La creciente concienciación de mi propia mortalidad me ha hecho considerar detenidamente el abrumadoramente ingenuo optimismo que me parece reconocer en la percepción dominante del Mundo que mi generación legará a las futuras.
Dicho exagerado optimismo está siendo estimulado, de una parte, por un cientifismo que me parece cuestionable —la Ciencia y la Tecnología, vendidas a la economía y a la política, están fallando en sostener el planeta— y, de otro, por la religión que divulga el mito del destino excepcional de la raza humana a la cual promete fantasiosamente, un paraíso eterno si se somete a sus preceptos y mantiene materialmente a sus instituciones y jerarcas.
La realidad denuncia tanto optimismo: La Humanidad ha sido capaz de avanzar mucho, pero alberga en su interior una inmensa capacidad autodestructiva.
Algunas evidencias de ello pudieran ser: La reciente serie de atentados terroristas en las capitales del mundo occidental; el estado actual de corrupción moral de las instituciones civiles de las naciones; el reciente escalamiento vertiginoso del belicismo nuclear que nos regresa a la guerra fría; la banalización sistemática de todo ello proveyendo distracción por medio del consumismo compulsivo y del entretenimiento obsesivo materializado en la tecnología residual; la cada vez más ostensible desigualdad entre los menos numerosos y más ricos y poderosos versus los más numerosos y más destituidos. La lista pudiera continuar.
Personalmente, en cuestión de horas, se me ha hecho violentamente real algo que desafortunadamente predije en este mismo foro, cuando el Sr. Trump fue elegido. Me refiero a su fascismo no ideológico sino práctico, que pone de manifiesto su poderosa peligrosidad: Su terca e inmoral justificación del terrorismo doméstico neonazi en Charlottesville (Virginia) en el contexto de su sistemática política de deconstrucción del Estado de Derecho que la nación ha estado tratando de construir, con mayor o menor sinceridad o consistencia, por más de doscientos años, en medio del resurgimiento del fundamentalismo religioso de toda filiación también fascista. Encima de eso los terribles y dolorosos eventos de hoy en Barcelona.
Gracias a la Redacción de Atrio por la publicación de estos garabatos monocromáticamente grises.
A mi modo de ver, la relación de «la Vida» con el Universo, es análoga a la de, por ejemplo, la humedad total de éste con respecto a la de la Tierra: Tanto los valles feraces cuanto los desiertos secos solo constituyen diferenciaciones del mismo barro mojado. Comparativamente, me parece que, la «Existencia» (o el existir), solo sea como la diferenciación de «la Vida» (o el vivir); como si ésta quedara temporalmente diferenciada en cada persona. Consecuentemente, «la Vida» misma no puede ser ni feliz ni desgraciada. Solo cada existencia puede serlo.
Cuando la Tierra desaparezca por efectos cósmicos o por la maleficencia humana, la Vida que late en lo cósmico no se extinguirá, solo habrá cambiado por causa de la ausencia de nuestro planeta y quizás, si somos buenos destructores, hasta del «Sistema Solar».
Me parece posible concluir sin errar demasiado que mientras que «la Vida» es inevitablemente real y subsistirá, «la Existencia» solo sea una manifestación temporal y diferenciada de ella.
La existencia progresivamente se materializa en «ser», que paradójicamente consiste en dejar de existir, que termina su andadura cuando, incapaz de continuar adaptándose dinámicamente, sucumbe a su inherente temporalidad, se vuelve entrópica, y como resultado de su desgastante proceso de «particularización» regresa de su inmanencia a la trascendentalidad que quedó reducida a ella, análogamente quizás, a la kénosis que Pablo mitificó en su famoso himno de Filipenses 2.
«Ser» es producto final y diferenciable de cada existencia cuando ésta precisamente ha cesado de «vivir muriendo» y permanece indiferenciado en la naturaleza y recordado en la piedra de su tumba si puede costearse una o en el cariño o el odio ajenos. Esta susceptibilidad a la diferenciación parece que sea una propiedad recurrente de la Vida cuya causa u origen los mitos parecen velar pudorosamente.
