uso operacional de los mecanismos de todo un modelo de propaganda al servicio del “interés nacional” (de EU) y la dominación imperial. Nos enseñaron a examinar la estructura de los medios (la riqueza del propietario) y cómo se relacionan con otros sistemas de poder y de autoridad. Por ejemplo, el gobierno (que les da publicidad, fuente principal de ingresos), las corporaciones empresariales, las universidades.
Asimismo, diseccionaron a los medios de elite (The New York Times, The Washington Post, CBS y otros) que marcan “la agenda” de los gestores políticos, empresariales y doctrinarios (profesores universitarios), pero también la de otros periodistas, analistas y “expertos” de los medios de difusión masiva que se ocupan de organizar el modo en que la gente debe pensar y ver las cosas.
Demostraron, en síntesis, cómo mediante la violencia psicológica o simbólica e indignantes campañas de intoxicación lingüística (des)informativas y supresiones (“las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca”, nos alerta a su vez Emir Sader); manipulaciones, normas doble-estándares y duplicidades; sesgos sistemáticos, matizaciones, énfasis y tonos, y de la selección del contexto, las premisas y el orden del día general, se lleva a cabo el control elitista de la sociedad mediante lo que Walter Lippmann denominó “la ingeniería del consenso”.
Ese modelo de propaganda −por lo general dicotómico o maniqueo: verbigracia “Maduro dictador vs. la oposición democrática de la MUD”; las hordas chavistas vs. los luchadores de la libertad de D. Trump− deja entrever que el “propósito social” de los medios es inculcar y defender el orden del día económico, social y político de los grupos privilegiados. Para ello, la fórmula es sencilla: los dueños de la sociedad utilizan a una “clase especializada” −conformada por “hombres responsables” y “expertos” que tienen acceso a la información y a la comprensión, en particular, académicos, intelectuales y periodistas− para que regule las formas de organización del rebaño desconcertado; para manufacturar el consentimiento y mantener a la chusma a raya.
Todo el sistema de ideas políticas del imperialismo tiende a argumentar su derecho a la dominación, a la supeditación del Estado a los monopolios en todas las esferas de la vida; a la manipulación de las masas y la desinformación de la “opinión pública. Según Lippmann, la labor del público es limitada. El público no razona, no investiga, no convence, no negocia o establece. Por ese motivo, “hay que poner al público en su lugar”. La multitud aturdida, que da golpes con los pies y ruge, “tiene su función: ser el espectador interesado de la acción”. No el participante.
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Medios domesticados: la mentira del silencio
Para Chomsky, la tarea de los medios privados que responden a los intereses de sus propietarios, consiste en crear un público pasivo y obediente, no un participante en la toma de decisiones. Se trata de crear una comunidad atomizada y aislada, de forma que no pueda organizarse y ejercer sus potencialidades para convertirse en una fuerza poderosa e independiente que pueda hacer saltar por los aires todo el tinglado de la concentración del poder.
¿Ejemplo? Los 8.089.320 votantes que a despecho de las amenazas imperiales y la ofensiva terrorista paramilitar decidieron empoderar a los/as nuevos constituyentes.
Sólo que para que el mecanismo funcione, es necesaria, también, la domesticación de los medios; su adoctrinamiento. Es decir, generar una mentalidad de manada. Hacer que los periodistas y columnistas huyan de todo imperativo ético y caigan en las redes de la propaganda o el doble pensar. Es decir, que se crean su propio cuento y lo justifiquen por autocomplacencia, pragmatismo puro, individualismo exacerbado o regodeo nihilista. Y que, disciplinados, escudados en la “razón de Estado” o el “deber patriótico”, asuman –por intereses de clase o por conservar su estabilidad laboral− la ideología del patrioterismo reaccionario. En definitiva, el miedo a manifestar el desacuerdo termina trastocando la prudencia en asimilación, sumisión y cobardía.
