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Un protestante argentino destila los discursos navideños de Francisco

¡Qué distintas estas palabras episcopales -y su eco- de otras palabras episcopales que nos amrgaron el día de navidad!

El valor de las grandes palabras “bergoglianas” entre Nochebuena y Navidad

La reflexión de un evangélico y conductor del ciclo televisivo “Biblia, diálogo vigente” con el rabino Abraham Skorka y el cardenal Jorge Mario Bergoglio

Por Marcelo Figueroa, Buenos Aires, en La Stampa, 26/12/2015

Una de las llaves homiléticas para aprehender los mensajes del papa Bergoglio es conocer su capacidad de convocar, profundizar y expandir sus pensamientos alrededor de grandes palabras; y aunque parezca una contradicción, utilizando pocas palabras.

Desde ellas, como olas  circundantes de objetos arrojados a un pozo de agua quieta, sus reflexiones espirituales van envolviendo y llevando a la orilla el más simple pragmatismo vivencial. Quizá la máxima de Quevedo nos ayude a entender este concepto: “Las palabras son como monedas, que una vale por muchas,  como muchas no valen por una”.

En sus dos mensajes navideños con pocas horas de diferencia [Véase Nochebuena y Mensaje de navidad], Francisco desplegó esas grandes palabras. Solo citaré siete: amor, alegría, misericordia, paz, libertad, esperanza y dignidad. De la mano de su profundidad exegética las hermanó con la necesidad de la apertura del corazón de cada uno y siempre desde el niño Jesús,  hacia la ternura, el encuentro, el diálogo, la reconciliación, el perdón, el arrepentimiento, la piedad y la vida sencilla.

Es el necesario derrotero espiritual para poder afirmar que “hoy descubrimos nuevamente quienes somos”. Asociándolas a la praxis cristiana más humana, global y actual llamó a todos desde la escena de Belén a revelarnos a la indiferencia despiadada con la referencia piadosa que se nutre del nacimiento del Hijo de Dios.

Desde ese lugar, llamó a revertir el consumismo, el narcisismo, el egoísmo, las formas actuales de guerra y terror, la trata de personas, el narcotráfico, la miseria, el rechazo a emigrantes y refugiados, los presos y los desocupados. Es imprescindible ese camino testimonial para que nuevamente “ese Niño nos enseñe lo que verdaderamente importante en nuestra vida”.

Dos claves que en la vida personal de Francisco lo nutren para seguir utilizando esas llaves homiléticas que no han cambiado desde Buenos Aires a Roma. Primero, su preciso y refrescante apoyo en las Escrituras.

En los mensajes citados, recorre desde los profetas como Isaías, pasando por los Salmos de David, el Evangelio de Lucas y hasta las cartas pastorales de San Pablo. El segundo, su personalísima constancia madrugadora de orar fervientemente y en soledad. Nos regala generosamente ese consejo cuando dijo que nuestro estilo de vida ha de estar lleno de lo que “…extraemos cada día del pozo de la oración”. Desde aquella Palabra lanzada a ese pozo de agua, se enraíza el lumen de su mensaje apostólico.

4 comentarios

  • mª pilar

    ¡¡¡Gracias Oscar!!!

    pili-mª pilar

  • Gonzalo Haya

    “En uno u otro grado, dosis y frecuencia vivo efectivamente una doble vida, cada una de ellas con su propia óptica y perspectiva”. Creo que hay un alto grado de autenticidad en esta frase, que comparto, y en todo tu comentario. ¡”Vamos todavía”!

  • Francisca Balaguer

    Voy contigo Òscar Varela, cuesta arriba.

  • oscar varela

    Hola!

    Leo que Pancho “ora fervientemente y en soledad”.

    1.- (“orar” lo entiendo como “meditar ensimismado”)

    2.- (“fervientemente” lo entiendo como “auténticamente

    3.- Consideraciones en torno a la “SOLEDAD”.

    …………………..

    Lo primero con que tropiezo en mi mundo son los otros Hombres, el Otro, sin­gular y plural, entre los cuales nazco y comienzo a vivir.

    Me en­cuentro, pues, de primeras en un mundo humano o «sociedad».

    Como ese mundo humano ocupa el primer término en la pers­pectiva de mi mundo, veo todo el resto de éste, y mi vida y a mí mismo, al través de los Otros, de Ellos.

    Y como Ellos en torno mío no cesan de actuar, manipulando las cosas y sobre todo ha­blando, esto es, operando sobre ellas, yo proyecto sobre mi vida cuanto les veo hacer y les oigo decir.

     —con lo cual aquella mi realidad tan mía y sólo mía queda cu­bierta a mis propios ojos con una costra formada por lo recibido de los otros hombres, por sus tejemanejes y decires y me habitúo a vivir normalmente de un mundo presunto o verosímil creado por ellos, que suelo dar, sin más, por auténtico y considero como la realidad misma-

    ………………..

    Sólo cuando mi docilidad a lo que los Otros Hombres hacen y dicen me lleva a situaciones absurdas, contradic­torias o catastróficas, me pregunto qué hay de verdad en todo ello, es decir,

    me retiro momentáneamente de la pseudo-realidad, de la convencionalidad en que con ellos convivo, a la autenticidad de mi vida como radical soledad.

    ………………

    En uno u otro grado, dosis y frecuencia vivo efectivamente una doble vida, cada una de ellas con su propia óptica y perspectiva.

    Y si observo en mi derre­dor, me parece sospechar que a cada uno de los Otros le pasa lo mismo, pero a cada uno en dosis diferente:

    * Hay quien no vive casi más que la pseudo-vida de la convencio­nalidad y

    * hay en cambio casos extremos en que entreveo al Otro enérgicamente fiel a su autenticidad.

    Entre ambos polos se dan todas las ecuaciones intermedias, pues se trata de una ecuación entre lo convencional y lo auténtico que en cada uno de nosotros tiene cifras distintas.

    En nuestro primer momento de trato con el Otro, sin darnos cuenta especial de ello, calculamos su ecua­ción vital, es decir, cuánto en él hay de convencional y cuánto de auténtico.

    ……………….

    Aun en el caso de máxima autenticidad, el individuo humano vive la mayor porción de su vida en el pseudo- vivir de la convencionalidad circundante o social, como vamos a ver en las lecciones siguientes con algún pormenor.

    Y como los Otros son «los Hombres» resulta que veo el Mundo y mi vida y a mí mismo según las fórmulas de ellos, esto es, veo todo eso teñido por los otros hombres, impreg­nado de su humanidad;

    – no se sugiere si eso, el Mundo huma­nizado según el evangelio de los humanos que son los Otros, es cosa buena o mala-

    Sólo un punto es taxativo:

    que ese mundo que me es humanizado por los otros no es mi auténtico mundo,

    * no tiene una realidad incuestionable,

    * es sólo más o menos verosímil,

    * en muchas de sus partes ilusorio y

    * me impone el deber no ético sino vital de someterlo periódicamente a depuraciones

    * a fin de que sus cosas queden puestas en su punto,

    * cada una con el coeficiente de realidad o irrealidad que le corresponde.

    Esta técnica de depuración inexorable es la filosofía.

    De esta manera nuestro análisis de la realidad radical que es la vida de cada cual nos ha llevado a descubrir que, normalmente, no vivimos en ella, sino que pseudo-vivimos al convivir con el mundo de los hombres, es decir, al vivir en «sociedad».

    ……………………………..