Así, mi «ser», una vez que mi existencia cese, me parece que habrá sido y quizás podrá ser relevante solo en la memoria de las demás existencias con las cuales me haya relacionado. Regresando al ejemplo de la Tierra, nuestro planeta solo será relevante mientras pueda existir y lo será solo en el dinámico Cosmos en cuyo seno haya existido hasta desaparecer cuando necesariamente se disuelva en él.
Del mismo modo que las estrellas que existieron miles de millones de años en el pasado se han podido extinguir sin que nos enterásemos, la Tierra no tiene por qué tener un destino diferente y la inmensa mayoría del Cosmos no derramará siquiera una lágrima porque desaparezcamos. Esto no lo digo como expresión de derrotismo o tristeza, ni con resentimiento, sino pensando y deseando sentir esa imposible forma de profunda humildad que encontró Francisco de Asís y que le hizo amar hasta a la muerte. También como una expresión de mi esperanza de que nunca más aparezca una forma de existencia tan extraordinariamente autodestructiva, para bien del Cosmos.
La experiencia científica sugiere que la diversidad sea efecto de la adaptación y tenga por objeto perpetuar la Vida; lo cual logra al coste del desgaste existencial. Este «vivir muriendo» es el desgaste inherente al existir. Al existir cada persona o forma particular de vida, va dejando sus huellas, mejores o peores, en la andadura del Cosmos.
En este punto uno comprende fácilmente la importancia de la carta Laudato Si’ de este argentino Francisco quien, no por sus aciertos que son muchos ya, sino por sus defectos y errores, va demostrando que, en efecto, era pappabile y que Clelia Lauro no anduvo errada en su profecía (Cf. Clelia Lauro, Las cartas de Clelia y Jerónimo Podestá, Buenos Aires, Hombre Nuevo, 2013, pp. 603-605).
Parece que, consecuentemente, sea hipotetizable que la adaptabilidad más o menos exitosamente a las condiciones naturales o artificiales del ambiente, va simultáneamente «reconfigurando» la utopía, empujándola en una especie de continua incertidumbre creativa, para que se mantenga «sí misma», sin detenerse. El pagano mito de Sísifo, el «Cántico Espiritual» o la «Noche Oscura» de Juan de la Cruz, me parece que ilustren la idea.
La vida tiene una raison d’être propia, la cual no necesita ulterior justificación. Las cosas que existen llegan a un estado irreversible cuando su existencia concluye, pero eso no cesa reconfiguración existencial o la aparición de nuevas formas diferenciadas de Vida, en las cuales parece que ésta se perpetúa.
Nadie conoce el origen de la vida y nadie puede predecir su duración. Ni siquiera una hecatombe nuclear pudiera extinguirla: Solo pudiera transformar sus expresiones existenciales, aunque nadie debe engañarse: Una tal catástrofe si podrá borrar toda traza de nuestra existencia.
La razón humana parece incapaz de concebir la innecesaridad absoluta de la humanidad y ha necesitado imaginarse a sí misma como la expresión cimera de la diversidad natural y a ese sentimiento le ha atribuido ser revelación divina. ¡Ah, el terco paganismo! En efecto, nos cuesta mucho reconocer que el resto de los animales, las plantas y los minerales poseen una benignidad muy superior a la nuestra y que sean tan humildes que parece que acepten su intrascendencia dulcemente, sin ira.
De esta incapacidad para concebir la innecesaridad o gratuidad de la propia realidad, posiblemente ha resultado la compulsión de generar relatos etiológicos grandiosos cada vez que una cultura ha alcanzado la madurez que le ha permitido reconocer, en retrospectiva, la ruta marcada por sus mitos que son el «memorial» de su andadura. Y desde esas coordenadas parece que se haga necesario crear a sus progenitores/as divinas.
