Sobre la incoherencia personal
“Les haremos ver nuestros signos en el universo y en ellos mismos,
hasta que reconozcan qué es la Realidad”. (Corán, 55, 29)
Freud nos decía que los ideales y creencias que tanto valoramos, no son más que los muebles con que decoramos el salón para recibir a los invitados. Y añadía: “yo os enseñaré el sótano, la caldera, las tuberías, la energía sexual, (la líbido), que es la que en verdad controla la casa”.
Por eso hay que desconfiar y mucho de la coherencia interna, que tanto se alaba en las personas y que es muy engañosa, y lo que es peor aún: es muy autoengañosa. Porque esa supuesta virtud, demostradora de nuestra racionalidad, como Freud enseñaba, es artificial y autofabricada a posteriori, para nuestra autojustificación moral.
Y peor aún si va acompañada de grandes alharacas y proclamas acusatorias a los “malos”, los “corruptos”, los “injustos y avariciosos” y demás “viciosos”. “La indignación moral es el artificio que el necio utiliza para autootorgarse dignidad”, apuntaba Marshall McLuhan.
La actitud mas digna es la de la perplejidad. La perplejidad es el nombre fino de la duda. Lo que los taoístas llaman el yin y el yang, las dos caras de la moneda, etc.
Hay dos maneras de tener las ideas muy claritas. La primera es no saber casi nada, y la segunda saber mucho, pero no lo suficiente. Advertía Mark Twain: “Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo para hacer una pausa y reflexionar”.
Se podría escribir un elogio de la incoherencia. Todos los “esforzados”, (y mas o menos todos lo somos mucho), pensamos que hay que ser consecuentes, coherentes con las ideas que mantenemos, pues no deja de ser absurdo pensar algo y actuar de otra forma.
Pero la incoherencia interna es un fenómeno mas complejo del que parece. Podría ser una especie de instinto, de intuición profunda y secreta de nuestros errores internos.
Todos reconocemos que en la formación de nuestra cosmovisión y de nuestro ideario aceptado, admitimos ideas que muy posiblemente son erróneas o no acertadas. La coherencia absoluta y ciega con nuestro sistema de ideas, lo que hace es amplificar esos errores. Pero lo malo es que todos nos creemos en poder de la verdad, lo que en realidad nunca es cierto al completo.
Ser férreo, y plenamente consecuentes con sus ideas, ha sido la causa de grandes males, pues una idea errónea inicial, contamina a otra y a otra y a otra, en cadena, y no se sabe muy bien a donde vamos a parar.
Por eso esa laxitud en la coherencia interna puede ser muchas veces una defensa intuitiva del subconsciente a la multiplicación de errores en cadena.
Por eso cuando se habla del hombre del Tao, del hombre perfecto, del hombre divino, del hombre sabio, no se les considera nunca incoherentes. El hombre sabio del Tao, considera que él dispone del saber sobre las cosas. Y ese es el origen del famoso y mal comprendido wu wei taoísta, el hacer sin hacer. Se trata del hacer fácil, sin esfuerzo, del que sabe qué tornillo hay que apretar, y lo hace como si no hiciera nada.
La incoherencia brota, fluye de forma natural de los errores de cartografía mental, y cuando estos no existen lo “natural” es ser coherentes. Un ejemplo del tema son los ascéticos, y los integristas, (y sectarios de todo tipo, y todos lo somos en mayor o menor grado), pues nuestra inseguridad personal nos hace muy sensibles a las incoherencias de su vida.
Las teorías del Caos y de la Complejidad, señalan el llamado “efecto mariposa”: una pequeña desviación inicial sobre lo correcto, repetida una y otra vez en un proceso continuo, de forma indefinida, puede causar efectos enormes e inesperados. Los ascéticos y los integristas, al forzar la coherencia de sus planteamientos, logran una coherencia artificial y forzada que les lleva muchas veces a situaciones inestables, y muy perjudiciales para ellos y para los demás.
Pero no me hagáis mucho caso, pues muy posiblemente estas ideas son fruto de mis errores cognitivos propios. Yo tengo un mito personal de que el Juicio final personal de cada uno, no será solo para comprender los errores cometidos, sino sobre todo para revisar nuestra cartografía mental. Entonces habrá que pasar la ITV de las ideas, y se nos colocará a cada uno en la clase oportuna, para reaprender lo que necesitemos, a unos una cosa y a otros otra.
Gracias Asun por tomar de tu tiempo para comentar más el tema del You Universal. Me has picado la curiosidad y ya estoy buscando cosas que leer. Saludos cordiales.
Dracir, mil gracias, por cuestionar por el Yo universal, que, como indica, es compartido por todos al ser no-dual.
Este término lo oí emplear primeramente a Mónica Cavallé, en su libro “La Sabiduría recobrada”, en el que se considera a la filosofía universal, en su profundidad coincidente, como terapia de vida.
Seguramente la mística sufí, como la filosofía de la no-dualidad, india y oriental vedanta-advaita, entre otras, coinciden en Eso .
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Unas veces expresado en pequeños poemas como éste anónimo sufí del siglo XII, según creo, quizá es posterior:
Viene a decir así:
El Amado llama a la puerta de la Amada:
–Quién es? Le preguntan del otro lado.
–Soy yo.
(La puerta no se abre y llama de nuevo)
–Quién es?
–Soy yo.
(Sigue la puerta cerrada y llama otra vez)
-Quién es? (Vuelve a preguntar)
– Soy tú.
Y la puerta se abre….
Como puedes intuir, no se trata de un concepto, es mucho más que eso a lo que apunta. Es la identidad compartida de lo que realmente que somos, y que va más allá o acá de lo que observamos como “nuestro centro operacional físico-psíquico” o “yo particular”.
