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CURSO DE INTRODUCCIÓN A MARCEL LÉGAUT 11

«La Fe en Dios»

(Capítulo VIII de El hombre en busca de su humanidad)

más un apunte sobre «Fe y creencia ideológica en Dios» (cap. IX)
y otro sobre «Fe y misión» (cap. X)
 

1. «La Fe en Dios». En los capítulos que hemos presentado hasta ahora (llevamos ya leído más de la mitad de HBH), Légaut ha hablado de la fe (cómo la entiende, qué es) pero no ha nombrado para nada a Dios. La razón es que, para él, sólo cuando ya está avanzada la búsqueda de la propia humanidad es cuando le surge al hombre de veras nombrar a Dios, y afirmarlo dentro de una reflexión sobre dicha búsqueda.

Esta demora no deja de chocar frente a cómo se apresuran las instancias ideológicas, sobre todo las religiosas, en exponer una doctrina y en proponer un absoluto, no sin proponer, además, la adhesión y el ingreso en el grupo de los adeptos o de los creyentes (pues se entiende por fe este tipo de adhesión).

Hoy veremos, pues, la forma como, en opinión de Légaut, el hombre accede de veras a la «fe en Dios» que consiste en afirmar su «existencia» no tanto como “creyente” sino como “hombre de fe”.

 

2. Recordemos primero, tras la pausa de las vacaciones, el hilo de este curso/taller. La última entrega versó sobre dos cosas: la encrucijada de las «dos opciones» y cuál era la primera de ellas: partir de la visión del Todo para comprenderse; o, dicho de otro modo, buscar el sentido de la vida en la adhesión a una «ideología» o «creencia ideológica», en lenguaje de Légaut; ideología o creencia que no necesariamente era expresamente religiosa, dada la sociedad actual.

Esta 1ª opción parecía, al principio (en el capítulo VI), una de las dos vías posibles. Sin embargo, luego vimos (en el capítulo VII) que esta 1ª opción no era tanto una opción o una vía que llevaba al término, cuanto una etapa útil a condición de que se supiese situar dentro del itinerario de la 2ª opción. En caso contrario, en caso de no considerarla como una etapa sino como una opción definitiva, la «creencia ideológica», en opinión de Légaut, se convertía en un obstáculo y en un impedimento en el camino del hombre en busca de su humanidad.

Lo importante, por tanto, para Légaut, era indicar el límite de esta 1ª opción, tan extendida. Era hacer su crítica para rebasarla. En esto último insistimos al final de nuestra entrega anterior: la «crisis» de la «opción ideológica» no aboca al hombre adulto al sinsentido sino que lo abre a otro camino de sentido, mucho más interior y personal, el de la 2ª opción.

 

3. Tras el capítulo VII, sobre la 1ª opción, el capítulo de esta entrega de hoy, el VIII, habla, lógicamente, de la 2ª opción: partir de sí mismo para hallar la conexión con el Todo por un esfuerzo de interioridad.

No obstante, este capítulo VIII habla, propiamente, del último término de esta 2ª opción. La razón es que los capítulos I a V ya formaban parte, propiamente, de la 2ª opción. Estos capítulos se inscribían ya, en esta 2ª opción, como etapas o peldaños sucesivos de la misma, con sus términos también sucesivos.

Todos tenían como núcleo la «fe». De manera que sólo en continuidad con ellos (y no sólo en contraste con la 1ª opción) aparece ahora la «fe en Dios». Sólo después de reflexionar sobre la «fe» en sí mismo, en el otro y en las relaciones fundamentales con él, así como ante la muerte y en la actividad de creación; sólo después de la crítica del absoluto implícito en cualquier «creencia» u «opción ideológica» (absoluto no necesariamente religioso, ni explícitamente denominable “Dios” aunque sí formalmente tal); sólo tras todo esto es cuando tiene sentido hablar de «fe en Dios».

Por eso este término de «Dios» no aparece, en el discurso de itinerario de Légaut, hasta después de rebasar la mitad del libro: en la Sección IIª de este capítulo VIII, que es el texto principal de la entrega de hoy.

4. «Fe y creencia ideológica en Dios». No obstante, por razón de calendario (para pasar pronto a los temas directamente del cristianismo), también incluimos, en esta entrega de hoy, aunque más brevemente, los dos capítulos siguientes.

El capítulo IX, lo incluimos en esta misma Introducción por lo que ahora vamos a explicar. El capítulo X, sobre «fe y misión», lo incluiremos, en cambio, en la Selección de fragmentos posterior.