En la era nuclear: la tontería de Hollywood primero inventó a «Tarzán de la selva» y después a «Superman». El primero modificaba el mito del mono devenido hombre haciendo a éste regresar a convivir y entenderse con los monos. El segundo, más sofisticado, modificó el mito del hombre impotente en la caverna, inventándose un origen cósmico, y capaz de despojarse de su ropaje humano y, convirtiéndose en casi todopoderoso salir a destruir el mal. Prudentemente, lo diseñó «en todo igual a los dioses menos en la vulnerabilidad a la Kriptonita». En este punto es imposible no recordar el mitológico texto de Hebreos 4, 14-16.
Me ha enternecido su artículo.
Virginia Wolf, en una novela, al preguntar su hija a dónde ha ido alguien que ha muerto, le contesta: al sitio de donde procedemos.
Maravillosa respuesta.
Cierto que somos una especie autodestructiva, pero ahí están Beethoven, Einstein, van Gogh, Fidias, Copérnico, Miguel Ángel, Pink Floyd…
Esos no cuentan?
Disfrute de cada momento de la vida. La vida es pura magia. Tenemos la suerte de vivir y de poder ser conscientes de que estamos vivos.
Y cuando desaparezcamos cada uno de nosotros y aquellos que nos amaron, sencillamente se acabó. Pero mientras tanto, vivos estamos. Disfrutemos de la vida.
Un saludo cordial.
Gracias, amiga Asun y que te puedas asomar de nuevo a Atrio. Te deseo paz y alegría a ti también.
Casi dos semanas sin poder hacer un huequito y asomarme a Atrio. Hoy deprisa he recorrido los temas y autores acumulados. Sin dudarlo me he detenido en este de George. Impresionante lis diversis testimonios. Gracias a todos, especialmente a ti , George.
Te comprendo, nos asaltan, sin prevenirlo, múltiples sensaciones y contrasentidos al tiempo que la esperanza confiada inexplicablemente permanece, aún sin esperar nada.
Un abrazo.
P.d.-No sé cuándo volveré a asomarme a Atrio. Mientras tanto, sigo deseándoos a todos mucho bien y mucha paz. Gracias.
Gracias, Alberto, in abrazo cordial.
Como haces referencia a tus padres y hermanos en Reyes, te he recordado al leer esta madrugada en una declas lecturas del dia este texto de San Máximo de Turín que paso a otra galaxia no se buen en calidad de que: “«Vejez venerable no son los muchos días, dice el profeta, ni se mide por el número de los años; que las canas del hombre son la prudencia» (Sap 4,8). Pero el Señor dice a los apóstoles ya de edad madura: «Os digo que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos» (Mt 18,3). Y los envía a la fuente misma de su vida; les incita a encontrar de nuevo la infancia, a fin de que en estos hombres cuyas fuerzas ya declinan, renazca la inocencia de corazón. “. No estás solo
Amiga Pili: Gracias por tu comprensión y tu acogida. Mi visita fue breve pero me fui contento de Zaragoza después de nuestra conversada y nuestra cena que yo no encontré frugal porque usualmente ceno vegetales cocidos. Agradecí y agradezco mucho haber podido Saludarte en persona, como a Antonio y después a Román.
Tienes razón en cuanto a que sea triste que no se repita. No creo que podré viajar tan lejos en el futuro por diversas razones, algunas físicas, que no puedo cambiar. No obstante fue muy Bueno visitarte y converser un rato largo, saber de tu experienciar con tu hija en Sucumbíos, y las ideas y modos de pensar en in intercambio del que aprendí mucho y fue enriquecedor.
Me alegra que coincidamos en algunas de las cosas que digo en mi escrito arriba y agradezco tu generosidad al apreciarlas.
Ya sabes que te deseo todo el bien posible y a tu familia.
Me apena mucho lo que está ocurriendo en tantas partes del Mundo, lo de ayer en Barcelona y en Cadrils, lo del fin de semana en Charlottesville (VA)… Esperemos que haya paz duradera alguna vez. Un abrazo cordial.
Mi buen George…
¡Como te comprendo!