…
“Yo” soy en el otro,
En todo otro,
En quien veo mi verdadero rostro,
Apenas salgo de la ceguera de mi mente,
de la estrechez de mi ego.
Nuestro único “Yo Soy”
anhela el reencuentro,
que nos hagamos conscientes
de lo que nuestro Ser ya sabe:
no hay distancia ,
somos Uno.
Tomado del libro “Otro modo de ver, Otro modo de vivir” Invitación a la no-dualidad. Su autor Enrique Martínez Lozano.
Y para terminar, me gustaría añadir que Jesús participaba de esta sabiduría, al percibir ésta como su identidad, la de todos los seres humanos, viviéndose desde un nivel de consciencia transpersonal:
“El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará” (Marcos 8,35).
A esto dice el autor anterior: “Perder la vida” no es sino desprenderse del yo, porque nos hemos “encontrado” en el “MÍ” de Jesús, es decir, en la identidad que compartimos con él y con todos los seres, en el Territorio común: ésa es la “buena noticia”.
Un abrazo.
Asun, pudieras explicar un poco más la noción de Yo Universal. Me parece que se relaciona con Rumi el poeta sufí pero no estoy seguro y quisiera poder comprender major tu comentario. Gracias.
Este impulso que toda persona siente en su interior, digamos de superación, de excelencia, se torna en contra, no solo de ella, sino también de los demás y lo sufre sobre todo ante la vida, al no alinearse con ella en todo lo que es, aceptando y acogiendo, con humildad, la Realidad que incluye absolutamente todo, lo agradable y lo que no lo es a la mente egoica, con la que mayormente se vive, uno y una, identificados.
El yo particular deja de vivirse desde lo que es, cuando vive identificándose con ese yo únicamente, volviéndose un yo superficial, que separa y excluye lo que no le es accesible a su deseo y control.
Sin embargo, ese mismo yo particular puede vislumbrar el Yo Universal, que es en hondura, al dejar de buscar en lo externo, de querer ser otra persona o esforzarse en ser la persona que no es, y que solo existe en lo constructo de su ansia mental de ”trascendencia” o “trascenderse”, lo cual es aparente complejidad y confusión, y también comprensible, reequilibrado y con atención observado, rindiéndose ante ese caos y descontrol que lo acompaña.
Verse en el otro, en lo otro, tal como lo que es y somos es más que un simple anhelo que puja por emerger y fluir. Lo podemos llamar amor, de mil modos, pero eso consciente es lo que en lo más hondo somos y está latente en toda vida su despliegue.
“La teoría en la que surge la verdad es la actitud de un ser que desconfía de sí. El saber sólo llega a ser saber de un hecho si, al mismo tiempo, es crítico, si se cuestiona, si se remonta más allá de su origen…”. (Cf. E. Levinas, Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Salamanca, Sígueme, 1987, p. 105). Exhorta a mantener una actitud respetuosa y humilde para cuestionar las propias teorías y ver la crítica exógena como beneficiosa porque dicha crítica externa le ayuda a cuestionar-se.
Francisco ha hablado de la tentación de apropiarse de la verdad: “…con las consolaciones hubo también otros momentos de desolación, de tensión y de tentaciones…la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados —hoy— «tradicionalistas», y también de los intelectualistas. La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los «buenistas», de los temerosos y también de los así llamados «progresistas y liberales». La tentación de transformar la piedra en pan para romper un ayuno largo, pesado y doloroso (cf. Lc 4, 1-4), y también de transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (cf. Jn 8, 7), es decir, transformarlo en «cargas insoportables» (Lc 11, 46). La tentación de bajar de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer allí, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en lugar de purificarlo y conducirlo al Espíritu de Dios. La tentación de descuidar el «depositum fidei», considerándose no custodios sino propietarios y dueños, o, por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje pulido para decir muchas cosas y no decir nada. Los llamaban «bizantinismos», creo, a estas cosas…”
(http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/october/documents/papa-francesco_20141018_conclusione-sinodo-dei-vescovi.html)
Benedicto XVI dijo de los agnósticos de buena fe: “Los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis” (Mt 21, 31-32). Traducida al lenguaje de nuestro tiempo, la afirmación podría sonar más o menos así: los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; los que sufren a causa de sus pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cerca del Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ven ya solamente en la Iglesia el sistema, sin que su corazón quede tocado por esto: por la fe.” Enlace:
(http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2011/documents/hf_ben-xvi_hom_20110925_freiburg_sp.html).
Este comentario se va a centrar sobre el artículo (o trozo de libro) de Ortega que el amigo Oscar, nos ha servido. Por una parte a mí me ha servido para conocer más a Ortega, que yo no conozco casi, (lo reconozco). Ortega para los españoles es el modelo de gran filósofo español. Nos lo han vendido como una gloria nacional, y eso dice mucho del estado cultural de España.
Ya sabemos que hay gente, que el gran negocio que se puede hacer con ellos, es comprarlos por su valor y venderlos por lo que creen ellos que valen. Ortega, me da la impresión, que es uno de ellos.
El artículo, se resume fácilmente: hay dos clases de hombres “ejemplares”, los auténticos como él, y los falsos como “otros”.
(Me gustaría saber a quién dirigía concretamente este artículo Ortega, pues tiene toda la pinta de una “vendetta” personal. Este tipo de artículos siempre se dirige contra alguien al que tenemos enfilado. Da toda la impresión de que estaba defendiendo su condición de “mandarín” cultural de la España de la época: “hay algunos que no saben todavía, que aquí el único que sabe alemán soy yo”.