Moraleja: no se vale discrepar con el consenso. Solo se debe pensar en una sola dirección, la presentada por el sistema de dominación capitalista. Y si para garantizar el consentimiento es necesario aplicar las herramientas de la guerra psicológica para el control de las masas (como azuzar el miedo, fomentar la sumisión y generar un pánico y terror paralizantes), los comisarios del gran hermano entran en operación bajo el paraguas de lo políticamente correcto, amparados por todo un sistema de dádivas y premios que brindan un poco de confort y poder acomodaticio.
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La no noticia y el Consenso de Lima
Ya encarrerado, el pensamiento reaccionario se refuerza bajo un discurso de desprecio y odio clasista, xenófobo y racista. Siete jóvenes han sido quemados por parecer “chavistas” por los “demócratas” que defienden los 12 presidentes latinoamericanos del “Consenso de Lima”.
En consecuencia, aduladores de los poderes fácticos que actúan en las zonas de penumbra, los social-conformistas de los grandes medios –con el periódico El País de Madrid como buque insignia de la prensa en español− practican a diario el lenguaje operacional del orden sistémico, reproduciendo la lógica de la dominación de manera expansiva.
Así, casi cada día durante los últimos cuatro meses, en Ciudad de México, Madrid, Bogotá o Buenos Aires, el pensamiento reaccionario apuntala la contrarrevolución en Venezuela. Y ello es así porque el poder real ha creado un ejército de hombres y mujeres dedicados a mantener y reproducir la ideología dominante y desarticular el pensamiento crítico; dedicados a frenar el cambio social y democrático de los de abajo mediante “la mentira del silencio” (Sader). Es decir, negando la existencia de lo que no se quiere que se conozca, por ejemplo, en la coyuntura, la formidable victoria del chavismo bravío y los nuevos constituyentes antisistémicos (anticapitalistas y antimperialistas). O, como señala Ángeles Díez, sustituyendo la información principal por la “no noticia”: un atentado de los violentos de la MUD se atribuyó mágicamente a la “represión” de Maduro (aderezado con titulares que reforzaban una matriz de opinión con eje en el autogolpe de Estado, la violencia, el caos y la emergencia humanitaria), para difuminar la verdadera noticia: que el 30/J ocho millones respaldaron la Constituyente.
El poder reclama una única racionalidad, un solo orden, una sola intransigencia verdadera. Es por eso, también, que a la manera de divisiones y/o francotiradores de un ejército vasallo en el frente externo −y dado que toda intervención militar es precedida por una campaña de intoxicación mediática con eje en la guerra psicológica−, los paraperiodistas tienen la misión de vigilar, hostigar y presionar a quienes, como Atilio Borón y Luis Hernández, se apartan del consenso de la elite reaccionaria.
A la biopolítica del cuerpo se suma hoy la psicopolítica de la mente (Roitman). Y así, los saberes políticamente correctos forman parte del modelo de dominación y marcan el ritmo de la pulsión del poder: quienes levanten la voz y se aparten de la manada serán denigrados, hostigados y/o castigados. En sentido contrario, y en el marco de la guerra no convencional y asimétrica que libran el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra el gobierno constitucional y legítimo de Nicolás Maduro y el pueblo de Venezuela, una agenda con la atención constante hacia las víctimas de la represión de la “dictadura” venezolana, ayuda a convencer al público de la maldad del enemigo y prepara el terreno para justificar la subversión de la MUD y una eventual intervención “humanitaria” del Pentágono.
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Auschwitz, el trabajo sucio y los neomaccarthistas
El genocidio de Hitler y la Alemania nazi fue un acto consentido por el pueblo alemán; los hornos crematorios funcionaron a plena luz del día. Con distintas modalidades, el horror de Auschwitz y Treblinka se replica hoy en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Colombia y en el México de las fosas comunes. Las víctimas mortales de las guerras coloniales del Pentágono y la OTAN en Afganistán, Pakistán e Irak ascienden a cuatro millones. En general, la “buena prensa” de Occidente ha apoyado o justificado todas esas atrocidades. Es fácil predecir qué ocurriría en caso de estallar una intervención “humanitaria” o una guerra civil auspiciada por Estados Unidos en Venezuela.
