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Nuestros obispos, ¿son hombres religiosos?

Foto ZuñigaEn días pasados charlando con un amigo sobre la brisa fresca del papa Francisco en la Iglesia católica me confesaba él que percibe que por parte de nuestros obispos, en general, no hay un apoyo al papa y la razón para él radica en la falta de fe, en la increencia de nuestros obispos. Recordé entonces lo que un conocido de Madison (Wisconsin) me refirió hace algunos años en la capital americana sobre una encuesta llevada a cabo en la diócesis de Chicago a sacerdotes, monjes/as, teólogos/as.

El resultado de esta encuesta fue que más del 50% de esta “población religiosa” no era religiosa. También recordé la increencia interna del sacerdote protagonista de la novela unamuniana San Manuel Bueno, mártir. A estos recuerdos hay que añadir la recomendación del papa Francisco en la acostumbrada homilía en santa Marta de la última semana de enero pasado: el primer deber del obispo es rezar. Y a los obispos mejicanos instándoles a que no busquen el camino de los privilegios y del poder y a que denuncien las tropelías del narcatráfico.

        Por eso no parece inoportuna la pregunta que me hago más arriba. Que nuestros obispos, en general, sean hombres de religión es evidente con sus liturgias de boato y de barroca escenografía, de su relación con el pueblo de Dios desde la ley y la norma… A este respecto no andaba descaminado Tomás de Aquino cuando establecía que el episcopado no es un sacramento, sino un sacramental, ya que el obispo está orientado a la autoridad, al mando y no a la eucaristía. Por eso me pregunto: ¿son hombres religiosos, hombres de fe? Ya sé que “de internis, neque Ecclesia” (aunque esto sea papel mojado en la praxis), sin embargo la fe tiene unos parámetros de evaluación objetivables: la fe sin las obras de nada sirve (Sant. 2,14); si uno dice que ama a Dios y no ama a su hermano, miente (I Jn., 4,20). Se pueden multiplicar los textos bíblicos.

Con razón escribe Miguel de Unamuno que “Dios no es un porqué, sino un para qué”. La fe es, pues, un don y una tarea, e. d., es una relación íntima y personal de confianza con Dios, pero además de esta relación vertical, tiene otra horizontal inseparable, una tarea, un para qué. La fe, por lo tanto, implica no sólo una transformación de la persona, sino también un cambio de actitud ante el otro; una conversión ética que establece una hoja de ruta basada en la comprensión, en la acogida, en la misericordia, en la denuncia profética. La lista puede ampliarse. Estos parámetros de la verdadera creencia se alejan considerablemente de la praxis episcopal hasta el punto de que el interrogante propuesto lo podemos redactar de este modo: ¿son creíbles nuestros obispos?

Analicemos algunos interrogantes. ¿Dónde la denuncia profética desde la fe? Y cuando decimos denuncia profética es la que el obispo ha de llevar a cabo contra el poderoso, contra el rico que oprime, contra los privilegios de uno y otro; no, por el contrario, contra el débil o contra el que se ve impelido por la sociedad a marginarse, entre otros casos. La praxis episcopal es llamativa, y en algunos casos escandalosa. Ahí está la desigualdad galopante en la sociedad española por unas medidas antisociales de un gobierno, cuyos miembros casi en su totalidad se dicen cristianos: léase desahucios, trabajo precario, escasez de ayudas al desempleo y a la dependencia, copago sanitario para jubilados… Ante esta realidad que clama al cielo, nuestros obispos han permanecido semimudos, apenas han alzado la voz para denunciar estas medidas políticas injustas que favorecen la desigualdad y el empobrecimiento, que favorecen a unos pocos, a los ricos y poderosos en detrimento de la mayoría. Y todo ello por no molestar al gobierno del PP favorecedor de la clase de religión en la escuela, de los colegios concertados que discriminan sexualmente, de los recursos económicos de clérigos y de inmuebles, etc. Una jerarquía que está preocupada por las posibles alianzas del socialista Pedro Sánchez y por su tardanza en formar gobierno, cuando este discurso no lo ha tenido con Rajoy en sus más de 40 días sin asumir las responsabilidades políticas emanadas de las elecciones del pasado 20D. Este discurso no es creíble ante la ciudadanía; en él se percibe claramente que la ausencia de denuncia profética viene motivada por espurias razones ajenas a un hombre religioso, a un hombre de fe.