Como comparto tu mirada sobre la vida, la “fe”, la muerte…
Ya conversamos de eso en nuestro encuentro, y recuerdo de manera muy especial tu capacidad de escucha, tus ojos mirando con una atención respetuosa mis confidencias y sentires.
Me dejaste impresionada muy gratamente, por esa manera de escuchar tan entregada, sin hacer sentir a la persona que te habla, superioridad en la persona que escucha, de enseñar… por si está errada… era una sensación de empatía total y muy respetuosa…
¡Jamás lo olvidaré!
Creo que fui una mala anfitriona… cuando comprobé que el tiempo se nos echaba encima… preparé una comida frugual en demasía… y para colmo, y no perder un instante de conversar contigo, te arrastré a la cocina.
Pero no me siento mal por ello, solo que en el silencio después de tu marcha… me sentí, que no había estado a la altura de tu esfuerzo y entrega.
¡Lo siento de corazón… especialmente… porque sé… que no tendremos otra oportunidad!
Conversar contigo, es como moverse en un espacio de paz, compresión, afecto.
¡¡¡Gracias por ello, fue una hermosa experiencia!!!
Y si entonces, compartíamos tanto… ahora… puedo asegurarte que estoy muy en sintonía contigo aunque no te llegaré jamás a tu altura, tu experiencia, tus conocimientos.
Un abrazo entrañable y agradecido.
pili-mª pilar
No ta de Corrección.
Estimado Rodrigo: Cuando «copié y pegué» el comentario que te hice, dejé fuera identificarlo como dirigido a tí. Es el de 18 Agosto 2017 at 15:55 pm.
Gracias Olguita por los versos de Quevedo.
Sé que esto que escribí sea gris y no de cincuenta tonalidades, pero no lo concibo con derrotismo. Al revisar mis sentimientos, no los veo color de rosa, pero tampoco son impenetrablemente oscuros.
Siento cansancio y me embarga el deseo de silencio.
Leo mucho y al hacerlo, leo mucha poesía y algo de teatro bueno, sobre todo del que menos pude conocer a tiempo, la dramática de este país que es trágica y dura, a menudo hiriente y con buena razón para ello: Hollywood agotó el potencial cómico sin sarcasmo, ridículo, pero cómico de todas formas.
Escucho mucha música, sobre todo al final del día. Después de las seis de la tarde no escucho noticias. Dispongo de un arsenal de películas que no podía ver en Cuba y de series televisivas de primera que me fui comprando en los viajes, sobre todo a los países europeos cuyo idioma entiendo sin subtítulos or doblaje simultáneo —me ha hecho gracia escuchar a Orson Wells decir «jerez», el doblaje de Sir John Falstaff en «Campanadas de Media Noche»— después he ido descubriendo en Latinoamérica y en el Medio Oriente un cine muy interesante, sobre todo iraní.
Realmente prefiero disfrutar los mitos como una forma de poesía y me alegra sorprenderme cuando de repente me doy cuenta de que algo infantil me hace creer que alguno sea real.
Hace tiempo he dejado de hablar de fe para hablar solo de «esperanza confiada». Cualquier cosa puede ser posible o lo será, pero prefiero que me sorprenda cuando me encuentre con ella. El precio es caro. Es este sentimiento «gloomy» aunque sea todavía transparente cuando involuntariamente y contra toda esperanza me encuentro viviendo en un ambiente enajenante, irracional y tan peligroso. Un saludo cordial.
¡Hola Oscar!
Quisiera tener tu esperanza, pero no la tengo, cuando leo los evangelios reconozco con alegría que Jesús liberaba a los demonios de una cárcel tan peculiar y a los cerdos de un sufrimiento que los pobres seguramente no pudieran comprender.
