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Vivienda y autocrítica

Es un texto breve de Jesús Mª Alemany que un colaborador (¡cuanto agradezco siempre este tipo de sugerencias!) me ha enviado de Heraldo de Aragón. No podía menos de publicarlo en ATRIO. No por el problema concreto de la vivienda. Sino por lo de autocrítica de quienes defendimos tantas veces la democracia formal frente regímees totalitarios que aseguraban mejor bien común. Y me asusta cómo la gran sociedad estadounidense, modelo de democracia formal, ha entronizado a un líder que quiere deportar a 11 millones de inmigrantes en EEUU y a otros tantos de la franja de Gaza, para hacer de ella un paraiso sionista-saudita. ¡Cuánta verdad profunda en esta vivencia que hoy nos expresa Jesús Mari, de alma pura y apóstol de la paz, desde el querido (por nuestra Pili sobre todo) Centro Pignatelli de Zaragoza. AD.

Tuve la oportunidad de formar parte de una comisión de Justicia y Paz invitada a mantener conversaciones institucionales en Alemania Oriental (DDR) en septiembre de 1989. No sabíamos que dos meses después iba a caer el muro de Berlín. Éramos cinco y presidía el abogado madrileño Pedro León y Francia. Los anfitriones fueron extremadamente amables, pero había una clara tensión en  nuestros diálogos de Berlín, Postdam y Dresde. Hablábamos con total sinceridad. Yo insistía en que era muy difícil mantener el régimen existente al menos por tres motivos: No había existido revolución en la misma Alemania sino aue había sido importada de la Unión Soviética, Rusia estaba en plena Perestroika con Gorbachov, y los jóvenes comunistas, que no habían conocido la guerra mundial, recibían inputs permanentes desde occidente.

Argumentamos  la imposibilidad de mantener  la falta de libertades en la DDR. Pero ellos nos replicaban una y otra vez preguntando si en España gozaban todos de los derechos a la vivienda y al trabajo como sí  ocurría entre ellos. Consideraban estos dos derechos más importantes que otras libertades políticas por las que se les podía colar el capitalismo occidental. Estábamos de acuerdo en que los derechos humanos son indivisibles, no se pueden elegir según conveniencias. Pero ellos insistían en que los derechos económicos y sociales tenían preferencia, y las libertades políticas estaban a su servicio. El debate estaba servido y fue intenso.

¿Por qué me viene ahora a la memoria un encuentro de tiempos olvidados?  Algunos meses después de la caída del muro y del comienzo de descomposición de la DDR recibí una carta de uno de los políticos alemanes más relevantes que se había reunido con  nosotros. Era inesperada porque yo no tenía ninguna especial relación personal con él. Tenía interés en pedir disculpas por su excesiva defensa de la realidad de la DDR y manifestaba que no todo lo que había dicho era correcto pero que debíamos comprender el marco político en que él estaba situado. Agradecí la sinceridad, y, por cierto, después me ha interesado seguir el destino de quienes se reunieron en 1989 con nosotros.

Ahora cuando los políticos españoles son incapaces de ponerse de acuerdo para asegurar el derecho a la vivienda de los españoles o para apuntalar aspectos del derecho al trabajo, reconozco que me tienta escribir a quienes en la DDR, aunque fuera tardío, me confesaron su verdad real para asumir que la nuestra no es tan edificante. La conquista partidista del poder obstaculiza todavía un acuerdo lúcido para asegurar el derecho a la vivienda y para seguir desarrollando los derechos laborales.

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