El fundamentalismo islámico es predominante. Pero hay también una ola de fundamentalismo, especialmente en Francia y Alemania, donde aparecen con fuerza la xenofobia, la islamofobia y el antisemitismo. Los varios atentados de al-Qaeda y de otros grupos yihadistas alimentan ese sentimiento que deshumaniza a todos: a las víctimas y a los que causan las víctimas. Podemos comprender los contextos globales que subyacen a la violencia terrorista, pero jamás, por ningún motivo, aprobarlas por su carácter criminal.
En varios grupos del islam el fundamentalismo es radical, creando un nuevo tipo de guerra: el terrorismo. Actualmente es ofensivo acusar a alguien de fundamentalista. Generalmente sólo los otros son fundamentalistas, olvidando, no es raro, que quien acusa vive también en una cultura fundamentalista. Sobre esto quiero detenerme brevemente, aunque irrite a no pocos lectores. Me refiero al fundamentalismo presente en amplios sectores de Occidente y del Extremo Occidente (las Américas).
Históricamente el fundamentalismo, que ya pre-existía, ganó cuerpo en el protestantismo norteamericano entre 1890 y 1915 cuando un grupo de pastores publicó una colección de 12 fascículos teológicos con el título Fundamentals: a testimony of the Thruth (Fundamentos: un testimonio de la verdad). En él se afirmaba el carácter absoluto de las verdades de fe contra la secularización, fuera de las cuales solo podría haber error. Ese fundamentalismo perdura todavía hoy en muchas denominaciones cristianas y en sectores del catolicismo conservador al estilo Lefebvre.
Diría con cierta exageración, pero tampoco tanta, que el fundamentalismo es una de las enfermedades crónicas de Occidente y también del Extremo Occidente y una de las más deletéreas. Está tan arraigada que se ha vuelto inconsciente pero fue bien expresada por el político más hilarante y grosero de Europa, Silvio Berlusconi, que declaró que la civilización occidental era la mejor del mundo y, por eso, debía ser impuesta a todos. Cito dos tipos de fundamentalismo: uno religioso y otro político.
El cristianismo de versión romano-católica fue durante siglos la ideología hegemónica de la sociedad occidental, del orbis catholicus. En esta lógica se ve el absolutismo de dos Papas, como una expresión clara de fundamentalismo.
El Papa Alejandro VI (l492-1503) por la bula Inter Caetera destinada a los reyes de España determinaba: «Por la autoridad de Dios todopoderoso a nos concedida en San Pedro, así como el vicariato de Jesucristo, os donamos, concedemos y entregamos con todos sus dominios, ciudades fortalezas, lugares y villas, las islas y las tierras firmes halladas y por hallar». Esto fue tomado en serio y legitimó la colonización española con la destrucción de etnias, culturas y religiones ancestrales.
El Papa Nicolás V (1447-1455) en la bula Romanus Pontifex dirigida a los reyes de Portugal es aún más arrogante: «Concedo plena y libre facultad para invadir, conquistar, combatir, vencer y someter a sarracenos y paganos en cualquier parte que estuvieren y reducir a servidumbre perpetua las personas de los mismos». También esa facultad fue ejercida en el sentido de «dilatar la fe y el imperio» incluso a costa del exterminio de nuestros indígenas (eran 6 millones) y de la devastación de nuestras selvas.
Esa versión religiosa alcanzó una traducción secular en los colonizadores que practicaban tal terror sobre los pueblos.
Lamentablemente esta versión absolutista fue resucitada por un controvertido documento del entonces cardenal Joseph Ratzinger, Dominus Jesus (2001), donde reafirma la idea medieval de que fuera de la Iglesia no hay salvación. Los demás están en situación de peligro ante la salvación eterna.
La versión religiosa anterior ganó expresión política por el Destino Manifiesto de Estados Unidos. Esta expresión fue acuñada en 1845 por el periodista John O ‘Sullivan para justificar el expansionismo norteamericano, como en la anexión de parte de México. En 1900 el senador por Indiana, Albert Beveridge explicaba: «Dios designó al pueblo norteamericano como nación elegida para dar inicio a la regeneración del mundo». Otros presidentes, especialmente George W. Bush, se remitieron a esa pretenciosa exclusividad. Ella justificó guerras de conquista especialmente en Oriente Medio. Parece que en Barak Obama no está totalmente ausente.
En resumen concentrado: los dos Occidentes se imaginan los mejores del mundo: la mejor religión, la mejor forma de gobierno, la mejor tecnociencia, la mejor cosmovisión. Esto es fundamentalismo que significa hacer de su verdad la única e imponerla a los demás. Esa arrogancia está presente en el consciente y en el subconsciente de los occidentales. Gracias a Dios, creamos también un antídoto: la autocrítica sobre los males que ese fundamentalismo ha traído para la humanidad. Pero no es compartido por la colectividad.
Viene a la medida la frase del gran poeta español Antonio Machado: «No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». Si la buscamos juntos, mediante el diálogo y la cordialidad, entonces desaparece cada vez más mi verdad para dar lugar a la Verdad comulgada por todos. Y así se puede, quien sabe, limitar el fundamentalismo en el mundo en los dos Occidentes.