El problema es que no curase a todos los sufrientes sin distinción, sin escoger, y no lo comprendo, por qué escogió a unos y a otros no. Me lo explico porque hubiese sido demasiado breve una narración que incluyese todo: «Se detuvo sobre la ladera, miró en derredor vio todo lo que andaba mal, mandó que sanase y así ocurrió». El propósito de estas narraciones fue estimular la esperanza y para eso era necesaria la narración de múltiples casos: Los/as oyentes seguimos tentados de vivir, cada uno/a, como cada demonio, encerrados en nuestros propios cuerpos, más o menos «cerdosos».
Lo he expresado en Atrio antes, solo creo en el bien que cada persona haga a su alrededor. No creo ya en los «movimientos» aunque respeto profundamente a quien crea en ellos. Leyendo las «Cartas» de tu amigo Podestá y las de Clelia Luro —mi subconsciente me traicionó y por admiración escribí «Lauro» en lugar de Luro— siento la fuerza de la fuerza de la esperanza de ambos y el entusiasmo con el que se entregaron a esta labor de vindicar el poder del amor que sentían, pero, así y todo, quizás porque no me doy cuenta de estar endemoniado, me parece ingenuo esperar que los olmos puedan parir peras.
No me falta confianza, soy un tipo de una profunda fe atemática, abierta a la sorpresa, quizás hasta un poco infantil, porque a cada noche, reconociendo la posibilidad de que pueda ser la última, me viene el pensamiento de la fuerza de mi deseo de vivir en la forma mítica de la víspera de los Reyes Magos, cuando nuestros padres nos ponían a los tres hermanos a dormir más temprano que nunca y seguros de que algo encontraríamos al día siguiente al pie de nuestras camas. Hasta un día en que la burbuja se rompió y nunca más la he vuelto a sentir.
Un abrazo cordial, agradecido.
La experiencia prolongada de la hostilidad, en su momento, me hizo necesaria la concienciación de la vulnerabilidad pero, paradójicamente, eso ocurría cuando era imposible no tener la esperanza de que algo cambiara y de alguna manera me fuera posible flotar y dejarme llevar menos laboriosamente por la poderosa corriente en la que existía, los tiempos de la Revolución, que a pesar de ser tan revoltosamente hostiles, tenían en su interior —al menos así me parecía intuir— una profunda carga de justicia y de verdad que no porque fuera difícil fuera menos real.
Cuando ya eso obviamente no podía ocurrir resulta que me salí de una corriente en la que nunca pude entrar y ahora la consciencia de mi temporalidad se alimenta de mis huesos y de ver desaparecer a mis contemporáneos.
No me duele o molesta ser uno más, ya eso me parece que aprendí a disfrutarlo. Todo lo que he viajado, que es un poco, lo he viajado solo porque disfruto mucho el sentarme en un parque y anónimamente saludar o hacer algún comentario trivial con alguien que, con toda probabilidad, nunca más veré. Cuando el anonimato sea total me parece que no me daré cuenta, pero si me equivocase en ello, creo que lo disfrutaré andando entre el polvo cósmico sin preocupaciones y, como siempre, sin penas ni glorias.
Esto que duele es ver cuanto más difícil pudiera ser el Mundo para las próximas generaciones y sentir que he sido un peón de la «destrucción».
Ahora me vuelvo consciente de mi temporalidad, pero se hace imposible otra esperanza que la de esperar que acabe de cumplirse. No estoy suicida, pero tampoco estoy enamorado de existencia. Quizás sea el poder, la energía del aquí y ahora que me sostiene y abruma, pero extraño poder desear el alba de mañana. Un saludo cordial y agradecido.
No es la costumbre general en Atrio que quienes causen un hilo correspondan con quienes lo comenten, aunque algunos lo hacen, pero me parece que deba agradecer cualquier comentario que sea hecho a mis «descavilaciones» y por eso lo hago.
