Desde hace tiempo vengo conversando con mi amigo García Mauriño sobre religión y laicidad, y reconozco que ha ido convenciéndome de que Jesús era un laico (en sentido restringido de no clérigo) con un proyecto laico de Reino de Dios (laico en sentido amplio de fraternidad compartida independiente de si se profesa o no una religión).
Muchos lectores de Atrio -y en general la cultura europea- venimos de una hipertrofia oprimente de la religión, y el péndulo tiende hacia el otro extremo, hacia la laicidad que recela de cualquier mención de algo trascendente (o incluso hacia un laicismo combatiente). Algunos dicen que la cultura occidental está adoptando un paradigma posreligioso. Creo que esta hipertrofia religiosa ocurría en tiempos de Jesús y fue determinante en su proyecto de Reino de Dios.
Hablo de Jesús porque para muchos de nosotros es el referente principal, aunque somos conscientes de que, como todo ser humano, actuó en los límites de su cultura. Su sensibilidad mística pudo intuir, como otros místicos anteriores y posteriores, lo más profundo del ser humano, aunque al expresarlo y concretarlo tuvo que hacerlo con los conceptos y prácticas conocidas por su pueblo. Un dato, quizás determinante, es que, según muchos exégetas, se equivocó al esperar la implantación del reino de Dios en su misma generación.
¿Cual fue su actitud ante la religión? Jesús impulsó un movimiento pero no fundó una religión; ni practicó totalmente ni rechazó la suya, pero mantuvo y profundizó su espiritualidad. La experiencia fundamental de Jesús fue sentir a Dios como Padre, la difundió entre sus discípulos pero no se la impuso a quienes acudían a él.
Respetó la religiosidad del archisinagogo Jairo, y valoró la generosidad de la viuda que entregaba su último centavo para el servicio del fastuoso Templo. En cuanto a la religión de los pueblos vecinos, no rechazó -ni pretendió cambiar- la religión de la mujer canea que aceptaba las migajas del Dios judío, ni la del endemoniado geraseno, ni la del centurión romano, que vigilaba al pueblo invadido.
¿Cuál fue su actitud ante la religión? Veremos que a los mismos discípulos no les quedó muy claro.
Galilea versus Jerusalén
El evangelio de Marcos termina con la consigna de volver a Galilea (Mc 16,7 ), donde los discípulos encontrarían a Jesús resucitado. El evangelio de Lucas, que conoce y sigue bastante de cerca el texto de Marcos, termina con la consigna contraria, permanecer en Jerusalén donde recibirían la promesa del Padre (Lc 24,49; Hechos 1,4.8).
Y no se trata de mera localización geográfica; se trata de la ruptura o de la conexión con la religión judía. Como ya he comentado en alguna ocasión, Marcos se muestra radical con la religión y con el Templo interpretando la maldición de la higuera como rechazo del Templo (Mc 11,12-21 ). Lucas, en cambio, se muestra frecuentemente conciliador, separa y suaviza la maldición de la higuera (Lc 13,6-9 ), y escenifica el concilio de Jerusalén (Hechos 15,1-35) para conciliar a Pablo con Pedro y Santiago.
Creo que estas dos posiciones de ruptura o conciliación son constantes en las decisiones sociales. En España tenemos el ejemplo actual de Pablo Iglesias y de Íñigo Errejón, de Pedro Sánchez y Susana Díaz. Los historiadores y los sociólogos nos dirán qué ha ocurrido en tantas situaciones semejantes; por mi parte creo que la decisión mejor dependerá de la situación concreta, de las condiciones objetivas de la sociedad, y del talante de los líderes que la gobiernan.
Conclusiones (por ahora)
Suele citarse el “como si Dios no existiera” de Bonhöffer como la mejor síntesis de la actitud cristiana en nuestro mundo occidental. Creo que la frase completa es más compleja, pero define mejor la actitud cristiana: “ante Dios y con Dios, vivir como si Dios no existiera”.
No es necesario mencionar la palabra Dios, u otras semejantes, para tener en cuenta lo que nuestra cultura conoce como Dios. Son muchos los que encuentran lo trascendente en su compasión, en su solidaridad, en su conciencia ética, en la belleza, en la armonía… Creo que esto le bastaba a Jesús.