A comparar la actitud vital de Ortega con la de sus seguidores Julián Marías, o Zubiri. Ortega es el ejemplo de que el demasiado champán, y las muchas marquesas en tu vida, son muy malo para la salud intelectual, y de que un intelectual también se muere de exceso de éxito social).
Aparte de esta digresión personal, (muy posiblemente injusta), la lectura del artículo, me ha traído resonancias del Tao. El Tao que puede ser expresado, no es el Tao. Y claro es que “el hombre verdaderamente ejemplar no se propone nunca serlo”.
Y también me ha traído resonancias de Jesús y de Buda, en general de los grandes Maestros. En el caso de Jesús, como en el cristianismo se le enjuicia fundamentalmente como Dios, queda muy desdibujada su faceta de sabio iluminado, (“que sabe”), al igual que el “Despierto” Sakyamuni. El Buda y con él todos los bodisattvas, se plantearon el dilema de la enseñanza, de ser “ejemplo” o “ejemplar”, con todas las contradicciones que eso lleva consigo. Buda insistió en que cada uno debía aprender por su cuenta, y no debía fiarse de las palabras de nadie, por muy iluminado que estuviera.
Pero sin embargo, renunció a su condición pasiva de integrarse anticipadamente en el “nirvana”, (el Reino de Dios), para dedicarse a enseñar al que quisiera escucharle, a pesar de que sabía de sobra, que para muchos no sería de utilidad, (parábola jesusita del sembrador, con toda esa semilla perdida). Todo maestro es fuente de contradicción, si se le mira con malos ojos, y a Jesús los maestros de la Ley, le criticaron fuertemente. El escándalo “farisaico”, se llama así por eso.
Hagas lo que hagas te van a criticar. Decía no sé quién, que cuando empiezas a hacer algo, los primeros que te critican son los que hacen lo mismo que tú; en segundo lugar te critican los que hacen lo contrario que tú; y al final te critican los que no hacen nada. Es como en el cuento del viejo, la mujer y el burro: te montes como te montes, a alguien le va a parecer que lo estás haciendo mal.
¿Qué hay “maestros”, de mayor y menor calidad?. Es obvio. Eso pasa con todas las cosas y actividades de la vida. Pero aquí, la responsabilidad principal radica en el alumno. Si te dan el timo de la “estampita”, es que te mereces que te den el timo de la “estampita”: por tonto.
¿Qué hay “maestros” que tienen muchas cosas que aprender aún?. Natural. Decía alguien que si uno no empieza a escribir un libro hasta saberlo todo, nunca escribirá un libro. En este sentido el gran Thomas Merton, explicaba que cuando empezó a dar clases a los novicios, pasó de aprender estudiando a aprender enseñando. La vida es un proceso contínuo de aprendizaje. Todos aprendemos de todos y así funciona el mundo cultural, que es un intercambio contínuo de ideas de las que cada uno escoge las que le “resuenan” en su interior.
Por algunos comentarios me da la impresión de que no me he explicado bien sobre la tesis del artículo.
Lo que vengo a decir, es que cada uno a lo largo de su biografía se acarrea una serie de ideas, conocimientos y valores, que adopta como su sistema de valores, que establecen el sentido de la dirección de su comportamiento. E inevitablemente este conjunto de ideas contiene errores y mixtificaciones, fruto de los errores que prendemos de los demás y de errores de discernimiento propios.
Pero todos consideramos, (por definición), que nuestras ideas son las correctas, (aunque genéricamente admitamos que podríamos estar en el error).
Entonces, ¿cómo caminar hacia el conocimiento de la verdad, que es la meta cultural y ética de toda persona?. Buscando en nuestra cosmovisión y en nuestro sistemas de valores posibles errores y corrigiéndolos.
Abrimos la nevera y cogemos un yogurt que tenemos hace tiempo, y para ver si sigue estando comestible, miramos la fecha de caducidad, o miramos dentro, y lo olemos, y si nos huele raro, lo tiramos, y si no, nos lo comemos. ¿Cómo miramos los yogurts de nuestro sistema de valores, para ver si siguen estando vigentes?.
La tesis del artículo es que observemos si realmente lo seguimos. Si resulta que una y otra vez hay cosas que nos las saltamos, la ética tradicional nos dirá que somos “malos o pecadores”, o que no tenemos fuerza de voluntad, etc. Y en muchos casos será así.
Pero también puede suceder que la causa sea que tenemos un mal planteamiento de la cuestión, fruto de nuestros aprendizajes en nuestra historia personal y entonces sería buen momento para reflexionar sobre el tema y hacer un alto en el camino.
Por eso digo que la incoherencia personal, sirve como aviso de que quizás algo en nuestras ideas no es lo correcto.
(Todo lo anterior sirve para personas que hayan escogido el camino de tener criterio propio, y de seguir un permanente proceso de búsqueda de la verdad).
La verdad es el conocimiento de la realidad. Y la libertad, (aunque parezca un contrasentido), está determinada por ese conocimiento de la realidad. Por eso decía Jesús: LA VERDAD OS HARÁ LIBRES. Yo lo hubiera dicho más provocadoramente: la verdad os hará necesariamente libres (lo que es una conjunción de opuestos, entre la libertad y la necesidad).
En esa búsqueda de la verdad, cada uno busca la verdad como quiera o como pueda. Hay personas que han cedido su libertad a una autoridad exterior humana que le guíe, y por eso alguien decía que no todo el mundo quiere ser libre, sino que buscan un buen amo. Y todos los caminos son respetables.