Leonardo Boff es columnista del JBonline y ha escrito: Fundamentalismo, terrorismo, religión y paz, Vozes 2009.
Traducción de MJ Gavito Milano
No suelo comentar a Leonardo Boff porque tiene un universo propio, y hay que estar muy introducido en el mismo para decir algo sobre su pensamiento con algo de enjundia.
Pero cuando trata de algún tema o asunto que esté en la actualidad más comentada, no me extraña que le salgan entusiastas o detractores.
Su mayor dificultad radica en su total libertad para exprimir conceptos, usándolo en beneficio propio con una despreocupación absoluta a que esté robándolo a las ciencias particulares o a su uso convencional, y así, los vocablos en cuestión, pierden su sentido propio para adquirir el que él les imprime.
Europa Occidental se extiende desde la Europa primitiva hasta los dos hemisferios americanos. norte y sur. Una única civilización, donde se puede hablar de una europa occidental central y otras europas un poco más periféricas, mientras que la Civilización Occidental ha sido la que se ha extendido actualmente por casi todo el orbe (Ya no podemos hablar con rigor de pueblos cultos y pueblos no civilizados)
Ya no podemos confundir fundamentalismo con ese secularismo propio de la Religión Católica formada en la Cristiandad Medieval. Tenemos que reconocer también que el Islam no es tan ajeno a nuestra cultura religiosa judeo-cristiana, sino que como una nueva rama surgió en el siglo VII compitiendo como una nueva herejía de nuestro monoteísmo a ultranza. Formamos parte de lo mismo. Su fundamentalismo es herencia del nuestro.
De los dos papas citados, incluso Alejando VI, fueron papas medievales donde el cristianismo se veía más en término de civilización con fuertes raíces imperiales pues Roma pesaba más que el Belén de los pesebres. (¿Se entiende mejor lo de “secularismo”?)
América es Europa, porque mientras en ambientes anglosajones se identificaba lo europeo con la raza, en la América toda hasta el Cabo de Hornos los sobrevivientes tenían que aceptar la religión, la lengua y todos los elementos civilizatorios del invasor llegado de Europa. Ahora somos todos europeos, no importa que nuestra piel sea cobriza o negra. Tal cosa no es fundamentalismo, sino secularismo.La religión como elemento definitorio de un ideal civilizatorio.
Boff estudia el fundamentalismo en base a dos personajes contrapuestos, el Occidente americano desde el Descubrimiento hasta hoy, y el Mundo islámico. Se olvida del rol que juega en este drama planetario del fanatismo Europa, y de los orígenes de este río del fanatismo que viene de mucho más lejos.
El fanatismo aparentemente mana de fuentes religiosas: Solo aparentemente, simplemente el fanatismo encubre con capa de religión objetivos de poder y de despotismo, de explotación del ser humano sobre otros seres humanos. La alcaldesa de París, a raíz de lo de Charlie Hebdo, decía que los yihadistas no actúan por motivaciones religiosas, sino más bien por un culto irracional a la muerte, por el rechazo que sienten sufrir de la sociedad que les rodea, que curiosamente es la sociedad europea, porque casi todos son de nacionalidades europeas, aunque árabes de origen, hijos o nietos de inmigrantes.
Deberíamos desviar un poco los fosos de las motivaciones religiosas y fijarlos más bien en eso otro, en la marginación, en la falta de horizontes en sus vidas, en el odio que genera el desprecio del mundo que les rodea…Menos teoría, Leonardo Boff, más realismo!
Hola Lola:
Estoy muy de acuerdo contigo en que hay que dar a conocer la verdad, guste o no.
Creo el discurso que el Papa ha dirigido hoy a los Cardenales reunidos en Roma (que mencioné ya en el post “Consejos al Papa”) viene muy a propósito, complementando lo que dices, cuando afirma:
“El que está llamado al servicio del Gobierno en la Iglesia debe tener un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni siquiera la que pudiera ser ventajosa para él o para la Iglesia“.
Vuelvo a poner aquí enlace al mencionado discurso del Papa:
http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2015/02/14/francisco-a-los-cardenales-que-el-pueblo-de-dios-vea-siempre-en-nosotros-la-firme-denuncia-de-la-injusticia-y-el-servicio-alegre-de-la-verdad-religion-iglesia-purpurados-benedicto-iglesia-religion-vaticano.shtml
Un cordial saludo.
Me gusta el artículo y me parece una obligación intelectual dar a conocer la verdad, sobre lo que sea y sobre la época que sea. Por consiguiente, mi primer deseo es darle las gracias a Leonardo Boff.
El segundo deseo, es preguntarme qué vamos a hacer los cristianos para impedir que los Papas o los cristianos fanáticos digan atrocidades. Ahora no nos persigue la inquisición, ni la cultura política es tan rígida, etc… incluso, si sigue la buena racha de papas como Francisco, la denuncia ante la Iglesia de los Derechos Humanos y de la Tierra mal cumplidos tendrían cierta eficacia.
Supongo que habrá muchas críticas a la Iglesia aprovechando la información de Boff, pero también sería bueno que los cristianos actuales y futuros nos sintiéramos responsables de la imagen de la iglesia.