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Hispania, al-Andalus, Sefarad

Honorio2“Los reyes de Tarsis y las Islas le ofrecerán sus dones” dice la Biblia en algún lugar… El País de Non Plus Ultra y las columnas de Hércules, la Hispania Romana, el al-Andalus musulmán, el Sefarad judío… Todo eso somos. El ADN de los habitantes de la península ibérica es un cruce de sangres, culturas y religiones, y negar cualquiera de esos elementos que lo han conformado sería negar nuestra identidad, renegar de nosotros mismos… Somos una encrucijada, un encuentro, una diáspora.

Es imposible negar ochocientos años de convivencia, trabajo en común, pleitos y peleas de vecinos. Y son tan españoles los que viven su españolidad en la diáspora como los que la disfrutamos en casa.

No se trata de exagerar más allá de lo real el peso de lo árabe-bereber-musulmán en nuestro ADN, pero tampoco de achicarlo hasta hacerlo desaparecer y negarlo. La entrada de lo musulmán en la península se llevó a cabo en complicidad con los godos peninsulares, por obra de una mayoría de bereberes escasamente islamizados, más magrebís que musulmanes, y unos jefes militares árabes de origen oriental. Primero en nombre del califato de Bagdad, que muy pronto perdió sus poderes a manos de la aristocracia autóctona, los Almanzor, Abderramán y demás.
Y la convivencia de los recién llegados con los nativos peninsulares, que de godos pasaron a denominarse mozárabes o mudéjares, se estructuró en forma de acuerdos y de pacto entre ambas comunidades, y de mutuo respeto de la cultura y usos y costumbres de ambos.

Mientras los ejércitos africanos intentaban avanzar hacia el corazón de la Europa central y se instalaban en Zaragoza, Tudela, Pamplona, Cataluña, en el plano cultural el Oriente musulmán recuperaba mediante traducciones toda la cultura grecolatina, y al-Andalus se hacía con ese mismo bagaje y se embarcaba en una edad de oro cultural que haría de nuestro país el más culto del universo conocido. Todo ello en una situación de isla aislada que se autoabastece a sí misma y saca de su herencia latinogoda recibida de los Sénecas y los Isidoros de Sevilla, todo un tesoro cultural inagotable. El califa Al Hakam II cuenta con una biblioteca de 400.000 volúmenes, un bibliófilo de Almería supera en su biblioteca particular esa cifra. La población está en su mayoría alfabetizada; un poeta malagueño cantará que: “No el vino –No la melodía que se canta –No los acordes de los instrumentos –Mis delicias son los libros de estudio –Y el criado de quien me sirvo es mi pluma”.

Y Boabdil, el rey expulsado de su Alhambra de Granada,  dirá: “al-Andalus tanto en lo antiguo como en lo moderno ha sido siempre un país de sabios, alfaquíes y gentes del Islam”. Y el italiano Gramsci, en nuestros días, confesará que la cultura de al-Andalus es una síntesis de Renacimiento italiano y Reforma protestante. O sea, un Renacimiento prematuro en suelo europeo, un anticipo del que surgió en suelo italiano siglos más tarde y luego tradujo al alemán Martín Lutero.

Digamos apenas unos nombres: Ibn Masarra, panteísta, Ibn Gabirol, neoplatónico, los dos en el siglo X; Avempace, o el más grande de todos los filósofos y médicos andalusíes, Averroes.

En el terreno filosófico, los andalusíes ponen el acento en facilitar la convivencia y coexistencia de la filosofía y la teología, según Averroes “filosofía y religión son hermanas de leche; la filosofía confirma la revelación”.

Al lado de la filosofía y en competencia con la razón, surgen en el siglo XI los místicos como Ibn al-Arif, o el gran maestro Ibn Arabi de Murcia con su máxima fundamental: “conócete a ti mismo y conocerás a tu Señor”, no por vía racional sino de forma intuitiva y mística.