¿Dónde está la compasión y la acogida? Aquí el protagonista es el obispo inquisidor que anatematiza con el dedo índice a homosexuales, lesbianas, abortistas, mujeres que tienen hijos mediante inseminación artificial -aquelarre de laboratorio, lo llamó un obispo-, a las que padecen violencia de género (“frecuentemente la reacción machista tiene su origen en que ella ha pedido la separación”, son palabras de un insigne arzobispo), a los que padecen la pederastia (“hay niños que provocan”, dijo un purpurado…), a los refugiados… Este territorio del sufrimiento humano es desconocido por muchos de nuestros obispos, que aplican sin compasión la normativa vigente -¿qué normativa?-. Jesús de Nazaret se compadecía y hasta lloraba por el sufrimiento de otros, de marginados de la sociedad.

Desde la fe no se puede atropellar al débil, al sufriente. Por el contrario, tienen que prevalecer la compasión y la acogida. Para no ir más lejos, ¿en qué ha quedado la iniciativa del papa Francisco de que se abran las iglesias a los refugiados? Aquí en España ¿no será porque la jerarquía no dispone de inmuebles suficientes para la acogida?

El evangelista Juan es contundente: “si uno dice que ama a Dios y no ama a su hermano, miente” (I Jn., 4,20. Alguien es creíble cuando es coherente. Si para Protágoras el hombre es la medida de todas las cosas, el amor y la misericordia es la medida de la fe.

Ser obispo no es anatematizar y condenar todo lo que se mueve, sino “compartir los sueños de los más vulnerables y excluidos”, nos recuerda, el obispo guatemalteco, Álvaro Ramazzini.

8 comentarios

  • oscar varela

    Hola!

    Leo:

    – “Nuestros obispos, ¿son hombres religiosos?”-

    La religión consiste en un repertorio de actos específicos que el ser humano dirige a una realidad superior, fe, amor, plegaria, culto.

    pero esa “realidad superior” (divina) tiene otra vertiente en la cual se prenden otros actos perfectamente ajenos a la religiosidad.

    Estimo, entonces, que ¡SÍ!:

    el jerarca Obispo es un hombre religioso por entero.

    Por eso “ser por entero solo una parte humana” es:

    *  una monstruosidad en el mundo actual.

    * Un anacronismo muy peligroso.

    *  Una fuente de sectarismos.

    ¿No les parece?

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • Rodrigo Olvera

     

    No es desconocida la acción pastoral católica con fines políticos. Esa acción tiene antecedentes milenarios. Y está preñada de conocimientos logísticos, discursivos, operativos etc., que más de algún mandatario de Estado debe añorar. Más no se puede ignorar que la actual cúpula de la Iglesia católica arreció esa acción, con resultados políticos notoriamente óptimos. Francisco es el operador estrella de esa acción concertada. Y los éxitos no son pocos. Por cierto que América Latina tiene prohibido olvidar –independientemente de simpatías religiosas o políticas personales– que en otra época esa acción desembocó en escenarios de colonización e inquisición fratricida

    Francisco y a geopolítica neopastoral

     

    Valdría para estar en la columna central de ATRIO, pero por lo pronto lo dejo aquí, pues es parte de la pregunta por los obispos, incluyendo al Obispo de Roma.