Sea o no necesario expresar esa percepción de trascendencia en términos religiosos, parece que en general los pueblos tienden a socializar sus sentimientos y creencias mediante explicaciones, normas comunes, y protocolos festivos (doctrinas, preceptos, ritos); es decir, en una especie de religiones laicas (bodas, entierros, y hasta bautizos laicos). Incluso los heterodoxos o los disconconformes formamos este tipo de grupos. Algunos han visto el capitalismo como la “religión del dios dinero” que tiene su “templo” en los Bancos, sus “principios económicos” y sus liturgias comerciales en navidad o en los días del padre o de la madre.
Los conceptos de Dios, espiritualidad, religión, ideología, laicidad… son muy ambiguos, porque son conceptos abstractos, generalizaciones de experiencias que han ido cristalizando -pero también evolucionando- durante siglos, que no responden bien a las experiencias actuales, y menos aún a las experiencias personales.
La religión no es necesaria para lo que llamamos “salvarse” o “plenitud humana”, pero tampoco son necesarios el arte o la música, y sin embargo todos los pueblos los crean porque necesitan expresar sus sentimientos.
La decisión última sobre religión o laicidad está en la conciencia individual, que es el punto de encuentro personal de Dios con el ser humano. La conciencia asegura una base de espiritualidad, porque nos viene de fábrica. Potenciarla, con o sin religión, es osa nuestra.
Para los pueblos o comunidades, propondría una espiritualidad más o menos socializada, o una religiosidad flexible, más o menos acentuada según las necesidades de cada pueblo o comunidad. De los evangelios no se deduce que Jesús rechazara toda religión; rechazó las “tradiciones” oprimentes (Mc 7,13; Hechos 6,14; 21,21) con las que las Jerarquías la amurallaron, pretendiendo defenderla, o defenderse.
Se considere laico o religioso, yo trato de interpretar mi conciencia a la luz de los ejemplos que, a través de las Iglesias, nos han llegado de Jesús.
Gonzalo, estimado amigo de anos lejanos, me gusta el planteamiento que limpia, para decirlo así, el lenguaje de muchas expresiones de tinta religiosa que no son necesarias para expresar lo profundo de de nuestros cotidianos y la transcendencia de nuestros sueños. Me explico a través la experiencia de una gran amistad que tuve con una pareja, cuyo esposo era arquitecto y la señora artista. Los dos no creían en Dios, tampoco en la religión. Ellos me conocían muy bien en mis experiencias de vida religiosa y como creyente activo de compromiso humano. Con esta pareja habíamos encontrado en los “transcendentales” que son la “belleza”, “lo bueno”, lo “verdadero” y el “ser” la base que nos permitió intercambiar sobre todo lo relacionado a las grandes preocupaciones de la Humanidad. Hablamos de religión, de Dios, de ideologías políticas y sociales, a base de estos cuatro transcendentales. Todos y todas llevamos en el ser que es el nuestro las energías que alimentan nuestra inteligencia, nuestra esperanza, nuestras solidaridad. Esta energía allí esta, que venga de donde venga no importa tanto, sino darle espacio para que nos lleve a donde hay felicidades de corazón y de alma. Yo encuentro en esta energía al Padre, a Jesus, a todos los santos. Pero no todos la identifica de esta manera, lo que quiere decir que no sigue existiendo. Me disculpo por lo largo y lo personal que sale de mi comentario. Buen día a ti, Gonzalo.
“Visto así la laicidad viene a ser una etapa posterior, superadora de lo religioso.”
Cuando se empieza a citar pasajes de los evangelios, mirados con lupa. Como si fuesen acontecimientos que han ocurrido, y literalmente relatados. Pues sinceramente el articulo que sea. No es para mi. Algún interés me suscitaría los evangelios de Nag Hammadi. que son alegóricos….
Antes de cambiar de pagina, leo de pasada. lo entrecomillado.
Y disiento. Porque la gente abandona el cristianismo, Pero afortunadamente cada vez hay mas budistas en Occidente también.
¿Por que?. Porque está basado en intuiciones generadas por el hemisferio derecho del cerebro. Que hoy confirma la física cuántica. El budismo es científico. Por eso. Y porque no choca con nuestra razón. Y ademas nos enseña a ser felices, sin dogmatismo. Al parecer. El mismo Buda nos aleccionaba a que fuésemos escépticos antes de abrazar el budismo o lo que fuere.