El uso de la mentira con fines políticos es de vieja data. En 1950, el informe de la Comisión Tydings sobre el senador Joseph McCarthy y el maccarthismo, señaló: “Hemos visto utilizar aquí por primera vez en nuestra historia la técnica de ‘la gran mentira’. Hemos visto cómo, mediante la insistencia y la mezcla de falsedades (simples habladurías, tergiversaciones, murmuraciones y mentiras deliberadas), es posible engañar a un gran número de gente”.
Los periodistas, editores y directores de la gran prensa estadunidense, que con frecuencia sabían que McCarthy estaba mintiendo, escribían y divulgaron lo que él decía y dejaban que el lector, que no tenía ningún medio de averiguarlo, intentara deducir la verdad. Un día, el senador republicano John Bricker, le dijo a McCarthy: “Joe, usted es realmente un hijo de puta. Pero a veces es conveniente tener hijos de puta a nuestro alrededor para que se encarguen de los trabajos sucios”.
El propósito del maccarthismo fue revertir el pacto social keynesiano (el Estado benefactor) que redistribuía parte de las ganancias del capital hacia abajo. Ronald Reagan profundizó el proyecto conocido hoy como neoliberalismo, con epicentro en la liquidación de los bienes y la esfera pública y la mercantilización y privatización radical de todo. El macartismo hizo escuela y lo practican ahora muchos periodistas en el caso Venezuela (¡estúpidos, es el petróleo!), pero las madres no tienen la culpa…
Gracias a Antonio y George para aclarar la confusion posible con la frase anteriormente identificada, “No haga caso de Oscar”
Todo queda bien clarito y me deja bien tranquilo.
Abrazo a todos y todas
(Continuo mi comentario cultural de esta mañana, que no político).
En resumen, que definir como mentiras intencionadas a las diferencias de opinión, a los errores y a las mentiras, es claramente un juicio de intenciones, fruto de la demonización de quien opina distinto, propio de todos los sectarismos.
Los errores cognitivos pueden ser de dos tipos, los errores naturales, propio de todo proceso cognitivo, en el que se asumen datos o planteamiento erróneos, por una mala elección de fuentes y de datos. Y luego están los errores delirantes, que se producen inconscientemente, como decía Castilla del Pino, “el delirio es un error necesario”.
Estos se producen cuando ante un dato o planteamiento de la realidad correcto, este interfiere con los errores acumulados en nuestra cosmovisión, (errores que todos coleccionamos en nuestro proceso formativo), y eso produce unas contradicciones que generan estrés, angustia y desasosiego interior.
Inconscientemente como autodefensa ante esta situación estresante, se cae en el delirio, a través de la disonancia cognitiva, o sea el negar realidades, o deformarlas para paliar esas contradicciones.
El proceso de superación de las contradicciones, hay que realizarlo mediante la purificación cognitiva de nuestra cosmovisión, y si así y todo persisten esas contradicciones, mediante una nueva visión de la realidad, con otras perspectivas, subiendo de dimensión cognitiva. Pero este es un proceso costoso, difícil y lento.
El delirio es un atajo falso de superación de contradicciones, un hacerse trampas en el solitario.
Naturalmente, toda la vida ha existido la tentación de manipular las mentes, para extender nuestra propia ideología. Toda la apologética y la retórica religiosa, (en nuestro caso de la I. Católica), ha ido desde hace muchos siglos en esa dirección, y con muy buen éxito.
Y ya el sobrino de Freud, fue pionero de la utilización de la dinámica mental que proporcionan los modelos psicológicos de la mente, para utilizarlos en publicidad comercial.
Hoy día, con la proliferación de los medios de comunicación y de internet, y el gran aumento del número de licenciados de todo tipo, ha aumentado por doquier el número de aspirantes a maquiavelines de guardarropía, a comisarios políticos, y a escultores de las mentes y de la opinión pública, en ambas partes del espectro político.