Yo, personalmente, creo que Jesús, por supuesto abre sus brazos a todos, pero también es verdad que cada uno tiene su carisma, sus dones recibidos, y a todos no les exige lo mismo, (parábola de las minas). Al carbonero le basta su fe del carbonero, pero al que no es carbonero, se le debe exigir una contribución a la humanidad mayor.
Alguien que desee ser humilde siempre tendrá en cuenta que no le sea necesario ni posible ser (porque nadie puede lograrlo) perfecto/a. Así posiblemente el lugar del control de su funcionamiento personal será interno (narcisismo secundario), suficiente capacidad o sensibilidad autocrítica y podrá a su vez “purificar” su “yo”. No debiera sentir perplejidad si le señalan un fallo de coherencia entre su decir y obrar porque pudiera beneficiarse mucho de ello.
Esto dice el DRAE sobre la “coherencia. (Del lat. cohaerentĭa). 1. f. Conexión, relación o unión de unas cosas con otras. 2. f. Actitud lógica y consecuente con una posición anterior. Lo hago por coherencia con mis principios. 3. f. Física, cohesión (unión entre moléculas).4. f. Lingüística. Estado de un sistema lingüístico o de un texto cuando sus componentes aparecen en conjuntos solidarios. La coherencia del sistema de adverbios de lugar en español se manifiesta en tres grados”. (Énfasis añadido).
La perfección parece inalcanzable y en el Salmo 138 parece que lo que la divinidad esperase fuera cooperación para que llegue a fruición su proyecto con su creatura más que una vida inmaculada. Además la muerte siempre será prematura con respecto a cualquier perfección ideal.
Freud parece que se refiriera a poder pasar del narcisismo primario (infantil) al secundario o del “yo”. De alguna forma, el narcisismo primario representa un espacio de omnipotencia que se crea en la confluencia del narcisismo naciente del niño y el narcisismo renaciente de los padres (Cf. F. Perrier, La chausée d’Antin, Bourgois, 1978, t.11, pág.110.) El paso de uno a otro Depende de que la percepción de los objetos se localice en el espacio realista del “yo”. La adolescencia debe marcar el espacio de la ruptura y de la recuperación de ambas partes,
El analista por su parte necesita mantener su propia autocrítica abierta—en palabras de Ricœur mirar a sí mismo “comme un autre“—para no tomar control de la espontaneidad o la autonomía de su analizando.
El DRAE dice lo siguiente de “perplejidad. (Del lat. perplexĭtas, –ātis). 1. f. Irresolución, confusión, duda de lo que se debe hacer en algo.”
Ante la extrema “certidumbre” de alguien quizás siempre sea mejor escucharle sin atentamente y si uno/a no pudiera asentir lo más prudente fuera pedir clarificación o guardar silencio y pedir tiempo para pensárselo. En fin de cuentas un tal proceder fuera respetuoso.
Lo que parece generalmente inadmisible es saltar a conclusiones sobre las intenciones o incluso el significado de lo que el otro/a diga como si uno también tuviera un juicio perfecto y un conocimiento infallible y total de la materia en cuestión.
Perdona Isidoro, si algo compartimos los humanos con los animales son los sentidos. Si el perro no se come el alimento porque éste huele mal se supone que antes, primero, lo ha olido su amo al dárselo y no sólo esto sino que él, además, sabe por qué huele mal: demasiados días…o porque estaba fuera de la nevera, etc., es decir, los humanos además de oler sabemos por qué una cosa huele mal pero el perro No! porfa!! Los animales captan presas, sí, pero nunca podrán captar un problema. Con más tiempo me referiré al resto de tu comentario.
Amiga M.Luisa: Yo reconozco que eso del dualismo y el no dualismo, no lo acabo de tener muy claro. Perdona mi ignorancia pero me da la impresión de ignorante filosóficamente, que se utiliza esa categoría para muchas cosas distintas. Y así hablando coloquialmente, estará justificado hablar dualísticamente cuando haya dos cosas o categorías distintas, y no estará justificado cuando todo sea lo mismo.
La cita de Freud, viene a cuento de la tesis que pretendía exponer: que muchas veces tenemos unos ideales y creencias en nuestra mente consciente, (nuestro sistema de valores), pero luego a la hora de actuar, funcionamos con la “sala de máquinas” de nuestra mente inconsciente, que no siempre está de acuerdo con ese sistema de valores.
Y ese desacuerdo se traduce en nuestra “incoherencia” personal, en no seguir al cien por cien ese sistema de valores del que presumimos (decía Freud), para justificarnos nosotros mismos y ante los demás. Y venía a decir que lo que en principio es considerado como un defecto, pudiera resultar al final, en un síntoma muy revelador de nuestros errores cognitivos internos, que se traducen en un sistema de valores, en parte erróneo.
Esa incoherencia sería algo así como una alarma que pita cuando algo en nuestro interior no está bien. Los que tienen perro saben que a veces le damos de comer algo que está en mal estado, nosotros no lo sabemos, pero el perro lo huele, y no se lo come. E insistimos e insistimos y el perro no come: no es desobediente, ha captado un problema.
Yo no soy psicólogo, (de hecho no soy especialista en nada), pero creo que Jung, decía que las neurosis, son un gran activo del humano, pues al ser la consecuencia de nuestras incoherencias internas, y si no resolvemos esas incoherencias, se traducen en acciones personales poco adecuadas y coherentes con nuestras cosmovisiones personales. Por ello estas incoherencias detectan un problema interno que debemos resolver.
Os pondré un ejemplo práctico. Si uno se está confesando sincera y reiterativamente siempre de los mismos pecados, es que hay alguna creencia que tenemos en nuestro sistema de valores que no aceptamos en realidad. (Los esforzados voluntaristas dirán que es simple falta de voluntad, pero yo creo que es una visión muy simple de la cuestión). Y si uno es muy de izquierdas, y luego vive lo mejor que puede, con los lujos burgueses que le alcance su poder adquisitivo, (lo cual no critico, y es muy humano), sucede lo mismo.