Einstein mas o menos decía que la única “religión” que le convencía, o que no desaparecería, era el budismo.
O sea. Según creo. Si Roman cuenta al budismo como religión. Pues se equivoca.
Cierto que creo se establecerá. Un “budismo laico”. O sea. Se le sacará el “principio activo” a este budismo. Y lo demás, será desechable.
Nada me resulta que se apropiado so pretexto de objetar lo que aquí se dice y la valoración que se hace del fenómeno religioso. Las religiones y el hecho religioso han sido ultimamente estudiados por los distintas disciplinas humanas ( sociales), incluso la filosofía y la teología, habiéndose encontrado que son unos elementos conformantes de todas las culturas históricamente, incluso en la presente, que parece haberse despojado de “lo religioso”. Hay quien quiere ver en ello la base,fundamento o la génesis de “la laicidad”.
Visto así la laicidad viene a ser una etapa posterior, superadora de lo religioso.
Y, además, resulta entonces que el sentimiento religioso se ve acosado o al menos amenazado por tal laicidad. Un Jesús actuante en “los límites de su cultura” , era laico, pero menos, según el autor. Le salvó “su sensibilidad mística”, que le condujo a intuir e interpretar “lo más profundo del ser humano”, es decir, la dimensión espiritual, nuestro arcano regido por la conciencia.
La conciencia religiosa es una simple puerta, una apertura a algo que nos supera, a una otra realidad que podemos personalizar en uno o una pluralidad de dioses, o la la divinización trascendente de la palpable o adsequible. La conciencia tiene por tanto esa doble función objetivable de una mirada introspectiva hacia nosotros mismos y de la búsqueda de una forma religante.
Pero, me pregunto si fue esa la religión de Jesús o más bien un acomodo buscado por la actual manera de pensar a su realidad histórica.
El término “laico” aplicado a Jesús desde una mentalidad católica actualizada (una mentalidad conformada por la época que nos ha tocado en suerte) encierra en sí mismo un gran equívoco.
Jesús era un israelita, pueblo sacerdotal. Y no entremos aquí qué connotaciones tenía para el pueblo judío su elección mediadora de entre todos los otros pueblos de la tierra. Pero en el seno del pueblo de Dios, la función sacerdotal correspondía a una sola de las doce tribus, la de Leví, y Jesús según hacen destacar los evangelios pertenecía a la tribu de Judá. Decir que Jesús era laico, porque no era levita y no le correspondía el sacerdocio judáico, no se corresponde con el uso que del vocablo hacemos nosotros.
Desde un punto de vista “espiritual”, acomodaticio, nos sirve para ilustrar, lo que ya es moneda común a partir del Concilio, que los laicos, el laicado, conformantes de la mayoría abrumadora del pueblo de Dios y que no somos “clero” gozamos del sacerdocio de Cristo por nuestra pertenencia al Pueblo Santo de Dios y al estar incorporados por la fe bautismal a Cristo, mediador único entre Dios y los seres humanos.
Cuando decimos desde la Filosofía del Derecho, de la que se generan todas las doctrinas políticas con las que se constituyen las sociedades civiles que laico es lo que prescinde de lo religioso, no se está afirmando que se excluya, o quede susperado, si no que es ajeno a lo religioso, de otro orden que no corresponde al Derecho Público.
El artículo de Gonzalo es muy ilustrador de la naturaleza profunda de la religión, y por ello sus comentarios valen también para el artículo de ayer de Carlos Barberá, que gira en torno a una pregunta clave, que está en el aire: ¿Qué es realmente ser cristiano?.
Siguiendo la línea del artículo, y al tiempo, la idea que últimamente me obsesiona de nuestra naturaleza profunda, inscrita en nuestra herencia genética natural, hago estas observaciones personales
Leí hace tiempo una idea para mí iluminadora: La religión tiene un origen evolutivo. Como todas las instituciones humanas, existe y ha tenido un enorme éxito histórico porque proporciona una gran cohesión social al grupo que la practica, lo que es un elemento de primera fila para la supervivencia en unas circunstancias hostiles.
Dice el psiquiatra Francisco Traver: “Creer en algo superior a uno mismo es un relé antinarcisista que nos obliga a integrarnos en algo más grande que nuestro propio Ego o nuestra propia conveniencia.
