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La asignatura de Religión católica

Carlos BarberáCarlos F. Barberá, desde su pertenencia y experiencia de Iglesia en estas cuestiones, considera tristemente desacertada la reciente publicación en el BOE de los programas de religión redactados por los obispos.. Publicado en iviva.org

Como ya es conocido, la publicación el 24 de febrero en el BOE del curriculum de la asignatura de religión –ahora evaluable igual que las otras– ha provocado un considerable  revuelo en los medios de comunicación y en los ámbitos interesados en el tema.

Querría hacer algunas reflexiones que, en el espacio de una columna, deben ser breves, a reserva de un posible estudio con mayor extensión y profundidad.

Qué asignaturas y con qué importancia constituyan la enseñanza obligatoria de un país es una cuestión convencional. Hace sesenta años el bachillerato incluía siete cursos de latín y eso no sólo en España sino también, por ejemplo, en Alemania. Había un acuerdo general sobre la importancia de los estudios humanistas. Pero se trata de valoraciones que cambian con el paso de los tiempos y en los últimos el cambio ha sido sin duda muy acelerado.

Un país con madurez política buscará en esta cuestión acuerdos amplios, asegurando así no sólo una estabilidad en el proceso educativo sino la paz en las aulas. Por desgracia, como en tantos otros, España es en este campo una excepción. Desde la llegada de la democracia cada cambio político  se ha acompañado de un vuelco en los estándares de la enseñanza. Hasta cinco planes distintos (LODE, LOGSE, LOCE, LOE y LOMGE) han ido jalonando estos años. Esta situación anómala y absurda, que muestra un país polarizado y aún a la greña en cuestiones fundamentales, tiene un reflejo especial en la enseñanza de la religión.

Quienes se oponen a ella alegan que España es, según su Constitución, un país aconfesional. No parece un argumento concluyente. Todos los países de nuestro contorno europeo son igualmente aconfesionales y en casi todos se da, con distintas variantes, una enseñanza de la religión. Para quienes no la acepten suele ofrecerse una opción alternativa (ética, derechos humanos…) o en ocasiones ninguna.

Cuestión distinta es la de si ha de tratarse en las aulas del hecho religioso o bien de una religión específica, que en el caso español ha sido siempre la católica. Parece que la primera opción podría concitar un mayor consenso pero se trata solamente de una hipótesis. De hecho la Iglesia oficial defiende la segunda solución y hasta ahora ha tenido la fuerza necesaria para imponerla. Es el reflejo de lo que parece una curiosa paradoja: una Iglesia que no goza de autoridad tiene sin embargo la fuerza de imponer sus opiniones, en gran medida porque nadie ha querido o ha podido renegociar los Acuerdos España-Santa Sede de 1979. A mi modo de ver es esto algo que irrita especialmente a los sectores laicistas.

El hecho es que se enseña religión –todo centro docente de primaria y secundaria ha de hacer la oferta– y, naturalmente, hay que diseñar sus contenidos. ¿Quién será el encargado de redactarlos? Parece obvio que la Conferencia Episcopal  pero en todo caso está escrito en los Acuerdos. Lo que no se entiende de entrada es por qué esos contenidos han de aparecer en el Boletín Oficial del Estado. Puede que mi razonamiento sea muy ingenuo pero opino que el BOE puede publicar un decreto sobre las subvenciones a la Vuelta a España de ciclismo pero no parece razonable que publique el reglamento de esa competición.

En un alarde de inteligencia, en este caso ha sido la propia jerarquía la que ha instado su publicación. Así lo dice el Real Decreto: “De acuerdo con los preceptos indicados, la Conferencia Episcopal Española ha determinado los currículos de la enseñanza de la religión católica para el Bachillerato. En su virtud, a propuesta de la Conferencia Episcopal Española. Primero. Dar publicidad al currículo de la asignatura de Religión Católica de Bachillerato que se incluye en el anexo. Segundo. Disponer su publicación en el «Boletín Oficial del Estado».  Así pues, el curriculum se ha publicado y ha salido al debate público.

En su parte de exposición de motivos, una afirmación destaca sobre otras:  “(El) rechazo de Dios tiene como consecuencia en el ser humano la imposibilidad de ser feliz”. Si la Iglesia jerárquica está convencida de esa tesis, no es de extrañar que pretenda que todos acepten a Dios. Lo malo es que muchos negarán la mayor: dentro de lo que esta vida puede ofrecer, es posible ser feliz sin Dios y de hecho ésta es la experiencia de muchísimas personas.

A partir de ahí, todo el contenido se tiñe de una intención catequética. No basta que el documento afirme que “lejos de una finalidad catequética o de adoctrinamiento” lo que trata es de “ilustrar a los estudiantes sobre la identidad del cristianismo y la vida cristiana”. En realidad no se persigue ilustrar sobre la doctrina cristiana sino que los alumnos la acepten personalmente. Pero eso rebasa un ámbito académico para entrar en el de la catequesis. Una clase normal pretende transmitir conocimientos y aspira a que sean conocidos por los alumnos, una catequesis transmite creencias y su objetivo es que sean aceptadas y vividas. Pues bien, véanse algunos de los estándares de evaluación en la enseñanza primaria:

1.1 Conoce, respeta y cuida la obra creada.
1.2 Expresa con palabras propias el asombro por lo que Dios hace.
2. 1 Identifica y enumera los cuidados que recibe en su vida como don de Dios.
3.1 Conoce y aprecia a través de modelos bíblicos que el hombre es capaz de hablar con Dios.
1 Asocia las características de la familia de la Iglesia con las de su familia.
2.1 Expresa el respeto al templo como lugar sagrado.
1.1 Toma conciencia y expresa los momentos y las cosas que le hacen feliz a él y a las personas de su entorno.
3.1 Valora y agradece que Dios le ha creado para ser feliz.