La mente es como una rama de un árbol, si no es “flexible” y se dobla ante la fuerza del viento, (nuestra realidad interna), acaba quebrándose, y nos conduce a actitudes como el integrismo o el sectarismo irrespetuoso con los demás, o incluso a graves desequilibrios nerviosos y depresiones sin causa aparente. (Muchas organizaciones con fuerte pensamiento integrista, están repletos de graves problemas psicológicos de sus miembros. Eso no se produce por casualidad, y por eso es unos de los mayores secretos que ocultan al exterior, sus dirigentes).
Respecto a lo que dice Oscar de la “perplejidad”, tiene que ver, que ante la incoherencia que observamos en nuestro comportamiento, nos desconcertamos y no sabemos que hacer, como el burro que tiene a la misma distancia el agua y el grano. Eso genera muchos escrúpulos y remordimientos, por nuestra incoherencia y mucha perplejidad y mala conciencia. Y por eso muchas veces eso lo tapamos autoengañándonos y no queriendo ver esa incoherencia personal cuasi congénita, tapándola con un exceso censor ante los demás, (la indignación moral que cfritico).
Como veis es un tema que da para mucho. Amenazo con seguir.
Hola “de nuevo!”
Uno de los frutos del “SÍ PERO NO”
es multiplicar al infinito los Comentarios.
Eso suele ser lo que llamamos una TERTULIA ¿no?
Como decía un amigo mío:
– “HABLAR DE PAVADAS AFLOJA EL ESTRÉS“-
Era lo que muy sabiamente hacían nuestros ante-pasados
porque “se tomaban todo” (hasta el tiempo y la molestia)
Gracias Isidoro, ya te voy entendiendo!
Tal vez esté en consonancia con un Artículo de Ortega y Gasset, que te copio
(a quien le resulte “largón” puede obviarlo)
…………………
1/3
NO SER HOMBRE EJEMPLAR
En un libro mío —España invertebrada— he insinuado una doctrina sobre el origen de las sociedades que discrepa sobremanera de las usadas. Según ella, la sociedad humana sólo tiene semejanzas externas, inesenciales, con las llamadas «sociedades animales» de que el evolucionismo quería derivarla. La sociedad histórica es un fenómeno esencialmente diferente de grey, rebaño, tropel, bandada, hormiguero y colmena. Por otra parte, no es tampoco un desarrollo del grupo familiar. Este último, si se entiende con algún rigor, aparece con posterioridad a la sociedad y como una incubación interna a ella. Sería, pues, la sociedad un fenómeno irreductible y último. Esta convicción mueve a Aristóteles a hablar de un instinto político en el hombre. Pero no define claramente cuál sea la función de ese instinto. ¿Se trata de lo que vagamente llamamos tendencia a la sociabilidad, es decir, a la mera aproximación e informe convivencia? Esto no bastaría. No hay sociedad sin una estructura estable, aunque sea muy elemental. No hay sociedad si no existe en los miembros la conciencia de pertenecer a un grupo.
Múltiples datos, sobre todo etnológicos, fuerzan a pensar que la sociedad nace de la atracción superior que uno o varios individuos ejercen sobre otros. La superioridad, la excelencia de cierto individuo produce en otros, automáticamente, un impulso de adhesión, de secuacidad. Las maneras o usos de esa persona eminente son adoptados como normas sobreindividuales por los entusiastas atraídos. Si hay, pues, que hablar de instinto diríamos que el instinto social consiste concretamente en un impulso de docilidad que unos hombres sienten hacia otro en algún sentido ejemplar. Esa relación dinámica entre el hombre ejemplar y el anhelo de seguirle, de conformarse a él, que actúa en los demás, aparece en todas las sociedades desde las más toscas y primigenias hasta las más elevadas y como desmaterializadas. Así, la Iglesia cristiana, está en su esencia y nervio últimos, constituida por Cristo y sus dóciles. La docilidad, el seguimiento —o, como con expresión algo inadecuada suele decirse, la «imitación de Cristo»— es la realidad dinámica que ha constituido la Iglesia cristiana. En su gigantesco desarrollo ésta ha llegado a ser, claro está, muchas otras cosas más. Pero todas ellas viven de aquella actividad nuclear, y la realidad histórica de la Iglesia depende en cada momento del fervor de docilidad que los fieles sientan hacia la ejemplaridad de Jesús.
Pensando de esta manera, ha de parecerme forzosamente que cuando un hombre llega a ser ejemplar en algo, alcanza lo más alto que al hombre es permitido. Pero toda potencia del hombre trae consigo un vicio en que aquélla se desvirtúa y falsifica. Frente a la auténtica ejemplaridad hay una ejemplaridad ficticia e inane.
Una y otra se diferencian, por lo pronto, en que el hombre verdaderamente ejemplar no se propone nunca serlo. Obedeciendo a una profunda exigencia de su organismo, se entrega apasionadamente al ejercicio de una actividad —la caza o la guerra, el amor al prójimo o la ciencia, la religiosidad o el arte. En esta entrega inmediata, directa, espontánea, a una labor consigue cierto grado de perfección, y entonces, sin que él se lo proponga, como una consecuencia imprevista, resulta ser ejemplar para otros hombres.
