Tenemos que hablar del milagro de los abuelos durante la crisis en España. Cuando una nación sufre una crisis tan profunda que roza a su propia identidad como pueblo y su marco de convivencia, cualquier otro problema por grave o exigente de inmediata solución que sea parece quedar relativizado. A España se le han acumulado los problemas desde el colapso económico de 2008 con su pendiente de agravamiento que parecen no arribar, ni tan siquiera para alcanzar un muro de contención.
Eso creíamos los españoles que serían las elecciones que finalmente se celebraron el 20 de diciembre del año pasado, un muro para contener la corriente de desastres que nos diese la oportunidad de configurar un nuevo Parlamento, el nuevo poder legislativo, dispuesto a negociar y aprobar leyes enmendadoras del desastre, y un nuevo Gobierno, el poder ejecutivo, que con una política sana, reparadora, y con la fuerza unificadora de la moderación, lograse armonizar los extremos.
Para lograr la estabilidad de la nave y su capacidad de flotación en medio de la tormenta sus muchos y variados elementos tienen que permanecer unidos y bien ensamblados. De otra manera los elementos sueltos se dispersan arrastrando al abismo.
La clase política tanto las del gobierno central como las que gobiernan en las diversas comunidades nos están ofreciendo un deplorable espectáculo, porque si bien los acuerdos de gobiernos locales durante el año pasado consensuaron estabilidad en sus territorios, en el Congreso de los Diputados han venido con exigencias de máximos.
España sigue siendo una realidad plural y diversa e ideológicamente caleidoscópica, pero así hemos convivido, unas veces tranquilos otras con graves confrontaciones y nos hemos hecho la guerra hasta matar las ideas con derramamiento de sangre. En democracia habíamos aprendido que para consolidar la paz y no poner en peligro las libertades, que para ahondar en estas mismas libertades mediante leyes justas, la sociedad civil se daba así misma gobiernos representativos mediante un mandato electoral. Las democracias representativas exigen acuerdos previos entre las partes para formar gobiernos y sacar adelante leyes que armonicen con la convivencia.
Los gobiernos resultantes y sus actos serían el reflejo ciudadano en su conjunto dentro del juego de las mayorías y las minorías, estando las ideologías específicas encasilladas dentro del reducto de los partidos. Tal cosa, esa voluntad de acuerdo, en democracia se ha venido en llamar moderación, fiel reflejo de nuestra pluralidad, en el respeto a todos.
No solamente los partidos convencionales han dado muestras de deterioro, sino que los nuevos o emergentes se han visto afectados por los mismos males que dicen combatir, reflejo de cuan profunda es la crisis política y social. El tactismo los envuelve y esa ausencia de las virtudes que dan relevancia a una clase política definiendo a una generación.
Se ha demostrado que aquella transversalidad sociológica superadora de las izquierdas y las derechas era puro eslogan publicitario para colocarse cómodamente en el tablero de salida en campaña. Presentar lo que es grato a los votantes ofreciendo aquello que puede pescar en nichos de votos descuidados por el adversario. Desnudándose del valor pedagógico en la trasmisión del mensaje.
Pero lo más sangrante ha sido, y en esto también los medios han tenido mucha culpa, la diferenciación entre una vieja y una nueva generación, esquemáticamente muy cómoda y simplificadora. Una cara joven como símbolo de ideas frescas y principios renovadores. La muestra icónica de no estar salpicado por la corrupción de las ideas, en lo económico y en las prácticas de gobierno, de que todo lo que puedan ofrecer tiene que ser necesariamente bueno.
Pero, mira por dónde, nadie se ha parado a pensar, cómo es posible que en medio de tanta crisis, de tal desbarajuste, España se tenga en pie, se mantenga de alguna manera nuestra cohesión social y por qué permanecen fuertes los hombros de los españoles.
. Está la institución familiar. Las respuestas las encontramos en el seno de las familias donde el factor económico se hace indispensable igual que la necesidad de contar con el concurso de todos sus miembros. La economía financiera y la sociedad del ocio habían creado un modelo de sociedad en la que a los abuelos y jubilados se les ofrecía un retiro memorable, como una nueva clase social con poder adquisitivo, cliente de las industrias del ocio y del cuidado de la salud, pero también desligado de las cargas familiares. Un candidato perfecto para una sociedad hedonista.
En cuantas manifestaciones, concentraciones de protestas y marchas callejeras surgieron a raíz del conocido 15 de Mayo junto con jóvenes, con sindicalistas y militantes de varios partidos nos reconocíamos, y no sé por qué, pero casi instintivamente formábamos grupos de personas maduras y jubiladas, no importa que fuese pidiendo una sanidad universal, contra los recortes presupuestarios, la Educación, la Reforma Laboral o los desahucios por impagos de hipotecas. Nos sentíamos implicados y partes agraviadas.
Una pareja de jubilados, ella casi impedida por una operación de quirófano y con cinco hijos, tienen hoy un hijo trasladado a Sevilla viviendo de alquiler y teniendo que afrontar los gastos de una hipoteca en Madrid, otro con casi cuatro años en paro sin otro ingreso que lo que su mujer percibe limpiando casas e inmuebles, agotadas las prestaciones, sin subsidio, y haciendo frente a la hipoteca. Pero hay casos más sangrantes, donde ninguno de los hijos trabaja o lo hacen tan en precario por las reducciones de salarios y la inestabilidad, que la pensión de los abuelos soporta el presupuesto familiar. Esos ocho millones de jubilados y jubiladas son el milagro.