     

  • Antonio Rejas

    Es un artículo repleto de verdades que es necesario decir en voz alta. Pero a mí me gusta distinguir entre religiosidad y fe en el evangelio. Se pueden tener creencias religiosas (Dios, la Virgen de Fátima, la Blanca Paloma, etc.), pero carecer de fe evangélica o mirar para otro lado ante las exigencias de las misma. Pongo en duda si nuestros obispos creen en el evangelio, que debe ser camino a seguir para cualquier cristiano, a la vista de lo que dicen y hacen. De acuerdo con “de internis, neque Ecclesia”, pero cuando lo interno sale al exterior hay que pensar que “la boca dice lo que brota del corazón” (Mt. 12,34). Y hay muchos corazones episcopales de los que brotan anatemas contra homosexuales, lesbianas, etc. Y, por el contrario, hay bocas episcopales que callan lo que el evangelio exige proclamar: “la denuncia profética desde la fe”. No suelen prodigarse en este tipo de denuncia, pero sí es conocida su marcada tendencia hacia la ideología política que permite sus privilegios a sabiendas que la misma erosiona el bienestar de los más pobres y marginados.

    “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? (Mt. 7,16). Es obligado concluir que la actuación episcopal es contraria al evangelio.

  • Román Díaz Ayala

    La huella que está produciendo en el sentimiento católico la presencia desde Roma del hermano Francisco se está haciendo sentir en reflexiones como las que hoy nos trae Antonio Gil de Zúñiga, y lo hace esta vez  con un análisis sobre nuestros obispos. Se hace la pregunta: “¿Son creíbles nuestros obispos?

    Quienes nos ven “desde afuera”, o más bien desde la periferia de nuestro catolicismo, se harían la misma pregunta que se hace Olga: “¿Son cristianos los cristianos?” Y no podría yo estar más de acuerdo sobre lo pertinente de ambas preguntas:

    ¿Somos creíbles?

    El autor ya adelanta que una persona “no-religiosa” es aquella que “no” sostiene su vida en una creencia religiosa. Son otras las cosas ajenas a la religión las que les motivan, aunque estén oficiando como “hombres de la religión”, yo diría “profesionales”, que celebran ritos y tienen un discurso propio de un cuerpo doctrinal construido tomando como base esa religión, … haciendo del cristianismo ideología y abstracción (en línea con lo que desde joven enseñaba Hans Küng, de lo que habíamos hecho con nuestro cristianismo)

    Para nuestro autor, que los obispos sean personas religiosas debe significar que sean también hombres de fe. La creencia es subjetiva, pero la fe es objetiva, o “tiene sus parámetros que la hacen objetivable”, pues la fe es un don, una tarea que en definitiva entraña una relación íntima y personal de confianza en Dios y que encierra un “para qué”.

    La fe cristiana es inseparable del testimonio  igual que Jesús se nos presentaba “como el testigo fiel de Dios”, Lucas 4,21 :“Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oir”. Y Juan el Bautista: “Y Juan dió testimonio diciendo:” (Juan 1,32)

    A Juan no le dieron enseñanzas rabínicas acerca de Dios , sino que se apartó al desierto para reciir del mismo Dios Dios, No le hablaban de Dios, sino que hablaba con el mismo Dios, en la misma fe de Abrahan.

    No cumplimos una misión sino que somos la misión de Dios después de un encuentro personal con Él  tal es la fe que da sentido a nuestra vida y a nuestras acciones., y que determina nuestra misión, por la cual se configuran los valores que cultivamos (las obras que dan explicación de nuestra fe). Esos valores reflejan el auténtico carácter de Dios que nos ha enviado.

    Por eso, estoy muy de acuerdo con el autor, y al mismo tiempo con Olga.

    Los obispos que se lo hagan mirar; la comunidad cristiana tiene que reflexionar seriamente qué valores cultivamos.

     

  • mª pilar

    UFFF…

    La carrera eclesiástica … se ha convirtió … y se convierte … en la mayoría de sus componentes, en eso:

    ¡Una carrera!

    Hace ya muchos años … mi  M. Maestra me preguntó:

    ¿Cuando tenga una superiora que no sea madre … de amor, de preocupación por las personas que están a su cargo, por cómo sucede la convivencia en la comunidad … y sea una auténtica ecónoma … que hará?

    Respondí:

    No le abriré mi corazón, solo haré lo mejor que sepa, el trabajo encomendado.

    Respondió:

    ¡No podrá!

    Vd. necesita comunicarse, contarle lo que “sueña-desea-descubre, en el devenir diario, no solo de manera personal, sino que le preocupa el cómo estarán las personas que le rodean.