Si incluimos en esta Introducción el capítulo IX («Fe y creencia ideológica en Dios») es porque este cap. IX vuelve sobre el tema del capítulo VII. Légaut considera en él el caso de unas «ideologías» o «creencias ideológicas» específicas: las explícitamente religiosas, en las que “Dios” es la clave de bóveda de la doctrina.

Por eso la tesis fundamental de este capítulo IX es semejante a la del capítulo VII: la creencia ideológica en Dios, como toda creencia ideológica, sólo es útil en la medida en que es una etapa o un nivel que se rebasa. De lo contrario, si el hombre se detiene y se instala en ella, es un obstáculo y un impedimento en la búsqueda humana.

5. La «creencia ideológica en “Dios”» es clave en las diferentes ideologías religiosas en que se concreta la 1ª opción de Légaut (partir el hombre de una visión del Todo para comprenderse). De este tipo de creencia o de adhesión trata el capítulo IX. Como esta «creencia ideológica en Dios» es un caso particular de la «creencia ideológica» en general, empezamos la entrega de hoy, como decíamos, por leer un fragmento síntesis de este capítulo.

La adhesión a una ideología que pone a Dios en el centro de su doctrina no es del mismo orden que la fe –opción primera a la que el hombre se ve empujado ineludiblemente cuando camina, con valentía, lucidez y rigor intelectual, hasta el término del camino adonde le lleva afrontar su condición– (…). Por sí sola, esta adhesión ideológica no puede tener por efecto ni puede promover la fe en Dios. Al contrario, la suplanta como hace un doble, e impide al hombre –cuando éste se contenta con ella– dar el paso ciego y singular que la fe reclama. Venida del exterior, la adhesión ideológica sólo interesa, de hecho, a la superficie del hombre.

A diferencia de la fe, a la adhesión ideológica, el hombre no la tiene lo bastante como suya como para interesar a su ser total; y esto incluso si dicha adhesión es ferviente y está hondamente arraigada en él por herencia o por una práctica prolongada. Por eso, cuando la fe en Dios no es primera, las creencias religiosas son sólo un bien que el hombre posee y del que extrae, sobre todo, confort, lo reconozca o no. Por lo regular, las creencias religiosas le parecen evidentes gracias a que comparte una cierta predisposición colectiva hacia ellas (…).

Para mantenerse en su pureza específica, la fe en Dios exige del hombre, a pesar de la natural tendencia de éste a asegurarse de todo y a rodearse de convicciones precisas, que reconozca estar condenado a la ignorancia absoluta respecto al misterio de Dios. Las creencias ideológicas sobre Dios, por el contrario, convierten en evidentes tanto su existencia como su acción por el mero hecho de incluirlas en un sistema intelectual. Incitando al hombre a creer en Dios de la misma manera que cree en ellas, satisfacen su necesidad de saber, de seguridad y de certeza.

6. Ahora bien, la situación del hombre en el mundo actual es compleja pues no es una sino que son varias las «ideologías», tanto religiosas como no religiosas, que lo solicitan y envuelven; de modo que el hombre debe abrir su propio camino en medio de ellas.

En la sociedad actual, la «creencia ideológica» religiosa (así como el “Dios” de ésta) es obstáculo para la «fe en Dios» de diferentes formas. Dependiendo de las personas y de su situación, la creencia ideológica religiosa es obstáculo en la medida en que lleva, por un lado, al fideísmo y al ateísmo práctico de los creyentes; y también lo es, por otro lado, en la medida en que lleva al agnosticismo o al ateísmo de los no creyentes (quienes, por otra parte, pueden tener alguna otra creencia ideológica no religiosa, igual que los creyentes).

“Creyentes” y “no creyentes” coinciden en que el Dios que afirman, que niegan, o que ni afirman ni niegan, es el Dios exterior de las «ideologías» religiosas de su sociedad. Muy distinto es el Dios interior que el “hombre de fe” intuye al término de su camino personal, tanto si es creyente como si no, es decir, tanto si su inquietud y su búsqueda humana incluye, para comprenderse y expresarse, términos tomados de la religión o creencia religiosa de su medio, como si, por el contrario, dicha inquietud y búsqueda no se explicita en una forma religiosa determinada.

Sólo los “hombres de fe”, que, con el tiempo y por experiencia y reflexión, no ponen ni tienen como lo primero y definitivo la «ideología» (ni religiosa ni no religiosa), son los que acaban por reconocer y dar a ésta un lugar útil en su camino, justo a partir del hecho mismo de relativizarla. En efecto, son los “creyentes” y los “no creyentes” en los que prevalece su condición de “hombres de fe”, es decir, de personas guiadas por la inquietud propiamente humana y por la fe, los que niegan, de un modo u otro, el valor primero y absoluto al que sin cesar tienden sus posiciones ideológicas, tanto en otros terrenos como en el religioso. Ellos son los que saben dar el lugar relativo pero útil a las ideologías o a los sitemas de creencias.