En el falso ejemplar, la trayectoria espiritual es de dirección opuesta. Se propone directamente ser ejemplar; en qué y cómo es cuestión secundaria que luego procurará resolver. No le interesa labor alguna determinada; no siente en nada apetito de perfección. Lo que le atrae, lo que ambiciona, es ese efecto social de la perfección —la ejemplaridad. No quiere ser gran cazador o guerrero, ni bueno, ni sabio, ni santo. No quiere, en rigor, ser nada en sí mismo. Quiere ser para los demás, en los ojos ajenos, la norma y el modelo.
No advierte la contradicción que en este propósito hay. Porque la ejemplaridad es un resultado automático y como mecánico de alguna perfección, y ésta no se consigue si no existe un frenético amor y apasionada entrega a una labor determinada. Al proponerse, desde luego, aquélla, desvía su persona del entusiasmo ingenuo hacia toda actividad concreta, y se queda con la mera forma de una realidad que sólo se realiza mediante algún contenido. De aquí otra diferencia radical entre ambas suertes de ejemplaridad. El buen ejemplar no puede serlo si no es fecundo, creador de algo. El mal ejemplar no crea nada positivo y valioso. No es verdaderamente hábil, ni sabio, ni siquiera bueno. El que se propone ser bueno a los ojos de los demás, no lo es en verdad. Véase cómo el propósito de ser ejemplar es, en su esencia misma, una inmoralidad.
La esterilidad del falso ejemplar es consecuencia inevitable de su propósito. Como no se siente originalmente arrastrado hacia ninguna labor positiva ni goza de aptitud especial para ellas, tenderá a subrayar más en su vida la perfección en el no hacer que en el hacer.
Yo he conocido y conozco algunos de estos hombres «ejemplares» y siempre me ha divertido sobremanera contemplar la astucia con que eluden todo lo que es creación, faena positiva, y se las arreglan para dar a la esterilidad un valor positivo. Así, en el orden intelectual, el falso ejemplar acentuará mucho la prudente abstención del juicio, insistiendo sobre lo difícil, lo aventurado que es toda afirmación o negación taxativas. Si después de haber pensado mucho sobre algo, encendido por el fervor de un descubrimiento» hacemos alguna aserción, el falso ejemplar no nos dirá: «En efecto, es así», o bien: «Yo creo todo lo contrario», sino que nos dirá: «Es posible, es posible. ¿Quién sabe?» Con lo cual quedamos corridos, avergonzados de nuestra petulancia y ligereza, maravillados de la superioridad residente en aquel hombre, el cual genialmente no olvida nunca que la mente puede errar. Y necesitamos un buen rato para caer en la cuenta de que bajo nuestra sentencia, no obstante su aspecto de enérgico dogmatismo, existía también esa general sospecha que va aneja a todo juicio humano y que, por lo mismo, no necesita ser formulada en cada caso.
El falso ejemplar es, asimismo, poco amigo de la literatura, para la cual, por supuesto, carece casi siempre de aptitud. En su opinión, el literato corre siempre el riesgo de convertir el arte en un pretexto para el propio lucimiento. Como él mismo es un temperamento radicalmente vanidoso y todo lo hace en vista de los demás, o lo que es peor, convirtiéndose, al modo de Narciso, en espectador de sí mismo, propende maniáticamente a suponer dondequiera el prurito de lucirse, y desconoce el amor generoso y directo al mero ejercicio de una potencia
La mayor parte de los españoles no va a los toros. Por una u otra razón, esta fiesta les aburre o les repugna. Sin embargo, un día, cediendo a tal o cual circunstancia, ese español que no va a los toros asiste a ellos. La infrecuencia del caso, lo insólito de los motivos que le han hecho aquella vez o veces asistir, le dan, sin embargo, derecho a considerarse como alguien que no va a los toros. El falso ejemplar es, en este punto, de un rigor heroico. El que no suele ir a los toros, si va alguna vez, lo hace precisamente porque no da importancia al no ir. El falso ejemplar convierte el hecho sencillísimo y negativo de no ir a los toros en una hazaña positiva. Lo propio le acontece con la lotería. Mientras un sinnúmero de compatriotas que no juegan a la lotería caen en ello alguna vez, el falso ejemplar se rehusará gravemente a jugar ni siquiera esa vez, y dará a esta sencilla abstención un aspecto heroico.
Al viajar preferirá la tercera clase. No por razones positivas —falta de medios, deseo de observar las clases inferiores— sino precisamente para «no ir en primera»,
Esta propensión a dar importancia a las cosas que no la tienen es un síntoma inequívoco de falsa ejemplaridad, y se produce ineludiblemente en todo el que, esperando a toda hora cosas grandes de sí mismo, no es capaz de entregarse a ninguna actividad determinada por vivir preocupado sólo de su propia ejemplaridad.
En vez de procurar aventajarse en alguna de las tareas importantes del superior repertorio humano, sumergiéndose en ella sin remilgos, el falso ejemplar tiene que comenzar por dar importancia a lo que no lo tiene, a fin de poder ser en algo ejemplar. Y como es más fácil no hacer que hacer, su heroísmo se compondrá, sobre todo, de renuncias y abstenciones. El falso ejemplar no es el santo, sino el «santón», y como éste, florece en los pueblos que sufren decadencia y se apartan de los grandes apetitos vitales. Dondequiera la plebe ha sentido mágico respeto hacia esos hombres extraños que se abstienen —los «santones». Las clases más robustas, en cambio, los han despreciado siempre y no preguntan nunca, para estimar a un hombre, qué es lo que no hace, sino al revés, qué hace.