Lo que sucede es que yo soy optimista y creo, que ese exceso también genera un efecto vacuna. La primera vez se pica, pero la milava vez, ya hace mucho menos efecto. Y además el uso de esas técnicas manipulatorias, por todas partes, se contraponen mutuamente.
Lo que sucede es que sigue siendo una excusa perfecta para nuestra autoestima, y para la necesidad interior de estar en posesión de la verdad: si la gente no nos hace el caso que debería hacer ante unas verdades tan “evidentes”, no es porque a lo mejor no disponemos de toda la verdad, sino porque están manipulados por “los malos”. Y además con una manipulación insalvable, de la que no tienen defensa alguna.
Y eso nos explica, sin que nos explote la cabeza, que a lo mejor el pueblo de Venezuela, en un momento dado, vote en contra de la revolución bolivariana, a pesar de que eso es “imposible moral y políticamente”. O explica que muchos cubanos intenten huir del paraíso castrista, y asumir muchos peligros para ir justo al enemigo odiado, los USA.
Es una copia modernizada del truco dialéctico del demonio en la religión: si la “gracia” no hace todo el efecto que debería hacer, es por la presencia activa del demonio que nos tienta y nos hace pecar.
Toda contradicción de cualquier tipo, (política, religiosa, intelectual), mal salvada, se malsalva mediante el delirio personal, eso lo sabe cualquier persona con un mínimo de conocimientos psicológicos.
Quizás no debiera perderse de vista el método de crear cientos, quizás miles de «hubs» o puntos de operación en los que se inventan múltiples blogs que publican noticias contradictorias ex profeso con el objetivo de confundir o de aburrir y por lo tanto hacer que la gente se vuelva insensible a ciertos temas. Empresas que reciben sus fondos de donantes millonarios pueden subvencionar fuentes informativas totalmente dispares que la gente tiende a confiar más que las agencias de prensa oficiales o habituales porque pueden afirmar lo sorpresivo, sensacional, inconcebible que acapar la atención y relega a otro plano menos importante la realidad que si es importante.
Hace años era la prensa amarilla del drama y las tragedias domésticas, lo policíaco. Cuando lo policíaco fue denunciado como esencialmente político la violencia doméstica fue banalizada aunque sigue siendo un flagelo social donde quiera o en todas partes.
Las fuentes anónimas pueden muy bien ser fuentes no existentes.
La Fiscalía del Estado en los EE UU ha estado pidiendo por medio de una corte de justicia que uno de estos hubs que organizó las protestas contra la inauguración de la presidencia actual, publique la información personal no ya de quienes se inscribieron o financiaros las protestas sino hasta de las personas que por curiosidad vistaron el sitio del dicho hub en el Internet, porque debajo de todo ello se esconde una especie de comercio clandestino de personas en forma de data personal privada que puede ser utilizada con una infinidad de propósitos buenos o malos y que además se vende o comercializa con unas ganancias grandes y eso subvenciona adicionalmente causas políticas de toda clase.
De hecho, la expresión no me pareció sucia en el comentario de Oscar Varela. Esa misma expresión «hijo de puta» la utilizó Raúl Roa, canciller cubano por muchos años del gobierno de la Revolución, en 1973, durante la sesión de la Asamblea General de las NN UU al responder al embajador de Pinochet y posteriormente la defendió citando el texto de Sancho en El Quijote cuando la representación chilena pidiera que Roa fuera censurado por la presidencia de la Asamblea. El texto es el siguiente (Cf. http://www.donquijote.org/spanishlanguage/literature/library/quijote/194.asp) que cito ahora: «…Y, diciendo eso, se la puso en las manos a Sancho, el cual, empinándola, puesa a la boca, esuvo mirando las esrellas un cuarto de hora, y, en acabando de beber, dejó caer la cabeza a un lado, y, dando un gran suspiro, dijo: –¡Oh hideputa bellaco, y cómo es católico! – ¿Veis ahí –dijo el del Bosque, en oyendo el hideputa de Sancho–, cómo habéis alabado ese vino llamándole hideputa?