7. Para llegar ahí, en opinión de Légaut, nada hay más liberador que «la intuición reflexionada pero siempre tanteante», al final del camino de la fe, de una forma en cierto modo nueva de nombrar a Dios.

Veamos, en la Selección de fragmentos del capítulo VIII («La fe en Dios») y del capítulo X («Fe y misión»), :

(1) cómo surge el nombre de «Dios» en el discurso de Légaut y en el itinerario del hombre, justo cuando éste conciencia y reflexiona acerca de las «exigencias interiores», únicamente suyas, que están en la base de su «fe»;

(2) exigencias en las que reconoce una «acción» y una «presencia» que el hombre comprende que bebe afirmar que no son sólo suyas, aunque sin él no serían, y que son «de Dios» de un modo especial;

(3) estas exigencias y este modo de percibirlas como “no sólo suyas” sino también “de Dios” lleva a la persona a poder pensar en la existencia más allá de su vida, y en su misión entendida como algo distinto de las funciones, encargos y proyectos, en el plano de la acción, que haya podido desempeñar, intentar e incluso realizar.

= = = = = =

 

GUÍA DE LECTURA Y AUTOEVALUACIÓN

Por Antonio Duato

Hemos tenido tres semanas de descanso en el ritmo de entregas para el curso de Légaut. Espero que más de una persona haya aprovechado para ponerse al día en el ritmo del curso.

Este no es un curso o un taller para entrar a la ligera, leyendo rápidamente, como pueden ser otras noticias o temas. La invitación fue desde el principio a dedicarle una horas a cada tiempo, leyendo con calma la introducción (la fr hoy es clarísima) y los textos que, expresamente para este curso, han sido seleccionados y entrelazados por los miembros de la Asociación Marcel Lagaut que nos presentan el curso.

Lo que podemos hoy plantearnos tras esta lectura atenta es:

  1. ¿Aporta algo Légaut para la vivencia de una espiritualidad auténtica, trascendente y transpersonal, en un ambiente laico, donde la referencia a Dios está generalmente ausente?
  2. La continua presencia y referencia religiosa a Dios de algunos ambientes o épocas de nuestra vida, ¿puede ser un freno para que la persona avance en el camino de una auténtica espiritualidad hasta llegar al final de su opción por el conocimiento interior propio?
  3. ¿Puede una persona auténticamente espiritual ser más parca aún que Légaut en usar el término Dios como objeto último de su fe, sustituyéndolo en su interior con otras expresiones que nacen de su profundo, como Tú, Realidad última, Misterio o Vacío englobante?
  4. ¿Tendrá derecho otra persona a seguir utilizando la palabra Dios u otros nombres recogidos de su tradición religiosa para referirse a lo Último pero con una connotación nueva que no contenga la ideología y el imaginario que rodeaban esos términos en dicha tradición?

10 comentarios

  • M.L. en el HBH, nos indica que:
    «El hombre (varón y mujer) de fe,
    llega a Dios a través de sí mismo.
    Solo a partir de su fondo propio
    puede entrever y expresar lo que es
    accesible para él de Dios.»

     
    Cualquier otra forma,
    lo podríamos considerar
    como “adoctrinamiento”.
     
    También entendemos que M.L. nos dice:
    «A medida que Dios adquiere existencia
    en el ser humano, éste participa del
    Ser mismo de Dios»,

    de la misma Vida de Dios.
     
    «La presencia de Dios en la persona humana,
    es del todo comparable a la presencia,
    de aquellos/as que son nuestros prójimos.
    Personas que nos son cercanas
    y que llevamos dentro».

     
    «La existencia de Dios en el ser humano,
    manifiesta una posibilidad de desarrollo ilimitado»,

    Ya desde el A.T. se nos dice con claridad que
    “…el hombre (varón y mujer) conoce a Dios
    en la medida en que escucha su interpelación
    a la justicia y el derecho defendiendo
    a los pobres y oprimidos.
    Y el culto que no está respaldado
    por la justicia y el derecho
    no pone en contacto
    con el Dios verdadero,
    sino con un ídolo…”.

    (Jr 22,13-19; Os 6,6; Is 1 y 11)
     
    Tanto de la realidad de Dios,
    como de la realidad de las personas,
    de la naturaleza, de las cosas…
    podemos tener un “conocimiento racional”,
    pero también podemos tener
    un “conocimiento existencial”.
     