Matemáticos que abren el camino al álgebra, médicos, naturalistas, agrónomos, astrónomos, poetas, arquitectos, expertos en el aprovechamiento del agua para riego…

En ese florecimiento de la cultura tienen parte muy importante los judíos sefardíes; Maimónides, un sefardí, en un momento, hacia el siglo XIII. Con la decadencia de los reinos de Taifas, el foco cultural se desplaza de Córdoba a Toledo, bajo los auspicios de Alfonso X el Sabio, que promueve las traducciones de los filósofos y escritores griegos al latín y así acerca a la Europa central todo el tesoro de la cultura clásica.

Desde otro foco cultural de la costa levantina, Raimundo Llull se embarca en un diálogo-debate con los sabios musulmanes, predica a la puerta de las mezquitas de todo el Mediterráneo, escribe obras sin cuento en torno a ese encuentro y diálogo entre el Islam y el Cristianismo.

La convivencia judío-musulmana empieza a complicarse, y muchos de ellos emigran a Castilla y Aragón, recibidos con los brazos abiertos por los reinos del norte, a los que aportan el soporte financiero y de promoción del comercio que hará de estos reinos importantes potencias económicas en el continente europeo.

La caída de Granada desencadena un final amargo y trágico para esta convivencia multicultural y plurirreligiosa… Primero, los judíos en 1492. A principios del 1500, son expulsados de Castilla 130.000 mudéjares, de Valencia 150.000, de Aragón 200.000; 6.000 de Cataluña. Entre las expulsiones del siglo XVI y las que decretó Felipe III más tarde, se calcula que salieron 180.000 judíos.

Fue una sangría ruinosa para el país, desde el punto de vista demográfico y económico; en especial la salida de los judíos, maestros financieros y dueños de la banca en Europa, arruinó a las Haciendas peninsulares no solo por su ausencia sino por su hostilidad hacia el país que los expulsó. Cuesta trabajo entender desde nuestro siglo XXI cómo es posible que una Andalucía de tanta riqueza cultural  y agrícola haya venido a convertirse en una tierra de grandes latifundios solo aptos para cacerías y ganado bravo o monocultivos de olivares… Pero a la vista de los datos reseñados, se comprende la tragedia que el sur de España ha vivido desde la expulsión de judíos y moriscos.

A día de hoy, cientos de miles de judíos, quizá millones, siguen hablando el sefardí o castellano clásico como su lengua materna; a día de hoy, cientos de miles de magrebíes guardan las llaves de la casa que les obligaron a abandonar en el siglo XVI y el XVII y sueñan, reclaman a veces airadamente que se les devuelva su tierra de origen y su casa, y siguen llamando a al-Andalus su patria… Haríamos bien en ponernos en su lugar, en imaginarnos expulsados de nuestra casa y nuestros bienes por un ejército que debería defendernos…

A día de hoy, la península entera brilla con una arquitectura que hunde sus raíces en la cultura romana y goda, que ha heredado de ellas el arco de herradura como bandera, y luego ha evolucionado en un arte mudéjar con su mezquita de Córdoba, con los elementos mudéjares de la Seo de Zaragoza y su palacio  de la Alfajería, con su Giralda y sus cientos de torres de llamada a la oración musulmana, sus castillos árabes vigilando desde mil colinas.

Dicho sea todo esto para sugerir humilde pero firmemente que una España católica es una España a medias, un tercio de España nada más; que al-Andalus es el otro tercio que deberíamos intentar recuperar, que deberíamos abrir nuestros brazos a todos los sefardíes que quisiesen volver a convivir en nuestro mismo suelo, su solar de otros tiempos. Que nuestro ADN conlleva necesaria, forzosa, inevitablemente un diálogo interreligioso. Que somos un país mediterráneo todo lo singular que se quiera, pero uno más entre tantos países hermanos que se asoman a las playas, a los muelles, a los amaneceres y crepúsculos de este Mare Nostrum.