Gracias Ana por tu optimismo. El peso de existir en estos tiempos en que realmente me preocupa haber sido y ser parte de la construcción —quizás calificarlo de destrucción sea más verídico— del Mundo que mi generación pasará a las generaciones que la sucedan, se alivia cada fin de semana. Viernes y sábado todavía puedo tratar de escuchar o acompañar —me parece que eso realmente ocurre para bien mío más que para el de ellos/as— a las 8 o 10 personas que vienen a mi estudio de psicoterapia o consejería o «coaching». Y me alivia no por aquello de que al mirar el sufrimiento o la desesperanza ajena la mía me parezca menor o más llevadera, que comparar felicidades o sufrimientos no conduce a nada, sino porque es cierto que saliéndose de sí se parece mucho a asomarse a la ventana cerrada: La abres y si el día es lluvioso, te refresca la vista que no haya algún resplandor quemante y si es soleado, aunque tengas que cerrar un poco los ojos, todo se revela con una gran fuerza.
No me preocupa estar pasando sin pena ni gloria, pero me abruma creer que pude haber hecho más y mejor y que los años de mi adolescencia y juventud los invertí en patear el agua para mantener mi nariz fuera, escribiendo a escondidas poemas preñados de una dolorosa esperanza. Mi preocupación fundamental era cómo hacer que un medio tan hostil comprendiera que no tenía que tratarme como a enemigo, que yo solo deseaba encontrar un modo de cooperar, pero desde mi pensar y ser distinto.
Ahora, en esta última tercera parte de la existencia es un alivio intentar ayudar a estas 8 o 10 personas cada semana y curiosamente, el alivio viene de no hacerlo a mi manera sino a la de ellas. Con todo escucho y miro a mis sobrinos nietos y da pesar que se les venga encima, también a ellos, un Mundo que mi generación no pudo mejorar más que materialmente. Quizás, porque solo eso se pueda. Un saludo cordial.
Hola George: Me agrada la humildad y parquedad implicada en tu reflexión, al volvernos a nuestra realidad desmitologizada.
Los mitos son buenos solamente hasta el punto en que comenzamos a creer que son reales. Así reconociendo que la Vida como principio es inexorable, terminamos confundiéndola con nuestra existencia individual humana, estado excepcional bastante más modesto en términos de tiempo y posibilidad de supervivencia.
Aún así, para existir humanamente necesitamos la imaginación, el mito y la poesía para darle razón a la existencia. Y cito a Quevedo
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,médulas que han gloriosamente ardido,su cuerpo dejarán, no su cuidado;serán ceniza, mas tendrán sentido.Polvo serán, mas polvo enamorado.
Dentro de nuestras existencias fantasiosas tipo Hollywood, debemos reconocer que podemos crear Paraísos pero también Infiernos y no solo soñarlos, también concretarlos.
Y últimamente hemos demostrado ser más que eficientes en crear Infiernos con personajes satánicos a la cabeza.
Hola!
El Cumpa “forzado”
* (por) el fascismo práctico del Presidente de los EEUU (Trump).
* (con) su sistemática política de deconstrucción del Estado de Derecho.
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UN PASO, UN MUNDO – Salvador Santos
– Fascículo 14 – EL HOMBRE ESCLAVO
1- “Apenas bajó de la barca, fue a su encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo.
Éste tenía su habitación en los sepulcros y ni siquiera con cadenas podía ya nadie sujetarlo; de hecho, muchas veces lo habían dejado sujeto con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazo los grillos, y nadie tenía fuerzas para domeñarlo. Todo el tiempo, noche y día, lo pasaba en los sepulcros y en los montes, gritando y destrozándose con piedras” (Mc 5, 2-5).
……………………
– Fascículo 15 – EL NAUFRAGIO DE LOS CERDOS
2- “Había allí, en la falda del monte, una gran piara de cerdos hozando. Los espíritus le rogaron:
– Mándanos a los cerdos para que nos metamos en ellos.
Él se lo permitió.
Salieron los espíritus inmundos y se metieron en los cerdos; y la piara se precipitó acantilado abajo hasta el mar, unos dos mil, y se fueron ahogando en el mar.” (Mc 5, 11-13).