    En el “racional”, nos acercamos
    a la realidad desde fuera,
    como espectadores de la misma,
    a través de las ciencias
    (teología, filosofía, antropología…),
    de la técnica y tecnología…
     
    En el conocimiento “existencial”,
    no solo nos acercamos a la realidad,
    sino que estamos dentro de ella
    como actores y protagonistas
    juntos con otras personas.
     
    Encontrarse con las personas,
    no es verlas externamente.
    Es dejarlas entrar en nuestras vidas
    y dejarnos cautivar por ellas…
     
    La persona que se encierra en sí misma
    o está permanentemente en guardia,
    difícilmente dará entrada
    en su vida a los demás o
    compartirá su vida con otro/a.
     
    Encontrarse con las personas
    no es cruzarse con ellas en la calle.
    Es conocerlas y reconocerlas,
    entrar nosotros en sus vidas y
    que ellas entren en las nuestras.

     

    Para que el encuentro sea posible
    es necesario que la persona
    cultive y desarrolle su capacidad
    para el encuentro, que significa
    tener disposición y tener actitud.
     
    Nuestro encuentro con Dios acontece,
    en lo más profundo de nuestro ser,
    con lo más auténtico de nosotros
     
    Se encuentra con Dios
    quien se encuentra con
    su interpelación al
    Amor y a la Justicia

     
    Donde esa interpelación resuena con
    más fuerza y claridad es en el
    clamor de los pobres y oprimidos.

     
    Hemos de ir inventando nuestro ser,
    haciéndolo, construyéndolo a base
    de decisiones a lo largo
    de toda nuestra vida.
     
    La persona humana es
    radicalmente hambre y sed
    de sentido y de verdad:
    ¿qué soy yo?,
    ¿qué me queda ser a mí?

     
    Somos apertura a los distintos a nosotros,
    que la concretamos y convertimos
    en receptividad y acogida.
     
    Somos disponibilidad, que es
    entrega y donación.
     
    El amor brota cuando comenzamos
    a abrirnos a otra persona,
    en actitud de confianza y entrega,
    más allá de razones, pruebas
    y demostraciones
     
    ————————————————————————
     

    En el seno de las “ideologías” y de las “religiones”,
    la palabra “misión”, se ha entendido como:
    “proselitismo” para la “captación” de otros/as
    -tal vez como quizás hicieron algún día con nosotros-.
    Se ha mal interpretado el imperativo evangélico
    “echad las redes” (Lucas 5,4-5; Juan 21,6)
    pensando siempre en “frutos” y “resultados”.
     
    Se trata de una “llamada”, de una “invitación”
    a ponernos “el delantal del servicio”
    para ayudar a otros/as
    a vivir la plenitud del Amor,
    la fe en Dios, la resurrección

     
    La “misión”, que nos plantea M.L.
    es una “buena nueva”:
    «Humanizar y dignificar a las personas
    como hijas de Dios y hermanas»

     
    Una “misión”, que tiene que ser
    “amor interpersonal”,
    “acción por la justicia”
    , y
    “comunión”, que se hace
    de nuevo “misión”.
     
    ————————————————————————
     
    En los preparativos de la celebración
    del Primero de Mayo,
    día de los/as trabajadores/as,
    sentimos y vivimos esta “misión”
    encarnados en la pobreza
    y debilidad del mundo obrero.

    Por el que nos sentimos interpelados
    y desde ahí interpelamos también a otros/as:
     
    Con nuestros ojos y nuestro corazón
    puestos en el dolor y el sufrimiento
    de nuestros hermanos/as
    que padecen
    las consecuencias más duras de la crisis:
    parados, empobrecidos, desahuciados…
    para acompañarlos y ser solidarios con su situación.
     
    Identificarnos y poner nombres
    a las causas y consecuencias de la crisis,

    también a nivel local, de pueblo, de barrio,
    de grupos humanos, de familias,
    de personas que están en nuestro entorno,
    de las que conocemos sus rostros perfectamente.
    Conocer la realidad es el primer paso
    para proyectar y trabajar su transformación.
     
    Aprovechar honestamente y al
    máximo las ayudas disponibles
    de las
    Administraciones: Local, Autonómica y Estatal.
    Exigir la información y apoyos necesarios
    a quien corresponda.
     
    Pedir a las empresas un esfuerzo mayor en
    mantener los puestos de trabajo y evitar despidos.
     