– Digo –respondió Sancho–, que confeso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie, cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿ese vino es de Ciudad Real?…» (Énfasis y subrayado míos).
Aclaración a Oscar Fortin, José Ignacio, Rodrigo y Antonio: Mi deseo fue que se leyera el artículo que me parece muy Bueno y fui a la contraria de Oscar Varela humorísticamente. Lamento la confusion que causé.
Hola!
Este Art. de Fazio ya me lo había mandado el Cumpa Manolo el jueves pasado.
En otro Correo me contaba cosas argentinas. Una de ellas se refería a lo que se podría llamar “formatización mental que terminan comandado las emociones viscerales”.
El relato de Manolo:
– “El lunes siguiente a las PASO (elecciones Primarias) el periodista de AM 750 tomó un taxi para ir a la radio.
De camino, el taxista, que lo conocía, se sinceró:
– ” Yo reconozco que estaba muchísimo mejor en los tiempos de Néstor y Cristina.
Pero, ayer, voté a CAMBIEMOS, porque odio visceralmente a Cristina.
No lo puedo superar”.-
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Ese es Nuestro Tiempo de “Post-Verdad” (cuando la Mentira es la Verdad)
Yo lo entiendo como Rodrigo. No tenía duda.
Hola, Oscar Fortín!
Desde luego George y Rodrigo hacen referencia al extraño comentario de O. Varela (“Comentario sucio ¡No lo lea!”). Esperando que Oscar V. lo aclare. Veo tres interpretaciones:
1) La de Rodrigo: invita a no leer el propio comentario.
2) Invita a no leer el artículo de Fazio, pues es evidente lo que dice y ellos lo saben. Pero ¿quiénes son “los del mismo palo” al que hay que decirlo sin cansarse?
3) Oscar V. ha querido introducir estas dudas precisamente para que lo leamos todos.
Yo me uno a esta última interpretación y esta invitación, por sabido que sea lo que dice Facio.
Y recojo la tremenda paradoja del caso concreto de mentira que nos cuenta Olga. No sigo esa serie de Netflix. Pero haríamos un buen servicio descubriendo aquí todo ese tipo de mensajes ocultos y mentirosos que trasmiten esas series. Nos haría falta en ATRIO algún espectador crítico de series -el nuevo boom de comunicación- para desvelar contenidos ideológicos más sutiles que aquellos de guerra y bandera americana.
George me gustaría saber del cual Oscar tu hablas. Somos dos uno de apellido Varela y el otro de apellido Fortin. Con mis mejores saludos.
Hola George.
Quizá me equivoque, pero yo entendí que el “no lo lea” de Oscar era respecto de su propio “comentario sucio” y no que fuera un llamado a que no se lea el artículo. Ya lo aclarará Oscar, si así lo desea.
Ahora está de moda el tema de la “postverdad”, o sea la mentira política, como si fuera una novedad, y no fuera una realidad de siempre.
Lo primero es que hay que diferenciar entre mentira, error, y discrepancia de juicio. Lo normal es que cada uno tenga una opinión distinta de las cosas, pues cada uno tiene una cosmovisión, mejor o peor formada, y tiene unos sesgos emocionales propios, fruto de su biografía personal.
En algunos pocos casos, esta discrepancia de juicio, podremos considerarla claramente un error. Fundamentalmente en temas matemáticos, lógicos, o científicos consensuados por la comunidad científica.
En temas de ciencias sociales y humanísticas, al estar los juicios sobre estos temas muy ligados a nuestra cosmovisión personal, las discrepancias de juicio son lo normal.
Lo que sucede es que en estos temas humanísticos, abunda la tentación de la defensa de nuestras opiniones por descalificación personal del contrario. Estamos tan convencidos de la certeza de nuestras opiniones, que si el otro no las comparte, o es tonto, o está engañado, o peor aún, es un pérfido mentiroso.
Es un proceso psicológico burdo, y primitivo, pero abunda mucho, pues nos aporta una seguridad en nuestros juicios, que es gasolina tan necesaria para nuestra autoestima. (Todos en el fondo añoramos la omnisciencia, la sabiduría de Salomón, y nuestra mente nos engaña como a niños, con procesos tan burdos).