Dicho de otro modo la creencia en un mismo Dios favorece las estrategias de cohesión en los grupos sociales. Es así como el egocentrismo se transforma en etnocentrismo”.
Pero además de su valor social, la religión como institución cultural colectiva, le presta un gran servicio al individuo, que a lo largo de su vida se encuentra, (sin saberlo casi nunca), en un proceso de desarrollo no solo de su cuerpo, (lo que tiene una fecha límite: los 20 años), sino de evolución de su conciencia, proceso que dura toda la vida.
Para realizar ese proceso, cada uno disponemos dentro de nosotros, además de un reloj biológico-mental, que va poniendo en marcha las diferentes etapas de esa evolución, también disponemos de unos programas profundos internos, que incitan a la adopción de unos grandes valores, (Verdad, Belleza y Bondad), que luchan por aflorar a la superficie de nuestra mente: la conciencia.
Es lo que Haya señala: “Son muchos los que encuentran lo trascendente en su compasión, en su solidaridad, en su conciencia ética, en la belleza, en la armonía…”.
Cuando afloran esos valores acompañados de emociones y sentimientos gratos, los sentimos como “trascendentes”, (como señala Gonzalo), entre otras cosas, porque sentimos que nos han advenido a nosotros, no han salido de nosotros conscientemente.
Y la religión, como gran institución social, que engloba varios elementos y aspectos vitales, engloba también esto en forma de “espiritualidad”.
Y también engloba la ritualidad como institución simbólica socializadora. En el Catolicismo, la cohesión social se simboliza en la cena común, (Común Unión), que debería realizarse una sola vez al año, para que tuviera efectos en nuestro interior, (Pascua Florida). (La repetición diaria, rutiniza y elimina todo efecto subconsciente).
Además, el afloramiento a la conciencia de las diversas etapas de desarrollo de la conciencia, que se van poniendo en marcha inconscientemente, tienen un gran papel los ritos de paso, de una etapa a otra.
Los sacramentos de la primera comunión, (a los 7-8 años, etapa de inicio de la infancia autónoma y adolescencia, de la confirmación, (a los 14-16 años, inicio de la 1ª juventud), el matrimonio, (que se supone que debería ser el inicio de una etapa de madurez, después de las diversas juventudes), todos ellos son ritos sociales, que tienen el enorme efecto de fijar y dar el pistoletazo de salida de una etapa y entrada en otra, y así continuar la evolución programada sin retrasos ni parones fatales.
Las instituciones religiosas, son aún y han sido en el pasado, como una gran prótesis que al humano le ha facilitado sus necesidades profundas, inconscientes, (pero no por ello menos reales), muy poderosas psíquicamente, de cohesión social y de señalamiento de las etapas de la maduración personal de su conciencia.
Pero ahora nos hemos quitado la prótesis, el taca-taca, y tenemos que conseguir lo mismo autónomamente.
El rechazo sin mas a las religiones, es producto de no conocer sus beneficios ocultos en su interior. Nos pasa como con la naranja o el plátano. Le pegamos un mordisco, la cáscara sabe amarga, y lo tiramos maldiciendo. Pero es que no sabemos bien, que hay que pelarlo y comerse lo de dentro.
Saber cubrir las necesidades profundas que nos cubría la religión, es ser religioso sin religiones-prótesis: esa es la religión laica. Algo que hay que hacer muy cuidadosamente.
En la actualidad, vivimos tiempos muy diferentes de los vividos, durante el resto de nuestra existencia histórica, (doscientos cincuenta mil años).
Ahora ya no precisamos tanto de cohesión social tribal, quizás porque otros elementos culturales y tecnológicos, ya nos la proporcionan: medios de comunicación personal y social, teléfonos, internet, etc. Pero necesitamos promover la cohesión social universal, para resolver nuestros acuciantes y gravísimos problemas que hoy son universales: todos somos navegantes del Titanic, y tenemo que pensar en universal.
Y además seguimos teniendo, ahora más que nunca, la necesidad de facilitar y generalizar el proceso de maduración y auto realización personal de nuestros hijos y nietos, para conseguir así una sociedad madura: valor que es universal para creyentes, (la construcción del Reino), y no creyentes.