El hombre «ejemplar» tiene que compensar la futilidad de sus normas (negativas y referentes a cosas sin importancia) con un enorme rigor en seguirlas. De esta manera, al evitar toda excepción en su cumplimiento, adquiere su conducta cierta cómica grandeza. Irónicamente solía contar el padre de Pío Baroja, como una de sus hazañas, no haber visto nunca jamás un drama de Echegaray y haber estado solo en la Puerta del Sol. Cosas parecidas, sólo que en serio, constituyen la heroicidad habitual de los hombres «ejemplares», que vienen a ser la novela por entregas de la virtud.
La perfección moral, como toda perfección, es una cualidad deportiva, algo que se añade lujosamente a lo que es necesario e imprescindible. De aquí que, como en todo deporte, contenga la, perfección moral un grano de ironía y se sienta a sí misma sin patetismo alguno. La mera corrección moral es cosa con que no tiene sentido jugar, porque significa el mínimo de lo exigible. Pero la perfección no nos la exige nadie; la ponemos o intentamos nosotros por libérrimo acto de albedrío, y, sin duda, merced a que nos complace su ejercicio. De aquí que el hombre perfecto en algo sienta la fruición de faltar alguna vez a sus propias normas y caer, por decirlo así, en pecado. Otra cosa es idolatría de la norma, como si ésta tuviese por su materia misma un valor absoluto y fuese necesaria. Pero la norma de perfección vale simplemente como la meta para la carrera. Lo importante es correr hacia ella, y el que no la alcanza no queda por ello ni muerto ni deshonrado.
El tirano de Siracusa que mandó fustigar a su hijo porque tocaba demasiado bien la flauta hizo lo que debía. Porque tocar sin defecto la flauta sólo puede conseguirlo quien haga de ello un oficio, y no es el de flautista oficio adecuado al hijo de un príncipe. Parejamente es ilícito hacer de la ejemplaridad y de la virtud una profesión. Por eso el hombre de tacto se complace en faltar de cuando en cuando a las normas que él mismo se ha impuesto, en quebrar su efectiva ejemplaridad a fin de dejar un breve hueco entre su vida y la perfección abstracta que le sirve de meta. Nuestra existencia no debe ser un paradigma, sino un segundo curso entre los modelos que a la vez nos aproxima a ellos y gentilmente los evita. Algo así como, según Nietzsche, es la buena prosa: la cual se hace siempre en vista del verso, confundiéndose casi con él, pero, al cabo, eludiéndolo con grácil fuga en el momento decisivo.
…………………….
-“pues una idea errónea inicial, contamina a otra y a otra y a otra, en cadena, y no se sabe muy bien a donde vamos a parar.”
Lo de “erronea inicial” lleva carga de profundidad y puede que de su explosión oportuna se inicie esa incoherencia que llega hasta el desequilibrio del resultado violento contra la propia realidad, enmarque siempre de la verdad, independientemente de su calidad moral.
Y puede que todo parta no de la consideración del parcelamiento de la realidad propia y ajena, sino precisamente de no tenerla en cuenta como unidad con carácter inalienable relacional con la realidad ajena, sobre todo, si de seres humanos se trata.
El pasaje arquetípico de la sangre de Abel empapando la tierra y llevando su clamoroso grito a las alturas, creo puede explicarnos mejor que otras reflexiones el inicio o causa básica de una radical incoherencia, entendida como marginación u oposición a la verdad contenida en la realidad de una actitud humana y su terrible consecuencia.
La respuesta a una críptica incoherencia de Cain, vine como respuesta aclaratoria del fallo inicial de la incoherencia de su actitud humana condensada en su propia individualidad habiéndola separado de la verdad real (de realidad) fraterna, expresada desde las alturas con esta llamada de atención a la responsabilidad por el fallo de coherencia: ¿Caín DONDE ESTA TU HERMANO?
Porque en lo inicial de su errónea idea, lo que ha dado pie o es causa del crimen fraterno es la incoherencia teórico práctica de haber prescindido de la realidad fraterna como inalienable verdad.
Y este arquetípico suceso va actualizándose permanentemente en la historia de la Humanidad, hasta el grado de globalidad que nos está denunciando la situación global de la misma en tiempo actual.
¿Podría darse tanta y tal incoherencia vital humana si no se diera la falsedad con la que queremos aceptar la condición de los SERES HUMANOS?
¿Y esta falsificación no se elabora en nuestras mente, racional o irracionalmente, previo a cualquier interés, sub o inconsciente mas o menos responsable?
¿Si consideramos la incoherencia como merma de libertad en el ser humano, no habrá que reafirmar que la LIBERTAD es fruto exclusivo de la VERDAD y esta la vamos pudiendo encontrar si tenemos en cuenta la REALIDAD?
Hola Isidoro!
Ok! Todo arreglado!
Bueno, no todo!
En cuanto a tu referencia a Erasmo, concuerdo en tu fotocopiar lo del “ELOGIO”; pero a mi parecer habría que hacer un esfuercito en lo referido a la traducción de “STULTITIA” por “LOCURA“. Para mí es una mala traducción al castellano.
Lo de Erasmo a mí me parece una genial continuación del “NO SABER NADA” en la Mayéutica de Sócrates (“Solo sé que no sé nada“).
Ese NO SABER de fondo nada tiene que ver con lo de Freud.
Freud andaba buscando las CAUSAS FRENADORAS de la vida.
Sócrates y Erasmo veían en la “NECESIDAD DE SABER LO QUE NECESITO” un pujo (como autometerte un palo en el culo) para SALIR A LAS PERIFERIAS EXISTENCIALES; lo que con menos rimbombancia se ha llamado desde mucho antes: ESTAR EN EL MUNDO (una Perogrullada grandota, si las hay!).
¡Vamos todavía! – Oscar.
PS.: Dos cositas
1.- Tu Post no tiene nada que ver con la PERPLEJIDAD ¿no?