Que vista desde aquí, Europa no es un continente cristiano monocorde y monocolor como pretenden algunos, que se le ha inoculado desde este al-Andalus por el Oeste y desde Estanbul, antes Constantinopla, camino de Viena, una cultura y una manera de adorar a Dios diferente.

3 comentarios

  • Román Díaz Ayala.

    No hay contradicción, Honorio, sino asuntos permanentemente abiertos, o que no pueden ser abarcados en una sola ( aunque muy buena) síntesis, como la que has escrito, para hacernos comprender que hay una parte de nosotros mismos que ignoramos sistemáticamente.
    lo más importante, cuando se mira hacia atrá en la historia es alcanzar algún éxito, por el cual, nuestro juicio corresponda exactamente a la epoca y a los protagonistas.
    Las dos potencias del Mediterráneo, Cartago y Roma, por primera vez intentaron dominar o establecer una forma de control sobre toda la península, pero ya los otros emporios del oriente mediterráneo ( pueblos griegos y fenicios) se contentaban con sus costas alargando sus redes comerciales.
    Dices bien apuntando que la epoca hispano-visigoda tenía sus formas de convivencias y que muy posiblemente la presencia judía ya estaba firmemente asentada ( lo cual es lógico porque la Diáspora judía se extendía por todo el Imperio Romano). También te apunto que más que una conquista musulmana neta, tuvo también la conversión al Islam de caudillos visigodos y pueblo hispano-rromano, que veían así la manera de librarse de la minoría dominante.
    Ya sabes que España entró en el concierto europeo, como uno de los primeros Estados-Naciones de la Edad Moderna, pero con sus caracter´siticas particulares. Aquí no se necesitó liquidar el feudalismo, por lo que la tesis de  la formación de la unidad de España debe ahora ser reconsiderada más que nunca, porque seguimos teniendo siempre el sentimiento de que no estamos definitivamente articulados, gracias a los mitos, y a la aventura imperial.
    La generación del 98 repensó España, pero el dolor por la tragedia (La pérdida del imperio en plena auforia colonialista de los países europeos) les impedía optar por un proyecto claro de futuro. La República fue otro intento fracasado que se disolvió con la Dictadura (Igual que la Restauración con Primo de Rivera)
    ¿En qué momento estamos?
     
    Como ves, siguen las cuestiones permanentemente abierta.