    A las instituciones de todo tipo
    evitar gastos innecesarios
    y crear puestos de trabajo,
    aunque sólo sea a media jornada…
     
    Trabajos sociales, escuelas talleres,
    rehabilitación de edificios públicos
    y de protección oficial.
     
    Acogiendo a los/as trabajadores/as
    en paro del entorno inmediato
    ,
    cuyas familias estén sin
    ningún tipo prestación social.
     
    Hacer un plan personal y familiar de austeridad:
    administrarse mejor, reducir gastos prescindibles
    y sobre todo superfluos, para liberarse de la
    servidumbre del consumo y estar en disposición de
    ser solidarios y ayudar económicamente a otros.
     
    Reducir los gastos suntuosos con motivos de
    las celebraciones sacramentales
    (bautizos, primeras comuniones y bodas)
    y los gastos ornamentales en templos, devociones,
    procesiones de Semana Santa y patronales.
     
    Promover equipos o grupos de personas,
    que organicen cauces comunitarios permanentes
    para compartir las ayudas económicas y
    servir de enlaces entre los que buscan trabajo y
    las necesidades concretas a atender y costear:
    atención a ancianos y discapacitados, limpiezas de hogares,
    pequeños arreglos de albañilería, carpintería, pintura y
    otros trabajos socialmente útiles a descubrir.
     
    Concretamos con quién o quienes
    nos vamos a hacer cercano estos días
    ,
    con quién o quienes vamos a compartir
    nuestra amistad y nuestro tiempo.
     
    Todo esto lo entendemos
    como afirmación de Dios.
     
    Que viváis con gozo la Pascua de Resurrección.
     
    Recibid junto a vuestras familias toda nuestra cercanía.
     
    Con cariño un abrazo
     
    Eduardo Soto
     
    ————————————————————————

  • M. Luisa

    No he podido, esta vez,   leer en su totalidad el presente  capítulo aunque sí lo hice  hace  bastante tiempo y  ya entonces su lectura  me cautivó.
     
    Por eso ahora me detendré en algún punto de ella  que,  curiosamente, puede servirme de puntal para reafirmarme   en  lo que a veces  he  intentado expresar filosóficamente.  Por lo que metida en esta tarea  del filosofar,  hace   tiempo que ya no   nombro a Dios, más bien lo siento   como Realidad, la realidad en la que todos estamos inmersos y que  por eso no hace falta concebirlo  como algo que estuviera en el más allá. Haberlo entendido así  es por lo que a  Dios  se le ha  objetivado, entificado,   favoreciendo, con ello,   al hombre (siguiendo  a Legáut)    entrar en el desconocimiento  de su propio enigma.
     
    Por el contrario, en tanto realidad que somos, si atendemos ahora a ese sentir,  que digo, la realidad de Dios, no será en absoluto  el  sentir sensible ese que por serlo la inteligencia prescinde  conceptualizando  lo sentido a su medida,  sino que será  un sentir  que por ser de realidad será él mismo intelectivo. Un sentir que no rompe la unidad y nos hace  conscientes de nuestra estructura interna, (profundidad, misterio). Esta reflexión me lleva a comprender  otro puntal de su lectura, allí donde  Legáut lo  expresa diciendo “sólo tras profundizar en el misterio del hombre puede aparecer para éste la cuestión del misterio de Dios”
     
    Os leo a todos/as, pero ahora no puedo alargarme más.
     
    Saludos
     

  • Kaláa

    Vale  Fico, que las amenazas son traumatizadoras…como sentirte amenazada por tu propia sombra.
    Eso de descubrir tu sombra arrastrada….. para olvidarla.   http://www.youtube.com/watch?v=2GoRpBLSAJE
    Se olvida persiguiendo la sombra de otros,  como juego de   niños…
    Saludos.

  • Fico Sánchez Peral

    En mi último trabajo antes de jubilarme (una empresa de baterías industriales), cuando alguien -por cualquier motivo- estaba próximo a la desfenestración irreversible, se decía de él que ya estaba irremediablemente “sulfatado”; y ahora Antonio nos dice que estamos apofatados, que quizá por ser el extremo opuesto, me evoca aquel.
     
    Pues bueno, Antonio; yo, desde la experiencia que me lleva de la sulfatación religiosa al apofatamiento espiritual, hago una llamada a nuestros colegas de curso (hay que ver qué cosas nos llama Antonio), a que salgáis ya de nuestro –más o menos- apofatamiento generalizado, ¡que se os echa de menos y se hace tarde! Pues mañana sale la entrega 12 y al que no aparezca, vaya usted a saber con qué palabro nuevo lo van a calificar.
     
    Hala, “amenazados” estáis.
     