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– Fascículo 16 – EL HOMBRE LIBRE
3- “Los porquerizos salieron huyendo, lo contaron en la ciudad y en las fincas, y fueron a ver qué significaba lo ocurrido. Llegaron adonde estaba Jesús, contemplaron al endemoniado sentado, vestido y en su juicio, al mismo que había tenido la Legión, y les entró miedo. Los que lo habían visto les refirieron lo ocurrido con el endemoniado y también lo de los cerdos. Entonces se pusieron a rogarle que se marchase de su territorio.” (Mc 5, 14-17).
………………….
Hola estimado George.
Leer reflexiones en que alguien comparte su proceso de reconocimiento de su propia mortalidad, como ésta que nos compartes, siempre me deja un poco descolocado; en el sentido de resultarme extraña la experiencia.
Verás, yo llevo ya 43 años jugando en extra innings; y no por un evento único. Cuando cursaba yo el primer año de educación secundaria (12 años de edad), un religioso marista intentó “reclutarme” junto con otros 10 adolescentes. Como parte de su intento, nos pidió llenar un cuestionario que incluía la pregunta “Has tenido alguna experiencia cercana a la muerte?”. Con el rasgo de mi personalidad tendiente a la distinción lo más precisa posible en la conceptualización (que frecuentemente algunas personas aquí atribuyen con certeza a mi formación de abogado como si conocieran mi yo-y-mi-circunstancia, ignorando que tal rasgo se desarrolló mucho antes), me levanté a preguntarle si determinadas experiencias entraban en “experiencia cercana a la muerte”. Para la sexta experiencia la expresión en el rostro del hermano Rivas era, en palabras de Silvio Rodríguez, entre el espanto y la ternura.
Los años siguientes de mi juventud fueron más serenos, en este tipo de experiencias. Pero bien dicen que las experiencias de los primeros años de desarrollo tienen un peso particular en nuestras biografías. No recuerdo yo una época de mi vida sin conciencia de mi mortalidad. Es una conciencia tan largamente apropiada, tan naturalmente aceptada como evidente, que ya ni siquiera me ocupa mucho. Pero sí que ha moldeado mi forma de ver el mundo y mi forma de caminar en el mundo.
Te comparto un ejemplo. Tenía yo unos 5 o 6 años de edad. Desperté sobresaltado, porque tuve una pesadilla. Mi madre me pidió que se la contara. En mi sueño, yo había muerto y me encontraba en el Cielo con muchas almas más, esperando el juicio final. Aparecía Dios para juzgar. Pero no era el juicio lo que me dio miedo. Mi pesadilla fue que me salvaba. Si… ni morirme ni el juicio final; lo que no pude manejar fue la idea de pasar una eternidad sin hacer otra cosa que adorar a Dios (supongo que ese día habré escuchado en algún lado esa idea de que quienes se salvan adoran a Dios por toda la eternidad). En el sueño, estaba yo de rodillas adorando a Dios y pensaba “Viví tan poquito, ¿y ahora toda la eternidad estaré de rodillas sin hacer otra cosa?“. Ahí fue que me desperté. Lo recuerdo y me rio; y me da ternura el niño que fui; pero siempre me resalta que no era la muerte sino lo que supuestamente ocurriría después lo que me asustó.
Por el otro lado, en mis momentos de mayor incertidumbre o angustia, el pensamiento de que en 200 años no sólo no existiré sino que no existirá nadie que me recuerde se vuelve tranquilizador.
Cosas que piensa uno, de madrugada, al leerte!
Abrazos y esperanzas
Querido George, reflexión densa, importante e interesante la que nos ofreces.
Yo me quedo con “La vida tiene una raison d’être propia,” . Vivamos la vida a fondo, con su vulnerabilidad inherente, sus contradicciones y sus sufrimientos, pero aprovechemos todo lo bueno que nos da en cada instante: amar y ser amados, disfrutar de la belleza en todas sus manifestaciones, gozo de poder generar esperanza, compasión, generosidad, solidaridad, etc. etc. Todo esto en sí mismo ya da sentido a la vida y vale la pena vivirla.