  • h.cadarso

    Intento integrar tu comentario, Román, en el que ya he extraído de textos que he leído en Internet. Tu explicación de la actitud de la iglesia española no define a esa iglesia, yo creo que la iglesia romanovisigoda, la de San Isidoro de Sevilla, obedece más a un modelo de aceptación de la convivencia y el diálogo entre las tres religiones presentes en la península. En un momento hablas de una sociedad castellana que acepta esa convivencia de tres culturas para luego volver a una voluntad de construir una patria mediante una sola religión y cultura, eliminando a las otras…
    Luego ha venido a Atrio Leonardo Boff con su lectura del fanatismo religioso a partir de los papas que nos repartieron el mundo a españoles y portugueses, y creo que se equivoca al hacer una lectura del fanatismo-racismo en clave estrictamente religiosa, cuando se trata de un fenómeno con raíces económicas, filosóficas y muchas más que se entremezclan unas con otras.
    Se me quedó en el tintero la lectura de ese estudio y definición de nuestro ADN como país tal como nos la presenta nuestro mejor fotógrafo, pintor y conocedor de nuestra alma, Miguel de Cervantes. Don Quijote no parece especialmente católico ni especialmente patriota fundamentalista, y se retrata en su frase: “Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho…”
    Y tanto él como Sancho se retratan en el encuentro con el morisco  Ricote, vecino de ambos antes de ser expulsado de España a algún otro país de Centroeuropa. Evidentemente, Don Quijote y Sancho se identifican con Ricote, se posicionan como él ante las luchas religiosas y políticas como víctimas de las mismas, escépticos, laicistas, partidarios de una convivencia entre todos los nacidos en España en el mutuo respeto y diálogo…
    Luego vendrían las intensas relaciones de Cervantes con el mundo musulmán en Argel, en sus cautiverios, en sus batallas…Un Cervantes que sin llorar por fuera, llora por dentro las desventuras de un país que se desangra por unos objetivos militares y de poder que solo interesan a la nobleza y la alta jerarquía eclesiástica de España…
    Vamos, que los moriscos y judíos expulsados de España al filo del siglo XVI en nuestro siglo XX han quedado representados con nuestros “rojos” como Machado, Juan Ramón Jiménez, Falla y tantos cientos de miles que tuvieron que exiliarse entre 1936 y 1940. Y con los cientos de miles de fusilados en las cunetas como Federico García Lorca…
    Una España laica, del diálogo y de la convivencia de culturas y religiones, víctima permanente de otra oscurantista, fanática, capitalista.
    Tú hablas de invasores que vienen a este solar, ya ves, yo más bien pienso en españoles que son expulsados por la fuerza y se van a la diáspora…. Don Pelayo se cepilla a Alfonso el Sabio, Menéndez y Pelayo excomulga y retira la nacionalidad española a Maimónides, Averroes, y toda esa chusma de sabios renegados de la santa religión católica…Quizá la iglesia española, la mozárabe, habría tomado otra ruta, si hubiese mantenido una discreto autonomía respecto a las ambiciones y despotismo de Roma…
    Y para más inri, hasta el Papa Francisco parecee insistir en que Europa es un continente cristiano…  La Europa de Istanbul, de Bosnia, de al-Andalus, que hoy da trabajo a tantos millones de emigrntes musulmanes…

  • Román Díaz Ayala.

    Esta es una visión que parte desde el Catolicismo, la religión dominante y prevalecedora, después de siglos de convivencia y confrontaciones, que denuncia lo que hemos llegado a perder, y enjuicia si ha valido la pena. El Cristianismo español se hizo en España Católico-romano antes de que aconteciera la reforma de Lutero.
     
    Todo esto se traduce por la llamada “formación de la unidad de España”. La Peninsula siempre fue solar que resolvía su existencia con la llegada de sucesivas invasiones, y la hispano-rromana empezó el período de varias oleadas de invasiones de pueblos germánicos.
    La Iglesia, ya introducida en las capas populares, fue el único elemento que se mantuvo en pie, pero luego ayudó decisivamente el papel de los visigodos españoles para amalgamar el conjunto de la península
    Los ocho años de convivencia musulmana fue un largo período de lucha entres Estados donde la ambición por la tierra prevalecía sobre el antagonismo étnico o religioso. No existió en absoluto una voluntad nacional de reconquista, propia de los mitos de la historiografía posterior, que fue la base política del Nacional-Catolicismo.
    El italiano Gramsci puede decir que lo que dijo porque en España no existió la organización feudal establecida en el resto de Europa, no hubo feudalismo que liquidar. Sólo en Cataluña podemos hablar de un feudalismo clasico de corte europeo. (Que explica mucho de su evolución posterior respecto a los otros pueblos de España)
    Y Andalucia ( La Nueva-nueva-Castilla) se estableció con estructuras señoriales, de gran fuerza y poder, que le daban una independencia con respecto a la Corona.La meseta central y el sur no conoció ni la presencia de elemento urbano ni los inicios básicos industrial y comercial.
    La sociedad castellana y dominadora se tuvo que asentar renunciando a su proverbial tolerancia, la de las tres culturas, mitificando todo lo mitificable, incluso la religión. En vez de perpetuar el pais de las tres castas de creyentes como elemento  de amalgama, vencieron el orgullo y los prejuicios, culturalmente inferiores, pero exacerbando su mesianismo.