    Un abrazo; Fico.

  • Antonio Duato

    Estoy seguro que este mayor silencio de los comentaristas habituales sobre este tema no responde a que no haya sido leído (por otros medios me llega la constancia de que el curso es seguido y apreciado por muchos) sino a la intrínseca inefabilidad (apofatismo) del tema explícito sobre Dios.

    Esto es ya una respuesta a mis preguntas. Intentamos no usar ese nombre, que está demaadiado devaludo por haber sido usado tan en vano. En la propia experiencia de búsqueda del misterio último de nuestra realidad, que no es exclusivamente personal sino englobante y transpersonal, nos faltan palabras. Y eso es justo y saludable.

  • Fico Sánchez Peral

    Creo que es la vez que más me está costando hacer un comentario en  lo que va de curso, y eso que por fin se habla de Dios o, ¡seguro!, precisamente por eso. Ya me he leído el tema –y despacio-  tres veces y sigo atascado. No se si comentar cómo comprendo lo que leo o cómo experimento lo que Légaut describe tan detalladamente. Lo primero me parece que carece de interés y lo segundo me parece imposible de transmitir.
     
    Parte de la dificultad estriba en que, al llegar aquí, uno entiende mejor muchas cosas, y una de ellas –que no es poco- es por qué se ha mencionado tan poco, o nada, el nombre de Dios… hasta que uno pasa por todas las etapas que tiene que pasar y alcanza la noción de misterio de sí mismo y misterio de Dios.  Tan desgastado está el nombre de Dios, pronunciado desde las  creencias y la  ideología religiosa, que a uno ya no le sabe a nada. Y, sin embargo, vivido desde la fe, ya no desea pronunciarlo, pues decir Dios significaría tan poco, que ahora entiendo lo de no pronunciarlo en vano.
     
    «Dios es para él más cierto que todo lo que sus sentidos y su razón le aseguran. Certeza de género único, despojada de toda evidencia…, que levanta al hombre por encima de sí aunque le dé vértigo»
     
    Es imposible de expresar, y eso que yo he dedicado mucho tiempo a escribir mi itinerario personal hasta llegar hasta aquí y que lo hago con la ventaja de que, una vez experimentada parte de las primeras etapas (solo las primeras) de lo que se describe en esta entrega, Légaut ha venido a ponerle nombre y explicación a todo lo que había ido viviendo (y a mucho más) y que, a solas, ni me atrevía a darle credibilidad. Lo vivía con miedo; todo era tan distinto de lo que el magisterio eclesial enseña, que pasaba por todo como con miedo y lo escondía. Me parecía tan osado creer que había llegado allí por mis medios y al margen del pensamiento oficial de la iglesia (e incluso en oposición a él), que no me atrevía a reconocerle el valor que tiene y solo al ver que Légaut lo confirmaba, me atreví a seguir adelante, entonces sí, catapultado además por la mayor amplitud, fundamento y perspectivas de Légaut.
     
    Lo primero que leí de Légaut referido a Dios, en la introducción a “Plegarias de hombre” fue: «…intuición reflexiva y siempre tanteante…» y a partir de ahí empecé a reconocerle valor a todo lo que llevaba dentro y a construir un discurso propio a partir de la profundización en el conocimiento de mi mismo, el descubrimiento y reconocimiento de mi propia presencia, alimentada por esa acción de Dios que surgía desde lo más hondo de mi y que me dejaba perplejo porque salía de mi, como si fuera mía, pero que era incapaz de controlar, como queriendo decirme que no era solo mía ni del todo mía…
     
    Y lo más desconcertante, pero que en el fondo fue lo que acabo confirmándome que no era solo mía y que por ahí iba bien, fue, precisamente, que no fuera capaz de controlarla. Es más, ni controlaba eso, ni controlaba a voluntad la posibilidad de reproducir esas situaciones de silencio, profundización, presencia propia… más que hasta llegar al encuentro con su presencia; pues la suya acude cuando acude, que, no sé por qué, no siempre acude.
     
    Y en cuanto a la pregunta 2 (las otras ya las pensaré) que propone Antonio: La continua presencia y referencia religiosa a Dios de algunos ambientes o épocas de nuestra vida ¿puede ser un freno para que la persona avance en el camino de una auténtica espiritualidad hasta llegar al final de su opción por el conocimiento interior propio?
     