Naturalmente, que hay quién miente interesadamente o patológicamente, (o las dos al tiempo), pero eso ha existido toda la vida.
No sé muy bien a qué viene tanto escándalo con este tema, que es ancestral. Desde pequeñitos, discutimos con nuestros hermanos y amiguitos, y tenemos opiniones personales distintas a las de ellos, y poco a poco perdemos la confianza ciega en nuestros padres y los empezamos a criticar y desobedecer.
Desde niños, todos nos encontramos inmersos en una batalla cultural perpetua. Las instituciones culturales, religiones, partidos políticos, clubs deportivos, etc. intentan convencernos de que nos hagamos partidarios de ellos y sus valores. Y la madurez paulatina que vamos adquiriendo, supone la fijación de un criterio personal para cada tema.
También se nos advierte, (o lo aprendemos a base de coscorrones), de que hay timadores económicos, emocionales, y también ideológicos. Desde pequeñitos crecemos rodeados de vendedores, y poco a poco aprendemos que no podemos ni debemos comprar todo lo que nos ofrecen.
Y lo que enseñan todos los padres es que no debemos creer sin más, todo lo que te diga un vendedor. Y a las hijas se les enseña que no se crean todo lo que les prometan “sus admiradores”.
No nos engañemos. Los periódicos políticos, al igual que las hojas parroquiales, solo las leen los parroquianos. Cada uno sabe que periódicos leer. Cuando lee algo que no le gusta porque no coincide con su esquema de valores, se irrita, y no lo vuelve a leer.
Yo creo que el gran problema que subyace en muchas controversias, es que el mundo de la cultura y el mundo de la política, son como agua y aceite: se rigen por reglas y claves totalmente opuestas.
En el mundo de la cultura, existe un postulado previo de respeto personal al que opina distinto. Entre un teólogo católico y uno protestante, no se van a sacar los “monaguillos” por medio, y entre cosmólogos o biólogos, no se sacan las botellas de wuisqui que se trasiegan, o los líos con las secretarias que a lo peor tienen.
En política, todo vale, y aprovechando que el mundo es muy grande y habrá de todo, la conspiranoia campa por doquier. Todo vale, porque todo es posible, y a lo mejor yo puedo estar recibiendo un sobre de la CIA, todos los meses, por ejemplo. Todo podría ser.
Y del todo podría ser, se pasa, al quizás sea, y de ahí, al es. Y ya está, con dos eggs lo escribo en un periódico, y ya sabemos que todo el que escribe en un periódico es un prestigioso e informado intelectual.
Humanos somos, no se puede ser nada mejor, ni nada peor.
Por favor: ¡No haga caso de Oscar: Léa el artículo!
Leo: «El modelo “comunicacional” está bien engrasado. Permite debates, críticas y discrepancias, en tanto se permanezca fielmente dentro del sistema de presupuestos y principios que constituyen el consenso de la elite. Es un sistema tan poderoso que puede ser interiorizado en su mayor parte, sin tener conciencia de ello.»
Es casi imposible leer este párrafo sin inmediatamente recordar el dolor de Nietzsche escribiendo sobre la religión de la «confortabilidad» o del confort, en la que la gente mira a las estrellas y en vez de dejarse seducir por la belleza, miran y lo que ven solo provoca un parpadeo inocuo, y siguen de largo, aunque no sepan adónde se dirigen.
Esta especie de «manufactura del asentimiento» de la que habla Antonio y que es el efecto de la manipulación de la información y de su significado, la castración de su fuerza ha venido dejando de nuevo la decadencia moral que causa la prostitución de la «intelligentzia» consagrándose voluntariamente al servicio del poder hegemónico (Gramsci). Esto lo vivió el mundo europeo del primer cuarto del siglo pasado. En esta parte del Mundo aquende el Atlántico, la absurda cultura burguesa lo vivió en su esnobismo virtualmente muriendo por adquirir a cambio de dinero un título de nobleza caido en bancarrota y a la venta.
