Estas fueron las palabras leídas al pueblo en la misa antes del entierro de Don Paulo Evaristo Arns, el viernes 15 en la Catedral de São Paulo.
“Querido cofrade, amigo de los pobres y amigo mío, mi maestro y promotor de mi vida de teólogo, Don Paulo Evaristo Arns.
Morir no es morir. Es atender una llamada de Dios. Dios lo ha llamado y usted ha ido contento a su encuentro. Allí habrá encontrado, estoy seguro, a los miles de pobres, refugiados, torturados y asesinados que usted defendió y protegió, y por los que llegó a arriesgar su propia vida.
Jamás olvidaré el tiempo de Petrópolis, a principio de los años 60 del siglo pasado, cuando juntos practicábamos los fines de semana la pastoral de periferia en el barrio de Itamarati, su amor a los pobres de los cerros, su cariño con los niños.
Aun no he terminado de agradecerle el valor con el que tomó la defensa de la teología de la liberación y de mi persona en el diálogo que tuvimos con el entonces cardenal Joseph Ratzinger inmediatamente después del interrogatorio al que fui sometido en Roma. En mi presencia, y junto al cardenal don Aloysio Lorscheider, usted afirmó que la teología que nosotros los teólogos hacíamos en favor de los pobres y con ellos era buena para las comunidades y significaba un bien de la iglesia local que debía ser defendido por sus pastores.
Por eso justificaba su presencia en Roma.
Siempre me animó y apoyó en mi actividad teológica. Guardo hasta hoy, como un sacramento, la nota que usted me dejó en la mano antes de subir al navío que me llevaba para hacer estudios en Europa.
“Caro cofrade fray Leonardo: quiero que sepa esto: queremos darle lo mejor porque la Iglesia de Brasil necesita lo mejor. Tú también sabes que has sido enviado en nombre de Dios. Vive y estudia por Él y para Él. Nisi Dominus aedificaverit domum, in vanum laborant qui aedificant eam”: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”.
Quiero ser fiel a este mandato el tiempo que me quede de trabajo útil al servicio de la fe y de la liberación de los sufridores de este mundo, la salvaguarda de la vida y la protección de la Madre Tierra.
Si es verdad lo que dice el poeta “que morir es cerrar los ojos para ver mejor”, entonces ahora, querido Don Paulo, estará viendo usted a Dios, al que siempre sirvió, cara a cara, participando de la fiesta con todos los liberados y enaventurados del cielo.
Con mis oraciones ante el Señor, y con saudades, le pido que desde ahí junto al Padre y Madre de bondad mire hacia todos nosotros y nos ayude a seguir el ejemplo luminoso que usted nos ha dejado.
Su antiguo alumno y amigo
Leonardo Boff”
Petrópolis 15 de diciembre de 2016.