    En mi caso personal: ¡clarísimamente sí! Y eso que (como ya he contado demasiadas veces) mi reflexión -que ya venía de lejos- se vio acuciantemente disparada por una circunstancia de muerte inminente pero que, ni aún así fue suficiente para que rompiera de inmediato con todo lo anterior. Aún me costó mucho arrancarme de aquella situación de atrofia que, aún sintiendo una fuerte intuición de Dios y una necesidad fortísima de trascender la religión y de trascenderme a mi mismo, me dejaba como clavado al suelo, incapaz de dar el paso adelante para cambiar aquella situación de dependencia por otra, de intuición clara de Dios, pero de total inseguridad. Me costó mucho, pero la inminencia de la muerte me llevo a dar el salto hacia Dios por inseguro que fuera todo.
     
    ¿Era un freno para acceder a la espiritualidad desde el conocimiento interior propio?: En mi caso (y me temo que también en muchos más) ¡Absolutamente sí!
     
    Bueno, y como esto me desborda y está saliendo deshilvanado y desordenado, lo dejo ahí; ya volveremos.
     
    Saludos; Fico.  

  • Gabriel Sánchez

    Bueno que te parece Antonio, si aprovechando mi error [Gabriel se refiere a que el comentario anterior quedó en espera pues había señalado una direción e-mail nueva que el sistema desconocia. AD] , lo reducimos a lo escencial…

    El otro día miraba a unos niños con capacidades diferentes  y en la sonrisa de uno de ellos…sentí…Su Presencia…, a la que simplemente disfrute…en mi y en ellos, en el goce de dejarnos poseer por ella… Desde Montevideo, con cariño Gabriel

    [Efectivamente, como muchos no habrán llegado a leer el largo texto anterior (¡tendríamos que imitar todos a Sarrionandia!) bien está este final sintético. AD]

  • Gabriel Sanchez

    Decíamos, tratando de aproximarnos a una realidad infinita cuya comprensión cualitativa y cuantitativa se nos escapa…apenas balbuceamos lo que a partir de nuestra percepción y nuestro razonamiento, nos permite entender, de una realidad que es inabarcable, que nos sitúa en una dimensión distinta…la de contactar con el misterio, un poderoso intelectual intento explicar esto, comentando como una hormiga que trata desde su hormiguero comprender que es la luz del sol…
     
    Yo creo que se quedo corto…el misterio, nos descubre una parte de la realidad cuyo acceso, necesita de una disposición interior…y que su contacto nos conmociona…y nos descubre, nuestra pequeñez…y nuestra fragilidad…y sin embargo nos enciende…
     
    Y esa conmoción, actúa de una manera que comprendemos parcialmente sobre todas los aspectos de nuestra realidad…eso creo yo incluye la ideología, el asunto es que el fuego venga provenga del misterio y encienda nuestra realidad y no como brillantemente lo indica Legaut, queramos desde la ideología sustituir ese fuego del misterio que no abarcamos y que siempre nos sorprende y descoloca…
     
    Para entender este aspecto, voy a permitirme servirme de un libro que yo uso para mis oraciones cotidianas y que ustedes ya conocen… Bautizados por el Fuego de la teóloga y profesora hermana Dolores Aleixandre  “…Éste es un desafío que hoy esta llamando a las puertas de nuestra vida (versión libre), como pensar la vida cotidiana como un lugar de la presencia del Señor, como lugar y espacio para vivir radicalmente el Evangelio. Pero hay unos cuantos factores que amenazan ese entronque y con los que tendríamos  que establecer una RUPTURA, para acceder a esa VINCULACIÓN a la vida cotidiana como lugar normal de insertar la vida de Fe…¿No estaremos necesitando un cambio profundo en nuestros ritmos de vida para llegar a poner a las personas por encima de los proyectos, para volver a las relaciones esenciales y para que, poco a poco,  los trabajadores se redimensionen  y sean expresión de la vida humana, de sus ritmos, necesidades y urgencias?…Una característica de todos los desplazamientos del profeta es lo que podríamos llamar el “movimiento descendente”: Elías, como expresa su nombre- “Mi Dios es YHWH” – es el hombre del absoluto de Dios. Su existencia esta tocada por la gloria y la presencia del Señor, subyugada por su mano, fascinada por su trascendencia. Y ese Dios, a quien únicamente quiere servir, va a ir conduciéndolo desde la esfera del trato con el rey hasta el escenario ínfimo de la casa de una viuda pobre y, además, pagana; desde el triunfo de su desafió a los adoradores de Baal en el Carmelo, y su existo al hacer llover después de tres años hasta el contacto con sus propios limites en la soledad amenazadora del desierto; desde el paisaje grandioso de la cumbre del Sinaí y su maravillosa teofanía, hasta el conflicto, al parecer minúsculo, del robo de una viñas a un campesino de Samaria…
     