Para ello no hay línea roja, ni para los cacareados principios de que a una vida de mucho trabajo le corresponde una vejez descansada y de disfrute. Han sustituido los viajes del Inserso, las instancias en Benidorm, por el cuidado y atención de sus nietecitos, por abrir sus casas a sus hijos desahuciados, por vaciar sus cartillas de ahorro.
Estos abuelos y abuelas son el milagro de la cohesión social y por eso no comprenden que sus representantes políticos elegidos en las urnas, bien pagados y cómodamente instalados en sus escaños no se hayan querido poner de acuerdo para arrimar el hombro sacándonos de la crisis.
Honorio,
uno de mis hijos, que ha sido votante del PSOE hasta las pasadas elecciones, presenta las mismas objeciones que has expuesto y usa algunos de tus argumentos. Ahora está esperando la trayectoria de Izquierda Unida, si al final vamos a elecciones en Junio, para decidir su voto.
Te explicas igual que mucha gente, cuestión de que nos escuchemos. Lástima que sean los “electos” quienes toman las decisiones y que estemos algo faltos de un discurso coherente alejado del tactismo.
No estoy de acuerdo en que se critique por igual y con las mismas acusaciones a partidos tradicionales y partidos emergentes. Creo que deberíamos hilar más fino y señalar qué ha faltado a cada uno en este final nada feliz del proceso electoral, que por lo visto hay que volver a repetirlo.
Es evidente que los que gobernaban hasta ahora quieren seguir gobernando, y han hecho lo posible e imposible por cerrar a cal y canto la entrada a los emergentes, salvo si los “emergentes” seguían dispuestos a jugar a favor de los bancos que gobiernan entre bambalinas…
Los resultados han dejado en evidencia que no había suficiente fuerza en la izquierda para romper esa estrategia de los poderes fácticos. Hay quien piensa que era posible un gobierno nuevo con una política más favorable a los intereses populares. Y quienes piensan, o pensamos, que tal como se estaban desarrollando las negociaciones o la presión de las viejas glorias de la Transición y los bancos no valía la pena apostar por un gobierno nuevo que iba a seguir llevando a cabo la misma política.
De todas las maneras, parece que estaba decidido, atado y bien atado, dejar fuera de juego a Podemos.Así que visto esto, mejor denunciar el juego sucio y esperar una oportunidad…que no sabemos si llegará, pero desde luego esta vez no había llegado.
No sé si me explico. Pero digo lo que pienso.
Gracias y enhorabuena, Roman, por tu presente coherente y bien desarrollado trabajo desesmascarando la mentira de los politicos modernos y resaltardo la magnifica y anonima labor de los abuelos en la presente crisis de los valores y la economia mundial que tamto ha conmovido y afectado al mundo que nosotros conocemos.
Nunca antes pude yo comprender, a cabalidad, la importancia de los abuelos hasta que yo mismo fui abuelo de 8 ….y del profundo amor que une y soporta este hermoso lazo familiar.
Celebro tu conocimiento y tu interes en el tema.
Abrazos. Santiago Hernandez
Gracias Asun Poudereux.
Como sabes la esencia de ese pensamiento es muy antigua. Al parecer se remonta a Aristóteles.
Y no parece prudente olvidarla.
Gracias , Román por tus observaciones. Sí, la cohesión social se mantiene gracias a los que la vida les enseñó a amar incondicionalmente.
Me gusta mucho esto que dices, Eloy, que copio y pego, sin más. Gracias:
“,,,la política, incluso la revolucionaria, es el arte de lo posible”.
Hola Román
Tu artículo tiene varios matices y no me es posible abordarlos todos ni en profundidad.
De acuerdo contigo que “los abuelos” han jugado y siguen jugando un papel de “soporte” que no siempre les ha sido reconocido. Aunque hay muchos abuelos que no pueden ayudar porque ellos necesitan ayuda económica y vital.
En cuanto a la remisión que haces a las últimas elecciones generales de 20 de Diciembre y la frustración del resultado, yo lo ampliaría a las elecciones de 2011, donde también se produjo una enorme frustración al experimentar en nuestra propia vida los enormes destrozos en sanidad (intentado privatizarla a cambio de “un plato de lentejas”) y en general en educación y en muchos servicios sociales, malgastando dinero público en aeropuertos sin aviones y otras muchas obras faraónicas, amén de los desagües propios de la corrupción o la elusión fiscal en paraísos “ad hoc”.
El resultado: la enorme brecha social que existe actualmente, agravada en esta última legislatura, y que parece no acabar nunca. Yo nunca he visto tantas personas hurgando en los cubos de basura buscando algo que pueda aliviar su situación . Ese es el problema.
Por eso es indignante, efectivamente, que los que llegaron al parlamento clamando justicia y haciéndose baluarte de los más pobres, hayan dejado perder una ocasión que no volverá de cambiar de Gobierno y comenzar a mejorar las cosas en lo posible.
Porque la política, incluso la revolucionaria, es el arte de lo posible. .
Gracias Román. Un saludo
Hola Román!
Gracias! y pienso que “los Viejos” salimos ganando:
* Antes dábamos “consejos”
* Ahora damos “apoyo”
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Viejo visto por hijo (por un compañero de otros tiempos):
Hijo visto por viejo (por otro compañero de Barrio-Avellaneda):