    Para entonces tendré más bagaje y sabré capear lo que venga … le respondí.

    Ella continuó pensando … que sería muy duro para mí, porque como me dijo …

    ¡Eso sucederá muchas más veces de las que deseamos!

    Es más importante como funciona económicamente un convento, que la riqueza humana y espiritual que en ellos se desea o supone, tiene que existir.

    Sé, que hay personas buenas, con una vida interior aceptable o genial; pero en general … son negociantes y trepadores ante los políticos,  y ante las altas jerarquías de la iglesia, porque de no ser así … sus días están contados.

    Tristemente conozco casos así, y han terminado solos, abandonados, y dedicados a lugares donde se necesitan manos para sacar adelante el trabajo de levantar a los heridos por todos los abusos que se producen en todos los campos.

    ¡No, no lo son!

    Les gusta lo fatuo, lo que tiene esplendor (a cualquier precio) tanto, que se venden … no por un plato de lentejas, están (a la vista está) muy bien alimentados, vestidos, enjoyados etc.

    Agradezco de corazón el “tanguito” y la canción desesperada … porque he pasado momentos parecidos.

    Ahora ya estoy curando las heridas que producen las artimañas que siguen las religiones y la nuestra … ni les digo.

    mª pilar

     

  • oscar varela

    (el tanguito imprescindible)

      DESENCANTO

      Qué desencanto más hondo,
      qué desconsuelo brutal!…
      ¡Qué ganas de echarse en el suelo
      y ponerse a llorar!

       

      Cansao de ver la vida,
      que siempre se burla
      y hace pedazos
      mi canto y mi fe.
      La vida es tumba de ensueños
      con cruces que, abiertas,
      preguntan… ¿pa´qué?

       

      Y pensar que en mi niñez
      tanto ambicioné, que al soñar
      forjé tanta ilusión;
      oigo a mi madre aún,
      la oigo engañándome,
      porque la vida me negó
      las esperanzas que en la cual
      me cantó.

       

      De lo ansiao, solo
      alcancé un amor,
      y, cuando lo alcancé,
      me traicionó.
      Yo hubiera dado la vida
      para salvar la ilusión.
      Fue el único sol de mi esperanza
      que tuvo fe, mi amor.
      Dulce consuelo
      del que nada alcanza.

      Sueño bendito
      que me hizo traición.

       
      Yo vivo muerto hace mucho,
      no siento ni escucho
      ni a mi corazón.
      ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,

      Y para los fanáticos (como yo):

      CANCIÓN DESESPERADA

      http://www.todotango.com/musica/tema/155/Cancion-desesperada/

      Soy una canción desesperada…!
      ¡Hoja enloquecida en el turbión..!
      Por tu amor, mi fe desorientada
      se hundió, destrozando mi corazón.
      Dentro de mí mismo me he perdido,
      ciego de llorar una ilusión…
      ¡Soy una pregunta empecinada,
      que grita su dolor y tu traición..!

      ¿Por qué
      me enseñaron a amar,
      si es volcar sin sentido
      los sueños al mar?
      Si el amor,
      es un viejo enemigo
      y enciende castigos
      y enseña a llorar…
      Yo pregunto: ¿por qué?
      ¡Sí!, ¿por qué me enseñaron a amar,
      si al amarte mataba mi amor?
      Burla atroz de dar todo por nada
      y al fin de un adiós, despertar
      ¡llorando!…

      ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?
      ¿Dónde estaba el sol que no te vio?
      ¿Cómo una mujer no entiende nunca
      que un hombre da todo, dando su amor?
      ¿Quién les hace creer otros destinos?
      ¿Quién deshace así tanta ilusión?
      ¡Soy una canción desesperada
      que grita su dolor y su traición…!

  • oscar varela

    Hola!

    Si yo le digo a un “super-visor” (epi-scopeo) que su oficio es “rezar” …

    Bueno, a las pocas horas está de patitas en la calle ¿no?

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • olga larrazabal

    La misma pregunta pero en mayor escala es ¿Son cristianos, los cristianos?  Después de ver la historia de 2000 años de cristianismo, parecería que la respuesta es:  No.