2.- Tu Post, en cuanto a “escrito”, nos declaras que ha sido un “apresuramiento” con resultado de imperfecto y desorientador por las tantas correcciones de idas y vueltas que le vas agregando. ¡Escribe “tranqui” que nadie te apura ni dejes que te apuren! ¿ok?
Perdonad que insista. (Se ve que estoy un poco espeso últimamente).
Lo que he querido decir con lo de que “si estas descalzo no te metas en charcos”, es que el ideal para ir de un punto a otro es la línea recta. Pero si estás descalzo y el suelo está lleno de charcos, no puedes ser absolutamente coherente e ir en línea recta, porque te vas a poner perdido de agua. Esa es la tesis del artículo, que ahora veo que está bastante mal redactado.
Y acabo con una frase que leí por ahí, y ya puse en otro hilo: “La rigidez mental es fruto de un exceso de coherencia”.
Hola María Luisa!
Tus últimos Comentarios a lo de Isidoro
son una confirmación de su Tesina ¿no?
¡Vamos todavía! (con un poquito de HUMOR) – Oscar.
Amigo Isidoro, en primer lugar pedirte disculpas pues no me fue posible días atrás dar respuesta a uno de tus comentarios que me dirigías en otro hilo, estaba a punto de comenzar un curso y debía centrarme en él, además en adelante creo que me robará algo de tiempo por lo que no podré entrar en Atrio con la misma frecuencia como venía haciendo.
En cuanto el presente artículo sobre la coherencia, pienso que Freud provenía de un pensamiento dualista que por aquel entonces comenzaba a tambalearse. El ejemplo del salón y del sótanos es buena prueba de ello.
Habríamos de distinguir coherencia de cohesión. Para que haya coherencia en lo que se dice y no sólo sea lo que se dice producto de una coherencia de carácter lógico y por tanto externo, ha de haber antes cohesión interna, es decir física. Es la cohesión interna la que nos abre a la coherencia externa. Dicho con otras palabras la coherencia no es consecutiva sino constitutiva, es decir, queda constituida primariamente por la cohesión interna, lo que ocurre es que Freud influido por la filosofía antigua obvia esta cohesión resbalando sobre ella y por eso la coloca en el sótano.
Perdonad la insistencia. El título ideal sería “Justificación de la incoherencia personal”. Lo de “Elogio”, ha sido un título un poco provocador, (no puedo evitar mi vena natural), al estilo del “Elogio de la locura” de Erasmo.
De acuerdo, no llegamos nunca a captar la realidad de las cosas; por tanto sería erróneo pretender un sistema completo de interpretación. Por otra parte sería nihilismo -y en contradición con lo logros que la cultura va consiguiendo- negar que podamos llegar a una aproximación a esa ealidad, y más aún por la vía intuitiva.
De acuerdo también con el sano final de Isidoro. Veamos con humor nuestras pretendidas explicaciones, pero vamos a tomarlas en serio y a ponerlas en práctica; sobre todo cuando se trate de hacer un mundo más justo, sin hambre ni subdesarrolloando.
Lo primero, ha habido un pequeño problema de maquetación del subtítulo, que debería continuar “del sí, pero no”.
Y quiero aclarar, que no pretendo hacer un elogio del relativismo cultural, sino una reflexión personal, en el sentido de que el ideal es ser perfecto, y tener la cabeza perfectamente amueblada, y muy con buenos muebles, pero si no la tenemos así, comprendamos que no es buena estrategia, fingir y autoengañarnos de que es así, porque entonces los daños se multiplican geométricamente.
Hay un párrafo que dice: “La incoherencia brota, fluye de forma natural de los errores de cartografía mental, y cuando estos no existen lo “natural” es ser coherentes”. Y luego: “la incoherencia interna podría ser una especie de instinto, de intuición profunda y secreta de nuestros errores internos”. Y por ello se concluye: “Por eso cuando se habla del hombre del Tao, del hombre perfecto, del hombre divino, del hombre sabio, no se les considera nunca incoherentes”.
Quizás no esté muy bien ordenada la redacción, pero en resumen, expreso que el ideal es ser perfecto, (“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”), pero como no lo somos, lo mejor es aceptarlo, trabajarse para mejorar y no fingirlo con una coherencia artificial.
En resumen: Si estás descalzo, procura no pisar los charcos. Y todos vamos más o menos descalzos por la vida. Respecto a la foto, amigo Oscar, eso es lo que hay, y ya le dije a Duato que me buscaré otra más “decente” para el futuro. Seguiremos.
El título estaba truncado por haber empleado en él dobles comillas en vez de simples comillas.
¡Cosas de los magníficos y sutiles programas informáticos, con su lógica exacta y su dificultad para interpretar la incoherencia que ha detectado Oscar!
Leía ayer: “con los ordenadores se puede llegar hasta donde puede llegar la imaginación y la inteligencia de las personas que los manejan”. Y el programa de ATRIO lo manejamos no una sino muchas personas.
Animados por el paso adelante dado por Isidoro, ¡vamos todos juntos adelante!
El Título que se lee es:
Elogio de la perplejidad, del
ese efecto de “quedar colgado” (no sigue nada después del “el”)
¿es un efecto buscado de “PERPLEJIDAD”?
¿Qué macana, no?
Hola!
En Resumen, lo de Groucho ¿no?, con algún agregadito mío:
– “Estos son mis Principios;
– si a usted no le gustan,
– tengo otros,
– que no estoy muy seguro que sean míos,
– o cuánto me van a durar”-
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¿Se podrá ir así todavía?.
¡Quedo PERPLEJO como la ojos-foto del Cumpa Isidoro!
Oscar.