Esta coyuntura actual quizás sea de nuevo el punto en el que hay que renovar los valores que el cristianismo y su institución, la Iglesia cristiana de cualquier clase que por haber caido en el descrédito ya no puede inculcar .
Un error de Nietzsche fue el culto al «individuo superior» (Übermensch) de «Así Habló Zaratustra» y de «der Wille zur Macht» no biológicamente superior como lo malinterpretaron los fascistas y los nazis o lo interpretan los poseídos de narcisismo, porque se trata de la posibilidad de desarrollar el poder intelectual o creativo por el esfuerzo, por el trabajo, el ejercicio, aquello en inglés de «no pain no gain». No sé si traduzco bien el título del segundo libro de Nietzsche que originalmente estuvo disperso en sus cuadernos de notas y que la hermana publicó con ese título que traduzco: «la voluntad de alcanzar poder o la voluntad de poder».
Nietzsche pecó de ambigüedad (ya estaba muy mal) y puede ser fácilmente malinterpretado. Su intención no era exaltar la individualidad como para que dominara a los débiles, sino, en aquel momento suyo, su intención era insistir en el poder humano para forjar su propio destino y liberarse por sí solo de la moral heterónoma religiosa.
Trágicamente el nazismo lo interpreto torcidamente. La idea original de Nietzsche hubiera podido conducirle a reconocer el poder creativo y transformador de la solidaridad humana y quizá hubiera sanado su mala percepción original de la compasión.
La «manufactura del asentimiento» (Manufacture of Consent) que denuncia Lippmann precisamente denuncia que la falta de participación activa en la autodeterminación despoja al grupo o a la comunidad de su consciencia autónoma, alienando la conciencia moral individual e inyectándole, literalmente, el opio de esta especie de culto al confort, de evasión y fuga hacia la no molestia, hacia la existencia como polyana que la religión favorece cuando desplaza la posibilidad de la felicidad hacia la escatología.
Se trata aqui de un otro buen articulo que pone de relieve la capacidad que tienen los medios de comunicación de transformar la verdad en mentira y la mentira en verdad. El tiempo de las certidumbres que nacían solo al decir que uno lo había escuchado en la radio o visto en la televisión, ha pasado tiempo. Ni siquiera la palabra del sacerdote que sea papa o obispo logra convencer por el único hecho que sea hombre de Dios. La sutilidad con la cual se llega a transformar la mentira en verdad supera en muchas ocasiones la que usamos para hacer que la verdad sea percibida como verdad. Solo, un espíritu critico de buena fe puede lograr ver a través las nubes de la mentira algo dela luz del sol. El padre de la mentira parece mas activo que nunca.Logra dar un sabor de buen gusto a la mentira. Cuando el condicionamiento social y mental esta bien hecho, la mentira aparece como la verdad que nos llena el espíritu y contra la cual no hay que pelear. Les dejo con este lazo:
http://eleconomista.com.mx/sociedad/2017/04/08/5-teorias-protegernos-desinformacion
Hola!
Comentario “sucio” – ¡no lo lea!
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Esos hijos de puta
saben que son hijos de puta
mucho antes de que yo se los diga.
Entonces, no se los digo
y hago lo que tengo que hacer:
decírselo a otros del mismo palo,
-sencilla y humildemente-
sin esperar éxitos ni recompensas;
basta con el canto que canta nuestra garganta.
A propósito de falsedades o por lo menos que así lo parecen, orquestadas, en Netflix están dando una película sobre el doping en el deporte, en que terminan inculpando directamente a Putin por tener una fábrica de deportistas dopados.
El único problema que uno no se explica, es como un sencillo ciclista americano se contacta con el químico más importante en Rusia en estas materias por Internet y Skype, y el químico acepta dopar al americano?????? y después ambos se convierten en denunciadores a la CIA del tema y arranca a USA y el químico recibía órdenes de alguien que estaba directamente conectado con Putin.
Así de simple.