       Dios tiró de Elías hacia abajo, y éste se dejo conducir, aunque, quizás como Jonás, realizará a regañadientes ese itinerario descendente…
     
    Desde la teofanía subyugante del Sinai…a enfrentarse al Rey, por el robo y el asesinato de Nabot (imagen de la sangre inocente derramada)…Allí esta, desde ese contacto que nos subyuga y enciende, hasta la lucha contra la injusticia, desde el triunfo sobre los adoradores de Baal al limite del desierto…junto a una viuda pobre y pagana, compartiendo su ultimo mendrugo de comida…Dios lo empuja hacia la gente, las situaciones, a compartir el itinerario vital y padecer con…los que sufren, con los que son victimas de la injusticia, el contacto con Dios, no nos ensimisma, sino nos lanza al medio de la historia y de la realidad, a compartir lo esencialmente humana, ámbito de encuentro con El Resucitado…Téngase en cuenta que la vida del Buen Elías, fue una carrera, una vida gastada…en la historia y en contacto con su pueblo…y compartiendo la necesidad de otros…que no son ni de su pueblo, ni de su fe…seguramente al leer el libro que relata e relee a la luz de la fe su vida,  se hubiera sorprendido, por que va ser su pueblo  años después el  que releyendo su vida, su historia, la encuentra habitada por la acción de Dios…y a Elías, como su servidor…
     
    En otra parte del libro, dirá algo así…el ir compartiendo la vida con otros, estando atento porque en el barrio, en la manifestación en la calle, en la lucha cotidiana por la justicia, en la cola del almacén, en el ómnibus…puede pasar por delante nuestro el Viviente, si no estamos con los ojos los externos y los otros bien abiertos…ni siquiera nos percataremos, por eso decía dolores, debemos tener lo que los místicos llamaba tener la pronta la fina punta del alma…Este ejercicio, no nos deja demasiados márgenes, pero no llevará sin darnos cuenta, hacia abajo, adentro…y no revelará la presencia del altísimo obrando en la cotidianidad de nuestras vinculaciones…Pero nuestro empeño en reducir la realidad, a lo que nosotros comprendemos, medimos y pensamos…termina alejándonos de esa experiencia con el misterio, que se une a nuestra cotidianidad…
     
     
    El otro día miraba a unos niños con capacidades especiales y en la sonrisa de uno de ellos…sentí…Su Presencia…, a la que simplemente disfrute…en mi y en ellos… Desde Montevideo, con cariño Gabriel

  • mªpilar garcía

    El tema de hoy, es muy interesante, profundo, esencial para dar plenitud al ser posible que podemos llegar a ser.
    No solo para el creyente, sino para cada persona, que decida vivir desde un conocimiento y desarrollo personal, queriendo vivirlo plenamente (en lo posible) con todas sus capacidades, aunque estás de alguna manera, siempre estén condicionadas a sus propias limitaciones.

    M.L.:
    “El camino hacia la propia humanidad, que el hombre emprende, cuando se niega a aceptar las doctrinas…; avanza a partir de la vivencia adulta del amor….; y avanza asimismo cuando el ser humano se levanta y se tiene en pie tras la crisis de la creencia ideológica que antes diera un sentido a su vida”.

    El apartado tres, expresa de manera clara, las experiencias del ser humano que “escucha” y atiende esas vivencias que siente le llaman.

    M.L.: “Esta acción subterránea y sin rostro, fermento de las profundidades vitales”… levantan al ser humano por encima de si mismo, para que convierta en humano todo lo que llega a el.

    El apartado 4 y 5, para mí, es un “perderse” en esa inmensidad que me supera, sin querer expresarla;  es imposible…
    Haciéndola vida en lo cotidiano, porque todo forma parte de la realidad absoluta.

    Misión – vocación: al pasar los años, descubro, que lo más auténtico, no es “actuaciones concretas, servicios” (llámese como se quiera) es, estar ahí donde hay que estar, desde la mayor plenitud posible, dada su limitación…

    Todo ello, fundamentado, en ese perderse sin condiciones, a la llamada interior, profundamente percibida a lo largo de la vida…

    ¡¡¡Fidelidad sin condiciones, desde la misma inmanencia!!!
    mª pilar

  • Sabemos que la esfera consta de periferia y centro. Si voy desgastando la periferia, puedo llegar al centro? Ese punto invisible, indimenso y apenas teórico, pero invariable en su eterna matematicidad, ese punto sería lo que sería Dios en la periferia vital de cada uno, sin olvidar que ese «cada uno» es lo más variopinto que imaginarse pueda!