“Respeta”, “expresa el asombro”, “expresa el respeto”, “valora, agradece”… se trata de valoración de actitudes, propias de una catequesis y no de conocimientos, que son los que pertenecen al ámbito académico.

En este sentido parece cierto que la catequesis ha entrado en la escuela, en contra de todas las declaraciones. Es algo a lo que cualquier persona sensata debe oponerse.

Faltaría analizar los contenidos de esta enseñanza de la religión, es decir, la teología que subyace a sus enunciados pero esto debe quedar para otro artículo. De momento baste con señalar la existencia de una situación insólita, sin duda reformable, contradicha por una gran mayoría pero que la Conferencia Episcopal, en un alarde  no se sabe si de prepotencia o de ingenuidad, se ha encargado de airear en el Boletín Oficial del Estado.

2 comentarios

  • George R Porta

    La religión no debiera ser una asignatura como lo puede ser casi cualquier otra experiencia humana. La ética, en cambio y sobre todo enfocada histórica y metodológicamente, debiera entrenar en el discernimiento como la filosofía debiera entrenar en el pensamiento crítico y el deporte en el ejercicio de las capacidades físicas.
     
     
    Después de la aparición de la Física Cuántica un nuevo paradigma educacional/formativo es necesario. En efecto, el cálculo matemático (la mayoría de las personas muestran predominancia del llamado cerebro derecho) debiera ser más importante que la religión de cara al adiestramiento y la expansión o desarrollo de la imaginación, sobre todo estética.
     
     
    La religión pudiera ser un factor comprensible en el ámbito de una familia en la cual la comunicación, preservación y actualización de la esencia cultural heredable pudiera ser promovida.
     
     
    El estado actual de la familia, desafortunadamente, es generalmente tan cuestionable (inestabilidad interna, desigualdad de medios y recursos, efectos perdurables de una historia oculta o ciega plagada de violencia y opresión sobre todo debido a la percepción de la mujer y de su lugar en la familia y en la sociedad) que una tal función no parece esperable.
     
     
    Si la familia parece en tantísimos casos ser incapaz de formar eficazmente moral/éticamente, la religión debiera de todas formas desaparecer antes que convertirse en otro sucedáneo opiáceo o continuar siendo causa de división. He ahí una función que los agentes religiosos debieran proponerse concertadamente. A partir de los mitos ya duraderos impartir sabiduría ética.
     
    La escuela debiera ser espacio de formación en el desarrollo y utilización científico-tecnológico pero en el contexto de un ambiente promotor de la justicia y la solidaridad, la humildad (sobre todo al estilo de Teresa de Ávila) como dedicación al “andar en la verdad”; el discernimiento del “bien común” y los modos de realizarlo como medio de lograr el propio beneficio; la espiritualidad y el sentido estético que garantizara la necesaria pero adecuada búsqueda de placer atendiendo más a los potenciales benignos de servicialidad que a los potenciales egoístas de cada persona a fin de poder desarrollar éstos cuanto más benignamente posible.
     
     
    La función de la educación escolar es académica, pero tiene naturaleza formativa en forma de relación dialéctica entre impartir y descubrir. Debiera estar enfocada al “adiestramiento” (González Faus) de la  libertad; que promoviera un ejercicio efectivo y responsable de la misma. Quizá el progreso del impacto de la vida familiar, individual y socialmente, “nos fuera dado por añadidura”.
     
     
    La religión está en estos tiempos llamada a ser una cuestión personal y, sirviéndome de palabras de José María Castillo, sin Dios pero como “si Dios―quizá―existiera” (Cf. La Laicidad del Evangelio) pero interpolándolas el adverbio dubitativo.

  • josela

    Se me hace acertado todo lo que ha escrito el autor en el bloc.GRacias….aunque a mí éso de asociar la catequesis con” creencias” no me suena bien del todo. En la catequesis con se trataría fundamentalmente de trasmitir “creencias” sino provocar experiencias de fe y de trascendencia o inmanencia trascendente o trascendencia inmanente. En ese contexto “agradecer”..”dar gracias”, etc..se me hacen que son actitudes de un ser humano, en general. A toda persona, en algún momento de la vida, se me hace que le brota “la admiración. Se pueden tener experiencias de fe no religiosas¡¡¡. Siendo el hecho religioso, un hecho humano e histórico debería figurar su estudio en el currículum escolar…facilitando el conocimiento, lo más objetivo posible, del hecho de las diversas religiones..Pero también debería entrar en ese conjunto el hecho del ateismo..Hay ateos que agradecen, contemplan la naturaleza y hasta pueden tener en ese contexto hasta una experiencia mística ante el cosmos..Caben experiencias no confesionales  de  experiencia religiosa. Que en España, porque históricamente se haya asociado sociológicamente con el cristianismo..que el estudio de este hecho concreto tenga más espacio, patece hasta lógico..pero fuera de adotrinamientos y manipulaciones.
    O sea que estoy con el autor del bloc que no ha sido acertado el paso dado.  Es una pena¡¡¡